¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 19 de abril de 2019

UN ÁNGEL EN GETSEMANÍ

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"Él se apartó de ellos como un tiro de piedra, 
se arrodilló y se puso a orar, 
diciendo: 
'Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz, 
pero no se haga mi voluntad, sino la tuya'.
Y se le apareció un ángel del cielo reconfortándolo. 
Entró en agonía, y oraba más intensamente; 
sudaba como gotas de sangre, que corrían por el suelo."

(Lucas 22, 41-44)

La escena de la agonía de Jesucristo en el Huerto de los Olivos o "Getsemaní" es el momento central de la Pasión de Nuestro Señor. Un momento mucho más duro que el juicio o la flagelación posteriores. Un lugar que anticipa la Cruz en el "Gólgota".

Getsemaní es el "lugar especial de oración” donde Jesús eleva una plegaria intensa, difícil, dramática.  

Getsemaní es el "lugar de la hora de las tinieblas, de la noche oscura del alma", en la que se enfrenta a Satanás y al pecado, y donde el sufrimiento se hace cada vez más difícil e insoportable.

Getsemaní es el "lugar de la súplica por la vida", en contra del poder de la muerte, cuyo abismo percibe en toda su profundidad y terror (Isaías 53,6; 2 Cor 5,21; Efesios 5,2). 
Getsemaní es el "lugar de la tristeza y la angustia, de los gritos y las lágrimas de sangre, del sufrimiento y la agonía, de la soledad y la tristeza" (Mateo 26,37; Marcos 14,33; Lucas 22, 44; Hebreos 5,7).

Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la Tuya

Según el Evangelio de San Lucas, el "Ángel Consolador" o "Ángel de la Agonía" se apareció a Jesús en Getsemaní para fortalecerlo y reconfortarlo, pero no se dice nada más, no dice qué dijo o qué hizo. 
Así, surgen algunos interrogantes sobre esta importante escena del Huerto: ¿Puede un ángel consolar, confortar, a Jesucristo, Rey de los ángeles? ¿Qué significado puede tener la presencia de un Ángel en el Huerto de Getsemaní? ¿Estaba Jesús intentando evitar su misión?

Antes de la aparición del ángel, Jesús oraba diciendo: “Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la Tuya”El cáliz del dolor es el sufrimiento causado por nuestros pecados. No es un escándalo; es un don de Dios. Por eso, le dice a Pedro, que se oponía: “El cáliz que me da el Padre, ¿No lo voy a beber?” (Juan 18,11).

El Señor está convencido que debe hacer la voluntad del Padre, aunque suponga dolor y sufrimiento (Mateo 26,39 y 42), no va a desistir en el momento crítico porque ha venido para eso (Juan 12,27-31) y no lo hace por obligación u obediencia ciega sino por un acto de amor puro a Dios padre y a todos nosotros (Gal 2,20). 

Cristo obedeció en todo a Dios Padre. Como Él mismo dice en la cruz, "Todo está cumplido". Sería absurdo que Dios Hijo dejara el cielo para cumplir su misión de Redención para que, llegado el momento, desistiese.

Su oración es su Fiat, su "Sí". Es su obediencia plena a la voluntad del Padre lo que atrae este Ángel sobre Jesús. Es por causa de esta obediencia que el ángel aparece delante del Señor.

Por tanto, Jesús no intentaba eludir su misión ni quería cumplir su propia voluntad humana.

Y se le apareció un ángel del cielo reconfortándolo

¿Estaba buscando Jesús consuelo para sí mismo?

Resultado de imagen de angel en getsemaniAunque se nos hace difícil comprender que Cristo necesite de un ángel para ser consolado, pudiéramos tratar de responder argumentando desde nuestro punto de vista humano:

-Que Su divinidad (verdadero Dios) viene en auxilio de su humanidad (verdadero hombre), enviando a uno de sus ángelesAsí, Su propia divinidad permite que uno de ellos pueda llevarle, en Su desolación, consolación.

-Que  la presencia del Ángel es una manifestación de que Dios Padre no abandona a Dios Hijo. 

Sin embargo, ambos argumentos, aún siendo posibles a nuestra lógica humana, no tienen un sentido celestial porque ni Dios Padre se comunica con Dios Hijo a través de una criatura, ni ese consuelo tenía como finalidad que Dios Padre evitara el sufrimiento de Dios Hijo, ni tampoco que Dios Hijo necesitara auxilio angélico.

