¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 6 de diciembre de 2016

¿CÓMO CREAR COMUNIDAD Y MANTENERLA UNIDA?

A menudo, pensamos que para construir una verdadera comunidad dentro de una parroquia es necesario congregar a la mayor cantidad de gente en un tiempo y espacio determinados, y posiblemente, imaginamos que lo demás llega con el tiempo.

Pero lo cierto es que no sucede así. Fundamentalmente, porque una comunidad está formada por personas de muy distintas realidades, condiciones y orígenes que, a priori, no tienen un nexo en común. 

Crear una comunidad parroquial sana requiere pensar en la calidad y no tanto en la cantidad. Implica crear una pasión, despertar un entusiasmo, compartir una visión, generar un compromiso y mover a una misión, más que plantearse si vienen muchos o pocos a la parroquia. 

Crear comunidad requiere esfuerzo, dedicación y la participación de todos. Pero, y una vez creada la comunidad, ¿qué hacer para mantenerla unida? 

Ante todo, es siempre Cristo lo que une a una comunidad cristiana. Si Cristo no es el centro de la comunidad, ni será "cristiana" ni se mantendrá unida.

Teniendo claro que quien dirige una comunidad cristiana es siempre Jesucristo, me atrevo a exponer algunas sugerencias sencillas que pueden ayudar no sólo a crear comunidad, sino a mantenerla unida:

Pensar un lema que la defina

Los lemas son frases cortas muy efectivas que no sólo definen una idea, un sueño o una necesidad, sino que impactan y son recordados.

Por ejemplo: "Más que una parroquia, somos una familia", "Unidos en Cristo", o "No juzgamos a nadie, acogemos a todos", o "Todo para gloria de Dios", etc...

La gente recuerda las frases cortas, se identifica y aplica lo que recuerda.

Invertir en las personas que la formen


Cada evento, programa o actividad parroquial debe ir encaminada a invertir en las personas y construir una familia basada en la unión, caridad y fraternidad:

  • Ser puntuales en reuniones, ensayos, eventos, misas, etc.
  • Saludar, alentar y acoger a los demás. 
  • Llamar por teléfono, visitar o quedar con los demás miembros de la comunidad. 
  • ¡Los integrantes de la comunidad son lo primero! 
  • Demostrar nuestra fe a la comunidad ... ser un buen ejemplo para ellos. 
  • Incluir a todos. No sólo a los más capacitados, los más cercanos o los que nos caen mejor, sino a todos y también sus familias. 
  • Estar disponible en los momentos de necesidad y compartir nuestras alegrías y penas. 
  • Los sacerdotes deben ser los primeros en responder a las necesidades y a los problemas de la comunidad.
Delegar en el equipo que la lidere


Para involucrar a la comunidad, la Palabra de Dios nos ofrece un paradigma de liderazgo efectivo: el "modelo de delegación" de Moisés (Éxodo 18, 13-26):

  • El problema: Moisés estaba haciendo toda la obra que Dios le había encargado por sí mismo, no daba abasto y se estaba quemando (vs. 17-18).
  • La estrategia: Debía liderar al pueblo ante Dios, pero a la vez, formarlo y discipularlo. Y lo primero consistía en elegir de entre él, hombres capacitados para delegar en ellos responsabilidades (v. 19-21).
  • La solución: Organizó el servicio al pueblo de Dios con hombres capaces, dignos de confianza y temerosos de Dios en grupos más pequeños.  Moisés nombró a líderes de 10, de 50, de 100 y de 1000.(v. 21-22).
  • El resultado: Moisés se quedó al cargo de los asuntos de mayor importancia, delegó el resto en otros y todos tuvieron sus necesidades satisfechas (vs. 23).

Según el modelo bíblico mosaico, delegar la planificación de los asuntos susceptibles de ser gestionados por otros en varios equipos implica:
  • Discernimiento y Visión
  • Formación y Discipulado 
  • Confianza y Comunicación fluida.

Orar a Quien la une

Para formar, discipular, corregir y mantener unida a la comunidad es preciso incluir la Oración y La Palabra en cada reunión, en cada actividad, en cada programa:

"Pues toda la Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, dispuesto a hacer siempre el bien." (2 Timoteo 3,16).

