¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 6 de febrero de 2017

¿POR QUÉ ESTAMOS LLAMADOS A PERTENECER A UNA PARROQUIA CONCRETA?

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En ocasiones, me sorprende hasta qué punto llegamos con nuestros deseos, hasta qué punto elevamos nuestras exigencias o hasta qué punto nos sentimos ofendidos cuando alguien o algo no está a la altura de nuestras expectativas. 

Sin embargo, se vuelve realmente preocupante cuando ese nivel de exigencia influye en nuestra actitud hacia nuestra propia parroquia. En algún momento, la mayoría de nosotros, que crecimos en una cultura cristianizada, examinamos con lupa nuestra parroquia y vemos que alguna otra parroquia tiene mejor espiritualidad, o mejor música, o un ambiente más actual, o mejor acogida, o un sacerdote que nos aporta más. O lo que sea. 

Nuestra iglesia se ha convertido repentinamente en algo que ya no nos atrae, que no es guay, porque estamos convencidos de que merecemos algo más ... ¡merecemos algo mejor!

Así que... nos vamos. Salimos "por patas".

Pero me gustaría argumentar algunas razones que Dios nos muestra por las que debemos permanecer en una parroquia que no cumple nuestras expectativas o que, simplemente, no es lo suficientemente "guay" para nosotros:

Nos muestra la naturaleza de la Iglesia

La iglesia no es un lugar, no es una institución, no es un edificio, no es un sacerdote. La iglesia es el pueblo de Dios, unido a pesar de sus diferencias de raza, credo, estatus, ideas o educación, por medio de la gracia y la fe en Jesucristo. 

Nos convertimos en consumidores exigentes cuando vemos a la iglesia como una institución, puesta en el mundo para satisfacer nuestras necesidades espirituales, en lugar de verla como comunidad cristiana, como un espacio donde servir al prójimo.

Cuando decidimos quedarnos, estamos reconociendo que realmente permanecemos en ella para crear Iglesia, para servirla, a ella y a los demás, en definitiva, para cumplir con la voluntad de Dios, en lugar de pensar que la Iglesia está para satisfacer nuestras necesidades y para servirnos a nosotros.

Es entonces, cuando adoptamos una posición activa, es decir,  de "dar", en lugar de una posición pasiva, es decir, de "recibir".

Nos muestra la naturaleza de la humildad

¿Qué significa ser humilde? Significa que miremos de verdad por los intereses de otros antes que por los nuestros. Cuando abandonamos una parroquia porque no es lo suficientemente "guay", estamos actuando egoístamente. Estamos actuando en nuestro propio interés, sin importarnos la gente que se queda allí. 

Es más, estamos despreciando los dones que Dios nos ha dado para ponerlos al servicio de esa parroquia y que pueda desarrollarse de una manera sana. 

Desde mi punto de vista, tenemos que estar dispuestos a renunciar a nuestras propias preferencias, a nuestra propia vida por el bien de algo más grande que nosotros mismos. Y lo conseguimos por el simple hecho de permanecer.

Nos  muestra la naturaleza de la unidad

La unidad no es uniformidad. Nada más lejos de la realidad. De hecho, si miramos con los ojos de Dios y nos dejamos guiar por la acción de su Espíritu, encontraremos que el cumplimiento de los propósitos de Dios en el universo, involucra a una gran cantidad de personas diferentes que hablan diferentes idiomas, con diferentes colores de piel, con diferentes ideas y diferentes opiniones, pero todos reunidos alrededor del rostro de Cristo. La Iglesia NO es un lugar donde todos somos iguales ni donde todos somos perfectos. No lo es en el cielo y por lo tanto, tampoco en la tierra.

La verdadera unidad no viene de algo tan simple como estar de acuerdo en todo, sino a través de reflejar el rostro de Jesús, de seguir su ejemplo hasta la muerte. Viene cuando elegimos morir a nuestras propias preferencias por el bien de la unidad total en el cuerpo de Cristo. Viene cuando damos la vida por los demás.


