¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 20 de abril de 2018

"FAITH PLANNERS"

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"No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; 
sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, 
preocupándoos no sólo de vuestras cosas, 
sino también de las cosas de los demás.
Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, 
el cual, teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, 
no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios, 
sino que se anonadó a sí mismo tomando la naturaleza de siervo, 
haciéndose semejante a los hombres; 
y, en su condición de hombre, se humilló a sí mismo 
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." 
(Filipenses 2, 3-8)

Los organizadores de eventos se encargan de negociar, coordinar, planificar y promover actos sociales congresos, festivales, ceremonias, fiestas, convenciones, retiros u otro tipo de reuniones. 

No son ni el conferenciante, ni los novios, ni los padrinos, ni el "cumpleañero", ni el actor principal. Pero actúan como si lo fueran, se "auto-invitan" y encima, cobran por ello.

Organizan y seleccionan el lugar de celebración, el alojamiento y los servicios. Definen el objetivo, nombran a los coordinadores y eligen al personal, establecen fechas: Determinan el número de asistentes, elaboran el cronograma de actividades y promocionan el evento. "Ponen y disponen" como si fuera el acontecimiento fuera suyo. Y luego...desaparecen.

clip_image001Así son los "faith planners", a quienes veo crecer como las setas, al amparo de la humedad y a la sombra de un gran árbol, que ellos no han plantado y que ni siguiera riegan. 

Ellos lo saben todo. Son veteranos y saben como funciona "esto". Exportan su "sabiduría" por doquier. Sus días transcurren a la conquista del "buen sacerdote" que acceda a sus pretensiones, que se "deje llevar" por su experiencia y saber y les deje organizar sus eventos de fe.

Son "personajes", cuyo orgullo y vanidad, les lleva a apropiarse de la Gloria de Dios, afanándose en un activismo desmedido, y envaneciéndose, buscando sólo el reconocimiento y la vanagloria propias. 

Son "falsos maestros" que entienden el liderazgo como un espacio de poder y control. No entienden que liderar es "ir a la cabeza", "abrir camino", "dar ejemplo", "servir". Y todo para Gloria de Dios.

Para ellos, el Espíritu Santo es tan solo una excusa a la que apelan para cumplir sus propósitos; la única gracia que se derrama es su falsa simpatía, que desbordan para llevar a cabo sus planes. No rezan, no sirven, no acogen, no aman. 

Niegan al Señor y le abandonan. Lanzan la red al lado izquierdo, a pesar de que Jesús les dice que la lancen al derecho. Su meta es organizar "fiestas", ganar "seguidores", conseguir muchos "me gusta".

Imagen relacionadaEn lugar de llevar almas al encuentro con Dios, para servirle, amarle y darle gloria, estos "iluminados de la fe", intentan mostrar al mundo su calidad de buenos cristianos y su derecho a ocupar los "primeros sitios".

Se trata de "un mal de moda" que afecta negativamente a los métodos de evangelización que tantos frutos dan aún a pesar de ellos: es el mal de predicarse a sí mismos, que mana del orgullo y la soberbia, en lugar de manifestar la Gloria de Jesús. 

Son "pollinos" que tratan de apear a Jesucristo para hacer su propia entrada triunfal en Jerusalén.  

Pero nuestra misión como seguidores de Cristo no es divertir o entretener a las cabras, sino acercar a las ovejas al Buen Pastor.

La Escritura es clara a este respecto:


"Y ahora vosotros, los que decís: 
'Hoy o mañana iremos a tal ciudad, y pasaremos allí el año, 
negociando y ganando dinero';
vosotros, que no sabéis qué pasará mañana. 
¿Qué es vuestra vida? Sois humo, que aparece un instante y luego se disipa. 
Debéis decir, en vez de eso: 'Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o lo otro'. 
En cambio, presumís de vuestras fanfarronadas. 
Esta clase de jactancia es mala. 
Pues el que sabe hacer el bien y no lo hace comete pecado'"
(Santiago 4, 13-17).

"Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor; 
nosotros somos vuestros siervos por amor de Jesús. 
Pues el mismo Dios, que dijo: Brille la luz de entre las tinieblas, 
iluminó nuestros corazones para que brille el conocimiento de la gloria de Dios, 
reflejada en el rostro de Cristo. 
Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, 
para que aparezca claro que esta pujanza extraordinaria viene de Dios 
y no de nosotros." 
(2 Corintios, 4, 5-7).


