¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 12 de octubre de 2023

¿CIUDADANOS DEL CIELO O DEL MUNDO?

"Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? 
Por tanto, si alguno quiere ser amigo del mundo, 
se constituye en enemigo de Dios" 
(Sant 4,4)

Dios creó al hombre para el cielo, aunque lo hizo en la tierra. Creó también todas las cosas buenas, no para satisfacerlo plenamente, sino para que lo impulsaran hacia Él.

Todos los dones y todas las criaturas creadas debieran estimularnos a amar más a Dios y anhelar el regreso a la casa del Padre para estar en comunión con Él, pero no es así. Como hijos pródigos, los hombres preferimos la seducción de lo creado al amor donado, pedimos nuestra herencia para irnos a "un país lejano". 

Toda la creación nos señala lo bueno y lo mejor para nosotros pero tenemos la libertad de optar de otro modo. Tendemos a desarrollar deseos desordenados por las cosas o por las criaturas, que nos hacen desearlas más de lo que realmente las necesitamos y nos convertimos en adictos de las cosas terrenales olvidándonos de las celestiales.

Elegimos mal: deseamos los medios y obviamos el fin; preferimos lo fugaz y rechazamos lo eterno; ponemos "lo creado" en el lugar del Creador y lo convertimos en idolatría... preferimos el don al donante, la criatura al creador, lo perecedero a lo imperecedero...

Nos conformamos con deseos efímeros y olvidamos nuestro destino eterno. Buscamos placeres pasajeros y perdemos de vista el gozo auténtico de la casa eterna. Pero, igual que en la parábola lucana, nuestra correspondencia al amor generoso e infinito de nuestro padre bueno debe ser una elección propia, no puede ser exigida.

Esto fue lo que les ocurrió a nuestros primeros padres, a los primeros "hijos pródigos": se separaron del Creador y se volvieron hacia "lo creado". Se apropiaron de su herencia y "mataron" al Padre, alejándose de Él. Y nosotros heredamos su pecado...convirtiéndonos en exiliados en un país extranjero; un país "bueno" pero que no es el nuestro.

El hombre, por el mal uso de su libertad, se ha convertido en un peregrino, en un exiliado. Siempre en camino...hacia Dios o a la deriva, con paso seguro o deambulante, mirando al cielo o al suelo, como los dos de Emaús...el hombre siempre está en tránsito, el hombre siempre está en potencia que no en acto.

El pueblo de Dios está siempre en un continuo peregrinar y en un incesante éxodoAdán fue "expulsado" del paraíso (Gn 3,23-24); Caín tuvo que abandonar la casa paterna como un fugitivo (Gn 4,12-14); Noé tuvo que dejar "tierra" para embarcarse en un arca (Gn 9); los habitantes de Babel "fueron dispersados por la faz de la tierra" (Gn11,8); Abrahán abandonó su próspera Ur para emprender un viaje a una tierra lejana (Gn 12,1).

1º Exilio: Egipto

La esclavitud del pueblo israelita en Egipto a lo largo de 430 años (Ex 12,40) es símbolo de la humanidad oprimida por el pecado original. Los judíos no sólo no podían liberarse por sí mismos de aquel yugo sino que además, adoptaron hábitos y prácticas del "mundo" egipcio. Igual que nos pasa a nosotros.

El Creador, para liberarlos (en realidad, para salvarlos) tuvo que intervenir prodigiosamente con la mediación de Moisés (tipo de Cristo) y llevarlos a través del Mar Rojo, símbolo el bautismo (1 Cor 10,1-4). 

Pero Dios sabía que tantos siglos desarrollando costumbres y supersticiones paganas serían difíciles de erradicar. Por ello, les impondría una Ley exigente con nuevas costumbres referidas al culto (sacrificios de los animales sagrados en Egipto), la alimentación (abstinencias), la higiene y el sexo (purificaciones). Igual que hace hoy con nosotros...

A pesar de habernos librado del pecado original por el bautismo, seguimos sufriendo sus efectos y cayendo en nuestros hábitos pecaminosos por nuestra persistente concupiscencia. Por ello, Dios sigue ofreciéndonos medios para nuestra salvación: los sacramentos y, especialmente, el de la confesión.

