¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 4 de noviembre de 2022

¡AHORA HA VENIDO "ESE" HIJO TUYO...!

"Hace tantos años que te sirvo, 
y jamás dejé de cumplir una orden tuya, 
pero nunca me has dado un cabrito 
para tener una fiesta con mis amigos; 
¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, 
que ha devorado tu herencia con prostitutas, 
has matado para él el novillo cebado!" 
(Lc 15,29-30)

¡Ahora ha venido ese hijo tuyo...! Es lo que le dice el hijo mayor de la parábola al Padre, al regresar su hermano (Lc 15,30). No dice "ese hermano mío" sino "ese hijo tuyo...", una expresión despectiva que parece hacerse eco de otra similar: "La mujer que me diste..." (Gn 3,12). El hombre, cuando se siente "destronado" o "interpelado", siempre se excusa y culpa a Dios.

Las palabras del evangelio de Lucas muestran una terrible realidad que muchos, que hemos estado alejados y hemos regresado arrepentidos a la Iglesia, sufrimos con frecuencia: las miradas de recelo y desprecio de algunos de nuestros "hermanos mayores" por recibir la gracia de Dios. Incluso le increpan por alegrarse y recibirnos con una fiesta.

Desgraciadamente, algunos que se consideran a sí mismos justos y fieles, conciben la casa de Dios como algo propio y exclusivo en la que ellos deciden dónde, cómo, cuándo y quién puede recibir la gracia divina. Parecen decirle a Dios cómo ser Dios y qué debe hacer.

Pero el Señor mismo les contesta en otro pasaje del evangelio con la parábola de los jornaleros de la viña: "¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" (Mt 20,15). Dios es bueno y aunque creó al hombre bueno, éste siempre cae en la tentación de ser malo.

El Ca­te­cis­mo de la Igle­sia Ca­tó­li­ca dice que la en­vi­dia es la tris­te­za que se ex­pe­ri­men­ta ante el bien del pró­ji­mo y el de­seo des­or­de­na­do de apro­piár­se­lo. Y el diccionario afirma que el término "envidia", que proviene del latín in- "poner sobre" y videre, "mirada", es decir, poner la mirada (malintencionada) sobre algo o alguien, "ver mal", con maldad o con "mal ojo", es justamente el sentido que Dios nos enseña en estas parábolas y que quiere que evitemos. 

Sin embargo, ni la envidia del hermano mayor ni la de los trabajadores tempraneros proviene sólo por su errónea idea de "injusticia retributiva" de Dios, sino por la alegría del "hijo resucitado" y por el hecho de que los jornaleros tardíos reciban el mismo salario al final del día.

Y es que estos "hermanos mayores" no llegan a comprender cómo es Dios realmente y cuán infinita es su misericordia y su bondad. No son capaces de ver...o, peor aún, "ven con maldad"...porque los celos les ciegan y la envidia les envenena. No comprenden que Dios no paga ni premia por nuestros méritos, sino porque Él es Amor... gratuito, infinito y para todos.
Esa incapacidad para alegrarse por la gracia divina derramada sobre otros, les lleva por celos a clericalizarse, a "farisearse", a sentirse orgullosamente superiores, a apropiarse de Dios y a proclamarse a sí mismos "dueños exclusivos de la gracia". 

La envidia es una actitud pecaminosa que tiene su origen en el orgullo y la soberbia, que conduce a prejuzgar y a difamar a nuestro hermano (en realidad, a "asesinarlo" ), que va en contra de la unidad de la Iglesia y que es "el pe­ca­do dia­bó­li­co por ex­ce­len­cia", según San Agustín, pues trata de alejarnos de la comunión con Dios y con los demás, buscando la división en el seno de Su familia, como hace también en el de la familia humana. 

¡Cuánto nos cuesta alegrarnos del bien ajeno! ¡Cuánto nos cuesta reconocer y apreciar la dignidad y los derechos de los demás como hijos del mismo Dios! ¡Cuánto nos cuesta "compartir" a Dios con otros! 

Sí, queremos a Dios para nosotros solos, pero en realidad, lo hacemos por un sentido egoísta de propiedad y no porque le amemos de corazón. ¡Estamos muy lejos de Él, aunque Él esté cerca de nosotros!...como el hijo mayor de la parábola.

El Señor nos advierte: "Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas" (Juan 10, 11).  "Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial. [Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido.] …No es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños" (Mt 18,10-11.14).

