¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 18 de febrero de 2021

¿HAY ALGUIEN AHÍ?

"¿Por qué buscáis la felicidad, 
oh mortales, 
fuera de vosotros, 
cuando la tenéis 
dentro de vosotros mismos?"
(San Severino Boecio, filósofo y mártir católico)

El hombre, desde el principio y a lo largo de su historia, ha mirado siempre al cielo, buscando respuestasFascinado por ese infinito y oscuro manto que es el universo, y que según la ciencia, es fruto del la casualidad y del azar cósmico, ha buscado el origen y la causa de la "vida", allí donde no puede encontrarlos.

Esa búsqueda insaciable le ha llevado a asegurar que "no estamos solos". Y es cierto, no lo estamos. El ser humano se siente solo y abandonado desde que perdió de vista a Dios en el Edén y, desde entonces, "explora para encontrar" cuando debería "explorar para ser encontrado". 

Sin duda, el hombre ha desviado la búsqueda del anhelo de plenitud que Dios ha impreso en su corazón humano, hacia el ansía de encontrar "algo" distinto en el cosmos...quizás un sucedáneo del Creador, un sustituto de Dios. Busca "vida" en el espacio, la misma que ha despreciado y aniquilado en la tierra. Y continúa haciéndolo en el siglo XXI. 
Y si el hombre no es capaz de reconocer y valorar la vida en la tierra, en la creación, en la sociedad, en las leyes...¿Cómo va a ser capaz de reconocerla fuera de ellas? ¿Para qué buscar vida en el espacio? ¿Para aniquilarla? 

No cabe duda de la gran paradoja que supone lanzar al universo un "¿hay alguien ahí?", esperando encontrar una respuesta que nunca llegará si no viene de Dios. Empecinarse en explorar la posibilidad de encontrar vida fuera de la tierra, mientras se destruye y se denigra la existente en ella es un propósito absurdo e irracional. Empeñarse en buscar el origen de la "vida" en el caos mientras se niega con rotundidad la existencia del Autor de la Vida en la evidencia natural, es una contradicción en sí misma. 

En el fondo de ese "¿hay alguien ahí?" subyace una perversa y rebelde refutación de la presencia de Dios, cuya finalidad es despojarle de la autoría de la vida y otorgársela a una casualidad, a una matemática accidental, a un azar acientífico, es decir, al caos y a la nada. 

La ciencia busca insistentemente "demostrar" la no existencia de Dios, y por eso, busca desesperadamente una respuesta que "encaje hechosdentro de su premeditada y atea idea. Su escepticismo es, quizás para ella, sostenible en teoría pero insostenible en la práctica. La ciencia no puede rechazar, irracionalmente, ninguna teoría por el hecho de no gustarle o por no encajar con una idea preconcebida. Eso es, en sí misma, la antítesis del método científico.
Pero, además, es que Dios no es "científicamente demostrable" (desde un punto de vista empírico y humano) porque la ciencia es natural (depende del tiempo y del espacio), y Dios, sobrenatural (es eterno y omnipresente). Por tanto, está por encima de la ciencia, de la razón, de todo conocimiento y de todo cánon humano. En realidad, los cristianos tenemos la certeza que está por encima de todo.

Sin embargo, el hombre, creyéndose "como Dios" (Génesis 3,5), libre y autosuficiente, trata de afirmar su "endiosamiento" negando cualquier causa o autoría de la vida que provenga de Dios, es decir, que no se ajuste a la justificación de su voluntad o propósito. 

Buscamos mal, porque buscamos donde no podemos encontrar, como las mujeres del pasaje de Lucas 24,1-6: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí". Buscamos para "ver" y para "tocar"...para quedarnos convencidos con una explicación de la razón y de la lógica humanas que nos satisfaga. La Vida no está donde nosotros queremos buscarla o donde pretendemos encontrarla. Buscamos vida donde no la hay, y la destruimos donde la hay. Abrimos los horizontes y cerramos los corazones. 

Sólo podemos llegar a la Verdad cuando tomamos conciencia de nuestra propia ignorancia, de nuestra pequeñez e insignificancia; sólo podemos descubrir la Vida cuando tomamos conciencia de que nuestra propia existencia no nos pertenece; sólo podemos hallar el Camino cuando tomamos conciencia de que estamos perdidos.

