¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 26 de agosto de 2024

TOMÁS, EL QUE DUDÓ Y CREYÓ

"¿Porque me has visto has creído?
Bienaventurados los que crean sin haber visto"
(Jn 20,19)

Tomás "el mellizo", como se conoce al apóstol Tomás, no es un nombre propio sino tautológico, es decir, repetido innecesariamente, que proviene de "Ta'uma" (en arameo, "gemelo") y "Dídimos" (en griego, "mellizo"). Lo curioso es que desconocemos de quién era mellizo (Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2)

Según la tradición, era primo segundo de Jesús (igual que san Juan el Bautista) y su verdadero nombre, Judas. Era oriundo de Galilea y de oficio pescador, y partió en el 52 d.C. hacia Partia, Persia e India, donde tuvo una importante labor evangelizadora. 

Murió mártir en Calamina (actual Malipur), cerca de Madrás, en el Monte Santo Tomás (India) donde fue traspasado con una lanza por el rey de la India, quien le había encargado construir un palacio.

Los Evangelios Sinópticos sólo nos cuentan su nombre pero en el Evangelio de san Juan aparece en cinco ocasiones como Tomás el Dídimo ('el Mellizo'):
  • cuando le dicen a Jesús que su amigo Lázaro ha muerto, Tomás dice: "Vamos también nosotros y muramos con él". Fue testigo presencial de la resurrección de Lázaro (Jn 11,2-16)
  • cuando en la Última Cena, Jesús dice: "adonde yo voy, ya sabéis el camino", Tomás le pregunta: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn 14,1-6)
  • cuando los apóstoles le anuncian la resurrección de Jesús (1ª aparición, en la que no estaba presente), Tomás se niega a admitirla: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo" (Jn 20,24-25)
  • cuando, ocho días después, Jesús vuelve a aparecerse a los apóstoles, estando presente Tomás (2ª aparición), le invita a poner su dedo en las llagas que dejaron los clavos en sus manos y la herida de la lanza en su costado. Entonces, Tomás hace la más grande profesión de fe: “Mi Señor y mi Dios”  y Jesús le contesta: "¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto"(Jn 20, 26-29)
  • cuando Jesús vuelve a a aparecerse a los apóstoles en el lago Tiberíades (3ª aparición) está junto a Pedro, Natanael, los Zebedeos (Santiago y Juan) y otros dos discípulos suyos de los que no menciona su nombre (Jn 21,2)
Como vemos, Tomás era pesimista y desconfiado por naturalezaSu primera reacción era siempre no hacer lo que le decían que hiciera y no creer lo que le decían que creyera. Las buenas nuevas para él eran siempre demasiado buenas para ser verdad. Aún así, era un hombre de valor, de devoción y de fe, aunque como la de un niño pequeño. 
Además de las menciones en la Sagrada Escritura, Tomás aparece en varios libros apócrifos:
  • Evangelio de Tomás: atribuido al apóstol por gnósticos y maniqueos del primer siglo, pero considerado herético por los Padres de la Iglesia y por varios escritores cristianos de los primeros siglos como Hipólito de Roma, Orígenes, Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusalén, etc.. Algunos biblistas actuales dicen que san Juan escribió su Evangelio como respuesta a este apócrifo.
  • Hechos de Tomás: escrito a principios del s. III d.C., es también un texto gnóstico y maniqueo que narra la obra evangelizadora del apóstol en la India noroccidental y que lo identifica como Judas, uno de los cuatro 'hermanos' de Jesús mencionados en Mc 6,3.​ 
  • Evangelio del Pseudo Tomás: distinto al primero y escrito probablemente a finales del siglo II, tal vez en Siria, y encuadrado en el grupo de los apócrifos de la infancia de Jesús. 
  • Pistis Sophia: texto gnóstico escrito en el siglo III, menciona a Tomás como uno de los tres testigos encargados de transmitir las enseñanzas de Jesús, junto a los apóstoles Felipe y Mateo.
La figura de Tomás nos enseña una gran lección: aunque dudemos o no entendamos, lo importante es estar siempre cerca del Señor para pedirle, como hicieron los apóstoles, que aumente nuestra fe (Lc 17,5). 

Tengo la certeza de que la verdadera fe es una obediencia inquebrantable a Dios, incluso sin "ver", aún sin "entender", porque nuestra naturaleza humana está demasiado caída y alejada de la divina como para ser capaces de ver, conocer y de entender todo. 

