¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 4 de agosto de 2020

MEDITANDO EN CHANCLAS (5)

"Mujer, qué grande es tu fe" 
(Mateo 15, 21-28)

La mujer cananea del pasaje de Mateo, es pagana, hostil a los judíos y alejada de Dios pero demuestra una fe tan grande, que la mueve a interceder ante Jesús por la curación de su hija. Y Él se la concede. 

Es una oración de intercesión magistral que me enseña la necesidad de:

-Perseverancia y determinación: ni el enfado de los discípulos ni la brusquedad del Señor la desaniman.

-Decisión y confianza: Ella sabía lo que quería (la curación de su hija) y tenía la certeza de que Jesús la ayudaría.

-Humildad e ingenio: No pide mucho, tan sólo "migajas", reconociéndose pecadora e indigna de recibir la gracia que pide, y a la vez, replicando con creatividad a Jesús.

Jesús, Tú siempre te dejas “tocar” por el sufrimiento humano, venga de quien venga; Tú siempre "abres" tu corazón a quien persevera; Tú siempre "donas" tu amor a quien ama; Tú siempre "regalas" tu gracia a quien cree.
Por ello, Señor, enséñame a revisar mis prejuicios y mis esquemas cerrados, a mostrarme comprensivo con el "diferente", compasivo con el "ajeno", sensible con el que no es de los "míos".

María, Madre mía, ayúdame a no sentirme importunado por otros, a estar siempre abierto y disponible a todos, sean creyentes o no, para acogerles en todas sus situaciones y ayudarles en todas sus necesidades.

Señor, purifica mis intenciones, purga mis peticiones, ten compasión de mis miserias y muéstrame Tu corazón de Misericordia infinita.

Padre Nuestro, hazme ver en "tus silencios", la manera de acrecentar mi fe, en "tus distancias", la forma de hacerla más insistente, y en "tus pruebas", el modo de aumentar mi perseverancia...

Porque Tu misericordia es más grande que mis pecados.

JHR

lunes, 27 de abril de 2020

LA RADICALIDAD DE SER PERFECTO


"Sed perfectos,
como vuestro Padre celestial es perfecto"

(Mateo 5,48)

Algunas personas intentan vivir una vida cristiana sustentada sólo con fe: creen en Dios, creen en los sacramentos, acuden regularmente a misa, se confiesan, creen en sus mandamientos, no matan, no roban... Y, por su puesto, la fe es el primer paso pero por sí sola, no basta.

Si bien es muy cierta la frase que le dice el mismo Jesucristo a San Pablo: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Corintios 12,9), la Palabra de Dios me muestra continuamente cómo Jesucristo me exhorta a una radicalidad que me cuesta entender: "ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mateo 5,48).

Jesús no me dice: "Haz lo que puedas" ni tampoco "Inténtalo". Me "mira fijamente a los ojos" y me dice: "Sé perfecto".

Y yo pregunto ¿qué es ser perfecto? Ser perfecto no es hacerlo siempre todo bien, no es la ausencia de defectos, debilidades, manías o equivocaciones. Ser perfecto como nuestro Padre significa amar, porque Dios es amor (1 Juan 4,8). 

De acuerdo, pero ¿cómo ser perfecto? Ser perfecto requiere pedirle a Dios que me llene de Su Amor, para así, poder amarle y amar a los demás. Ser perfecto implica desear el Amor, supone aprender a amar y exige llegar hasta el extremo del amor. 

Jesucristo es la prueba de la perfección en el amor

Realizó milagros "imposibles" para el pensamiento humano, demostrando que para Dios no hay nada imposible. Su mayor "imposible" fue amar hasta el extremo de dar la vida por mí. Sin embargo, yo, reconociéndome imperfecto e incapaz de amar, trato de excusarme y ¡cuántas veces pienso que es imposible lo que Dios me pide! Ese es mi primer error, pensar que Dios me pide "imposibles". ¡Concédeme Tu gracia, Señor, para que con amor, todo sea posible para llegar a Ti!

