¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 26 de agosto de 2024

TOMÁS, EL QUE DUDÓ Y CREYÓ

"¿Porque me has visto has creído?
Bienaventurados los que crean sin haber visto"
(Jn 20,19)

Tomás "el mellizo", como se conoce al apóstol Tomás, no es un nombre propio sino tautológico, es decir, repetido innecesariamente, que proviene de "Ta'uma" (en arameo, "gemelo") y "Dídimos" (en griego, "mellizo"). Lo curioso es que desconocemos de quién era mellizo (Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2)

Según la tradición, era primo segundo de Jesús (igual que san Juan el Bautista) y su verdadero nombre, Judas. Era oriundo de Galilea y de oficio pescador, y partió en el 52 d.C. hacia Partia, Persia e India, donde tuvo una importante labor evangelizadora. 

Murió mártir en Calamina (actual Malipur), cerca de Madrás, en el Monte Santo Tomás (India) donde fue traspasado con una lanza por el rey de la India, quien le había encargado construir un palacio.

Los Evangelios Sinópticos sólo nos cuentan su nombre pero en el Evangelio de san Juan aparece en cinco ocasiones como Tomás el Dídimo ('el Mellizo'):
  • cuando le dicen a Jesús que su amigo Lázaro ha muerto, Tomás dice: "Vamos también nosotros y muramos con él". Fue testigo presencial de la resurrección de Lázaro (Jn 11,2-16)
  • cuando en la Última Cena, Jesús dice: "adonde yo voy, ya sabéis el camino", Tomás le pregunta: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn 14,1-6)
  • cuando los apóstoles le anuncian la resurrección de Jesús (1ª aparición, en la que no estaba presente), Tomás se niega a admitirla: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo" (Jn 20,24-25)
  • cuando, ocho días después, Jesús vuelve a aparecerse a los apóstoles, estando presente Tomás (2ª aparición), le invita a poner su dedo en las llagas que dejaron los clavos en sus manos y la herida de la lanza en su costado. Entonces, Tomás hace la más grande profesión de fe: “Mi Señor y mi Dios”  y Jesús le contesta: "¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto"(Jn 20, 26-29)
  • cuando Jesús vuelve a a aparecerse a los apóstoles en el lago Tiberíades (3ª aparición) está junto a Pedro, Natanael, los Zebedeos (Santiago y Juan) y otros dos discípulos suyos de los que no menciona su nombre (Jn 21,2)
Como vemos, Tomás era pesimista y desconfiado por naturalezaSu primera reacción era siempre no hacer lo que le decían que hiciera y no creer lo que le decían que creyera. Las buenas nuevas para él eran siempre demasiado buenas para ser verdad. Aún así, era un hombre de valor, de devoción y de fe, aunque como la de un niño pequeño. 
Además de las menciones en la Sagrada Escritura, Tomás aparece en varios libros apócrifos:
  • Evangelio de Tomás: atribuido al apóstol por gnósticos y maniqueos del primer siglo, pero considerado herético por los Padres de la Iglesia y por varios escritores cristianos de los primeros siglos como Hipólito de Roma, Orígenes, Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusalén, etc.. Algunos biblistas actuales dicen que san Juan escribió su Evangelio como respuesta a este apócrifo.
  • Hechos de Tomás: escrito a principios del s. III d.C., es también un texto gnóstico y maniqueo que narra la obra evangelizadora del apóstol en la India noroccidental y que lo identifica como Judas, uno de los cuatro 'hermanos' de Jesús mencionados en Mc 6,3.​ 
  • Evangelio del Pseudo Tomás: distinto al primero y escrito probablemente a finales del siglo II, tal vez en Siria, y encuadrado en el grupo de los apócrifos de la infancia de Jesús. 
  • Pistis Sophia: texto gnóstico escrito en el siglo III, menciona a Tomás como uno de los tres testigos encargados de transmitir las enseñanzas de Jesús, junto a los apóstoles Felipe y Mateo.
La figura de Tomás nos enseña una gran lección: aunque dudemos o no entendamos, lo importante es estar siempre cerca del Señor para pedirle, como hicieron los apóstoles, que aumente nuestra fe (Lc 17,5). 