¿De qué nos sirve encontrar indicios de agua o de vida en otros planetas o galaxias y, a la vez, negar al Creador de todo? ¿Vamos a encontrar allí la respuesta a la "gran pregunta" existencial? ¿Vamos a descubrir allí la "Causa" y el "Sentido" último de las cosas? ¿Qué propósito tiene buscar "agua" en lugar de buscar la "Fuente" de la que brota?

Busquemos "vida inteligente y superior", es decir, a Dios en nuestro corazón con la misma insistencia y vehemencia con las que buscamos "vida elemental" en el espacio.  Busquemos al autor de la vida, no fuera de la vida, sino en la propia vida, en la naturaleza, en la creación, en nuestro prójimo.

Si exploramos con los "ojos de Dios", en lugar de con los "ojos del hombre", le encontraremos. ¡Vive Dios que le encontraremos! ¡Porque ha resucitado y está vivo!

JHR

domingo, 31 de enero de 2021

JOB: CÓMO ES DIOS Y CÓMO ACTÚA

"Cuando alguien se vea tentado, que no diga: 
'Es Dios quien me tienta'; 
pues Dios no es tentado por el mal 
y él no tienta a nadie. 
A cada uno lo tienta su propio deseo 
cuando lo arrastra y lo seduce" 
(Stg 1,13-14)

Hablaba ayer con un buen amigo, católico y argentino (aunque no de nombre Francisco), acerca de las dudas que muchos cristianos nos planteamos en estos tiempos difíciles que sufrimos: la pandemia, ¿la envía Dios? o ¿la permite Dios? ¿es un castigo? o ¿es una prueba?

Lo mejor para tratar de responder a esta cuestión, o mejor dicho, para discernir y reflexionar sobre ella, es escuchar lo que Dios mismo nos dice, a la luz de Su Palabra, en el libro de Job, donde nos encontramos con las mismas situaciones por las que nos quejamos hoy y por las que culpamos a Dios.

A simple vista, el libro sapiencial nos presenta por un lado a Job, un hombre paciente, perseverante, apartado del mal y fiel a Dios (aunque no judío) tanto en las gracias como en las desgracias; y por otro lado, a un Dios "silente e insensible" al sufrimiento del justo y cuya ausencia de respuesta parece olvidarse del hombre.

Sin embargo, el libro de Job no es tanto un canto a la paciencia del hombre como una teodicea que demuestra cómo es Dios y cómo actúa en la historia del hombre. Su propuesta principal es sumergirnos en el misterio del mal y del sufrimiento como parte del combate de la fe, y así, enseñarnos el sentido de nuestra vida desde la perspectiva del dolor y la muerte, como hará su Primogénito en la Cruz. 

La historia se desarrolla entre la tierra, donde el hombre acepta con justa sabiduría y perseverancia el bien y el mal, y el cielo, donde Dios presume del hombre, en este caso de Job, pues no hay otro como él en la tierra. Job es la imagen de Jesucristo, la visión que Dios tiene del hombre: justo y sabio que se mantiene siempre fiel a Dios incluso en la tentación, el sufrimiento y el dolor; rico y acomodado que se vuelve pobre y desnudo hacer la voluntad de Dios, y a quien el Diablo le tienta para blasfemar y rechazar a Dios. 

Sometido a prueba
Job 1-3

El libro de Job, escrito hacia el siglo VI - III a.C., en Edom, frontera con Arabia, forma parte de la pedagogía progresiva bíblica, que entonces todavía no había consolidado el concepto de resurrección, por lo que la retribución, es decir, "toda" la actuación divina se dirimía en el "aquí y ahora", en la vida terrenal. Será con el libro de Eclesiástico (s. II a.C.) y con el Libro de la Sabiduría (s. I a.C.) donde se avance hacia una mayor comprensión de la retribución después de la muerte.
En los primeros capítulos de Job se muestra cómo no es Dios quien envía castigos: "El Señor respondió a Satán: Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él ni lo toques"y cómo debe ser la actitud del justo ante las desgracias: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor” (...) "Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?"

Se declara culpable
Job 4-28

A pesar de perder todo su ganado, a sus siervos, a sus hijos y su propia salud, Job no peca ni protesta contra DiosDe la misma forma que los judíos y los romanos recriminan a Cristo que apele a Dios, la carne nos insiste insidiosamente con las mismas quejas con las que nos querellamos contra Dios y le culpamos del mal y del sufrimiento.

