¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 7 de diciembre de 2017

CREYENTE O CRISTIANO

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"En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, 
en que os amáis unos a otros" 
(Juan 13, 35)

¡Cuántas veces hemos escuchado: "soy católico pero no practicante"!

Generalmente, se refieren a que sólo creen pero poco más. No obstante, ir a misa los domingos tampoco define a una persona como católico practicante, como cristiano, como discípulo de Jesús.

Personalmente, no me gusta lo de "católico practicante". Yo prefiero hablar de creyentes y de discípulos. Ser discípulo es mucho más que ir a misa o participar en ella, es mucho más que rezar, es mucho más que "ser bueno".

Ser discípulo no sólo es decirlo sino demostrarlo en cada momento de nuestra vida, no sólo en la parroquia sino también en nuestro día a día, en nuestras tareas habituales, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestros ámbitos sociales o de amistades.
Ser cristiano es llevar una vida coherente con la Fe de Cristo, y que en definitiva es imitar a Jesús, seguirlo. 

Es demostrar con nuestros hechos y palabras que Jesús es el centro de nuestra vida, que pertenecemos a la Iglesia que Él ha fundado y que no nos quedamos en el hecho de repetir determinados ritos, en cumplir algunas normas o ir a determinados lugares y ciertos días.

Hoy más que nunca es necesario testimoniar a Cristo, ser "luz del mundo", mostrar a todos que es posible vivir de acuerdo a la fe.

Me gustaría compartir algunas diferencias que, en mi opinión, existen entre ser creyente y ser discípulo (cristiano/católico):


El creyente espera panes y peces; el discípulo es pescador.
El creyente lucha por crecer; el discípulo por reproducirse.
El creyente gusta del halago; el discípulo del servicio.
El creyente "hace"; el discípulo "es".
El creyente entrega parte de sus ganancias; el discípulo entrega parte de su vida.
El creyente es cómodo; el discípulo es revolucionario.
El creyente busca que le animen; el discípulo anima.
El creyente rehúye el compromiso; el discípulo asume responsabilidades.
El creyente murmura y reclama; el discípulo obedece y se niega a si mismo.
El creyente es "yo"; el discípulo es "ellos".
El creyente trata de "deslumbrar"; el discípulo "alumbra".
El creyente suma; el discípulo multiplica.
El creyente es ahorro; el discípulo inversión.
El creyente es soldado acuartelado; el discípulo es soldado atrincherado.
El creyente sueña con la iglesia ideal; el discípulo hace la iglesia real.
El creyente necesita de campañas para animarse; el discípulo vive en campaña porque está animado.
El creyente espera un avivamiento; el discípulo es parte de él.
El creyente agoniza sin morir; el discípulo muere y resucita para dar vida.
El creyente es socio; el discípulo es servidor.
El creyente piensa “ojala”; el discípulo dice “aquí estoy”.
El creyente hace amigos; el discípulo hace discípulos.
El creyente espera recompensa; el discípulo es recompensado mientras se da.
El creyente espera que oren por él; el discípulo reza por los demás.
El creyente espera que el mundo cambie; el discípulo lo cambia.
El creyente busca ser amado; el discípulo ama.

domingo, 20 de agosto de 2017

¿POR QUÉ ESPAÑA YA NO ES CATÓLICA?








El cristianismo en España tiene una larga historia de casi dos mil años y se remonta a la evangelización por parte de Santiago apóstol. Se dice que Jesús le dejó a Pedro su Iglesia; a Juan, a Su Madre, la Virgen María; y a Santiago, España.



Después de veinte siglos, más de la mitad de los católicos del mundo hablan español gracias a Santiago Apóstol, a los Reyes Católicos y, en general, a España, tierra de santos, mártires y misioneros que la convierten en depositaria de la identidad evangelizadora en el mundo. 

