Alecksi no esperaba mi visita hoy. Ni siquiera sabía que yo existía.
Búlgaro de nacimiento y madrileño de padecimiento, pasa de los cincuenta y tantos.
Está solo en este mundo pero sus ojos desprenden amor y alegría. Las arrugas de su rostro reflejan años de no poco trabajo y sacrificio. Pero él no se rinde, nunca lo ha hecho.
Me he presentado y le he preguntado si quería pasear. Con una sonrisa de oreja a oreja me ha dicho en un castellano del centro de Europa: Claro!!!
Hemos caminado durante más de media hora entre pinares.
Lo de menos ha sido la conversación, ni tan siquiera el sol, ni los pájaros.
Lo de más ha sido su alegría, que es la mía, su sufrimiento que es el mío, su coraje y fuerza de voluntad que me han cautivado.
Hace un mes estaba postrado en una cama.
Hoy sube y baja desde su habitación en la 5ª planta, diecisiete veces al día, y no por prescripción médica.
Tiene memorizados los escalones: 65, es decir más de mil al día, exactamente 1105.
Reconozco que hoy no he ido a la clínica movido por un empeño narcisista, ni una búsqueda ansiosa de recompensa egoísta, ni tan siquiera por mi deber cristiano. Lo he hecho, sin más. Bueno, sin más no: lo he orado antes.
Hoy he aprendido una lección de vida porque Dios me ha regalado su amor a través de Alecksi.
Hoy no soy mejor que ayer pero el corazón se me sale del pecho.
No ha sido generosidad. Ha sido amor mutuo, de tú a tú, de corazón a corazón.
Hoy he vuelto a recordar que Dios nos ama tal y como somos, a todos y cada uno de nosotros, con nuestros nuestros talentos y nuestras penurias.
Y nos ama no porque hagamos esto o lo otro.
NOS AMA Y PUNTO!!!
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