"Me he aparecido a ti
para hacerte ministro y testigo
de lo que has visto de mí
y de lo que te voy a mostrar."
(Hechos 26,16).
Escuchar y seguir la llamada de Dios ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido en mi vida.
Después de mucho tiempo de recibir muchas llamadas que siempre rechacé, comencé a tener algunas nociones de que iba por un camino que no había sido elegido por mí. Pero fue en un retiro de Emaús cuando descolgué el teléfono, cuando escuché, cuando supe, que Dios me llamaba para servirle. Y eso es lo que hice.
Después de mucho tiempo de recibir muchas llamadas que siempre rechacé, comencé a tener algunas nociones de que iba por un camino que no había sido elegido por mí. Pero fue en un retiro de Emaús cuando descolgué el teléfono, cuando escuché, cuando supe, que Dios me llamaba para servirle. Y eso es lo que hice.
Pero ¿Cómo estar seguro de haber sido llamado por Dios?
Lo primero que quiero decir es que todos somos llamados por Dios. Todos recibimos su llamada. El apóstol Pablo escribe, animando a todos: "Os pido que caminéis de una manera digna de la vocación que habéis recibido." (Efesios 4, 1). Todos somos llamados a una vocación. Podemos huir de ella, pero no podemos escondernos de ella.
La conversación entre Pablo y Jesús, relatada en el libro de los Hechos, es bastante útil para conocer si hemos sido llamados por Dios. Pablo comparte su testimonio con el rey Agripa: Es una frase sencilla en la que podemos ver seis aspectos de cómo Dios nos llama a cada uno de nosotros:
1. Encuentro personal: "me he aparecido a ti.."
El principio de todo es que Jesús se nos aparece. A veces, de repente y de forma evidente (como a Pablo en el camino de Damasco), y otras, más sutilmente (como a los dos de Emaús).
Sea de una forma u otra, cuando Jesús se nos aparece, comienza nuestra relación con él.
Para conocer el plan de Dios para mi vida es necesario encontrarme con Jesús. Si no descuelgo y acepto la llamada, no puedo escucharle. El plan de Dios pasa siempre por Jesucristo.
Para la reflexión: ¿Me he encontrado con Jesús y le he respondido?
2. Propósito personal: "... para hacerte..."
Dios nos ha creado a cada uno con un propósito particular; ha puesto en nuestros corazones una necesidad interior, una misión para servirle. Nos ha dado un papel protagonista a cada uno en su plan divino de salvación. Dios quiere que seamos santos como Él y se ha asegurado en ofrecernos todos los medios para conseguirlo.
Cuando un soldado se alista en el ejército, se le da un rango y una función.
Cuando Jesús se nos aparece, no sólo lo hace para salvarnos, sino para salvar al mundo a través de nosotros.
Quizás algunos de nosotros hallamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer. Pero es todo más sencillo: Descuelga y responde. Apartemos un rato diario de nuestra agenda y pongámonos frente al Santísimo, o en "lo escondido", para orar y escuchar de Dios, y Él mismo nos lo dirá.
A mí me ocurrió (y me sigue ocurriendo) así. Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas que no había atendido.
A mí me ocurrió (y me sigue ocurriendo) así. Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas que no había atendido.
Para la reflexión: ¿Sé cuál es la función que me ha asignado?
3. Servicio: "...ministro..."
Un ministro es alguien que ejerce un ministerio, un servicio, una función. Jesús quiere que seamos sus ministros, sus servidores, sus instrumentos. Incluso hasta ser esclavos suyos.
Dios nos llama, ¿aceptaremos o rechazaremos la llamada?
¿Has entregado y consagrado, en calidad de esclavo, tu cuerpo y tu alma, tus bienes interiores y exteriores, tus buenas acciones pasadas, presentes y futuras, tu familia y todo lo que tienes, sin reservas ni excepciones a Jesús?
Sólo después de consagrarnos a Él (a través de María), recibimos la función que nos encomienda: esclavos de su amor y misericordia.
Sólo después de consagrarnos a Él (a través de María), recibimos la función que nos encomienda: esclavos de su amor y misericordia.
4. Testimonio: "... y testigo..."
Un testigo es el que da testimonio. Dios también nos llama a ser testigos suyos, a dar testimonio de su mensaje de amor, de nuestra experiencia de Jesús, de su plan para toda la humanidad.
¿Hemos asumido el papel de un testigo? ¿Nos molesta el hecho de que tantos en el mundo están luchando por encontrar esperanza? ¿Estamos buscando maneras de dar audazmente un relato de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas?
Para la reflexión: ¿Doy testimonio de Jesús?
5. Observación: "... de lo que has visto de mí..."
Sólo podemos testimoniar lo que hemos visto de Jesús. Si no le hemos visto, ¿qué vamos a compartir con otros?
Es posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se esconden detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y entorno.
Yo también he pensado que la fe era algo íntimo que cada uno debía vivir para sí. Pero ahora sé que es porque no me había encontrado con Cristo cara a cara, porque para compartir a Jesús con otros, primero debemos verlo. Debemos experimentarlo. Y después no puedes callártelo.
Para la reflexión: ¿Comparto a Jesús con otros?
6. Crecimiento: "y de lo que te voy a mostrar"
Una vez que le has conocido y mantienes una relación personal con Cristo, tu testimonio de fe cambia porque Jesús se revela progresivamente, a lo largo de tu vida y a través de las personas a quienes sirves y amas. Maduras y creces espiritualmente con Él.
Nuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.
Nuestro testimonio de su acción en nuestra vida debe ser continuamente actualizado a medida que nos moldea, regenera, purifica y perfecciona. A medida que continúa mostrándonos nuevos aspectos sobre el plan y la voluntad divina. Él nos lo promete: enseñarnos más de sí mismo y así crecer, mientras caminamos con Él.
Para la reflexión: ¿crezco y experimento más de Jesús?
Todos somos llamados por Dios. No hay excusas para no atender su llamada. Ser cristiano es reconocer a Jesús y compartir lo que nos ha dado, con un mundo necesitado y sediento de Dios.
¿Vas a contestar a Jesús?
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