¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 26 de agosto de 2024

TOMÁS, EL QUE DUDÓ Y CREYÓ

"¿Porque me has visto has creído?
Bienaventurados los que crean sin haber visto"
(Jn 20,19)

Tomás "el mellizo", como se conoce al apóstol Tomás, no es un nombre propio sino tautológico, es decir, repetido innecesariamente, que proviene de "Ta'uma" (en arameo, "gemelo") y "Dídimos" (en griego, "mellizo"). Lo curioso es que desconocemos de quién era mellizo (Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2)

Según la tradición, era primo segundo de Jesús (igual que san Juan el Bautista) y su verdadero nombre, Judas. Era oriundo de Galilea y de oficio pescador, y partió en el 52 d.C. hacia Partia, Persia e India, donde tuvo una importante labor evangelizadora. 

Murió mártir en Calamina (actual Malipur), cerca de Madrás, en el Monte Santo Tomás (India) donde fue traspasado con una lanza por el rey de la India, quien le había encargado construir un palacio.

Los Evangelios Sinópticos sólo nos cuentan su nombre pero en el Evangelio de san Juan aparece en cinco ocasiones como Tomás el Dídimo ('el Mellizo'):
  • cuando le dicen a Jesús que su amigo Lázaro ha muerto, Tomás dice: "Vamos también nosotros y muramos con él". Fue testigo presencial de la resurrección de Lázaro (Jn 11,2-16)
  • cuando en la Última Cena, Jesús dice: "adonde yo voy, ya sabéis el camino", Tomás le pregunta: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn 14,1-6)
  • cuando los apóstoles le anuncian la resurrección de Jesús (1ª aparición, en la que no estaba presente), Tomás se niega a admitirla: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo" (Jn 20,24-25)
  • cuando, ocho días después, Jesús vuelve a aparecerse a los apóstoles, estando presente Tomás (2ª aparición), le invita a poner su dedo en las llagas que dejaron los clavos en sus manos y la herida de la lanza en su costado. Entonces, Tomás hace la más grande profesión de fe: “Mi Señor y mi Dios”  y Jesús le contesta: "¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto"(Jn 20, 26-29)
  • cuando Jesús vuelve a a aparecerse a los apóstoles en el lago Tiberíades (3ª aparición) está junto a Pedro, Natanael, los Zebedeos (Santiago y Juan) y otros dos discípulos suyos de los que no menciona su nombre (Jn 21,2)
Como vemos, Tomás era pesimista y desconfiado por naturalezaSu primera reacción era siempre no hacer lo que le decían que hiciera y no creer lo que le decían que creyera. Las buenas nuevas para él eran siempre demasiado buenas para ser verdad. Aún así, era un hombre de valor, de devoción y de fe, aunque como la de un niño pequeño. 
Además de las menciones en la Sagrada Escritura, Tomás aparece en varios libros apócrifos:
  • Evangelio de Tomás: atribuido al apóstol por gnósticos y maniqueos del primer siglo, pero considerado herético por los Padres de la Iglesia y por varios escritores cristianos de los primeros siglos como Hipólito de Roma, Orígenes, Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusalén, etc.. Algunos biblistas actuales dicen que san Juan escribió su Evangelio como respuesta a este apócrifo.
  • Hechos de Tomás: escrito a principios del s. III d.C., es también un texto gnóstico y maniqueo que narra la obra evangelizadora del apóstol en la India noroccidental y que lo identifica como Judas, uno de los cuatro 'hermanos' de Jesús mencionados en Mc 6,3.​ 
  • Evangelio del Pseudo Tomás: distinto al primero y escrito probablemente a finales del siglo II, tal vez en Siria, y encuadrado en el grupo de los apócrifos de la infancia de Jesús. 
  • Pistis Sophia: texto gnóstico escrito en el siglo III, menciona a Tomás como uno de los tres testigos encargados de transmitir las enseñanzas de Jesús, junto a los apóstoles Felipe y Mateo.
La figura de Tomás nos enseña una gran lección: aunque dudemos o no entendamos, lo importante es estar siempre cerca del Señor para pedirle, como hicieron los apóstoles, que aumente nuestra fe (Lc 17,5). 

Tengo la certeza de que la verdadera fe es una obediencia inquebrantable a Dios, incluso sin "ver", aún sin "entender", porque nuestra naturaleza humana está demasiado caída y alejada de la divina como para ser capaces de ver, conocer y de entender todo. 