"Hermanos, cuando llegué a vuestra ciudad, 
llegué anunciándoos el misterio de Dios no con alardes de elocuencia o de sabiduría; 
pues nunca entre vosotros me precié de saber otra cosa que a Jesucristo, 
y a Jesucristo crucificado. 
Me presenté entre vosotros débil y temblando de miedo. 
Y mi palabra y mi predicación no se basaban en la elocuencia persuasiva de la sabiduría, sino en la demostración del poder del Espíritu, 
para que vuestra fe no se fundase en la sabiduría humana, 
sino en el poder de Dios."
(1 Corintios 2,1-5).

Así pues, la fe no trata de sentimientos ni de experiencias emocionantes. Nuestro servicio a Dios no "va" de organizar eventos grandilocuentes, ganar seguidores, llenar "plazas" o hacerse famosos.  

Nuestra fe cristiana se basa en el poder de Dios y no en la sabiduría de los hombres:"Vosotros sois la sal de la tierra. Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará? Para nada vale ya, sino para tirarla a la calle y que la gente la pise" (Mateo 5,13-14).  

San Ignacio, en su "Principio y fundamento", explica muy claramente cuál es nuestra misión: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado."

Por ello, todo lo que hagamos en nuestra vida ha de ser para alabar, servir y dar gloria de Dios

Lo demás, ni viene de Dios ni es el propósito para el cual fuimos creados. Lo dice un Santo. ¡Y vaya Santo!

jueves, 1 de marzo de 2018

ENFERMOS DE MUNDANALIDAD: ALZHEIMER ESPIRITUAL

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"No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. 
Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él." 
(1 Juan 2,15)


El mundo intenta desesperadamente seducirnos porque su "dueño" es el "padre de la seducción", el Diablo. Y lo hace con la misma sutileza con la que ha venido haciéndolo desde que el hombre fue creado, desde Adán y Eva. 

Actúa como un virus que nos "contagia" como a incautos, que nos "engatusa" como a insensatos, que nos enferma el cuerpo, el alma y el espíritu. Un virus con múltiples "cepas", que adopta muchas formas, según el tipo de personas u organismos en los que se instala. 


Es una enfermedad que no vemos venir y que llega sin darnos cuenta. Un mal que entra suavemente, educadamente, sutilmenteUna afección no aparente, que no se exterioriza. Por fuera todo parece correcto, todo parece bien, todo parecen "sepulcros blanqueados" (Mateo 23,27).

Un trastorno que toma posesión de nuestras actitudes, de nuestros principios y valores, de nuestras mentes, corazones y almas

Es así como enfermamos de mundanalidad, como "tonteamos con el Diablo" y nos convertimos en cristianos con "alzheimer espiritual", en cristianos tibios, en cristianos mundanos que tratan de crear un "mix" entre el espíritu del mundo y el espíritu de Dios. Como si fuera posible servir a dos señores...(Mateo 6,24).

Según el Papa Francisco, los dos principales síntomas de la mundanalidad en la Iglesia son:
  • Fe subjetiva y fascinada por el gnosticismo. Personalizada en aquellos que buscan una experiencia exclusivamente personal, a través de conocimientos o razonamientos que les iluminen, que les den seguridad y les reconforten, "encerrándoles en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos”. Genera  una auto-complacencia subjetiva. 
  • Neopelagianismo autorreferencial y prometeico. Personalizada en aquellos que “solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros. Genera un elitismo narcisista y autoritario, que analiza, clasifica y margina a otros, además de un afán obsesivo por el control, dificultando el fluir del Espíritu Santo y la Gracia de Dios. 

Desde nuestra enferma alma "mundanalizada", se desvirtúa la fe católica. Seguramente podemos rezar de vez en cuando, seguramente podemos ir a misa de vez en cuando, seguramente podemos hacer muchas cosas...Seguramente...De vez en cuando...

El Papa Francisco afirma también que “la mundanalidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal” (Evangelii Gaudium 93).

Enfermos de mundanalidad, es cuando, con una cierta apariencia de espiritualidad, ponemos toda nuestra confianza en nosotros mismos, en las cosas, en las organizaciones, en los planes y proyectos, en el mundo...olvidándonos de ponerla en el Señor y en su Gloria. 

Resultado de imagen de abuso de poderInfectados de mundanalidad, es entonces cuando buscamos nuestra propia vanagloria, nuestro propio reconocimiento, o alguna forma de poder o beneficio económico, material, cultural, intelectual, espiritual, religioso, etc. 

Asfixiados de mundanalidad, es entonces cuando nos "damos de baja" de Dios. Es entonces cuando nuestra mente se hace la "remolona" con las cosas de Dios y es incapaz de distinguir la realidad; cuando se nos hace imposible distinguir lo bueno de lo malo, lo que es de Dios y lo que es del mundo.