Sin embargo, la Católica España, la única en la historia que derrotó y reconquistó al Islam esta bendita “tierra de María”, la que evangelizó a todo un continente entero y cuyos misioneros llevaron la Cruz de Cristo hasta los confines de la tierra, la que hizo al mundo hablar con Dios en español, esa España...está recibiendo los golpes más virulentos de Satanás y de sus servidores. 

La España luz de Trento, martillo de herejes, cuna de santos. La España que derrotó a la media luna en Lepanto salvando a la Cristiandad de una nueva invasión islámica. La España que luchó y venció al protestantismo de Lutero y al liberalismo de Napoleón y al comunismo ateo, a la Internacional Socialista y a la masonería, ha izado la bandera blanca del relativismo, símbolizando su rendición.


Satanás tiene como blanco principal a España y así lo atestiguan las palabras y acciones tanto de sus secuaces externos (yihadistas e islamistas) como de los internos (progres y radicales de la izquierda). 

Los furibundos ataques vienen principalmente del exterior, pero lo más peligroso y letal es la actitud de los que forman esa España católica, que al callar está pecando por omisión.

Pérdida de identidad 


Según la Iglesia, en la actualidad, España es el octavo país católico del mundo por número de fieles, en torno a 37 millones de personas (87,79 % de la población), y su estructura institucional es de las más desarrolladas (70 diócesis, 25.281 sacerdotes, 13.364 religiosos masculinos, 52.243 religiosas femeninas y 22.680 parroquias). 

La mayoría de los españoles sigue asistiendo a la iglesia para los sacramentos cristianos (bautizo, comunión, boda, funeral), aunque el porcentaje de seguimiento de estas prácticas se ha reducido sustancialmente: las bodas civiles han pasado del 24 % en 2000 al 44 % en 2006. 

Los nombres que se ponen a los hijos siguen siendo los cristianos, incluso entre los no creyentes, aunque la tendencia se reduce cada año.

El calendario laboral sigue marcado por las "fiestas de guardar", con independencia del valor espiritual que les de por parte de quienes las disfrutan, puesto que domingos, festivos y vacaciones están casi mayoritariamente
 secularizados y sometidos a las nuevas formas de ocio, en lugar de para dar gracias y alabar a Dios. 



La secularización se ha instaurado de forma generalizada en todos los ámbitos de la vida social española y pone en entredicho muchos aspectos relativos a la fe católica en España: las misas en televisión, la financiación de la Iglesia, el uso y disfrute de los edificios religiosos, la Semana Santa, la Navidad, etc.

Los que se declaran católicos
Según una encuesta del CIS de 2016, los españoles que se declaran católicos son cada vez menos. Si hace 10 años el 79% de los entrevistados se identificaba con esta confesión religiosa, hoy este porcentaje sólo alcanza ahora al 72,1% de la sociedad española. Es decir, siete de cada 10 personas. El 2,4% se declara creyente de otra religión, el 13,3% no creyente 13,3 %, y el 9,8% ateo.

Los que asisten a misa

Sin embargo, aunque la mayoría de los españoles continúa declarándose católicos, no ocurre lo mismo con el cumplimiento del precepto dominical. Más de la mitad de los españoles declaran no asistir a misa "nunca o casi nunca". Según la misma encuesta, la frecuencia de asistencia a misa u otros oficios religiosos, sin contar las ocasiones relacionadas con ceremonias de tipo social, por ejemplo, bodas, comuniones o funerales es: casi nunca 59,4 %, varias veces al año 14,7 %, alguna vez al mes 8,8 %, casi todos los domingos y festivos 14,2 %, varias veces a la semana 1,8 %.

Resultado de imagen de asistencia a misaLa asistencia a misa es mayor entre mujeres que entre hombres, entre personas mayores que entre jóvenes, entre personas de menor renta que entre los de mayor renta, así como entre los que residen en municipios con menos de 10.000 que entre las que viven en pueblos mayores o en ciudades. Hay una mayor praxis rural que urbana.