A los cristianos no nos hace falta seguir el dicho de "ver para creer". La obediencia a Dios es:
  • signo del amor cristiano: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15) 
  • fruto de la acción del Espíritu Santo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23)
  • medio de bendiciones: "Si observas y cumples todos los preceptos, el Señor, tu Dios, enviará bendiciones" (cfr. Dt 28,1-2).
No obstante, y si Jesús quiere, de la misma forma que le dió a Tomás "pruebas" de su resurrección, nos dará señales para que sepamos cuál es el camino. 

Y si no nos las da, tan fácil como escuchar lo que Él mismo nos dice: "Bienaventurados los que crean sin haber visto" (Jn 20, 29). 

miércoles, 19 de junio de 2024

SEDUCIR Y SEMBRAR LA DUDA

"Todo es limpio para los limpios; 
mas para los impuros y los incrédulos nada hay limpio, 
ya que su mente y su conciencia están manchadas. 
Confiesan que conocen a Dios, pero lo niegan con sus obras. 
Son detestables, rebeldes e incapaces de cualquier obra buena" 
(Tito 1,15-16)

Hoy me gustaría hacerme eco de las palabras del cardenal Sarah que nos invitan a reflexionar sobre un sutil y peligroso "humo" que se está infiltrando en nuestras comunidades cristianas sin apenas darnos cuenta y sobre el que ya escribí hace cuatro años (ateísmo fluido) pero que sigue siendo de plena actualidad hoy.

Se trata de lo que el purpurado africano define como ateísmo práctico o ateísmo fluido, que aborda en su libro "Se hace tarde y anochece" (recomendable e imprescindible lectura) y que vivió en primera persona durante el Sínodo de 2023, en el que, entre otras muchas cuestiones, se trató acerca de la apertura hacia las personas homosexuales.

Mientras la mayoría de los obispos y cardenales defendieron la enseñanza del Catecismo (como no puede ser de otra manera), los obispos alemanes querían reconocer la homosexualidad. Hubo una gran polémica que originó división. Tras el Sínodo, el Papa Francisco ordenó al cardenal Fernández que publicara un documento donde se autorizaba la bendición de parejas homosexuales. Esto provocó una gran controversia entre los obispos africanos que vieron en este documento una traición al espíritu de sinodalidad y que también  generó perplejidad y confusión entre muchos creyentes.

En su Discurso ante la Conferencia Nacional de obispos de Camerún (09-abril-2024), el cardenal Sarah exhortó a los obispos a resistir y a defender la verdad universal de la fe cristiana y de la Tradición apostólica, a no ceder al relativismo y a no tener miedo a oponerse al mundo. En definitiva, a resistir: “Debemos ser conscientes de que este ateísmo fluido corre por las venas de la cultura contemporánea. Nunca dice su nombre, pero se infiltra por todas partes, incluso en el discurso eclesiástico. Su primer efecto es una especie de letargo de la fe. Anestesia nuestra capacidad de reacción, de reconocer el error y el peligro; se ha extendido por toda la Iglesia”.

No se trata de un problema puntual o relativo a las parejas homosexuales pues también afecta, por ejemplo, a las parejas heterosexuales que viven una relación irregular y que no pueden ser absueltos ni pueden comulgar. 

Pero no sólo eso, el ateísmo fluido también se infiltra en la Iglesia para generar polémica en cuestiones como el celibato sacerdotal o la castidad cristiana, como si desde fuera de la Iglesia se tuviera la potestad de decidir lo que ésta debe creer y vivir (exactamente lo mismo que hizo la serpiente con Adán y Eva en el paraíso).

El ateísmo fluido no es la negación de Dios, sino la insubordinación a Su voluntad: creer en Dios pero rebelarse contra Él y contra su designio salvífico (exactamente igual que Satanás; él sabe con plena certeza que Dios existe, pero se subleva contra Él). 
Por eso, el Diablo sabe que todo su poder se sustenta en su capacidad de generar la duda en el corazón del hombre y le hace plantarse el relativista "y si...". Es la visión  distorsionada que Satanás tiene de "crear", es su grotesca y blasfema imitación del Creador pero en lugar de "y vio Dios que todo era bueno", el Enemigo quiere "ver que todo es relativo", haciéndole creer al hombre que todo tiene un punto de vista particular, que no hay una Verdad Absoluta, que hay "zonas grises" en las que Dios está equivocado. 

