¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta servicio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta servicio. Mostrar todas las entradas

jueves, 10 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (10): "MORIR PARA DAR FRUTO"

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: 
si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; 
pero si muere, da mucho fruto.
El que ama a sí mismo, se pierde, 
y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, 
se guardará para la vida eterna. 
El que quiere servirme, que me siga, 
y donde esté yo, allí también estará mi servidor; 
a quien me sirva, el Padre lo honrará».
(Jn 12,24-26)

Nos encontramos en el capítulo 12 del evangelio de San Juan, comienzo del llamado libro de la gloria, donde el Señor quiere dejar claro que ha llegado su "hora", la hora de su pasión y glorificación. Y lo hace con la sencilla parábola del grano de trigo, pero de profundo significado. 

Cristo ha de morir para «dar fruto», para ser fecundo. No es una muerte que derrota sino que triunfa, de la que brota la salvación y la vida eterna. Ha de morir para que el hombre viva. Muere solo y resucita acompañado de "muchos", multiplicando sus frutos.
Dice san Pablo que servir es sembrar, y el que siembra con generosidad, a manos llenas,  abundantemente cosechará. Servir es poner el corazón en el otro, no a disgusto y a la fuerza, sino con alegría y totalmente, y el Señor nos colmará de dones y de frutos (2 Cor 9,6-10).

Darme a los demás... pero no de cualquier forma, sino al estilo de Jesús, no para ser servido sino para servir, no para ser reconocido sino para dar vida, para "desvivirse" por nosotros. Sólo entregando mi propia vida puedo engendrar vida, sólo "desviviéndome", puedo hacer vivir a los demás. 

La caridad me "exige" darme sin esperar recibir, entregarme sin buscar nada a cambio, y entonces, recibiré mucho más de lo que doy. La vida es fruto del amor, y brota en la medida en que me entrego. Sin entrega verdadera no hay servicio, no hay fecundidad, sólo activismo y esterilidad.

Caer en tierra y morir es condición para que el grano fecunde, pues el fruto comienza en y del mismo grano que muere. Si quiero ser grano pero no quiero morir, no daré fruto nunca. Si quiero seguir siendo grano porque temo a la humedad, a la desaparición bajo la tierra, no seré fecundo jamás.
 
Pero sólo si muero a mí mismo nacerá una nueva planta que producirá nuevos frutos, que se reproducirá muchas veces así misma. El don total de uno es lo que hace que la vida de otra persona sea realmente fecunda y también la de uno mismo: el fruto es la vida eterna. 
Amar gratuitamente y sin egoísmos, darme totalmente y sin comodidades, entregarme hasta el extremo es servir sin medida, sin cálculos y sin resultados ni eficacias. Ese es el objeto de toda donación, ofrecer lo que tengo gratuitamente en favor de otra persona. 

Es el amor que Cristo nos manda imitar: que nos amemos unos a otros, como Él nos ha amado" (Jn 13,34). Ese es el amor más grande, dar la vida por los amigos (Jn 15,13) y lo que nos diferencia y nos distingue a los cristianos del resto del mundo. 

Dice Jesús en el evangelio de san Lucas que no tenemos mérito si amamos a los que nos aman, si hacemos el bien sólo a quien nos lo hace, porque es buscar reciprocidad y esperar algo a cambio pero no es fecundo ni germina vida eterna, ni tampoco nos distingue del resto. 

El verdadero mérito del amor es amar a los enemigos, a aquellos que nos odian. Sí, tarea ardua pero eso es lo que nos pide el Señor si queremos alcanzar la una gran recompensa que nos promete (Lc 6,32-35).

Pero para que el grano germine y de fruto necesita unas condiciones adecuadas: sol, lluvia y abono... Si quiero servir y seguir a Dios, necesito la luz de su Palabra, la lluvia de su Gracia y el abono de su Voluntad... y todo eso sólo puedo encontrarlo donde Él se hace presente, en la Eucaristía, en los sacramentos. Donde esté Él, allí estaré yo, su servidor.


JHR

martes, 9 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (10): A QUIEN ME SIRVA, EL PADRE LO HONRARÁ


"A quien me sirva, el Padre lo honrará"
(Juan 12, 24-26)

El apóstol san Pablo, en la segunda carta a los Corintios 9, utiliza la misma pedagogía de Jesús con las parábolas: nos insta a sembrar  con abundancia, con generosidad y sin tacañería, según nos dicte el corazón, no a la fuerza ni a disgusto y nos asegura que Dios ama al que da con alegría.
El rey David en el Salmo 111 lo confirma: a quien hace obras de caridad le llama dichoso, es decir, le honra, le santifica, le diviniza...le guarda para la vida eterna.

El Señor, en tres versículos del evangelio de Juan, describe de forma directa la verdadera esencia del cristiano, la paradoja cristiana, esto es, morir para vivir, perder para ganar:

MISIÓN: "Caer en tierra y morir para dar fruto"

Jesucristo cumplió la misión que le encargó Dios Padre: se encarnó (bajó a la tierra) y murió (se sacrificó voluntariamente por nuestras culpas) para dar mucho fruto (resucitó y fue glorificado).

Con su ejemplo, me llama a ser fecundo:
  • Frente a la soberbia, humildad.
  • Frente al orgullo, docilidad.
  • Frente a la vanidad, amor.
SERVICIO: "Aborrecerse a sí mismo para ganar la vida eterna"

Jesús se negó a sí mismo (despojándose de su posición en el cielo) para servirnos y darnos la vida eterna (nos devolvió la amistad con Dios Padre).

Con su ejemplo, me exhorta a servir:
  • Frente al egoísmo, altruismo. 
  • Frente al individualismo, abnegación. 
  • Frente al egocentrismo, desapego.
COMPROMISO: "Servir a Cristo para alcanzar la gloria"

Cristo sirvió a Dios Padre (cumplió Su voluntad) y se comprometió con los hombres (amándonos hasta el extremo) para alcanzar la gloria.

Con su ejemplo, me invita a comprometerme:
  • Frente a la comodidad, esfuerzo. 
  • Frente a la desgana, compromiso. 
  • Frente a la pereza, acción.
Seguir a Jesús no es sólo creer en Él. Significa estar donde está Él, es decir, en la cruzLa cruz significa disponibilidad para enfrentarse a la prueba, valentía para servir hasta la muerte de uno mismo, generosidad para entregarse sin buscar recompensa. Es el camino para llegar a la luz...a la gloria...donde está Él, honrado por el Padre.

Seguir a Cristo es servir, es entregarse totalmente, es amar con al amor más grande, es dar la vida por los demás: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15,13). 

Servir a Cristo es morir a uno mismo es "desvivirse" por los demás, es "abrirse" a los demás, es "gastarse" en los demás". Amar es "sacrificarse" por los demás, es inmolarse por los demás, es servir al prójimo con alegría y abnegación. 

Servir a la manera de Cristo es "pudrir el yo para que germine el nosotros", es decir, la renuncia voluntaria a la propia voluntad, a los propios deseos, afectos o intereses en beneficio de los demás. 

Sólo muriendo, amando y sirviendo podré "dar fruto y guardarme para la vida eterna". Sólo así, el Padre me honrará.


JHR

domingo, 19 de septiembre de 2021

ÚLTIMO Y SERVIDOR DE TODOS

"Si uno quiere ser el primero, 
sea el último de todos 
y el servidor de todos"
(Marcos 9,35)

Vivimos en un mundo rebelde que promueve la lucha y la dominación, donde "uno" sale victorioso y el resto derrotados, donde "uno" es feliz y el resto infelices, donde  "uno" domina y el resto dominados, donde uno se "alza y ensalza" y el resto se "abaja".

Sufrimos una sociedad perversa que fomenta la competitividad y la disputa, donde se privilegia el éxito y el poder, "donde hay envidia y rivalidad, turbulencia y todo tipo de malas acciones" (Santiago 3,16), donde se descarta a los "perdedores" y se alaba a los "ganadores". 
En cambio, la sabiduría amorosa de Dios es "en primer lugar, intachable, y además es apacible, comprensiva, conciliadora, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera" (Santiago 3,16-17).

Jesús, la Sabiduría encarnada, sabiendo las luchas interiores y las pasiones desordenadas de cada uno, suscita a sus discípulos (a nosotros) el examen de conciencia, y nos hace su famosa pregunta retórica: "¿De qué discutíais por el camino?" (Marcos 9, 33), "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?" (Lucas 24,17), "¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros?" (Santiago 4,1).

Cristo, el divino Confesor, conoce siempre lo que alberga nuestro corazón...pero quiere que se lo confesemos nosotros...mientras nos mira con compasión y nos escucha con paciencia. 

Entonces, nos invita a la conversión y al cambio de mentalidad, a desprendernos de los criterios del mundo y a revestirnos de "la sabiduría que viene de lo alto", y nos "impone" la penitencia, pero no como un castigo sino como un consejo, como hace el Maestro al discípulo o el Padre al hijo"Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón(Mateo 11,29).

"Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos" (Marcos 9,35; Mateo 20,26). Jesús nos está predicando con el ejemplo. No dice que no debamos querer ser los primeros...ni condena nuestros deseos de superación, ni tampoco nuestras intenciones de poner a rendir los talentos que nos ha dado
Más bien, nos alienta y nos anima a ello...pero de una forma completamente diferente a la del mundo: no a costa de los demás, sino a favor de los demásJesús, con su ejemplo, nos exhorta a vivir no desde la soberbia, sino desde la humildad; no desde el egoísmo, sino desde el altruismo; no desde el "recibir" sino desde el "dar".

La pedagogía divina de Cristo nos enseña que "los primeros puestos" dentro de Su Iglesia, no son de poder o dominación, sino de servicio y entrega, y nos invita a purificar la motivación de buscar esos primeros puestos y vivir nuestra vocación cristiana como cumplimiento de la voluntad de Dios.

sábado, 17 de julio de 2021

EL LIDERAZGO EN EL SERVICIO A DIOS

"Sabéis que los que son reconocidos 
como jefes de los pueblos los tiranizan, 
y que los grandes los oprimen. 
No será así entre vosotros: 
el que quiera ser grande entre vosotros, 
que sea vuestro servidor; 
y el que quiera ser primero, 
sea esclavo de todos" 
(Marcos 10,42-44)

Dice San Ignacio en su Principio y Fundamento que "el hombre existe para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto, salvar su ánima" (EE 23). 

Sin embargo, desde el principio, el hombre ha sucumbido a la seductora tentación de aquel que quiso sobresalir por encima de los demás y que proclamó: "Non serviam". Es el afán de protagonismo orgulloso que desvirtúa por completo el servicio a Dios porque anhela "ser como Dios", porque desea "divinizarse" a sí mismo y por sí mismo.

Dice El papa Francisco que ese afán egocéntrico y vanidoso en la Iglesia se traduce en clericalismo (eclesial), que pone a una casta de sacerdotes por encima del pueblo de Dios, mediante un autoritarismo dominante que les lleva a considerarse amos y no siervos. 

Sacerdotes tiranos y opresores que olvidan el mandato del Buen Pastor de apacentar sus ovejas; que olvidan que el primer grado del Orden Sacerdotal es el diaconado, esto es, el servicio a Dios y a su pueblo; que olvidan dedicar tiempo a la oración y pedir fe para discernir, obediencia para acatar y humildad para servir.
A los laicos nos ocurre algo parecido cuando nos asignan una responsabilidad pastoral o una misión concreta en la Iglesia: caemos en el clericalismo (seglar) por el que nos sentimos superiores a nuestros hermanos, adoptamos pensamientos y deseos vanidosos, y demostramos actitudes y talantes autoritarios. 

Laicos tiranos y opresores que olvidamos a quien servimos para fijarnos a quien mandamos; que olvidamos la enseñanza de Cristo de "darnos hasta el extremo"; que buscamos los primeros puestos y, "sirviéndonos de los demás, nos servirmos a nosotros".
 

Cristo nos llama a todos, sacerdotes y laicos, a ser una Iglesia misionera y diaconal que anuncia, sirve y ama con alegría sin esperar recompensa ni halagos. Porque el verdadero poder del Reino de Dios está en el servicio.

El liderazgo en el servicio no es mando, relevancia o supremacía sino una actitud humilde y generosadisponible y ejemplar, que escucha atentamente y que delega confiadamente.

Liderar el servicio es hacerse el primer servidor y siervo de todos, para darse completamente: entregando todo nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestras energías y nuestros recursos para ponerlos a disposición de las necesidades de los demás. 

Jesucristo es el Primero en el servicio, el Primogénito en el amor, el servidor de todos y su reino de amor es un reino de servidores, donde amar es servir y servir es reinar

Y así se lo explicó con contundencia a sus apóstoles, a Santiago y Juan, que anhelaban un puesto de prestigio y reconocimiento en el cielo, al lado de Jesús: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos" (Marcos 9,35).
El amor de Dios, la verdadera caridad es el "agapé", un amor incondicional y generoso por el que, el amante tiene sólo en cuenta el bien del amado, y que Jesús les explicó a sus amigos discípulos: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15,13). 

Dice San Pedro, cabeza de la Iglesia designada por Cristo, que "si uno presta servicio, que lo haga con la fuerza que Dios le concede, para que Dios sea glorificado en todo, por medio de Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos" (1 Pedro 4,11). Todo servicio a Dios viene de su Gracia y es para su Gloria.

Dice San Pablo, ejemplo de servicio, que "hay más dicha en dar que en recibir" (Hechos 20,35). Sólo sirviendo a los demás, sus palabras adquieren significado. El amor (el servicio) ni se exige ni se obliga. Sencillamente, se da
En su primera carta a Timoteo 3,2-5, San Pablo describe las características que debe tener un sacerdote u obispo: "conviene que sea irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, sensato, ordenado, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni amigo de reyertas, sino comprensivo; que no sea agresivo ni amigo del dinero; que gobierne bien su propia casa y se haga obedecer de sus hijos con todo respeto. Pues si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿Cómo cuidará de la iglesia de Dios? Que no sea alguien recién convertido a la fe, por si se le sube a la cabeza y es condenado lo mismo que el diablo. Conviene además que tenga buena fama entre los de fuera, para que no caiga en descrédito ni en el lazo del diablo"

Y en los versículos 6-10, las cualidades de un diácono o servidor: "sea asimismo respetable, sin doble lenguaje, no aficionado al mucho vino ni dado a negocios sucios; que guarde el misterio de la fe con la conciencia pura. Tiene que ser probado primero y, cuando se vea que es intachable, que ejerza el ministerio" .

Servir es la materialización del amor. Quien ama, sirve y quien sirve, cumple la Ley
"Amarás a Dios con todo tu corazón, 
con toda tu alma, 
con toda tu mente, 
con todo tu ser... 
y a tu prójimo como a ti mismo" 
(Marcos 12,30)

jueves, 22 de abril de 2021

LA MUERTE NO ES EL FINAL

"Nadie me quita la vida, 
sino que yo la entrego libremente. 
Tengo poder para entregarla 
y tengo poder para recuperarla:
 este mandato he recibido de mi Padre" 
(Juan 10,18)

Cesáreo Gabaráin, sacerdote católico español, compuso la emocionante canción cristiana "La muerte no es el final"que las Fuerzas Armadas Españolas adoptaron como himno para homenajear a los fallecidos en acto de servicio y que los cristianos deberíamos también hacerla nuestra.

La muerte no es el final, en efecto, porque nuestra esperanza se convierte en certeza cuando proclamamos que Jesucristo ha resucitado. Esa es la gran novedad, esa es la buena noticia del Señor: "Mira, hago nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21, 5).

En la Encarnación, el Santo y Justo se despoja de su divinidad para servir al Padre y al hombre: "Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron" (Juan 1, 11). Es más, lo rechazaron. Y ese rechazo lo llevó directamente a su muerte en la Cruz, libremente abrazada, convirtiéndose en fuente salvífica para todos los hombres y en el acto de amor servicial más sublime. 

En la Última Cena, el Maestro nos invita a imitarle, nos llama al servicio: "el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mateo 20,27-28).
En la Cruz, el Cordero nos entrega a la Virgen (tipo de la Iglesia) como relevo suyo y nos la ofrece como nuestra guía, ayuda y modelo perfecto de servicio, humildad, abnegación y obediencia: "Ahí tienes a tu madre" (Juan 19,27), para, como el discípulo amado, desde aquella hora, recibirla como algo propio.

En nuestra vida cotidiana, el Resucitado nos llama a servir como Él, a dar la vida por los demás, a morir en acto de servicio: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15,13). Dice Cristo que nadie le quita la vida sino que la entrega libremente. Sí, en efecto, el amor es la entrega libre de la vida por los demás. Y por tanto, la muerte nos tiene que encontrar en el servicio, en la muerte a uno mismo, a nuestro ego. 

Servir "exige" entregar la propia vida"Requiere" abajarse y humillarse. "Supone" despojarse de todo egoísmo, orgullo, posición o  comodidad. "Implica" desvivirse por los demás. Reclama escuchar al que sufre o atender al que tiene necesidad. Obliga a darse por completo hasta el final.

La muerte no es el final sino el principio de todo, de nuestro encuentro con Dios y de nuestra recompensa: el amor infinito de Dios que se funde con el amor gratuito del hombre en el servicio. Sin duda, en el encuentro abnegado y desinteresado con el prójimo, es el lugar donde hallamos a Dios.

Por ello, es imperativo, para el bien de las almas y nuestra propia santificación, salir al encuentro de quienes están desesperanzados, afligidos, solos o excluidos. Es preceptivo ofrecerles una sonrisa que les llene de alegría, un abrazo que les devuelva la dignidad, un oído dispuesto a escuchar. 

No hace falta esperar a una ocasión propicia. Todos los días son una maravillosa oportunidad de expresar con alegría ese amor de servir al prójimo. No es preciso esperar a servir en una parroquia, en un retiro, en una actividad evangelizadora o en una labor social. Cualquier ambiente es idóneo para entregar la vida por otros: en el familiar, en el laboral, en el social... 

El mundo está necesitado del amor de Dios, sobre todo, ahora que la pandemia asola la tierra. Y la manera de mostrárselo y ofrecérselo es sirviendo, amando, escuchando, ofreciendo una palabra de aliento y un hombro donde enjugar las lágrimas. 
El servicio surge de un amor genuino y gratuito que no es nuestro, sino de Dios, que es quien toma siempre la iniciativa. Por tanto, "preocuparse" por otros significa "ocuparse antes" por ellos que por nosotros. "Despreocuparse" por nosotros implica "abandonarnos" a la Providencia divina.

A través de nuestra docilidad en el servicio y dejando actuar siempre al Espíritu Santo, Dios interviene en la historia del hombre, mostrando su gloria, su justicia y su misericordia. Nosotros, con nuestros "pequeños/grandes servicios de amor", contribuimos a la edificación del Reino de Dios en la tierra.
Y lo hacemos cuando dejamos nuestro "yo" a un lado para centrarnos en el "tú"; cuando salimos de nuestra zona de comodidad para "acomodar" a los demás; cuando dejamos nuestras prioridades personales para "volcarnos" en las de otros; cuando nos "abajamos" de nuestra posición para levantar al caído; cuando, a imitación de nuestro Maestro, nos "quitamos el manto y nos ceñimos la toalla para lavarles los pies" (Juan 13,4) porque “No es el siervo más que su amo” (Juan 15,20)

Pero, además, con nuestro servicio todo son ventajas, incluso, también para nosotros: nos sentimos profundamente amados por un Dios que se preocupa de sus hijos, recibimos Su gracia que nos modela para ser menos egoístas y más serviciales, y más "perfectos", más santos.



JHR

domingo, 9 de agosto de 2020

MEDITANDO EN CHANCLAS (10)

"A quien me sirva, el Padre lo honrará" 

(Juan 12, 24-26)


Jesús, con su ejemplo, me da las tres claves para ser cristiano: dar fruto, ganar la vida eterna y alcanzar la gloria.

MISIÓN: "Caer en tierra y morir para dar fruto".

Jesucristo cumplió su misión: se encarnó (bajó a la tierra) y murió (se despojó de su posición en el cielo) para dar mucho fruto (nos salvó)

Como cristiano, tengo que caer en tierra (humildad) y morir (desprendimiento) y ser fecundo (amor).

Frente a la soberbia, humildad. Frente al orgullo, entrega. Frente a la vanidad, amor. 

SERVICIO: "Aborrecerse a sí mismo para ganar la vida eterna".

Jesús se negó a sí mismo para servirnos y darnos la vida eterna.

Como cristiano, tengo que aborrecerse, negarme a mí mismo, desprenderme de mí, para servir a los demás.

Frente al egoísmo, altruismo. Frente al individualismo, abnegación. Frente al egocentrismo, entrega.

COMPROMISO: "Servir a Cristo es seguirlo para alcanzar la gloria".

Cristo sirvió a Dios Padre y se comprometió con los hombres para alcanzar la gloria.

Como cristiano, tengo que comprometerme, seguirlo y servirle.

Frente a la comodidad, esfuerzo. Frente a la desgana, compromiso. Frente a la pereza, servicio.

JHR

viernes, 31 de mayo de 2019

EL VERDADERO SERVICIO ES SACRIFICO, NO COMODIDAD

Resultado de imagen de jesus camina a mi lado
"Me he aparecido a ti 
para hacerte ministro y testigo 
de lo que has visto de mí 
y de lo que te voy a mostrar." 
(Hechos 26,16).

Escuchar y seguir la llamada de Dios, al encontrarme cara a cara con Él, ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido en mi vida. 

Después de mucho tiempo de caminar junto a mí, "colocando" en mi camino personas y situaciones, y de recibir muchas "llamadas perdidas", que siempre rechacé, un día descolgué el teléfono y...se me abrieron los ojos y los oídos. 

Fue en un retiro de Emaús cuando escuché, cuando vi, cuando supe... que Dios me llamaba para amarle, para servirle. Aquel fin de semana, tuve una experiencia de conversión "tumbativa", muy similar a la de San Pablo, cuando iba camino de Damasco, porque yo iba con muchas dudas, quejas y preguntas sobre el servicio a Dios.

Yo iba camino de Emaús, escuchando la conversación que el Señor mantenía con los dos discípulos (uno de ellos era yo) y, en cierto modo, se entremezclaba con la conversación que, en otro pasaje, Jesús mantenía con Pablo, camino de Damasco, relatada en el libro de los Hechos. 

Fue un autentico "shock" para mí. Ambas conversaciones estaban dirigidas a mí: me llamaba a servirle, a pesar de mis quejas, a pesar de mi desánimo, a pesar de mis pérdidas. 

Hoy quiero centrarme en la conversación que narra el libro de los Hechos, desarrollada en 6 puntos:

1. Encuentro personal: "me he aparecido a ti.."

El principio de todo es que Jesús se nos aparece. A veces, de repente y de forma evidente (como a Pablo en el camino de Damasco), y otras, más sutilmente (como a los dos de Emaús).

Sea de una forma u otra, cuando Jesús se nos aparece, comienza nuestra relación con él.

Por eso, para conocer el plan de Dios en mi vida fue necesario encontrarme, lo primero, con Jesús. 

Si no me hubiera puesto a caminar en la fe, nunca hubiera podido encontrarme con Él ni escucharle nunca. 

Si no le hubiera invitado a entrar en mi casa (en mi vida), nunca hubiera podido reconocerle. 

El plan de Dios pasa siempre por Jesucristo: encontrarnos con Él, escucharle y, finalmente, invitarle.

Para la reflexión:  ¿Me he encontrado con Jesús y le he respondido?

2. Propósito personal:  "... para hacerte ..."

Dios nos ha creado a cada uno de nosotros con un propósito particular; ha puesto en nuestros corazones una necesidad interior, una misión y un propósito: amarle y servirle (y vicerversa). Nos ha dado un papel protagonista (a cada uno de nosotros) en su plan divino de salvación.  

Cuando Jesús se nos aparece, no sólo lo hace para salvarnos, sino para salvar al mundo a través de nosotros. Aquí es donde entra nuestro amor y nuestro servicio a Dios.

Resultado de imagen de encuentro con dios en la oracionQuizás algunos de nosotros hayamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer. 

Pero es todo más sencillo: Descuelga y responde. Aparta un rato diario de tu agenda y ponte frente al Santísimo, o en "lo escondido", para orar y escuchar de Dios, y Él mismo te lo dirá. 

Escuchar su llamada es discernir qué y dónde me quiere Dios. Invitarle a nuestra vida es usar los dones, talentos y medios que nos proporciona, para su gloria. 

A mí me ocurrió exactamente esto (y me sigue ocurriendo). Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas, que no había atendido.

Para la reflexión: ¿Sé cuál es la función que Jesús me ha asignado?

3. Servicio personal: "...ministro..."

Un ministro (o servidor) es alguien que ejerce un ministerio, un servicio, una función. Jesús nos llama a ser sus ministros, sus servidores, sus instrumentos de amor. 

Desgraciadamente, no todos respondemos afirmativamente a Jesús, porque el servicio no es un privilegio sino un sacrificio. 

Para muchos, el servir a otros es una forma de éxito y reconocimiento. A veces, la Iglesia se convierte en un lugar de privilegio donde sólo hay "señores" que reciben, pero no hay "servidores" que den.

Sin embargo, el verdadero ejemplo de servicio, servicio como sacrificio, no como privilegio, es el mismo Jesús
Nos lo deja muy claro cuando:

- nos advierte contra los líderes políticos y religiosos, que utiliza a la gente para su propio beneficio, en lugar de servirles (Mateo 20, 25-28; Marcos 10, 42-45).

Resultado de imagen de servir a jesus- nos llama a tener una perspectiva cristiana clara sobre el servicio, cuando la noche antes de su muerte, se puso de rodillas y lavó los pies a todos sus discípulos (Juan 13, 14-15).

- nos exhorta a servir a Dios y a los demás “no por obligación, sino voluntariamente, de buena gana, como Dios lo quiere; no por vil ganancia, sino con generosidad, no como dictadores, sino como modelos para otros” (1 Pedro 5, 2–3).

Para un cristiano, el servicio no se define por la cantidad de cosas que hacemos, la cantidad de almas que ganamos, o la cantidad de veces que servimos, ni por las personas que tenemos a nuestro cargo... sino por el amor y los sacrificios personales que mostramos para atender las necesidades de los demás. 

Servir es sacrificio, es costoso y nada cómodo. Requiere oración, amor, obediencia y humildad para conocer y aceptar la voluntad de Dios. 

El servicio cristiano tiene que ver fundamentalmente con dar, no con recibir. Significa entregarse por completo, vaciarse de amor y mostrar alegría al procurar el bien de los demás. 

La esencia y el corazón del servicio es tomar la iniciativa que de otra manera, no tomaríamos, y asumir los sacrificios que de otra manera, no haríamos, para llevar a otros a Dios, que de otra manera no irían. 

Servir es abrazar las dificultades personales a corto plazo para obtener ganancias a largo plazo

Servir es encontrar nuestra alegría, no en la facilidad de atendernos o satisfacernos a nosotros mismos, sino en la incomodidad y el sacrificio en beneficio de los demás. Sin buscar recompensa. Sin buscar nada a cambio.

Si buscamos nuestra propia satisfacción o reconocimiento... si buscamos sólo "recibir"... algo estamos haciendo mal. Desde luego, no estaremos sirviendo a Dios...

El servicio cristiano, en el hogar, en la familia, en el trabajo, en la Iglesia y en otros lugares, no es para los que buscan honor y reconocimiento, sino para los que están dispuestos a arrodillarse e incomodarse por el bien y las necesidades de los demás. 

Dios nos llama al servicio, ¿aceptaremos o rechazaremos la llamada?

Para la reflexión: ¿Sirvo a Jesús?

4. Testimonio personal: "... y testigo ..."

Un testigo es alguien que da testimonio de lo que ha visto, de lo que ha experimentado, de lo que ha escuchado. 

Dios también nos llama a ser testigos suyos, a dar testimonio de su mensaje de amor, de nuestra experiencia de Jesús, de su plan para toda la humanidad.

Cuando testimonias tu amor por Jesús al mundo con hechos y palabras, tu fe crece y se fortalece. Y sientes gozo interior difícil de explicar. Es porque sirves realmente a Dios, porque amas realmente a Dios.

¿Asumo el papel de un testigo? ¿Busco el modo y el lugar de contar lo que Dios hace en mi vida?

Para la reflexión: ¿Doy testimonio de Jesús?

5. Observación personal: "... de lo que has visto de mí ..."


Sólo podemos testimoniar lo que hemos visto de Jesús. Si no le hemos visto, ¿qué vamos a compartir con otros? Si no le hemos escuchado, ¿qué vamos a contar de Él?

Resultado de imagen de encuentro con jesusEs posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se escondan detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal, que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y de su entorno. 

Yo también he pensado que la fe era algo íntimo que cada uno debía vivir para sí. 

Ahora sé que es porque no me había encontrado con Cristo cara a cara, porque para compartir a Jesús con otros, primero debemos verle. Debemos experimentarle. Debemos escucharle. Y después...ya no puedes callártelo.


Para la reflexión: ¿Comparto a Jesús con otros?

6. Crecimiento personal: "y de lo que te voy a mostrar"


Una vez que le has conocido y mantienes una relación personal con Cristo, tu testimonio de fe y servicio cambia, porque Jesús se revela progresivamente, a lo largo de tu vida y a través de las personas a quienes sirves y amas. Maduras y creces espiritualmente con Él.


Imagen relacionadaNuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.

Nuestro testimonio de su acción en nuestra vida debe ser continuamente actualizado a medida que nos moldea, regenera, purifica y perfecciona. A medida que continúa mostrándonos nuevos aspectos sobre su plan y su voluntad divina.

Él nos lo promete: enseñarnos más de sí mismo y así crecer, mientras caminamos con Él.

Para la reflexión: ¿crezco y experimento más de Jesús?

Todos somos llamados por Dios al servicio, a la misión. No hay excusas para no atender su llamada. Ser cristiano es reconocer a Jesús y compartir lo que nos ha dado, con un mundo necesitado y sediento de Dios.

¿Vamos a contestar a Jesús?



sábado, 22 de julio de 2017

¿RECONOZCO LA LLAMADA DE DIOS?

"Me he aparecido a ti 
para hacerte ministro y testigo 
de lo que has visto de mí 
y de lo que te voy a mostrar." 
(Hechos 26,16).

Escuchar y seguir la llamada de Dios ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido en mi vida. 

Después de mucho tiempo de recibir muchas llamadas que siempre rechacé, comencé a tener algunas nociones de que iba por un camino que no había sido elegido por mí. Pero fue en un retiro de Emaús cuando descolgué el teléfono, cuando escuché, cuando supe, que Dios me llamaba para servirle. Y eso es lo que hice.

Pero ¿Cómo estar seguro de haber sido llamado por Dios?

Lo primero que quiero decir es que todos somos llamados por Dios. Todos recibimos su llamada. El apóstol Pablo escribe, animando a todos: "Os pido que caminéis de una manera digna de la vocación que habéis recibido." (Efesios 4, 1). Todos somos llamados a una vocación. Podemos huir de ella, pero no podemos escondernos de ella.

La conversación entre Pablo y Jesús, relatada en el libro de los Hechos, es bastante útil para conocer si hemos sido llamados por Dios. Pablo comparte su testimonio con el rey Agripa: Es una frase sencilla en la que podemos ver seis aspectos de cómo Dios nos llama a cada uno de nosotros:

1. Encuentro personal: "me he aparecido a ti.."

El principio de todo es que Jesús se nos aparece. A veces, de repente y de forma evidente (como a Pablo en el camino de Damasco), y otras, más sutilmente (como a los dos de Emaús). 
Sea de una forma u otra, cuando Jesús se nos aparece, comienza nuestra relación con él.