Si nos fijamos bien en todas las parábolas llamadas "de la Misericordia" (el hijo pródigo, los trabajadores de la viña, la oveja extraviada, el dracma perdido...), Dios siempre nos invita a la alegría y el gozo. Y por ello, nosotros los cristianos, ¿no deberíamos alegrarnos junto con el Señor porque encuentre a las ovejas descarriadas, a las monedas perdidas o al hijo "que estaba muerto"? (cf. Mt 18, 12-13; Lc 15,8-10).

La memoria de Dios sobre cada ser humano, el pensamiento amoroso que somos cada uno de nosotros, debería hacernos recapacitar sobre el riesgo de no perdonar (Mt 6,15), de ser rencorosos y olvidar -abandonar- el amor (Ap 2,4-5)…Porque sin amor, "nada somos" (1 Cor 13).

Dice el Ca­te­cis­mo de la Igle­sia Ca­tó­li­ca que la en­vi­dia es la tris­te­za que se ex­pe­ri­men­ta ante el bien del pró­ji­mo y el de­seo des­or­de­na­do de apro­piár­se­lo. Así pues, el gozo por el bien de nuestro prójimo sólo puede darse por un deseo ordenado y desinteresado que mire con los mismos ojos misericordiosos de Dios, o con la misma mirada tierna de Cristo, que no busca envidiar ni apropiarse sino enamorar y entrar en comunión.

Sigamos la invitación de san Pablo: "Que la esperanza os tenga alegres" (Rm 12,12). "No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros" (Gal 5,26). O la del rey David: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal 118,1). 

Así pues, la alegría debe ser la razón de nuestra esperanza en las promesas de Cristo y el agradecimiento, la actitud de nuestra confianza en la misericordia de Dios. 

Alegrémonos de la gracia que Dios derrama en otros hermanos, no por el aprecio insignificante que los hombres damos a una oveja frente a cien o a una moneda frente a diez, sino por el inmenso valor que tenemos todos y cada uno de nosotros para Dios.


"Alegraos, justos, y gozad con el Señor" 
(Sal 32, 11)

martes, 23 de junio de 2020

EL COMBATE ESPIRITUAL: PECADOS VS. VIRTUDES

"No mancha al hombre lo que entra por la boca, 
sino lo que sale de la boca, 
eso es lo que mancha al hombre. 
Lo que sale de la boca brota del corazón; 
y esto es lo que hace impuro al hombre, 
porque del corazón salen pensamientos perversos, homicidios, 
adulterios, fornicaciones, robos, difamaciones, blasfemias. 
Estas cosas son las que hacen impuro al hombre." 
(Mateo 15,11 y 18-20)

El Enemigo, Satanás, sabedor de mi fragilidad, debilidad y falibilidad humanas, se vale de muchas tretas para minar mi moral y generar el mal en mi corazón. El mal es un fuerza que se desarrolla en el exterior pero que se origina siempre en mi interior.

En el campo de batalla del pensamiento, una de sus perversas estrategias consiste en infectar mi mente con oscuras ideas e infames pensamientos que turban y debilitan mi conciencia

Estas ideas o pensamientos generan en mí, estados de ánimo que me hacen perder la esperanza, el amor y la fe en Dios, que exteriorizo en forma de excusas y que me conducen a la tibieza, esa que tanto repugna a Dios (Apocalipsis 3,16). 
La tibieza, disfrazada de excusas, es una clara derrota en el ámbito de mi batalla interna y espiritual contra el Imperio

Amparada en mis esperanzas y temores, en mis caprichos y apegos, en mis egos, me conduce hacia lo relativo y lo indeterminado, hacia lo ambiguo y lo confuso, hacia las sombras y las tenebrosas noches oscuras, que me hacen dudar de Dios y tambalearme en mi fe.

En el campo de batalla de la voluntadSatanás se vale, además, de objetos y cosas visibles, las tentaciones, para potenciar estos pensamientos y hacer surgir así las pasiones desordenadas. 

Logismoi vs Logoi

Los Padres del Desierto consideran estos pensamientos reiterativos, persistentes y obsesivos sugeridos por el mismo Satanás y el origen de la caída del espíritu y de la traición a nuestra naturaleza primigenia creada por Dios. Los denominan "pensamientos malvados y erróneos" o "logismoi" (en griego, pasión malvada).
Todos estos deseos, impulsos, pasiones, vicios son, sin duda, mis propios demonios interiores, que tienen su campo de batalla en mi propia humanidad pero que no proceden de mi naturaleza original a imagen y semejanza de Dios, aunque sí deforman la realidad de mi voluntad y me producen inquietud, ansiedad, duda y confusión.

