¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 28 de octubre de 2025

JEREMÍAS: ANUNCIO DE LA NUEVA ALIANZA


El libro de Jeremías es, por su extensión y trascendencia, el segundo de los libros proféticos del Antiguo Testamento, escrito por su fiel secretario Baruc y, posteriormente, ampliado por varias escuelas deuteronomistas (que escribieron la llamada Historia de Israel: los libros de Josué, Jueces y Reyes) durante el exilio judío en Babilonia.

Jeremías, hijo de Jelcías (uno de los sacerdotes de Anatot, a 6 kms al nordeste de Jerusalén) nace hacia el año 650 a.C. para vivir la época más dura, turbulenta y desastrosa del pueblo de Israella decadencia y caída del imperio asirio, el auge del babilonio y la destrucción y ruina de Jerusalén y su templo.

Vocación profética
Recibe la vocación profética siendo muy joven en el año 626 a.C. (Jr 1,15), misión que sobrepasa sus fuerzas "como un niño que no sabe hablar y tiembla" (Jr 1,6) pero para la que Dios, "tocando su boca con su mano", le capacita (Jr 1,18). 

Como un "nuevo Moisés", profetiza durante 40 años en Jerusalén en cuatro etapas: 
  • Reinado de Josías (627-609 a.C.y Joacaz (609 a.C.)
    • Jeremías denuncia la infidelidad a Dios en Jerusalén y llama a la conversión. 
    • Junto a Sofonías y el hallazgo de un libro de la ley en el templo, influye para que Josías inicie la reforma religiosa en el 622 a.C. 
    • En el año 612 a.C. Nínive es destruida por el incipiente imperio medo-babilonio, a quien Jeremías aconseja someterse. Josías le escucha
    • Egipto sale en ayuda de Asiria y el faraón Necó (609-593 a.C.) lucha contra Josías en Meguido, donde éste muere
    • Le sucede su hijo Joacaz, favorable también a Babilonia, a quien el faraón hace prisionero
  •  Reinado de Joaquim (609-598 a.C.) y Jeconías (598-597 a.C.)
    • Bajo la dominación egipcia, Joaquim sucede a Joacaz y se convierte en aliado del faraón. 
    • Egipto y Judá son derrotados por Babilonia en la batalla de Cárquemis (605 a.C.) y Jeremías exhorta al rey a confiar en Yahvé, mantenerse fiel a la alianza y a no rebelarse contra Babilonia o el pueblo será víctima del castigo divino y le sobrevendrá una gran catástrofe. 
    • Joaquim no le escucha y le acusa de traidor pero Jeremías prepara al pueblo para el desastre que va a acontecer. 
    • 1ª deportación: Nabucodonosor sitia Jerusalén (598 a.C.) a la vez que muere Joaquim, a quien sucede su hijo Jeconías hasta que un año después Jerusalén es saqueada y son deportados a Babilonia el rey, la clase dirigente y el joven profeta Ezequiel, cumpliéndose el castigo anunciado por Jeremías
  • Regencia de Sedequías (587 a. C.)
    • Nabucodonosor deja como regente a Sedequías, otro hijo de Josías, en 597 a.C.
    • Alentados por falsos profetas, los que habían quedado en Jerusalén se consideran el "resto de Yahvé" por no haber sido deportados con los pecadores que habían recibido su justo castigo
    • Jeremías sigue predicando la sumisión a Babilonia por mandato divino o la desgracia será irreparable porque ellos también son pecadores que, si no se convierten, compartirán el mismo destino que los desterrados
    • 2ª deportación: Sedequías tampoco escucha a Jeremías y se rebela contra Nabucodonosor, quien asedia de nuevo Jerusalén durante 18 meses, captura a Sedequías mientras huía y arrasa e incendia la ciudad y el templo, llevando a todo el pueblo a Babilonia, cumpliéndose lo que había predicho el profeta
  • Regencia de Godolías y posterior huída (587-...a.C.)
    • Jeremías no es deportado y continúa su actividad profética pero ahora para dar esperanza a un pueblo en una profunda crisis espiritual y que lo ha perdido todo: su rey, su capital, su templo, sus sacrificios y sacerdotes, su tierra...para que no pierdan lo que les queda... la fe en Dios 
    • Jeremías afirma que el castigo divino es una purificación por las reiteradas infidelidades de Israel para formar una nueva alianza que genere una nueva relación con Dios
    • Un "resto purificado" de entre los deportados mantendrán la esperanza en Dios y, mientras, es nombrado regente Godolías, una especie de "virrey" de Nabucodonosor que será asesinado por Ismael, un oficial sublevado
    • 3ª deportación:  Babilonia toma nuevas represalias, deporta a unas 745 personas y obliga a los rebeldes a huir a Egipto (Jr 52,30) llevándose consigo a Jeremías que continuará profetizando exiliado hasta el año 582 a. C.  
Destinatarios
El libro está escrito en hebreo (excepto el versículo 10,11, escrito en arameo), dirigido a los judíos en el destierro en Babilonia y denuncia la infidelidad, la idolatría y la rebeldía del pueblo de Israel, causas de la destrucción de Jerusalén y de su templo, de las que fue testigo ocular, aunque anuncia su restauración y una nueva alianza con Dios. 

