¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

miércoles, 15 de abril de 2020

¡QUÉ TORPES Y NECIOS!

Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los ...
"¡Qué necios y torpes sois 
para creer lo que dijeron los profetas! 
¿No era necesario que el Mesías padeciera esto 
y entrara así en su gloria?"
(Lucas 24, 25-26)

Nosotros esperábamos....que podríamos seguir viviendo nuestras cómodas vidas al margen de Dios, porque le habíamos visto crucificado y muerto, porque después nada había ocurrido y ya estábamos en el tercer día desde que esto sucedió.

Nosotros esperábamos....que podríamos seguir poniendo nuestra esperanza en nuestros intereses y egoísmos, porque nuestra fe en Cristo se había debilitado y habíamos perdido la confianza en Él, porque no habíamos encontrado su cuerpo.

Nosotros esperábamos....que podríamos seguir refugiándonos en nuestras cosas, en nuestros recelos, en nuestras pérdidas y miedos, porque habíamos ido al sepulcro y a Él no lo habíamos visto.

Nosotros esperábamos....que podríamos volver a nuestras rutinas como si nada, aunque fuera sin alegría ni esperanza, pensando que ni el amor ni la fe eran útiles para nosotros, porque no habíamos escuchado que el Mesías tenía que padecer y resucitar al tercer día.

¡Qué torpes y necios somos!...porque hemos cerrado nuestros ojos a la fe y hemos dudado que era necesario que se cumpliera todo lo que estaba escrito (Mateo 14,31; Lucas 44).

¡
Qué torpes y necios somos!...porque hemos cerrado nuestros oídos a los designios de paz y no de aflicción, a un porvenir y una esperanza, porque hemos dejado de invocarle y suplicarle (Jeremías 29,11).
La metáfora de los tres monos y el buen vivir — La Mente es ...
¡Qué torpes y necios somos!...porque hemos cerrado nuestras almas al amor, dejando de escuchar su Palabra y de buscarle de todo corazón (Jeremías 29,12).

¡Qué torpes y necios somos!...porque hemos cerrado las puertas del pórtico y apagado las lámparas; hemos dejado de quemar incienso y de ofrecer holocaustos en el santuario del Dios de Israel (2 Crónicas 29,7).

¡
Qué torpes y necios somos!...porque nos hemos creado ídolos de leño, de plata refinada de Tarsis y de oro importado de Ofir, revestidos de púrpura y de grana (Jeremías 10,8-9).

¡
Qué torpes y necios somos!...porque hemos confiado en nosotros mismos por orgullo, vanidad de vanidades, todo es vanidad (Eclesiastés 12,8).

Mi Pequeño Mundo: Léon Lhermitte en mi dormitorio¡Qué torpes y necios somos!...porque no hemos esperado en el Señor, no hemos renovado nuestras sus fuerzas, ni echado alas como las águilas. Hemos corrido y os hemos fatigado, hemos andado y nos hemos cansado (Isaías 40,31).

¡Qué torpes y necios somos!...porque hemos dejado de invitarle a nuestra mesa para que partiera el pan, se abrieran nuestros ojos y le reconociéramos (Lucas 24, 30).

¿No arde nuestro corazón ahora, mientras nos habla por el camino y nos explica las Escrituras? (Lucas 24, 32).

Levantémonos en este momento, y volvamos a Jerusalén a contar al mundo: "Era verdad, ha resucitado el Señor" (Lucas 24,33).

JHR

lunes, 13 de abril de 2020

¿POR QUÉ BUSCAMOS ENTRE LOS MUERTOS?

"¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? "
(Lucas 24, 5; Mateo 28, 5-6)

Los relatos evangélicos sobre la Resurrección de Jesucristo no sólo son el fundamento de nuestra fe y el motivo de nuestra alegría, sino que, además, encierran muchas enseñanzas para nosotros hoy, los cristianos del siglo XXI.

Los Evangelios nos relatan la escena y cómo en la madrugada del primer día de la semana, las mujeres fueron al sepulcro para terminar una labor inacabada el día anterior, el "Sabbath". 

Buscaban a Jesús para terminar de perfumarle y embalsamarle, olvidando por completo las palabras del Maestro poco tiempo atrás, en Galilea, donde les anunció su resurrección al tercer día. Y se sorprendieron y se desconcertaron al encontrar removida la piedra del sepulcro y éste vacío.