A pesar de perder el apoyo y la fe de su mujer, Job vive su noche oscura y maldice su vida pero no blasfema ni rechaza a Dios. Lo que más teme es perder la paz y el sosiego. De la misma forma que tienta a Cristo en el desierto para que blasfeme y reniegue de Su Padre, el Diablo nos tienta en la dificultad para que perdamos la serenidad y la tranquilidad y nos alejemos del Señor. 

A pesar de que tres amigos suyos (Elifaz, Bildad y Sofar) le instigan, recriminan y culpan constantemente (doctrina hebrea de la retribución por la cual, Dios premia a los buenos y castiga a los malos en vida), tentándole a que abandone a Dios, Job no pierde su fe ni reniega de DiosDe la misma forma que los amigos de Jesús, sus discípulos, confían en la fuerza de las armas para defender a su Maestro en el Huerto de los Olivos, nuestros amigos y hermanos se obstinan e insisten en que pongamos nuestra esperanza en la ciencia y en la razón humana. 
Job, aunque responde con un diálogo/monólogo lleno de dureza y amargura, de queja y súplica, toma conciencia de su fragilidad, asume su culpa original y deposita su fe y esperanza (y su vida) en la misericordia y la justicia divinas, en la certeza de que le ayudarán a vencer la batalla espiritual en la que (el hombre) está inmerso. 

De la misma forma que Cristo en Getsemaní y en el Calvario, sin culpa, clama al Padre sintiéndose abandonado y débil en su humanidad, Job en actitud orante y humildele pide a Dios una respuesta que dé sentido a lo que le acontece, pero sin resentimiento, sin culpar a Dios. Es la misma actitud con la que los cristianos, sabedores de la responsabilidad del Tentador y Acusador en el mal, nos dirigimos al Señor, elevando el incienso de nuestras oraciones a su presencia, implorando ayuda para encontrar sentido a nuestro sufrimiento. 

En estos capítulos, el hagiógrafo nos expone dos conceptos fundamentales: la perfecta sabiduría divina y la necesidad de conversión del hombre. Dios permite el mal (de forma temporal, por poco tiempo) para demostrar al Enemigo que la amistad del hombre con su Creador es libre, verdadera y por amor. 

Su visión eterna (el Señor no está sujeto al tiempo ni al espacio) señala que Dios no interviene en la historia para condenar sino para atraer al hombre hacia sí. Su visión amorosa (Dios es amor) indica que interviene, enviando a Su Hijo al mundo, para restablecer la amistad perdida con el pecado original, y con ello, evidenciar la victoria definitiva del bien sobre el mal.

El libro de Job es un manual de confiado abandono en Dios, aún siendo incapaz de verlo o de escucharlo en la "noche oscura", sin desviarse de su voluntad y de sus mandamientos: "Mi testigo está ahora en el cielo, mi defensor habita en lo alto, es mi grito quien habla por mí, aguardo inquieto la respuesta divina". 

Es también un manual de perseverancia y de resistencia al malincluso cuando nuestros seres queridos o amigos, ejerciendo de abogados del Diablo, nos sometan a juicio, nos declaren culpables, tratando de dictar sentencia para que rechacemos a Dios y reneguemos de nuestra fe: "Vuestras denuncias quedarían en ceniza; vuestras razones, en razones de barro (...) suceda lo que suceda, voy a jugármelo todo, poniendo en riesgo mi vida. Aunque me mate, yo esperaré, quiero defenderme en su presencia". 

Se prueba su inocencia
Job 29-37

El sufrimiento no es un castigo, sino un modo de probar la rectitud y autenticidad de la conducta del justo"¿Qué suerte reserva Dios en el cielo, qué herencia guarda el Todopoderoso en lo alto? (...) ¿No observa mi conducta?, ¿no conoce mis andanzas? ¿Acaso caminé con el embuste?, ¿han corrido mis pies tras la mentira? Que me pese en balanza sin trampa y así comprobará mi honradez".

Aparece en escena Eliú, el amigo de nombre judío, hasta ahora sin nombrar (y que bien pudiera ser su ángel custodio), que recrimina a Job el intento de justificarse y a los tres amigos, por echarle la culpa a Dios. 