Estructura
  • c. 1: Vocación profética
  • c. 2-25: Oráculos contra Judá y Jerusalén:
    • Acusación de idolatría y llamada a la conversión (2-4)
    • Sermón sobre el templo (7)
    • Anuncio del castigo y destierro (15,10-11). 
    • 5 "Confesiones": lamentos por su misión y por su nacimiento (10-20)
    • Anuncio del pastor mesiánico (23,1-8)
  • c.25: Oráculos contra las naciones: La copa de la cólera 
  • 26-35: Conflictos y Consuelos:
    • Sitio de Jerusalén. 
    • Su fiel secretario Baruc expone las dificultades y los sufrimientos del profeta, es "causa continua de oprobio y escarnio"
  • c. 36–45: Fin de Judá:
    • Sedequías y la destrucción de Jerusalén. 
    • "Libro de la consolación" (31,31-34). 
    • Superación del pacto del Sinaí con el anuncio de la Nueva Alianza de Dios con Israel: circuncisión del corazón, tablas de carne, Gracia frente a Ley... obradas por el mismo Dios a través de Cristo (Lc 22,19-20; 1 Co 11,25; Hb 8,8-12; 2 Cor 3,3-6
  • c. 46–51Oráculos contra las naciones:
    • Egipto
    • Filistea
    • Moab
    • Amón, Edom, Damasco, Arabia y Elán
    • Babilonia
  • c. 52: Apéndice. Datos sobre la deportación a Babilonia, semejantes a 2 R 24,18-25,30  
Contenido
Jeremías está marcado por la tradición deuteronomista, por la que la historia de Israel se interpreta como consecuencia de su fidelidad o infidelidad a la Alianza y así:
  • anuncia la ruina de Judá y el exilio, consecuencia de los pecados del pueblo (idolatría, falso culto, rechazo de los profetas, injusticias sociales, falsas seguridades humanas)
  • proclama al Señor como el único Dios verdadero frente a los ídolos y que la salvación depende sólo de Su acción
  • denuncia a los culpables: los dirigentes (5,5), el rey (21,11-12; 22,13-19), los falsos profetas (14,13-16; 23,9-22), los sacerdotes (6,13; 23,11) 
  • lamenta la traición del pueblo, pero al mismo tiempo anuncia una Nueva Alianza: Dios grabará su Ley en el corazón de cada persona, asegurando una relación definitiva y fiel. 
  • asegura que la salvación no se limita al regreso del exilio, sino que implica una conversión interior que transforma al pueblo
  • abre un horizonte mesiánico: denuncia a los antiguos pastores de Israel y anuncia que Dios mismo pondrá nuevos guías justos 
  • anuncia un “retoño de David” que instaurará un reino de justicia y paz
Su mensaje combina juicio por el pecado, promesa de restauración y esperanza en un futuro de salvación

Es el último gran profeta en anunciar el mesianismo davídico, en la persona de un Salvador que no solo asumirá funciones reales de prudencia y paz, sino que él mismo encarnará plenamente la justicia y la salvación prometidas por Dios.

Sus "Confesiones o Lamentaciones"
Varios pasajes de Jeremías (11,18–12,6, 15,10–21, 17,14–18, 18,18–23 y 20,7–18) son "confesiones" o "lamentaciones" recogidas del libro de los Salmos y de Job, en las que:

  • expresa su descontento con su vocación profética pero acepta la llamada divina
  • pide venganza a Dios de sus perseguidores (Jr 12,3)
  • maldice su nacimiento (Jr 20,14–18 / Job 3,3–10)
  • exclama: "Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes" (Jr 20,10 / Sal 31,13)

Sus Gestos proféticos o acciones simbólicas"

Los gestos proféticos o acciones simbólicas eran una forma de proclamar un mensaje con el propósito de que sus efectos interpelaran a los destinatarios y así, el profeta tuviera la oportunidad de explicar su significado:[

  • c. 13: el cinturón de lino
  • c. 16: el matrimonio, el luto y la celebración 
  • c. 19: la jarra de arcilla 
  • c. 27-28: el yugo de bueyes
  • c. 32: la compra de un campo 
  • c. 35: la ofrenda de vino para los recabitas
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jueves, 12 de octubre de 2023

¿CIUDADANOS DEL CIELO O DEL MUNDO?

"Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? 
Por tanto, si alguno quiere ser amigo del mundo, 
se constituye en enemigo de Dios" 
(Sant 4,4)

Dios creó al hombre para el cielo, aunque lo hizo en la tierra. Creó también todas las cosas buenas, no para satisfacerlo plenamente, sino para que lo impulsaran hacia Él.

Todos los dones y todas las criaturas creadas debieran estimularnos a amar más a Dios y anhelar el regreso a la casa del Padre para estar en comunión con Él, pero no es así. Como hijos pródigos, los hombres preferimos la seducción de lo creado al amor donado, pedimos nuestra herencia para irnos a "un país lejano". 

Toda la creación nos señala lo bueno y lo mejor para nosotros pero tenemos la libertad de optar de otro modo. Tendemos a desarrollar deseos desordenados por las cosas o por las criaturas, que nos hacen desearlas más de lo que realmente las necesitamos y nos convertimos en adictos de las cosas terrenales olvidándonos de las celestiales.

Elegimos mal: deseamos los medios y obviamos el fin; preferimos lo fugaz y rechazamos lo eterno; ponemos "lo creado" en el lugar del Creador y lo convertimos en idolatría... preferimos el don al donante, la criatura al creador, lo perecedero a lo imperecedero...

Nos conformamos con deseos efímeros y olvidamos nuestro destino eterno. Buscamos placeres pasajeros y perdemos de vista el gozo auténtico de la casa eterna. Pero, igual que en la parábola lucana, nuestra correspondencia al amor generoso e infinito de nuestro padre bueno debe ser una elección propia, no puede ser exigida.

Esto fue lo que les ocurrió a nuestros primeros padres, a los primeros "hijos pródigos": se separaron del Creador y se volvieron hacia "lo creado". Se apropiaron de su herencia y "mataron" al Padre, alejándose de Él. Y nosotros heredamos su pecado...convirtiéndonos en exiliados en un país extranjero; un país "bueno" pero que no es el nuestro.

El hombre, por el mal uso de su libertad, se ha convertido en un peregrino, en un exiliado. Siempre en camino...hacia Dios o a la deriva, con paso seguro o deambulante, mirando al cielo o al suelo, como los dos de Emaús...el hombre siempre está en tránsito, el hombre siempre está en potencia que no en acto.

El pueblo de Dios está siempre en un continuo peregrinar y en un incesante éxodoAdán fue "expulsado" del paraíso (Gn 3,23-24); Caín tuvo que abandonar la casa paterna como un fugitivo (Gn 4,12-14); Noé tuvo que dejar "tierra" para embarcarse en un arca (Gn 9); los habitantes de Babel "fueron dispersados por la faz de la tierra" (Gn11,8); Abrahán abandonó su próspera Ur para emprender un viaje a una tierra lejana (Gn 12,1).

1º Exilio: Egipto

La esclavitud del pueblo israelita en Egipto a lo largo de 430 años (Ex 12,40) es símbolo de la humanidad oprimida por el pecado original. Los judíos no sólo no podían liberarse por sí mismos de aquel yugo sino que además, adoptaron hábitos y prácticas del "mundo" egipcio. Igual que nos pasa a nosotros.

El Creador, para liberarlos (en realidad, para salvarlos) tuvo que intervenir prodigiosamente con la mediación de Moisés (tipo de Cristo) y llevarlos a través del Mar Rojo, símbolo el bautismo (1 Cor 10,1-4). 

Pero Dios sabía que tantos siglos desarrollando costumbres y supersticiones paganas serían difíciles de erradicar. Por ello, les impondría una Ley exigente con nuevas costumbres referidas al culto (sacrificios de los animales sagrados en Egipto), la alimentación (abstinencias), la higiene y el sexo (purificaciones). Igual que hace hoy con nosotros...

A pesar de habernos librado del pecado original por el bautismo, seguimos sufriendo sus efectos y cayendo en nuestros hábitos pecaminosos por nuestra persistente concupiscencia. Por ello, Dios sigue ofreciéndonos medios para nuestra salvación: los sacramentos y, especialmente, el de la confesión.