El ateo fluido es una persona que "cree" en Dios (o quiere creer) pero que vive como si Dios no existiera: es el "creyente no practicante", que en público se denomina cristiano, va a misa y "cumple", pero que en privado tiene muchas objeciones y muchas rebeldías contra de algunos mandamientos de Dios o de la Iglesia, precisamente porque interpelan su vida. 

Es el cristiano con doblez, el católico que se crea una fe a su medida: "esto sí, esto no...", es la religión del "a mi me parece", del "yo creo que...", sin ser consciente que está obrando precisamente igual que el diablo.

A diferencia del ateísmo duro (el "no creyente" que no cree en la existencia de Dios y, por tanto, "no practica"), que se puede refutar y combatir, el ateísmo fluido es “escurridizo y pegajoso”...como los reptiles.

Se trata de un "cambio de la piel de la serpiente", una nueva manifestación del enemigo del hombre, una metamorfosis del poder de la triada satánica (el Dragón y las dos bestias del Apocalipsis de san Juan) que parece, en ocasiones, que se debilita y muere, pero que siempre "resurge", empleando modos y momentos diferentes, con el objetivo de imponer (mediante el engaño y la seducción) una ideología homicida que, "desde el principio", ha tenido como misión la destrucción del hombre que empieza siempre por la aniquilación de las bases sociales: primero, de la familia de sangre y después, de la familia de fe.
Sarah nos recuerda que es nuestro deber como católicos vivir y defender nuestra fe. No podemos ser cómplices. No debemos ser indiferentes. No podemos acomodar la mentira a la verdad, la voluntad de Dios a la nuestra: “No se puede vivir en la mentira. La marca del ateísmo fluido es la promesa de un acomodo entre la verdad y la mentira. Es la mayor tentación de nuestro tiempo. Todos somos culpables de acomodación, de complicidad con esta gran mentira que es el ateísmo fluido. Fingimos ser creyentes cristianos y hombres de fe, celebramos ritos religiosos, pero en realidad vivimos como paganos e incrédulos”.

Lo propio del ateísmo fluido es el conformismo con la mentira: si lo atacas, si te enzarzas en una lucha física, en un cuerpo a cuerpo con él, te quedarás adherido a sus sutiles compromisos (···). Te arrastra a su propio terreno"Si lo defiendes, te verás obligado a emplear sus armas: la mentira y el compromiso. Fomenta alrededor de él la división, el resentimiento, la acritud y la mentalidad de partido. ¡Fíjate en la situación de la Iglesia! No hay más que discordia, hostilidad y sospecha por todas partes".

Entonces ¿cómo combatir ese tipo de ateísmo más práctico que teórico? ¿cómo vencer este ateísmo disfrazado de teísmo? 

Aunque Cristo lo dejó claro cuando dijo "Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo" (Mt 6,24) o "El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12,30; Lc 11,23), el cardenal Sarah propone una solución personal:

"Cada uno de nosotros puede tomar esta determinación: la mentira del ateísmo no volverá a fluir dentro de mí. No quiero renunciar más a la luz de la fe, no quiero seguir permitiendo que convivan en mí la luz y las tinieblas por comodidad, por apatía o por conformismo".

 “Es una determinación muy sencilla, interior y concreta. Cambiará nuestra vida hasta en los detalles más insignificantes”, asegura. 


lunes, 1 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (2): ¿POR QUÉ HAS DUDADO?

¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
(Mt 14,22-33)

El evangelio de hoy está lleno de simbolismos que merece la pena meditar (No temáis, soy yo), pero hoy vamos a reflexionar sobre lo que podríamos titular como "Las tempestades del cristiano". 

Ocurre que los cristianos, que hemos sido enviados por Jesús en la barca (la Iglesia) al mar (el mundo) sumido en las tinieblas (falta de Dios) y tempestades (tentaciones) y con viento contrario (maldad), tenemos que ser conscientes de nuestra misión y de lo que la sustenta, porque tenemos poca fe y solemos dudar.  Necesitamos pedirle a Dios: "Auméntanos la fe" (Lc 17,5).