"Perseverad en la oración, siempre alerta y dando gracias a Dios" (Colosenses 4, 2).

Disfrutar del viaje

Construir comunidad, ante todo, tiene que ser un espacio de alegría y disfrute:
  • Celebrando bautizos, comuniones, bodas, confirmaciones, cumpleaños, aniversarios, grupos de oración, de matrimonios, de jóvenes, de Lectio Divina, etc. 
  • Compartiendo historias y testimonios de cómo Dios actúa en nuestras vidas. 
  • Discerniendo lo que Dios está obrando en nuestra comunidad. 
  • Incluyendo a todos los miembros en la comunidad, sus familias y su entorno. 
  • Visitar a los miembros de la comunidad en sus hogares, en los hospitales, etc.
  • Fuera de las paredes de la iglesia ... reunirse con ellos en el campo, en una merienda, en eventos deportivos, etc.
"Regocijarnos en el Señor siempre". El Señor siempre está cerca; no nos preocupemos por nada, sino que pongamos todas las cosas en oración de súplica y de acción de gracias a Dios. "Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4, 4).




miércoles, 30 de noviembre de 2016

CONFLICTOS DENTRO DE UNA COMUNIDAD CRISTIANA


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En el ámbito de las relaciones personales existen, a menudo, gran cantidad de conflictos. Y la Iglesia, que está formada por personas que se relacionan, no es una excepción.

Las causas fundamentales son:

1. No todas las personas pertenecientes a la iglesia, lamentablemente, están capacitadas para el liderazgo o, bien, no tienen las habilidades adecuadas para relacionarse con éxito, es decir, carecen de carisma y/o talento. 

2. Es un hecho cierto que algunos sacerdotes tienen una sólida formación teológica pero carecen de habilidades de liderazgo (coaching), y no son capaces de gestionar grupos, ni de delegar en otros o ni de formar a otros para liderar.

3. A menudo, los sacerdotes, los coordinadores o líderes de las áreas pastorales no eligen su propio equipo sino que o lo heredan o les es impuesto. 

4. No existe química entre las personas que componen el grupo. Ni intención de que la haya.

5. Las prioridades no son comunes, ya sean en sentido vertical (sacerdote-miembros) u horizontal (miembros-miembros). Unos piensan unas cosas y otros, las contrarias.

6. Existen celos y envidias. Para algunas personas no es fácil aceptar que otros estén más capacitados que ellos o sencillamente, albergan celos de otros por creerse más aptos o por llevar más tiempo en la comunidad.

7. Existe una clara insubordinación. Con demasiada frecuencia, muchas personas creen tener una varita mágica que les otorga la capacidad de resolverlo todo y son incapaces de subordinarse o de obedecer.

8. Se establecen grupos estufas, grupos de intereses (lobbies) o alianzas entre algunos sectores de la comunidad (estado civil, pertenencia a grupos o movimientos, etc.) que no son nada saludables porque buscan bien su comodidad o bien su pertenencia a un grupo reducido en el que ansían siempre salirse con la suya, generando malestar y divisiones internas dentro de la comunidad.

9. La comunicación es pobre o inexistente. El sacerdote elige un camino pero no lo transmite o no es entendido. Las personas evitan relacionarse entre sí salvo cuando es inevitable en la misa dominical.

10. Existen diferentes niveles de compromiso o trabajo. Unos están están para casi todo; otros están para casi nada. Todos se consideran imprescindibles y es cuando aparece el resentimiento y las disputas entre ellos.

11. No existe caridad. Las personas se culpan unos a otros. Evidentemente, tales acciones son nefastas para las relaciones dentro del pueblo de Dios, donde debe imperar el amor y la misericordia. Destruyen la comunidad en lugar de construirla.

12. Las ideas o soluciones aportadas por otros se frustran o deniegan. A veces, en los consejos parroquiales se oye pero no se escucha. El consenso brilla por su ausencia.

13. No existe agradecimiento. El aspecto clave en la iglesia es la unidad  y la mejor manera de eliminarla pasa por no ser agradecidos.












martes, 29 de noviembre de 2016

LA CONVERSIÓN PASTORAL DE NUESTROS SACERDOTES



A veces tengo la impresión de que algunos sacerdotes piensan que la conversión pastoral misionera a la que llama Dios a toda su Iglesia, no va con ellos, sino que es sólo tarea de los laicos.