Para los Padres de la Iglesia, existen 7 tipos de logismoi que dividieron en dos categorías:

-Tres vicios concupiscentes hacia el deseo de posesión:

  • gastrimargíaΓαστριμαργία (glotonería, gula, ebriedad)
  • porneíaΠορνεία  (lujuria)
  • filargyríaΦιλαργυρία (avaricia, amor al dinero)

-Cuatro carencias, privaciones o frustraciones:
  • acedíaἈκηδία (depresión, desesperanza, pereza) 
  • lypeΛύπη (tristeza)
  • orgéὈργή (cólera, ira, crueldad, violencia)
  • hyperefaníaὙπερηφανία(vanagloria, orgullo, soberbia). 

Para combatir estos logismoi (pensamientos incorrectos) y convertirlos en logoi (pensamientos correctos), nos enseñan una metodología que consiste en la confrontación de los primeros con los segundos, que podemos encontrar en la Sagrada Escritura. 

"Casualmente", los logismoi coinciden con los pecados capitales, y los logoi, con las virtudes cristianas.
San Bernardo considera que todos los logismoi tienen su origen en la avaricia (amor al dinero), la ambición (orgullo, soberbia) y la curiositas (superficialidad, dispersión), tres ideas erróneas que todos tenemos y que debemos combatir: Yo no valgo, yo no puedo o yo no sé

Estas excusas expresan el mal que se oculta detrás de la avaricia (yo no valgo y busco valer mediante el tener cosas), detrás de la ambición (yo no puedo y busco dominar todo) y de la curiositas (yo no sé y busco información fuera de mí constantemente).

Mediocridad vs Santidad

El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, actualiza esta enseñanza metodológica de los Padres de la Iglesia, enumerando 14 logismoi o frases comunes de hoy, que  llama "muletillas de la mediocridad", y que contrapone con "palabras de santidad" o "palabras de vida eterna", es decir, enseñanzas de la Biblia y del pensamiento cristiano que nos ayudan a luchar contra éstas y a vencerlas: https://www.youtube.com/watch?v=wecMJgYVduo

Yo tengo algunas similares y que escucho a menudo:

1. "No hay que ser tan radical"
Para muchos "radical" es algo peyorativo. Según el diccionario, "radical" significa "de la raíz o relacionado con ella y afecta completamente. La raíz de un cristiano es Cristo. Él es la vid y nosotros los sarmientos. Si no estamos unidos a ella, no damos fruto,  nada podemos. Todo cristiano o es radical o no es cristiano.

Es, sin duda, una excusa que señala una falsa prudencia y que oculta una peligrosa acediaProvoca que muchos ejerzan una fe de "mínimos". Son como los malos estudiantes que, apelando a la ley del mínimo esfuerzo, tan solo aspiran al aprobado, y que llegada la hora, suspenden. No buscan la santidad, que es un mandato directo de Cristo. Se conforman con la mediocridad. 

La respuesta cristiana es: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mateo 5,48)

2. "Dios es misericordioso y todo lo perdona"
Este pretexto nace de un profundo desconocimiento de Dios y denota un relativismo extremo. Algunos dicen que no importa lo que hagamos porque, al final, Dios nos perdonará todo. Olvidan que Dios es, en efecto amor, pero su misericordia es inseparable de su rectitud y de su justicia. Si fuera como dicen, ¿qué sentido tienen entonces sus mandamientos? Eso no es misericordia, es "misericorditis".

La respuesta cristiana es: "Al justo le alegra la justicia; en cambio, al culpable le aterroriza" (Proverbios 21,15)

3. "Basta con ser buena persona"
Una excusa poco cristiana, porque nuestra vida no consiste en solo ser buenos y evitar las cosas malas, sino en discernir cuál es la voluntad de Dios para cada uno de nosotros y cumplirla. 

La respuesta cristiana es: "Que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto"  (Romanos 12,2)

4. "La Biblia es un libro anticuado"
Hoy, muchos están supeditados a las modas, a lo que hace o dicta la mayoría. Lo nuevo es lo que vale, lo actual es lo que interesa. 

Para algunos, la Biblia es un libro escrito hace dos mil años sin ningún valor para la sociedad actual. Incluso, la tildan de machista y homófoba. El problema es que ninguno de ellos la ha leído. Ninguno escucha a Dios.