Es, sin duda, la voz de la conciencia que nos susurra la supremacía de la Sabiduría de Dios sobre la del hombre, porque cuando el hombre no encuentra explicación ni solución a lo que sucede "Dios habla de un modo u otro, aunque no nos demos cuenta: en sueños o visiones nocturnas". 
Nos asegura que la Providencia de Dios obra siempre para el bien de los hombres, aún en la prueba"Abre entonces el oído del hombre e inculca en él sus advertencias: para impedir que cometa una acción o protegerlo del orgullo del hombre; para impedirle que caiga en la fosa, que su vida traspase el canal. Lo corrige en el lecho del dolor (...) hasta que su existencia se acerca a la fosa, su vida al lugar de los muertos".

Nos garantiza que la Justicia de Dios está fuera de toda duda o sospecha, y que se imparte de forma individual, según las obras de los hombres: "¡Lejos de Dios la maldad, lejos del Todopoderoso la injusticia! Paga a los humanos según sus obras, retribuye a los mortales según su conducta. Está claro que Dios no actúa con maldad, que el Todopoderoso no pervierte la justicia".

Nos indica que el propio sufrimiento permite al hombre ver y reconocer su fragilidad, que ni es Dios, ni Dios "cabe" en su cabeza, que el dolor es un medio de corrección, un instrumento de redención: "Salva al afligido con la aflicción, lo instruye mediante el sufrimiento". Nos anticipa la pasión de Cristo como medio de salvación.

Dios se hace presente e interviene
Job 38-42

La súplicas del justo provocan la presencia y la intervención de Dios para mostrarnos cómo su sabiduría y su poder velan por toda la creación, para decirnos que Dios siempre actúa, aunque no lo veamos

Dios nos explica la causa del mal y la razón de por qué el hombre es incapaz de controlarlo: Dios le ha dado poder a Behemot (símbolo del Mal y que significa "bestia") y a Leviatán (símbolo del Caos y que muestra a una "bestia marina" semejante a un dragón), ambos asociados a Satanás, para actuar y probar a la humanidad"De sus narices sale una humareda, como caldero que hierve atizado; su aliento enciende carbones, expulsa llamas por su boca".
El sufrimiento del inocente es una constante a lo largo de la historia de la humanidad, como también lo es el hecho de que el hombre siempre trata de medir la realidad por aquello que puede comprender y todo aquello que no puede ver o tocar es falso o absurdo.

Dice C.S. Lewis que "Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero grita en nuestro dolor; el dolor es un megáfono para despertar a un mundo sordo". Por tanto, es ahora, en medio de la pandemia que asola nuestro mundocuando podemos despertar para ver y escuchar a Dios, para entender la injusticia del mal y el "silencio" de Dios. 

Es ahora, a través de nuestro paso por las tinieblas del sufrimiento, de nuestro caminar por la oscuridad del dolor y de nuestro bregar en la tempestad, cuando podemos ser capaces de ver la luz de Dios y abandonarnos confiadamente a su Providencia..

Es ahora, ante la poderosa y luminosa presencia de Dios en la oración, cuando todos los hombres caemos de rodillas, nos sentimos pequeños e insignificantes y reconocemos nuestra ignorancia frente a Su omnipotencia y sabiduría: "¿Quién resistirá frente a él? ¿Quién fue hacia él impunemente?" (...) Reconozco que lo puedes todo, que ningún proyecto te resulta imposible (...) Hablé de cosas que ignoraba, de maravillas que superan mi comprensión".

Es ahora, cuando hemos visto a Cristo, cuando sabemos que ha resucitado y que vive, "Te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos", cuando somos restaurados y bendecidos por el Señor, en espera de que nos otorgue la recompensa cuando estemos en la definitiva presencia de Su gloria.

JHR

miércoles, 28 de septiembre de 2016

TU TESTIMONIO NO TRATA DE TI





Vivimos en la época del narcisismo. Es la era de la auto-realización, la era de una carrera incesante hacia la perfección personal, la era de mostrarse al mundo uno mismo: redes sociales, tele-realidad, selfies… 

La sociedad actual se ha vuelto egocentrista, y con ella, también nuestra Iglesia. La Iglesia se ha vuelto auto-referencial, de mantenimiento y sólo se mira a sí misma, en lugar de hacia el exterior. En lugar de hablar de la existencia de Dios, de la verdad objetiva del Evangelio y la fiabilidad histórica de la Resurrección, muchos sacerdotes han pasado a sustituir las homilías por testimonios personales: lo que denomino "el yoismo"

Esta contextualización no es necesariamente mala. En una era posmoderna, los testimonios son, a menudo, muy poderosos a la hora de alcanzar almas para Dios, de acercarnos a los alejados. Los testimonios pueden ser una forma valiosa para compartir las buenas nuevas de Jesús. Pero en una sociedad en la que incluso los cristianos están sumidos en el individualismo, el hedonismo y la egolatría, nuestros testimonios pueden también sonar fácilmente como una historia de autobombo, de búsqueda de aceptación social. 

