¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

jueves, 9 de julio de 2020

SOBRE LAS APARICIONES DE LA BLANCA DAMA


"Jesús, al ver a su madre 
y junto a ella al discípulo al que amaba, 
dijo a su madre: 
'Mujer, ahí tienes a tu hijo'. 
Luego, dijo al discípulo: 
'Ahí tienes a tu madre'. 
Y desde aquella hora, 
el discípulo la recibió como algo propio".
(Jn 19, 26-27)

El Cielo es armónico, inmutable y coherente. No cambia de opinión. Su mensaje a los hombres es siempre el mismo: nos llama a la conversión y a la perseverancia. Nos invita a una vida interior de oración y ayuno, a una vida eucarística y sacramental, de penitencia, reparación y consagración a Su Inmaculado Corazón, a una vida apostólica de testimonio y coherencia con el Evangelio.

Desde que Cristo, en la cruz, se dirigió a su Madre María diciendo "Mujer, ahí tienes a tu hijo", han sido innumerables las apariciones, revelaciones o manifestaciones de la Virgen al pueblo de Dios. Jesucristo, Señor de la Historia, ha dado a su Madre, la Blanca Dama, un papel protagonista en su plan salvífico, y a nosotros, el mandato de recibirla como algo propio.

Tras la Ascensión de nuestro Señor a los cielos, se inicia el Apocalipsis de San Juan y el fin de los tiempos. Por ello, el cielo clama a los hombres, invitándonos a mirar a Dios.

Las apariciones de la Blanca Dama tienen un finalidad espiritual que nos exhorta a discernir los signos de los tiempos y a comprender la voluntad de Dios, pero desgraciadamente, el hombre sigue sin escuchar.

Hasta el siglo XIII las apariciones de la Bella Señora tuvieron una fácil aceptación por la Iglesia Católica. Sin embargo, desde entonces, la Iglesia ha reconocido muy pocas, acentuando una posición negativista de las manifestaciones, que considera tan sólo "revelaciones privadas" y que trata con sumo cuidado y reserva, dejando a los fieles la libertad de creer en ellas o no.

Con independencia de la posición "cautelar" de la Iglesia Católica, basada en que la revelación de Dios ha quedado cerrada con la muerte del último de los apóstoles ("revelación pública") y por tanto, cualquier revelación posterior y privada no puede añadir nada a lo ya revelado, y por supuesto, no constituye dogma de fe, nuestra Madre sigue bajando del cielo para guiarnos.

No en vano, desde el inicio de la Edad Contemporánea con la Revolución Francesa (1789), la Virgen María se ha estado apareciendo de manera diferente a como lo había hecho hasta entonces. 

Pero sobre todo, desde hace dos siglos, la Santísima Virgen ha bajado del Cielo en múltiples ocasiones y a menudo, no tanto para comunicar aspectos particulares o personales, sino para transmitir mensajes a todos sus hijos, a toda la humanidad. 

La Blanca Dama se nos está “apareciendo” a todos nosotros. Nos avisa de que el tiempo llega a su fin y:

"Para que veamos y entendamos"

"Por eso les hablo en parábolas, 
porque viendo no ven, 
y oyendo no oyen ni entienden" 
(Mt 13,13)
El 19 de septiembre de 1846, en una montaña alpina al sudoeste de Francia, la Virgen se aparece en La Salette a dos pastores: Melanie , de 15 años y Maximin, de 11 años. Y lo hace llorando por la impiedad y la blasfemia reinante en el mundo.

La Bella Señora viene a la tierra para darnos un claro mensaje a toda la humanidad: "que veamos y entendamos". Nos avisa de que la Iglesia sufrirá persecución, nos advierte del nacimiento del Anticristo, nos previene de que si los hombres no cambiamos, vendrán castigos, y nos apremia a "escuchad lo que nos dice y ponerlo en práctica" (Lc 6,46, 8,21, 11,28, Stg 1,25-27).

Pero antes de hablar y llamarnos a la penitencia, a la oración, a la Eucaristía y a la obediencia a las leyes de Dios, nuestra Madre y Señora aparece en La Salette envuelta en una gran luz y se comunica con nosotros a través de señales y signos externos:

-Su rostro irradia la luz de la resurrección y la gracia, como la luz del sol.
-Sus vestiduras blancas, como las Su Hijo en la Transfiguración, resplandecen su gloria.
-El brillante crucifijo sobre su pecho la acredita en la misión que recibió al pie de la cruz. 
-El martillo y las tenazas a los lados del crucifijo nos recuerdan los instrumentos de la Pasión. 
-La cadena que cae de sus hombros es el símbolo de nuestro pecado y de nuestra maldad. 
-Los bordes de su chal rubí tienen rosas de muchos colores que nos recuerda al Santo Rosario. 
-Su delantal dorado nos muestra su divinidad y su santidad.
-Su cabeza, su cintura y sus pies están rodeados de rosas.

La Bella Señora les revela a cada uno de los dos pastores un secreto:

-A Maximin le dice que el Papa será perseguido. Y su sucesor será uno que nadie se espera. Le dice que sucederá en el próximo siglo, lo más tarde en los años dos mil. Además, que un gran país del norte de Europa, hoy protestante, se convertirá. Pero que antes de que todo esto suceda, habrá grandes desórdenes en la Iglesia y también, fuera de ella.

-A Mélanie le advierte sobre la terrible consagración de algunos sacerdotes y monjas al mal, y que, al final, en la tierra reinará el infierno. El anticristo nacerá de una religiosa, pero ¡ay de ella! Varias personas le creerán porque les dirá que viene del Cielo, pero ¡ay de aquellos que le creerán! No está lejos el tiempo, no pasarán dos veces cincuenta años.

Y posteriormente, Maximin y Mélanie serán perseguidos, hostigados y calumniados. Algo habitual que les sucede a todos a quienes la Virgen se les ha aparecido.

Además, la Virgen María nos remarca la urgencia de nuestra dimensión misionera cristiana para comunicar al mundo el amor misericordioso y la paz de Dios. Cristo ha creado y establecido nuevas condiciones de vida, nos ha reconciliado con Dios, que es rico en misericordia, y con el prójimo, que es digno hijo de Dios. Por eso, como cristianos, toda nuestra existencia debe estar encaminada a proclamar que Cristo está presente en nuestras vidas, y que con Él, debemos buscar la reconciliación en este mundo dividido y ofrecer Su paz a todos los hombres. 