Tuvo que ser el ángel del Señor quien les recordara aquellas palabras de Jesús, y quien les increpara por el hecho de buscarle en el sepulcro: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¿No recordáis que os dijo que al tercer día resucitaría?" (Lucas 24,5).

Entonces, María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago, lo recuerdan, y van a contárselo a los Once, que las toman por locas. Sin embargo, Pedro y Juan, corren al sepulcro y, aunque no le ven, creen.

Aquel mismo día, lo mismo que les ocurrió a las mujeres, les ocurrió a los dos de Emaús. Ellos regresaban a su casa desilusionados. Allí, tuvo que ser el propio Jesucristo, quien les increpara: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?" (Lucas 24, 25-26)

Y exactamente lo mismo que les ocurrió al resto de los discípulos, poco después, y en especial a Tomás, cuando los dos de Emaús regresaron a Jerusalén para contárselo. Tuvo que se Jesús, de nuevo, quien les dijera: 
¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? (Lucas 24,38).

Tres escenas donde los discípulas, que habían compartido la vida y la mesa con Jesús, no reconocen al Resucitado con sus ojos incrédulos. 

Tres caminos distintos adoptados en los que son increpados y en los que necesitan pruebas de que está vivo para ser redirigidos. 

Sólo son capaces de reconocer la Verdad de Su Fe, la Resurrección, a través de su Palabra y de la Eucaristía: ¡Era verdad...!

Ese "Era verdad" también ha salido alguna vez de nuestros labios. Esas escenas también las hemos vivido nosotros. Pero ha sido sólo en el momento de encontrarnos cara a cara con Cristo resucitado, cuando nos ha abierto los ojos. 

Y es que en el fondo, muchos hemos estado viviendo nuestra fe en base sólo a Su amor, el  más grande, el que dio la vida por sus amigos, expresado en su muerte por nosotros en la cruz, pero nos faltaba corroborar Su verdad con su resurrección.

¡Cuántas veces, como las mujeres judías, nos hemos encerrado en nuestro trabajo cotidiano sin pararnos a recordar que Jesús está vivo y junto a nosotros! 

¡Cuántas veces, como los discípulas, tomamos la buena noticia como un delirio o una locura, algo impensable de creer! 

¡Cuántas veces, como los dos de Emaús, nos desilusionamos con Dios y perdemos nuestra esperanza y nuestra fe , y las depositamos en las vanidades del mundo!

¿Por qué buscamos entre los muertos la Vida? ¿Por qué buscamos entre las tinieblas la Luz? ¿Por qué buscamos entre las mentiras la Verdad? ¿Por qué buscamos entre la maleza el Camino?

Porque tenemos la tendencia de mirar al pasado, la tentación de mirar atrás. Porque, en el fondo, pensamos que es imposible. Porque nos convencemos de que Cristo es tan sólo una "idea". Porque miramos nuestras pérdidas y decepciones, nuestras dificultades y problemas, con ojos incrédulos, y nos quedamos solos, tristes, desilusionados y resentidos en el "ayer". 

¡Con qué facilidad nos "derrotamos"! ¡Con qué prontitud dejamos de confiar! ¡Con qué sencillez nos "venimos abajo"!

La piedra del sepulcro fue removida, no para que saliera Cristo, sino para que entráramos nosotros en su misterio. 

La aparición a los dos de Emaús no sucedió para consolarnos sino para hacernos ver que está en la Eucaristía. 

La aparición a Tomás no fue para retomar las comidas del pasado sino para que viéramos, a través de sus llagas y de la herida de su costado, que Cristo está en medio de nosotros, en los sacramentos.
SÁBADO SANTO
¡Es verdad! ¡Jesucristo está vivo, está con nosotros! ¡Estamos en el tercer día! 

¡No vayamos a los sepulcros que el mundo nos ofrece porque están vacíos!

¡Él está vivo! ¡Nadie ha robado su cuerpo! ¡Ha bajado de la cruz y ha salido del sepulcro para subirnos al cielo con Él! 

¡No busquemos entre los muertos al que vive! ¡No busquemos donde no podemos encontrar!

¡Removamos las piedra de nuestras rutinas o tradiciones, de nuestros desánimos o pérdidas y de nuestras dudas o desconfianzas! 

¡Busquemos a Cristo dentro de sus llagas, en la Eucaristía, donde se hace presente! 