Nos muestra la naturaleza de la luz

Ayer, el arzobispo y cardenal, D. Carlos Osoro, hablo de ello en mi parroquia. Estamos llamados a ser la sal que da sabor al mundo y la luz que ilumina las tinieblas. 

Resultado de imagen de LUZ DEL MUNDOEs un auténtico privilegio que Dios nos concede, para iluminar a otros que nos necesitan, para dar el sabor auténtico a Cristo,  de la misma manera, que otros son luz y sal para nosotros.

A veces, nos cuesta entenderlo, es complicado comprenderlo y llevarlo a la práctica, porque nuestra mente humana está encaminada al mal. 

Por eso, todo debemos orarlo, para que el Espíritu Santo nos ilumine, pues por nuestras propias fuerzas no podemos.

Antes de renunciar y buscar otra parroquia que cumpla tus expectativas, piensa en ello. Piensa en quedarte. Piensa en ello por el bien de tu propia alma y de la del prójimo, para que podamos crecer en Cristo a través del simple acto de permanecer firmes justo donde estamos, incluso si ello significa que no es nuestra parroquia ideal. 

Ninguna parroquia es perfecta, ni sus sacerdotes tampoco. Ni ninguno de los que pertenecemos a ella.



miércoles, 14 de diciembre de 2016

¿POR QUÉ MI PARROQUIA NO CAMBIA NUNCA?

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Posiblemente estemos tratando de cambiar algo en nuestra parroquia. Posiblemente estemos intentando cambiarlo todo.

El hecho de que Dios nunca cambie no significa que nuestra parroquia no deba hacerlo. De hecho, las parroquias sanas cambian constantemente. 

El cambio es lo que produce crecimiento. Lo único que nunca cambia es el mensaje y la misión que Cristo encomendó a la Iglesia.

Debemos cambiar los métodos para asegurarnos de que la misión permanece viva y que el mensaje se escucha. 

El cambio conduce a las personas desde donde están hasta donde necesitan estar. 

Pero es aquí donde vienen los problemas. Las personas suelen ser muy reticentes, por naturaleza o por tradición, a los cambios, y en una parroquia, mucho más.

La conversación siempre es la misma

¿Alguna vez has tenido la sensación de que ninguna reunión es una nueva reunión? ¿De que todas las reuniones se parecen sospechosamente a las de siempre? ¿De que estás hablando de las mismas cuestiones mes tras mes, año tras año?

Demasiado a menudo nos encontramos en consejos parroquiales, año tras año, con los mismos temas no solucionados encima de la mesa.

Hablar sobre un tema, incluso hablar apasionadamente sobre un tema y ​​no hacer nada al respecto, es una completa pérdida de tiempo. Y desgasta.

Los problemas no se resuelven sólo por el hecho de intuirlos, de tomar conciencia de ellos o por discutirlos. Los problemas se resuelven poniéndose en acción.

Nuevas ideas, viejos rechazos

Cada vez que alguien plantea una nueva idea o un nuevo enfoque, alguien enumera tres razones por las que no funcionará. Esta es la razón por la que se tiene la misma conversación una y otra vez.

Cualquier cambio siempre genera rechazo. La gente suele ponerse nerviosa cuando tiene que salir de su zona de confort, de su zona conocida y dar un paso hacia lo desconocido. Prefiere permanecer inmóvil ante el temor a equivocarse, prefiere excusarse a emprender algo nuevo por si no funciona.

¿Cómo saber que algo no funcionará? ¿Cómo comprobar que funcionará?

Muy fácil: Podemos seguir poniendo mil excusas o mil trabas para explicar los miles de motivos por los qué no funcionará. Hasta que lo pongamos en práctica y funcione.

La nostalgia por el pasado 

Una señal inequívoca de que una parroquia nunca cambiará es comprobar un hecho muy sencillo pero también muy habitual: el profundo anhelo por el pasado eclipsa cualquier entusiasmo por el futuro.