A los cristianos no nos hace falta seguir el dicho de "ver para creer". La obediencia a Dios es:
  • signo del amor cristiano: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15) 
  • fruto de la acción del Espíritu Santo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23)
  • medio de bendiciones: "Si observas y cumples todos los preceptos, el Señor, tu Dios, enviará bendiciones" (cfr. Dt 28,1-2).
No obstante, y si Jesús quiere, de la misma forma que le dió a Tomás "pruebas" de su resurrección, nos dará señales para que sepamos cuál es el camino. 

Y si no nos las da, tan fácil como escuchar lo que Él mismo nos dice: "Bienaventurados los que crean sin haber visto" (Jn 20, 29). 

sábado, 6 de mayo de 2023

¿CONFIANZA O AUTOSUFIENCIA?

"Si no veis signos y prodigios, no creéis"
(Jn 4,48)

Ocurre que, en ocasiones, algunos pasamos nuestra vida pidiéndole a Dios señales y prodigios para confirmar que nuestras expectativas de vida, nuestros deseos y proyectos de "aquí abajo" coinciden con Su voluntad. Y si no sucede así, se lo recriminamos. 

Sin embargo, ¿no deberíamos seguir el ejemplo de la Virgen María, discerniendo y meditando todo en nuestro corazón? (Lc 2,19).

Recuerdo una historia graciosa que me contaron en una ocasión, durante una charla sobre la fe y la confianza en Dios, que viene muy al caso y que decía algo parecido a esto:

Había una vez un hombre muy creyente que no temía nada porque Dios siempre estaría junto a él para ayudarlo en cualquier circunstancia.

Un día, se desencadenó una terrible tormenta que provocó grandes inundaciones. Buscó un sitio elevado en el tejado de su casa y esperó a que Dios le salvara.

Al poco tiempo, se acercó una lancha de rescate desde la que le dijeron- "Hombre de Dios, agárrese a esta cuerda y le pondremos a salvo".

El hombre contestó -"Muchas gracias pero no necesito de su ayuda, Dios me salvará".

Y la lancha se marchó.

Al cabo de un rato, otra embarcación se acercó, le lanzaron un salvavidas y le dijeron- "Hombre de Dios, sujétese a este salvavidas y le llevaremos a tierra firme".

El hombre contestó de nuevo -"Muchas gracias, pero no necesito de su ayuda, Dios me salvará".

Ellos insistieron porque la tormenta arreciaba y el agua crecía por encima de las casas, pero el hombre no les hizo caso. Y se alejaron en busca de otras personas.

De pronto, escuchó el ruido de las aspas de un helicóptero desde el que le lanzaron una escalera y le dijeron-"Hombre de Dios, agárrese bien a la escala que le tendemos, suba por ella y le pondremos a salvo".

Pero el hombre nuevamente contestó -"Muchas gracias pero no necesito de su ayuda, Dios me salvará".

El helicóptero se alejó dejando al hombre en una situación tan límite que terminó ahogándose.

De camino al cielo, el hombre se encuentra con Dios y le dice: "Señor Dios, yo que siempre he creído en Ti, yo que siempre he confiado en Ti, yo que siempre te he rezado...¿por qué me has abandonado a mi suerte, dejándome morir ahogado?"

Dios, con infinita paciencia y ternura le dice -"Querido mío, yo nunca abandono a mis hijos amados.
¿Recuerdas la lancha que te dijo que te acercaras para ponerte a salvo? Era YO ayudándote.
¿Recuerdas el barco que te lanzó un salvavidas para ponerte a salvo? Era YO ayudándote.
¿Recuerdas el helicóptero que te lanzó una escala para ponerte a salvo? Era YO ayudándote.

En tres ocasiones fue a buscarte para salvarte y tú decidiste rechazarlas una tras otra. Yo siempre estuve cerca de ti, a tu lado, para ayudarte pero está en ti reconocer las oportunidades que te brindo y aprovecharlas. En contra de tu libertad, yo no puedo hacer nada".

¡Cuántas veces nos cuesta reconocer al Señor! ¡Incluso aunque camine a nuestro lado y nos hable por boca de otros! ¡Incluso cuando las circunstancias son tan evidentes que no cabe otra! 

¡Cuántas veces nos empeñamos en instrumentalizar a Dios con el propósito de ponerle a nuestra disposición, para que obre de acuerdo a nuestras expectativas y no según Su voluntad!

¡Cuántas veces pensamos que Dios es el genio de la lámpara maravillosa de la iglesia, que al frotarla, nos concede tres deseos!

Nada de esto es nuevo ni particular de nuestro tiempo. Dios ha obrado siempre así (con amor infinito) desde el principio de la creación a través de sucesivas alianzas con el hombre con las que ha intentado ir preparándolo para su salvación enviándole jueces, reyes y profetas. 

