¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 21 de enero de 2021

LA IDOLATRÍA DE LO TEMPORAL ANTE LA DIFICULTAD DE LO ETERNO

"¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios 
a los que tienen riquezas!
¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! 
Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, 
que a un rico entrar en el reino de Dios (...)
¿Quién puede salvarse?
Es imposible para los hombres, no para Dios. 
Dios lo puede todo"
(Marcos 10,23-26)

Cristo, ante la pregunta del "millón": "Señor, ¿Qué debo hacer para salvarme?...mira al joven rico (me mira a mí) con infinita ternura e inmensa compasión (como siempre ha hecho y hace), mientras guarda silencio durante un instante. Su mirada me desnuda, me radiografía, me interpela...lo noto, lo siento...me traspasa el alma. 

El propósito de mi pregunta capciosa no es otro que escuchar lo que, en realidad, anhela mi corazón de hombre: que se cumpla mi voluntad, que se hagan realidad mis planes. En definitiva, que Dios se acomode a mí. Quiero seguir a Jesús pero "sin complicarme la vida". Quiero ir al cielo pero "sin sufrir, sin morir a mí mismo".

Aún así, Jesús no me critica ni me juzga. Conoce mi debilidad, sabe dónde he puesto mi tesoro y lo que guardo en mi interior (Mateo 6,21). Sin embargo, aún conociendo mis "proyectos de riqueza", no quebranta mi libertad ni fuerza mi voluntad. Tan sólo, me tiende su mano y me susurra: "Ven conmigo y verás cuánto te amo". Otra vez...me dice: "Sígueme".
Pero yo, creyéndome (auto)suficientemente rico y feliz, sin embargo, me sigo sintiendo siempre pobre y amargado, aferrándome a mis "seguridades" como a un clavo ardiendo, obstinándome en trazar y seguir mis "ideas", apegándome a mis deseos e ilusiones y prefiriendo las riquezas materiales a las espirituales...por eso, me doy la vuelta y me alejo de Dios. 

¡Qué amargura suscita negar a Jesús en su misma presencia! ¡Qué tristeza provoca apostatar de la Verdad! ¡Qué desconsuelo produce separarse del Camino! ¡Qué pena causa rechazar la Vida! ¡Qué desdicha tan egoísta ocasiona despreciar el Amor! 

Caigo una y otra vez. "Yo" me vuelvo "a lo mío", a "mi mundo", a "mi vida" y Cristo sigue haciendome la "pregunta" para que le siga. Vuelvo a caer porque prefiero mis efímeros placeres, mis temporales apegos, mis fugaces "sueños de una noche de verano", creyendo que pueden procurarme la auténtica felicidad, y borrar, (o al menos, disipar) ese anhelo de eternidad que está grabado en mi corazón de carne, aunque endurecido... congelado... 

En "mi mundo" no cabe Dios. No le dejo sitio. No termino de creerle, no acabo de confiar ciegamente en Él, no termino de amarle. Prefiero, o mejor dicho, me es más cómodo, creer en mí, confiar en mis méritos, esperar en mis capacidades, amar mis deseos. Y me instalo en mi "ego" y en mi "aquí y ahora".
Desgraciadamente, opto por vivir en la idolatría de lo temporal, por instalarme en la apostasía de lo innecesario, por acomodarme en el culto de lo efímero. Infelizmente, me niego a pasar del cumplimiento al seguimiento, del resentimiento al agradecimiento, de lo caduco a lo eterno...

Y así me vá... caminando triste y cabizbajo por "mi vida"...como "aquellos dos discípulos..." Cristo  se ha cruzado en mi camino y me ha dicho lo que debo hacer para salvarme, aunque me ha advertido que es difícil...Sin embargo, mi pereza, mi conveniencia y mi comodidad me llevan a responderle que no me interesa, que no me gusta, que no "va conmigo". Y le digo: "Gracias, pero NO".

Pero pongámonos en el caso de que le digo que "SÍ" a Cristo. Pongamos que "dejo todo" y le sigo...El Señor (lo sé, lo sabemos) no se anda con "medias tintas"; es radical, directo y tajante cuando afirma: ¡Qué difícil es entrar en el reino de Dios! 