¡Vivamos nuestra vida eucarísticamente! 

¡Y vayamos a contárselo a otros!

sábado, 11 de abril de 2020

EL QUE PERSEVERE HASTA EL FIN, SE SALVARÁ

"El que persevere hasta el final, se salvará." 
(Mt 10, 22)

Vivimos en un mundo veloz e impaciente, donde el "aqui y ahora" prevalece sobre todo lo demás, y si no lo conseguimos, "tiramos la toalla", dejamos de perseverar, nos rendimos. Lo mismo nos ocurre también en el plano espiritual.

¡Cuántas veces desfallezco, nos siento cansado, perezoso o sin fuerzas para continuar el camino que Nuestro Señor me ha marcado!

¡Cuántas veces olvido el amor primero, dejo d
e mirarle con esos ojos de aquella primera vez, o apago la fogosidad de aquel primer encuentro cara a cara con Él! 

¡Cuántas veces renuncio y traiciono a Jesucristo por el qué dirán, por querer agradar a todos, por estar más pendiente del mundo que del Amor!

Sin embargo, el propio Jesús da la clave y me advierte: serás odiado por el mundo. Si soy amado por el mundo es que algo estoy haciendo mal. 

Tampoco me dice que seguirle sea fácil. Ni siquiera me pinta un cuento de príncipes azules que comen perdices. No. 

Me asegura que si persevero hasta el final, tendré recompensa.

Dice San Agustín que "la perseverancia en el amor de Dios y de Cristo hasta el fin es un don gratuito de Dios que debemos pedirle continuamente". 

San Marcos nos dice: "Creo Señor, pero aumenta mi fe" (Mc 9, 14).

Dice San Jose María Escrivá que perseverar es "dar el consentimiento de corazón a Dios de que le amamos y de que, sobre todo, siempre le amaremos."

Dios me invita, nos invita continuamente a perseverar en la fe, en su amor. Nos anima a tener firmeza de voluntad y constancia de ánimo. Sabe que somos frágiles y débiles y que estamos expuestos a muchas dificultades. Por eso, nos brinda ayuda... si se la pedimos. 

Tiene preparado para nosotros un perfecto manual de la perseverancia:

Justicia y Misericordia

"Como el Padre me ha amado, 
así os he amado yo; 
permaneced en mi amor. 
Si guardáis mis mandamientos, 
permaneceréis en mi amor; 
lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre 
y permanezco en su amor. 
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, 
y vuestra alegría llegue a plenitud. 
Este es mi mandamiento: 
que os améis unos a otros como yo os he amado. 
Nadie tiene amor más grande 
que el que da la vida por sus amigos. 
(Jn 15, 9-13)

El discípulo amado Juan, nos da algunas claves para la perseverancia: Primero, amar; después, guardar su Ley, es decir, sus mandamientos; Y ambas cosas, hacerlas siempre con alegría, incluso hasta el extremo de dar la vida por amor. 
Desideria: La misericordia no es contraria a la justicia, por el ...
Permanecer en su amor exige fidelidad. Y la fidelidad requiere perseverancia. Y ambas se demuestran con coherencia. Mi vida cristiana requiere coherencia en el obrar.

No puedo amar a Dios y odiar al prójimo; no puedo guardar sus mandamientos y servir al mundo; no podemos estar alegres y tristes a la vez. No puedo servir a dos amos. No puedo tener dos amores.

Algunos, en su lucha contra la "radicalidad" con la que acusan a quienes se mantienen fieles a la Ley de Dios, pretenden dar un sentido de incompatibilidad a la dualidad divina justicia/misericordia, negando la primera y afirmando la segunda. Y se equivocan.

Porque el amor no es hipócrita, no es infiel y no se rinde. Se da sin merecer. La justicia no es parcial, no es tendenciosa, no es arbitraria. Se da mereciendo. Dios nos da sin merecer y también mereciendo.

Oración y Discernimiento

"Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, 
junto con algunas mujeres 
y María, la madre de Jesús, 
y con sus hermanos."
(Hch 1, 14)

El apóstol Lucas nos da más claves de perseverancia: La oración junto a María. Si rezamos es señal de que perseveramos, y si lo hacemos con la Virgen María, además meditamos y discernimos, puesto que aprendemos a escuchar y guardar lo que Dios nos dice en nuestro corazón. No en vano, en la Cruz, Nuestro Señor nos dijo: "Ahí tienes a tu Madre".

