¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

domingo, 23 de agosto de 2015

IGLESIA EN MOVIMIENTO


Movimiento e Iglesia han ido siempre de la mano. Desde los comienzos del cristianismo, la Iglesia ha tenido que moverse para cumplir el mandato de Cristo de evangelizar. Hoy día, debería ocurrir lo mismo!

Los movimientos eclesiales son comunidades de laicos dentro de la Iglesia católica que tienen una determinada forma de llevar a cabo o vivir la fe católica y están dedicadas a la evangelización y actividad misionera. 

Pero hoy no hablamos de movimientos eclesiales sino de actitudes individuales y/o colectivas concretas, dirigidas a todos los cristianos...estén "en movimiento" o "en paro".

¡Renueva tu parroquia!

Muchos cristianos tienen a su parroquia tan sólo como una cita semanal. “Fichan” a la entrada y a la salida como si fuera su trabajo y luego se van a casa, quejándose de “lo muerta que está la iglesia” y no hacen nada! 

La Iglesia estará tan viva y vibrante en tanto en cuanto lo estén sus miembros, porque ¡ellos son la iglesia! El apóstol Pablo dijo: “Todos somos parte del cuerpo de Cristo”, y como tal, se nos pide que hagamos un trabajo específico en el cuerpo. 

Comprométete con tu parroquia; busca la forma en la que tus talentos, tus dones y los de toda la comunidad sirvan para que tu parroquia esté viva y en continuo crecimiento.

¡Sé un discípulo misionero!

Echa un vistazo a la naturaleza: una planta crece y se desarrolla hasta un determinado momento, en el que ya no puede crece más. Entonces, da fruto y se reproduce. 

La parroquia es como una planta: debe crecer, dar fruto abundante y reproducirse mediante el discipulado.

Sirve en tu parroquia, sé voluntario, dale a alguien tu regalo de más valor, tu tiempo. Da a conocer a Jesús a otras personas y serás un autentico discípulo misionero.

Dios no desea que nos pongamos muy cómodos en esta vida. Jesús nos enseñó el camino: dejó su casa, su familia, su zona de confort y salió a contarle al mundo el plan de Dios. No es un camino de rosas, pero nada que valga la pena jamás será fácil.

¡Comparte experiencias con otras parroquias!

Esto no quiere decir que tengas que cambiarte de parroquia ¡No, no necesariamente!, sino simplemente que aprendas como otros cristianos honran a Dios. 

El cristianismo ha sido siempre una fe comunitaria, grupal. La Iglesia no son reductos individuales y autónomos; todas las comunidades deben estar conectadas entre sí. 

Debemos de buscar a Dios juntos, compartiendo conocimientos y experiencias y así podemos ser de mucha utilidad los unos con los otros y ayudarnos durante las dificultades a las que tengamos que enfrentarnos.

Es muy edificante conocer a personas que tienen formas, costumbres y métodos diferentes y que también son nuestros hermanos, aunque sean de otra parroquia. Ver cómo otros trabajan, sirven, oran o adoran puede ayudarte a entenderlos mejor y quizás a valorar la propia manera de adorar de tu parroquia. 

¡Alaba a Jesús con música!

Nada toca nuestro espíritu ni alegra nuestro corazón tanto como la música. 

Esto explica por qué ha sido una parte tan importante en la historia del hombre. 

Jesús quiere gozo en su casa, quiere risas y quiere canciones. No tengamos vergüenza de alabar a Dios con la alegría de la música sea del tipo que sea, clásica o moderna, pop o hasta Hip Hop…


¡Perdona siempre!

Es una de las cosas más difíciles a lo cual somos llamados como cristianos. Cuando nos hieren es muy difícil soltar el dolor causado por las heridas. Queremos justicia, venganza, castigar a quienes nos han herido. 

Pero si no perdonamos, también nos hacemos daño a nosotros mismos. Llenamos nuestro corazón de resentimiento y odio. Cristo nos llama a despojarnos de todo rencor y a perdonar así como hemos sido perdonados. 

Cuando perdonamos lo hacemos también por nosotros mismos.

¡Escucha a Dios!

Dios puede hablarnos en medio de las tormentas y torbellinos de la vida, pero muy a menudo nos habla a través del leve susurro de su voz; el cual muchas veces queda apagado por el ruido del mundo moderno y sus afanes. 

Ora continuamente, escucha, toma tiempo todos los días para estar alerta, en silencio y quizás te sorprendas de lo que escuches.



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