Imagen relacionada¿Cómo saber que esto podría estar pasando en nuestra parroquia?

Muy sencillo: Comprobemos el idioma que se habla en nuestra parroquia. Cuando la mayoría de las historias, las homilías, las referencias culturales e incluso los tiempos verbales utilizados están en pasado, es una señal de que estamos mirando hacia atrás, no hacia delante. Es una señal de que se ha perdido contacto con el presente y mucho más con el futuro.

Cuando la nostalgia por lo que se solía hacer es mayor que la pasión por lo que se va a hacer...¡¡¡Houston, tenemos un problema!!! Porque cuando todo el entusiasmo está enfocado en el pasado, no hay mucho futuro.

Las pequeñas cosas siempre son grandes cosas

El reto del liderazgo se basa en resolver los problemas importantes. El problema surge cuando nunca se ataja lo importante porque lo pequeño se hace grande, lo intrascendente se hace trascendente y entonces, nos distraemos y nos estancamos.

Todos sabemos a qué nos referimos: El debate sobre la conveniencia de evangelizar o no duró seis meses. Y luego se decidió que sí. Entonces, se convirtió en la discusión, que duró otros dos meses, sobre cómo y quién debía hacerlo. Luego, se convirtió en el debate, que duró otros cuatro meses, sobre cuál método utilizar y cual no. ¡¡¡Y todo paralizado durante un año!!!

Cuando las cosas pequeñas se convierten en cosas grandes, nunca abordaremos problemas realmente grandes.

¿Qué hacer ante el estancamiento?

Muy simple: no demorar más lo importante y tomar decisiones sin miedo a equivocarse.

Quejas por lo último que se cambió

Uno sabe que en su parroquia no quieren cambiar cuando todavía siguen quejándose de lo último que se cambió. Y eso fue hace cinco años.

No sé qué más decir sobre esto, excepto ... que fue CINCO AÑOS atrás.

¿Qué hacer? 

La Biblia nos lo muestra en el relato sobre Sodoma y Gomorra en Génesis 19, 17 cuando aconseja a Lot: Mientras los sacaban afuera, dijo uno: ¡Escápate, por tu propia vida! No mires atrás ni te pares. Escapa al monte, no vayas a ser barrido". 

Debemos dejar de mirar hacia atrás y escapar hacia adelante.

"Siempre se ha hecho así" 

Esta es la misma canción que se repite una y otra vez cuando no se quiere cambiar nada: "siempre se ha hecho así"...

Ocurre en todas las parroquias, tanto en las que son sanas y crecen como las que no.  Y es que existe tanto miedo a romper con lo que se ha conseguido, que muchos se resisten desesperadamente al cambio. Incluso el éxito crea barreras a la innovación. El mayor enemigo de nuestro éxito futuro es nuestro éxito actual.

¿Solución?

Jesucristo nos da la clave: Él todo lo hizo nuevo y si nosotros somos sus seguidores, debemos hacer lo mismo: Innovar, cambiar, hacer todo nuevo.

Siempre son los mismos en misa

Una señal evidente de que la gente ha renunciado al cambio es que nadie se preocupa por las personas del entorno que no asisten a la iglesia o si asisten, no se les acoge. O lo que es lo mismo, la parroquia no evangeliza.

Cuando no pensamos, oramos o llevamos a las personas a Cristo, nuestras conversaciones, nuestras reuniones, nuestras actividades y nuestros consejos parroquiales se convierten en preferencias personales, no en principios bíblicos, ni en mandatos divinos.

Y cuando nuestra parroquia se convierte en un cúmulo de preferencias personales, se pierde la misión. Se pierde la identidad.

¿Qué hacer?

Tres cosas.

Primero, poner nombre al problema, es decir, diagnosticarlo.

Tal vez podemos comenzar por analizarnos personalmente, si somos resistentes al cambio. Todos nos resistimos, y nuestra resistencia puede ser por temor. O tal vez, por frustración. Y terminamos tirando la toalla y pensando que nuestra parroquia nunca cambiará. 