La Blanca Dama dirige una apremiante llamada a la tierra: "Llamo a los verdaderos discípulos del Dios que vive y reina en los cielos; llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho Hombre, el único y verdadero Salvador de los hombres; llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que se me han consagrado a fin de que los conduzca a mi divino Hijo, los que llevo, por decirlo así , en mis brazos, los que han vivido de mi espíritu; finalmente llamo a los apóstoles de los últimos tiempos, los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en el menosprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en el desprecio y en el silencio, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento y desconocidos del mundo. 

Ya es hora que salgan a iluminar la tierra. Id y mostraos como mis hijos queridos, Yo estoy con vosotros y en vosotros con tal que vuestra fe sea la luz que os ilumine en esos días de infortunio. Que vuestro celo os haga hambrientos de la gloria de Dios y de la honra de Jesucristo. Pelead, hijos de la luz, vosotros, pequeño número que ahí veis; pues he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines."

La Bella Señora es la llave capaz de abrirnos todas las cerraduras de las cadenas del pecado. Es la puerta del cielo por la que dejamos atrás nuestros egoísmos, nuestros orgullos, nuestras rivalidades, nuestros miedos y encontrar la plenitud de paz, amor y alegría.

"Para que nos convirtamos" 

"Convertíos y creed en el Evangelio" 
(Mc 1,15)
Entre el 11 de febrero de 1858 la Virgen María se aparece en Lourdes a Bernadette, una pastorcilla inculta y enferma de asma, quien fue testigo del milagro de la fuente de agua, que brotó inesperadamente junto al lugar de las apariciones. Desde entonces, Lourdes es un lugar de peregrinación y de innumerables milagros de sanación física y psíquica.

La llamada a la sanación del cuerpo, a la curación del alma, a la conversión del corazón está siempre en el centro de todas las apariciones marianas. La Bella Señora nos llama a la conversión con urgencia. Por su inmenso amor a nosotros, se preocupa por nuestra indiferencia religiosa y por nuestros pecados, pero también por nuestras problemas y heridas.

La Blanca Dama nos recuerda que el Reino de Dios está cerca. Nos implora que retornemos a Cristo, que nos convirtamos a Dios. Nos llama a buscar primero el reino de Dios y su justicia (Mt 6,33) y a proclamar el Evangelio

Ese camino de conversión y sanación se recorre en tres etapas (Mt 6,5; Mc 14,32; Lc 18,1; Jn 17):
  1. Vida interior. La Virgen Santísima nos exhorta a llevar una vida interior profunda, a orar con perseverancia y diariamente, mañana y tarde. Velad y orad (Mt 26,41).A imitación de Su Hijo y como discípulos suyos, nos pide mantenernos en la oración y en la alabanza a Dios (Hch 2,42), ofrecernos a nosotros mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (Rom 12,1), dar testimonio de Cristo en todo lugar y razón de la esperanza que tenemos en la vida eterna (1P 3,15). (Conc Vat II, LG, 10).
  2. Vida eucarística. La Blanca Dama nos invita a la participación comunitaria en la celebración de la Eucaristía como una necesidad vital para el cristiano. La Palabra de Dios nutre nuestra fe, el contacto con Cristo en la fracción del pan para un nuevo mundo es fuente de dinamismo, la comunión con su Cuerpo entregado por nosotros y su Sangre derramada nos recuerda que debemos estar listos para dar nuestras vidas por otros y entonces hacernos partícipes, siendo fortalecidos en su Espíritu. En la celebración de la Eucaristía, comprendemos y anunciamos que el reino de Dios está realmente presente entre nosotros, sostenido por Jesucristo y es necesario que seamos sus testigos coherentes en nuestra vida cotidiana, a través de nuestra conducta individual y como miembros de la sociedad. La necesidad eucarística entonces es fuente de esperanza y de gozo que nadie nos podrá quitar (Lc 21,14; Jn 13,1, 20,19-26).
  3. Vida coherente. Los cristianos no podemos tener una doble vida: una, dentro de la Iglesia, cuando somos cristianos y otra, fuera, cuando no lo somos. El ejemplo de Jesús y de nuestra madre, la Virgen María con sus "Hágase tu voluntad" incondicionales, nos mueven a  imitarles y así, llevar una vida coherente como cristianos. Sólo así podremos cambiar el mundo. Ambos nos enseñan el camino. Nos abren las puertas de cielo de par en par. No podemos vivir indiferentes o como animales que buscan su propia satisfacción. Nuestra vida, nuestro ser y nuestros bienes deben estar dispuestos para hacer la voluntad del Padre.
"Para revelarse a los pequeños"

"Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, 
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, 
y se las has revelado a los pequeños" 
(Mt 11,25)
El 13 de julio de 1917, la Virgen María, precedida un año antes por un ángel, bajó de los cielos a Cova de Iria, una aldea cercana a Fátima, y de forma idéntica a su aparición en La Salette, aparece "brillando como el sol y de una inmensa belleza", vestida de blanco y cubierta por un manto con bordes dorados. Se dirige a tres pequeños pastorcillos: Lucia, de 10 años, que veía, escuchaba y hablaba con la Virgen; Jacinta, de 6 años, que sólo la veía y oía, pero no hablaba con ella; y a Francisco, de 9 años, que sólo la veía, pero ni la oía ni la hablaba. 

La Virgen Blanca se aparece a los pequeños y habla el idioma de su pueblo, de la gente humilde y llana, como Ella, utilizando como su Hijo, escenas y usos comunes de su vida, y mostrándonos su mensaje poco a poco. A los pastorcillos de Fátima les enseña la devoción por el Santo Rosario y les cuenta tres secretos:
  1. Infierno. Les muestra una imagen durísima y espantosa, el infierno, aunque aliviada por Su promesa de que los tres irían al cielo. A Jacinta y Francisca les dice que morirán pronto, mientras que Lucia vivirá 97 años.
  2. Guerra/Rusia. Les da la noticia del fin de la Primera Guerra Mundial (como ocurrió dos años después), pero que se avecinaba una nueva gran guerra si el hombre sigue ofendiendo a Dios: la Segunda Guerra Mundial. Les habla de que Rusia se consagre a su Inmaculado corazón o surgirá como potencia del mal, persiguiendo a la Iglesia y expandiendo "sus errores" (el comunismo) llevando el dolor y el terror por toda la tierraPara aquellas tres pobres y analfabetas criaturas, era la primera vez que oían la palabra “Rusia” y pensaron que debía tratarse de una mujer muy mala, o de una borriquilla que conocían que se llamaba “Rusa”.
  3. Papa. Les muestra a un Papa y a otros miembros de la Iglesia asesinados por soldados que les disparaban balas y flechas (como así ocurrió, con el intento de asesinato de Juan Pablo II).
Finalmente, el 13 de octubre de 1917 la Virgen realiza el "Milagro del sol", presenciado por unas 70.000 personas.