Y en la plenitud de los tiempos, "la luz brilló en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió...El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo...Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron" (Jn 1,5.9.11). Jesucristo, Dios encarnado, a pesar de realizar muchos signos y prodigios, a pesar de mostrar su divinidad con palabras y obras...no fue reconocido ni acogido por los suyos (nosotros).

Juan, el "discípulo amado" concluye su evangelio así: "Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir" (Jn 21,25).

Pero el hombre, por vanidad a veces, y por estupidez, otras, ha optado (optamos) casi siempre y en el mejor de los casos, por darle la espalda y mirar hacia otro sitio (al suelo, a nuestro polvo, a nuestra humanidad caída), y en el peor de los casos, (optamos) por crucificarlo.
La confianza no es otra cosa que poner nuestra vida en manos del Señor y lanzarnos sin miedo a sus brazos, de la misma manera que un niño pequeño se lanza en brazos de su padre cuando éste le tiende sus manos al final del tobogán, para recibirlo y sostenerlo.

La autosuficiencia y el orgullo con los que nos esforzamos los hombres en vivir una vida que nos ha sido regalada y que pretendemos manejar a nuestro antojo, son las principales causas que nos impiden muchas veces reconocer, escuchar y confiar en Dios. Incluso, en ocasiones, nos hacen creernos que nuestra fe es firme y sólida.

La confianza no es otra cosa que escuchar y estar atentos a lo que Dios dice y hace -"Shemá, Israel" - (Dt 6). Es así de simple pero nosotros lo complicamos. Dios no se va a aparecer particularmente a nosotros en una zarza ardiente, ni en un carro con caballos blancos, ni rodeado de un coro de ángeles tocando trompetas, ni tampoco en un cartel con luces de neón...

Dios es más sutil y más delicado que todo eso... porque nos ama con locura y porque somos el culmen de su creación. Pero, como dice un amigo mío: "¡Nosotros, no nos enteramos de nada!"

"Bienaventurados los que sin haber visto hayan creído” 
(Jn 20,29)

viernes, 12 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (13): NO IMPIDÁIS A LOS NIÑOS ACERCARSE A MÍ

 
"¡Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí!"
(Mt 19,13)

En el evangelio de hoy vemos como para los discípulos, los niños no son importantes. Ellos andan preocupados por las "cosas de adultos"... y los niños "estorban". 

A pesar de que días antes en Galilea, Jesús les había dicho: "En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 18,3-4), los apóstoles no han entendido cuáles son las virtudes necesarias para entrar en el Reino de los Cielos.

Para Jesús, los "niños" son el reflejo del Cielo: son aquellos que viven con inocencia y con bondad; aquellos que escuchan con docilidad y sin prejuicios; aquellos que aprenden con humildad y obediencia; aquellos que hablan con sinceridad y sin miedo; aquellos que no andan preocupados y agitados por el futuro; aquellos que ponen la seguridad y la confianza en un Padre que los ama y que cuida de ellos.

Para Jesús, los "niños" son aquellos que son mansos y limpios de corazón, a quienes bendice; aquellos que son pobres de espíritu y pacíficos, a quienes llama "dichosos", "bienaventurados", porque de ellos es el Reino de los Cielos .

El Salmo 50 nos pone en la dirección correcta y nos anima a pedirle a Dios: 

"Borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado"
"Crea en mí un corazón puro y una mirada limpia"
"Renuévame"
"Devuélveme la alegría"
"Haz de mi corazón un corazón de niño que renuncie a la soberbia y la autosuficiencia"
"Ayúdame a convertirme en un niño para saber acogerte como el mejor regalo"
"Enséñame a abandonarme en Ti y que nada me impida acercarme a Ti"

Señor, hoy te pido lo que reza en la canción:

Renuévame Señor Jesús
Ya no quiero ser igual
Renuévame Señor Jesús
Pon en mi tu corazón

Porque todo lo que hay dentro de mi
Necesita ser cambiado Señor
Porque todo lo que hay dentro de mi corazón
Necesita más de ti


JHR

lunes, 25 de julio de 2022

QUIEN NO RENUNCIA, NO ANUNCIA

"
Si alguno quiere venir en pos de mí, 
que se niegue a sí mismo, 
tome su cruz cada día 
y me siga."
(Lc 9,23)

Dice el mismísimo Jesús que para seguirle hay que renunciar, que para ser discípulo suyo es necesario renunciar...a muchas cosas...que no necesitamos. 