Por último, el sur de España es mucho más participativo que el norte por su presunta devoción mariana, la Semana Santa, las romerías, etc.. Sólo tres Comunidades Autónomas mantienen una práctica religiosa superior al 25% de la población: Castilla y León, Castilla-La Mancha y Navarra.

Los que se casan por la Iglesia

Según el Instituto nacional de estadística, hace tan sólo 15 años, siete de cada 10 bodas (el 70%) se celebraban según el ritual católico. Sin embargo, en el año 2013, sólo tres de cada 10 bodas (30%) se celebraron en el marco de una Iglesia. 

Los que bautizan a sus hijos
Desde el año 2007, el número bautismos no ha dejado de reducirse. No es una cuestión provocada por la natalidad sino por el deseo de los padres de ofrecer a sus hijos una "fals libertad de elección". En el año 2013 nació un 13% menos de niños que en el 2005. Sin embargo, se registró un 21% menos de bautizos, según datos proporcionados por la Conferencia episcopal de la Iglesia española. 

Los que son jóvenes católicos 
La sociedad española en la medida que avanza en su "progreso y modernización", se seculariza de manera directamente proporcional, particularmente con los jóvenes, de los que sólo un 10,3% se declara católico practicante. En el año 2002 era un 29,2%

España ya no es un país católico. La radiografía de un católico español podría establecerse como la de una mujer, mayor de 65 años, que vive en el ámbito rural, de clase obrera y con educación primaria o secundaria, generalmente del interior de España.

¿Qué significa ser católico?


La gran mayoría de los españoles no aceptan los postulados de la Iglesia Católica ni van a misa, ni leen (o tienen) la Biblia, ni se casan por la iglesia, ni se oponen al aborto o a las uniones entre personas del mismo sexo, ni cumplen la cuaresma, ni la castidad prematrimonial ni tantas otras cosas.

Sin embargo,
 se niegan a declararse ateos o agnósticos, llevan a sus hijos a la escuela concertada católica, siguen celebrando las procesiones en Semana Santa, van a romerías (Rocío) y a peregrinaciones (Camino de Santiago). 

Resultado de imagen de renovacion carismatica catolicaExiste una gran contradicción entre el hecho que tres de cada cuatro españoles sigan declarándose como católicos pero sólo uno de cada diez españoles vaya a misa. Por ello, algunas cuestiones principales que deberíamos hacernos son ¿qué significa ser católico? ¿Definirse católico es suficiente para ser católico? ¿qué contradicción encierra la palabra "católico practicante"?

Según la Iglesia Católica, son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el pueblo de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada una según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo. 

Básicamente, todos los bautizados son católicos. Sin embargo parece razonable afirmar que ser católico exige algo más que la voluntad de los padres de uno de serlo y el simple hecho de definirse como tal.

Algunos dicen ser "católicos pero no practicantes".  ¿Cómo se puede ser madre y no cuidar de un hijo? ¿Cómo se puede ser jugador del Real Madrid y no jugar al fútbol? ¿Cómo se puede estar vivo y no respirar? No se puedeSegún el Derecho canónico, un católico no practicante es una persona que está bautizada y se auto-define como católica, pero que no practica su fe en su plenitud, pero desde mi punto de vista es una incongruencia. 

Creo que es un error absurdo tratar de definir a los cristianos por la fe que confiesan y no por los actos que realizan. Un cristiano es aquel que sigue los pasos de Cristo, un católico es aquel que vive el Evangelio en su propia vida, aquel que tiene su fe como una forma de vida, y no como una ideología, como un conjunto de normas o como un acto social. 

Para mí, no existen católicos practicantes o católicos no practicantes, ni cristianos practicantes o cristianos no practicantes. Como tampoco existe el agua seca, el sol helado o el embarazo sin gestación. O sigues a Cristo o no lo sigues. O eres cristiano o no lo eres; o eres católico o no lo eres.

