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El apóstol san Pablo, en la segunda carta a los Corintios 9, utiliza la misma pedagogía de Jesús con las parábolas: nos insta a sembrar con abundancia, con generosidad y sin tacañería, según nos dicte el corazón, no a la fuerza ni a disgusto y nos asegura que Dios ama al que da con alegría.
El rey David en el Salmo 111 lo confirma: a quien hace obras de caridad le llama dichoso, es decir, le honra, le santifica, le diviniza...le guarda para la vida eterna.















"A quien me sirva, el Padre lo honrará"
(Juan 12, 24-26)
Jesús, con su ejemplo, me da las tres claves para ser cristiano: dar fruto, ganar la vida eterna y alcanzar la gloria.
MISIÓN: "Caer en tierra y morir para dar fruto".
Jesucristo cumplió su misión: se encarnó (bajó a la tierra) y murió (se despojó de su posición en el cielo) para dar mucho fruto (nos salvó)
Como cristiano, tengo que caer en tierra (humildad) y morir (desprendimiento) y ser fecundo (amor).
Frente a la soberbia, humildad. Frente al orgullo, entrega. Frente a la vanidad, amor.
SERVICIO: "Aborrecerse a sí mismo para ganar la vida eterna".
Jesús se negó a sí mismo para servirnos y darnos la vida eterna.
Como cristiano, tengo que aborrecerse, negarme a mí mismo, desprenderme de mí, para servir a los demás.
Frente al egoísmo, altruismo. Frente al individualismo, abnegación. Frente al egocentrismo, entrega.
COMPROMISO: "Servir a Cristo es seguirlo para alcanzar la gloria".
Cristo sirvió a Dios Padre y se comprometió con los hombres para alcanzar la gloria.
Como cristiano, tengo que comprometerme, seguirlo y servirle.
Frente a la comodidad, esfuerzo. Frente a la desgana, compromiso. Frente a la pereza, servicio.
JHR

Quizás algunos de nosotros hayamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer.
- nos llama a tener una perspectiva cristiana clara sobre el servicio, cuando la noche antes de su muerte, se puso de rodillas y lavó los pies a todos sus discípulos (Juan 13, 14-15).
Es posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se escondan detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal, que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y de su entorno.
Nuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.