¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 30 de mayo de 2023

LA IMPORTANCIA DE FORMARNOS EN LA FE

"Vosotros sois la sal de la tierra. 
Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? 
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. 
Vosotros sois la luz del mundo. 
No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte" 
(Mt 5,13-14)

Con frecuencia escuchamos en nuestras comunidades que los católicos necesitamos formación. Aunque muchos pedimos formación porque afirmamos desconocer las verdades de nuestra fe, la profundidad y el significado de la Biblia o qué dice el catecismo de la Iglesia sobre determinados aspectos, lo cierto es que cuando nos la ofrecen, la rechazamos o, cuando menos, somos inconstantes al recibirla.

Para algunos, la fe es tan sólo un sentimiento que aporta paz, consuelo y esperanza. Para otros, un cumplimiento de algunas normas de vida sin demasiado compromiso. Y para la mayoría, una gran desconocida.

¡Cuántas veces escuchamos decir que no leemos la Biblia porque no la entendemos! ¡Cuántas veces escuchamos decir que no rezamos porque no comprendemos lo que decimos o porque nos aburre! ¡Cuántas veces nos conformamos con escuchar homilías (si es que lo hacemos) que se quedan en un simple monólogo sin que interpele nuestros corazones!

Por eso, nos preguntamos ¿por qué es importante para un católico la formación? He aquí algunas razones:

  • Porque no podemos amar a Dios sin conocerlo. Y si no le amamos, inclumplimos el primero de los mandamientos: "Amarás a Dios sobre todas las cosas" (Mt 22,36-37).
  • Porque nuestra fe es la adhesión y el seguimiento a Jesucristo (Mt 16,24) y nadie puede adherirse y seguir a nadie si no lo conoce. Para vivir cristianamente necesitamos conocer para amar y amar para vivir. Sólo quien está enamorado, enamora. Y quien enamora, vive de acuerdo al sentido para el cual ha sido creado.
  • Porque para enamorar necesitamos compartir el amor a nuestra fe con otros y para ello, es necesario dar razón de lo que creemos, dar argumentos de lo que amamos (1 Pe 3,15). El mundo se ha convertido en una zona hostil que ataca nuestros valores y creencias. Por ello, la formación es absolutamente necesaria para defender nuestra fe.
  • Porque para cumplir la misión que Jesucristo nos confió de "Id al mundo entero y proclamar el evangelio" (Mt 28,19-20; Mc 16,15-20; Lc 9,2; 10,1-3) es necesario que sepamos cómo dialogar con aquellos que están alejados de Dios y de la Iglesia, es preciso encontrar los puntos en común, lo que nos une y no tanto lo que nos separa.
  • Porque sin formación, nuestra fe no crece, se vuelve "privada", se marchita y muere. Y Jesús nos pregunta "¿dónde está vuestra fe?" (Lc 3,25).

La fe necesita crecer y desarrollarse. Los cristianos adultos necesitamos alimento sólido en lugar de alimento para bebés, necesitamos más carne y menos papilla, más luz y menos oscuridad. 

La falta de formación genera oscurantismo y tiniebla, es terreno abonado para los fundamentalismos y los relativismos que nos alejan del Señor y de su Iglesia. 

¡Cuántas personas dicen comprender su fe y sin embargo, se vuelven intransigentes con los demás! ¡Cuántas personas dicen conocer la voluntad de Dios y sin embargo, repiten frases como "a mi me parece", "yo creo que...", "la Iglesia debería evolucionar" o "la Biblia debería cambiarse"!

El Señor nos dice que somos sal y luz del mundo pero ¿cómo podemos serlo si nos volvemos sosos o nos oscurecemos? ¿cómo podemos ser aquello que no somos o dar aquello que no tenemos?

La formación no es un "conocer teórico" más ni un saber más, ni una ciencia más. Se trata de conocer cuánto nos ama Dios, y saber corresponderle con nuestro imperfecto amor humano, igual que un hijo busca agradar a su padre.
La esencia del cristiano es seguir a Jesús, y seguirlo implica “ponerse en su lugar”. Y para ponernos en su lugar necesitamos discernimiento, formación y acompañamiento espiritual. 

La vida cristiana se aprende, ninguno nacemos sabiéndola. Es el Señor, nuestro Maestro quien nos enseña a través de su Iglesia y de sus testigos a vivir una vida nueva en el Espíritu, a vivir según Su Evangelio. 

La formación es una necesidad de cada cristiano para relacionarnos íntimamente con Dios, para dejarnos amar por Él, para conocerlo y amarlo siempre más y mejor, para dejarnos llevar a un encuentro personal, a una amistad estrecha y a una íntima comunión con Él.

Jesús, en la cruz, dijo: "Tengo sed" (Jn 19,28). Dios tiene sed de nosotros pero nosotros...¿tenemos sed de Él?

"El que tenga sed, que venga a mí y beba,
el que cree en mí; como dice la Escritura: 
de sus entrañas manarán ríos de agua viva” 
(Jn 7,37-38)

jueves, 3 de junio de 2021

EL IMPERATIVO DEL DISCIPULADO


¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?
¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?
¿Cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? 
y ¿Cómo anunciarán si no los envían?"
(Romanos 10,14-15)

Hablábamos en un artículo anterior de la necesidad de la formación cristiana: nos referíamos al discipulado. Jesús, en Mateo 28,19-20, nos dice que es imperativo ir, primero, y después, hacer discípulos: "Id, pues, y haced discípulos". No hay dudas ni excusas para no hacerlo. Es Palabra del Señor. No se trata de estar aparcados en el hangar sino de conducir nuestra fe en "piloto manual".

Cristo utiliza un imperativo, "Id", para enviarnos a la misión, para salir de nuestras comodidades y rutinas, para salir de donde estamos, a buscar a los que están fuera. Y ese "id" significa, fundamentalmente, "al mundo", es decir, a todos. No hace falta salir del país para estar "en misión", ni de la ciudad ni del barrio, ni siquiera de nuestras parroquias. 

El mandato sigue con un "Pues"...para decirnos ¿a qué esperáis? El Señor no nos dice... "cuando podáis" o "cuando queráis" ni tampoco "esperad a que vengan", sino "Id ya", "ahora"... hoy mismo. Tenemos que ponernos en acción ya mismo.

La urgencia imperativa de la evangelización es palmaria y notoria en las palabras de Jesús, porque el tiempo se agota, porque los que se han alejado de Dios y de la Iglesia no se van a acercar por sí solos. Nosotros (todos) tenemos que salir a buscarlos a los caminos por donde se han perdido, incluso en aquellos que están dentro de nuestras comunidades parroquiales. 

¿Para qué ir? para "Haced discípulos". El discipulado es la razón de "ir". Significa que, una vez hemos ido en busca de los que están alejados de Dios, ya sean hermanos prójimos o hermanos mayores, tenemos que mostrarles a Cristo para que tengan una experiencia real del Resucitado. Sólo así, uno se convierte en discípulo. 
¿Cómo hacer discípulos? "Bautizándolos", es decir, lo primero de todo es introducir a quienes han experimentado a Cristo en la Iglesia, integrarles en la familia de Dios trino.  Sólo así, un discípulo se convierte en hijo de Dios.

¿Para qué bautizarles? para "enseñarles todo lo que Jesús nos ha mandado", es decir, formarles en la fe cristiana, enseñarles la doctrina de la Iglesia, configurarles en Cristo. Sólo así, un discípulo se convierte en cristiano.

Para concluir, Jesús nos asevera con rotundidad "Y sabed estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos". No es una simple frase de despedida sino una solemne afirmación de que Cristo está con nosotros, en la Iglesia. Está esperando...

Hacer discípulos en casa
Pero hoy querríamos referirnos a ir y hacer discípulos dentro de nuestras parroquias. No todos los creyentes son discípulos (Diferencias entre un creyente y un cristiano

Reconozco que mi fervor de "joven cristiano", de "hijo pródigo", de "converso" y mi pasión por Dios pueden "chocar" con algunos que son creyentes católicos hace mucho tiempo. 
Puede que algunos de mis hermanos mayores se hayan vuelto distraídos, complacientes o incluso apáticos. Puede que consideren que, por el hecho de estar en la casa del Padre, "sirviendo y sin desobedecer nunca" (Lucas 15,29), tienen todo hecho, cumplido y ganado.

Puede que se hayan convertido en observadores pasivos, en cumplidores de ritos o quizás en creyentes sonámbulos. Puede que se hayan transformado en espectadores o consumidores de sacramentos y crean que han llegado ya a su máximo grado de madurez espiritual.

Puede que hayan perdido de vista sus necesidades espirituales más profundas o su interés por seguir creciendo en el amor de Dios. Puede que hayan perdido la "sed" o que hayan puesto su fe en "piloto automático". No lo afirmo, tan sólo digo que..."puede".

Lo que sí afirmo es que el crecimiento espiritual de una comunidad parroquial es su característica más importante y su objetivo principal. 

Un cristiano siempre está deseoso de crecer; un seguidor de Cristo siempre está ávido por aprender de Él; un discípulo siempre está sediento de una relación más profunda con Cristo; un cristiano siempre está dispuesto a comprometerse más con Él y siempre está presto a ofrecerle su corazón. Si no es así...es que su corazón no arde...es que algo falla.

El discipulado es...
El discipulado es un proceso que dura toda la vida, un camino de profundización en la relación con Jesucristo, un viaje y no un destino en el que siempre es posible aprender y crecer, madurar y profundizar espiritualmente. 

El discipulado no tiene como objetivo buscar personas para "llenar huecos", ni buscar voluntarios para "hacer cosas", ni buscar feligreses para "aligerar cargas" al párroco. El discipulado es la base del crecimiento espiritual individual y colectivo de una parroquia

El discipulado es el foco central de una comunidad vibrante y entusiasta en la que sus miembros descubren y potencian los dones y talentos que Dios les ha dado, y los ponen a Su servicio. 
El discipulado supone la continua renovación espiritual y pastoral de toda la parroquia a través del compromiso individual y colectivo, y que conduce a la edificación de una comunidad cristiana espiritualmente madura, sólida e inspiradora.

El discipulado conduce hacia la adopción de un fuerte sentido de pertenencia, de unión y de identificación con la comunidad. 

El discipulado crea un efecto contagioso que se expande a las relaciones, no sólo entre las personas sino con Dios, y que traspasan las paredes de la parroquia. El discípulo no acude sólo a la Eucaristía en el templo sino que vive una vida eucaristica.

Tener un plan de discípulado
Pero, por sí mismo, participar activamente en las actividades parroquiales no contribuye a un crecimiento del amor a Dios y a los hermanos ni garantiza un mayor compromiso con Cristo. 

Es necesario, primero, evaluar nuestra parroquia ¿En qué tiene que crecer?

En segundo lugar, elaborar un plan de discipulado ¿Qué hacer y quién debe hacerlo? revisarlo continuamente ¿Produce frutos? 

En tercer lugar, buscar los talentos que Dios ha colocado entre los bancos de la parroquia ¿Dónde están? y ponerlos a rendir ¿Nos sigues?

En cuarto lugar, exhortar a todos a dar el siguiente paso ¿Hacia dónde vamos? es decir, todo debe conducir al encuentro con Cristo.

El discipulado favorece poderosamente el crecimiento espiritual, conduce hacia un mayor compromiso y generosidad, genera un "efecto dominó", provoca una mayor participación y aportación de recursos humanos y materiales, y produce un mayor sentido de unión y comunidad fraterna...nos hace "sentirnos en casa".

¿Vamos, pues, y hacemos discípulos?

jueves, 27 de mayo de 2021

NECESITAMOS FORMACIÓN

"¿Hasta cuándo, ignorantes, amaréis la ignorancia,
y vosotros, insolentes, recaeréis en la insolencia,
y vosotros, necios, rechazaréis el saber?
Prestad atención a mis razones,
derramaré mi espíritu sobre vosotros,
quiero comunicaros mis palabras"
(Proverbios 1,22-23)
Hace algún tiempo, en un retiro de Emaús, me regalaron una pulserita verde que siempre llevo en mi muñeca y en la que está escrita una inscripción de San Alberto Hurtado que dice: "¿Qué haría Jesús en mi lugar?" 

Reconozco que esta pregunta me ha sacado de mi ignorancia, de mi insolencia y de mi necedad anteriores. Sin duda, ha sido una gran ayuda colocarme en el lugar de Cristo para saber cómo obrar en cada momento, sobre todo, cuando le sirvo, en el ámbito de la evangelización

Pero ¿Cómo responder a la pregunta si no conozco a fondo a Cristo? ¿Cómo discernir lo que Jesús haría en mi lugar si no tengo una relación lo suficientemente estrecha como para saberlo? ¿Cómo salir de mi ignorancia, de mi insolencia y de mi necedad?

La fe cristiana es el encuentro y la relación íntima con Jesucristo. Una vez que nos hemos encontrado con Él y le hemos reconocido, necesitamos establecer una profunda e íntima relación con Él, seguir dejándonos amar y rociar por el Espíritu Santo, escuchar y alimentarnos de lo que nos dice a través de su Palabra, de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, entablar un diálogo personal con Él en la oración, para finalmente, servirle y amarle.  

Porque lo que Jesús haría en mi lugar sería, sin duda, amar y servir. Pero para amar y servir tengo que conocer. Y no se puede servir y amar lo que no se conoce. Por tanto, necesito profundizar en el conocimiento de Cristo, es decir, necesito formación. Todos la necesitamos, y la necesitamos ya.
Formarme no significa convertirme en teólogo o en un erudito en cristianismo, sino conocer cuánto me ha amado Dios en Jesús, saber cómo puedo agradarle siempre más y ofenderle menos, conocer su voluntad y saber qué tiene pensado para mí. 

Como discípulo del Maestro, mi misión es estar constantemente aprendiendo de Él, entender su plan para mí, conocer la vocación a la que me llama, para así, ser sal de la tierra y luz del mundo.

Sin conocer la Verdad, sin ser fiel a la doctrina de la Iglesia, a quien Cristo ha encomendado la misión de evangelizar, no sólo no puedo saber lo que Jesús haría en cada circunstancia de mi vida, tampoco puedo ser un apóstol eficaz.
"El arte del apostolado es arriesgado. La solicitud por acercarse a los hermanos no debe traducirse en una disminución de la verdad.... Sólo el que es totalmente fiel a la doctrina de Cristo puede ser eficazmente apóstol. Y sólo el que vive con plenitud la vocación cristiana puede estar inmunizado de los errores con los que se pone en contacto(Pablo VI).
Pero no necesito dejar de evangelizar hasta alcanzar una formación completa, un conocimiento total de Cristo. Si esperara a eso, nunca haría nada. Puedo ser discípulo junto a otros discípulos, aprender mientras enseño a otros, compartir mientras comparto con otros, formarme mientras formo a otros...como hacían los apóstoles. 
"El imperativo de actuar hoy y con urgencia procede de las necesidades que son verdaderamente inmensas para quien sabe darse cuenta... He aquí la hora de los laicos. Es preciso empezar a trabajar hoy mismo, porque tal es la ley de la conciencia cristiana. Cuando se ha oído enunciar un deber no se dice: 'lo haré mañana'. Se debe actuar inmediatamente"  (Pablo VI).
En el mundo actual, el Enemigo ha cambiado el terreno original de la batalla espiritual. La Serpiente antigua ha modificado sus tácticas y sus estrategias llevándolas al plano ideológico, cultural y educacional, donde consigue mejores resultados que en el físico. 
Hoy, Satanás no busca una lucha frontal de sangre y destrucción como antaño, sino una guerra incruenta de confusión y corrupción; no quiere matar con actos sino envenenar con ideas; no quiere mártires sino apóstatas; no quiere víctimas sino desertores. 

Para poder entrar en el combate ideológico de nuestro tiempo, tenemos muchas armas que Dios pone a nuestra disposición:

Necesitamos estar alerta y vigilar a través de la oración para que nuestra fe, esperanza y caridad aumenten. 

Necesitamos leer, estudiar, meditar a través de la formación en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. 

Necesitamos obtener los dones de sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios a través del Espíritu Santo para que nuestra voluntad se ponga en marcha.

Necesitamos recibir la gracia y la paz a través de los sacramentos para que nuestra perseverancia haga frente a las insidias y maldades con las que el Enemigo quiere hacernos caer.

Necesitamos conocer la Luz y la Verdad de Cristo a través de la Palabra de Dios para que nuestra resistencia haga frente a las mentiras y falsedades con las que Satanás pretende desvirtuar nuestras conciencias.
En definitiva, necesitamos formación y misión, oración y acción, verdad y justicia. Y en todo, amor.
"Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado; el que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios podrá apreciar si mi doctrina viene de Dios o si hablo en mi nombre. Quien habla en su propio nombre busca su propia gloria; en cambio, el que busca la gloria del que lo ha enviado, ese es veraz y en él no hay injusticia"(Juan 7,16-18).



 

JHR

viernes, 23 de octubre de 2020

EVANGELIZACIÓN 2.0: DISCIPULAR CONVERSOS

"Nadie puede venir a mí 
si no lo atrae el Padre que me ha enviado...
Serán todos discípulos de Dios. 
Todo el que escucha al Padre y aprende, 
viene a mí" 
(Juan 6,44-45)

Hace cinco años, en mi artículo Iglesias portaaviones, escribía sobre la urgencia de la conversión pastoral de la Iglesia, sobre la necesidad de pasar de ser cruceros a portaaviones. 

Un cambio de paradigma al que nos han venido exhortando los papas (Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) en sínodos, encuentros y encíclicas (Lumen GentiumRedemptoris MissioEvangelli NuntiandiiVerbum Domini, Evangelii Gaudium) bajo expresiones como "Nueva Evangelización", "La Iglesia existe para evangelizar", "Iglesia en salida", etc.  

Y gracias a la acción del Espíritu Santo que, en los últimos años, ha guiado a la Iglesia para poner práctica distintos metodos de evangelización (Cursillos de Cristiandad, Apha, Emaús, etc.) que han producido muchos frutos, han hecho regresar a muchos "hijos pródigos", que se habían alejado de la Iglesia (entre los que me encuentro yo también).
Ahora, escribo y reflexiono sobre la importancia y la imperiosa necesidad de que la Iglesia dé un nuevo paso en su misión: Evangelización 2.0. Es decir, de la evangelización al discipulado, priorizar la acogida, ayuda y formación de todas las personas que han vuelto, y que continúan regresando a la Casa del Padre, es decir, acoger atender y preparar a los conversos.

No podemos limitarnos a evangelizar y luego volvernos a casa sin más, dejando a las personas sin guía. Es necesario acoger, acompañar y discipular a los "evangelizados". Si no lo hacemos, el fruto caerá en tierra y se pudrirá. Transcurrido un tiempo, la personas que regresaron, volverán a marcharse. 

Muchas veces lo hemos escuchado, dicho y repetido: el fruto de la evangelización no consiste en llenar parroquias los domingos, sino en los evangelizadores que envía y en los discípulos que genera.

La Iglesia evangelizadora no es un crucero placentero donde disfrutamos todos como pasajeros. Es algo más: es un portaviones en continua actividad que envía y recibe aviones, que repara y reposta a los que llegan para volver a enviarlos. Es un navío donde los pasajeros están en continuo adiestramiento.

El regreso de los "hijos pródigos" no tiene sentido alguno, si una vez en casa, no les devolvemos su dignidad, no les vestimos, no les calzamos, no les ponemos el anillo y no les ofrecemos el novillo cebado. 
No tiene sentido, si al cabo de un tiempo, dejamos descuidados los aviones en los hángares del portaviones, o si no los reparamos, preparamos y equipamos para nuevas misiones, o incluso, si quedan inservibles para la acción. 

La evangelización no tiene sentido sólo por el acto en sí de envangelizar, si al cabo de un tiempo, los que regresaron, se vuelven a marchar a aquel "país lejano" del que vinieron, porque no les hemos acogido ni prestado la atención debida. Eso es lo que la párabola nos exhorta a hacer: acoger, acompañar, preparar...discipular.

Como decía en el artículo antes citado, el mayor enemigo de la evangelización somos nosotros mismos. Volvemos de las misiones con "prisioneros rescatados", pero seguimos siendo "cortos de miras", al no saber qué hacer con ellos, al no escuchar lo que el Espíritu Santo nos dice a través de la Iglesia, de la Tradición, el Magisterio y la Palabra de Dios.

No se trata de llenar las parroquias como si fueran "trasteros", donde acumulamos de todo "por si acaso", pero no utilizamos nada. No se trata de organizar retiros evangelizadores o acciones misioneras para "ocuparnos" en muchas cosas que carecen de sentido sobrenatural. Porque todo eso no evangeliza. 

Se trata de adiestrar continuamente a los hombres y mujeres que son rescatados del Enemigo y acogidos en el "portaaviones" (y a la dotación, también), para formar un ejército de "rescatadores de almas" para Dios. 
Se trata de preparar grupos para misiones específicas, incluso a veces, "imposibles", porque todos corremos el peligro de caer en manos del Enemigo y volver a ser "prisioneros de guerra".

Se trata de entrenar equipos especiales que, primero, deben ser adiestrados en la supervivencia como cristianos para, después, conocer las tácticas de defensa y ataque, y así, emprender la misión y liberar a otros prisioneros.

Sólo un ejército bien dotado y equipado, entrenado y adiestrado, puede embarcarse en nuevas misiones que acaben con éxito. Sin la preparación adecuada, no se puede "luchar".

martes, 25 de agosto de 2020

FORMARSE NO ES INFORMARSE

"La formación de los fieles laicos 
tiene como objetivo fundamental 
el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación
 y la disponibilidad siempre mayor 
para vivirla en el cumplimiento de la propia misión. "
(Juan Pablo II, Cristifideles laici, 58)

A menudo, apelamos a la necesidad imperiosa de formarnos en la fe. "Exigimos" charlas y meditaciones de sacerdotes, buscamos libros espirituales, esperamos que nuestros sacerdotes estén muy pendientes de nuestro discipulado, o incluso buscamos formación superior teológica, pero ¿qué significa realmente formarse?

Para mí, la palabra "FE" está compuesta de dos letras: "F" de Formación y "E" de Evangelización.  Por eso, la fe de un cristiano no se limita a la adquisición de conocimientos teológicos mediante procesos formativos básicos o catequesis doctrinales, que a veces, resultan eternos o, incluso, ineficaces. Además, deben ser puestos en práctica, deben vivirse y deben proclamarse.

La formación es el proceso permanente de maduración de la fe cristiana que tiene como modelo a Jesucristo, como fuerza motriz, al Espíritu Santo, y como objeto, la propia santificación y la de los demás. Parte del conocimiento (dimensión intelectual), se sustenta en la oración (dimensión espiritual), celebra (dimensión sacramental) y vive para servir (dimensión pastoral). 

Es un camino continuo de aprendizaje, servicio y amor a Dios que comienza en el ámbito de una comunidad eclesial o religiosa, es decir, en la Iglesia, que está sostenido por una dirección espiritual doctrinalmente correcta, bien sea a través de un sacerdote, de un religioso o de una religiosa, y que acaba el día de nuestra muerte.

Pero llegado un determinado momento de la vida del cristiano, éste debe dejar de ser discípulo para convertirse en apóstol; debe dejar de ser un bebé espiritual para convertirse en un adulto espiritual. Porque la fe, si no crece, se estanca y muere.

Por ello, la finalidad de toda formación cristiana, es decir, de todo discipuladodebe conducir a la autonomía del cristiano. En palabras del mismo Jesús: "Os conviene que yo me vaya... para que el Espíritu de la verdad, os guíe hasta la verdad plena" (Juan 16, 7 y 12). Lo que no quiere decir que vivamos la fe de forma individual ni lejos del Maestro.

Formarse no es sólo informarse sobre Dios, saber que existe; no es sólo conocer al Jesucristo histórico, saber que murió y resucitó; no es sólo enumerar y comprender los mandamientos. Es mucho más. 
Formarse es dejar que el Espíritu Santo "dé forma a mi alma"; es dejar que Dios "modele mi espíritu"; es dejar que Cristo "edifique en mi corazón Su Reino".

Formarse es construir en mi interior el templo de la Trinidad; es dejar que Dios transforme mi corazón de piedra en uno de carne. 

Formarse es relacionarme con Dios, "intimar" y comunicarme con Cristo, aprender de Él, seguir su ejemplo...y su cruz.

Formarse es caminar junto a mis hermanos mientras aprendo; es discipular a otros mientras soy discipulado; es alimentarme espiritualmente para crecer en la fe, madurar en la esperanza y arder en el amor.

Formarse es descubrir la vocación para la que he sido creado, es asumir el plan que Dios tiene para mí; es comprometerme con Dios, es "darle un sí" confiado.

Formarse es llegar a asemejarme y a convertirme en otro "Cristo"; es dejarme guiar y fortalecer por el Espíritu de Dios; es "perfeccionarme" y caminar hacia mi santidad.

Formarse es llegar a ser discípulo de Cristo para dar testimonio y proclamar el Evangelio; es vivir la fe en comunidad; es buscar espacios de encuentro con mis prójimos.
Formarse es descubrir a un Dios que me ama con locura, que da la vida por mí y que nunca me abandona.

Formarse es vivir una vida exterior eucarística y sacramental que me lleven al amor a Dios y al prójimo; es vivir una vida interior contemplativa y de silencio que me lleven a lo profundo del "misterio".

Formarse es vivir con la mirada fijada en el cielo; es asumir la identidad misionera cristina y cumplir la voluntad de Dios en todo momento; es anhelar y buscar formar parte de la Jerusalén celeste.

Formarse es basar toda mi existencia en una profunda experiencia de Dios, en una vivencia mística continua, en una relación íntima con Cristo y en constante comunicación con Él, para conocer su voluntad.

Formarse es anunciar a Cristo en todos mis ambientes existenciales; es servir a Dios y a los hombres, formando parte de la Iglesia de Cristo.
JHR

lunes, 9 de marzo de 2020

ALIMENTAR EL ESPÍRITU

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"Está escrito: No sólo de pan vive el hombre,
 sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." 

(Mateo 4,4; Lucas 4,4)

Dios ha creado al hombre como un ser único, dotado de cuerpo y espíritu. El cuerpo necesita sustento, cuidado y alimento para sobrevivir, crecer y desarrollarse satisfactoriamente. De la misma forma, también el espíritu necesita alimento, cuidado y atención. 

Jesús mismo nos lo dijo: “No sólo de pan vive el hombre, sino que de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Con ello, quiso decir algo más que dar una respuesta al Tentador: que cultiváramos nuestro espíritu, que alimentáramos nuestra vida interior ante las tentaciones de estar pendientes sólo de las necesidades de nuestro cuerpo.

Por ello, debemos alimentar nuestra vida espiritual para no caer en una fe superficial, anímica, tibia, mediocre, relativista e indiferente.

Necesitamos un adecuado desarrollo espiritual para no caer en el desprecio por lo trascendental, en el endurecimiento de nuestro corazón y en la deformación de nuestra conciencia.

Pero antes de desarrollar nuestro espíritu, tenemos que cimentar una conciencia recta y una voluntad fuerte

Despues, cultivar nuestra inteligencia y dejar que el Espíritu Santo modele nuestro corazón, guiar nuestra alma y derramar sus dones y sus gracias, para conducirnos hacia un camino de santificación.

Una vez cimentadas nuestra conciencia, vol
untad e inteligencia por la Gracia, los cristianos necesitamos una formación espiritual sólida, firme y segura, que nos proporcione las herramientas necesarias para tomar un camino de madurez

En él, creceremos día a día, reflejaremos en nuestra vida el mensaje de Jesucristo de forma integral, así como el amor a Dios y al prójimo, mediante la búsqueda del bien, la verdad y la belleza.
La formación espiritual nos dará una mayor profundidad en nuestra relación con Dios, a través de la oración, la lectura de la Palabra, el discernimiento de la fe, la comprensión y aceptación de la doctrina y el seguimiento de los sacramentos.

Una buena sugerencia para em
pezar, es buscar guía y dirección espiritual en un sacerdote o en un consagrado. Pero, además y sobre todo, en la Eucaristía, en la Palabra de Dios, en el Magisterio y la Tradición de la Iglesia.

Entonces comenzaremos una vida coherente con Cristo y, con el tiempo, llegaremos a asemejarnos a Él.

Elementos de vida cristiana

Una vida cristiana coherente implica que asimilemos algunos de los elementos imprescindibles y que se adquieren con una correcta formación espiritual:

Sentido sagrado
Descubrir la presencia de Dios en nuestra vida. 

Tomar conciencia del sentido sagrado de nuestra existencia y comprender para qué hemos sido creados. 

Ver todo con los ojos de Dios.

Mostrar a Dios la debida adoración, humildad, agradecimiento, recogimiento, etc.

Oración

Entablar un diálogo íntimo con Dios y meditar lo que nos suscita.

Recurrir a Él de forma natural, en actitud de agradecimiento por sus dones, y especialmente, por su amor infinito. 

Pedir lo que conviene, no lo que deseamos. 

Orar individualmente y en familia. 

Y hacerlo continuamente. 

Sacramentos

Comprender el sentido de los sacramentos como signos de la gracia, como acciones de Dios, no como meros ritos o símbolos. 

Vivirlos como la presencia real de Cristo, que actúa en nuestra alma, iluminándola, fortaleciéndola, vivificándola. 

Vivir la Eucaristía como centro de la vida del cristiano, como fuente de gracias inagotables. 

Sagrada Escritura

Conocer la Sagrada Escritura, Palabra de Dios viva en nuestro día a día.

Profundizar en el contacto con Jesús y sus enseñanzas a través del Evangelio.

Tomar conciencia de que aplica a nuestra vida, hoy y ahora.

Alimentarnos con frecuencia de la Palabra, dedicando tiempos a leer en familia, en pareja, a orar y meditar en comunidad.

Catequesis

Aprender las verdades fundamentales de nuestra fe a través del Catecismo, el Magisterio, las encíclicas de los santos padres, libros de espiritualidad, etc., para llegar a conocer mejor a Dios y, por tanto, a amarle más. 

Aprender de las vidas de santos, ejemplos vivos de hombres y mujeres que se entregaron heroicamente en la práctica de las virtudes, que amaron a Dios y a las almas, hasta dar su vida por ellos, que abandonaron fortuna, casa y la propia libertad, para proclamar la Buena Nueva.

Lucha y sacrificio

Pelear contra las tentaciones y los enemigos de nuestra alma: mundo, demonio y carne.

Realizar pequeños sacrificios y renuncias, para disponer nuestra alma para el combate por la santidad y fortalecer el ánimo para la lucha. 

Mantener a raya nuestras tendencias al egoísmo, la soberbia y la sensualidad mediante una exigente y continua práctica de la mortificación cristiana.

Todos nuestros sacrificios, unidos a los de Nuestro Señor en la Cruz y ofrecidos por las almas, son fuente de conversión y de redención para ellas. 

Ofrecer nuestros dolores, tribulaciones, sufrimientos físicos o morales como reparación del terrible mal del pecado que tanto ofende al Corazón de Jesús.

Apostolado y Espíritu evangélico

Descubrir a Cristo en nuestro prójimo, especialmente en el que está más necesitado.

Motivarnos a dar, a ayudar, a preocuparnos, a servir, a orar por otros. 

Ofrecer nuestro tiempo, nuestras capacidades, nuestro dinero para formar un corazón generoso. 

Dar testimonio de Dios en nuestra vida.

Hablar, insistir, predicar con el ejemplo el verdadero espíritu total y radical del Evangelio, sin minimizarlo, ni suavizarlo.

Presentar el ideal cristiano tal cual es. 

No permitir que el conformismo, el relativismo y el buenismo penetren en la vivencia de nuestra fe, haciéndonos caer en un catolicismo “light” y falto de sentido sobrenatural. 

No dejar que una idea errónea de lo que es la fe católica se apodere de nuestro pensamiento.

Virgen María

Y por último, ponernos en manos de Nuestra Madre, la Virgen Santísima.

María es el camino más perfecto, seguro y fácil para llegar a Jesucristo.

Consagrarnos a su Inmaculado Corazón y formar parte de su familia como "hijos de la luz".

Dejar en sus manos nuestros dones y miserias, nuestros talentos y problemas para que Ella los maneje con su mano sin mancha.

Pedirle innumerables y continuas gracias para que así, podamos ser dignos hijos de Dios.

miércoles, 21 de junio de 2017

¿POR QUÉ HACER DISCÍPULOS?

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Como cristiano y en cumplimiento de la misión que nos encomienda Jesús, debo tener como principal objetivo el discipulado. 

Y creo que es más importante saber el "por qué" hacer discípulos, en lugar del "qué" o el "cómo". Si conozco el "por qué", me resultará más fácil descubrir el "qué" y el "cómo".

¿Por qué hacer discípulos?


Por compasión

La Biblia dice que cuando Jesús "vio a las multitudes, le movió la compasión por ellos, porque estaban cansados ​​y dispersos, como ovejas que no tienen pastor" (Mateo 9,36).

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Es la compasión y la misericordia de Cristo la que me pone en "modo servicio" y me saca fuera de mi zona de confort

No hay más que echar una mirada a este mundo perdido y comprobar la ausencia y la necesidad de Dios en la vida de las personas para ponerme en acción. .

El infinito amor que Dios siente por todos sus hijos me motiva a ir en busca de almas para Dios.

Por generosidad

Jesús me ha regalado tantas cosas buenas en mi vida que no puedo guardármelas para mí. Él ha derramado Su amor en mi corazón a través de Su Espíritu y a través de Su Iglesia, Su pueblo. No puedo ni debo permitir que ese torrente de vida se estanque y se convierta en un Mar Muerto.
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Ser generoso significa buscar a alguien para transmitirle las gracias con las que he sido bendecido. Y además, paradójicamente, cuanto más doy, más continúo recibiendo del Señor.

Estoy muy agradecido a quienes han dado generosamente su tiempo y su esfuerzo en mi discipulado. Ahora sé cuánto lo necesitaba y doy gracias por ello. No dejo de pensar cuántos otros están por ahí con sed de Dios y necesitados de la misma acogida, consideración y cuidado.

Por obediencia

Hacia el final de Su ministerio de tres años y medio, Jesús hizo saber a los discípulos que "toda la autoridad en el Cielo y toda la autoridad en la Tierra le fue concedida" (Mateo 28,18). Basándome en esa suprema posición, Él nos mandó (a los Apóstoles, a mi y a todos nosotros): "id, pues, y haced discípulos a todas las naciones" (Mateo 28,19).

Resultado de imagen de obedienciaDos mil años después, esta tarea y exhortación divina sigue siendo un asunto inacabado y por hacer. Y por obediencia a Dios, me toca a mi también.

Con la declaración misionera, el evangelio de Mateo es el único que enfatiza el trabajo de llevar a las personas a la madurez plena como "discípulos" (Marcos 16, 14-18; Lucas 24,36-49; Juan 20, 19-23; Hechos 1, 6-8 ). 

Es algo más que proclamar el Evangelio a través del apostolado. Se trata de replicar el modelo que Jesús nos mostró con los Doce para llevarlo a todas las naciones del mundo.

Y yo me he comprometido como "soldado de Jesucristo" (2 Timoteo 2, 3) a poner mi granito de arena para completar este divino objetivo.

Por madurez

En Juan 15, Jesús nos revela que nos ha escogido y nos ha designado para dar fruto (Juan 15, 4- 15,16), y dar fruto en abundancia (Juan 15, 5- 15, 8) y que permanezca (Juan 15, 16).

Desgraciadamente, muchas personas se acercan a Cristo y luego se alejan de Él. Obviamente, hay muchos factores que influyen y, a veces, no seguir a Cristo es simplemente el resultado del libre albedrío. 
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Sin embargo, hay muchos casos en los que la gente no ha tenido acceso a un discipulado que los fortalezca, les haga crecer y madurar espiritualmente.

Debo llevar a las personas que se han encontrado con Cristo a la plena madurez. Debo ayudarles a cultivar su alma para que su corazón pueda convertirse en un buen suelo que rinda 30, 60 o 100 veces cuando el dueño regrese (Marcos 4,20).

Las personas que nos integramos en grupos de discipulado, acudimos diariamente a la Eucaristía, leemos y meditamos la Palabra de Dios, oramos y adoramos más regularmente, nos confesamos con más frecuencia, compartimos la alegría y el amor de Cristo con otros con más libertad y sin temor, damos más generosamente y servimos más a menudo que los que no forman parte de esos grupos.

El discipulado produce progreso y madurez en la vida de las personas. Y eso se consigue de una forma especial a través de los grupos pequeños.

Por acogida

He oído muchas veces que la gente deja de ir a la iglesia porque no se sienten "acogidos". Eso generalmente significa que no les gusta el ambiente, la música o el cura, o todo ello. 

Creo que todos las personas que se acerquen a una parroquia deben sentir y disfrutar de una cálida comunidad que acoja y que acompañe.

Imagen relacionadaMientras sigo caminando con el Señor, me encuentro buscando a Jesús cada día más para crecer en el "hombre nuevo" que Él me llama a ser. En Juan 4,34 Jesús dice: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió, y terminar su obra".

Jesús se sentía acogido, alimentado  y acompañado mientras llevaba a cabo la voluntad de su Padre.Cuando cumplo su voluntad y le sirvo, siento mi mente y mi corazón renovados. 

Cuando me acuesto por la noche, tengo una paz indescriptible que viene de un día de trabajo para el Señor. Me siento en comunión con el Padre y como parte importante de su Plan.

Cuando me levanto y voy a misa, le ofrezco el día y le pido que "me dé mi pan de cada día" (Mateo 6,11) tanto material como espiritual.

El discipulado no es tarea fácil pero la satisfacción espiritual que se experimenta al llevar almas a Dios es tan evidente como el aire que respiramos.

Por capacidad

El  mayor don que Cristo nos prometió es el Espíritu Santo. Sus primeras palabras a sus apóstoles, reunidos en el cenáculo fueron: “Recibid el Espíritu Santo”. Era el cumplimiento de una promesa que les había hecho en la Última Cena: enviar al Espíritu Consolador.

Imagen relacionadaJesús nos envía al Espíritu Santo para dotarnos a todos con la capacidad de hacer discípulos. "Dios no elige a los capacitados. Capacita a los elegidos".

Como cristiano bautizado, no sólo estoy llamado a ser un discípulo de Cristo, sino que estoy capacitado también para que otros crezcan como discípulos de Cristo. (Efesios 4, 11-12)..

Es por su acción, que somos capaces de realizar cualquier obra para la gloria de Dios.

Yo no me siento especialmente capacitado y menos por mis méritos, pero abandonándome en manos de Dios, sé que nada es imposible.



Todas éstas son algunas razones para hacer discípulos. Seguro que hay más.

¿Y si las descubrimos mientras hacemos discípulos? ¿Te apuntas?