Reina de las Familias oración a María para orar en familiaPor eso, mi modelo de perseverancia, meditación y discernimiento más perfecto es Nuestra Señora, la Virgen Santísima.

Orar con María significa tener siempre puesta la mirada en su amado Hijo. Rezar con Ella es garantizarme las innumerables gracias que desea otorgarnos como Madre. Meditar con la Virgen es caminar junto a Ella, contemplando los misterios de Jesucristo. Discernir con la "Llena de Gracia" es decir con Ella: "Hágase tu voluntad."

Pers
everar no es fácil. ¡Cuántas veces pienso en abandonar ante las dificultades, cuántas veces me desanimo ante la impaciencia de no ver el fin del mal, la injusticia y el sufrimiento! ¡Cuántas veces me precipito ante las situaciones sin haber discernido primero, sin haber meditado las cosas!

Eucaristía y Palabra

"Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, 
en la comunión, 
en la fracción del pan y 
en las oraciones....
Con perseverancia acudían a diario al templo 
con un mismo espíritu, 
partían el pan en las casas 
y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; 
alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo;
y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando."
(Hch 2,42 y 46-47)


Sacramentos y Palabra son claves importantes de la perseverancia y la constancia. Ambos están concebidos para ofrecerse y darse en comunidad. Por tanto, la fe sólo puede vivirse en comunidad. 

Sólo en comunidad podemos perseverar y mantenernos en unidad. Por eso la Iglesia, que es madre, acoge y ayuda a todos sus hijos unidos y en un mismo espíritu, y nos invita a escuchar, agradecer, pedir y alabar a Dios. Y lo hace con los sacramentos y, en especial, con la Eucaristía.
Partes de la Eucaristía
Es más, Jesús se aparece a los dos de Emaús porque, desanimados por la pérdida de su Señor, han dejado de perseverar. El desaliento es el gran enemigo de su perseverancia. Y así, les escucha primero, les proclama la Palabra y les conduce a la Eucaristía, y a la comunidad. 

Debo luchar contra el desánimo para no caer en el pesimismo y después, en la desesperación. Porque si desespero, regresaré a mi casa (el mundo) y me alejaré de la de Dios.

La perseverancia en la fe, es decir, en el amor, es un vínculo que genera más fe y más amor. Y eso se consigue escuchando a nuestro Padre, que nos ha dejado su Palabra viva para guiarnos y ayudarnos. ¿No arde nuestro corazón mientras nos habla por el camino y nos explica las Escrituras? (Lc 24, 31).

Mantenerse firmes y perseverantes no debe ser fruto de la inercia o de la rutina. Perseverar es albergar un deseo de ver y escuchar a Dios, de querer estar siempre a su lado, enamorarse de Dios para siempre

Mantenerse firme es vivir con coherencia hasta el final, asumir cada cruz como el camino a la gloriacaminar sabiendo que cada tropiezo es un escalón menos hacia la meta.

Perseverar es amar, amar y amar.

El apóstol Pablo nos exhorta a permanecer firmes, cimentados y estables en la fe, la esperanza y el amor hasta el final. Sólo así obtendremos la recompensa a nuestra perseverancia:

"Por la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, 
habéis sido reconciliados para ser admitidos a su presencia 
santos, sin mancha y sin reproche, 
a condición de que permanezcáis cimentados y estables en la fe, 
e inamovibles en la esperanza del Evangelio que habéis escuchado. " 
(Col 1, 22-23)

"Así pues, como elegidos de Dios, santos y amados, 
revestíos de compasión entrañable, bondad, 
humildad, mansedumbre, paciencia. 
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos 
cuando alguno tenga quejas contra otro. 
El Señor os ha perdonado: 
haced vosotros lo mismo. 
Y por encima de todo esto, el amor, 
que es el vínculo de la unidad perfecta."
(Col 3, 12-13)

jueves, 9 de abril de 2020

APOCALIPSIS 4-5: EL TRONO, EL LIBRO Y EL CORDERO

"Después de esto, miré y vi una puerta abierta en el cielo; 
y aquella primera voz, como de trompeta, 
que oí hablando conmigo, decía: 
Sube aquí y te mostraré lo que tiene que suceder después de esto." 
(Apocalipsis 4,1)