1º Éxodo: hacia la tierra prometida

Sin embargo, el pueblo elegido de Dios, nada más iniciar su éxodo por el desierto, comienza a añorar sus hábitos paganos y a sentir nostalgia de su vida de esclavitud en Egipto, se rebelan contra Moisés y protestan contra Dios (Num 11,18-20). El Señor, con infinita paciencia, siguió concediéndoles todo aquello que necesitaban, a pesar de sus infidelidades. Igual que con nosotros hoy...

El pueblo judío "de dura cerviz" (Ex 32,9) se fabricó un becerro de oro, imagen de Apis, el dios egipcio de la fertilidad y montó una orgía en pleno desierto (Ex 32,1-6), símbolo de todas nuestras idolatrías, tentaciones e infidelidades. Igual que hoy en día nos fabricamos nuestros propios ídolos particulares. Moisés (tipo de Cristo) intercede ante Dios en defensa del pueblo.

Además, para conquistar la tierra prometida, tuvieron que luchar contra "siete" naciones que simbolizan los siete pecados capitales: soberbia, ira, gula, lujuria, pereza, avaricia y envidia. Lo mismo que nos ocurre hoy a nosotros...

2º Exilio: Babilonia

Tras varios siglos de constantes infidelidades y traiciones a Dios, el pueblo judío será invadido consecutivamente por cinco imperios. En el s. VI a.C., el rey babilonio Nabucodonosor asola Jerusalén y destruye el templo provocando el segundo gran destierro, esta vez hacia el este aunque menos prolongado que el anterior (50 años). El pueblo judío lo ha perdido todo: tierra, templo, identidad, idioma...y sobre todo, ha perdido el favor de Dios, alejándose de Él.

Pero a pesar de que un "pequeño resto" toma conciencia del desastre, llorando y lamentándose en los "ríos de Babilonia" (Sal 137), otros muchos deciden "quedarse" en el mundo pagano, se mezclan con mujeres babilonias, adoptan sus cultos paganos y  sus costumbres idolátricas, su lengua y el próspero "Babylonian way of life". Lo mismo que ocurre hoy.

Este segundo exilio es símbolo de nuestro pecado personal. Esta es la gran diferencia teológica: mientras que la "cautividad egipcia" es heredada como consecuencia del pecado original, la "cautividad babilónica" es consecuencia de nuestra elección, de nuestro propio pecado.

De la misma manera que en el anterior, Dios intervendrá en favor de su pueblo a través de un hombre, el rey persa Ciro (tipo de Cristo), quien decretará un edicto de liberación para el pueblo judío, permitiéndole regresar a su tierra.

Lo mismo nos ocurre a nosotros hoy día: mientras vivimos con nuestras "necesidades" satisfechas (prosperidad, seguridad, placer y confort) en la cautividad del mundo, no vemos la necesidad de regresar a la "Jerusalén paterna"; preferimos ser "amigos del mundo", adquirimos la "ciudadanía del mundo", viviendo como esclavos en la comodidad del pecado, mientras imaginamos que somos libres, que somos dignos y que somos herederos. Pero no es así...

2º Éxodo: hacia el cielo prometido

Al alejarnos de Dios, nos enemistamos con Él y olvidamos quiénes somos, de dónde venimos y hacia adónde vamos. Por eso, Dios mismo interviene de forma definitiva: Cristo encarnado nos muestra con hechos y palabras la necesidad del ayuno y la penitencia, de la "negación de uno mismo" y del abandono a la misericordia del Padre. 

Nuestro nuevo éxodo es un camino de purificación y sacrificio en el que debemos vivir las bienaventuranzas que simbolizan un "cambio de normas", un cambio de "mentalidad", una "metanoia". Cristo hace todo nuevo: lo que para nosotros es una maldición, el Señor lo transforma en bendición. La de llevarnos de vuelta a la casa del Padre.

En un mundo que evita a toda costa el sufrimiento y que proclama el bienestar material y el hedonismo, el cristiano sabe que el sacrificio nos libera de los bienes de este mundo (que son buenos y creados por Dios) y nos une a los del cielo (que son mejores y prometidos por Dios). Todo lo que Dios ha creado es bueno... pero muchos bienes terrenales están más cerca de nuestra perdición que de nuestra salvación.

Por eso, la pregunta del millón es ¿soy ciudadano del cielo o del mundo?