María nos enseña a descubrir a través de los eventos cotidianos y las situaciones de nuestra vida, la presencia discreta de Dios, quién "hace maravillas", quien "es fiel a sus promesas", quien "recuerda su amor a su pueblo" y quien "esconde estas cosas a los sabios y entendidos, y se las revela a los pequeños". 

La Virgen Inmaculada nos insiste en la Consagración a su Sagrado Corazón para que, con su inestimable ayuda, alcancemos el cielo. Dice San Luis María Grignon de Monfort en su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, que "María es el camino más corto y más perfecto para llegar a Jesús".

A estos tres pequeños pastorcillos casi nadie les creyó, pero la noticia se esparció rápidamente. Los tres también fueron objeto de maltrato, asedio y persecución. 

Quizás por ello, el mensaje del cielo encontrará muchas veces reticencias entre los que tienen la autoridad y el poder: el de La Salette permanecerá escondido durante más de 170 años en las estanterías polvorientas del Vaticano, el de Fátima será obviado por el Papa de entonces, y el de Garabandal y Medjugorje, serán ocultados también.

"Para purificar a la Iglesia"

"Muchos serán limpiados, blanqueados y purificados; 
los malvados seguirán en su maldad, 
sin que ninguno de los malvados entienda; 
los maestros comprenderán.
Desde que supriman el sacrificio cotidiano 
y coloquen la abominación de la desolación, 
pasarán mil doscientos noventa días."
(Dn 12,10-11)
El 2 de julio de 1961 la Virgen María se apareció, precedida también del Arcángel San Miguel, en una aldea cántabra en plenos Picos de Europa, en San Sebastián de Garabandal, a cuatro niñas: Conchita, Mari Cruz, Jacinta y Mari Loli.

Como en la Salette, la Hermosa Señora, con gran tristeza, comunica a las niñas de Garabandal un secreto sobre la Iglesia que debía desvelarse a su tiempo. 

La Virgen siempre está pendiente de sus hijos. No señala a nadie en la Iglesia de Su Hijo, sino que advierte con dureza y claridad (como hizo Jesús en las cartas a las 7 Iglesias del Apocalipsis) de los peligros que se ciernen sobre su Cuerpo Místico. Son palabras duras pero ciertas.

Les dice que muchos sacerdotes, ministros de Su Hijo, obispos e incluso cardenales llevan una mala vida, que han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias, que se han convertido en estrellas errantes que el viejo diablo arrastrará con su cola para hacerlos perecer.  

Les acusa de infieles, irreverentes e impíos al celebrar los santos misterios, de que aman el dinero, los honores y los placeres, y dice que son "cloacas de impureza" que crucifican de nuevo a su Hijo. 

Y avisa de que esos pecados de las personas consagradas a Dios claman al cielo y piden venganza, y que la venganza está a las puertas: Dios va a castigar de una manera sin precedentes. ¡Ay de los habitantes de la tierra! Dios va a derramar su cólera y nadie podrá sustraerse a tantos males juntos. 

También habla sobre la sociedad en general. Les dice que Dios permite a la antigua serpiente divida a los gobernantes, a las personas y a las familias provocando penas físicas y morales. Por eso, Dios abandonará a los hombres a si mismos y enviará castigos que se sucederán durante más de treinta y cinco años.

Les habla también sobre los espíritus de las tinieblas que extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios y obtendrán un poder extraordinario sobre la naturaleza: habrá iglesias para servir a esos espíritus, incluso sacerdotes que no seguirán el buen espíritu del Evangelio: humildad, caridad y celo por la gloria de Dios.

Habrá por todas partes prodigios extraordinarios, porque la verdadera fe se ha extinguido y la falsa luz alumbra al mundo. ¡Ay de los príncipes de la Iglesia que se hayan dedicado únicamente a amontonar riquezas, a poner a salvo su autoridad y a dominar con orgullo!

Las personas, por orgullo individualista, querrán guiarse por sí mismos y ser superiores a sus semejantes. El Papa sufrirá mucho pero la Virgen estará con él hasta el fin. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida, sin poder poner fin a sus días.

Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso, para dar lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios.

Los conventos se corromperán porque el demonio se hará el rey de los corazones y usará de toda su malicia para introducir en la órdenes religiosas a personas entregadas al pecado, pues los desórdenes y el amor de los placeres carnales se extenderán por toda la tierra.

Los justos sufrirán mucho. Nos vuelve a pedir el suave incienso que sube hasta el trono de Dios: oración, penitencia y lágrimas, junto con peticiones de perdón, misericordia y de su ayuda e intercesión. Entonces Jesucristo, por un acto de justicia y de su gran misericordia con los justos, mandará a sus ángeles para que mueran todos sus enemigos. 

De golpe los perseguidores de la Iglesia de Jesucristo y todos los hombres dados al pecado perecerán y la tierra quedará como un desierto. Entonces se hará la paz, la reconciliación de Dios con los hombres; Jesucristo será servido, adorado y glorificado; la caridad florecerá en todas partes. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia, que será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo. 

El Evangelio será predicado por todas partes y los hombres harán grandes progresos en la fe, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo, y los hombres vivirán en el temor de Dios. Esta paz entre los hombres no será larga: 25 años de abundantes cosechas les harán olvidar que los pecados de los hombres son la causa de todos los males que suceden en la tierra.

"Para que nos reconciliemos"

"Bienaventurados los que trabajan por la paz, 
porque ellos serán llamados hijos de Dios"
 (Mt 5,9)
El 24 de junio de 1981, por la tardeuna figura femenina subida en una nube encima de un árbol del monte Podbrdo, en Medjugorje, aldea de Bosnia y Herzegovina (antigua Yugoslavia comunista y atea), se aparece a dos jóvenes croatas: Ivanka, de 15 años y Mirjana, de 16 años. 

Asustadas, huyen corriendo y regresan al pueblo. Poco después, alrededor de las seis y media de la tarde, deciden regresar a la colina acompañados por Vicka de 17 años, prima de Ivanka y vuelven a ver la figura femenina con un niño en sus brazos nuevamente, y ahora sí la identifican como "La Gospa", la Virgen María en croata.