Es entonces cuand
o perdemos la conciencia de la realidad, cuando caminamos en tinieblas y creamos un mundo artificial hecho por y para nosotros, una oscuridad hecha a nuestra medida que pretendemos llamar "fe cristiana".



Resultado de imagen de mundanalidadEs entonces, cuando nuestra alma se halla postrada en un estado de pereza, cuando nuestra conciencia permanece anestesiada y nuestro espíritu, en estado de somnolencia

Es entonces, cuando nuestro egoísmo se disfraza de languidez deseando hechos extraordinarios, buscando milagros espectaculares, anhelando "subidones espirituales" que se quedan en nada, o justificando nuestra fe a través de los sentidos

Es entonces, cuando nos enemistamos con Dios (Santiago 4, 4), cuando apelando a nuestra debilidad, pretendemos dictarle a Dios cómo deben ser las cosas, decirle que está equivocado o, sencillamente, decirle que "no"

Es entonces cuando nuestra voluntad se da por vencida y se abandona en manos de la soberbia, la vanidad y el orgullo. Y tras éstos, cae en picado hacia todo el abanico de los demás pecados. Precisamente aquí, es cuando el Adversario cree que ha vencido.

Sin embargo, no todo está perdido. Hay solución!!!

Imagen relacionadaEs tan fácil como volver la mirada al más poderoso antídoto contra la mundanalidad: Jesús. Nuestro Señor, con su excelso y abnegado amor, nos susurra: “Sin mí no podéis hacer nada” (Juan 15, 5), “El que me sigue no camina en tinieblas” (Juan 8, 12). 

Por tanto, caminemos junto a Él, con su poderosa ayuda, iluminados por su luz, imitando su "despojamiento" de toda mundanalidad.

Estemos alerta y vigilantes, junto a Él, en el mismísimo Getsemaní, orando sin cesar al Padre. Aunque sudemos sangre!!!

Neguémonos a nosotros mismos, tomemos nuestra cruz y sigámosle porque...

No hay Resurrección sin Cruz


martes, 4 de abril de 2017

LA LUZ PRIMORDIAL: ANTÍDOTO PARA LA ENVIDIA


"Nosotros también en otro tiempo fuimos unos locos, 
desobedientes, descarriados, 
esclavos de toda clase de concupiscencias y placeres, 
malos y envidiosos, 
odiados de todos y odiándonos mutuamente unos a otros. 
Pero Dios, nuestro Salvador, 
al manifestar su bondad y su amor por los hombres, 
nos ha salvado, no por la justicia que hayamos practicado, 
sino por puro amor, mediante el bautismo regenerador 
y la renovación del Espíritu Santo, 
que derramó abundantemente sobre nosotros 
por Jesucristo, nuestro Salvador, 
a fin de que, justificados por su gracia, 
seamos herederos de la vida eterna, tal y como lo esperamos." 
(Tito 3, 3-7) 


El diccionario define la envidia como  el "sentimiento de tristeza o enojo que experimenta una persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee."

La envidia es la conciencia dolorosa y resentida de una ventaja disfrutada por otra persona. La Biblia está repleta de situaciones que nos hablan de la envidia. Fijémonos en la parábola del hijo pródigo del Evangelio de Lucas: vemos cómo el hermano mayor llega del campo y no sólo se enfada con el Padre sino que no quiere entrar y alegrarse por su hermano (Lucas 15, 5-32).

El Rey Salomón nos dice en Proverbios 14,30 que “El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos; y en Eclesiastés 4, 4: “He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.”

El Santo Job dice: “Es cierto que al necio lo mata la ira, Y al codicioso lo consume la envidia.”(Job 5,2).

Esclavizados por la tiranía de la envidia, lloramos por los que se alegran y nos alegramos por los que lloran. La envidia es un camaleón sutil con muchas caras, se disfraza de suave adulación durante un minuto y de indignación injusta en al siguiente.

El peligro del éxito

La envidia es la enemiga de la fraternidad y la asesina de la comunión. Opera cerca de casa y asalta nuestras relaciones más cercanas. 

En el colegio o en el trabajo, la envidia nos ciega la vista cuando uno de nuestros compañeros de clase saca mejores notas, tiene más amigos, es mejor, más simpático, más educado, más dotado, más inteligente, más popular, más estimado o más exitoso. 

En casa, no vemos con buenos ojos o incluso, nos molesta que nuestro cónyuge progrese en el mundo laboral. Y yo mismo, he sufrido la envidia de mis propios padres: "un hijo nunca puede ser ni tener más que sus padres".