Yo me quedo perplejo ante esa "aparente contradicción" que Jesús parece decirme en la dificultad de seguirle, o dicho de otra forma, ante la "imposibilidad" de llegar a ser santo. Y le vuelvo a preguntar (que es lo que pretende, interpelarme, porque ya le voy conociendo): "Entonces, ¿Quién puede salvarse?". Jesús se me queda mirando con una leve sonrisa y me dice: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo" (Marcos 10,26-27)

Esta es la cuestión. Ahora sí lo entiendo: no son mis "méritos", ni mis "talentos", ni mis "apegos", ni mis "riquezas", ni mis "cumplimientos" los que me hacen santo y me salvan, sino la gracia de Dios. Yo...sólo tengo que confiar en Él, "dejar mi casa, mis hermanos o hermanas, madre o padre, hijos o tierrasy seguirle a la vida eterna (Marcos 10,29-30) .

"Señor, estoy aqui para cumplir tu voluntad!
(Salmo 39,8)

JHR

viernes, 4 de enero de 2019

¿QUÉ BUSCÁIS?


Imagen relacionada
"Jesús se volvió y, al verlos, les dijo: "¿Qué buscáis?".
Ellos le dijeron: "Rabí (que significa maestro), ¿dónde vives?". 
Él les dijo: "Venid y lo veréis". 
Fueron, vieron dónde vivía y permanecieron con él aquel día. 
Eran como las cuatro de la tarde."


(Juan 1, 38-39)

El Evangelio de hoy vuelve a interpelarme de forma directa, recordándome mi experiencia de conversión, cuando le vi y le reconocí en un retiro de Emaús. Entonces, supe que era el Maestro. 

Jesu
cristo, como hizo con los dos discípulos de Emaús, me vio, se volvió y, haciéndose "el despistado", como si no lo supiera, como si no me esperara, como si Él "pasara por allí", sin más.... me preguntó: "¿Qué buscas?"

Ahora, le conozco, pero entonces,
 me sorprendió su maravillosa forma de actuar, su sutil modo para no imponerse, su delicada manera para no forzar mi voluntad ni quebrantar mi disposición. No me hizo ver quién era ni lo importante que era. Tampoco me recriminó nada ni comenzó a señalarme. Ni siquiera me dijo lo que debía hacer. 


Todo lo contrario. Con su maestría de Amor, quiso reafirmar la libertad, que siempre otorga a nuestra albedrío, para hacerme ver si realmente tenia interés y quería algo de Él, si realmente quería acercarme a Él, si realmente quería conocerle. 

Yo, pobre igno
rante, le contesté: "A ti, Señor. Me han dicho Quien eres, pero no te conozco ni sé dónde vives". Él me respondió: "Ven y verás". 

Su contestación no fue una frase hecha, ni una manera educada de calmar mi curiosidad, ni siquiera una forma condescendi
ente de tratarme. No era, ni mucho menos, un "tienes que..." ni un "debes de..."

Era una invit
ación en toda regla que despertó interés sincero en mí. Era una llamada personal de un Amigo a "ir y ver" porque, entonces (Él lo sabía... porque lo sabe todo), yo ni iba ni veía. Yo no sabía qué buscaba...



Aquella invitación a conocerle quedó impresa en mi corazón para siempre. Aquel ofrecimiento a compartir conmigo Su tiempo y Su vida quedó profundamente marcada en mi alma. Ante tal propuesta de intimidad y amistad ¿cómo podía negarme?

Resultado de imagen de rostro de jesusYo viví aquella invitación como un "moverme", como un "ir y ver" para "estar y ser". Comprendí que Jesús no es un Dios de teorías, de ideas o de normas, sino de hechos, de actividad, de acción.

Conocí en primera persona cómo la fe en Cristo comienza con una vivencia íntima, con un encuentro personal, con una experiencia completa de Amor desinteresado. Y por eso, Jesús siempre nos pregunta "¿Qué buscáis?".

Cristo escrutó en lo profundo de mi corazón para hacer emerger ese anhelo sincero que no busca interés, ese deseo generoso que no busca vanidad, esa intención desprendida de darme y abandonarme al Amor. Y me llamó.