1º Éxodo: hacia la tierra prometida

Sin embargo, el pueblo elegido de Dios, nada más iniciar su éxodo por el desierto, comienza a añorar sus hábitos paganos y a sentir nostalgia de su vida de esclavitud en Egipto, se rebelan contra Moisés y protestan contra Dios (Num 11,18-20). El Señor, con infinita paciencia, siguió concediéndoles todo aquello que necesitaban, a pesar de sus infidelidades. Igual que con nosotros hoy...

El pueblo judío "de dura cerviz" (Ex 32,9) se fabricó un becerro de oro, imagen de Apis, el dios egipcio de la fertilidad y montó una orgía en pleno desierto (Ex 32,1-6), símbolo de todas nuestras idolatrías, tentaciones e infidelidades. Igual que hoy en día nos fabricamos nuestros propios ídolos particulares. Moisés (tipo de Cristo) intercede ante Dios en defensa del pueblo.

Además, para conquistar la tierra prometida, tuvieron que luchar contra "siete" naciones que simbolizan los siete pecados capitales: soberbia, ira, gula, lujuria, pereza, avaricia y envidia. Lo mismo que nos ocurre hoy a nosotros...

2º Exilio: Babilonia

Tras varios siglos de constantes infidelidades y traiciones a Dios, el pueblo judío será invadido consecutivamente por cinco imperios. En el s. VI a.C., el rey babilonio Nabucodonosor asola Jerusalén y destruye el templo provocando el segundo gran destierro, esta vez hacia el este aunque menos prolongado que el anterior (50 años). El pueblo judío lo ha perdido todo: tierra, templo, identidad, idioma...y sobre todo, ha perdido el favor de Dios, alejándose de Él.

Pero a pesar de que un "pequeño resto" toma conciencia del desastre, llorando y lamentándose en los "ríos de Babilonia" (Sal 137), otros muchos deciden "quedarse" en el mundo pagano, se mezclan con mujeres babilonias, adoptan sus cultos paganos y  sus costumbres idolátricas, su lengua y el próspero "Babylonian way of life". Lo mismo que ocurre hoy.

Este segundo exilio es símbolo de nuestro pecado personal. Esta es la gran diferencia teológica: mientras que la "cautividad egipcia" es heredada como consecuencia del pecado original, la "cautividad babilónica" es consecuencia de nuestra elección, de nuestro propio pecado.

De la misma manera que en el anterior, Dios intervendrá en favor de su pueblo a través de un hombre, el rey persa Ciro (tipo de Cristo), quien decretará un edicto de liberación para el pueblo judío, permitiéndole regresar a su tierra.

Lo mismo nos ocurre a nosotros hoy día: mientras vivimos con nuestras "necesidades" satisfechas (prosperidad, seguridad, placer y confort) en la cautividad del mundo, no vemos la necesidad de regresar a la "Jerusalén paterna"; preferimos ser "amigos del mundo", adquirimos la "ciudadanía del mundo", viviendo como esclavos en la comodidad del pecado, mientras imaginamos que somos libres, que somos dignos y que somos herederos. Pero no es así...

2º Éxodo: hacia el cielo prometido

Al alejarnos de Dios, nos enemistamos con Él y olvidamos quiénes somos, de dónde venimos y hacia adónde vamos. Por eso, Dios mismo interviene de forma definitiva: Cristo encarnado nos muestra con hechos y palabras la necesidad del ayuno y la penitencia, de la "negación de uno mismo" y del abandono a la misericordia del Padre. 

Nuestro nuevo éxodo es un camino de purificación y sacrificio en el que debemos vivir las bienaventuranzas que simbolizan un "cambio de normas", un cambio de "mentalidad", una "metanoia". Cristo hace todo nuevo: lo que para nosotros es una maldición, el Señor lo transforma en bendición. La de llevarnos de vuelta a la casa del Padre.

En un mundo que evita a toda costa el sufrimiento y que proclama el bienestar material y el hedonismo, el cristiano sabe que el sacrificio nos libera de los bienes de este mundo (que son buenos y creados por Dios) y nos une a los del cielo (que son mejores y prometidos por Dios). Todo lo que Dios ha creado es bueno... pero muchos bienes terrenales están más cerca de nuestra perdición que de nuestra salvación.