Jesucristo es el modelo de la perfección en la obediencia

Vino al mundo para demostrarme que "sí, se puede" cumplir la voluntad de Dios. Su obediencia al Padre quedó fuera de toda duda, cuando acudía siempre a Él para pedirle fuerzas. Sin embargo, ¡cuántas veces digo: "no puedo, me rindo"! Este es mi segundo error, pensar que dependo de mis fuerzas y capacidades. ¡Ayúdame a reconocer mi dependencia de Ti y desde mi pequeñez, obedecerte siempre para ir hacia Ti!

Jesucristo es el camino de la perfección en la perseverancia

Abrió la puerta de la esperanza para que yo empiece a caminar hacia la meta. Su perseverancia fue hasta el final con s
u Pasión y Muerte. Sin embargo, ¡cuántas veces pienso: "estoy agotado, no puedo más! Ese es mi tercer error, pensar que caminar hacia la meta es fácil y cómodo. ¡Ayúdame, Señor, a recorrer con paciencia y perseverancia el camino de la cruz hasta Ti!

¡Señor, ayúdame a entregarme del todo, a no guardarme nada, a renunciar a todo y a dar la vida por los demás! (Génesis 22,16).

¡Concédeme la gracia de aumentar mi fe para dar fruto y ser luz para otros! (Mateo 3,8-10; 5,16; 2 Juan).

¡Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos, a responderte siempre "sí" a tu voluntad! (Mateo 19,17; Marcos 10,17-19; Lucas 18,28-20; Romanos 2,13; Santiago 1,22; 2,10).

¡Ayúdame a tener una conciencia limpia para servirte de buena gana y trabajar sin renuncias
hacia la santidad! (Colosenses 3,23; Hechos 24,16; Romanos 6,22; 1 Corintios 15,58).

¡Infúndeme tus dones para vivir la pureza, el apego por las cosas espirituales y la perfección de Tu amor para reflejarlo en el prójimo! (Efesios 5,5; Gálatas 5, 21; Hebreos 10,24).

¡Enséñame a ser diligente, generoso, decente y justo para vivir dignamente (Romanos 12,9-13; 13,13; 1 Corintios 6,9; Colosenses 1,10).

¡Ayúdame a perseverar con paciencia en la prueba y a obrar siempre con coherencia en la vida! (2 Tesalonicenses 1,11; Hebreos 11,17; Santiago 2,14-26; 1 Pedro 1,17; 1 Juan 3,18; Apocalipsis 2,23; 20,12;22,12).

¡Concédeme tu paz, tu amor y tu misericordia para que pueda ayudar a los necesitados, acercarme a los que sufren y socorrer a los abandonados! (Hebreos 12,14; Santiago 1,27; 2,13).

¡Dame un corazón humilde para dar testimonio de tu verdad, un corazón benigno para hacer el bien y un corazón modesto para darte gloria! (1 Pedro 2,12; Romanos 2,10;11,22; Gálatas 6,9; Efesios 6,8; 1 Timoteo 6,18-19; Tito 3,8; Hebreos 13,16).

jueves, 23 de abril de 2020

VOLUNTARIAMENTE CONFINADOS

Dominicana Conversations: In Medio Ecclesiae | Dominicana
"Marta, Marta, 
andas inquieta 
y preocupada con muchas cosas;
solo una es necesaria." 
(Lucas 10, 41-42)

Se me hace muy difícil el confinamiento. Me cuesta mucho elevar mi disposición cuando me levanto cada mañana temprano sin nada que hacer, porque... me vence el desánimo y la desesperación. 

Este forzado encarcelamiento ha quebrado mis anhelos, me ha dejado sin actividad, sin trabajo, sin perspectivas... incluso después de que todo esto pase. 

Mi vida exterior se ha desvanecido. Todos mis planes, proyectos y propósitos se han esfumado.  Le doy mil y una vueltas al futuro, y me hundo en mis pérdidas...

Reconozco que me solivianto al escuchar las noticias y confieso que me hostiga la incapacidad notoria del gobierno de mi país para hacer frente a esta situación. Será porque en el fondo, espero y confío en una solución humana al problema...

Y es cuando, de repente, desnudo y frágil, escucho cómo Dios me habla y me invita a ir a lo esencial, a centrarme en lo importante.

Es entonces, cuando mi corazón se cuestiona ¿para qué hacer planes? ¿para qué pensar en el día de mañana? ¿puedo yo cambiar algo? ¿depende mi futuro de mí? ¿por qué me preocupo del mañana en lugar de vivir el presente? ¿sé realmente si voy a seguir viviendo mañana?