Entonces, "fui y vi dónde vivía, y permanecí con Él desde ese día. Eran como las seis de la tarde de un viernes de noviembre".

viernes, 25 de agosto de 2017

"VEN Y VERÁS", MI RESPUESTA A SU LLAMADA

"Ven y verás"
(Jn 1, 46)

Siempre me he sentido muy identificado con el apóstol Pablo por la similitud de mi conversión y la suya. No obstante, ayer durante la misa en la que celebrábamos la fiesta de San Bartolomé, me di cuenta de que los inicios de mi camino de evangelizador se asemejan bastante a los de este apóstol.

Poco conocía yo de Bartolomé, cuyo nombre (en griego, Βαρθολομαίος) procede del arameo bar-Tôlmay, "hijo de Tôlmay" o "hijo de Ptolomeo", y quien es mencionado en los tres evangelios sinópticos, siempre en compañía de Felipe.

Sin embargo, en el Evangelio de Juan no aparece con el nombre de Bartolomé, sino con el de Natanael porque para los galileos del siglo I era habitual adoptar nombres griegos.

Natanael fue uno de los discípulos a los que Jesús se apareció en el Mar de Tiberiades después de su resurrección y según se narra en los Hechos de los Apóstoles, fue testigo de la ascensión de Jesús (Hch 1, 13).

Bartolomé marchó a predicar el evangelio a la India y, más tarde a Armenia, junto a San Judas Tadeo, donde encontró el martirio y la muerte por Astiages, rey de Armenia y hermano del rey Polimio, a quien Bartolomé había convertido al cristianismo.

Bartolomé fue llamado por Jesús a través de Felipe según relata el Evangelio de Jn 1, 45- 51. Es aquí donde me identifico plenamente con él.

Hace dos años, una persona (cuál Felipe) me dijo algo parecido a lo que éste le dijo a Natanael, según narra el Evangelio de Juan. Invitándome a asistir a un retiro me dijo: "Hemos descubierto a Jesús en Emaús". A lo que entonces yo, respondí escéptico: "¿Puede salir algo bueno de un retiro?" Y él me respondió exactamente con las mismas palabras: "Ven y verás".

Lo que ocurrió después...se parece tanto a lo que le dijo Jesús a Natanael... que no salgo de mi asombro, ahora que lo reflexiono.

Yo vivía mi apostolado debajo de una higuera (mi parroquia), evangelizando sí...pero desde mi zona de confort, a la sombra, pensando que allí era un sitio ideal desde el que poder ver a Jesús, aunque desde lejos.

Cuando, durante el retiro, me encontré cara a cara con Él, me dijo: "Te quiero a mi lado como un auténtico cristiano". 

A lo que yo le respondí:"¿De qué me conoces?".

Él me dijo: "Yo ya te había visto antes de que tú me vieras".

En ese momento, le reconocí y sí...como dice el Señor en el Evangelio de Juan, "he visto mayores milagros después de que el me dijera eso".

Fui y vi. Y le di mi "sí ".

Cada uno de nosotros hemos conocido a Cristo gracias a otra persona. El "sí" de otros nos lleva a nuestro "sí". Por eso, en cada cristiano, a lo largo de los siglos, se repite el pasaje de Felipe, Natanael y Jesús.

"Gracias, Señor, por todos aquellos que me han llevado a Ti.
 ¿Qué sería de mí sin la ayuda de mis hermanos en la fe? 

Gracias, Jesús, por ser ese tesoro que he recibido de otros. 
Gracias, por la oportunidad de venir y verte, 
de conocerte más de cerca y de descubrir tu amor.

¡Cuánta gente no ha escuchado hablar de Cristo! 
¡Cuántos saben de Él, pero no lo conocen en realidad, y por eso no lo aman! 
Y cuántos de ellos viven a nuestro lado, trabajan junto a nosotros,
 pasan por nuestras mismas calles. 
No podemos guardarnos el mayor tesoro de la humanidad para nosotros mismos. Tenemos que compartirlo, transmitir la gran noticia: 
¡hemos encontrado a Aquél que tanto anhela el corazón humano!

Dios nos ha escogido y bendecido con un propósito: 
para ser testigos de su verdad y su justicia en este mundo."

(Homilía de S.S. Francisco, 18 de enero de 2015).


Ahora, soy un poco más "auténtico" apóstol de Cristo. 
Ahora, soy también un poco más "Bartolomé".