Por eso, la pregunta del millón es ¿soy ciudadano del cielo o del mundo?

martes, 17 de enero de 2023

LOS 6 "AY" DE ISAÍAS

"¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien,
 que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, 
que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" 
(Is 5,20)

El capítulo 5 del libro profético de Isaías presenta una parábola similar a la que describirá Marcos en el capítulo 12 de su evangelio, y que volverá a retomar a partir del capítulo 18 hasta el 33, para detallar la desviación moral que existía en el pueblo de Israel (y que acabaría en destierro) con seis "ayes" o lamentos contra Judá, el reino del norte: los explotadores, los borrachos, los impíos, los que tergiversan la verdad, los que se creen sabios y los injustos. 

Los "ay" de Isaías son una advertencia que la profecía bíblica representa siempre en forma de lamento por las desgracias que suponen determinadas conductas pecaminosas que sólo nos traen dolor, sufrimiento, frustración y vacío, y que, a pesar de estar escritas hace casi treinta siglos, cobran rabiosa actualidad para nosotros en nuestro siglo XXI.

No obstante, el propósito de Dios que habla por boca del profeta no es tanto lamentarse (como si no hubiera remedio) sino conceder siempre al hombre nuevas oportunidades de arrepentimiento y de conversión. El Señor no deja de preocuparse por nosotros y nosotros...siempre le damos la espalda...

1º "ay" : materialismo
(Is 5,8-10 / Is 18,1-2)
"¡Ay de los que añaden casa a casa, y juntan campos con campos hasta no dejar sitio y poder habitar solo ellos el país! Lo ha jurado a mis oídos el Señor del universo: Sus muchas casas, amplias y hermosas, serán arrasadas, quedarán deshabitadas. Diez yugadas de viña darán un cántaro de vino,diez medidas de simiente producirán una sola"
"¡Ay del país del zumbido de alas, más allá de los ríos de Etiopía, que envía por el mar embajadores, en canoas de junco sobre el agua! Regresad, ágiles mensajeros, al pueblo esbelto de la piel luciente, nación temible más allá de sus fronteras, pueblo potente y dominador; regresad a la tierra surcada por ríos"
Isaías nos previene contra la idolatría del materialismo, el individualismo, el poder, la avaricia y la codicia que producen especulación y acumulación de riquezas, explotación y desigualdad, y afirma que su aparente prosperidad quedará en nada. Es lo que hoy denominamos "globalización", que trata de ofrecer una falsa seguridad. Algunos señalan este ay como el tercer jinete (caballo negro) del Apocalipsis.

2º "ay": hedonismo
(Is 5,11-17 / Is 28,1)
"¡Ay de los que madrugan, en busca de licores, y alargan el crepúsculo, encendidos por el vino, con cítaras y arpas, panderetas y flautas, y vino en sus festines, pero no consideran la acción del Señor, ni tienen en cuenta la obra de sus manos! Por eso mi pueblo es deportado, porque no comprende, los notables mueren de hambre, la muchedumbre se abrasa de sed. Por eso ensancha sus fauces el abismo, dilata su boca sin medida, allá bajan notables y plebeyos, su bullicio y sus festejos. Será doblegado el mortal, humillado el hombre, abajada su mirada altiva. Mostrará el Señor del universo grandeza en sus sentencias, y el Dios santo será santificado. Corderos pastarán como en sus pastizales y engordarán entre las ruinas los cabritos"

"¡Ay de la pretenciosa corona de los ebrios de Efraín, y de la flor caduca, joya de su diadema, allá en la cabecera del valle fértil de los tumbados por el vino!"
El profeta nos advierte contra el hedonismoel egoísmola perversión y la autocomplacenciaque producen conductas lujuriosas, desenfrenadas y desviadas del plan natural de Dios, confinando a muchos en la prisión de placeres adictivos y efímeros (sexo, droga, juego...) incapaces de satisfacer nunca.