Volvamos al pasaje: parece que los discípulos no se asustan por el viento o por las olas, sino porque ven a un "fantasma" caminar sobre las aguas. La escena nos muestra la divinidad inequívoca de Cristo, nos anticipa su resurrección y, como comprobamos a lo largo de los evangelios, nos enseña la dificultad que tenemos los hombres para reconocer al Resucitado en medio de las dificultades o de las decepciones, como les ocurrió a los discípulos de Emaús (Lc 24,21). 

Incluso puede que cuando, como Pedro, reconozco a Cristo, que me dice "ven" y me llama a seguirlo, tomo la decisión (a veces impetuosa) de lanzarme al agua sin fe, sin pensar a qué me enfrento. Lo mismo que hizo Pedro cuando se levantó y fue corriendo al sepulcro (Lc 24, 12). Un gran amor me impulsa hacia nuestro Señor... pero no es suficiente. 

Y es que cuando pierdo de vista a Jesús (como Pedro que duda), aunque sea sólo por un instante, me hundo. Aunque estoy seguro de mi amor a Dios, necesito edificar una fe sólida, una vida interior de oración y sacramentos que me haga perseverar y no vacilar jamás. Necesito confiar en el poder divino para que, cuando sienta la fuerza del viento o de las olas, no tenga miedo y me hunda, sabedor de que "todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis" (Mc 11,24).

Necesitamos pedir, necesitamos rezar a nuestro Dios: "Señor, sálvame" (Lc 14,33). Es el poder de la oración confiada y de la vida eucarística, que nos ayuda siempre en nuestras tempestades, en nuestras dificultades porque Dios está en nuestra barca, todos los días, hasta el fin de los tiempos" (Mt 28,20).

La pedagogía de Dios utiliza el mal para sacar bien de él. Nuestras dudas, junto a nuestras certezas, son parte de nuestro camino de seguimiento a Cristo que nos hacen dar grandes saltos de fe cuando nos abandonan nuestras seguridades humanas. Entonces, somos capaces de reconocer a nuestro Señor y decir: "Realmente eres Hijo de Dios".

                             JHR

miércoles, 16 de septiembre de 2020

LA IGLESIA MÍSTICA DEL SIGLO XXI

"El cristiano del siglo XXI será místico o no será"
(Karl Rahner)

Pasado el confinamiento motivado por la pandemia, la Iglesia se enfrenta a varios grandes desafíos que el Cardenal Robert Sarah, precepto de la Congregación de la Liturgia, expresa en una carta dirigida a todos los obispos del mundo: el retorno a la liturgia frente a la secularización, el acercamiento a Dios frente al distanciamiento social, la intensificación de la oración frente a cualquier tipo de actividad pastoral, la perseverancia en la fe frente a la apostasía silenciosa, la obediencia a Dios frente a la sumisión al hombre.

Sin embargo, el "católico cultural" ha sucumbido a la tentación del miedosometiéndose al pensamiento temeroso del mundo y dejando de asistir a la Eucaristía, a pesar de que Dios nos repite continuamente: "No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi diestra victoriosa" (Isaías 41, 10).

El "católico de costumbres" se ha rendido a la tentación de la desesperación, ante la imposibilidad de obtener bienestar individual o satisfacción emocional propia y ha "colgado su hábito espiritual", a pesar de que el apóstol San Pablo nos dice: "nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios, incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda" (Romanos 5,3-5).

El "católico social" se ha sometido a la tentación de la duda y la incertidumbre, negándose a compartir y vivir la fe en comunidad, a reunirse en la casa de Dios en torno a Cristo, a pesar de que Jesús nos asegura: "Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18,19-20)

Sólo el cristiano místico, esto es, el que ha experimentado un encuentro personal con Jesucristo, ayudado de la Divina Gracia, será capaz de seguir asistiendo a los sacramentos como parte central de su vida, porque para él, la fe es una realidad conscientemente vivida y no meramente practicada.
La Iglesia del siglo XXI se enfrenta a una gran prueba purificadora y definitiva que separará el trigo de la cizaña, en la que muchos renunciarán a la fe mientras que otros la autentificarán: 

El "católico de tradiciones" abandonará una fe de "brocha gorda y rodillo", con la que blanqueaba su "religiosidad de pared", sin sobresaltos ni compromisos, bajo una apariencia de un cumplimiento puritano pero sin finura, sin esmero. 

Y sólo un "pequeño resto" perseverará con fe de "pincel fino y detalle" en su seguimiento a Cristo, mantendrá su autenticidad cristiana y testificará su coherencia evangélica.