Más bien, creo que se trata de "católicos a la carta", que se consideran a sí mismos católicos, pero bien disienten de alguna enseñanza o doctrina de la Iglesia, o bien no están dispuestos a ningún tipo de compromiso que les saque de sus zonas de confort.

España ya no es católica



La Iglesia Católica y, con ella toda la sociedad española, no ha podido evitar en los últimos 30 años, la caída estrepitosa de los valores éticos y morales propios de una España identitariamente católica. Nos hemos despertado una mañana y nos hemos dado cuenta que España ya no es católica, no es cristiana. 


La España católica ha renunciado a ser luz y sal del mundo, echándonos en brazos de una espiritualidad tibia y cómoda.

Una moral a la medida, sin grandes compromisos, sin grandes alardes y, sobre todo, escondida en la intimidad. 

Una identidad apocada en lo religioso y casada por miedo con lo políticamente correcto y, sobre todo, con el "qué dirán". 



Auto-crítica

Tenemos lo que nos merecemos. Estoy convencido de que, desgraciadamente, la situación empeorará en el futuro. El aborto, la prostitución, el consumo de drogas, la eutanasia, las uniones homosexuales, la ideología de género, etc. están a la orden del día y se han instaurado en nuestra conciencia social como habituales, normales y lo que es peor, como indiscutibles.

Tenemos lo que nos hemos buscado. Desde mi pertenencia a la Iglesia católica considero que la pérdida de la identidad cristiana española se ha producido por la dejación de su función de Madre y Maestra:
  • Una Madre que ha malcriado a sus hijos permitiéndoles toda clase de caprichos y que, en ocasiones, no ha sido capaz de acoger y abrazar a sus hijos.
  • Una Maestra , que no ha formado ni a su clero, que ha aceptado el relativismo como método para no "perder almas" ni a su laicado, que se ha preocupado por vivir una espiritualidad puramente pelagiana, en la que la acción social y asistencial ha sido idolatrada dejando a un lado la vida espiritual, sacramental y piadosa. 
Tenemos lo que hemos sembrado. Como miembro del pueblo de Dios en la tierra, quiero condenar enérgicamente las malas prácticas pasadas y presentes de muchos sacerdotes (conceptuales, sexuales, educacionales, etc.) que han echo un flaco favor a la Iglesia de Cristo, así como pedir perdón a todos aquellos que, por haberlas sufrido en primera persona se han alejado y opuesto a ella.

Tenemos lo que hemos concebido. Nuestra generación ha conseguido lo que nadie consiguió en siglos y siglos: arrancar a Cristo del alma de España. O lo que es lo mismo, matar a España. Porque España, o es cristiana o no es. 

Ante la renuncia a la radicalidad del mensaje de Jesús y la claudicación hacia lo peor del modernismo que muchos sacerdotes de la Iglesia han practicado durante décadas, secundados por una feligresía adormecida, embelesada o anestesiada por las luces de la falsa libertad que se disfraza de tolerancia, la Iglesia española se encuentra en un momento difícil para reaccionar. Tanto es así, que ni siquiera nos dejan opinar ni actuar sobre determinados temas, o lo que es peor, ni nosotros mismos queremos hacerlo.

Cuando un mensaje se diluye, se oculta, cuando se duda de él y no se proclama ni se defiende a ultranza, el enemigo aprovecha para "colarse" con todo su poder bélico a destruirlo. Es entonces, cuando la fe católica queda descafeinada y el mensaje de Cristo desprovisto de su valor para la humanidad.

Resultado de imagen de catolicoEl día en que todos los obispos y los sacerdotes vuelvan a predicar la radicalidad del Evangelio, el mensaje de amor que Dios ofrece a todos los hombres, la necesidad de sanar y alimentar el alma, la alegría de servir y amar al prójimo, y la necesidad de poner a Cristo como principio y centro de toda verdad y vida…. ese día, habremos dado el primer paso para volver a ser lo que nunca debimos haber dejado de ser. 