Según el diccionario, renunciar es abandonar voluntariamente una cosa que se posee o algo a lo que se tiene derecho.  Meditemos cada palabra y frase de esta definición:
  • "Abandonar" implica dejar, desistir, renunciar
  • Voluntariamente" implica hacerlo libremente, por propia voluntad, sin presión, sin condicionantes ni pretensiones.
  • "una cosa que se posee", implica bienes, propiedades,  pertenencias, ideas conocimientos...
  • "algo a lo que se tiene derecho" implica algo que podemos demandar, solicitar o reclamar justamente.
¡Qué difícil es seguir a Cristo! ¡Qué arduo es evangelizar! ¿no?

¡Quien no renuncia, no anuncia! ¡Renunciar es amar! ¡Renunciar es servir! ¡Renunciar es darse, entregarse!

Solo aquel que renuncia al mundo, anuncia bien al Señor. Solo quien está libre de triunfalismos y de apegos, testimonia de manera creíble a Cristo. Solo aquel que es dócil y humilde a la acción del Espíritu, evangeliza.

Seguir a Cristo exige libertad frente a los condicionantes sociales, a los miedos y a las falsas seguridades. Estamos llamados a ser testigos de su amor, a contagiar nuestra fe, la esperanza y dar frutos de amor.
Anunciar a Cristo implica confianza en Dios para afrontar el desapego de un mundo que nos insta al egoísmo, al individualismo y al consumismo. Supone ir, salir, arriesgarse, ligeros de equipaje, sin seguridades humanas para dejar actuar a la Providencia.

Hacer discípulos es invitar sin imponer ni imponerse, ir juntos, al lado del hermano, ni delante ni detrás y sin imponer ningún ritmo de marcha. La fuerza del anuncio no está en los argumentos, ni en los métodos ni en los procedimientos sino en la renuncia del yo para que crezca Él.

Servir a Dios y al prójimo requiere renunciar a nuestros intereses, a nuestras opiniones, a nuestras necesidades, para centrarnos en las de los demás. 

Evangelizar no es hacer adeptos ni prosélitos sino atraer, contagiar, seducir... escuchando con amor sincero y sirviendo con autenticidad, generosidad, obediencia y humildad.

¡Para anunciar hay que renunciar!


domingo, 9 de agosto de 2020

MEDITANDO EN CHANCLAS (9)

"Le entró miedo y comenzó a hundirse"
(Mateo 14, 22-33)

Ayer, tras una semana agitada y convulsa, empecé a hundirme. 

Te perdí de vista, Jesús, y comencé a dudar, a dejarme arrastrar por el miedo y la incertidumbre.

Hoy, Señor, me vuelves a tender la mano y, como el pasado lunes, me dices ¿por qué dudas?

Dudo porque el Tentador me lleva al terreno de las posibilidades, de lo que está por venir, del "podría ser"...y me lo pinta "negro".

Y Tú Señor, sin embargo, quieres que esté en el terreno de la confianza, del presente, en el "lo que es"...y me lo pintas "blanco".

Agarro mi presente y lo tomo como una cruz, en la confianza absoluta de que Tú, como siempre, estás a mi lado para ayudarme, aunque me dejes "faenar" y caminar sobre las olas.

Me comprometo a no mirar hacia abajo sino a mantener mis ojos fijos en Ti, mientras me dices "ven".

Y yo voy, Señor...hacia donde Tú me digas. ¡Confío en Ti!

JHR

martes, 18 de febrero de 2020

SIN FE NO HAY MILAGROS

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"En aquel tiempo, se presentaron los fariseos 
y se pusieron a discutir con Jesús; 
para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. 
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
 '¿Por qué esta generación reclama un signo? 
En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación'. 
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla." 
(Marcos 8, 11-13) 


Meditando el Evangelio de San Marcos que estamos leyendo estos días, hay algo que está muy claro: Jesús no puede obrar milagros donde no encuentra fe

Cuando Jesús obra milagros o realiza signos, no los hace para darse importancia ni para ser tentado o puesto a prueba. Como demostración de esto, Jesús siempre, cuando hacía un milagro, decía a quien curaba que no se lo contara a nadie. No quería que se supiera ni que sus milagros trascendieran. 

A lo largo de los primeros capítulos de este Evangelio de San Marcos leemos numerosos pasajes sobre fe y milagros, y cómo Jesús "parece" asombrarse y hasta enfadarse de la falta de fe:

- "(Jesús) no pudo hacer allí ningún milagro, salvo sanar a unos pocos enfermos... y estaba asombrado de la incredulidad de ellos... " (Capítulo 6).