Es entonces, cuando mi mente se acuerda de todas las personas de vida contemplativa, tan olvidadas por todos los que vivimos en la prisa y el caos.

Es entonces, cuando mi imaginación elucubra sobre la vida diaria de esos casi nueve mil religiosos y consagrados que han elegido un confinamiento voluntario, dentro de los cerca de ochocientos monasterios españoles.

Son buscadores de Dios que, libre, deliberada y voluntariamente se han retirado del mundo y, confinados, se han entregado por completo a la búsqueda de su Señor, a la escucha y meditación de su Pala
bra, aumentando su fe, saboreando su esperanza, paladeando su amor. 

Son exploradores de Dios que viven con coherencia la fe, sabiendo que su identidad como seguidores de Cristo no es la cruz, sino el amor que se desprende de ella, y con alegría, viven el sufrimiento y el aislamiento sin inquietud ni preocupación, sencillamente, enamorados de Él.

Son seguidores de Dios que han entendido el misterio de no desanimarse ni de preocuparse por el qué comerán, o por el qué harán, que comienzan y terminan el día agradeciendo al Señor y que llenan sus horas con oración, contemplación y meditación, mientras los demás casi nunca agradecemos, casi nunca rezamos, casi nunca contemplamos o meditamos la Palabra de Dios.
Vida contemplativa en el Año de la fe: centinelas de la oración
Son consagrados a Dios que han encontrado el secreto de saber parar, de salir de la espiral de ocupaciones y preocupaciones, de no dejar espacio al ruido para así dejar tiempo al silencio, mientras los demás andamos enfrascados en torbellinos de inquietudes e intranquilidades, en una frenética vida ruidosa y bulliciosa.

Son discípulos de Dios que han aprendido a ser pacientes y perseverantes, a valorar las pequeñas cosas, a apreciar los mínimos detalles, a mirar siempre "hacia arriba", mientras los demás somos impacientes y ávidos por las "grandes cosas", perdiéndonos los detalles y mirando siempre "hacia abajo".

Son hijos de Dios que han hallado en la contemplación la alternativa al vacío existencial del hombre, una oportunidad de descubrir el sentido trascendental de su vida, mientras los demás tratamos de buscarlo en las cosas vanas y efímeras que nos ofrece el mundo.

Son enamorados de Dios que han descubierto en la meditación el camino de la autenticidad y la coherencia, y que escuchan con pureza de intención, como María, a los pies del Maestro, mientras los demás, como Marta, "andamos inquietos y preocupados con muchas cosas", afanados en las preocupaciones de la vida.

Con todo ello, me muestran la sabiduría para hallar la esencia de esa semilla que tengo adormecida y aletargada en mi corazón, esperando que eclosione: el amor trinitario que habita en mi interior. 

Y sólo a través de Dios puedo encontrar una solución a mi angustia, rezando con fe, viviendo con plena confianza, paciencia y perseverancia en el cumplimiento de sus promesas de amor.

sábado, 11 de abril de 2020

EL QUE PERSEVERE HASTA EL FIN, SE SALVARÁ

El Mito de Sísifo – Deporte Risaraldense
"El que persevere hasta el final, se salvará." 
(Mateo 10, 22)

Vivimos en un mundo veloz e impaciente, donde el "aqui y ahora" prevalece sobre todo lo demás, y si no lo conseguimos, "tiramos la toalla", dejamos de perseverar, nos rendimos. Lo mismo nos ocurre también en el plano espiritual.

¡Cuántas veces desfallezco, nos siento cansado, perezoso o sin fuerzas para continuar el camino que Nuestro Señor me ha marcado!

¡Cuántas veces olvido el amor primero, dejo d
e mirarle con esos ojos de aquella primera vez, o apago la fogosidad de aquel primer encuentro cara a cara con Él! 

¡Cuántas veces renuncio y traiciono a Jesucristo por el qué dirán, por querer agradar a todos, por estar más pendiente del mundo que del Amor!

4 formas de ORAR sin cesar. La oración perseveranteSin embargo, el propio Jesús da la clave y me advierte: serás odiado por el mundo. Si soy amado por el mundo es que algo estoy haciendo mal. 

