¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

viernes, 28 de agosto de 2015

ANTES SENCILLO QUE MUERTO

 



“Mira, lo que hallé fue sólo esto: Dios hizo sencillo al hombre, 
pero él se complicó con muchas razones.” 
(Eclesiastés 7, 29)

A los seres humanos nos gusta complicar las cosas. En un mundo de consumo e inmediatez, vivir con sencillez es complicado. Y es que nos hemos vuelto muy sofisticados, lo queremos todo y lo queremos ya.

Nos complicamos la vida con un sinfín de artificios, afanes, compromisos, apariencias, modas y comportamientos y estamos más pendientes de la complicación y del bienestar, que de la entrega y el sacrificio. 

Compramos cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos, para impresionar a personas que no queremos.

Ser cristiano implica sencillez, naturalidad y humildad. Jesucristo vivió una vida sencilla, desde su nacimiento hasta su muerte, huyó de la pomposidad, del boato y de la apariencia. “porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.”(Lucas 14, 11). Habló de forma natural y sencilla, mediante parábolas y palabras fáciles de entender. Se rodeó de los apóstoles, personas humildes y normales.

“Dios ha elegido lo que es común y despreciado en este mundo, lo que es nada, para reducir a la nada lo que es. Y así ningún mortal podrá alabarse a sí mismo ante Dios.” (1 Corintios 1, 28-29)

La verdadera razón de todas estas complicaciones que inventamos y que nos esclavizan, no es otra que la búsqueda del propio reconocimiento. 

Nuestra tendencia y nuestro gran error es darnos importancia a nosotros, pensar que todo depende de nuestra capacidad y esfuerzo, de nuestros conocimientos y aptitudes, del “YO”.

Pero la sencillez es ABRIR EL CORAZÓN Y DEJAR ENTRAR A DIOS, desterrando el odio, el orgullo y el egoísmo. Es abnegación, humildad y misericordia.

La sencillez es ABRIR LA MENTE Y DEJARSE INTERPELAR POR DIOS, desterrando el prejuicio, la rebeldía y la duda. Es entrega, mansedumbre y confianza.

La sencillez nos lleva a reconocer que lo que tenemos es un regalo de Dios, que su cuidado es asunto suyo, y que está al servicio de los demás.

“… pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta. 

(Filipenses 4, 11-13)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Tienes preguntas o dudas?
Este es tu espacio libre y sin censura