-"(Jesús) dio un profundo suspiro", como de hartazgo...y se negó a darles un signo. (Capítulo 8).

-"Jesús respondió enfadado: ¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? " (Capítulo 9).

En Marcos 9, 17 el propio Jesús dice: "Todo es posible para el que cree". Sólo a través de nuestra fe y de un corazón convertido, Dios obra milagros. Es nuestra fe, sin dudas y sin titubeos, la que mueve montañas. 

La fe es nuestra certeza de que solamente Dios es capaz de hacer milagros, pues si dependiera exclusivamente de nuestros deseos humanos, nada sucedería: "Lo que es imposible a los hombres es posible para Dios" (Lucas 18,27). 

Jesús nos dice: "Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá." (Mateo 7,7). Pero sin fe, Dios no puede actuar. Así "funciona la lógica del cielo" .

La Sagrada Escritura nos muestra muchos pasajes de milagros precedidos de fe

-Marcos 5, 1-20; Lucas 8, 27-36: Un hombre que estaba poseído por muchos espíritus inmundos (Legión).
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-Marcos 5, 21-24 y 35-43; Lucas 8, 41-42 y 49-56 : La mujer de Jairo cuya hija había muerto.

-Marcos 5, 25-34; Lucas 8, 43-48: Una mujer que tenia hemorragias desde hacía doce años tocó su manto.

-Marcos 7, 25-30: Una mujer gentil que tenía a su hija poseída por un espíritu inmundo.

-Marcos 7,32-35: Un hombre que era sordo y tartamudo.

-Marcos 9, 17-30: Un hombre que le lleva a su hijo poseído por un espíritu mudo.

-Lucas 13, 10-17: Una mujer que curó en sábado y que estaba poseída desde hacía dieciocho años.

-Juan 9, 1-39: Un hombre ciego de nacimiento que le dijo a Jesús: "Creo, Señor" y al que Él contestó: "Yo he venido a este mundo para que los que no ven vean, y los que ven se queden ciegos".

-Juan 5, 1-17: Un hombre que había estado enfermo y tumbado en una camilla durante treinta y ocho años.

O incluso, milagros precedidos de falta de fe:

-Lucas 8, 22-24: Jesús está con los discípulos durmiendo en la barca y se desata una tormenta.

-Mateo 17,20: Jesús les dice a sus discípulos que tienen poca fe y que si la tuvieran, aunque fuera poca, moverían montañas.

-Marcos 6, 6: Jesús se sorprendía de la falta de fe de sus paisanos y por eso, no podía hacer milagros.

-Marcos 6, 47-51: Jesús camina sobre el mar y los discípulos, después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, siguen sin tener fe.

-Juan 20, 27-29: Tomás no cree en la resurrección de Jesús  y el Señor le dice que meta sus manos en su costado.

Para concluir, hoy día, también ocurren milagros pero sólo si están precedidos de fe. No basta con desearlos. No basta con pedirlos. 

Muchas veces pedimos, pero lo hacemos sin fe, sin confianza, y así Dios no puede actuar. 

Otras veces, no somos capaces de verlos aunque están presentes. "Ver para creer" es lo que muchos dicen. Pero los milagros existen. Basta verlos con los ojos de la fe.

Yo sí creo que existen los milagros hoy. Tengo la certeza más absoluta de que vivimos por puro don. Todo cuanto tenemos y disfrutamos es por pura bondad, por puro milagro de Dios. 

Yo lo he experimentado personalmente. Sólo cuando, en mi desesperación, he pedido con fe, confianza y humildad, Dios me ha escuchado y ha obrado milagros en mi vida. Pero eso lo contaré en otra ocasión.

Para reflexionar, dejo una pregunta que el mismo Jesús nos hizo:

"Cuando venga el hijo del hombre,  ¿encontrará fe en la tierra?"
(Lucas 18,8)

lunes, 26 de agosto de 2019

ABRAZAR ES...

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"Amaos de corazón unos a otros, como buenos hermanos; 
que cada uno ame a los demás más que a sí mismo"
(Romanos 12, 10)

Algunos nos hemos acostumbrado a abrazar. Lo hemos tomado con un buen hábito y, hasta lo hacemos a diario.

Abrazar es acariciar el alma de la otra persona, respirar su esencia y unir ambos corazones. Es generar un espacio de cariño y ternura en el que no es necesario hablar.

Abrazar es gratis, no tiene contraindicaciones, ni efectos secundarios nocivos. Es 100% natural, no contamina y no tiene conservantes ni colorantes. 