En ese caso, si estamos convencidos de que nada cambiará, no lo hará.

Segundo, compartir el miedo al cambio con la comunidad. Pedir a los demás que hablen honestamente sobre su miedo al cambio. Quizás conduzca a mirarse al espejo y decir: ¡¡¡Houston, el problema somos nosotros!!!

Ese sería un momento clave y decisivo.

Y, por último, darse cuenta de que el cambio es posible porque no todo el mundo, en realidad se opone al cambio. Simplemente creemos que el cambio es imposible y todo el mundo se opone.

Las personas que se oponen al cambio en un momento dado rara vez suponen el 10% del total. Es sólo que los que se oponen hablan imperativamente, y es que a menudo, confundimos hablar autoritariamente con tener razón.

No dejemos que el 10 por ciento de las personas que se oponen al cambio determinen el futuro del 90 por ciento que no lo son.

Tal vez eso nos dará el coraje que necesitamos para producir el cambio que nuestra parroquia necesita hacer. 

Nada es, en realidad, tan descabellado como pensamos e incluso una Iglesia con un bagaje plano de muchos años sin evangelización, puede cambiar.

¿Lo intentamos?



domingo, 16 de agosto de 2015

MI VISIÓN DE MI PARROQUIA



Yo mismo que me mantuve lejos de la Iglesia durante muchos años, ahora que me he reencontrado con ella, he llegado a apreciarla y amarla, he comprobado cómo me cuida y como cuida a los demás.

Por ello, mi involucración me lleva a una visión post-moderna sobre lo que me gustaría que fuese mi parroquia: una iglesia como acontecimiento, como suceso, como comunidad y como acción; y no sólo como institución. Una parroquia en movimiento, dinámica, vital, misionera y abierta a todos, en la que haya un % de error que 0% de crecimiento.

El gran problema para llevar a cabo esta visión no está fuera de la Iglesia, sino dentro. A pesar de que ya estamos dando pasos correctos y meditados en lo que a la misión se refiere, mi parroquia sigue estando enfocada en su auto-conservación: está estructurada para atender y mantener a los que están dentro y no para llegar a los que están fuera. No se trata de atraer a personas para volver a "lo de antes".

Es imprescindible que adoptemos una visión de qué parroquia queremos, porque de ella, dependerá su futuro. Tenemos que cultivar un "fermento misionero" para la transformación de nuestras mentes y corazones, de la Iglesia y de la sociedad "desde arriba" y "desde abajo":

DESDE ARRIBA

La Iglesia debe dejar de preocuparse por su auto-subsistencia institucional, dejar de preocuparse por cómo menguan tanto la feligresía como las arcas parroquiales, para abrirse sin reservas a una nueva visión. Una visión donde no cabe una separación entre sacerdotes y laicos, entre antiguos y nuevos: todos somos Iglesia, todos somos comunidad. ¿Cómo? A través de programas y actividades integrados por grupos pequeños, que hagan de nuestra parroquia un lugar más que atractivo para todos.

DESDE ABAJO

Nosotros, la comunidad cristiana de base, somos el primer y fundamental núcleo eclesial, y debemos responsabilizarnos de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto, que es su expresión. Somos la célula inicial de la estructura eclesial, y foco de la evangelización.

Por ello, los laicos debemos plantearnos, en la medida de nuestras posibilidades, aptitudes y tiempo, ¿qué puedo hacer yo por mi parroquia? y no tanto, ¿qué hace mi parroquia por mí?

Mi sugerencia es que dejemos atrás el interés propio sobre lo que me aporta tal parroquia, o tal sacerdote, o tal método de evangelización y meditemos sobre lo que nosotros podemos ofrecer. Si no lo hacemos, la euforia inicial puede convertirse en un reflejo estéril.


PD: Os adjunto un interesante artículo del Padre Mallon sobre la renovación de las parroquias. http://www.religionenlibertad.com/el-padre-mallon-da-la-clave-para-renovar-las-parroquias-expulsar-36737.htm