El día en el que todos los laicos y cristianos católicos dejen de hablar de "practicantes o no practicantes", dejen de vivir su fe en la intimidad o en la tibieza y vean el Evangelio como una forma de vida y no como una ideología, ese día, habremos resucitado nuestra identidad.

Mientras todo eso no ocurra, seremos cual nuevos Boabdiles y lloraremos como tibios aquello que no supimos defender como cristianos, como hijos del Rey de Reyes, como soldados de Cristo.

Quiero ser optimista y estoy convencido de revertir esta situación con la ayuda del Espíritu Santo y porque es Dios quien otorga la victoria. Victoria que tenemos asegurada por la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. 

Con su ayuda, recobraremos nuestra identidad como Iglesia y como seguidores de Cristo, y en ello pondré todo mi empeño y esfuerzo, aunque todavía nos quede mucho invierno por pasar, mucha batalla por pelear y mucha persecución por sufrir. 

Como consagrado a su sagrado corazón, me encomiendo a la poderosa intercesión de Nuestra Madre y Señora, la Virgen María, así como a la de todos los santos y todos los coros angélicos, para que nos protejan, nos defiendan y nos fortalezcan y poder seguir honrando, seguir imitando a los que nos precedieron combatiendo y luchando “inasequibles al desaliento”con Dios, por Dios y por España. 

Así sea.

jueves, 5 de enero de 2017

DIFERENCIAS ENTRE UN CREYENTE Y UN CRISTIANO

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"No todo el que me dice: ¡Señor! ¡Señor!, entrará en el reino de Dios, 
sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial."

He escuchado muchas veces esta afirmación: "Soy cristiano (católico) pero no practicante". La misma frase encierra una incongruencia y una contradicción o, quizás un completo desconocimiento de la diferencia entre ser sólo creyente o ser cristiano. Posiblemente porque lo que realmente quieren expresar es que creen en Dios pero no le conocen.

Muchos dicen creer en Dios pero eso no les hace cristianos. Los demonios también creen en Dios y no son cristianos: "¿Tú crees que hay un solo Dios? Muy bien. Los demonios lo creen también, y tiemblan." (Santiago 2,19).

El diccionario define a un cristiano como “una persona que cree en Jesús como el Mesías, o en la religión basada en la enseñanza de Jesús.” Aunque éste es un buen punto de partida para entender qué es ser cristiano, esta definición no alcanza a expresar en realidad la verdad bíblica de lo que significa ser un cristiano.
La palabra “cristiano” es utilizada tres veces en el Nuevo Testamento: en Hechos 11,26; Hechos 26,28, y 1 Pedro 4,16.

Los seguidores de Jesucristo fueron llamados “cristianos” por los no creyentes en Antioquía, debido a que su comportamiento, actividad y forma de hablar fueron como los de Cristo y fue utilizado de un modo despectivo y para burlarse de los cristianos (Hechos 11,26). Literalmente significaba “partidario o seguidor de Cristo.”

Desgraciadamente con el paso del tiempo, la palabra “cristiano” ha perdido mucho de su significado y a menudo es utilizada para describir a alguien religioso o que tiene altos valores morales, en lugar de un verdadero seguidor de Jesucristo nacido de nuevo en el espíritu como vemos en Juan 3,3. 

Mucha gente que no confía plenamente en Jesucristo, se considera cristiana simplemente porque asiste a la iglesia o vive en un país “cristiano.” Pero asistir a la iglesia, cumplir los mandamientos o ser una buena persona no le hace a uno ser cristiano, al igual que ir al Bernabéu no le hace a uno ser madridista. 

Ser un miembro de una parroquia, asistir a las misas regularmente, y dar dinero en la colecta, no nos hacen cristianos. Ser bueno tampoco. Muchas personas han sido buenas y no han conocido a Jesús.