Imagen relacionadaUn abrazo no necesita baterías, conexión a Internet, ni actualizaciones. No tiene cuotas ni permanencias obligadas.

Un abrazo rejuvenece y disminuye el estrés, da sensación de seguridad y protección y transmite energía y, a la vez, tranquilidad. Cura la depresión y la vanidad. Vigoriza el espíritu y sana el cuerpo. 

Abrazar genera confianza y seguridad. Es un acto honesto y sincero. Otorga una sensación de bienestar y contrarresta los sentimientos de soledad, aislamiento y tristeza. 

Abrazar eleva los niveles de serotonina, mejorando el estado de ánimo. Ejerce una suave presión sobre el esternón que estimula la glándula del timo, regulando y equilibrando la producción de glóbulos blancos en la sangre, ayudándote a mantenernos sanos.

Resultado de imagen de abrazosAbrazar reduce la presión arterial, liberando la oxitocina y activando los receptores epiteliales (corpúsculos de Pacini). Relaja y libera la tensión del cuerpo. Calma algunos dolores al estimular la circulación en los tejidos blandos y equilibra el sistema nervioso.


Abrazar nos hace sentirnos amados y especiales. Eleva nuestra autoestima y atentan la capacidad de querernos y respetarnos unos a otros.

Abrazar nos enseña a dar y a recibir, haciendo fluir el amor en ambos sentidos. Fomenta la empatía y la comprensión.

Nos saca de nuestros patrones de pensamiento egoísta y autoprotector. Conecta nuestros sentimientos con los del otro y equilibran nuestra respiración.

Abrazar es amar. 

martes, 5 de diciembre de 2017

LOS CRISTIANOS, LLAMADOS A SER COMO NIÑOS

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"Entonces le presentaron unos niños 
para que les impusiera las manos y rezase por ellos. 
Los discípulos los regañaban,
 pero Jesús dijo: 
"Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, 
porque de los que son como ellos es el reino de Dios".
(Mateo 19, 13-14)

Un niño confía ciegamente en su padre, sin pensarlo siquiera. Su vida depende de él, está en sus manos. 

Un niño es espontáneo, inocente y desea ser amado por su padre. No sabe lo que es el orgullo ni la soberbia. 

Un niño es vulnerable, humilde y obediente. Se deja guiar, abrazar y guiar por su padre.

Esa fe no es producto de la reflexión, es una realidad vital. Ama, confia y se abandona en brazos de su padre. Y de esta forma, es feliz. Asi de sencillo...

El pasaje del Evangelio que reflexionamos hoy es bien breve. Apenas dos versículos. Describe cómo Jesús acoge a los niños.

La actitud de los discípulos ante los niños

Llevaron a los niños ante Jesús, para que les impusiera las manos y orase por ellos. Los discípulos reñían a las madres. ¿Por qué? Probablemente, de acuerdo con las normas severas de las leyes de la impureza, los niños pequeños en las condiciones en las que vivían, eran considerados impuros. 

Si hubiesen tocado a Jesús, Jesús hubiera quedado impuro. Por esto, era importante evitar que llegasen cerca y le tocaran. Pues ya había acontecido una vez, cuando un leproso tocó a Jesús. Jesús, quedó impuro y no podía entrar en la ciudad. Tenía que estar en lugares desiertos (Marcos 1,4-45).

La actitud de Jesús

Jesús acoge y defiende la vida de los niños. Jesús reprende a los discípulos y no le importa transgredir las normas que impedían la fraternidad y la acogida que había que reservar a los pequeños. 

La nueva experiencia de Dios como Padre marcó la vida de Jesús y le dio una mirada nueva para percibir y valorar la relación entre las personas. 

Jesús se coloca del lado de los pequeños, de los excluidos y asume su defensa. Impresiona cuando se junta todo lo que la Biblia informa sobre las actitudes de Jesús en defensa de la vida de los niños, de los pequeños:

-Agradece la fe presente en los pequeños. La alegría de Jesús es grande, cuando percibe que los niños, los pequeños, entienden las cosas del Reino que él anunciaba a la gente. “Padre, ¡yo te agradezco!” (Mateo 11,25-26) Jesús reconoce que los pequeños entienden del Reino más que los doctores!

-Defiende el derecho a gritar. Cuando Jesús, al entrar en el Templo, derribó las mesas de los mercaderes, eran los niños los que gritaban: “¡Hosanna al hijo de David!” (Mateo 21,15). Criticados por los jefes de los sacerdotes y por los escribas, Jesús los defiende y en su defensa invoca las Escrituras (Mateo 21,16).