Tampoco me dice que seguirle sea fácil. Ni siquiera me pinta un cuento de principes azules que comen perdices. No. 

Me asegura que si persevero hasta el final, tendré recompensa.

Dice San Agustín que "la perseverancia en el amor de Dios y de Cristo hasta el fin es un don gratuito de Dios que debemos pedirle continuamente". 

San Marcos nos dice: "Creo Señor, pero aumenta mi fe" (Marcos 9, 14).

Dice San Jose María Escrivá que perseverar es "dar el consentimiento de corazón a Dios de que le amamos y de que, sobre todo, siempre le amaremos."

Dios me invita, nos invita continuamente a perseverar en la fe, en su amor. Nos anima a tener firmeza de voluntad y constancia de ánimo. Sabe que somos frágiles y débiles y que estamos expuestos a muchas dificultades. Por eso, nos brinda ayuda... si se la pedimos. 

Tiene preparado para nosotros un perfecto manual de la perseverancia:

Justicia y Misericordia

"Como el Padre me ha amado, 
así os he amado yo; 
permaneced en mi amor. 
Si guardáis mis mandamientos, 
permaneceréis en mi amor; 
lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre 
y permanezco en su amor. 
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, 
y vuestra alegría llegue a plenitud. 
Este es mi mandamiento: 
que os améis unos a otros como yo os he amado. 
Nadie tiene amor más grande 
que el que da la vida por sus amigos. 
(Juan 15, 9-13)

El discípulo amado Juan, nos da algunas claves para la perseverancia: Primero, amar; después, guardar su Ley, es decir, sus mandamientos; Y ambas cosas, hacerlas siempre con alegría, incluso hasta el extremo de dar la vida por amor. 

Permanecer en su amor exige fidelidad. Y la fidelidad requiere perseverancia. Y ambas se demuestran con coherencia. Mi vida cristiana requiere coherencia en el obrar.
Desideria: La misericordia no es contraria a la justicia, por el ...

No puedo amar a Dios y odiar al prójimo; no puedo guardar sus mandamientos y servir al mundo; no podemos estar alegres y tristes a la vez. No puedo servir a dos amos. No puedo tener dos amores.

Algunos, en su lucha contra la "radicalidad" con la que acusan a quienes se mantienen fieles a la Ley de Dios, pretenden dar un sentido de incompatibilidad a la dualidad divina justicia/misericordia, negando la primera y afirmando la segunda. Y se equivocan.

Porque el amor no es hipócrita, no es infiel y no se rinde. Se da sin merecer. La justicia no es parcial, no es tendenciosa, no es arbitraria. Se da mereciendo. Dios nos da sin merecer y también mereciendo.


Oración y Discernimiento


"Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, 
junto con algunas mujeres 
y María, la madre de Jesús, 
y con sus hermanos."
(Hechos 1, 14)

El apóstol Lucas nos da más claves de perseverancia: La oración junto a María. Si rezamos es señal de que perseveramos, y si lo hacemos con la Virgen María, además meditamos y discernimos, puesto que aprendemos a escuchar y guardar lo que Dios nos dice en nuestro corazón. No en vano, en la Cruz, Nuestro Señor nos dijo: "Ahí tienes a tu Madre".

Reina de las Familias oración a María para orar en familiaPor eso, mi modelo de perseverancia, meditación y discernimiento más perfecto es Nuestra Señora, la Virgen Santísima.

Orar con María significa tener siempre puesta la mirada en su amado Hijo. Rezar con Ella es garantizarme las imnumerables gracias que desea otorgarnos como Madre. Meditar con la Virgen es caminar junto a Ella, contemplando los misterios de Jesucristo. Discernir con la "Llena de Gracia" es decir con Ella: "Hagáse tu voluntad."

Pers
everar no es fácil. ¡Cuántas veces pienso en abandonar ante las dificultades, cuántas veces me desanimo ante la impaciencia de no ver el fin del mal, la injusticia y el sufrimiento! ¡Cuántas veces me precipito ante las situaciones sin haber discernido primero, sin haber meditado las cosas!

Eucaristía y Palabra

"Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, 
en la comunión, 
en la fracción del pan y 
en las oraciones....
Con perseverancia acudían a diario al templo 
con un mismo espíritu, 
partían el pan en las casas 
y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; 
alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo;
y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando."
(Hechos 2,42 y 46-47)


Sacramentos y Palabra son claves importantes de la perseverancia y la constancia. Ambos están concebidos para ofrecerse y darse en comunidad. Por tanto, la fe sólo puede vivirse en comunidad. 
Partes de la Eucaristía
Sólo en comunidad podemos perseverar y mantenernos en unidad. Por eso la Iglesia, que es madre, acoge y ayuda a todos sus hijos unidos y en un mismo espíritu, y nos invita a escuchar, agradecer, pedir y alabar a Dios. 

Y lo hace con los sacramentos y, en especial, con la Eucaristía.

Es más, Jesús se aparece a los dos de Emaús porque, desanimados por la pérdida de su Señor, han dejado de perseverar. El desaliento es el gran enemigo de su perseverancia. Y así, les escucha primero, les proclama la Palabra y les conduce a la Eucaristía, y a la comunidad. 

Debo luchar contra el desánimo para no caer en el pesimismo y después, en la desesperación. Porque si desespo, regresaré a mi casa (el mundo) y me alejaré de la de Dios.

La perseverancia en la fe, es decir, en el amor, es un vínculo que genera más fe y más amor. Y eso se consigue escuchando a nuestro Padre, que nos ha dejado su Palabra viva para guiarnos y ayudarnos. ¿No arde nuestro corazón mientras nos habla por el camino y nos explica las Escrituras? (Lucas 24, 31).

Mantenerse firmes y perseverantes no debe ser fruto de la inercia o de la rutina. Perseverar es albergar un deseo de ver y escuchar a Dios, de querer estar siempre a su lado, enamorarse de Dios para siempre

Manterse firme es vivir con coherencia hasta el final, asumir cada cruz como el camino a la gloriacaminar sabiendo que cada tropiezo es un escalón menos hacia la meta.

Perseverar es amar, amar y amar.

El apóstol Pablo nos exhorta a permanecer firmes, cimentados y estables en la fe, la esperanza y el amor hasta el final. Sólo así obtendremos la recompensa a nuestra perseverancia:

"Por la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, 
habéis sido reconciliados para ser admitidos a su presencia 
santos, sin mancha y sin reproche, 
a condición de que permanezcáis cimentados y estables en la fe, 
e inamovibles en la esperanza del Evangelio que habéis escuchado. " 
(Colosenses 1, 22-23)


"Así pues, como elegidos de Dios, santos y amados, 
revestíos de compasión entrañable, bondad, 
humildad, mansedumbre, paciencia. 
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos 
cuando alguno tenga quejas contra otro. 
El Señor os ha perdonado: 
haced vosotros lo mismo. 
Y por encima de todo esto, el amor, 
que es el vínculo de la unidad perfecta."
(Colosenses 3, 12-13)

lunes, 19 de noviembre de 2018

LA ESCALERA MECÁNICA

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"El desaliento es enemigo de tu perseverancia. 
Si no luchas contra el desaliento, llegarás al pesimismo, primero, 
y a la tibieza, después. 
Sé optimista."
(San Jose María Escrivá)

La fe es como una escalera mecánica en constante movimiento, que baja continuamente y por la que nosotros debemos subir. 

Requiere un esfuerzo por nuestra parte para subirla pues se mueve en dirección opuesta a nuestro destino al final de la escalera, que es Dios.

Necesitamos perseverancia, firmeza y constancia en la ejecución de los propósitos y en las resoluciones del ánimo. Debemos subir la escalera constantemente, sin pararnos ante ninguna distracción. 

Necesitamos subirla con una voluntad firme o nos arrastrará hacia abajo, necesitamos subirla con ánimo y decisión y por supuesto, no mirar hacia atrás para ver lo que dejamos.

Debemos vigilar siempre para no confundirnos de sentido. Lo fácil, lo cómodo, es dejarse arrastrar hacia abajo.

A veces, puede que sintamos cansancio, flojera en las piernas, desgana o desaliento para seguir ascendiendo en contra. Es un momento peligroso porque podemos tener la tentación de agarramos al pasamanos y dejarnos llevar hacia abajo.

Es entonces cuando debemos pedir ayuda a Dios y a otros que suben por la misma escalera para que nos insuflen ánimos y ayuda.

Es entonces cuando vemos a nuestra Madre, la Virgen María que alarga su mano para que no desfallezcamos.

escalera al cieloSan José María Escrivá decía que “Comenzar es de todos; perseverar, de santos. Que tu perseverancia no sea consecuencia ciega del primer impulso, obra de la inercia: que sea una perseverancia reflexiva”.

Todos comenzamos a subir la escalera con un primer impulso inicial, con mucho ánimo, con muchas ganas, con mucho interés, pero debemos saber que no debemos gastar esfuerzos innecesarios porque no se trata de subirla deprisa sino con constancia, hasta el final.

Subir la escalera mecánica de la fe implica no cejar en el empeño de querer llegar al final, a la santidad, a Dios y, además, creérnoslo.

Subir la escalera es poner cada pie en un nuevo peldaño, sabiendo que no podemos dejar de poner el otro pie en el siguiente peldaño.

Subir la escalera es cumplir fielmente con lo que nos comprometimos: llegar hasta el final.

Subir la escalera requiere entrenamiento y buena forma espiritual.

Subir la escalera requiere paciencia, no hay prisa, sino deseo de llegar, certeza de que nuestro "sí" es de verdad.

Subir la escalera es sencillamente creer que debemos y podemos llegar.

Subir la escalera es estar enamorado de quien nos espera al final y arder en deseos de abrazarle.

Es el amor a Dios sobre todas las cosas el que nos impele a llevar a lo alto de la escalera.

Y cuando estemos en el último escalón, poder decir lo que Pablo le dijo a Timoteo: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe" (2 Timoteo 4,7). Poder decir "He subido la escalera".

martes, 9 de enero de 2018

MIS QUERIDOS Y SANTOS MAYORES

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"Ponte en pie ante el hombre de canas, 
honra al anciano y teme a Dios: yo, el Señor." 
(Levítico 19, 32)

Tengo que confesar que hace algunos años, mi contacto con las personas mayores en la parroquia era nulo. Generacionalmente, había un abismo. Me limitaba a entablar relación con los de mi "quinta". Estaba convencido que las personas mayores y yo, no teníamos nada en común y, menos aún, que pudieran aportarme algo interesante. ¡Qué equivocado estaba!

Con el paso del tiempo he llegado a entender profundamente el sentido y el valor de la vejez, he llegado a comprender su plena dimensión espiritual, moral y teológica al relacionarme con algunas personas mayores. Y he llegado a respetarlas, admirarlas y apreciarlas. ¡Qué digo! ¡A quererlas! 
La Palabra de Dios está repleta de pasajes ensalzando y bendiciendo la vejez: de la anciana Sara y del fiel centenario Abrahán nació el Pueblo elegido; de manos del anciano Moisés, el pueblo de Dios recibió la sabiduría y los mandamientos del Señor; del vientre estéril de Isabel y de un viejo cargado de años, Zacarías, nació Juan el Bautista, precursor de Cristo.

A veces, cuestionamos la utilidad y las aportaciones de nuestros mayores de la parroquia, a medida que envejecen. Incluso, ellos mismos las cuestionan. ¡Qué gran error! Nuestros mayores no sólo son parte esencial de la Iglesia, del Cuerpo de Cristo, sino que son bendecidos por Dios y, además, nos aportan sabiduría y experiencia. 

La vida de la parroquia no es igual sin ellos, ni mucho menos. Por lo tanto, debemos recordar a todos los miembros más mayores de nuestra parroquia que no sólo son amados por Dios, sino que también son amados por nosotros, los menos mayores. Amados y necesitados.

Y ¿por qué os necesitamos?

Necesitamos vuestras oraciones

Mis amigas Lola, Rosa, Julia, Mari, Mª José, Mª Jesús, Marisa, Maca, etc. y mis amigos Jesús, Goyo, Enrique, D. José, etc. son cristianos encomiables, con una larga y provechosa vida de fe y oración.
Cada tarde, siempre que pueden y la salud o sus quehaceres diarios se lo permiten, les podemos ver en el rezo del Santo Rosario, en la Eucaristía, en la Adoración, en Cáritas, en las Romerías, en cualquier actividad de la parroquia... dando apoyo y ayuda tanto a los sacerdotes como al resto de nosotros. 

Su presencia es una bendición y una demostración patente de cómo vivir la fe a lo largo de los años, sin desfallecer, sin arrojar la toalla.

Todos ellos son una bendición y una necesidad para toda la comunidad parroquial y nunca se lo hacemos saber. Nunca les decimos cuánto les queremos. Nunca les demostramos nuestro cariño. 

Queridos mayores, necesitamos  vuestra presencia, vuestra compañía, vuestra amistad. Y también, vuestras oraciones cargadas de fe sólida y confianza profunda.

"La gloria de los jóvenes es su vigor; el ornato de los ancianos, los cabellos blancos" (Proverbios 20,29).


Necesitamos vuestra sabiduría

Estoy muy agradecido a estas personas que durante muchos años, han transmitido y continúan transmitiendo, su conocimiento y su formación en la fe, su experiencia de vida, hasta que literalmente no pueden. Y lo hacen enseñando, predicando con el ejemplo, compartiendo su fe, animando y acompañándonos a todos nosotros.
Todos los que componemos la Iglesia necesitamos la sabiduría que proviene de décadas de vida en la fe y en la Iglesia mezcladas con años de experiencia de vida. 

Queremos hacer realidad la misma Palabra de Dios: "De los ancianos, el saber; de la longevidad, la inteligencia" (Job 12, 12). Santos mayores, por favor seguid hablándonos con sabiduría, amor, verdad y gracia.

La Iglesia necesita vuestra sabiduría no sólo porque seáis mayores o por vuestra experiencia, sino porque nos contagiáis de la sabiduría de la fe que sólo proviene de caminar con Cristo en las alegrías y tristezas de la vida.

Necesitamos vuestro apoyo

Vuestro apoyo, vuestra acogida, vuestras palabras de aliento son importantes para todos nosotros.
Soy testigo de vuestra perseverancia y fidelidad a Dios, de vuestros matrimonios de plata e incluso de oro, de vuestra experiencia tanto en las cosas cotidianas como en las cosas de Dios.

El salmista exclama: "Aun en la vejez y las canas, Oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir" (Salmo 71 ,18).

Por favor, necesitamos que compartáis con nosotros vuestras historias de fe, gracia y perdón, y que nos recordéis la bondad y fidelidad de Dios. Necesitamos vuestro apoyo.

Necesitamos vuestra presencia

Sabemos que algunos necesitáis mucho esfuerzo para venir a misa, para estar disponibles. Seguramente, necesitáis que nosotros nos acerquemos a vosotros, en lugar de que vosotros os acerquéis a nosotros. En cualquier caso, necesitamos vuestra presencia.

Por eso, pedirnos ayuda si la necesitáis, como nos relata el Evangelio de San Juan, con la escena de Jesús resucitado diciéndole a Pedro: “cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas adonde querías; pero, cuando llegues a viejo, extenderás tus brazos, otro te sujetará y te llevará adonde no quieras” (Juan 21,18). En el fondo, es casi una actitud egoísta por nuestra parte. Necesitamos vuestra presencia junto a nosotros.
Necesitamos vuestra presencia para que nos habléis de cómo Dios nunca os ha abandonado, para que nos contéis como imitáis esa misma fidelidad de Dios, para que proclaméis lo que Dios ha obrado en vuestras vidas, tal y como reza el Salmo 145, 4-7:"Una generación ponderará tus obras a la otra, proclamarán tus proezas; hablarán del esplendor de tu gloriosa majestad, contarán tus milagros; publicarán el poder de tus prodigios y pregonarán tus grandezas; divulgarán el recuerdo de tu inmensa bondad, aclamarán tu justicia."  

Os necesitamos. Por favor, no dejéis de estar con nosotros. Seguid enseñándonos cómo seguís el ejemplo de Cristo, pues bien sabéis que el triunfo nace de la derrota; la ganancia resurge de la pérdida y la vida resucita de la muerte. "En la vejez aún llevarán fruto, se mantendrán lozanos y floridos, 16.proclamando que el Señor es justo" (Salmo 92, 15).