La Biblia nos enseña que las buenas obras, por sí solas, no nos hacen aceptables a Dios. En el libro de Tito 3,5 nos dice que “nos ha salvado, no por la justicia que hayamos practicado, sino por puro amor, mediante el bautismo regenerador y la renovación del Espíritu Santo.” Es el amor el que define a un cristiano, en primera instancia.

Un cristiano es alguien que ha nacido de nuevo en Dios (espiritualmente hablando) y que pone su fe y confianza en Jesucristo. Esto lo vemos en Juan 3,3-7, y en 1 Pedro 1,23. En Efesios 2,8 leemos que “Habéis sido salvados gratuitamente por la fe; y esto no es cosa vuestra, es un don de Dios.” 

Un verdadero cristiano no es aquél que simplemente cree en Jesucristo. Un verdadero cristiano es seguidor y aprendiz de Jesucristo. Es decir, implica esforzarse por imitar el ejemplo de Cristo durante toda su vida.

Un verdadero cristiano es una persona que reconoce que Jesucristo murió en la cruz como pago por todos los pecados de cada uno de nosotros y que resucitó al tercer día para obtener la victoria sobre la muerte, para dar la vida eterna a todos los que creen en Él. 

Un verdadero cristiano es hijo de Dios, es parte de la familia de Dios porque han recibido al Maestro. Juan 1,12 nos dice: “A todos los que lo reciben, a los que creen en su nombre, les da el ser hijos de Dios.” 
Un verdadero cristiano vive como Cristo vivió; es decir, haciendo lo que Él hizo y evitando lo que Él evitó. El cristianismo es un camino de vida. Un verdadero discípulo de Jesús es aquél que le sigue e intenta vivir según su ejemplo.

Dios pone un deseo en el corazón del cristiano de cambiar totalmente su estilo de vida y le incentiva a llevar una vida encaminada a la santidad

La marca de un cristiano verdadero es demostrar amor hacia los demás y obediencia a Dios (1 Juan 2,4 y 10).

Ser sólo creyente no es ser cristiano. Creer en Dios no significa necesariamente que experimentemos su amor y mantengamos una relación personal con ÉlTodo cristiano es creyente pero no todo creyente es cristiano:

Un creyente cree en Jesús. Un cristiano ama a Jesús.

Un creyente sigue una religión, una serie de preceptos morales, una lista de cosas que debe o no debe hacer. Un cristiano hace de todo eso un estilo de vida.

Un creyente va a la iglesia los domingos. El cristiano sabe que una comunidad cristiana es el paradigma donde poder vivir su fe.

Un creyente reza para pedir cuando las cosas se ponen difíciles. Un cristiano reza continuamente y sin cesar, y da gracias a Dios por todo.

Un creyente adapta su fe a su estilo de vida. Un cristiano trabaja para hacer que su estilo de vida se adapte al Evangelio.

Un creyente se sacrifica cuando cree que es conveniente. Un cristiano se sacrifica siempre, sin importar el resultado.

Un creyente se compromete cuando no hay riesgo. Un cristiano se compromete sin importarle el riesgo.

Un creyente se ajusta a la presión social de su entorno. Un cristiano se mantiene firme a la tentación.

Un creyente comparte su fe cuando sea fácil y cómodo. Un cristiano comparte su fe siempre.

Un creyente sabe acerca de Jesús. Un cristiano conoce personalmente  a Jesús y le tiene como su Señor y Salvador.

Un creyente se configura según la moda, la cultura y el entorno. Un cristiano se configura en Jesús.

Un creyente da a los demás lo que le sobra. Un cristiano da la vida por los demás.





sábado, 27 de agosto de 2016

CONFESIONES DE UN ALEJADO



De acuerdo, no soy cristiano, al menos, no comprometido (no me gusta eso de "practicante") o lo que vosotros llamáis "alejado", pero he tomado la decisión de ir a misa este domingo. 

