"Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo"
(Jn 20,21)
Nuestra misión como cristianos es evangelizar porque somos miembros de una "Iglesia en salida" a través de la cual, Cristo nos envía la mundo. Sin embargo, en ocasiones, no tenemos muy claro lo que debemos o no debemos hacer.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que el Señor no nos envía para que tengamos éxito porque el resultado no depende de nosotros. No busca nuestra propia eficacia porque nosotros no convertimos. Nos envía a proclamar su mensaje de amor.
Cosas que sí
1. Escuchar, pero de verdad. Es más importante que entendamos realmente lo que las personas opinan sobre alguna cuestión, que tratar de encontrar la respuesta perfecta sobre algo que ni siquiera se plantean. Y para ello, es importante saber hacer las preguntas correctas: "Que toda persona sea pronta para escuchar, lenta para hablar y lenta a la ira" (Stg 1,19).
2. Mantener la calma. Nadie se acercará a Jesús si nos alteramos y si queremos imponer nuestra opinión. Además, se nota. Es mejor que pongamos pasión en amar a los demás, y no en demostrar que tenemos razón: "Respuesta amable calma la cólera, palabra áspera excita la ira" (Pro 15,1).
3. Confiar en que Dios actúa en nuestras carencias. Todo lo que tenemos que ofrecer son nuestras pobrezas. No somos perfectos, pero damos lo que tenemos. Dios es el único que puede convertir a otra persona. Nosotros somos sólo el instrumento (imperfecto) para ello: "No es que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos nada como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios" (2 Co 3,5).
4. Decir la verdad… pero por las razones correctas. La mejor razón para decir la verdad debe partir de un amor auténtico por la otra persona y por su bien. No para demostrar que está equivocado: "Dejaos de mentiras, hable cada uno con verdad a su prójimo , que somos miembros unos de otros" (Ef 4,25); "Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no" (Mt 5,37).
5. Ser amables. Ser amable no significa siempre ser simpático. La amabilidad busca el bien del otro, la simpatía, el propio: “Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza, pero con dulzura y respeto y manteniendo una buena conciencia” (1 Pe 3, 15-16).
6. Hacer preguntas inteligentes. No sólo intentemos averiguar qué piensan, sino llegar a donde queremos ir. Es lo que se denomina “método socrático” de diálogo. Consiste en plantear preguntas con sagacidad para conducir a la otra persona hacia la verdad: "Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá" (Mt 7,7).
7. Ser caritativos. Intentemos siempre pensar en lo bueno de la otra persona, no en sus errores. Caritativo es, por ejemplo, otorgarle al otro el beneficio de la duda: "Acoged al débil en la fe, sin discutir sus razonamientos" (Rom 14,1).
8. Construir sobre la fe y la bondad que la persona nos manifieste. No nos dedicamos a destruir a los demás, sino a ayudarles a crecer: "Que cada uno de nosotros busque agradar al prójimo en lo bueno y para edificación suya" (Rom 15,2).
9. Rezar con ellos. Preguntar si tienen alguna intención por la que rezar y si quieren rezar justo en ese momento y lugar. Rezar con alguien es un testimonio convincente: "Rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo" (Stg 5,16).
10. Ser auténticos. Evangelizar significa ser un amigo auténtico de la otra persona. Así pues, quedar a comer puede ser más valioso incluso que invitarles a ir a misa o a leer la Biblia. Es una prueba de que nos preocupamos por la persona, no solo por una misión: "El amigo ama en todo tiempo, el hermano nace para el peligro" (Pro 17,17).
11. Compartir nuestro testimonio: contarles cómo impactó Dios en nuestra vida. Esto es algo que la otra persona no puede rebatir: cómo Dios nos ha cambiado. Todos necesitamos ver ejemplos del amor de Dios: "Con la ayuda de Dios, me he mantenido firme hasta hoy dando testimonio a pequeños y grandes" (Hch 26,22).
12. Evangelizar evangelizando. No creamos que necesitamos que alguien nos “entrene” para ser mejores apóstoles. Ni tampoco que necesitamos estar "formados"para amar a los demás: "Así nos lo ha mandado el Señor: Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra" (Hch 13,47).
13. Rezar. El poder de convertir corazones y vidas solo está en Dios. Nosotros mismos debemos acudir continuamente a ese poder mediante la oración: "Sed constantes en la oración; que ella os mantenga en vela, dando gracias a Dios" (Col 4,2;1 Tes 5,17; Rom 12,12).
14. Predicar la Buena Nueva. El mensaje evangélico es muy sencillo:
-Dios nos creó para que vivir en comunión con Él (Ef 2,10-14)
-Nosotros rompimos esa relación rechazando Su amor (Is 59,2)
-Nosotros no podíamos restaurar esa relación por nosotros mismos (Sal 51,12; 80,3:85,4)
-Dios Padre envió a Jesús para hacerlo en nuestro nombre (Jn 3,16)
-Es decisión nuestra aceptar este regalo de amor que Jesús nos ofrece (Mt 19,21)
Cosas que no
1. No tratar de ganar una discusión. En cierta ocasión, el arzobispo Fulton J. Sheen dijo: “Discusión que ganas, alma que pierdes”.
2. No divagar de un tema a otro. Quedémonos con el tema hasta que lo agotemos. Si nos salimos del camino, no dudemos en redirigir la conversación al tema original. “No puedes hacer grandes cosas si estás distraído por cosas pequeñas”.
3. No alterarse. Puede que bullan nuestras emociones, pero si permitimos que un tercero perciba frustración, ira, etc., le perderemos.
4. No permitir que el orgullo pueda con nosotros. Aunque parezca que no tenemos respuesta, que sepamos que la Iglesia sí la tiene o que necesitan seguir creciendo en conocimiento. La humildad es un don.
5. No hablar de lo que desconocemos. “No lo sé” es una gran respuesta. Pero es importante darle continuidad al tema, invitándoles a volver a quedar y hablar una vez que hayamos investigado el asunto.
6. No perder la esperanza. Nuestros tiempos no son siempre los tiempos de Dios. La otra persona siempre tiene libre albedrío. Respetar su libertad para decir “no” o “no sabe, no contesta”. No creamos que Dios quiere esa conversión menos que nosotros.
7. No nos expliquemos demasiado. Demasiado de algo bueno sigue siendo demasiado. Muchos creen que el argumento “correcto” y la aproximación “correcta” resolverán el problema y cambiarán la mente de alguien. No caigamos en esa trampa.
8. No utilicemos jerga clerical o elevada. Intentemos explicar todo con nuestras propias palabras, incluso aquellas más básicas que podríamos suponer que los demás conocen (como fe, esperanza, caridad, gracia, salvación, paz, salvador, oración, etc.)