El propio Jesús, instantes más tarde, cuando le vienen a arrestar y le pide al discípulo que envaine la espada, dice: "¿O crees que no puedo pedir ayuda a mi Padre, que me mandaría ahora mismo más de doce legiones de ángeles?" (Mateo 26, 53). 

Por tanto, Jesús no estaba buscando ni consuelo ni evitar que se cumplieran las Escrituras.

Entró en agonía, y oraba más intensamente; sudaba como gotas de sangre

Lucas sigue narrando el crucial momento y dice "entró en agonía" y "rezó más intensamente". Lucas sigue diciendo que "oraba más intensamente" y que "sudaba gotas de sangre". 

Al orar más intensamente y sudar gotas de sangre, no lo hacía por Él. Cristo no buscaba su consuelo ni eludía su misión, ni expresaba sólo su sufrimiento, sino el nuestro. 

Al aceptar este consuelo por nosotros, y en nuestro nombre, Jesús mostraba la realidad de su humanidad y de la debilidad humana.

Al aceptar este consuelo, por nosotros y a favor nuestro, Jesús nos expresaba anticipadamente que aceptaría también nuestra visita a Él, en nuestros momentos de desolación. Es decir, que en nuestros momentos de agonía y sufrimiento (que también son los suyos), el hecho de acompañar a Jesús, nos confortaría. Sufriendo al "hacerse pecado" por amor a nosotros, nos estaba dando ejemplo.

Al orar más intensamente y por sí mismo, Jesús nos manifestaba la voluntad salvífica del Padre respecto de nosotros. “No mi voluntad, mi voluntad espontánea de no morir, sino tu voluntad sobre mi voluntad por la salvación del mundo”. Su oración por sí mismo era también su oración por nosotros.

La voluntad de Cristo de ser consolado no es un síntoma de debilidad o egoísmo. Todo lo contrario: es un voluntad consoladora, una voluntad amorosa

Con el fin de consolarnos en Él, quiere ser consolado por nosotros. Para fortalecernos, quiso ser fortalecido por un Ángel.


Algunos "por qués" de la presencia del ángel

En Getsemaní, el ángel no habla. Mas bien, junto al resto de los coros angélicos, permanece en silenciosa contemplación de la Pasión y los sufrimientos de Cristo. 
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La presencia del ángel responde a su ruego a Dios Padre para poder contemplar la agonía de Dios Hijo y participar de la acción creadora y redentora de la Santísima Trinidad.

La presencia del Ángel en el Huerto de los Olivos responde al anhelo de los ángeles de "con-padecer" con Cristo por el pecado de los hombres, y de unirse a la contemplación y vivencia del mal, del pecado que está viviendo el Señor

La presencia del ángel responde a la manifestación de su amor a Dios Hijo, a quien Satanás, el ángel caído y rebelde, rechazó plenamente.

La presencia del ángel responde a la expresión de la adoración y alabanza de toda la creación y de toda la humanidad ya salvada.

La presencia del ángel responde a la participación en el amor que Cristo está viviendo ahora por los hombres, en la agonía de Getsemaní. 


El ángel y el buen ladrón

Quizá pudiéramos establecer un cierto paralelismo entre la presencia del ángel en Getsemaní y la del buen ladrón en el Gólgota.  Ambos, cada uno a su manera, confortan a Cristo y son confortados por Él.

Confortan a Cristo en el reconocimiento de su divinidad; son confortados por Cristo en la aceptación de su compañía, de su arrepentimiento. 

La promesa de Cristo al Buen Ladrón abrió las puertas del cielo a la Esperanza a todos los hombres. 

La presencia del Ángel en el Huerto de los Olivos abrió los ojos de todos los ángeles a la verdadera y plena adoración de la Verdad.


martes, 11 de diciembre de 2018

SOBREVIVIR A UN HIJO

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Señora mía, ¡Qué dolor el tuyo! ¡Qué dolor el mío…! 
¡Qué dolor el de ambos! ¡Se nos ha muerto un hijo…! 
El tuyo más grande, la mía pequeñita… 
¡Los dos tan hermosos!
 ¡Un Dios y una niña! 
¡Qué dolor el tuyo, entregarlo a los hombres…; 
…qué dolor el mío, entregársela a Dios!


Hoy he estado acompañando a mi mejor amigo y a su mujer, en el calvario de la muerte de su única hija de quince años, Lola. 

El desgarrador y profundo dolor de unos padres desesperados, desolados y a la vez, impotentes, nos han hecho derramar a todos, lágrimas sinceras desde lo más profundo de nuestros corazones. 