Al día siguiente, deciden volver al monte, esta vez, acompañadas por Marja, de 16 años la prima de  Mirjana, Jakov de 10 años y con Ivan de 16 años que había subido por otro camino. La Gospa se aparece nuevamente a todo el grupo y tiene un breve diálogo con Ivanka sobre su madre, que había muerto unos meses antes. 

El grupo de los seis videntes queda así definitivamente constituido y a partir de entonces, los seis jóvenes suben a diario a ver y a hablar con la Gospa.

La noticia de las apariciones en Medjugorje comienza a extenderse por toda la zona y cuatro días después, se produce un hecho insólito para un país comunista: 10.000 personas asisten a la aparición nocturna de la Virgen, lo que provoca gran irritación en la policía y en las autoridades yugoslavas que intentan evitar que los seis jóvenes se acerquen al monte de las apariciones y lo cierran al público, pero la Virgen se les sigue apareciendo allí dondequiera que les llevan y a diario. 

Les arrestan en muchas ocasiones y les someten a numerosas pruebas, exámenes psiquiátricos e interrogatorios (unos 17 en total) con idéntico resultado final: los niños están perfectamente cuerdos y sanos.

Diecisiete meses después del comienzo de las apariciones, es tal la avalancha de personas, curiosos y peregrinos que afirman ver signos y figuras luminosas en el cielo, de científicos y teólogos interesándose por el fenómeno que las autoridades deciden no obstaculizar el flujo de peregrinos o impedir las actividades de los videntes.

En Medjugorje, las apariciones adquieren algunas variantes en relación a otros lugares: la Virgen se aparece a diario y en distintos sitios, y a partir de un determinado momento, los jóvenes comienzan a tener visiones "personalizadas", revelaciones individuales y por separado, ya sean diarias, mensuales o anuales, allí donde se encuentra cada uno de ellos.

Casi tres años después de la primera aparición, a partir del 1 de marzo de 1984, los videntes comienzan a difundir mensajes al mundo por mandato de la Gospa. Uno de ellos se refiere a la hostilidad del obispo de la zona que niega cualquier sentido sobrenatural a cuanto allí acontece.

La Virgen María invita a los seis jóvenes a rezar por la paz, pues se avecina una guerra cruel y terrible sobre su pueblo. La Reina de la Paz no viene a anunciarnos castigos y calamidades ni con amenazas o intimidaciones. Viene a nosotros, sumisa, humilde y en comunión con Dios. 

Su principal mensaje es de paz y esperanza (Ef 2, 17-18), fruto del Evangelio vivido y meditado en Su corazón. Viene con dolor y pena porque, con demasiada frecuencia, olvidamos a Dios y nos alejamos de Él.

La Blanca Dama nos da cinco instrumentos o "piedras" para alcanzar la paz en el mundo:
  1. Oración humilde y con el corazón, especialmente el Rosario todos los días.
  2. Ayuno los miércoles y viernes. Si no se puede, ofrecer esos días algo a la Gospa. 
  3. Lectura diaria de la Palabra de Dios.
  4. Confesión al menos una vez al mes.
  5. Eucaristía, preferiblemente, diaria
Según los mensajes difundidos por los videntes, si se respetaran los cinco preceptos indicados anteriormente, la Virgen María promete su intercesión y también favorecería la conversión personal.

Sin duda, la Virgen no revela nada nuevo pero nos recuerda constantemente la voluntad de Diosnos exhorta a la conversión, a la reconciliación con Dios (2 Corintios 5, 18; Mateo 5,23) y con los hombres.

Nos anima a mantenernos firmes en la fe, a confiar y perseverar en Dios y sus promesas (Marcos 11,24). El mensaje del Cielo es el mismo siempre. Y nosotros también, porque ¿Escuchamos a nuestra Madre? ¿Escuchamos a Dios?

La Gospa nos hace una llamada urgente a que reconozcamos los peligros a los que nos enfrentamos por causa de la rebelión y de la corrupción pecaminosa del hombre (Mt 6,19; Lc 12,13; Stg 5,3), a que abramos nuestro corazón y recemos por la salvación que nos ofrece su Hijo Jesucristo.

La Virgen María ha revelado a los videntes diez secretos, al igual que en Fátima, sobre sucesos futuros y que se darán a conocer al mundo entero tres días antes de que ocurran. Uno de los secretos será una señal permanente y visible en la colina de las apariciones.

Para concluir y siguiendo nuestra obediencia a la Iglesia pero, sobre todo, a Dios, las apariciones marianas junto a las revelaciones privadas son de una fuente estimable de ayuda para todos nosotros, en la medida en que nos motivan a vivir una vida coherente con nuestra fe y nos muestran con claridad la voluntad de Dios. 

Todos los mensajes de todas las apariciones de la Virgen María tienen los mismos elementos clave:
Vida interior de oración y ayuno
Vida eucarística y sacramental 
Vida de penitencia y reparación 
Vida evangélica y servicio
Consagración a Su Inmaculado Corazón

Debemos recordar que ya sea "Nuestra Señora de la Salette", "Nuestra Señora de Lourdes", "Nuestra Señora de Fátima", "Nuestra Señora de Garabandal" o "Nuestra Señora de Medjugorje", todas son María, Madre de Dios y Madre nuestra.

El tiempo se está agotando. La situación global se deteriora día a día, segundo a segundo. La impiedad y la maldad se han apoderado del mundo. Nunca, en la historia de la Humanidad, el mundo entero se había acercado tanto a la abominación, la desolación y la autodestrucción como ahora. Satanás sabe que le queda poco tiempo. El cielo clama justicia.

Todo lo que ha sido predicho por la Virgen María se está cumpliendo. Nuestra querida Madre está intentando prepararnos para soportar lo que ha de venir.

Y ¿nosotros? ¿Escuchamos lo que Nuestra Madre nos dice? ¿Hacemos lo que nos pide? 

"Madre que nos miras desde el cielo
Guía nuestros pasos sin cesar
Intercede ante Dios por nuestro pueblo
Ilumina nuestra comunidad

Virgen María, protectora nuestra
En ti confiamos, ayúdanos
Te damos gracias por tu amor
Madre querida
Madre del cielo
Madre de Dios

Madre tú qué esperas que cambiemos
que entendamos que el amor es la verdad
Y que juntos, caminemos hacia el padre
Trabajando en paz y armonía fraternal
derrama tu gracia sobre este mundo sordo
para que volvamos la mirada al cielo."

Apariciones aprobadas por la Iglesia Católica - "CONSTAT"
Nuestra Señora de Guadalupe (1531, San Juan Diego Cuauhtlatoatzin)
Nuestra Señora de Šiluva (1608)
Nuestra Señora de Laus (1664–1718)
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa (1830, Santa Catalina Laboure)
Nuestra Señora de la Salette (1846, Mélanie Calvat y Maximin Giraud)
Nuestra Señora de Lourdes (1858, Santa Bernadette Soubirous)
Nuestra Señora de Pontmain (1871)
Nuestra Señora de Gietrzwald (1877)
Nuestra Señora de Knock (1879)
Nuestra Señora de Fátima (1917, San Francisco Marto, Santa Jacinta Marto y Lucía dos Santos)
Nuestra Señora de Beauraing (1932–1933, Fernande, Albert y Gilberte Voisin, Andrée y Gilberte Degeimbre)
Nuestra Señora de Banneux (1933, Mariette Beco)

Apariciones por determinar - "NON CONSTAT"
Nuestra Señora de Medjugorje (1981, Bosnia y Herzegovina)
Nuestra Señora de Garabandal (1961, España)

Apariciones declaradas falsas - "CONSTAT DE NON"
Virgen en Ezquioga (España)
Nuestra Señora de Peñablanca (Chile)
Virgen de Bayside (Estados Unidos)
Virgen de Belluno (Italia)
Virgen de Clémery (Francia) 
Virgen del Palmar de Troya (España)

Aprobadas por la Iglesia local ordinaria
Nuestra Señora del Buen Suceso (1594)
Nuestra Señora del Buen Socorro (1856)
Nuestra Señora de las Lágrimas (1932)
Nuestra Señora de la Oración (1947)
Nuestra Señora de Akita (1973)
Nuestra Señora de Cuapa (1980)
Nuestra Señora de Kibeho (1981)
Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás (1983)
Nuestra Señora de Betania (1984)

viernes, 3 de julio de 2020

TIEMPO DE PROVIDENCIA Y GRACIA

"No andéis agobiados pensando qué vais a comer, 
o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. 
Los paganos se afanan por esas cosas. 
Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 
Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; 
y todo esto se os dará por añadidura. 
Por tanto, no os agobiéis por el mañana, 
porque el mañana traerá su propio agobio. 
A cada día le basta su desgracia". 
(Mateo 6,31-34)

Durante estos últimos meses he sido testigo de la ansiedad de muchos de nosotros, los cristianos, ante la imposibilidad de asistir a los sacramentos, la cancelación de las actividades parroquiales o el aplazamiento de los métodos y acciones evangelizadoras.

También nosotros, los creyentes, en tiempo de pandemia, hemos sido testigos de cómo todas las falsas seguridades y las erróneas convicciones que nos habíamos construido, se han derrumbado. Hemos sido conscientes de cómo todos los planes y proyectos que nos habíamos propuesto, se han evaporado. Y de cómo todas las rutinas y prioridades que nos habíamos forjado, se han desmoronado. 

Probablemente, en casi ninguna de ellas, estaba Dios. O al menos, estaban más presentes nuestras comodidades o deseos de servir a Dios, estaba más nuestro "yo" que Él mismo. 

Consciente o inconscientemente, hemos adoptado el papel del hermano mayor de la parábola del Hijo Pródigo, pensando más en nuestras conveniencias y en nuestros derechos que en la voluntad del Padre, pretendiendo servirle según nuestros propias criterios o nuestras opiniones personales, en una esclavitud de acción.

Y aún sintiéndonos libres y aptos, nos sabemos incompetentes para gobernarnos a nosotros mismos o para dirigir correctamente nuestras vidas (también las de fe) en las dificultades. Y por causa de nuestra humanidad frágil y vulnerable, sentimos miedo.

Aún creyéndonos individualistas y autosuficientes, nos vemos incapaces de mantener la fe que se nos ha otorgado y reconocer humildemente nuestra debilidad y dependencia. Y por alejarnos de Dios, nos sentimos solos.

Ante ese miedo vivido en soledad, no nos queda otra que volvernos a Dios y pedirle ayuda. Al igual que los discípulos de Jesús, viajamos en una barca sobre un mar embravecido (el mal) y en medio de una tempestad inesperada (el sufrimiento). Atemorizados y desorientados, pedimos ayuda al Señor: ¡Sálvanos, que morimos! Y Dios nos increpa: ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? 

Pero el Señor, con su infinita misericordia, actúa providencialmente. Aunque parezca estar dormido o lejano, permite esta situación de sufrimiento y zozobra para sacar un provecho mayor de todos nosotros. Él quiere lo mejor para nosotros, y no cesa en su empeño.

Somos nosotros quienes nos olvidamos que Él está siempre a nuestro lado y que nada hemos de temer. Somos nosotros quienes le sacamos fuera de nuestras vidas como si no le necesitáramos amparándonos en nuestras capacidades. Somos nosotros quienes le pedimos nuestra herencia y nos marchamos a un país lejano o quienes le servimos de forma incorrecta. 

Es tiempo de Providencia

Es tiempo de dejar a Dios ser Dios.

Dios, Señor de la Historia, nos invita a discernir y a reconocer que nuestra debilidad sólo puede estar sustentada por el Amor y Misericordia de Dios Padre.

Nos anima a abrir nuestro corazón, a dejarle entrar en nuestra vida y actuar en ella con plena Confianza.

Nos recuerda que le somos muy preciados y que no nos dejará nunca solos ni desamparados.

Por eso, ¿por qué preocuparme en querer hacer las cosas de Dios?

Es tiempo de Gracia

Es tiempo de dejar actuar a Dios.

Dios, Soberano de la Gracia, nos exhorta a modelar nuestras almas y abandonarnos, con humildad y obediencia, al cuidado y al amparo de Su Madre, la Virgen María, y a dejarnos iluminar y guiar por Su Espíritu Santo. 

Nos invita a aceptar sus dones y a reconocer, a través de una vida interior de oración y meditación, lo que nos suscita y nos propone.

Nos llama a mantener la confianza ante la incertidumbre, la seguridad ante la cobardía para ser capaces de interpretar, a la luz de Su Espíritu, los signos de los tiempos.

Por eso, ¿qué quieres de mí, Señor?