La Iglesia del siglo XXI necesitará santos que caminen "cuesta arriba", con la mirada alegre puesta en el cielo, para hacer la voluntad de Dios en medio de las pruebas y las dificultades, en lugar de mediocres deambulando "por el llano", con la mirada fijada en el suelo de temor, haciendo las cosas a medias o dejándolas a medio hacer.

La Iglesia del siglo XXI necesitará místicos que se dejen esculpir y cincelar por el Espíritu Santo, para que el Señor trabaje en el lienzo de sus almas, el color, el detalle y la belleza, en lugar de tibios que se excusen en el tapiz roto, en el tejido tosco o en la trama defectuosa.
La Iglesia del siglo XXI necesitará fieles que "vivan la fe" desde una experiencia y una relación con Cristo, una conversión personal y un compromiso existencial, en lugar de tibios que "practiquen una espiritualidad sincretista", motivada por una herencia cultural, por un legado costumbrista o por un usufructo tradicionalista que escoge lo que le gusta y desecha lo que le incomoda.

La Iglesia del siglo XXI necesitará cristianos que testimonien con su vida el legado de la Cruz y de la Gloria, teniendo a Cristo en el centro de sus vidas, en lugar de individuos que instrumentalizan a Dios para sus propios fines o deseos.

En resumen, la Iglesia del siglo XXI necesitará una minoría abandonada en la Gracia y sustentada en el Evangelio a través de una experiencia mística, una coherencia de vida y un testimonio de fe.

El cristiano místico es quien vive una fe comunitaria y eclesial, recibida por una experiencia de conversión, es decir, por una decisión personal y consciente por Cristo.

domingo, 9 de agosto de 2020

MEDITANDO EN CHANCLAS (9)

"Le entró miedo y comenzó a hundirse"
(Mateo 14, 22-33)

Ayer, tras una semana agitada y convulsa, empecé a hundirme. 

Te perdí de vista, Jesús, y comencé a dudar, a dejarme arrastrar por el miedo y la incertidumbre.

Hoy, Señor, me vuelves a tender la mano y, como el pasado lunes, me dices ¿por qué dudas?

Dudo porque el Tentador me lleva al terreno de las posibilidades, de lo que está por venir, del "podría ser"...y me lo pinta "negro".

Y Tú Señor, sin embargo, quieres que esté en el terreno de la confianza, del presente, en el "lo que es"...y me lo pintas "blanco".

Agarro mi presente y lo tomo como una cruz, en la confianza absoluta de que Tú, como siempre, estás a mi lado para ayudarme, aunque me dejes "faenar" y caminar sobre las olas.

Me comprometo a no mirar hacia abajo sino a mantener mis ojos fijos en Ti, mientras me dices "ven".

Y yo voy, Señor...hacia donde Tú me digas. ¡Confío en Ti!

JHR

sábado, 18 de enero de 2020

ATEÍSMO LÍQUIDO: ¿SOY CRISTIANO O APARENTO SERLO?


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“En la existencia de un cristiano, no puede haber dos vidas paralelas: 
por una parte la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; 
y por otra, la denominada vida secular, esto es, 
la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, 
del compromiso político y de la cultura. 
El sarmiento, arraigado en la vid que es Cristo, 
da fruto en cada sector de la acción y de la existencia” 
(San Juan Pablo II, Christifideles, nº 59)


Sigo leyendo y releyendo el último gran libro del cardenal Sarah, "Se hace tarde y anochece". En él, el purpurado señala cómo, en nuestro tiempo, algunos cristianos han sucumbido a la tentación del "ateísmo líquido":  
"Si lo atacas, si te enzarzas en una lucha física, en un cuerpo a cuerpo con él, te quedarás adherido a sus sutiles compromisos (···). Te arrastra a su propio terreno.
Si lo sigues, te verás obligado a emplear sus armas: la mentira y el compromiso. Fomenta alrededor de él la división, el resentimiento, la acritud y la mentalidad de partido. ¡Fíjate en la situación de la Iglesia! No hay más que discordia, hostilidad y sospecha por todas partes.
Cada uno de nosotros puede tomar esta determinación: la mentira del ateísmo no volverá a fluir dentro de mí. No quiero renunciar más a la luz de la fe, no quiero seguir permitiendo que convivan en mí la luz y las tinieblas por comodidad, por apatía o por conformismo."