El escenario devastador de una pérdida tan irreparable nos ha hecho meditar a todos los que tratábamos de consolar, en vano, a esos padres destrozados por el sufrimiento, sobre el propósito de nuestras vidas. 

Algunos de los presentes se preguntaban ¿cómo se gestiona esto? ¿cómo se interioriza la muerte de un hijo? ¿cómo se controla esta situación?

Una vez escuché a alguien decir una frase que durante mucho tiempo he hecho mía: "Ningún padre debería sobrevivir a un hijo".  Porque la muerte de un hijo no es natural ni lógica. Porque no sólo implica la pérdida de su presencia física sino también el quebrantamiento de los sueños y proyectos que, como padres, habíamos imaginado para su vida. 

La muerte de un hijo es un "agujero negro" que todo lo engulle y que no puede explicarse. Es una "bofetada" a las promesas, a los dones y sacrificios de amor que los padres han entregado a la vida que han hecho nacer. 

Algunos psicólogos afirman que las reacciones tras un suceso tan dramático dependen de la manera en que se produce la muerte. No puedo estar de acuerdo. El dolor de los padres ante una pérdida tan inmensa es personal e intransferible. 

Nadie podemos acercarnos ni siquiera a intuirlo, ni tampoco a comprenderlo y mucho menos a explicarlo. Y seguramente sea así porque el mundo no quiere hablar de la muerte. Prefiere obviarla porque no puede explicar nada más allá de ella.

De poco sirven las palabras, seguramente sinceras, de ánimo. 

De poco sirven los consejos de los psicólogos para afrontar y reconducir esas vidas rotas y quebradas. 

De poco sirven los razonamientos humanos para explicar lo sucedido y reparar esa ausencia.

La angustia y la pena por la marcha de un hijo hace que todo nuestro universo se derrumbe, se transforme y nos avoque a la necesidad de encontrar algo más grande que nosotros mismos, para poder afrontar lo que sentimos y sufrimos; para hallar, no tanto una explicación, sino un consuelo; para encontrar, no tanto un "por qué", sino un "para qué".

A menudo, creemos que tenemos el control de nuestras vidas y la de las personas que nos rodean. Creemos que podemos gestionar cualquier situación que se nos presente. 

Sin embargo, ante la muerte de un hijo, caemos en un profundo abismo en el que tomamos consciencia de lo vulnerables y frágiles que somos. Una fosa en el presente que engulle el pasado y el futuro.
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Sólo desde los ojos de la fe, puede abrirse la única dimensión capaz de dar sentido a lo que racionalmente no lo tiene y que no logramos aceptar.

Sólo desde la mirada de la esperanza cristiana, podemos seguir caminando por este peregrinaje temporal hacia un hogar eterno. 

Sólo desde la confianza en un Dios que nos ha creado por amor, podemos llegar a vislumbrar que hemos sido pensados para algo mejor y más duradero.

Según palabras del papa Francisco: “Cuando toca a los queridos familiares, la muerte nunca es capaz de parecer natural. Sobrevivir a los propios hijos tiene algo particularmente angustioso, que contradice la naturaleza elemental de la relación que da sentido a la misma familia. Es nuestra fe la que nos protege de la visión nihilista de la muerte, como también de los falsos consuelos del mundo. Sólo desde nuestra confianza en Dios podemos sacarnos de la muerte su ‘aguijón', a la vez que podemos impedir que nos envenene la vida, echar a perder nuestros afectos y hacernos caer en el vacío más oscuro”.

Ante la pérdida de un ser querido no se debe negar el derecho al llanto. Tenemos que llorar como también Jesús "rompió a llorar" y se "turbó profundamente" por el duelo de una familia que amaba. También la Virgen María sufrió y lloró el padecimiento y la muerte de su amado Hijo.

Pero tras nuestro llanto por el durísimo paso de la muerte de un hijo, también hemos de dar el paso seguro del Señor, crucificado y resucitado, con su irrevocable promesa de la resurrección de los muertos: "Los cristianos sabemos que el amor de Dios es más fuerte que la muerte porque ésta ha sido derrotada en la cruz de Jesús y Él nos restituirá en familia a todos" (Papa Francisco).