Tengo la certeza de que la verdadera fe es una obediencia inquebrantable a Dios, incluso sin "ver", aún sin "entender", porque nuestra naturaleza humana está demasiado caída y alejada de la divina como para ser capaces de ver, conocer y de entender todo. 

A los cristianos no nos hace falta seguir el dicho de "ver para creer". La obediencia a Dios es:
  • signo del amor cristiano: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15) 
  • fruto de la acción del Espíritu Santo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23)
  • medio de bendiciones: "Si observas y cumples todos los preceptos, el Señor, tu Dios, enviará bendiciones" (cfr. Dt 28,1-2).
No obstante, y si Jesús quiere, de la misma forma que le dió a Tomás "pruebas" de su resurrección, nos dará señales para que sepamos cuál es el camino. 

Y si no nos las da, tan fácil como escuchar lo que Él mismo nos dice: "Bienaventurados los que crean sin haber visto" (Jn 20, 29). 

lunes, 9 de noviembre de 2020

VIVIR COMO UN APÓSTOL DE CRISTO

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"Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. 
El que permanece unido a mí y yo en él, da mucho fruto; 
porque sin mí no podéis hacer nada." 
(Juan 15, 5)

Los discípulos, tras el encuentro con Jesús resucitado, comienzan a vivir una vida rigurosa y radicalmente nueva. Cristo les ha enseñado el camino de vivir de un modo distinto y superior al de su naturaleza humana, a vivir de un modo sobrenatural. Sin dejar de ser ellos mismos, son transformados, encendidos con un fuego de amor que viene del Espíritu de Cristo y que incendia sus corazones. 

San Pablo, después de encontrarse cara a cara con Cristo, es uno de los grandes ejemplos de esa nueva vida que vive todo fiel cristiano: "Vivo yo, pero no yo, es Cristo quien vive en mí" (Gálatas 2, 20).  

La enseñanza de Pablo es muy válida para todos los tiempos, y muy actual para el nuestro. San Pablo se movió en un mundo pagano. Y el mundo de nuestros días, con su creciente secularización y con su materialismo desacralizado en todos los sectores de la vida, está muy cerca del mundo pagano de hace veinte siglos. 

La evangelización del apóstol Pablo era escándalo para unos y necedad para otros (1 Corintios 1, 23). La predicación de los apóstoles no fue grata en su tiempo pero sí eficaz, porque era necesaria y salvadora. Igual que sigue siendo hoy. Tampoco en la actualidad resuena grata a los oídos del mundo pero el mundo la necesita, y solo el anuncio de Cristo puede salvar al mundo. 

Por ello, tenemos que seguir contándosela al mundo de hoy, como san Pablo se la contó al de su tiempo. Los cristianos nos encontramos así con una forma de vida nueva: La vida de Cristo en nuestra vida.  

Jesús nos dice "Yo soy la vid y vosotros, los sarmientos" (Juan 15,5). La misma savia de la vid corre por nosotros, los sarmientos, nos vivifica y nos da capacidad de dar frutos abundantes. No somos la vid y, a la vez, de algún modo, lo somos. No somos idénticos a Cristo, pero en cierta manera nos identificamos con Él, porque Cristo vive en el cristiano: "Os aseguro que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi me lo hicisteis" (Mateo 25, 40).

La vida de un apóstol es la incorporación a la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, como dice Santo Tomás Aquino: "el Bautismo nos incorpora a la Pasión y Muerte de Cristo, de tal manera que la Pasión de Cristo, en la que cada persona bautizada tiene una parte, es para todos un remedio tan efectivo como si cada uno hubiese sufrido y muerto él mismo" (S. Th. III, 69, 2).  Por eso, los cristianos queremos seguir al Maestro, nos negamos a nosotros mismos, tomamos nuestra cruz y le seguimos (Mateo 16,24). 
San Pablo dice que por el Bautismo hemos muerto con Cristo, y hemos sido sepultados, resucitados y sentados con Cristo a la diestra del Padre (Romanos 6, 3-14). 