La respuesta cristiana es: "Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo" (Salmo 119,89)

5. "No puedo"
Una frase llena de ironía que protagonizó "Chiquito de la Calzada". Fuera de bromas, es la excusa de la perezaCierto es que nuestra capacidad humana es limitada, pero muchas veces, cuando decimos "no puedo", en realidad queremos decir "no quiero"
El diablo hace todo lo posible para hacernos confundir el "no puedo" y el "no quiero". Nos convence de que no podemos, de que no somos nada y cuando nos lo creemos, nos "deja tirados".

La respuesta cristiana es: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta"  (Filipenses 4,13)

6. "Yo no valgo"
Es una variante de la anterior que se convierte en dañina soberbia porque lucha contra la humildad. Es auto-desprecio, falsa modestia, falsa sencillez. Es un acto de ateísmo, revestido de victimismo. Es separarse de Dios, no reconocer que Dios me sostiene, me llama, tiene un plan para mi. 

Dios no llama a los capacitados, capacita a los que llama, decía San Agustín. Dios no da puntadas sin hilo, Dios no se equivoca conmigo. Él siempre me asiste con su gracia. C.S.Lewis decía: "ser humilde no es pensar menos de ti, sino pensar menos en ti"

La respuesta cristiana es: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Corintios 12,9)

7. "No tengo tiempo"
Es una variante de la anterior que consiste en dar largas y posponer las respuestas y decisiones. El enemigo nos cuela ese "mañana" para que no vivamos el "hoy". Y a veces, nos lleva al pasado para lo mismo. A menudo decimos "no tengo tiempo" cuando, en realidad,  queremos decir "no tengo tiempo para eso". Es la excusa del desprecio.

La respuesta cristiana es:  "Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo"  (Hebreos 3,15)

8. "A mi me parece...creo que...no todo es blanco o negro..."
Son las respuestas de la tibieza, de lo relativo, de lo subjetivo, del "todo vale". Es  dar una opinión personal con rango de inmutabilidad y valor absoluto por el mero hecho de ser "mi parecer". 
Para el tibio, no existe el bien y el mal, el cielo y el infierno, el diablo y Dios. El gris define al tibio: "todo vale". No hay verdad ni validez universal. Todo depende de lo que cada uno opine. Todas las opiniones son válidas...todas las religiones son verdad...

La respuesta cristiana es: "Porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca" (Apocalipsis 3,16)

9. "No hay que juzgar a los demás"
Esta excusa tiene "trampa" porque, en realidad, se escudan en esto para no corregir. Es la respuesta del buenismo.

Por supuesto que un cristiano no debe juzgar a su hermano pero sí tiene obligación de corregir, en privado, con sutileza y caridad. Quien no corrige peca de omisión. El deber de un cristiano es buscar la propia salvación y la de sus hermanos. No corregir un error de otro es no amarle.

La respuesta cristiana es: "Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo; ten, pues, celo y conviértete" (Apocalipsis 3,19)

10.  "Perdono pero no olvido"
Es el falso perdón de quien tiene un corazón endurecido, amargado y lleno de resentimiento. No podemos ser auténticos cristianos si no cumplimos lo que rezamos en el Padrenuestro: "Padreperdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden". Estaríamos mintiendo a Dios en su cara.

La respuesta cristiana es"No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete" (Mateo 18,22)

11. "Abre tu mente y déjate llevar"
 "Déjate llevar por las emociones". Es confundir lo 'intuitivo' con cualquier ocurrencia; no tener límites, con no tener principios. Es negar la capacidad de discernimiento. Chesterton decía: "Tener la mente abierta es como tener la boca abierta, seguro que  te entran moscas".  

La respuesta de un cristiano es: "Lámpara es tu Palabra, Señor, para mis pasos"  (Salmo 118)

12. "Lo que importa es lo que sientas"
Es la falsa excusa del sentimentalismo, de la fe emocional, afectiva, sensible, propia de la cultura irreflexiva, inmadura, superficial y frívola que sólo tiene deseos  y apetencias: un día me soy cristiano y al siguiente, no; un día estoy embarazada y al siguiente, no; un día me apetece y al siguiente, no.
Ser cristiano no depende de nuestro estado emocional, ni de nuestros deseos, sentimientos o apegos, aunque sean buenos. Tampoco depende de nuestras alegrías o tristezas momentáneas, de nuestros miedos o dudas. La fe cristiana es la confianza plena y el seguimiento a una Persona: Cristo. Aunque a veces, no le veamos o no le sintamos.