Incluso, algunos testimonios personales se reducen a esto: "¡Mira! Dios es grande, porque yo yo yo… ". No se trata de verdaderos “caminos a Damasco”, sino más bien, selfies espiritualmente polarizados, disfrazados de una pobre espiritualidad. 

"Testimonios selfies" 

Una caricatura exagerada de un testimonio auto-promocional podría ser: 

"Mi vida era un desastre. Era un completo caos. Solía ​​hacer esto, lo otro y lo de más allá. No te creerás algunas de las cosas que yo hacía. Ahora, he encontrado el significado de mi vida en la religión. Porque Jesús murió en la cruz para cambiar mi vida. Gracias a Dios ya no soy como antes. Ahora vivo una vida correcta. Me despierto con el propósito todos los días de amar al prójimo. Estoy en una ONG ayudando a los niños de África y eso da sentido a mi vida. No paro de trabajar, de viajar, estoy agotado..." 

Sinceramente, ¿esto es el Evangelio? ¿esto es hablar de Dios? Yo creo que no. Más bien, son experiencias de auto-ayuda narcisista que buscan la auto-promoción y la alabanza de otros y que se pueden encontrar en cualquier librería de unos grandes almacenes. 

No basta con añadir un toque de Dios. No basta con realizar actividades buscando nuestra propia satisfacción (material o espiritual) o nuestra gloria personal. Hace falta algo más. 

Narcisismo y Postmodernismo 

A medida que nuestra sociedad ha centrado el foco más en las vivencias y en los testimonios personales que en la verdad y en la alegría del Evangelio, la iglesia adaptándose al momento, los ha declarado correctos y los ha alentado. 

Pero las historias que a veces se cuentan, a menudo están cada vez menos centradas en Jesús y en su mensaje de amor. Con el fin de evitar el debate, nuestros testimonios habitualmente, se centran menos en la vivencia, experiencia y gloria de Dios y más en nuestras vidas exitosas y dignas de elogio. 

El problema es el cambio sistemático en el énfasis: alejado de Dios y más hacia nosotros mismos. "Dios es grande porque ... yo, yo, yo…" 

No. Dios es grande, porque es Dios. A Él le debemos toda la gloria y alabanza. 

Evangelio "light" 

Este nuevo "evangelio" de vidas aparentemente "transformadas" es un evangelio light con un mensaje descafeinado, fabricado a la medida porque está centrado en el hombre, que no es sino un planeta sin sol y los planetas no brillan por si solos. 

Parece que el mensaje es: "Compartir tu fe es fácil! Sólo debes contar tu historia. No necesitas saber mucho acerca de la Biblia, ni de Dios, ni de la Iglesia. Dios está para transformar vidas. Jesús vino a cambiar vidas". 

Esto es peligroso, y aunque es sólo parcialmente cierto, nos convierte en el centro del Evangelio. Ninguna de las afirmaciones anteriores es necesariamente mala, pero la auto-promoción repetida hasta la saciedad, separados de la gloria de Dios, que sustituye el Evangelio de Dios por una experiencia centrada en el hombre, no es correcta. 

Del verdadero mensaje a la idolatría 

Hemos sido creados para el culto, para adorar a Dios. Si no es a Dios a quien adoramos, adoramos a alguien o algo. O en muchos casos, nos adoramos a nosotros mismos. Damos testimonio al mundo acerca de cómo este o aquel método, retiro, circunstancia nos ha transformado y ha llenado todo nuestro ser. 

Parece que todos tenemos una historia que contar sobre nuestra vida, y nos parece única y especial. Seleccionamos y perfilamos los detalles que nos interesan, cortamos el resto y lo pegamos en nuestro testimonio. Pintamos una novela y conformamos una versión al más puro estilo "muro de Facebook". Exponemos sólo lo que nos hace ser admirados. 

¿Queremos que nuestro testimonio mueva al mundo a imitar a Jesús o a nosotros? ¿Queremos llegar al mundo? Entonces, ¿por qué jugamos su propio juego? ¿Por qué disminuimos el verdadero mensaje del evangelio hacia un evangelio testimonial, particular y luego tratar de vendérselo al mundo? 