No esperéis mucho de mí. Si pasa algo (cosa que dudo) es posible que medite sobre ello. Algo me dice que tengo que ir, pero no estoy seguro de por qué. Pero antes, quiero deciros un par de cosas sobre mí:

Resultado de imagen de cristianos no practicantes en misa1. Seguramente no voy a entender el lenguaje religioso o algunas frases que voy a escuchar, como "morir en la carne y vivir en el Espíritu", "Dios está en mí", "Tomad y comed, este es mi cuerpo", "vivir una vida plena", etc. 

Resultado de imagen de cristianos no practicantes en misaSi la misa transcurre sobre una conversación llena de términos teológicos o de elevación religiosa, probablemente no entienda la mitad de las palabras ... y tal vez pensaré que el cura está un poco loco o que esto no es para mí.

Seguramente no sea capaz de seguir el ritual, las oraciones, o cuándo hay que levantarse o arrodillarse. 

Probablemente, esto último no lo haré. Ni tampoco cantaré ni rezaré ni comulgaré. Y os pido que no me miréis como a un "bicho raro".

2. Cuando me preguntéis cómo estoy, que sepáis que no confío en vosotros. Probablemente mentiré, y diré que estoy bien y que la misa me ha gustado. No es que yo no quiera deciros la verdad, es que tengo algunas heridas y no quiero confiároslas, aún. ¿Qué tal si me contáis primero vuestra historia? Si me gustáis y tengo la impresión de que no estáis intentando convencerme de nada, os contaré la mía.

3. Tengo un lenguaje bastante duro, incluso amargo y rudo acerca de algunas de "vuestras cosas". Si tengo la sensación de que me habláis desde una mentalidad de superioridad, no os escucharé. Si percibo que estáis esperando vuestro turno para hablar "de lo vuestro", en lugar de escucharme e interesaros de verdad por mí, no me va a interesar. No esperéis que sea como vosotros. Al menos, no todavía.

4. No os molestéis en hacer un gran esfuerzo por presentarme a toda la gente de la parroquia. Quizás, un par de personas, a lo sumo, pero por favor, no me hagáis un comité de bienvenida. Estoy aquí como observador. Necesito un poco de espacio y algo de tiempo. Aún no soy "uno de los vuestros".

5. No busco que mostréis un excesivo interés en mí. No quiero sentirme como parte de vuestro proyecto de salvación personal o ser "uno de los que tenéis que convertir". Si Jesús es quien dice que es, entonces estaré deseoso de verlo reflejado en cada uno de vosotros. Así es como funciona, ¿no?
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6. Voy a tener muchas preguntas, pero necesito que me digáis la verdad, no vuestras preferencias o vuestros argumentos o lo que piensa personalmente el cura.  

Lo cierto es que fui educado en un colegio de curas y mi experiencia es algo negativa. No me gustan los curas. Por favor, sólo me interesa lo que pueda ser de utilidad para mí.

7. Necesito sentirme como en casa. Sentirme bienvenido, acogido y escuchado, pero creo que al final, será "más de lo mismo" ¿Existe un límite de tiempo o algo en mi visita antes de que me vaya a sentir incómodo? Es decir, yo he estado en otras parroquias, y siempre he sentido que aquello no era para mí, que intentaban "lavarme el cerebro". ¿Cuánto tiempo se necesita en vuestra parroquia para que me sienta así?

Perdonar mi falta de tacto. Sé que sabréis comprender mi actitud.

Gracias.

Os veo este domingo en misa.





viernes, 18 de diciembre de 2015

"MODO OFF": INVITADOS QUE SE EXCUSAN



Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo:
 “¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!”
Él le respondió: “Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos;
a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados:
‘Venid, que ya está todo preparado.’
Pero todos a una empezaron a excusarse.
El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.’ 
Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses.’
Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir.’
Regresó el siervo y se lo contó a su señor.
Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo:
 ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad,
y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos.’
Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio.’
Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa.’
Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena”.
Lucas 14, 15-24