-Se identifica con los pequeños. Jesús abraza a los niños y se identifica con ellos. Quien recibe a un niño, recibe a Jesús (Marcos 9, 37). “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mateo 25,40).

-Acoge y condena el escándalo. Una de las palabras más duras de Jesús es contra los que causan escándalo a los pequeños, esto es, son el motivo por el cual los pequeños dejan de creer en Dios. Para éstos, mejor sería que le cuelguen una piedra de molino y le hundan en lo profundo del mar (Lucas 17,1-2; Mateo 18,5-7). Jesús condena el sistema, tanto político como religioso, que es el motivo por el cual la gente humilde, los niños, pierden su fe en Dios.

-Insta a volverse como niños. Jesús pide que los discípulos se vuelvan como niños y acepten el Reino como niños. Sin eso, no es posible entrar en el Reino (Lucas 9,46-48). ¡Coloca a los niños como profesores para adultos! Lo cual no es normal. Acostumbramos a hacer lo contrario.

-Toca y abraza a los niños. Las madres con niños se acercan a Jesús para pedir la bendición. Los apóstoles reaccionan y los alejan. Jesús corrige a los adultos y acoge a las madres con los niños. Los toca y les da un abrazo. “¡Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis!” (Marcos 10,13-16; Mateo 19,13-15). Dentro de las normas de la época, tanto las madres como los niños pequeños, todos ellos vivían prácticamente, en un estado de impureza legal. ¡Tocarlos significaba contraer impureza! Jesús no se incomoda.

-Cura a los niños. Son muchos los niños y los jóvenes que acoge, cura y resucita: la hija de Jairo, de 12 años (Marcos 5,41-42), la hija de la mujer Cananea (Marcos 7,29-30), el hijo de la viuda de Naim (Lucas 7,14-15), el niño epiléptico (Marcos 9,25-26), el hijo del Centurión (Lucas 7,9-10), el hijo del funcionario público(Juan 4,50), el niño de los cinco panes y de los dos peces (Juan 6,9).



viernes, 15 de septiembre de 2017

LA SANTA INDIGNACIÓN

"Guarda silencio ante el Señor, 
espera con paciencia a que Él te ayude"
(Salmo 37,7)

Muchas veces pensamos que el camino de un alejado de la fe es más fácil y exitoso mientras que el de un cristiano es más difícil y lleno de obstáculos. 

Entonces, nos desanimamos y nos indignamos porque vemos injusticia y porque no vemos frutos. Es la "santa indignación", que expresamos cuando somos confrontados con el pecado. 

Jesús expresó su santa indignación por los pecados y las injusticias (Marcos 3, 1-5; Mateo 21, 12-13; Lucas 19, 41-44). Se enfocó en las conductas, nunca en las personas.

El Salmo 37 es un poema "didáctico" y una respuesta a esta "santa indignación" de los justos (vs. 1, 7-8), que nos ayuda a entender la paradoja de por qué prosperan los impíos, mientras nosotros somos despreciados o perseguidos y vivimos afligidos. 

Dios nos pide que pongamos nuestra confianza en Su sabiduría divina, pues concede a los impíos una prosperidad efímera, pero que al final, pone las cosas en su sitio: la justicia de los buenos brillará como la luz (v. 6), y los impíos recibirán su castigo (v. 9). 
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El Salmo nos dice que la actitud correcta del cristiano debe ser confiar en Dios, encomendándole nuestras aflicciones y situaciones para que las solucione y también, para que transforme nuestras vidas.

Nuestra tarea es guardar silencio, tener paciencia, perseverar y esperar la respuesta justa de nuestro Padre.

Espera, confianza, silencio, perseverancia, paciencia.... son virtudes que los cristianos debemos buscar y poner en práctica.


Esperar

Según la Real Academia Española, esperar es tener esperanza de conseguir lo que se desea

El verbo esperar tiene connotaciones positivas: quien sabe esperar tiene sabiduría para no actuar precipitadamente, para no apresurarse a hacer algo, para guardar silencio paciente y confiante.

Es la habilidad de decidir no hablar ni actuar hasta que sea el momento correcto para no empeorar la situación. Es la habilidad de confiar y esperar para que Dios sea Dios y actúe.

El que no espera se deja arrastrar por la desesperación, la ansiedad y actúa precipitadamente.

Confiar

Según la Real Academia Española, confiar es dejar una cosa al cuidado de alguien. 

La confianza es una virtud espiritual ligada a la fe. La Biblia señala que la fe es la certeza de lo que se espera. (Hebreos 11,1). La fe confía esperando. El afán, la ansiedad y la preocupación te llevan a actuar apresuradamente sin tener certeza o seguridad. Y cuando actuamos precipitadamente no confiamos en Dios. 