La respuesta cristiana es: "La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve" (Hebreos 11,1)

13. "No quiero...no me apetece..."
Es una versión de la anterior: la excusa contra la fuerza de voluntad. Al menos, está excusa es sincera. Pero es un drama vivir atrapado en la negación, en el "no quiero", en el "no me apetece": "Señor, hoy no quiero seguirte, hoy no me apetece ir a misa".

La querencia y la apetencia esclavizan al hombre y le mantiene inmaduro. Sólo tiene deseos y apetencias. La falta de voluntad tiene un gran poder adictivo. Pensamos que todo depende de lo que queremos o de lo que nos apetece, hasta que nos damos de bruces con la realidad.

La respuesta cristiana es:  "Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo" (Mateo 16,24)

14. "Ojalá tuviera esa fe..."
Esta es la excusa que lucha contra la perseverancia. El Papa Francisco asocia santidad y paciencia. El Apocalipsis dice: "Vence el que persevera". Es la excusa del hartazgo, de la atonía, de la falta de interés, de compromiso, de paciencia.

San José María Escrivá hablaba de la mística de la 'ojalatería'... Si la cosa fuera distinta, quizás...; si estuviéramos en otro entorno, quizás... Son evasivas. El padre Mendizábal decía que "la tentación es querer cambiar de caballo, cuando lo que Dios quiere es que cambie el caballero"

La respuesta cristiana es: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lucas 1,38)

15. "Con todo lo que yo he hecho por..."
Más que una excusa, es una queja: "Con todo lo que yo he hecho y qué poco me lo han agradecido". Es una versión del rencor, de la búsqueda de reconocimiento, de aceptación, de sentirnos imprescindibles o, hasta superiores al resto. Es la queja de la vanidad y la soberbia.

Pero los cristianos no buscamos reconocimiento, aceptación o aprobación. Buscamos, reconocemos, aceptamos a Cristo y Él nos aprueba. Siempre digo que mi público es Dios: "Señor, para tu gloria hago todo". Y Él me dice: "Yo te veo".

La respuesta cristiana es: "Dios, que ve en lo escondido, te recompensará" (Mateo 6,6)

Seguro que si seguimos pensando, nos salen muchas más...pero creo que son suficientes para que "el que tenga oídos, que oiga".

jueves, 22 de septiembre de 2016

EXCUSAS PARA NO IR A MISA



Ir a misa es disfrutar de una celebración sin igual en nuestras vidas. Es encontrarnos con Dios para seguir participando de su sacrificio y agradecer el don infinito de la salvación que nos ha dado. Ir a misa es un adelanto de la gloria que viviremos con nuestro Padre en la vida eterna.

Sin embargo, cuántas veces nos hemos auto-convencido de no ir a misa bajo la tentación de alguna excusa: ¿Para qué ir si no entiendo nada? ¿Dónde dice que es obligatorio?, estoy cansado, es aburrido, vaya rollo…

He aquí las principales excusas:

La Iglesia está llena de hipócritas 

Todos somos pecadores, pero no debemos juzgar al prójimo.  Juzgar no ayuda a nadie, ni a ti ni a mi, ni a nadie y tampoco cambia la situación. "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra". 

Precisamente porque somos todos pecadores, vamos a misa a buscar la misericordia de Dios. Por eso, es normal encontrar ahí a tantos hipócritas y pecadores, mentirosos y avaros, vanidosos y lujuriosos, etc. 

Ahora bien, si tu no eres nada de eso, sino que eres perfecto, no hace falta que vayas. El Papa Francisco dijo en una audiencia: "Si uno no se siente necesitado de la misericordia de Dios, si uno no se siente pecador, ¡es mejor que no vaya a Misa! Vamos a Misa porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús y participar en su redención y en su perdón"

No necesito la Iglesia para estar con Dios

Si un amigo te dijera que no necesita ir a verte a tu casa, ni hacer gestos concretos y explícitos para demostrarte su cariño porque le basta con recordarte, ¿no dudarías de que su amistad? 

Si un amigo no fuera a un funeral de un ser querido con la excusa de que le recuerda en su mente y en su corazón, ¿no dudarías de su cariño?

El movimiento natural del amor surge en el interior, se desborda y se manifiesta en el exterior.  Por eso, la misa es un recuerdo, un memorial al que asistimos los amigos de Jesús, porque no podemos (ni queremos) olvidar lo que hizo por nosotros. Lo hacemos presente, no como algo del pasado.

La misa es muy aburrida

Lo mismo le ocurría a mi hijo pequeño: se aburría con el fútbol hasta que vino un día al Bernabeu y le expliqué de qué iba todo ese lío, le expliqué las reglas, conoció de cerca a los jugadores, las tácticas, las distintas competiciones, etc.