Por eso, Lola, espéranos en el cielo. Allí, te veremos de nuevo.

jueves, 12 de enero de 2017

POR FAVOR, NO ME DES UNA RESPUESTA CRISTIANA



"Jesús se echó a llorar."
Juan 11,35 

Soy cristiano, quiero a Jesús y a Dios pero me disgustan las respuestas cristianas encorsetadas. No me gustan los que intentan darme la solución para todo con unas cuantas palabras agradables, o envueltos en una falsa espiritualidad. Sobre todo, en los momentos de angustia y de dolor.

Porque no hay nada bonito ni agradable en algunas cosas que suceden en nuestro mundo roto. Y en una muerte de un ser querido, menos.

Le pido perdón a Dios, si le ofendo pensando que un cristiano no puede arreglar todo con unas buenas palabras. Creo que Dios no necesita personas (como yo, con perspectiva, entendimiento y profundidad limitadas) para tratar de dar sentido a cosas que no tienen sentido.

¿Hay un lugar para Dios en todo esto? Por supuesto. El venció a la muerte y Resucitó. Pero debemos dejar que Dios nos dirija. A su tiempo. A su manera. Con su amor.

Y cuando suceden cosas terribles debemos decir: "Es terrible". Cuando las cosas no tienen sentido, debemos decir: "Esto no tiene sentido". Porque hay una gran diferencia entre un palabra equivocada en el momento equivocado y una palabra correcta en el momento adecuado.

Cuando mi abuela murió, lloré desconsoladamente. Estuve con ella unas horas antes, hablando. La escuché decir lo mucho que me había querido toda su vida. Y horas después ya no estaba. Me dolió profundamente. Lloré amargamente. No entendía el por qué de su muerte. Al menos, no de momento. Estaba furioso. Necesitaba tiempo para poder curar mi dolor, mi enfado y mi pérdida.


Pero lo que más me enfureció fue durante el velatorio, cuando la gente intentaba aliviarme diciendo cosas como: "Dios se la ha llevado al cielo" o "está en un sitio mejor". Eso no hizo más que retorcerme en el dolor de mi corazón, que estaba completamente roto.

Entiendo por qué me decían esas cosas... querían decirme algo bonito. Querían consolarme y por eso me lo decían. Y yo quería sentirme consolado, pero no lo estaba.

Todo era contradictorio. Quería estar llorando desconsoladamente por mi abuela un minuto y pensando que estaría en el cielo, al siguiente. Quería dar gracias a Dios y a la vez, enfadarme con Él. No había nada de razonable en todo eso.

Pero lo que sé ahora y que me hubiera gustado saber entonces, es que incluso Jesús sintió emociones profundamente humanas como el dolor y la angustia. 

En Juan 11, 32-35, se nos describe cómo Jesús recibe la noticia de que su querido amigo Lázaro ha muerto:

"Cuando María llegó al lugar donde Jesús estaba y lo vio, se cayó a sus pies y dijo: 'Señor, si tuvieras Mi hermano [Lázaro] no habría muerto. "Cuando Jesús la vio llorando, y los judíos que habían venido con ella también llorando, se sintió profundamente conmovido de espíritu y turbado. -¿Dónde lo has puesto? -preguntó. 'Vengan y vean, Señor', contestaron. Jesús se echó a llorar."

Sí, Jesús lloró y lloró por su querido amigo en ese momento devastador y desgarrador. Y Él es Dios. El hecho de que Él pueda identificarse con mi dolor es muy reconfortante para mí.

Hay un momento para recibir una respuesta cristiana de amigos bien intencionados. Desde luego. Pero también hay un momento para llorar con un amigo herido desde lo más profundo de tu alma. Y por eso, le pido a Dios que me (nos) ayude a conocer la diferencia.

Querido Padre y Señor mío, gracias por estar allí, en mis momentos más oscuros. Sé que eres real y que tú eres el único que puede traer consuelo a situaciones aparentemente imposibles. Por favor ayúdame a encontrarte en los momentos más aciagos. Amén.

 "Alegraos con los que se alegran; Llorar con los que lloran. Vivid en armonía unos con otros".Romanos 12, 15-16

"Una persona encuentra alegría en dar una respuesta adecuada - ¡y cuán buena es la palabra oportuna!" Proverbios 15,23 

Piensa en alguien que esté pasando por una situación realmente difícil. ¿Cómo puedes consolarlo? 

Consolar implica acompañar, ser útil, llorar con él y en definitiva, asegurarse de que sus necesidades físicas y emocionales se cumplan en este difícil momento. Permite que Dios te guíe mientras intentas consolar de la forma correcta a tu amigo.