3º "ay": impiedad
(Is 5,18-19 / Is 29,15)
"¡Ay de los que arrastran su culpa con lazos de engaño, su pecado como con cuerdas de carro, de los que dicen: Que se dé prisa, que apresure su obra para que la veamos, que se aproxime y se cumpla el plan del Santo de Israel para que lo sepamos!" 
"¡Ay de los que, en lo profundo, |ocultan sus planes al Señor para poder actuar en la oscuridad y decir: ¿Quién nos ve? ¿Quién se entera?"
El profeta nos avisa contra la impiedad, la mentira, la falsedad y el engaño que producen oscuridad y enfriamiento de la fe además de conductas burlonas y descreídas, afirmando que Dios no interviene porque no existe, exactamente igual que en tiempos de Noé y que la intención de Satanás de apartarnos de Dios. 

4º "ay": relativismo
(Is 5,20 / Is 30,1)
"¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!"
"¡Ay de los hijos rebeldes! que hacen planes sin contar conmigo, que sellan alianzas contrarias a mi espíritu añadiendo así pecado a pecado"
Isaías nos previene contra el relativismo, la rebeldía y las falsas doctrinasque crean confusión, errores y división, que interpretan, adulteran y tergiversan la ley natural divina, convirtiendo lo malo en bueno, lo incorrecto en correcto, la oscuridad en luz, lo amargo en dulce. El mismo Jesús considera esta conducta blasfemia contra el Espíritu Santo (Mc 3,29; Mt 12,31; Lc 12,10).

5º "ay": racionalismo
(Is 5,21 / Is 31,1)
"¡Ay de quienes son sabios a sus propios ojos y se creen inteligentes!"

"Ay de los que bajan a Egipto por auxilio y buscan apoyo en su caballería! Confían en los carros, porque son numerosos, y en los jinetes, porque son fuertes, sin mirar al Santo de Israel ni consultar al Señor"

Es una advertencia contra la soberbia, el orgullo, la arrogancia y la autosuficiencia de aquellos que buscan su propia gloria y reconocimiento de los demás. También de quienes se consideran sabios e inteligentes por la razón, la ciencia o la política y que niegan a Dios. Es el mismo engaño de Satanás desde el principio de la creación, intentar que el hombre viva sin necesidad de Dios.

6º "ay": injusticia
(Is 5,22-24 / Is 33,1)
"¡Ay de los fuertes para beber vino, de los valientes para mezclar licores, de los que por soborno absuelven al culpable y niegan justicia al inocente! Como la lengua de fuego devora la paja, y el heno se consume en la llama así se pudrirá su raíz y sus brotes volarán como polvo, porque rechazaron la ley del Señor del universo y despreciaron la palabra del Santo de Israel"
"¡Ay de ti, destructor que aún no has sido destruido, traidor no traicionado! Cuando hayas terminado de destruir serás destruido, cuando hayas completado tu traición, te traicionarán.
Es un aviso contra la injusticia, la falta de honradez y la inmoralidad de aquellos que utilizan favoritismos, parcialidades y nepotismos en contra de los inocentes y de la voluntad de Dios. Oscurecen la razón y enajenan la voluntad llevándoles a adoptar actitudes perversas y malvadas.

Sabemos que el pueblo de Israel, con estas conductas se alejó de Dios y la consecuencia fue que sufrió destierro, primero por el imperio asirio (reino del norte - Samaria) y finalmente por el babilonio (reino del sur- Judea). Sería luego Ciro, rey de Persia quien liberaría al pueblo, permitiéndoles volver a "su tierra prometida" y "refundarse", "renacer a Dios".
Pero Isaías también se dirige a nosotros para advertirnos de las consecuencias de caer en estas conductas: nos conducirán al exilio, nos apartarán de Dios, nos dispersarán, nos esclavizarán y nos harán perder toda nuestra dignidad, nuestra identidad, nuestra fe y nuestra comunión con Dios. Podríamos concluir diciendo que el exilio no es otra cosa que el infierno.

Sin embargo, Dios que es rico en misericordia (Ef 2,4), nos da una y otra oportunidad para que retornemos a Él, porque quiere que todos los hombre se salven (1 Tim 2,4). 

Cristo, el ungido de Dios (Is 45,1-25), en su segunda venida, nos liberará del destierro del pecado y nos conducirá a la definitiva tierra prometida para vivir en amor y comunión eternos con Dios, es decir, para cumplir la voluntad inicial y eterna de Dios. 