A diferencia de nosotros, que no podemos solucionar muchas circunstancias, Dios tiene el control de todo. Confiar significa dejar todo en manos de Dios, significa entregarle nuestros problemas y preocupaciones para que Él decida.

El que no espera ni confía se debilita, se cansa y se desespera: "pero los que esperan al Señor renuevan sus fuerzas, remontan el vuelo como águilas, corren sin fatigarse y caminan sin cansarse." (Isaías 40, 31).

Perseverar

Según la Real Academia Española, perseverar es mantenerse firme y constante en una manera de ser o de obrar.

Quien no persevera, quien no se mantiene firme y constante, se enfría espiritualmente y se aleja de Dios y de su Iglesia. Perseverar es ser fiel a Dios porque Él siempre es fiel. Él nunca nos abandona, aunque muchas veces no seamos capaces de entenderlo.

En la carta a los Filipenses 4, 6-7, el apóstol Pablo nos dice: "No os inquietéis por cosa alguna, sino más bien en toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias." 

Cuando le entregamos al Señor ese problema imposible, ya deja de ser nuestro; ahora ese problema es de Dios. 




miércoles, 16 de agosto de 2017

¿POR QUÉ PARECE QUE DIOS NO ME ESCUCHA?

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"Si me abandonaran mi padre y mi madre, 
me acogería el Señor. 
Enséñame, Señor, tus caminos, 
y guíame por sendero llano."
(Salmo 27,10-11)

Cuantas veces, ante los problemas, creo que Dios se olvida de mí y pienso: ¿Por qué me abandona Dios? ¿Es que acaso no soy digno de ser escuchado? Rezo y no tengo respuesta. Me siento abandonado, solo y desamparado. Si Dios me ama ¿por qué permite que me ocurran cosas malas? ¿Por qué no me responde?

Lo cierto es que me enfoco tanto en mis problemas y en las cosas que me ocurren, que me olvido de que los tiempos y los planes de Dios para mi son distintos, aunque siempre para mi bien.

Dios no se ha olvidado de mí, siempre está pendiente y ha cuidado siempre cada detalle de mi vida, porque yo soy su hijo. Seguramente, lo que pasa es que Dios no va a hacer lo que me toca hacer a mí.

Mi falta de fe al no confiar completamente en su voluntad, mi ceguera al no ver lo que necesito ver y mi orgullo al intentar solucionar por mi mismo las situaciones que me angustian, me hacen ver sólo obstáculos y problemas. Y dejo de ver a Dios. Y tampoco le reconozco.

Dios no me quita los obstáculos cada vez que rezo. El desea que confíe y me deje guiar por el Espíritu Santo para vencer cualquier obstáculo. Lo que Dios busca es formar y fortalecer mi carácter.

Dios me ha dado toda la capacidad de poder convertir mis problemas en oportunidades, está en mis manos darles sentido o deprimirme en la pérdida. Entonces, ¿por qué me cuesta tanto creer que, con su ayuda, puedo cambiar las dificultades? ¿Por qué pienso que Dios se ha olvidado de mi? De ninguna manera. ¿No será que me he olvidado yo de Dios? Es lo más probable.

Olvidarme de Dios significa que no me abandono de verdad en Él, significa que no confío en que Él me dará una salida, significa que en lo profundo de mi corazón, me rebelo e intento solucionar las cosas sin Él.

Y lo que debo hacer es estar abierto a Su voluntad con un corazón agradecido y confiado, no con un corazón lleno de quejas y resentimientos. Entonces, ¿por qué no dejo mi problema en el altar? ¿Por qué no cambio mi corazón resentido por uno agradecido? ¿Por qué no dejo de vivir en la queja y comienzo a vivir en la confianza plena?

Cada vez que leo el pasaje del apóstol Lucas sobre los discípulos de Emaús (Lucas 24, 13-33), me veo reflejado tratando de explicarle a Dios cómo son las cosas (o cómo deberían ser). Él me escucha atentamente con una sonrisa, y me dice: "Qué torpe eres y qué tardo para creer lo que dijeron los profetas!".

Soy consciente de que me quedo en mis pérdidas, en lugar de reconocer a Cristo, que está conmigo, caminando. Y caigo una y otra vez. ¡Que torpe soy!

Y es que en el fondo, me cuesta confiar que Dios tiene un plan para mí y que quiere que lo lleve a cabo. ¡Qué desconfiado soy!