Vidas transformadas en apariencia

Muchas religiones, filosofías, espiritualidades e incluso nuevas costumbres sociales cambian nuestras formas de actuar. Pero muchas de nuestras actividades o experiencias personales sólo buscan la propia auto-realización, esa que todos idolatran. 

Si nuestra vida ha cambiado, está bien, pero eso no es todo. 

El fin último de nuestra existencia es la gloria de Dios vivo, la cual nos debe hacer diferenciar claramente entre un testimonio secular de cambio de actitudes o costumbres y un cristiano que testifique realmente de Jesucristo. 

El testimonio mundano se centra en la propia forma y en el modo en que uno llega a cambiar, a pesar de los obstáculos en el camino, pero no en Dios. 

El testimonio cristiano se centra en la persona de Cristo: Una luz que nos hace caer de nuestro caballo, nos ciega y nos llama al arrepentimiento. Una verdad que nos libera de las esclavitudes y ataduras de este mundo. Un camino que nos conduce a ser testigos vivos suyos, a cargar con nuestra cruz y sufrir por su causa. Una vida que nos configura con Él: "Ya no vivo yo en mí. Es Cristo quien vive en mí".

miércoles, 26 de agosto de 2015

EL SENTIDO DE LA VIDA: SERVICIO Y AMOR, Y VICEVERSA






¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué o para qué vivimos? ¿Quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos? Nuestra naturaleza humana es lo único que nos impulsa a buscar el sentido último de nuestra vida. Los animales no tienen esa capacidad.

Plantearse y encontrar el sentido de la vida no es tarea fácil. De hecho, muchos nunca se han planteado siquiera esta cuestión y viven por inercia una vida vacía y sin sentido.

Sin embargo, el sentido último de nuestra vida es lo que nos motiva, lo que nos impulsa, lo que nos llena y lo que nos hace felices. Lo que nos ayuda a superar los obstáculos y nos permite ser más eficaces, enfrentar los problemas desde una perspectiva superior.

¿La vida es un vacío creado por el caos y la casualidad o se fundamenta en un propósito eterno diseñado por un creador supremo?

Optar por lo primero es vivir en base a los sentimientos, donde la prioridad soy yo mismo. Optar por lo segundo, es vivir en base a la fe, donde la prioridad es Dios.

El gran error de vivir en los sentimientos consiste en buscar las cosas materiales, las cosas que creemos que nos hacen felices o que nos agradan, pero nos anclamos en lo fácil, en lo egoísta, en lo banal, en el “YO”.

Vivir en la fe es tener la certeza de que hemos sido creados con un propósito, por una razón, para una misión. El secreto de la existencia está en saber para quién se vive y tiene que referirse necesariamente a alguien. Y ese alguien es Dios, que nos ama tal y como somos, sin limitaciones, para siempre, pase lo que pase, hagamos lo que hagamos. 
Vivir en la fe consiste en buscar a Dios y las cosas de Dios, aquello por lo que estamos dispuestos a sacrificarnos, por lo que estamos dispuestos a dejarlo todo y por lo que vale la pena luchar de verdad.

Dios sale al encuentro del hombre: “porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3,16). 

Y porque hemos sido creados a su imagen y semejanza, el sentido último de nuestra vida es servir a Dios y a los demás, o lo que es lo mismo, el AMOR.

Jesucristo nos muestra el camino: El SERVICIO. Él da sentido a su vida (y a la nuestra) sirviendo y muriendo por amor: “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mateo 20, 28).

He aquí el sentido de nuestra existencia: AMOR y SERVICIO, y viceversa.

jueves, 6 de agosto de 2015

¿CUÁLES SON LAS PRIORIDADES EN MI VIDA?




Habitualmente, las prioridades en una vida tan corta como la que vivimos van íntimamente unidas al concepto “tiempo”. Y van cambiando a lo largo de nuestra vida, según somos niños, adultos o mayores: cuando somos niños, nuestra prioridad es jugar; cuando somos adolescentes nuestra prioridad es enamorarnos, cuando somos adultos, nuestra familia, nuestro trabajo y cuando somos mayores, nuestra salud.

Nos pasamos la vida intentando encontrar su verdadero significado y su razón de ser, pero lo cierto es que no lo pensamos detenidamente.


Es vital preguntarse, ¿cuál es sentido de mi vida? y ¿cómo llego a él?