Para conocer el plan de Dios para mi vida es necesario encontrarme con Jesús. Si no descuelgo y acepto la llamada, no puedo escucharle. El plan de Dios pasa siempre por Jesucristo.

Para la reflexión:  ¿Me he encontrado con Jesús y le he respondido?

2. Propósito personal:  "... para hacerte..."

Dios nos ha creado a cada uno con un propósito particular; ha puesto en nuestros corazones una necesidad interior, una misión para servirle. Nos ha dado un papel protagonista a cada uno en su plan divino de salvación. Dios quiere que seamos santos como Él y se ha asegurado en ofrecernos todos los medios para conseguirlo. 

Cuando un soldado se alista en el ejército, se le da un rango y una función. 

Cuando Jesús se nos aparece, no sólo lo hace para salvarnos, sino para salvar al mundo a través de nosotros.
Quizás algunos de nosotros hallamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer. 
Pero es todo más sencillo: Descuelga y responde. Apartemos un rato diario de nuestra agenda y pongámonos frente al Santísimo, o en "lo escondido", para orar y escuchar de Dios, y Él mismo nos lo dirá. 

A mí me ocurrió (y me sigue ocurriendo) así. Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas que no había atendido.

Para la reflexión: ¿Sé cuál es la función que me ha asignado?

3. Servicio: "...ministro..."

Un ministro es alguien que ejerce un ministerio, un servicio, una función. Jesús quiere que seamos sus ministros, sus servidores, sus instrumentos. Incluso hasta ser esclavos suyos.

Desgraciadamente, no todos los cristianos colocan a Jesús como el Señor de sus vidas, porque posiblemente piensan que es su Salvador, pero no su Señor. La Iglesia se ha convertido en un lugar de privilegio, en un club privado donde sólo hay "señores" que reciben pero no hay "servidores" que den.

Dios nos llama, ¿aceptaremos o rechazaremos la llamada?

¿Has entregado y consagrado, en calidad de esclavo, tu cuerpo y tu alma, tus bienes interiores y exteriores, tus buenas acciones pasadas, presentes y futuras, tu familia y todo lo que tienes, sin reservas ni excepciones a Jesús? 

Sólo después de consagrarnos a Él (a través de María), recibimos la función que nos encomienda: esclavos de su amor y misericordia.

Para la reflexión: ¿Sirvo a Jesús?

4. Testimonio: "... y testigo..."

Un testigo es el que da testimonio. Dios también nos llama a ser testigos suyos, a dar testimonio de su mensaje de amor, de nuestra experiencia de Jesús, de su plan para toda la humanidad.

¿Hemos asumido el papel de un testigo? ¿Nos molesta el hecho de que tantos en el mundo están luchando por encontrar esperanza? ¿Estamos buscando maneras de dar audazmente un relato de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas?

Para la reflexión: ¿Doy testimonio de Jesús?

5. Observación: "... de lo que has visto de mí..."

Sólo podemos testimoniar lo que hemos visto de Jesús. Si no le hemos visto, ¿qué vamos a compartir con otros?

Es posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se esconden detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y entorno. 

Yo también he pensado que la fe era algo íntimo que cada uno debía vivir para sí. Pero ahora sé que es porque no me había encontrado con Cristo cara a cara, porque para compartir a Jesús con otros, primero debemos verlo. Debemos experimentarlo. Y después no puedes callártelo.

Para la reflexión: ¿Comparto a Jesús con otros?

6. Crecimiento: "y de lo que te voy a mostrar"

Una vez que le has conocido y mantienes una relación personal con Cristo, tu testimonio de fe cambia porque Jesús se revela progresivamente, a lo largo de tu vida y a través de las personas a quienes sirves y amas. Maduras y creces espiritualmente con Él.

Nuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.

Nuestro testimonio de su acción en nuestra vida debe ser continuamente actualizado a medida que nos moldea, regenera, purifica y perfecciona. A medida que continúa mostrándonos nuevos aspectos sobre el plan y la voluntad divina. Él nos lo promete: enseñarnos más de sí mismo y así crecer, mientras caminamos con Él.

Para la reflexión: ¿crezco y experimento más de Jesús?

Todos somos llamados por Dios. No hay excusas para no atender su llamada. Ser cristiano es reconocer a Jesús y compartir lo que nos ha dado, con un mundo necesitado y sediento de Dios.

¿Vas a contestar a Jesús?