Es tiempo de Purificación

Es tiempo de dejarnos sanar por Dios.

Dios, Rey del Universo, nos llama a perseverar en nuestra fe, aún caminando por el sufrimiento y el dolor, para sanarnos, purificarnos y santificarnos.

Nos anima a dejarnos sustentar y consolar por Su Piedad y Su Compasión, y a mantenernos firmes en la esperanza de sus promesas.

Nos exhorta a aceptar éstos tiempos difíciles, para que en medio de la oscuridad del mundo, brille Su luz y podamos vislumbrar su voluntad.

Por eso, ¡Señor, sáname!

Es tiempo de Conversión

Es tiempo de dejarnos perfeccionar por Dios.

Dios, Monarca de la Misericordia, nos invita a convertirnos cada día y cada segundo, a su Amor, y así llegar a ser perfectos, como Él es perfecto.

Nos llama a buscar con denuedo la santidad y a no apartarnos de su voluntad, a ser valientes en nuestra debilidad, a tener coraje ante la adversidad, a ser fieles hasta el final.

Por eso, ¡Señor, santifícame!

Cada día estoy más seguro de su presencia en mi vida, de su intervención en mi día a día, de su auxilio en mi necesidad. 

Cada día estoy más seguro de lo mucho que me cuida, de lo mucho que se interesa por mi, de lo mucho que me quiere. 

Cada día estoy más seguro de que la relación entre la Providencia Divina y la Libertad que me ha otorgado no es una antítesis, sino una comunión de amor.

Cada día estoy más seguro de que tiene un Plan mayor y más perfecto que el que yo pueda imaginar o pretender.

Y eso, aunque sea por un cierto egoísmo, propio de hijo amado, me hace querer estar siempre muy cerca de Él. ¡Señor, no permitas que me aparte de Ti!

jueves, 25 de junio de 2020

LA AUTÉNTICA FE Y SU PROCESO

"Todo es posible para el que tiene fe"
(Marcos 9,23)

Nuestro mundo está literalmente invadido por productos falsos. Hoy no es difícil obtener falsificaciones de casi todo (ropa, relojes, bolsos, etc.), incluso noticias (fake news), que, a simple vista parecen originales y verdaderas pero que no lo son.

En nuestra sociedad global, accedemos a muchas versiones engañosas y aparentes. Con la fe ocurre lo mismo, muchas veces no es una fe auténtica sino falseada.

En tiempos de prueba como los que vivimos, la fe "aparente" no nos sirve de nada salvo para confundirnos. Es la fe auténtica la que nos vale de todo.

La auténtica fe

Entonces, ¿qué es la fe auténtica? No pretendo dar una definición, porque para eso tenemos la de la propia Sagrada Escritura: "La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve" (Hebreos 11,1) o la del diccionario de la Real Academia de la Lengua: "Virtud teologal del cristianismo que consiste en creer en la palabra de Dios y en la doctrina de la Iglesia." 

Más bien, mi propósito es añadir significados. Por tanto, la fe auténtica es:

Más que palabras

La auténtica fe no se basa en palabras sino en obras coherentes con lo que Cristo nos dice: "No todos los que me dicen: 'Señor, Señor' entrarán en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21). 
Hablar es gratis. Las palabras son baratas. Podemos usar mucha palabrería y adornar toda nuestra oratoria de espiritualidad, pero si nuestros actos no son coherentes con lo que decimos, rápidamente será evidente que se trata de una falsificación.

Más que emociones

La auténtica fe no se basa en emociones, deseos o sentimientos. Pero son nuestras acciones, no nuestros sentimientos, las que demuestran una fe verdadera. 
El apóstol Santiago nos dice: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: 'Id en paz, abrigaos y saciaos', pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro.” (Santiago 2,14-17). 

Si nos acercamos a alguien que tiene necesidades pero simplemente compartimos un lugar común o una relación de amistad, nuestra fe será una mera falsificación de la auténtica.

Más que ideas 

Para algunos cristianos, la fe es sólo unas cuantas buenas ideas que se exponen en el plano intelectual: una teología para estudiar y una doctrina para debatir. 
Podemos pasarnos el día hablando de Dios sin dejar que ello afecte a nuestras vidas. 
Podemos decir lo que hay que hacer pero si no lo ponemos en práctica, no sirve de nada. Podemos impactar a los demás con ideas y conocimientos pero si Dios no se ve en nuestras vidas, de nada vale.

Cuando Dios entra en nuestra vida se nota. La cambia y la transforma por completo. Y eso se ve.
 
Más que creencias

Podemos estar muy seguros de todo lo que creemos, pero también, podemos estar a años luz de la fe auténtica. 
El apóstol Santiago nos dice: “Tú crees que hay un solo Dios. Haces bien. Hasta los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres enterarte, insensato, de que la fe sin las obras es inútil?" (Santiago 2, 19-20). Creer, por sí mismo, no es significativo. Te pone a la altura de los demonios. Ellos creen en Dios pero no siguen su voluntad.

La auténtica fe es más de lo que decimos, sentimos, debatimos o creemos. 

La auténtica fe es lo que hacemos. 

Pero, ¡cuidado! no es sólo eso, porque podemos caer en la tentación de convertir la fe en activismo. Es necesario que nuestras obras sean coherentes con la voluntad de Dios:“Si creéis, que os suceda conforme a vuestra fe” (Mateo 9,29). 

La coherencia es la clave de nuestra fe y de nuestro seguimiento a Jesucristo.

Pero la fe no es magia ni se consigue inmediatamente. Es necesario conocer y seguir un proceso:

El proceso de la fe

La fe es un proceso en nuestra vida. A veces, la pedimos y otras nos viene dada. La fe, cuando la recibimos de Dios, es como un músculo: tiene que desarrollarse. Se puede fortalecer o se puede debilitar, dependiendo de cómo y cuánto la pongamos en práctica. 