Es preciso que la "conversión misionera" comience por los sacerdotes, pues "su ministerio está totalmente al servicio a los laicos: al servicio de su fe, de su esperanza y de su caridad... y para ayudarles a vivir en plenitud su papel específico en la misión de la Iglesia". (Pastores dabo vobis n. 16 y n. 17).

Una conversión misionera de nuestras parroquias requiere que, primero, los sacerdotes sean audazmente misioneros, haciéndose "todo para todos, para salvar de cualquier manera a algunos" (1 Corintios 9,22), sin acomodarse en su papel de líderes ni permanecer en el ámbito “protegido” del círculo de sus más próximos.

Debido a la ausencia de "conversión misionera" de los sacerdotes de algunas parroquias, surgen, inevitablemente, quejas sobre ellos. Incluso, las personas comprometidas con sus parroquias, tienen quejas. Y, siendo honestos, algunas de ellas no son justas porque los sacerdotes no son perfectos, pero otras sí lo son, porque los sacerdotes no cumplen su misión.

Sin embargo, estoy convencido de que no es posible que se produzca una conversión misionera ni que mejore el sacerdocio de nuestros queridos curas si no hay nadie que les diga en qué pueden mejorar. Desde la humildad y la corrección fraterna sin ánimo de crítica, he aquí algunas de las quejas más comunes:

Es controlador

Todas las decisiones son tomadas exclusivamente por el sacerdote. Todos pueden dar su opinión pero la decisión final, la toma él.

Está siempre a la defensiva

Normalmente, evita asumir desafíos. No se puede hablar con él acerca de un problema. Se niega a admitir que puede estar equivocado o que hace algo mal. 

Es rutinario

Disfruta tanto con las rutinas y las estructuras, que nunca intenta cambiar nada. Siempre está en actitud pasiva en lugar de activa.

Es miedoso

Ya sea por complacer a la gente o por falta de fe, teme el riesgo, hasta el punto de paralizar al equipo.

Es perezoso

En una ocasión, escuché esto de un sacerdote:"No hagáis lo que yo hago. Hacer lo que yo os digo, porque yo no voy a hacer nada."

Es impredecible 

Es inconsistente, sale por donde menos imaginas y hace que la gente nunca sepa a qué atenerse.

Es perfeccionista

No importa lo mucho que se avance, en lugar de celebrarlo, siempre está preguntando  ¿Y ahora que más?

Es confuso

Cuando marca el camino o establece la visión, los que tienen que ponerlo en práctica no le entienden. Y se frustran.

Es orgulloso

Se lleva toda la gloria y las medallas. ¡No hay más que decir!.

Es indeciso

Nunca es capaz de tomar una decisión. Y todo el mundo espera. Y espera. Y todo se para.

Está siempre ocupado

A veces está tan ocupado pensando en sus cosas, que los que tratan de seguirlo sienten que no se les escucha.

Es hipócrita

Su vida personal, y la que ven sus más allegados, no coincide con su imagen pública.

Está siempre agotado

Es un problema grave estar siempre anclado en la queja o en el cansancio, pues esa actitud lejos de motivar, desilusiona a los que le escuchan.



En la mayoría de las ocasiones, el sacerdote es totalmente ajeno a todas estas formas negativas. Por eso, desde una mayor distancia y una perspectiva externa, todos debemos ayudarles por el bien de toda la Iglesia de Cristo. 

Resultado de imagen de conversion pastoralEl dinamismo de una parroquia en misión permanente supone un proceso pedagógico con un itinerario pastoral en el que formamos corazones de discípulos misioneros en todos nosotros: bautizados, confirmados, ordenados para el ministerio sacerdotal y consagrados.

Nuestro discipulado misionero exige una conversión pastoral, es decir, la audacia de hacer más evangélica, discipular y participativa, la manera como construimos la Iglesia, según Cristo la fundó. 

La construcción de la Iglesia es tarea de todos pero comienza por aquellos que la lideran y guían. Y todo para la Gloria de Dios. 

La conversión personal de todos debe despertar nuestra capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de Dios en nuestras vidas. 

Por ello,  obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y laicos, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Apocalipsis 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta.