¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 4 de septiembre de 2021

EL "PRIMER DÍA" DE NUESTRA SEMANA

"He visto al Señor.
Era verdad, ha resucitado el Señor"
(Juan 20,18; Lucas 24,34)

El último capítulo del evangelio de san Lucas narra, durante "el primer día de la semana", tres relatos de "apariciones" con el propósito de mostrarnos un testimonio veraz y una reflexión teológica de la Resurrección de Jesús, hecho central del cristianismo, y que concluye con su Ascensión a los cielos:

-la aparición de dos ángeles a las mujeres (Lucas 24, 1-12).
-la aparición de Jesús a los dos discípulos de Emaús (Lucas 24, 13-35).
-la aparición de Jesús a "los Once" y a la comunidad (Lucas 24, 36-49).

En cada uno de los tres relatos, el médico evangelista, acentúa la gran dificultad del hombre para creer y entender la noticia de la resurrección y, más aún, para reconocer y acoger al mismo resucitado. Tres momentos que van alternándose y superponiéndose mientras la acción llega a su desenlace final: la gloria de Jesucristo.

Perplejidad y angustia 

De la misma forma que Dios eligió a un ángel para anunciar el nacimiento de Jesús apareciéndose a unos humildes pastores (Lucas 2,8-15), ahora son dos ángeles los que testifican también Su resurrección, apareciéndose a unas humildes mujeres (seis en total, entre las que estaban María la Magdalena, María la de Cleofás -Tadeo o Alfeo-, María, la de Santiago -madre de Santiago y Juan-, y Juana la mujer de Cusa, administrador de Herodes). 

Los ángeles se sorprenden por la perplejidad y la angustia que muestran las mujeres al no encontrar el cuerpo de Jesús y les preguntan: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado"...Y les recuerdan lo que Jesús les dijo en Galilea: "El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar" (Lucas 24,6-7).
Las mujeres, al escuchar de boca de los ángeles de Dios el cumplimiento de Su Promesa y la evidencia de la resurrección de Jesús, recuerdan las palabras de su Señor pero no son capaces de entender. Tan sólo corren a contar lo ocurrido, a anunciar la noticia a los Once y a los demás discípulos que estaban con ellos.

Como aquellas mujeres, nosotros, humildes pero perplejos y angustiados, buscamos a Jesús entre las cosas muertas, es decir, en los formalismos, en las normas, en los métodos y en los esfuerzos humanos...pero Él no está ahí. Le buscamos y no le vemos. Incluso, anunciamos su resurrección a otros, pero no entendemos. 

Decepción y frustración

Pedro y Juan corren hacia el sepulcro para ver con sus propios ojos lo que las mujeres les han contado (Juan 20-3-8). María Magdalena les acompaña pero permanece en un plano secundario. Pedro, impetuoso, entra en el sepulcro y Juan, tímido, desde fuera, mira. No ven a Jesús. Tan sólo ven los signos de Su muerte: los lienzos, las vendas y el sudario que envolvieron su santo cuerpo sin vida... pero con un detalle significativo: están perfectamente colocados y ordenados (Juan 20,6-7). Juan cree y Pedro se asombra. Por fin, entienden la Escritura y se vuelven a casa.
Los discípulos escuchan a las mujeres y las toman por locas. Creen que deliran y no las toman en consideración. Tampoco creen a Pedro y a Juan. Dudan de que la resurrección sea verdad. Están frustrados, decepcionados y desilusionados. Todo ha terminado... Aquel hombre extraordinario al que han seguido durante varios años, ha muerto, y con su muerte, todas sus expectativas. Y dos de ellos se vuelven abatidos, caminando a su aldea, a su cotidianeidad.

Como los discípulos, nosotros, recelosos y desconfiados, ponemos en duda que Cristo viva, nos lo diga quien nos los diga. No ponemos en valor el significado de nuestra fe: la resurrección. Nos encontranos ante una encrucijada, ante una elección: ir a buscar a Jesús y verlo con nuestros propios ojos (¡Ven y verás!) o volvernos a nuestra vida cotidiana y olvidarnos de Él.

Encuentro y asombro

"Aquel mismo día", de regreso a Emaús, los dos discípulos conversan y discuten. De pronto, Alguien se les une en el camino. Un misterioso viajero les pregunta de qué hablan y parece no saber nada de lo que ha ocurrido. Es Jesús resucitado que escucha cómo la tristeza de los discípulos por la pérdida, no les permite reconocerlo. Ellos "esperaban"...pero ¿qué esperaban?
Volvemos a Jerusalén. María Magdalena llora frente al sepulcro, porque no sabe lo que ha ocurrido ni quién se ha llevado a su Señor. De pronto, Alguien aparece a su lado y le pregunta qué le pasa y a quién busca. Es Jesús resucitado, pero la misma tristeza de María por la pérdida, tampoco le permite reconocerlo. Ella "buscaba"...pero ¿dónde buscaba?

En el sepulcro, Jesús llama a María por su nombre y ésta le reconoce. Pero Jesús le dice que no le retenga sino que vaya a anunciar a la comunidad de sus discípulos que vuelve al cielo, junto al Padre.
En el camino, Jesús les explica a los discípulos todo lo que las Escrituras hablan de Él. Es la liturgia de la Palabra con la que Cristo se hace escuchar y que da paso a la liturgia de la Eucaristía, donde finalmente  hace reconocer su presencia, al partir el pan.
Tras "abrir los ojos", tanto María como los dos de Emaús vuelven a Jerusalén a contar lo sucedido, a anunciarles a todos que Jesucristo ha resucitado. En ese transcurso de tiempo entre el sepulcro y el camino, ha anochecido. Los Apóstoles y el resto de los discipulos están encerrados por miedo a los judíos. 

Entonces, Jesús se aparece a toda la comunidad y les muestra sus llagas para certificar que es Él. Atónitos y aterrados, pensando que ven a un fantasma, no terminan de creer. Jesús les dice que la Escritura, desde el principio hasta el final, se ha cumplido en Él, y entonces, se llenan de entendimiento y de discernimiento. Les entrega el Espíritu Santo, y entonces, se llenan de paz y de fe. Les lleva a Betania, los bendice y asciende al cielo, y entonces, se llenan de alegría y de gozo. 
Nosotros también caminamos con esas mismas limitaciones, dudas y temores de los cristianos del primer siglo. Anclados en nuestras preocupaciones y expectativas, en nuestras pérdidas y sufrimientos cotidianos, en nuestros anhelos y deseos, tampoco somos capaces de ver y entender, de reconocer y creer a Jesucristo. Entonces nos preguntamos ¿Qué espero? y ¿Dónde busco?

Por eso, el Señor se nos aparece de forma individual y comunitaria, inaugurando el primer día de nuestra semana, el primer día de nuestra nueva vida, en el que nos bendice y nos entrega la promesa del Padre, el Espíritu Santo, para que veamos su gloria. 

Sólo entonces, con la gracia y la bendición de Dios, nuestros ojos se "abren", nuestras manos "tocan" y nuestro corazón "arde". 

Sólo entonces, dejamos de estar turbados y temerosos para ser dichosos y bienaventurados.

Sólo entonces, somos capaces de gozar de la alegría de la resurrección y de testimoniar con valentía la gloria de Jesucristo. 

Sólo entonces, somos capaces de adorarlo y de amarlo.

Ante la pérdida, escuchemos al Cristo. Ante el desánimo, miremos al Resucitado. Ante el temor, reconozcamos al Hijo de Dios.  

Esta es la certeza de nuestra esperanza y de nuestra fe:

JHR

sábado, 22 de diciembre de 2018

AMOR DERRAMADO

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"El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones" (Rom 5, 5)
Dios nos ha creado a cada uno por amor, un amor infinito. Es más, tenemos un Dios que es Amor. No somos un producto del azar ni de una evolución casual. Existimos porque hemos sido pensados y amados por Dios.

El mensaje cristi
ano testimonia un acontecimiento que constituye el centro de la historia del hombre y del universo: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." (Jn 3, 16)

Sin embargo, hoy en día, muchas personas confunden fe con espiritualidad. Creen que la “espiritualidad” les aporta autenticidad y cercanía (experiencias, sentimientos), mientras afirman ver en la fe, sólo normas y mandatos, que les sugieren inseguridad y lejanía. 

Pretenden saciar ese anhelo de trascendencia con una experiencia donde los sentimientos, las emociones, los afectos o los deseos son la prioridad: lo que siento, cómo me siento, lo que me parece, lo que quiero.... Buscan sentir, conmoverse, emocionarse y con ello, se centran sólo en ellos mismos. No es un amor genuino, sino interesado y condicional. 

La fe es un acto de la voluntad con el que decidimos con plena libertad, entregarnos personal, confiada y totalmente a Dios

La fe es una experiencia del amor desinteresado e incondicional de Dios. Nuestro Padre no obliga, no impone, no coacciona...sino que nos da libertad, a la vez que tiende sus brazos para que nos dejemos amar.

Por eso, la fe no puede desvirtuarse en una "experiencia afectiva" vacía de contenido y de sentido, ni en un "servicio" interesado y desvirtuado a mi “imagen y semejanza”, sino en un abandono libre y confiado a nuestro Creador, como el de un niño en su padre.

La fe no puede convertirse en una "sensación” o "estado de ánimo sentimental", ni en un "recurso" a un Dios atento a mis deseos y necesidades, y solícito a resolver mis problemas, sino que es una certeza que da un sentido trascendente a mi existencia.

La fe no puede limitarse a una "emoción" impersonal, inmediata o ruidosa, sino que es una realidad con Rostro que se revela con paciencia, a fuego lento y en silencio.La fe no puede basarse en una energía cósmica ni una idea abstracta y distante, sino que es una presencia real y cercana de un Dios que me dice que no estoy solo en el mundo y que me ama.
La fe no puede ser una visión individual ni un consumo privado de "espiritualismo", sino que es una relación de amor con Dios y con mis hermanos, que vivo y comparto comunitariamente.

La fe no puede justificarse en una “obligación” ni en un "deber" hacia Dios, sino que es un impulso libre por el que busco a mi Creador, a través de una comunicación estrecha con Él, la oración.

La fe no puede fundamentarse en una "personalización" a la medida de mis seguridades o deseos de confort, sino que es un peregrinaje temporal e incómodo, en el que "cargo mi cruz" y voy en pos de Jesucristo.

La fe no puede cimentarse en una "negación" de mi identidad, sino que es una "afirmación" de un amor primero e inmerecido, de un Padre hacia sus hijos, que da su vida por cada uno de ellos.

La fe no puede sustentarse en un "sometimiento" de mi voluntad o de mi libertad a una "tiranía caprichosa", sino que es una apertura a dejarme amar y a responder amando.

La fe es el amor de Dios derramado en mi corazón.

sábado, 20 de enero de 2018

FE, DOS LETRAS CON UN GRAN SIGNIFICADO


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"Dichosos los que creen sin haber visto" 
(Juan 20,29)


El apóstol Pablo en su carta a los Hebreos dice: "La fe es la garantía de las cosas que se esperan, la prueba de aquellas que no se ven" (Hebreos 11, 1).

El catecismo de la Iglesia católica nos dice que la fe es "la adhesión personal de la inteligencia y voluntad a la revelación divina" (176). 

Es “una virtud teologal infundida por Dios en el entendimiento, por la cual asentimos firmemente a las verdades divinas reveladas por la autoridad o testimonio del mismo Dios que revela".

Dicho de otra manera, es una luz y un conocimiento sobrenaturales por medio de los cuales, sin ver, podemos creer lo que Dios nos dice y la Iglesia nos enseña. Dios nos hace ver las cosas desde su punto de vista divino, con sus ojos, tal como las ve Él.

En cambio, no es fe cuando decimos “creo que va a llover” o “creo que María vendrá" o "creo que tienes razón.." expresamos simplemente una suposición, una opinión o una impresión: suponemos que lloverá; tenemos la impresión de que vendrá, pensamos que tiene razón...pero no tenemos certeza de ello.


Es un don gratuito

Resultado de imagen de don de diosLa fe no es un don innato ni propio de nuestra naturaleza sino que es un regalo de Dios que nos concede en el bautismo y que implica certeza, significa admitir a Dios como Verdad, dar por segura Su existencia y asumir Su voluntad.

Tampoco es fe cuando vemos y comprendemos claramente algo: "dos más dos son cuatro", tenemos la certeza de que es así porque podemos comprenderlo y comprobarlo... pero no toda certeza es fe: es comprensión.


Es siempre firme

Cuando aceptamos sin dudar una verdad revelada por Dios, tenemos fe. Por eso, no podemos decir:"Yo creo en el cielo, pero no en el infierno” o “creo en Dios pero no en la Iglesia", porque estaremos diciendo que Dios se equivoca y nosotros no…por eso le corregimos.

La fe se construye sobre certezas y verdades inamovibles reveladas por Dios. La fe nunca cambia ni se amolda a los tiempos. La fe es eterna porque viene de nuestro Padre Eterno.

Es un acto de responsabilidad

Fuimos creados libres y responsables de nuestros actos. Somos libres para decir "sí" o "no" a Dios, pero ambas respuestas conllevan una responsabilidad
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La fe, nuestro "sí", es un acto libre de nuestra voluntad que acepta a Dios, trata de conocerlo, de amarlo, de cumplir siempre su voluntad que nos responsabiliza a alcanzar el objetivo por el cual fuimos creados: ser santos y estar en presencia de Dios.

La falta de fe, nuestro "no" o nuestro "sí, pero..." es un acto libre de nuestra voluntad que no acepta a Dios, que lo acepta a medias, que no trata de amarlo por encima de todas las cosas ni de hacer siempre su voluntad, que relativiza las verdades esenciales y que nos responsabiliza a no estar en presencia de Dios, lo que significa el infierno: vivir al margen de Dios.

Es un acto de compromiso 

La fe no es simple teoría ni simple moral. No es algo que está bien o que es bueno. 

Es un acto de compromiso de poner a Dios en el primer lugar de nuestro corazón, una decisión que nos mueve a la acción, una actitud de poner en obras aquello en lo que creemos, una disposición firme a aplicarlo en nuestras vidas.

La FE se fortalece dándola. Dar la fe es vivirla, es compartirla con los demás, es servir a los demás y por supuesto, es tener un deseo de servir a Dios sobre todas las cosas, de ponerle en primer lugar.

Es un acto de amor

Resultado de imagen de abrir el corazon a diosEn primer lugar, la fe es un acto de amor de Dios hacia nosotros. Un amor desinteresado, infinito y eterno. Todo es por causa del amor de Dios: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Juan 3, 16).

En segundo lugar es un acto de amor nuestro hacia Dios, por todo lo que somos, por todo lo que nos da, que es siempre beneficioso para nosotros, incluso lo que definimos como malo.

En tercer lugar, es un acto de amor hacia nuestro prójimo, hermano e hijo de Dios, por el que debemos "dar la vida", tal y como Jesús hizo: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15, 13).


"FE"...dos letras con un gran significado 

F de Fraternidad. " Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22,39).
de Felicidad. "Partiréis con alegría y en paz seréis llevados" (Isaías 55, 12).
de Fidelidad. "Obraréis en todo en el temor de Yahveh, con fidelidad y con corazón perfecto" (2 Crónicas 19,9).
de Fecundidad."La fe sin obras está muerta" (Santiago 2, 17).
de Fortaleza. "Dios es nuestro refugio y fortaleza, un socorro seguro en momentos de angustia" (Salmo 46,2).

de Esperanza. "Que el Dios de la esperanza llene de alegría y paz vuestra fe, y que la fuerza del Espíritu Santo os colme de esperanza" (Romanos 15,13).
E de Espíritu. "Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, y por él entendemos lo que Dios nos ha regalado" (1 Corintios 2, 12).
E de Eclesial"Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mateo 16,18).
E de Experiencia."Sólo te conocía de oídas; pero ahora, en cambio, te han visto mis ojos" (Job 42, 5).E de Elección. "Él nos ha elegido en Cristo antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables a sus ojos" (Efesios 1,4).


Para la reflexión personal:


¿Ocupa la fe el primer lugar en mi vida? ¿Ocupa algún lugar?

¿Soy consciente del gran regalo que Dios me ha hecho con la fe? ¿Se lo agradezco?

¿Es mi fe rica en obras? ¿Está viva o muerta?

¿Creo y vivo una fe en acción? o ¿Creo en una fe como en idea teórica, personal y carente de significado?

¿Creo y soy consciente que el Espíritu Santo actúa en mi alma y en mi vida? 

¿Hago silencio interior para oír las inspiraciones del Espíritu Santo? ¿Las obedezco?

¿Pido a Dios su ayuda para vivir mi santificación o me fío y me basto solo con mis fuerzas?

¿Vivo los acontecimientos más ordinarios de la vida con sentido sobrenatural? 

¿Descubro la la acción de Dios en cada momento de mi vida?

¿Amo a Dios y al prójimo con hechos y no sólo con palabras?

¿Vivo mi fe con esperanza y caridad?









martes, 27 de junio de 2017

CÓMO DAR TESTIMONIO DE CRISTO

Nuestro testimonio de vida es una de las herramientas más efectivas en nuestro servicio a Dios. Un testimonio bien preparado bajo la guía y basado en el poder del Espíritu Santo, puede tener un gran impacto en casi todas las personas y situaciones. 

Nuestro objetivo debe ser presentar a Cristo de manera clara, atractiva, y sencilla, de modo que todo aquel que escuche, desee conocerle personalmente.

Mi testimonio no trata de mí

Es cierto que a todos nos encanta que nos cuenten una buena historia, pero sobre todo, nos encanta “compartir nuestros testimonios” y “contar nuestras experiencias”.

Este énfasis en la experiencia personal es uno de los puntos fuertes para captar a los "alejados" o a los "tibios", entendiendo que para la conversión, primero se necesita anunciar a Cristo a través de su acción en nuestras vidas. 

La identidad misionera, igual que las de los apóstoles de Cristo, está basada en compartir nuestras historias, nuestros encuentros personales con Jesús y nuestras conversiones pero esto es un peligro sutil que tiene "trampa escondida". 

Poner excesivo énfasis en nuestras historias y testimonios de conversión, sin querer, puede hacer que la gente piense que la evangelización "va" de compartir nuestra experiencia personal.

En otro artículo ya hablé acerca de este punto. Nuestra misión como cristianos no se basa de dar "testimonios selfies", no se trata de hablar de nosotros y lo maravillosos que somos después de ser cristianos. "Id y a haced discípulos” no es “Id y contad vuestra historia.” No son la misma cosa.

Mi testimonio trata de Cristo

Nuestra fe es Cristo-céntrica, es decir, que el mensaje del Evangelio (la vida, muerte y resurrección de Jesucristo) deben ser el centro de nuestra proclamación al mundo.

Pero al igual que en el ámbito comercial, no es suficiente con mostrar nuestro producto a los clientes ni basta con explicar sus excelentes resultados, tampoco es coherente pretender vender un producto utilizando otro de la competencia.
Por tanto, lo que decimos y hacemos,
 también debe dar testimonio de Cristo, al seguir su ejemplo. Nuestras experiencias de conversión deben estar en armonía con Cristo y respaldar nuestra proclamación del evangelio. 
El mensaje bíblico relatado en el libro de los Hechos de los Apóstoles no trata sobre las experiencias de conversión de los discípulos, sino en que la obra de Cristo hace que la conversión sea necesaria

Por esta razón, nuestro testimonio de fe cristiana debe estar enfocado principalmente en lo que Cristo hizo en la historia de la humanidad, no sólo lo que Cristo ha hecho en nuestra vida.

Esto no quiere decir que debemos dejar de dar testimonio personal. Muy al contrario, en nuestra sociedad actual, nuestros testimonios son poderosos a la par que inusuales. Se trata de que respalden y apoyen el mensaje claro del evangelio, y no lo reemplacen en manera alguna. 

Lo que Jesús ha hecho por mí debe siempre estar conectado únicamente con lo que Jesús ha hecho por la humanidad.

Si nuestro testimonio personal está enfocado principalmente en nuestra propia experiencias con Cristo puede, involuntariamente, restar importancia a los pilares sobre los que se fundamenta nuestra fe cristiana. De hecho, otras personas de otras confesiones o religiones hablan del mismo modo acerca de sus experiencias personales en el Islam, el Budismo o el Hinduismo. 

El deseo inicial de comunicar nuestra experiencia personal puede estar influido por la cultura posmoderna del "mostrarse", lo que nos llevaría a una presentación mutilada del evangelio, perdiendo su base en el hecho histórico y dirigiéndola a nuestra propia realidad narcisista.

El papel de la experiencia personal en el testimonio de Cristo debe ser visto como una evidencia adicional del poder del evangelio. No es el evangelio mismo, sino que, además, éste da testimonio de su poder.

Mi testimonio habla de Dios en mi vida

Al preparar mi testimonio, debo tener presente tres conceptos: ANTES, CÓMO, y DESPUÉS

1. ¿Cómo era mi vida ANTES de que tuviera un encuentro personal con Jesucristo y  le confiara totalmente mi vida?

¿Cómo buscaba mi seguridad, mi paz, mi felicidad? 
¿Era feliz o me faltaba algo?
¿Pensaba alguna vez en Él?
¿Estaba presente en mi vida?

Los ejemplos me llevarán a ser un testigo creíble en las mentes de aquellos a quienes estoy hablando. Debo evitar un enfoque excesivamente elevado o religioso. No debo invertir gran cantidad de tiempo hablando acerca de mis actividades en la iglesia antes de que mi vida comenzara a cambiar. 

Debo evitar ser demasiado explícito o incisivo al hablar de drogas, inmoralidad, crimen o alcoholismo. Huyamos del sensacionalismo.

2. ¿CÓMO llegué a conocer a Cristo? 
¿Cómo llegué a confiar en Él y entregarle el control completo de mi vida?
¿Cuál fue mi reacción inicial?
¿Cuándo y por qué comencé a sentirme atraído hacia Él?
¿Cuál fue el punto decisivo en mi actitud?
¿Qué barreras mentales experimenté?

Debo empatizar y tratar de pensar como lo hace mi audiencia: “¿Por qué debo permitir a quien me habla que me diga cómo debo dirigir mi vida?” Debo explicar por qué decidí invitar a Cristo a mi vida.

3. ¿Qué sucedió DESPUÉS de dar mi sí a Cristo?
¿Qué cambios se produjeron en mi vida, acciones, actitudes, problemas? 
Debo usar ejemplos específicos.
¿Cuánto tiempo pasó antes de que notara cambios?
Debo dejar claro que mi fe "no es magia".
¿Qué diría para describir lo importante que es Jesús para mi? 
Debemos ser tan descriptivos como podamos.

Al final, evaluemos nuestro Testimonio Personal:
1. ¿He comunicado claramente cómo puede una persona conocer a Cristo?
2. ¿Expresa mi testimonio la seguridad de que yo he dado mi sí incondicional a Jesús?
3.¿He enfatizado los beneficios de mi relación con Cristo?
4. ¿He incluido una frase inicial que capte la atención? 
5. ¿Hay un enunciado, una conclusión y una invitación claras en mi testimonio?



JHR

sábado, 12 de marzo de 2016

MIS CHARLAS EN ALPHA: ¿CÓMO PUEDO ESTAR SEGURO DE MI FE?



¡No te fíes ni de tu padre!

Con esta afirmación he vivido durante gran parte de mi vida; por supuesto, nunca he confiado en los demás (y mucho menos en los políticos o en los curas) y tampoco en Dios. 

Siempre he huido de todo lo que oliera a religión, y siempre estaba reticente a ir a la iglesia, a ser convertido. Quizás por ello, he sido un lobo solitario.

A decir verdad, sí he tenido fe, siempre, pero sólo fe en mí mismo.

Pero un día realicé mi primer gran acto de fe: me casé con una chica muy guapa y muy buena, mi mujer. Puse mi confianza en ella. Ella me transformó por completo, cambió mi forma de ver y hacer las cosas. Me dio tres maravillosos hijos; este año hemos celebrado nuestro 25º aniversario de boda.

Tuve y tengo fe, confianza en ella; y estoy seguro de ello, tengo la certeza de que es la mujer de mi vida.

Bastantes años después, hice mi segundo y más importante acto de fe: me hice cristiano. La fe me ha transformado en otra persona. Siento una alegría interior que me impulsa a transformar mi entorno, a ser mejor persona. Tuve y tengo fe, confianza en Cristo; y estoy seguro de ello, tengo la certeza de que soy Hijo de Dios, que es el Dios de mi vida.

El tema de hoy versa sobre la fe cristiana. ¿Cómo puedo estar seguro de mi fe?

En la carta a los Hebreos el apóstol San Pablo nos dice: "La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".

La fe significa dar un sí, ser fiel, tener confianza plena, amar, hacer una elección y tener una esperanza.

Con el paso de los años, he experimentado personalmente que el que conoce a Cristo nace a una nueva vida. Su vida anterior queda atrás.

¿Qué quiere decir ser cristiano? 

No, no me refiero a ser guapo, rico y millonario. Ese es el jugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo.
Para algunos, ser cristiano es sinónimo de buena persona y normalmente es cierto, pero ser buena persona no nos define como cristianos. 

Si fuera así, todos deberíamos ser cristianos. Hay ateos que son buenas personas y no son cristianos. Ser bueno no te hace cristiano.

Otros creen que ir a misa es ser cristiano, pero yo voy al Bernabéu y no soy jugador de fútbol, voy a un Mc Donalds y no soy americano.

Otros pueden decir que son cristianos porque han nacido en un país cristiano, pero eso tampoco nos define como tales. 

España es un país tradicionalmente taurino, y no por ello nos tienen que gustan los toros.

Para otros, ser cristiano es creer en Dios, pero el Diablo y los demonios creen en Dios y no por ello son cristianos.

Entonces ¿qué significa? ¿os lo habéis preguntado alguna vez? 

La tradición de la Iglesia define cristiano como SEGUIDOR DE CRISTO; se trata de que siguiendo a Jesús, Él nos muestra el camino que nos lleva a Dios. 

Es llegar a amarle y hacer propios los grandes valores de Cristo. En la 2ª carta a los Corintios nos dice: 

“Cuando alguien se convierte a Cristo,
 se transforma en una nueva criatura. 
Su existencia anterior queda atrás 
y él comienza a vivir una nueva vida”. 

¿Cómo sé que soy cristiano?

Si os pregunto: “¿Te describirías tú como un cristiano?” Algunos me diréis: “Más o menos” o “Soy creyente pero no practicante”  0, simplemente “No”. 

Si os pregunto: ¿estáis casados? ¿Me diríais?: “Si, más o menos” o “Estoy casado pero no soy practicante” o “No" o "ya, no” 

Cuando uno mantiene una relación, evidentemente lo sabe. Cuando uno se convierte y sigue a Cristo, lo sabe.

¿Cómo ocurre esto de la conversión? es decir, pasar de no ser “na” a ser seguidor de Cristo

Yo no recuerdo la fecha exacta de mi conversión pero ha sido hace poco, y de forma gradual. Las experiencias varían notablemente según las personas: 

- Unas, siempre han tenido una relación con Jesús. Si le preguntas a tu abuela, te dirá que ella siempre ha sido católica, apostólica y romana

- Algunas personas perciben el cambio inmediatamente. 

- Otras, lo perciben de manera más gradual, no saben cuándo, pero saben que siguen a Cristo; cruzan la frontera. Intuyen, sienten, saben.

Da igual el momento, no importa desde cuándo lo que importa es que sientes qué te ha pasado, sabes que eres cristiano.

Pero ¿qué pasa cuando le dejo entrar en mi vida, en mi corazón? 

Aquí está el meollo de la cuestión!!! 

Me convierto en hijo de Dios. Vaya tela!!!!!

En el evangelio de Juan dice: “Aquellos que le reciben, aquellos que creen en Él, les dio el poder de ser hijos de Dios”.

Dios quiere que estemos seguros de quererle, como tu mujer o tu marido quiere estar segura/o de que le quieres.

Yo puedo tener la certeza de que mi mujer me quiere, o de que yo la quiero, pero tener la certeza de que nos queremos mutuamente es…LA LECHE!!! Eso mismo es lo que pasa si tienes una relación con Dios.

¿Cómo estoy seguro de ser cristiano? ¿Qué certezas tengo?

Nuestra certeza, mi confianza se basa sobre tres pilares fundamentales
  • La palabra de Dios 
  • El hecho histórico de la vida, muerte y resurrección de Jesús 
  • La acción del Espíritu Santo 
I. LA PALABRA DE DIOS.

Un cristiano se basa en la Biblia y en sus promesas. Es el documento que nos acredita como tales.

¿Cómo sé que estoy casado? Porque tengo una partida de matrimonio, un documento que lo acredita. Podré arrepentirme o no creérmelo, pero está ahí, estoy casado.

¿Cómo sé que soy cristiano? Porque tengo un documento, la Palabra de Dios, que me acredita que lo soy. Podré creerlo o no, cumplirlo o no, pero está ahí, soy cristiano.

Si mi fe dependiera de los sentimientos, nunca estaría seguro pues unos días sería cristiano y otros, no. Yo, lo que necesito, es una certeza que va más allá de mis sentimientos volubles. Esa certeza es la Palabra de Dios, como nos decía antes el apóstol Juan: “Aquellos que le reciben, aquellos que creen en Él, les dio el poder de ser hijos de Dios”. Es decir, cristianos.

Entonces, ¿cómo le recibo, cómo creo en él?

En el libro de Apocalipsis, Juan nos dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. 

El pintor pre-rafaelista William Holman Hunt (1827-1910), inspirado en este versículo de la Biblia pintó el cuadro “La luz del mundo”. Pintó tres versiones. Una de ellas, la más famosa, está expuesta en la catedral de San Pablo, en Londres. 

Se trata de una analogía sobre cómo tener una relación con Dios. La idea es que Jesús, la luz del mundo, espera a la puerta de nuestra casa (nuestra vida) y llama, esperando una respuesta. La puerta está llena de espinos y cardos, que son los obstáculos y problemas rutinarios: la persona no ha experimentado una relación con Jesús. 

Jesús quiere entrar y ser parte de la vida de esa persona. Si le abrimos nuestro corazón, él nos promete: “Entraré, y cenaré contigo y tú conmigo”. En la tradición judía y en otras, también, y aún hoy, comer en casa de alguien es el mayor símbolo de amistad.

¿Veis algo extraño en el cuadro? En la presentación del cuadro, Alguien le dijo al artista que había cometido un error: “Olvidaste pintar un tirador en la puerta”. “No” respondió él. “Lo pinté así a propósito. Si hay tirador, pero se encuentra por dentro”. 

Jesús nunca entrará a la fuerza en nuestras vidas. Sólo si queremos y abrimos nuestro corazón, el promete entrar. No dice: tal vez entre... 

Jesús nos hace tres promesas:

1- “yo, entraré en tu corazón, si me dejas” (Apocalipsis 3,20)

2- “Estaré contigo siempre, si me dejas” (Mateo 28,20)

3- “Te daré una vida plena, si me dejas” (Juan 10, 28)

Si tú, ahora, confías en Él y le dejas entrar, ten por seguro que entra. Alucinante!!!! 

Yo lo he hecho y os aseguro que muchos de mis amigos y familiares no me reconocen. Ni yo mismo!!!!

¿Qué es tener fe? Tener fe es aceptar las promesas de Dios y atreverse a creer en ellas.

Tener fe es subirte en un avión en Barajas y atreverse a creer que te llevará a Nueva York.

Tener fe es venir a este salón cada jueves y atreverse a creer que cenarás estupendamente y pasarás un buen rato.

II. EL HECHO HISTÓRICO DE LA VIDA, MUERTE Y RESURECCIÓN DE JESÚS.

¿Cómo sé que estoy casado? Porque me casé tal día, en tal lugar, a tal hora. Dato histórico. Mi mujer me ama y me dio el sí.

¿Cómo sé que soy cristiano? Hay un hecho histórico: Jesús murió en la cruz por amor y lo hizo por ti, por mí. Dios me ama y me dio el sí: a su Hijo.

Ser cristiano no depende de lo que hacemos, sino de lo que Jesús hizo. 

Ser cristiano es seguir a Cristo, que nos conduce a Dios. Pero mi falta de amor, mi egoísmo, mi avaricia, mi rutina me limitan y me impiden llegar hasta Él.

Entonces ¿cómo recibo el regalo que Dios me ofrece? 

Como escuchamos la semana pasada, Jesús asume con su muerte en la cruz todos nuestros obstáculos y esclavitudes (lo que los cristianos llamamos pecados), los carga sobre sus hombros, los hace suyos y nos libera. Resucitó para estar dentro de ti, dentro de mí.

Y entra en nuestros corazones para darnos una vida en plenitud, no una vida cutre, llena de problemas. En Juan 3,16 dice: Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida plena.

Esta es la certeza de ser cristiano. Un regalo que se nos ofrece a cada uno de nosotros y que además, es gratis. 

III. LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO.

Cuando alguien se hace cristiano, el Espíritu Santo de Dios empieza a habitar en su interior (Romanos 8,9). 

Y cuando habita en nosotros, empieza a transformarnos. 

¿Qué ocurre cuando entra el Espíritu Santo?

El Espíritu santo transmite una VISIÓN OBJETIVA: nos transforma desde dentro. Impregna el carácter de Dios en nuestras vidas, mediante los dones del Espíritu y produce frutos del Espíritu (Gálatas 5:22-23): amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, mansedumbre y dominio propio. Y se producen cambios: 
  • En nuestro carácter. Somos más amables, más alegres, más pacíficos, tenemos más dominio propio vivimos de otra forma. Yo ahora, soy capaz de renunciar a ver un partido de fútbol, por estar con mis amigos. O de pedir perdón, cosa que antes, ni se me pasaba por la imaginación.
  • En nuestra actitud hacia Dios. Desarrollamos un nuevo amor por Dios Padre. Antes, mi interés y actitud hacia la fe, hacia Jesús, o hacia Dios, era irrelevante, falso o aburrido. Ahora, es importante para mí… Antes desconfiaba de los cristianos, los evitaba, me parecían gente rara…incluso frikis. Ahora, me reconforta estar junto a ellos. Ahora me duele que el nombre de Dios se use sin respeto, hay un dolor íntimo porque ahora Dios es alguien cercano y querido para mí. Ahora percibo una gran sensación de perdón y de sentirme amado y cuidado.
  • En nuestra actitud hacia los demás. Desarrollamos un nuevo interés por los demás, un amor que nos impulsa a trasformar nuestro mundo. No es algo egoísta que nos hace sentirnos bien y ya está. Ahora miro a quienes antes ignoraba y me preocupo por ellos, por los que están tristes o perdidos, los que son mayores o están enfermos o los que tienen problemas. Me intereso de corazón por ellos. Recibimos un deseo y una pasión por hacer cosas por los demás. Pero ser cristiano no es fácil: es un gran desafío, pero es muy emocionante.
El Espíritu santo transmite también una VISIÓN SUBJETIVA: nos da experiencia interna de Dios. Una convicción personal, profunda y absoluta de que somos hijos de Dios. (Romanos 8,15-16).

En definitiva ¿Cómo sé que tengo una relación personal con Dios? ¿Qué certezas tengo?
  • Lo sé porque la palabra de Dios es el documento que me lo acredita: si le invito, El entra en mi corazón.
  • Lo sé por el hecho histórico de que Jesús murió por mí e hace posible que pueda acercarme a Dios y tener una relación con Él.
  • Lo sé porque experimento como su Espíritu de amor me trasforma y me da la certeza de que soy Hijo de Dios.
Uno escucha la llamada de Jesús y toma una determinación de fe al invitarle a entrar. Pero cuando entra, tenemos la seguridad de que somos hijos de Dios y de que él nos ama: le conocemos y conocemos su amor incondicional. Es un acto de fe que se fundamenta no en sentimientos, o no sólo, sino en hechos, en un conocimiento personal y mutuo.

¿No os pasa lo mismo con vuestros hijos? Que a pesar de que se porten mal a veces, de sus malas notas, de sus desobediencias, ¿los queremos porque los reconocemos hijos nuestros y los queremos?

Dios nos quiere porque nos reconoce sus hijos, nos quiere, a pesar de que nosotros no cumplamos, a pesar de que le seamos infieles y le traicionemos, a pesar de que nosotros mismos pensemos que no lo merecemos. 

Recordad lo que dice la Biblia: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. 

AHORA, SÍ ME FÍO DE MI PADRE!!!

Él está a la puerta de tu corazón, de tu vida. ¿Qué vas a hacer? ¿Le dejarás entrar?

Os dejo una preciosa canción de Jésed: Estoy a la puerta y llamo