La fe que Dios nos da, suscita en nosotros:

- Imperiosa necesidad de Dios
- Discernimiento del sentido de nuestra vida
- Llamada a nuestra vocación
- Abandono de la necesidad de éxito y auto-referencialidad
- Pertenencia a la Iglesia (grupos, movimientos, parroquias, etc.) 
- Asistencia a los sacramentos
- Búsqueda de respuestas, de orientación y formación 
- Administración y Despliegue de los dones de Dios 
- Responsabilidad en el servicio por amor a Dios y a los demás
- Crecimiento personal y profundidad en la relación con Dios
- Aceptación, sometimiento y abandono en Dios
- Paso del “hacer” al “ser”  
- Preocupación por las cosas de Dios y por las de los demás
- Intensa vida interior y de oración
- Visión mística 
- Presencia de Dios en todo
- Paz profunda y Serenidad
- Obediencia y Confianza
- Misericordia y Perdón
- Desapego a las cosas materiales y a las tensiones del mundo
- Gratitud plena 
- Profunda alegría y felicidad

Todas estas cosas que Dios nos concede en el desarrollo de nuestra fe, lo realiza a través de un proceso muy sencillo de seis etapas:

1-Reconocimiento: Dios nos muestra el sueño para que se cumpla en nuestras vidas, bien porque se la hemos pedido o porque Dios se anticipa. Y le reconocemos a nuestro alrededor.
Es el momento del encuentro y el descubrimiento, del reconocimiento y de la aceptación. 

Pregunta: ¿Reconozco y necesito a Dios? 
Respuesta: ¡Te necesito, Señor!

La fe no es para indiferentes o insensibles. Requiere aceptación y apertura de corazón. Si queremos y necesitamos a Dios, tenemos que ser dóciles a lo que nos suscita y crecer en conocimiento de su persona y de su voluntad.
 
"Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; 
que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; 
de modo que así, con todos los santos, 
logréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, 
comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. 
Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios 
(Efesios 3,17-19)

2-Decisión: Dios, por amor verdadero, deja que nuestra libertad actúe. Nunca la quebrantará, bajo ninguna circunstancia.
Es el momento de la verdad y del compromiso, del discipulado y la formación. 

Pregunta: ¿Qué me pide Dios? 
Respuesta: ¡Quiero saber más de ti, Señor!

La fe no es para dudosos o inconstantes. Requiere tomar una decisión y comprometerse: invertir tiempo, dinero y energía, y dejar de lado la seguridad y la comodidad. Si queremos caminar sobre el agua, tenemos que mojarnos los pies. 

"Y si alguno de vosotros carece de sabiduría, pídesela a Dios, 
que da a todos generosamente y sin reproche alguno, 
y él te la concederá. 
Pero que pidas con fe, sin titubear nada, 
pues el que titubea se parece a una ola del mar agitada y sacudida por el viento. 
No se crea un individuo así que va a recibir algo del Señor; 
es un hombre inconstante, indeciso en todos sus caminos" 
(Santiago 1,5-8).

3-Espera: Dios obra según sus tiempos y concede lo que es mejor para nosotros, no siempre lo que esperamos.
Es el momento de la paciencia y el abandono en Dios, del servicio y la entrega activa a los demás. 

Pregunta: ¿Espero con confianza en Dios?
Respuesta: ¡Quiero servirte, Señor!

La fe no es para impacientes o ansiosos. Siempre se requiere algún tiempo antes que todo ocurra. Dios usa este período de espera, para enseñarnos a confiar en Él. Una espera no es una negación. 

El crecimiento y la madurez en nuestra fe es discernir la diferencia entre el “no” y el “todavía no.” Por eso, debemos pedirle a Dios que aumente nuestra fe, mientras servimos esperando.

" La visión tiene un plazo, 
pero llegará a su término sin defraudar. 
Si se atrasa, espera en ella, 
pues llegará y no tardará " 
(Habacuc 2,3).

4-Prueba. Dios prueba nuestra fe permitiendo que aparezcan obstáculos y problemas para que confiemos en Él.
Es el momento del discernimiento y la confianza, de la vida interior y del crecimiento espiritual. No es tanto preguntar ¡por qué? sino ¿para qué?

Pregunta: ¿Qué quieres de mí, Señor? 
Respuesta: ¡Hágase tu voluntad!

La fe no es para cómodos u oportunistas. Ahora es cuando parecen los problemas. ¡No tenemos que preocuparnos! Todo es parte del plan de Dios. ¡Confiemos en Dios!

"Por ello os alegráis, 
aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; 
así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, 
que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, 
merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; 
sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, 
creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, 
alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas" 
(1 Pedro 1,6-9)

5-Perseverancia: Dios permite que aparezcan tentaciones y dificultades mayores para que nos mantengamos firmes.
Es el momento de la perseverancia y la valentía, de conjugar la fortaleza de la vida interior con las dificultades de la vida exterior. 

Pregunta: ¿Me mantengo firme
Respuesta: ¡Hasta el final, Señor! 

La fe no es para cobardes o miedosos. Es posible que nuestra situación se deteriore y llegue a ser difícil y complicada. Puede, incluso, que nos venga persecución y acoso. La situación se torna desesperada pero está a punto de producirse el milagro. Esperemos con ánimo en Dios.

"Espera en el Señor, 
sé valiente,ten ánimo, 
espera en el Señor
(Salmo 27,14)

6-Recompensa: Dios cumple su palabra y realiza el milagro: transformados en el Amor, nos concede la corona de la vida
Es el momento de la transformación y el cambio definitivo, del amor y la alegría, del agradecimiento y la alabanza.

Pregunta: ¿He amado como Dios ama?
Respuesta: ¡Gracias, Señor!

La fe no es para desagradecidos o ingratos. Dios provee siempre una respuesta sobrenatural. Milagrosamente, ¡todo cambia! ¡todo se renueva! Dios transforma odio en amor, resentimiento en agradecimiento, crucifixión en resurrección, de modo que podamos alcanzar y ver Su gloria.

"Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida" 
(Salmo 27,13)

miércoles, 24 de junio de 2020

LOS SACRAMENTOS EN LA PÁRABOLA DEL HIJO PRÓDIGO

"La palabra de Dios es viva y eficaz, 
más tajante que espada de doble filo; 
penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, 
coyunturas y tuétanos; 
juzga los deseos e intenciones del corazón. 
Nada se le oculta; 
todo está patente y descubierto a los ojos 
de aquel a quien hemos de rendir cuentas."
(Hb 4,12-13)

La Palabra de Dios no deja de sorprenderme cada día y aunque sé que una espada de doble filo que penetra hasta los tuétanos, siempre me maravilla y me suscita algo nuevo. 

Cuando uno cree (no sin una cierta dosis de orgullo) que ya sabe lo que dice un determinado pasaje porque lo ha leído muchas veces, llega Dios y te dice al oído: ¡Qué necio y torpe eres para creer lo que dijeron los profetas! Y yo le digo: ¡Cuánta razón tienes siempre, Señor, gracias, por modelarme cada día!
Hoy, leía de nuevo la parábola del hijo pródigo para redescubrir el amor misericordioso de Dios, que muestra la mirada compasiva de un padre que, por muchos fallos y rebeldías que vea en su hijo, no puede olvidar las necesidades de un hijo, y le da todo.