¡Cuánto nos ama Dios! y nosotros...¿le escucharemos? ¿le corresponderemos?

martes, 5 de julio de 2022

YO TAMBIÉN SUFRÍ EXILIO

"En el mes quinto, el día séptimo del mes, 
el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, 
Nabuzardán, jefe de la guardia, servidor del rey de Babilonia,
vino a Jerusalén. E incendió el templo del Señor 
y el palacio real y la totalidad de las casas de Jerusalén...
...demolieron las murallas que rodeaban Jerusalén. 
En cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad... los deportó... 
Y de este modo fue deportado Judá lejos de su tierra".
 (2R 25, 8-21)

La deportación del pueblo de Israel a Babilonia en el 587 a.C., tras la destrucción y ruina de Jerusalén, no fue un castigo de Dios sino la consecuencia de no escucharle, durante varios siglos, a través de los diferentes profetas (Amos, Oseas, Isaías, Miqueas, Sofonías, Habacuc, Jeremías...) que suscitó entre el pueblo y que le advirtieron del peligro de caer en la iniquidad, el sincretismo religioso y la idolatría.

Sin embargo, el exilio servirá para que el pueblo tome conciencia de todo lo que han perdido al alejarse de Dios: tierra, templo, nación, identidad, idioma... esta desolación va a ser la ocasión propicia para que el pueblo de Dios recapacite y realice una profunda metanoia, una verdadera conversión del corazón. Israel va a ser purificado por el crisol del sufrimiento y resurgirá de sus cenizas, con una fe más viva, una actitud más humilde y un corazón más dócil a la voluntad de Dios.

Y es que sólo ante la desgracia, el hombre es capaz de tomar conciencia de su fragilidad, de darse cuenta de que las seguridades del mundo son pasajeras... y así, alzar los ojos al cielo e interpelarse: ¿Por qué? ¿Cómo ha ocurrido esto? ¿Para qué?

Las dos primeras cuestiones están sobradamente contestadas. La tercera...me atrevo a contestarla y asumirla en mi propia carne: el primer paso es el lamento, a través del cual me dejo examinar por mi propia conciencia. El segundo, acercarme a Dios y, con humildad, pedirle ayuda para que me levante, me guíe y seguir adelante junto a Él.

Y lo sé, porque yo también sufrí exilio en el 2008 d.C. Yo mismo fui desterrado. Yo también fui "pueblo de Israel". Caí en la ruina y en la desgracia, y fui llevado a una tierra lejana y extranjera donde no hallé consuelo...y todo, por haber dejado entrar en mi corazón toda clase de perversidades, orgullos y autosuficiencias. Todo por haber abandonado a Dios.
Fue en el exilio de mis inseguridades donde tomé conciencia de mi fragilidad. Fue en el destierro de mis sufrimientos donde me di cuenta de todo lo que había perdido y de lo débil que era. Fue allí, en un país extraño, donde me di cuenta de que me había convertido en un hijo pródigo que no tenía ni algarrobas para llevarse a la boca. Pero sobre todo, me di cuenta de mi necesidad de estar junto a un Padre que me ama y que, porque me ama, me corrige y purifica.

Como Israel, solamente ante la desolación, sentí la necesidad de volver a acercarme a Dios. Con un nuevo corazón, fui en su busca para implorar misericordia. Pero Él, como el padre de la parábola, salió a mi encuentro y me cubrió de besos. No me dejó ni pedir perdón ni mediar palabra alguna. Dios, que sufre como un padre ante el dolor del hijo de sus entrañas en la prueba, sabe que necesito de su sabia pedagogía para que pueda acoger el amor verdadero sin reservas.
No sé si me ocurrirá como al pueblo de Israel que, con el paso del tiempo, se olvidó de nuevo de Dios, no supo reconocerle cuando se encarnó, y volvió al destierro. Pero sí sé que tengo que darle siempre gracias por cuanto me quiere, por cuanto me protege, por cuanto inclina su oído para escucharme, y también, por cuanto me ayuda y corrige, cada vez que vuelvo a caer.

Ahora sé donde encontrarle: en mi familia, en mis hermanos de fe, en aquellos que sufren exilio y marginación. Pero sobre todo, sé con seguridad que puedo encontrarle siempre en los sacramentos, donde nos ha prometido que "estará con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (cf. Mt 25,20).

"Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para ti; me postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo, y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos"
(Sal 137)



JHR