El éxito humano siempre engendra envidia, y con ella viene la rivalidad, la competencia, la codicia y el resentimiento. En la medida que prefiramos cambiar una relación de amor por una de envidia, sólo encontraremos resentimiento y amargura.

El éxito viene de Dios

Afortunadamente para nosotros, Dios es plenamente consciente de este pecado capital nuestro y lo aborda de frente. 

En el evangelio de Juan, los discípulos de Juan el Bautista vienen a él con palabras que parecen hechas a medida para provocar la envidia: "Fueron a Juan y le dijeron: "Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, del que tú diste testimonio, está bautizando y todos acuden a él". Juan respondió: "El hombre no puede apropiarse nada si Dios no se lo da."  (Juan 3, 26-27)

La respuesta de Juan vale su peso en oro. En primer lugar, les recuerda de dónde proviene toda bendición, éxito y oportunidad.  Cuando recordamos que el éxito nos lo regala Dios, matamos la envidia. Sin embargo, muchos de nosotros osamos contradecir la sabiduría divina, murmurando y criticando las oportunidades o el éxito de los demás.

Segundo, Juan recuerda su papel. Él es el amigo del Novio, el padrino, no el Esposo. Y los padrinos son felices cuando ven al novio y cuando oyen su voz. Sin embargo, muchos de nosotros jugamos a reemplazar al Novio. No queremos ser Jesús. A veces actuamos como si compitiéramos para ser el mejor hombre. 

Por eso es tan importante trabajar para alegrarnos mucho cuando oímos la voz del Novio en las voces de nuestros compañeros padrinos. ¿Qué estamos diciéndole al Novio si nuestra reacción ante un hermano es quejarse, quejarse o despedirlo?

Finalmente, la alegría de Juan se completa cuando el Novio llega y lo supera. Cuando Cristo aumenta, Juan se contenta con disminuir. Sin embargo, muchos de nosotros no nos alegramos cuando Cristo aumenta en otra persona.

La luz primordial

El otro día, escuchando a mi director espiritual, comprendí cuál es la clave para descartar definitivamente la envidia. Me contó lo que el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira definía como "luz primordial": 

"Cada hombre es llamado a contemplar a Dios y a reflejar sus perfecciones de un modo propio y característico". 

"Todo hombre nació para alabar a Dios. Esa alabanza se hace por la contemplación de ciertas verdades, virtudes y perfecciones divinas. La ‘luz primordial' es la aspiración existente en el alma de cada persona para contemplar a Dios de un modo propio".

"Cuando la persona consigue discernir su "luz primordial", descubre la virtud que dará unicidad a su llamado; como si fuese un rayo a brillar en su vida, indicando el norte para el cual ella mejor alcanzará a Dios. En el momento en que la persona llega a tornarla explícita para sí misma, encuentra su vía de santificación y, en ella, la paz interior".

"Todo hombre está dotado de un "centelleo de Dios", puesto por el Creador exclusivamente en su alma: no ha puesto ni pondrá otro a lo largo de toda la Historia."

"Cada hombre es, por así decirlo, un momento único de la Historia de Dios"

Monseñor João Clá tiene también un brillante comentario a ese respecto: 

"A manera de un punto en la superficie de un espejo, cada persona recibe del Sol de Justicia un rayo de luz sobrenatural impar. Y solamente ella puede y debe reflejarlo cada vez más en esta vida, hasta reflejarlo sin defecto en la eternidad. Así, ese concepto puede ser aplicado a la afirmación del salmista: "in lumine tuo videbimus lumen" - "en tu luz veremos la Luz" (Salmo 36, 10).
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"De ahí resulta que cada alma tiene un matiz irrepetible, que la torna, en algún punto, superior a todas las otras. Por ser ella, la "luz primordial", un don de Dios, fue concedida a todos los hombres para habilitarlos a reflejar las perfecciones divinas. O sea, desde aquel individuo menos agraciado hasta en el más dotado que pueda existir en la Historia de la Humanidad, ella estará presente".

Entonces, ¿por qué envidiar la luz de otros si Dios se la ha dado para que le veamos a Él en el prójimo? ¿qué razón hay para anhelar algo que cada uno de nosotros tenemos de forma exclusiva y única? ¿qué motivo nos impulsa a envidiar a otros si nosotros también estamos dotados de una "luz primordial"? ¿por qué envidiar a otros si todos somos hijos "únicos" de Dios?