Y disfrutando de la lectura pausada, Dios me revela una nueva enseñanza "escondida". Poco a poco y según avanzaba en la meditación, he ido viendo aparecer algo que nunca había visto antes en el pasaje: los sacramentos. 
 
Gratuidad

El amor de Dios es gratuito, personal y sincero. No espera nada a cambio y se anticipa. Se entrega cuando se lo piden, aunque duela, como al hijo menor, que le da lo que le corresponde. Se da cuando no se lo piden, aunque sea obvio, como al hijo mayor, que le da todo lo suyo.

El Amor sale a nuestro encuentro y está siempre a nuestro lado, aunque ninguno de sus hijos lo agradezcamos, aunque ninguno lo veamos, aunque ninguno lo sintamos.

El Amor siempre se alegra de la vuelta a casa de un hijo. Siempre se alegra de encontrar la oveja que estaba perdida. Siempre se alegra de encontrar la moneda perdida. Siempre celebra fiesta por un hijo que estaba muerto (por el pecado) y ha resucitado.

Sacramento de la Eucaristía
Dignidad

La misericordia de Dios no es sólo una decisión de no juzgar; es un acto de amor que nos mantiene en el abrazo de Dios, a pesar de nuestros intentos de no sentirnos dignos de él.

Dios siempre nos considera muy valiosos porque nos creó a su imagen y semejanza, indicador de que el hombre es superior a los demás seres del universo.

Dios siempre nos encuentra dignos de amor y cuando lo aceptamos, ese amor nos transforma, nos viste de nuestra nueva naturaleza como hijos adoptivos de Dios.

La dignidad significa eminencia, superioridad, excelencia, grandeza. Eso es lo que nos devuelve Dios.

Una dignidad que se encuentra elevada y enriquecida por la gracia de la filiación divina y la correspondiente vocación del hombre al fin sobrenatural.

Sacramento del Bautismo
Perfección

En Mateo 5,48, Jesús nos dice: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.” Ser perfecto como Dios significa reflejar el amor de Dios en el mundo.
  • Es perdonar y disculpar de su error, a mi mujer, a mi hijo, a mi hermano, sin llevar cuenta del daño.
  • Es comprender al que no es como yo y empatizar con su situación.
  • Es compartir todo lo que Dios me ha dado con los que me rodean.
  • Es consolar a quien está triste y herido.
  • Es alimentar al que está hambriento de amor.
  • Es acompañar a quien está solo y me necesita.
  • Es dar la vida por los demás.
  • Es hacer salir el sol (mi sonrisa) sobre el bueno y el malo, el justo y el pecador.
  • Es rezar por quien me insulta, me persigue y me odia para que se convierta al amor.
  • Amar al amigo o al enemigo es el mayor signo de la gratuidad del verdadero amor y la mayor prueba del amor cristiano.
 La perfección es amar como ama Dios.

Sacramento del Matrimonio/Orden sacerdotal
Donación

El amor misericordioso que recibo de Dios se convierte en la fuerza motivadora para darlo a los demás. Amo (perdono) con esa misma gracia que he recibido. Es el Espíritu Santo que me guía y me santifica.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5,7). Los misericordiosos somos quienes sabemos que Dios es misericordioso y, por lo tanto, somos igualmente misericordiosos con los demás.

Dios me llama a ser signo de su amor para mis prójimos, que, en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10,25-37), son también los extranjeros, los distintos, o incluso los enemigos.
Sacramento de la Confirmación

Conversión/Sanación

La parábola del hijo pródigo simboliza el camino de conversión al que estoy llamado, como todos los cristianos. En ella, me veo reflejado en el:

-hijo menor: he usado mi libertad para alejarme del amor del Padre, buscando la felicidad en un lugar equivocado, encontrando solamente la amargura.

-hijo mayor: he permanecido junto a mi padre con un amor sin libertad, más como siervo distante, que como buen hijo y hermano.

Ambos necesitan convertirse. Ambos necesitan sanarse. Y yo, en alguna ocasión, soy uno y otro, o ambos a la vez.

La parábola no muestra un tercer hijo “perfecto” que no necesite conversión: el Señor quiere, con su amor, que me dé cuenta de que todos, sin excepción, tenemos que fomentar en nuestra alma la búsqueda del amor, el rechazo del yo egoísta y la donación libre y gratuita.

Mi conversión es un trabajo diario y continuo. Siempre es tiempo de conversión. Cada día es una gran oportunidad de renovación personal en el amor.

Sacramento de la Unción de Enfermos
Confesión

La parábola me presenta la espera paciente de mi Padre celestial que festeja con una maravillosa reconciliación.

Es el sacramento de la alegría. Los cristianos vivimos alegres porque nos sabemos hijos de Dios, hijos muy queridos, perdonados, vestidos, sanados, restaurados y dignificados.

Es con mi alegría y mi servicio, con los que muestro, en todos los ambientes, que en es el encuentro con una persona, Jesucristo, donde se encuentran todas las respuestas a los anhelos más profundos del corazón del hombre, donde se encuentra la felicidad plena y la perfección.

Sacramento de la Penitencia o Reconciliación.
A veces, Dios me esconde sus enseñanzas para regalármelas en su preciso momento, cuando más las necesito. Por eso y por mucho más, no me canso de darle gracias.
 
Gracias Señor por tu amor,
porque yo no existía y me creaste,
porque me amaste sin amarte yo,
porque antes de nacer ya me pensaste,
Gracias, Señor.

Gracias Señor por tu misericordia,
porque yo te abandoné y Tú me buscaste,
porque yo desprecié tu amor 
y Tú no subestimaste mi miseria.
Gracias, Señor.

Gracias Señor por tu piedad,
porque te exigí mi libertad y Tú no me la negaste,
porque me fui orgulloso y ufano de tu lado 
y Tú me has estado esperando todo este tiempo.
Gracias, Señor.

Gracias Señor por tu compasión,
porque volví humillado 
y Tú restableciste mi dignidad.
Gracias, Señor.

¿Cómo devolverte tanto amor?
¿Cómo restituir tanta misericordia?
Ahora ya lo sé 
porque Tú me lo has mostrado,
Gracias, Señor, gracias.