Seguid con nosotros, seguid haciendo el bien evocando las palabras del apóstol San Pablo
"lo que uno ha sembrado, eso cosechará. El que sembró en el Espíritu, del Espíritu cosechará la vida eterna. No nos cansemos de obrar el bien que, a su tiempo, si no desfallecemos, vendrá la cosecha. Mientras tengamos oportunidad hagamos el bien a todos" (Gálatas 6,7-10). 

viernes, 15 de septiembre de 2017

LA SANTA INDIGNACIÓN

"Guarda silencio ante el Señor, 
espera con paciencia a que Él te ayude"
(Salmo 37,7)

Muchas veces pensamos que el camino de un alejado de la fe es más fácil y exitoso mientras que el de un cristiano es más difícil y lleno de obstáculos. 

Entonces, nos desanimamos y nos indignamos porque vemos injusticia y porque no vemos frutos. Es la "santa indignación", que expresamos cuando somos confrontados con el pecado. 

Jesús expresó su santa indignación por los pecados y las injusticias (Marcos 3, 1-5; Mateo 21, 12-13; Lucas 19, 41-44). Se enfocó en las conductas, nunca en las personas.

El Salmo 37 es un poema "didáctico" y una respuesta a esta "santa indignación" de los justos (vs. 1, 7-8), que nos ayuda a entender la paradoja de por qué prosperan los impíos, mientras nosotros somos despreciados o perseguidos y vivimos afligidos. 

Dios nos pide que pongamos nuestra confianza en Su sabiduría divina, pues concede a los impíos una prosperidad efímera, pero que al final, pone las cosas en su sitio: la justicia de los buenos brillará como la luz (v. 6), y los impíos recibirán su castigo (v. 9). 
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El Salmo nos dice que la actitud correcta del cristiano debe ser confiar en Dios, encomendándole nuestras aflicciones y situaciones para que las solucione y también, para que transforme nuestras vidas.

Nuestra tarea es guardar silencio, tener paciencia, perseverar y esperar la respuesta justa de nuestro Padre.

Espera, confianza, silencio, perseverancia, paciencia.... son virtudes que los cristianos debemos buscar y poner en práctica.


Esperar

Según la Real Academia Española, esperar es tener esperanza de conseguir lo que se desea

El verbo esperar tiene connotaciones positivas: quien sabe esperar tiene sabiduría para no actuar precipitadamente, para no apresurarse a hacer algo, para guardar silencio paciente y confiante.

Es la habilidad de decidir no hablar ni actuar hasta que sea el momento correcto para no empeorar la situación. Es la habilidad de confiar y esperar para que Dios sea Dios y actúe.

El que no espera se deja arrastrar por la desesperación, la ansiedad y actúa precipitadamente.

Confiar

Según la Real Academia Española, confiar es dejar una cosa al cuidado de alguien. 

La confianza es una virtud espiritual ligada a la fe. La Biblia señala que la fe es la certeza de lo que se espera. (Hebreos 11,1). La fe confía esperando. El afán, la ansiedad y la preocupación te llevan a actuar apresuradamente sin tener certeza o seguridad. Y cuando actuamos precipitadamente no confiamos en Dios. 

A diferencia de nosotros, que no podemos solucionar muchas circunstancias, Dios tiene el control de todo. Confiar significa dejar todo en manos de Dios, significa entregarle nuestros problemas y preocupaciones para que Él decida.

El que no espera ni confía se debilita, se cansa y se desespera: "pero los que esperan al Señor renuevan sus fuerzas, remontan el vuelo como águilas, corren sin fatigarse y caminan sin cansarse." (Isaías 40, 31).

Perseverar

Según la Real Academia Española, perseverar es mantenerse firme y constante en una manera de ser o de obrar.

Quien no persevera, quien no se mantiene firme y constante, se enfría espiritualmente y se aleja de Dios y de su Iglesia. Perseverar es ser fiel a Dios porque Él siempre es fiel. Él nunca nos abandona, aunque muchas veces no seamos capaces de entenderlo.

En la carta a los Filipenses 4, 6-7, el apóstol Pablo nos dice: "No os inquietéis por cosa alguna, sino más bien en toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias." 

Cuando le entregamos al Señor ese problema imposible, ya deja de ser nuestro; ahora ese problema es de Dios.