                     



Lo primero de todo es:


Fijar un fin en la vida 

En la selva, una gacela en la selva, sabe que debe correr para que no la atrape el león y muera; Un león sabe que debe correr para atrapar a una gacela o morirá de hambre. Ambos se mueven con un fin, pero lo hacen por instinto. 

Lo que distingue al ser humano de los animales es que posee libertad, es decir, la capacidad para tomar decisiones, priorizar, elegir y actuar en consecuencia, más allá de los instintos.

Por ello, lo primero es fijarse un objetivo, un sentido en la vida, un fin último.


Lo Primero, es lo Primero

Una vez que nos hemos fijado un sentido en nuestra vida, es necesario una disciplina, una voluntad es decir, la capacidad de “empezar por lo primero”, de subordinar los sentimientos, impulsos y estados de ánimo en favor de nuestro objetivo. 

Un deportista tiene claro su objetivo: una medalla, un récord, una victoria. Sin embargo necesita priorizar, necesita establecer una disciplina diaria de entrenamiento, alimentación, vida sana, etc. que le lleve a la consecución del mismo. 

Si se queda en lo inmediato o en lo sencillo, como quedarse en la cama o meterse un atracón de dulces, eso no le hará llegar a su meta. Debe tener claro cuál es su fin último y hacer primero, lo primero, o no lo conseguirá. 



“SI SABES DÓNDE VAS, CUALQUIER CAMINO NO TE VALE”


“Lo inmediato” ACTÚA SOBRE NOSOTROS, nos presiona, nos controla, reclama acción instantánea, impulsos instintivos.

“Lo importante” TIENE QUE VER CON EL FIN ÚLTIMO, con los objetivos, las metas. Requiere reflexión.

Ahora que se acerca el verano, comienza la “operación bikini”. Es decir, nos fijamos un fin: estar monísimas en la playa. Se requiere esfuerzo, disciplina, decir no a muchas cosas, priorizar, para alcanzar el objetivo.

Fijar un objetivo, hace que nuestra vida, nuestro esfuerzo y sacrificio tenga un sentido y todas nuestras acciones (prioridades) deben ir encaminadas a conseguirlo. Esta libertad de establecer nuestras prioridades es nuestro gran poder.

Pensemos un momento cómo podemos poner todas nuestras capacidades humanas al servicio de nuestro fin último:

· Imaginación. La capacidad de visionar todas las posibilidades y alternativas, soñar, tener ideales, etc. para tener una vida plena.

· Inteligencia. La habilidad de pensar, razonar, evaluar y planificar.

· Voluntad. La decisión de buscar un sentido a nuestra vida, elegir una acción concreta, sin ser obligado por impulsos, sentimientos o instintos.

Cuando uno es consciente de las posibilidades (imaginación), evalúa las opciones (inteligencia), se busca su fin último (voluntad) y se plantea cómo lograrlo (acción), uno está ejerciendo el poder y la libertad de elegir una prioridad.


I. ¿Qué es una prioridad?


El diccionario define prioridad como:

1. Superioridad en rango, posición o privilegio.

2. Preferencia, predilección.

3. Anterioridad o importancia en orden o en el tiempo de una cosa respecto de otra

En la vida, una prioridad es algo importante:

1. La razón por la que vives, aquello en lo que enfocas tu vida.

2. El valor en torno al cual tu vida se ordena, para bien o para mal.

3. Lo primero que reclama tu tiempo, tu energía y tus recursos.

4. Algo conscientemente elegido o establecido por uno mismo, no por circunstancias externas.

Una prioridad consiste en la interacción de valores, creencias, ideales y compromisos:

1. VALORES. Aquello a lo que doy valor e importancia.

2. CREENCIAS. Aquello que creo, que es verdad y digno de confianza.

3. IDEALES. Aquello que quiero para mí, para otros. Mis sueños, mis deseos.

4. COMPROMISOS. Aquello que estoy dispuesto a hacer, a dejarme guiar o actuar.


II. ¿Cuáles son las prioridades de mi vida?

Hay muchas clases de prioridades (tantas como personas). Puedes establecer tu propia prioridad, o puedes dejar a otros que la determinen por ti. Algunos ejemplos de prioridades son: 

1. Dinero/éxito. Durante gran parte de mi vida el dinero y el éxito han sido una prioridad en mi vida, como la de muchas personas. Esta sociedad consumista nos dice: “tienes que ganar y gastar dinero” “tienes que triunfar”. El dinero es necesario y el éxito es un orgullo, pero ocurre que siempre miras lo que te falta y no aprecias ni cuidas lo que tienes. 