"Aun cuando estábamos muertos por los pecados, nos dio vida juntamente en Cristo... y nos resucitó con El, y nos hizo sentar sobre los cielos en la Persona de Jesucristo" (Efesios 2, 56). 

La incorporación del cristiano a Cristo es y sólo puede ser libre, por lo mismo que Dios jamás quebranta nuestra libertad, ni nos da bien alguno que no queramos. Hay que querer creer amorosamente, para que mediante la fe viva, Cristo viva libremente en nosotrosJesús, subrayando nuestra libertad, se diría que nos suplica la permanencia en Él: "Permaneced en mí y yo en vosotros" (Juan 15, 4). 

Así, pues, Cristo no sólo vive en la Gloria y en la Eucaristía, sino también en el cristiano, vive en el apóstol de Cristo, que libremente decide pasar por la Puerta que es Cristo mismo: "Yo soy la puerta" (Juan 10, 7 y 9). 

Todo es posible viviendo en Cristo, puesto que Él ha depositado su espíritu en nuestro espíritu para hacer milagros, para ser capaces de dar vista a los ciegos, hacer andar a los paralíticos y resucitar muertos. Y no sólo hay que entenderlo en un sentido físico, puesto que las mayores curaciones milagrosas suelen ser espirituales, milagros en la intimidad del corazón, de donde surgen todas nuestras obras.
Los Santos Padres nos recuerdan que Cristo ha elevado nuestra naturaleza hasta una altura insospechada, de forma que nos ha "divinizado""lo que es el hombre quiso ser Cristo, para que el hombre pudiera llegar a ser lo que es Cristo" (San Cipriano , de idol. van., c. II) o "Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios" (San Agustín, Sermón 13 de temp.).

Al ser "patícipes de la naturaleza divina" (2 Pedro 1, 4), no deberíamos dudar, como no dudaron Santiago y Juan, cuando Jesús les preguntó si se creían capaces de recorrer la misma senda que Él se disponía a pisar; ellos respondieron sin vacilación: ¡Podemos! (Mateo 20, 22). ¿Y nosotros? ¿somos capaces de recorrer la misma senda que Jesucristo?

Dios nos llama a ser sus apóstoles, a ser sembradores de la viña, a ser pescadores de hombres. Nuestra tarea apostólica debe estar motivada por el deseo de ayudar a los hombres a encontrar a Jesús.

Un gran ejemplo apostólico lo encontramos en la escena evangélica de los cuatro amigos que transportan al paralítico y que, por el techo, descuelgan la camilla para que éste pueda estar con Jesús. Hasta el mismo Jesús admiró la fe y la audacia de estos hombres con su amigo paralítico, a quien perdonó sus pecados y curó su parálisis.

Este deseo de ayudar a los hombres a encontrarse con Jesús es nuestra principal tarea apostólica, que requiere una serie de virtudes que la gracia de Dios nos concede:

Virtudes sobrenaturales

Un apóstol trabaja las virtudes sobrenaturales o divinas. Son las llamadas virtudes teologales:

-Fe firme. No se trata de una fe mental y estéril, sino una fe activa, con obras.

-Esperanza optimista. Sustenta la fe en el convencimiento de que Cristo es lo que necesitan los hombres.

-Caridad sincera, con la que ama a Dios y al prójimo.

Virtudes naturales

Un apóstol también trabaja las virtudes naturales o humanas. Son las llamadas virtudes cardinales:

-Pureza y Rectitud de intención. No le importa lo que piensen los demás. Tiene sólo a Dios como público. 

-Templanza y Serenidad. Busca con prudencia el mejor camino para lograr su objetivo, conoce qué, cuándo y cómo obrar en cada caso.

-Amistad y Lealtad. Muestra en todo momento una actitud sincera de renuncia de sí y de servicio hacia los demás.

-Fortaleza y Justicia. Vence los obstáculos que se le presentan y obra siempre con rectitud.

-Constancia y Paciencia. Sabe que los frutos que, a veces, tardan en producirse.