No fue fácil. El proceso de incorporación a veces necesita tiempo, pero al final hace su trabajo. Hoy es un fanático empedernido (más que yo) del Real Madrid. 

Salvando todas las distancias, en el caso de la misa, uno se aburre por desconocimiento y falta de ganas de integración y entonces, es incapaz de disfrutar de las grandezas de la misa. Es necesario entrenarse: conocer mejor las reglas, los signos, la teología, y empezar a encontrarle el gusto. Cuesta. Es verdad, pero vale la pena. El tiempo se encargara de hacer su trabajo. 

Iré cuando lo sienta, nunca obligado

¿Acaso dices que solo tienes hambre de vez en cuando y que solo comerás cuando lo necesites, cuando lo creas conveniente? No, ¿verdad?. El cuerpo nos obliga a alimentarlo. Es cuestión de vida o muerte. Es inevitable. 

Lo mismo te pasaría si descubrieses esa hambre espiritual que clama desde lo hondo del corazón con intensidad. Es imposible no desear alimentar el espíritu. Es cuestión de vida o muerte:  "Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida" (Jn 6, 53-55)".

No me gusta ir a misa

Utilizar el criterio de los sentimientos para decidir qué hacer o no hacer en la vida es una actitud infantil y poco madura. 

Si sólo hiciéramos lo que nos apetece, muchas actividades importantes de nuestra vida quedarían sin efecto. Si nos rigiésemos por esta ley caprichosa acabaríamos enfermos (no quiero esa medicina), siendo despedidos del trabajo (no quiero ir a trabajar) o no desarrollaríamos muchos de nuestros talentos (no quiero ir al colegio). 

La madurez nos descubre que los sacrificios son parte fundamental de la vida, son experiencias que nos permiten crecer y desplegar con plenitud nuestra existencia. 

Con un poco de esfuerzo y perseverancia muchas de las actividades que al inicio nos cuestan (y por ende no nos gustan), con el tiempo comienzan a adquirir el sabor de la familiaridad, de la sana rutina del buen hábito, del sacrificio que libera, del rito capaz de darle un profundo sentido a la vida; y así poco a poco se nos desvela la belleza y el gran valor que se nos ocultaban a primera vista. 

En el caso de la Eucaristía es tremendo poder descubrir la presencia real de Dios y la posibilidad de compartir con Él una hora junto a Él.

La misa es para los viejos

No es cierto. Depende del lugar. Aunque sí es cierto que en muchos lugares de Europa es así. Ahora bien, los ancianos nos dan una cátedra de vida en ese sentido: por la sabiduría adquirida a través de los años y por el aproximarse inminente de la inexorable muerte, logran vislumbrar con más claridad lo esencial de la vida que es invisible a los ojos, y se arriesgan, como pocos jóvenes lo harían, a dar ese salto de fe y a vivir contra-corriente, y llevar con coherencia su fe. 

Muchos vuelven a ir a misa y a rezar habitualmente porque saben que allí encuentran "ese fármaco de inmortalidad, ese antídoto para no morir, ese remedio para vivir en Jesucristo para siempre" (San Ignacio de Antioquía). 

Qué importa el qué dirán y las falsas apariencias de este mundo que pasa. Deberíamos aprender del testimonio y experiencia de nuestros mayores (como nos aconseja el Papa Francisco). 

¿Cómo evitar llegar a esa situación donde los jóvenes dejan de practicar la fe? Si tú eres uno de esos viejos sabios, sigue dando tu testimonio con valentía y trata de llevar a misa a tus nietos mientras se dejan llevar. Si tú eres uno de esos jóvenes inmortales que creen que la vida no acaba y la muerte no llega, y que ha puesto su fe en sí mismo, medita más sobre estos misterios y pregúntate ¿hacia dónde vamos? ¿qué hacemos aquí? ¿qué hay después de esta vida? ¿por qué tantas personas mayores van a misa? ¿qué ven ellos que no veo yo? Tal vez así podrás adquirir esa sabiduría profunda que falta en nuestros días y volverás a ir a misa.

Voy siempre a misa pero no veo ningún cambio en mi.

La comunión es el gran acto de fe. No todo lo que recibimos podemos medirlo, cuantificarlo con criterios perfeccionistas, efectivistas y pragmáticos. 

Hay un misterio que late allí que va mucho más allá de nosotros, mucho más allá de nuestro campo de comprensión, un cambio real que sucede siempre: el Cuerpo de Cristo crece, aumenta, se eleva, porque el Señor se hace presente en nuestro corazón. 