2. Poder/éxito. Prioridades muy comunes hoy día, sobre todo, en las personas pero que suelen llevar a ”la soledad del poder”. Y no está mal, engorda nuestro ego y potencia nuestra autoestima, pero, sinceramente, yo prefiero estar rodeado de amigos de verdad.

3. Aficiones/amigos/novia. Antes yo priorizaba el divertirme por las noches, mi pasión por el fútbol, el aprecio de los amigos, el amor por mi mujer y mi familia. Y mo la un huevo!!! pero ¿quien no se ha sentido, alguna vez, decepcionado cuando su equipo pierde, o cuando te falla un amigo, o cuando se acaba el amor en la pareja?

4. Trabajo. Durante muchos años, mi vida ha girado en torno al trabajo; el resto no es que no fuera importante, es que, para mí, no existía. De hecho, mis viajes, e incluso mi luna de miel dependió de mi trabajo. He dejado trabajos que me interesaban en lo inmediato pero que me alejaban del sentido último en mi vida, pues tenía que ir en contra de mis valores y creencias.

III. ¿Cuáles son las características de una prioridad?

· Es conscientemente elegida. Todos tenemos alguna prioridad en marcha pero la pregunta es: ¿establezco mis prioridades en base a una reflexión mía sobre la clase de vida que quiero vivir? o ¿las establezco por las expectativas de otros, por las circunstancias, por conveniencia o por la costumbre? 

· Confiere a la vida un propósito, una dirección y un significado. Una persona con prioridades puede crecer; una vida con prioridades lleva a uno a la plenitud y a la realización; una vida sin prioridades carece de propósito e inútil. ¿qué propósito tiene mi vida? ¿para qué estoy aquí?

· Aporta entusiasmo, energía y motivación. Una vida sin prioridades conduce hacia la apatía e incluso hacia la depresión. Si una prioridad no te motiva a crecer y a conseguir tus objetivos, no tiene mucho de prioridad. ¿estoy alegre, pleno con mi vida? o ¿soy tristemente arrastrado por mi entorno?

· Libera del poder de las circunstancias, expectativas y hábitos para que tu vida adquiera un sentido. ¿me desmorono a la primera de cambio? ¿soy esclavo de mis adicciones y hábitos? ¿depende de influencias externas?

· Es realista. Una prioridad debe ser alcanzable porque si no, nos llevará a la frustración y a la decepción. ¿creo qué es posible alcanzarla? O ¿me frustro pensando que es imposible?


IV. ¿Cuál es la prioridad qué da sentido a mi vida?

No vale cualquier tipo de prioridad; de hecho, puede que sean muy válidas (dinero, trabajo, éxito, aficiones, amigos, pareja, etc.) pero no todas nos conducen al sentido pleno de la vida, a la plenitud en la vida. 

La prioridad que ha dado pleno sentido a mi vida es el AMOR. Pero no cualquier tipo de amor condicional, susceptible de fallar, sino el AMOR DE DIOS, incondicional, infinito e inagotable.

Yo, antes pensaba: sí, Dios está ahí (pero, en el cielo, no aquí) es decir, que lo que no solucione yo por mi cuenta, no me lo va a solucionar Él. Mi corazón estaba tan lleno de tantas cosas, de adicciones (lo que hay que ser, cómo hay que ser, etc.) y hábitos que esta sociedad nos genera, que no había espacio para Él. 

CUANDO EMPECÉ A SABOREAR SU AMOR, MI VIDA DIO UN GIRO. Ahora ocupa el centro de mi vida, ES MI PRIORIDAD. Compartir con mi familia o mis amigos el amor de Dios, no sólo no les ha relegado a un segundo plano, ni les ha restado importancia, sino que le ha dado a mi relación con los demás una intensidad increíble, difícil de expresar, porque genera mucha alegría, satisfacción y cariño, y hace tu vida más intensa, más plena, más feliz. Os lo aseguro…

Descubre cuáles son tus prioridades, preguntándote lo siguiente:

1. ¿cuál es el sentido último de mi vida?

2. ¿qué es lo que quiero ser y hacer en mi vida?

3. ¿cómo empleo mi tiempo, mi mente y mis recursos?




"No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 

Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura."


(Mateo 6, 31-33)