-Audacia y Firmeza. Logra las metas que, a veces, no se alcanzan a ver.

-Autenticidad y Sobriedad. Es coherente, ejemplo y luz en todo cuanto hace. 

-Amabilidad y CordialidadHace la vida más grata a los demás.

-Alegría y Optimismo. Persevera con entusiasmo y buen ánimo en las dificultades.

-Generosidad y Respeto. Mira a los demás con los ojos del Maestro, como criaturas únicas de Dios, aceptando sus virtudes y defectos.

-Benignidad e Indulgencia. Sabe perdonar los errores ajenos con prontitud y sin rencor.

-Sencillez y Humildad. Todas sus obras son para la gloria de Dios

domingo, 27 de noviembre de 2016

EL APÓSTOL PABLO: REFERENCIA DE SERVICIO A DIOS





Me gusta el apóstol San Pablo. Siempre me ha gustado. Es mi referente porque me siento muy identificado con él y con su conversión.

El apóstol Pablo nos ofrece una enseñanza vivificante a través de su ministerio y de su prolífico legado de cartas dirigidas a las distintas iglesias (otra de las cosas que comparto con él, la escritura).

Es el discípulo más ferviente (o a mi me lo parece) en cuanto a seguir a Jesucristo. "Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo." (1 Corintios 11, 1). Pablo sigue directamente a Jesús, que es la Piedra Angular, el Ejemplo por antonomasia... pero mientras que Cristo no tiene pecado, Pablo sí. Ahí está la cuestión: lo que también comparto con Pablo es la misma humanidad pecaminosa, y a pesar de ello, trato de seguir el ejemplo de nuestro Señor. 

Se me ocurren seis razones por las que me identifico con el apóstol, porque San Pablo era:

1Converso

Su conversión tumbativa y el cambio drástico en su modo de proceder son dos hechos que ocurrieron durante su camino a Damasco. 

Imagen relacionadaPasó de ser un perseguidor y asesino de cristianos a ser un seguidor de Cristo y defensor de su pueblo:"El que antes nos perseguía, ahora anuncia la fe que trataba de destruir" (Gálatas 1,23).

Salvando las distancias, durante mucho tiempo, yo también odié a los cristianos y a la Iglesia. Y al igual que él, tras mi conversión, pasé de ser un opositor, a ser un seguidor de Cristo y defensor de su Iglesia, cuando le escuché decirme: "¿por qué me persigues?

Yo también me he encontrado a Cristo resucitado (en mi camino de Emaús). Él me ha perdonado y me ha encargado una misión: "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

2. Auténtico

Pablo fue un hombre honesto precisamente por ser cristiano. Estaba completamente convencido de lo que hacía: "Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor. Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza. (Romanos 9, 1-3).

Yo también me considero un hombre auténtico, sin doblez, honesto y comprometido. Pero nada de eso es por mérito propio, sino precisamente por ser cristiano y por dejarme guiar por la acción del Espíritu Santo. 

Lo importante es el hecho de que Cristo es La Verdad y que mi labor principal es acercar esa Verdad a los demás.

3. Discípulo misionero

"No considero mi vida de ningún valor ni precioso para mí, si sólo puedo terminar mi curso y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

"He peleado la buena pelea, he terminado la carrera, he mantenido la fe. De aquí en adelante me esconden la corona de la justicia". (2 Timoteo 4, 7-8).

"Yo hago mi ambición de predicar el evangelio, no donde Cristo ya ha sido nombrado, para que no construya sobre el fundamento de otra persona". (Romanos 15, 20)

He llegado a comprender, como el apóstol, que mi vida no tiene sentido si no es para acercar a Cristo a los demás; que el propósito de mi vida es la misión. Por eso, es una de mis prioridades pedirle ayuda al Espíritu Santo, para que me conceda sus dones; sobre todo, el de aumentar mi fe. 