Toda la Iglesia de Cristo, es decir, todos nosotros, estamos invitados a participar en la alegría del evangelio (Mateo 28, 19-20), pero, como en la parábola, muchos de nosotros, sus invitados, uno tras otro, ofrecemos excusas para no ir. A veces, da la sensación que Cristo necesita mendigar para que los hombres acepten el amor que les ofrece. Es algo muy triste.
¡No aceptamos la invitación! Decimos que sí, pero nos escabullimos. O directamente, decimos que no, aludiendo que no estamos suficientemente bien vestidos para asistir, que no estamos preparados, que no estamos formados. Hemos llegado a un punto que nos conformamos sólo con estar en la lista de los invitados: cristianos pero no practicantes.

Y eso es una incongruencia, porque ser cristiano es seguir a Cristo y lo que Él nos pide significa ponernos en acción, ponernos en misión. No existen cristianos no practicantes: o practican o no son cristianos.

Asistir a su fiesta es hacer comunidad, comunidad cristiana; entrar en la Iglesia es participar de todo aquello que tenemos, de las virtudes, de las cualidades, de los dones y talentos que el Señor nos ha dado.

Ir a su fiesta significa volcarse en el servicio a los demás, significa estar disponible para aquello que el Señor Jesús nos pide, evangelizar el mundo, darle a conocer. En definitiva, amar. Y así le pagamos el sacrificio que hizo por todos nosotros, dándole la espalda.

¿Por qué muchas personas rechazan la invitación?, si se trata de una gran fiesta. ¿Por qué buscan tantas excusas? ¿Les resulta un compromiso al que no están dispuestos? ¿Es porque están demasiados ocupados en “sus cosas”? ¿En mantener su comodidad? ¿En seguir siendo esclavos de sus rutinas? 

Lo que Él nos ofrece no es opcional si queremos seguir sus pasos. No es dejar de vivir, sino todo lo contrario; no es esclavitud, sino libertad basada en amor: un amor indescriptible que es necesario descubrir. No es suficiente con ser "buenos", con no matar o no robar, no es suficiente con ir los domingos a misa. Hay algo más. Nuestro Señor no quiere tibieza ni medias tintas (Apocalipsis 3, 15-17). 

Dios, por medio de su hijo, Jesucristo, se da completamente: su amor es eterno; su misericordia, infinita; su bondad, ilimitada; su entrega en la cruz, generosa hasta el máximo; su vida, sanadora. Y nos llama a que nosotros, aspiremos a ser como Él: a entregarnos en cuerpo y alma y, en definitiva, a amarlo con la misma locura con la que nos ama Él.

Pero nosotros, amparándonos en su inequívoco amor paternal, en su indudable misericordia y en su buena fe, de no obligarnos a amarlo y a serle fiel, nos alejamos de Él. 

Le decimos NO! a su invitación.

El punto de equilibrio de un cristiano no está basado en cómo somos en comparación con el resto del mundo sino en cómo somos en comparación con Cristo.

¿Verdaderamente le seguimos? o ¿fingimos seguirlo? ¿Creemos en Él o lo amamos?

¿Qué nos está pasando? ¿Por qué estamos paralizados, inactivos, desenchufados, en modo “off”? ¿Por qué nos negamos a la “acción”, a ponernos en modo “on”?

Posiblemente sea porque damos más importancia a la sacralización, a la formación, a la uniformidad, a la falsa tradición, a los ritos, signos y normas, en definitiva a la moral ideológica del cristianismo, que al amor que Jesús nos demostró y que hoy también, nos ofrece.

Nos hemos olvidado que Él es la Luz. Si abandonamos la Luz, nos movemos en las tinieblas.

Nos hemos olvidado que Él es el Camino. Si nos apartamos del camino, nos perderemos.

Nos hemos olvidado que Él es la Verdad. Si nos apartamos de la verdad, caeremos en la mentira y en el engaño.

Nos hemos olvidado que Él es la Vida. Si nos apartamos de la vida, sólo nos espera la muerte.


Ya tienes la invitación...vendrás?