Estoy convencido de que esta es una de las grandes pruebas de un cristiano: pasar de la envidia al halago, de la amargura a la alegría, de la oscuridad a la luz primordial

Así que os invito a asumir la prueba conmigo. La próxima vez que alguien brille, tenga éxito o una oportunidad que deseamos para nosotros, ¿Cómo reaccionaré? ¿murmuraré como el hermano mayor en la parábola del Hijo Pródigo o celebraré una fiesta con él? 

No se trata sólo de aceptar el éxito de los demás, sino de alegrarme, de celebrar, de bailar y comer por su éxito. 

Cuando alguien es bendecido por Dios, ¿estoy lleno de gratitud o vacío de amor por una rivalidad envidiosa? ¿Mi corazón se encoge de ira y amargura, o se hincha y se desborda con alegría? Cuando se trata de los triunfos o los frutos de otros, ¿soy su mayor fan o su mayor crítico? ¿veo la mano de Dios en ellos? En general ¿veo la "luz primordial" de los demás?

Por eso, le pido al Espíritu Santo que me ayude a ver la luz en los demás, a no consumirme de envidia ni a esclavizarme de rencor por los triunfos de los demás, sino que en vez de ello, la Gracia agrande mi corazón para alegrarme de sus bendiciones y que mi gozo sea completo cuando escucho la voz del Novio aumentando los dones y talentos de los demás.

Fuente:

-"La luz primordial"  (Gaudium Press)


Sugerencia:

-"La luz primordial y las potencias del alma: Plinio Corrêa de Oliveira- Charla en São Paulo, octubre de 1957.

domingo, 22 de enero de 2017

EL LÍDER CRISTIANO DICTADOR


"Hermanos, vosotros habéis sido llamados a ser hombres libres; 
pero procurad que la libertad no sea un pretexto 
para dar rienda suelta a las pasiones, 
antes bien, servíos unos a otros por amor."
(Gálatas 5, 13)

Como cristianos, todos estamos llamados a servir a otros aún cuando dependemos completamente de Dios y todo lo que hacemos es para gloria suya. 

Sin embargo, con demasiada frecuencia, algunos líderes laicos cristianos (e incluso algunos sacerdotes), equivocadamente, usan mal la libertad que Dios les regala y pasan de ser servidores a convertirse en dictadores. Dictadores por la gracia de Dios.

¿Cómo identificarlos? Aquí hay algunos signos característicos de un mal líder cristiano:

1. Invita al debate de cualquier cuestión al resto del equipo, pero él ya tiene formada su opinión y no la cambia jamás. El debate es ficticio, ya que sus decisiones están tomadas de antemano.

2. Tiene el concepto de que "todos son prescindibles". Nunca se sabe si le preocupa el hecho de que las personas abandonen. De hecho, por lo general suele hiper-espiritualizar las razones por las que otros se van.

3. Rara vez, o nunca, está equivocado. El dictador, de alguna manera, se auto-convence de que nadie puede hacer las cosas tan bien como ély desde luego, mejor tampoco. Él "sabe" todo y el resto tiene que aprender de su sabiduría.

4. Las personas comprometidas permanecen junto a él sólo un cierto tiempo. El dictador se rodea de buenos asesores pero no es capaz de mantenerlos porque prefiere adeptos (yo los llamo: "palmeros") a colaboradores.

5. Rara vez permite que otros puedan dar su opinión. su posición de líder se convierte en su plataforma, desde la que impone sus decisiones y ​​rara vez renuncia a esa posición. No está dispuesto a compartir la posibilidad de que quizás haya gente tan dotada o más que él para determinados asuntos.

6. Trata a los demás como "sujetos". Es decir, la gente es un medio para un fin: herramientas para ayudarle a construir su "tinglado", en lugar de considerarlos hermanos y hermanas en Cristo.

7. Exige lealtad incuestionable. Incluso la más leve señal de desacuerdo la considera rebelión, y lo envuelve en una falsa espiritualidad aludiendo rebelión contra Dios, cuando en realidad es sólo disconformidad con él.

8. A menudo, los que lo conocen mejor, cuestionan su espiritualidad, su fe. Eso no debe ser una sorpresa para nosotros. Un dictador depende de sí mismo, no de Dios.

9. No se le pasa por la cabeza la sucesión de su liderazgo. Incluso habiendo dejado de ser líder, pretende seguir dirigiendo. Un dictador no renuncia fácilmente a su posición.

10. Su orgullo y su vanidad se convierten en la razón de ser de su liderazgo. Y el orgullo es la puerta de entrada al resto de los pecados. Un líder cristiano dictador no puede estar nunca cerca de Dios, pues su orgullo le impide realizar el plan de amor que Dios le ha encomendado.