"Queridos míos, amémonos unos a otros,
porque el amor viene de Dios.
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El que no ama no ha conocido a Dios,
pues Dios es amor"
(1 Juan 4,7-8).
Pensar que la fe es una cuestión personal, individual, que es algo íntimo y secreto, es una postura, cuando menos, cómoda y egoísta.
La auténtica fe es un acto que camina desde lo interno hacia lo externo, desde lo individual a lo social, desde lo particular a lo comunitario, que implica un profundo deseo de transformación (propio y ajeno), de transmisión de valores, de compromiso, de confianza, de servicio, de amor.
La fe es un compromiso de amor: a Dios y a los demás. La fe de Jesús es un compromiso de amor: vino al mundo para transformar los corazones, para sanar, para perdonar, para comprometerse y dar conocer el plan de su Padre, para confiar en Él, para servir y para entregar su vida por nosotros. ¿Existe mayor amor?
Por eso, como seguidor y discípulo suyo me pregunto: ¿Sigo realmente a Jesucristo? ¿Amo a Dios? ¿He transformado mi corazón? ¿Estoy comprometido con el plan de Dios? ¿Doy a conocer a Jesús?¿Confío en Dios? ¿Sirvo a otros? ¿Perdono? ¿Amo? ¿Me entrego a ellos?
Y es el AMOR que brota del corazón lo que NOS TRANSFORMA a nosotros y al mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Tienes preguntas o dudas?
Este es tu espacio libre y sin censura