No se trata de un ateísmo como antaño, militante y beligerante, sino más bien, camuflado, sutil y mucho más peligroso. 

Podríamos decir que se trata de una especie de "nueva espiritualidad laica" que, enarbolando la bandera de la libertad y la igualdad, fluye por las aguas turbulentas de la ambigüedad, la indefinición, la confusión, el equívoco, la duda. 

Un ateísmo líquido que elimina todo amor sincero y gratuito para transformarlo en odio, crítica y protesta, que niega la verdad para contagiarnos con el veneno de la sospecha y la desconfianza hacia el otro, y que ha impregnado de dudas todo nuestro criterio cristiano. 

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Un ateísmo fluido que nos impide mirar a Aquel a quien hemos crucificado o incluso que desecha la Cruz. Y que, como hizo con Judas, nos hace correr hacia el suicidio.

Un ateísmo líquido que crece y se desarrolla en la apariencia y el postureo, la conveniencia y la banalidad, provocando el olvido y la negación de los fundamentos de la fe.

Un ateísmo fluido que mezcla la sana doctrina con ideologías paganas, incitándonos a vivir un "cristianismo burgués" y cómodo, haciéndonos creer que es eficaz, aunque sea a corto plazo ("Carpe diem"). 

Un ateísmo líquido que aplaude hipótesis y especulaciones que socavan nuestras creencias, que acoge ideas y conceptos que carecen de denominación de origen, que intoxica la Verdad al solaparse con nuestros valores cristianos.

Un ateísmo 
fluido sin Dios que se camufla hábilmente dentro de nuestros problemas y decepciones para ofrecernos una filosofía de vida que niega el sufrimiento y el esfuerzo hacia el objetivo, y que nos sumerge en la propia tristeza y soledad, antes que aceptar la dependencia del amor del otro.

Un ateísmo líquido que admite, junto con la fe, modos de vivir o de pensar radicalmente paganos y mundanos, y que, sin negar del todo a Dios en la teoría, vive en la práctica, como si no existiera, como si no importara, como si no fuera relevante. 

Características

Algunas de sus características son su gran poder destructivo, que comienza desde dentro y emerge al exterior; su ideario relativista que oscurece nuestra conciencia y paganiza nuestra vida; su connivencia con la ignorancia y la mentira que nos hace caminar en tinieblas; su apego a la comodidad y al conformismo que nos convierte en tibios y mediocres; su ansía de reconocimiento e hipocresía que nos inducen a vivir una doble vida; una "líquida" relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y opuesta, una relación de adhesión total con el mundo relativista.

Efectos

Algunos de sus efectos son el letargo de la fe, la anestesia de la voluntad, la merma de la capacidad de amar, la ausencia de compromiso con Dios y con el prójimo, la falta de reconocimiento del error y la negación del pecado. 

Consecuencias 

Algunas de sus consecuencias son la visión de un Dios anciano que hemos recluido en una residencia y que nos olvidamos de visitar, la creencia de una fe arcaica y obsoleta que tratamos de recluir en la intimidad, el apego a los bienes materiales que, aunque no nos sacian, nos impide sentir hambre de Dios.

Por eso, cada día me pregunto ¿Soy cristiano o aparento serlo? ¿Vivo como un cristiano o fluyo en el paganismo? Y si lo soy, ¿por qué lo soy? ¿lo hago por tradición, por cumplimento o por coherencia?

Un cristiano que se mundaniza en lugar de divinizarse, un sacerdote que hace seguidores en lugar de discípulos de Cristo, un católico que lleva una doble vida en lugar de una plena, un obispo que abusa de su posición en lugar de apacentar al rebaño, una oveja que en realidad es una cabra, un pastor que en realidad es un depredador... 

Todos ellos, insertados dentro de la Iglesia, viven un ateísmo fluido que les dificulta atisbar la esperanza cristiana, que les impide ser coherentes con la fe cristiana, y que les veta la posibilidad de amar y ser amados. 

¡No puedo llamarme cristiano y vivir como pagano! ¡No puedo predicar amor y mostrar odio! ¡No puedo proclamar a Cristo y exponer mis propias ideas sobre la Verdad! ¡No puedo estar sólo pendiente de lo temporal y olvidarme de lo eterno! ¡No puedo prestar atención a lo visible y obviar lo invisible! ¡¡¡¡No puedo!!!! 