4. Valiente

"[He servido a Cristo] con trabajos mucho mayores, mucho más prisioneros, con innumerables palizas, ya menudo cerca de la muerte. Cinco veces recibí a manos de los judíos las cuarenta pestañas menos una. Tres veces me golpearon con varas. Una vez me apedrearon. Tres veces naufragué; Una noche y un día estuve a la deriva en el mar; El peligro de los pueblos, el peligro de los gentiles, el peligro de la ciudad, el peligro en el desierto, el peligro en el mar, el peligro de los falsos hermanos; En fatiga y dificultad, a través de muchas noches sin dormir, en hambre y sed, a menudo sin comida, en frío y exposición. Y, aparte de otras cosas, hay la presión diaria en mí de mi ansiedad por todas las iglesias". (2 Corintios 11, 23-29).

Para Pablo, servir a Cristo trata de asumir un compromiso inquebrantable. Una "misión posible", aunque nada fácil. 
Resultado de imagen de camino dificil
Siempre digo que "ser cristiano es peligroso" en el sentido de que, a diferencia de lo que muchos "cristianos" piensan desde su fe de cumplimiento" ("cumplo y miento") y su convicción de mantenimiento ("mantengo y miento"), seguir a Cristo no basta con decir "ser cristiano" o acudir a misa. 

Ser cristiano es elegir un camino incómodo, nada confortable. El mismo Cristo nos dijo: "No he venido a ser servido sino a servir" (Mateo 20, 17-28). No se trata pues de un mensaje que nos conduce a una vida espiritual estática y tranquila. 

A partir de que tu decisión, tu sí, te compromete a seguirlo hasta el final, el camino se torna difícil y en ocasiones, muy "cuesta arriba"

Requiere "cargar con tu propia cruz", abandonar tu "zona de confort", e incluso, a los tuyos. Requiere altas dosis de coraje y valentía, y encierra mucho trabajo, bastantes decepciones y algo de sufrimiento. Vamos,  que Cristo es para valientes o para locos (2 Corintios 11,23). Y yo estoy muy loco.

5. Pecador

Pablo sabía que no era un hombre perfecto. Consciente de sus pecados y de sus defectos, ayudaba a otros a luchar por la santidad: desde la aceptación de los instintos de la carne, es Dios quien nos levanta hacia Él, quien nos ama y nos quiere "hacer suyos", es decir santos como Él.

"No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago. Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo. Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor. Así que yo mismo con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.
"(Romanos 7,15, 18, 22-25).

Y es que en muchas ocasiones me pasa como al apóstol: que no entiendo o no sé lo que a hago o por qué, aunque una cosa tengo clara: que mi mirada está fija en alcanzar la perfección, es decir, la santidad. 

No pretendo decir que yo sea mejor cristiano que otros o más perfecto. 

Muy al contrario, soy consciente de lo mucho que me falta para la santidad pero mi corazón ardiente me impulsa a correr hacia Él, que es perfecto y santo; me insta a mirar hacia adelante y nunca hacia atrás; me insta a "dejarlo todo por Él".

"No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús(Filipenses 3,12).

"Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

Esto es, fundamentalmente, lo que sostiene mi fe: que Jesucristo vino a salvar a hombres como yo, pecadores; que Dios me ofrece misericordia, que es amor inmerecido, amor a un miserable; que Dios es  absolutamente asombroso, porque nos ama a pesar de nosotros mismos. Y por eso, en mi debilidad, pongo toda mi confianza en Dios.

6. Comprometido


El compromiso de Pablo con Cristo se hace evidente en su madurez espiritual, en su humildad y en su servicio a los demás.

Pablo estaba convencido que seguir a Cristo significa servir a los demás, y aunque formalmente educado a los pies de un maestro famoso (Hechos 22, 3), Pablo sirvió a otros sin tratar de deslumbrar ni de exaltarse a sí mismo. Por el contrario, instó a todos los cristianos a vivir como él: completamente para la gloria de Dios en Cristo.

Por eso, al igual que Pablo, mi compromiso es servir a los demás para la gloria de Dios. Hablo en serio: no me gustan nada las medallas ni las palmaditas en la espalda ni los reconocimientos. ¿Por qué? Porque es por eso que todas las cosas existen (incluido yo): para la gloria de Dios.


"Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén."(Romanos 11,36).