Yo mismo que me mantuve lejos de la Iglesia durante muchos años, ahora que me he reencontrado con ella, he llegado a apreciarla y amarla, he comprobado cómo me cuida y como cuida a los demás.
Por ello, mi involucración me lleva a una visión post-moderna sobre lo que me gustaría que fuese mi parroquia: una iglesia como acontecimiento, como suceso, como comunidad y como acción; y no sólo como institución. Una parroquia en movimiento, dinámica, vital, misionera y abierta a todos, en la que haya un % de error que 0% de crecimiento.
El gran problema para llevar a cabo esta visión no está fuera de la Iglesia, sino dentro. A pesar de que ya estamos dando pasos correctos y meditados en lo que a la misión se refiere, mi parroquia sigue estando enfocada en su auto-conservación: está estructurada para atender y mantener a los que están dentro y no para llegar a los que están fuera. No se trata de atraer a personas para volver a "lo de antes".
Es imprescindible que adoptemos una visión de qué parroquia queremos, porque de ella, dependerá su futuro. Tenemos que cultivar un "fermento misionero" para la transformación de nuestras mentes y corazones, de la Iglesia y de la sociedad "desde arriba" y "desde abajo":
DESDE ARRIBA
La Iglesia debe dejar de preocuparse por su auto-subsistencia institucional, dejar de preocuparse por cómo menguan tanto la feligresía como las arcas parroquiales, para abrirse sin reservas a una nueva visión. Una visión donde no cabe una separación entre sacerdotes y laicos, entre antiguos y nuevos: todos somos Iglesia, todos somos comunidad. ¿Cómo? A través de programas y actividades integrados por grupos pequeños, que hagan de nuestra parroquia un lugar más que atractivo para todos.
DESDE ABAJO
Nosotros, la comunidad cristiana de base, somos el primer y fundamental núcleo eclesial, y debemos responsabilizarnos de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto, que es su expresión. Somos la célula inicial de la estructura eclesial, y foco de la evangelización.
Por ello, los laicos debemos plantearnos, en la medida de nuestras posibilidades, aptitudes y tiempo, ¿qué puedo hacer yo por mi parroquia? y no tanto, ¿qué hace mi parroquia por mí?
Mi sugerencia es que dejemos atrás el interés propio sobre lo que me aporta tal parroquia, o tal sacerdote, o tal método de evangelización y meditemos sobre lo que nosotros podemos ofrecer. Si no lo hacemos, la euforia inicial puede convertirse en un reflejo estéril.
PD: Os adjunto un interesante artículo del Padre Mallon sobre la renovación de las parroquias. http://www.religionenlibertad.com/el-padre-mallon-da-la-clave-para-renovar-las-parroquias-expulsar-36737.htm
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