Dice Benedicto XVI, que el cristianismo surge “por atracción”, que la fe cristiana se propaga por contagioEntonces ¿qué atracción puedo producir si mis actos no son coherentes con mi fe? ¿cómo voy a contagiar algo que no tengo? ¿hay evidencias reales en mi vida que indican que soy cristiano? ¿Vivo y comparto mi fe con otros o la escondo? 

La Congregación para la Doctrina de la Fe nos enseña que las verdades de la fe constituyen una unidad inseparable. Entonces ¿cómo puedo elegir del Evangelio lo que me interesa y desechar lo que no me gusta o lo que me incomoda? ¿cómo puedo decir una cosa y hacer la contraria? ¿cómo puedo compaginar la enseñanza de la Iglesia con la del mundo?

Ser cristiano implica, radicalmente, seguir a Cristo. Y eso sólo sucede a través de la gracia, por la que Jesús sale a mi encuentro y me muestra el gran amor que me tiene, y a través de la fe, por la que creo un conjunto de verdades que la Iglesia me enseña y que me muestran la coherencia de Dios, quien no puede ni engañarse ni engañarme. 

Cristo es verdad, coherencia, autenticidad. Y ser cristiano implica procurar ser como Él. 

Si sólo creo lo que me apetece, lo que quiero entender o lo que me interesa, soy un ateo fluido, con una fe tibia y una voluntad deformada que no sigo a Cristo. 

Resultado de imagen de ateismo fluidoSi "practico a ratos" una devoción, en realidad, soy un ateo líquido que busca excusas circunstanciales que no resisten el paso del tiempo, que aspira obtener éxitos limitados y comodidades efímeras, pero, a la larga, inútiles.

Si vivo una doble vida, soy un ateo fluido que hablo para lograr aplausos, que escucho lo que quiero oír y elijo sólo aquello que me es fácil de asimilar y llevar, que no carga con su cruz.

Si deambulo agotado, tiranizado y sin paz, soy un ateo líquido que camina desorientado y confuso por la senda de la ambigüedad y la apostasía, que vive la vida cristiana como una gran mentira, aunque disfrazo de verdad

Pero Verdad, sólo hay una. Y es Cristo, quien a su vez, la depositó en manos de Pedro. Por tanto, es la Iglesia la depositaria de las verdades de fe ¿Qué clase de Dios sería si, después de revelarse al hombre por amor, hubiera dejado a la subjetividad o a la conveniencia, el camino que conduce a la felicidad y la vida plenas? 

Si mi identidad cristiana es ser como Cristo, ¿cómo puedo pretender aparentar ser cristiano sólo en ocasiones, en determinadas actividades o según las circunstancias? ¿cómo puedo acudir a los sacramentos y después "colgar" mi filiación católica a la puerta de mi colegio electoral, de mi club, de mi empresa, de mi entorno social o de mi propio hogar familiar.

No digo que mi voluntad sea infalible ni que mi fe me impida caer, porque soy débil y frágil, porque tengo limitaciones y errores, y tantas cosas más. Pero, es en esos momentos, cuando Dios me abre sus brazos misericordiosos en el maravilloso sacramento de la Penitencia para ser realmente yo, ante Él, y me vuelve a enseñar coherencia en el Santísimo sacramento del Altar, donde no hay mentira ni engaño. 

Mi respuesta a la pregunta de este artículo surge del hecho de que mi fe no procede de lo que sé o veo, ni de lo que me apetece o agrada, ni de lo que me cuentan o me dicen, ni de lo que razono o siento. Nace de mi relación con Dios.

Resultado de imagen de ateosMi respuesta brota de que la esperanza depositada en las promesas de Cristo es un combate constante al que me enfrento con armas espirituales: la oracióndonde me comunica Su voluntadlos Sacramentosdonde fluye Su amor infinito, la Sagrada Escritura, donde emana su luz radiante la Iglesia, donde recibo Su verdad depositada.
Mi respuesta tampoco se dirige a entablar batalla contra todo y todos, sino hacia la determinación de mantenerme firme y confiadamente fiel a Jesucristo, asirme a su mano mano amiga, seguir el camino luminoso que me marca, para llegar a ser un cristiano autentico y, finalmente, estar en su presencia por toda la eternidad.

Mi respuesta es "Dios o nada".