Por eso hay que creerle a Jesús cuando recibimos los sacramentos: "El que los recibe más frecuentemente, recibe más frecuentemente al mismo Salvador, porque el mismo Jesús así lo dice: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Timoteo de Alejandría). 

Si le creemos, necesariamente nuestra vida cambiará, es la lógica de la gravedad y de la inercia: si el centro es Cristo, las órbitas de nuestra vida cambian y eso se nota. 

No entiendo la dinámica de arrodillarse y levantarse todo el tiempo.

Somos seres espirituales y materiales. Por eso, no podemos vivir sin mediaciones, sin contacto, sin símbolos. La palabra símbolo viene del griego sym (con, juntos) y ballein (verbo que significa arrojar, poner), el resultado es elocuente, se trata de poner juntas dos cosas, que separadas no poseen un significado completo, con el fin de que adquieran la plenitud de este

Cada vez que nos arrodillamos, santiguamos, ponemos de pie, estamos realizando una serie de signos litúrgicos llamados a expresar simbólicamente una serie de realidades. 

En el caso de la misa lo más extraordinario es que muchos de los símbolos se vuelven no solo portadores de un mensaje o representación de un concepto, sino que realizan efectivamente aquello que significan. Por ejemplo, cuando el cura  alza la hostia y dice las palabras de la consagración esta “poniendo juntos”, la realidad material de un trozo de pan y una serie de oraciones formales; ambas cosas por separadas no pueden decirnos mucho, pero juntas, se convierten en el Cuerpo de Cristo. Nosotros por nuestra parte nos arrodillamos. Ese gesto que otras ocasiones podría no significar nada (me arrodillo para buscar un objeto que se cayó), en este momento al hacerlo delante de la hostia, que es el Cuerpo de Cristo, se convierte en un signo, un símbolo de verdadera adoración.

En mi parroquia no hay una misa sobria con recogimiento

Primero hable con su Párroco y vea cuál es el problema de fondo. Tal vez se lleve una sorpresa. Tenga presente que Dios ha suscitado toda clase de espiritualidades. 

La Iglesia sobreabunda de carismas con diversos matices y colores. No es que unos sean mejores que otros, simplemente somos distintos. Dios lo sabe y por eso nos regala tantos dones. Por eso, así como a ti no te ayudan los cantos en otro idioma y la música con guitarra, hay quienes, paradójicamente, no se recogen con el rito tridentino y con los cantos gregorianos. 

No juzgues, respeta y valora la pluralidad que es el signo de la grandeza de Dios, único capaz de sostener en unidad los polos opuestos. En todo caso, siempre puedes buscar otra Iglesia cercana que responda mejor a tu sensibilidad espiritual. 

Recuerda: sólo corrige allí donde no se cumplan las normas litúrgicas correspondientes o se practiquen abusos. Del resto, maravíllate y da gracias a Dios.

No soporto el contacto físico con desconocidos

La misa es la celebración cumbre de una comunidad que entra en comunión total, formando un solo Cuerpo. Aquí todo se mezcla: cuerpo, alma, espíritu. Todo se unifica en Cristo, Cabeza del Cuerpo. Por ende, si quieres evitar el contacto y consideras a tu prójimo un desconocido (y no un hermano), estás en el lugar equivocado. 

Aquí todo es contacto y hermandad. Como decía Pablo “Vivo yo, ya no yo, Cristo vive en mí”, y vive en mi hermano que comulga junto a mí y vive en todos los que participamos de Él. Todos formamos un solo Cristo, vivimos su vida, realizamos su misión. Somos una nueva humanidad, la humanidad en Cristo. Estrechamente unidos, más que por la sangre de familia, por la sangre de Cristo, y en Cristo, por Cristo, y para Cristo vivimos en este mundo.

No puedo concentrarme, me dan ataques de risa

Si es risa de alegría y gratitud por los dones recibidos (eucaristía significa acción de gracias) me parece legítimo. Hay gente que es espontáneamente alegre. Eso sí, trata de no molestar a los demás, es decir, ríete contenidamente. Tampoco se te ocurra reírte durante la consagración, pues allí se reactualiza la pasión de Nuestro Señor (que de gracioso tiene poco). 

Si por el contrario, tu risa es expresión de superficialidad burlesca e infantil, haz un esfuerzo y trata de madurar. Si no obtienes resultados pídele al Señor la gracia o llama a tu médico. Fuera como fuera, la meta es que la misa sea un reflejo de tu vida. 



viernes, 18 de diciembre de 2015

"MODO OFF": INVITADOS QUE SE EXCUSAN



Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo:
 “¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!”
Él le respondió: “Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos;
a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados:
‘Venid, que ya está todo preparado.’
Pero todos a una empezaron a excusarse.
El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.’ 
Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses.’
Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir.’
Regresó el siervo y se lo contó a su señor.
Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo:
 ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad,
y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos.’
Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio.’
Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa.’
Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena”.
Lucas 14, 15-24

Toda la Iglesia de Cristo, es decir, todos nosotros, estamos invitados a participar en la alegría del evangelio (Mateo 28, 19-20), pero, como en la parábola, muchos de nosotros, sus invitados, uno tras otro, ofrecemos excusas para no ir. A veces, da la sensación que Cristo necesita mendigar para que los hombres acepten el amor que les ofrece. Es algo muy triste.
¡No aceptamos la invitación! Decimos que sí, pero nos escabullimos. O directamente, decimos que no, aludiendo que no estamos suficientemente bien vestidos para asistir, que no estamos preparados, que no estamos formados. Hemos llegado a un punto que nos conformamos sólo con estar en la lista de los invitados: cristianos pero no practicantes.

Y eso es una incongruencia, porque ser cristiano es seguir a Cristo y lo que Él nos pide significa ponernos en acción, ponernos en misión. No existen cristianos no practicantes: o practican o no son cristianos.

Asistir a su fiesta es hacer comunidad, comunidad cristiana; entrar en la Iglesia es participar de todo aquello que tenemos, de las virtudes, de las cualidades, de los dones y talentos que el Señor nos ha dado.

Ir a su fiesta significa volcarse en el servicio a los demás, significa estar disponible para aquello que el Señor Jesús nos pide, evangelizar el mundo, darle a conocer. En definitiva, amar. Y así le pagamos el sacrificio que hizo por todos nosotros, dándole la espalda.

¿Por qué muchas personas rechazan la invitación?, si se trata de una gran fiesta. ¿Por qué buscan tantas excusas? ¿Les resulta un compromiso al que no están dispuestos? ¿Es porque están demasiados ocupados en “sus cosas”? ¿En mantener su comodidad? ¿En seguir siendo esclavos de sus rutinas? 

Lo que Él nos ofrece no es opcional si queremos seguir sus pasos. No es dejar de vivir, sino todo lo contrario; no es esclavitud, sino libertad basada en amor: un amor indescriptible que es necesario descubrir. No es suficiente con ser "buenos", con no matar o no robar, no es suficiente con ir los domingos a misa. Hay algo más. Nuestro Señor no quiere tibieza ni medias tintas (Apocalipsis 3, 15-17). 

Dios, por medio de su hijo, Jesucristo, se da completamente: su amor es eterno; su misericordia, infinita; su bondad, ilimitada; su entrega en la cruz, generosa hasta el máximo; su vida, sanadora. Y nos llama a que nosotros, aspiremos a ser como Él: a entregarnos en cuerpo y alma y, en definitiva, a amarlo con la misma locura con la que nos ama Él.

Pero nosotros, amparándonos en su inequívoco amor paternal, en su indudable misericordia y en su buena fe, de no obligarnos a amarlo y a serle fiel, nos alejamos de Él. 

Le decimos NO! a su invitación.

El punto de equilibrio de un cristiano no está basado en cómo somos en comparación con el resto del mundo sino en cómo somos en comparación con Cristo.

¿Verdaderamente le seguimos? o ¿fingimos seguirlo? ¿Creemos en Él o lo amamos?

¿Qué nos está pasando? ¿Por qué estamos paralizados, inactivos, desenchufados, en modo “off”? ¿Por qué nos negamos a la “acción”, a ponernos en modo “on”?

Posiblemente sea porque damos más importancia a la sacralización, a la formación, a la uniformidad, a la falsa tradición, a los ritos, signos y normas, en definitiva a la moral ideológica del cristianismo, que al amor que Jesús nos demostró y que hoy también, nos ofrece.

Nos hemos olvidado que Él es la Luz. Si abandonamos la Luz, nos movemos en las tinieblas.

Nos hemos olvidado que Él es el Camino. Si nos apartamos del camino, nos perderemos.

Nos hemos olvidado que Él es la Verdad. Si nos apartamos de la verdad, caeremos en la mentira y en el engaño.

Nos hemos olvidado que Él es la Vida. Si nos apartamos de la vida, sólo nos espera la muerte.


Ya tienes la invitación...vendrás?