Continuamos leyendo y meditando el libro de Apocalipsis, que es la "gran liturgia" y en el que San Juan, tras dirigirse a las iglesias, es arrebatado en espíritu y tiene una visión mística del cielo, a donde es transportado:

El Trono

Capítulo 4, 2-11

El ángel del Apocalipsis, de pie al lado de la puerta abierta, le ordena subir al cielo para contemplar en visión los acontecimientos futuros. Acto seguido, el vidente tiene la sensación de ser transportado corporalmente al cielo. Pese a la invitación, no le es posible entrar, sino sólo mirar dentro a través de la puerta abierta. Desde allí ve la sala del trono y la corte de Dios.  

El Trono que ve San Juan en el cielo y a uno sentado en él representa a Dios, Señor de la historia, y a su corte celestialPero no se da su nombre y se describe su figura como de aspecto a un diamante y cornalina, símbolo de pureza y dureza, y un arco iris semejante a una esmeralda, símbolo de la Alianza de Dios y los hombres. 

Dios, en efecto, es invisible, y hasta los serafines deben cubrirse el rostro en presencia de Él. De ahí que el vidente no pueda mirarlo, sino sólo percibir su resplandor. Desde el Trono se juzga al "Imperio" del mal.

Alrededor del trono de Dios hay veinticuatro tronos, que representan una posición de autoridad y preeminencia donde se sientan quienes gobiernan.

Los veinticuatro ancianos que están sentados en estos tronos (visión tomada de 1 Crónicas 24, donde se establecían los 24 turnos de servicios sacerdotales que tenían como misión adorar y servir a Dios constantemente), representan la totalidad de la vocación sacerdotal,  al pueblo fielpersonificados en las doce tribus de Israel (los patriarcas y los profetas), y en  los doce apóstoles ("los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos, Mateo 19,28).

-con vestiduras blancas, revestidos de Cristo, resucitados y que han alcanzado la pureza santidad, y coronas de oro, símbolo de autoridad y de liturgia. No se trata de ángeles, porque los no pueden ser "ancianos" porque no les afecta el tiempo, y porque además, en ninguna parte de la Palabra de Dios, los ángeles se sientan en tronos.

Uno de estos veinticuatro ancianos (y no un ángel, que normalmente son los mensajeros de Dios) dará luego al vidente la explicación de cuanto tiene a la vista. Esto se explica porque los ancianos son los que vienen de la Gran Tribulación... han experimentado la salvación y la santidad.

También, alrededor del trono hay cuatro vivientes(visión tomada de Ezequiel 1 y de Isaías 6), y representan a serafines que, constantemente (día y noche) dan alabanza al único Señor de la historia: "Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso; el que era y es y ha de venir".  El canto de los cuatro Vivientes, réplica del trisagio de los serafines de Isaías 6, glorifica a Dios como santo, omnipotente y eterno, o, en otros términos, realza su misteriosa naturaleza.

Con ojos por delante y por detrás, están continuamente en Su presencia, por lo que tienen sabiduría y conocimiento plenos.

Según San Victorino y San Ambrosio, estos cuatro vivientes, que están al mismo tiempo en el centro del trono (donde está Dios) y alrededor del trono (donde están las criaturas) y que dirigen la Liturgia Celestial, simbolizan a Jesús desde el punto de vista de la Creación y por eso, también representan a los cuatro Evangelios, que hablan de su vida terrenal. 

Representan cuatro rasgos de JesúsLeón, como ReyToro, como ofrenda de sacrificioHombre, como Hijo del Hombre; Águila, como elevado al cielo.

Por eso, también, el de rostro semejante a un león, podría simbolizar alegóricamente a los apóstoles y misionerosel de rostro semejante a un toro, a los mártiresel de rostro de hombre, a los padres y doctores de la Iglesia y el de rostro semejante a un águila, que simbolizarían a los místicos y consagrados

Las seis alas representan a los ángeles de más alto rango, los serafines:
-Dos alas les cubren su rostro, que simbolizan respeto a Dios, a quien nadie puede mirar. 
-Dos alas les cubren sus pies, que simbolizan humildad y amor a Dios.
-Dos alas les permiten volar, que simbolizan rapidez y elevación espiritual.

   

Los cuatro vivientes son quienes, cuando se abran los primeros cuatro sellos, enviarán a los cuatro Jinetes a la tierra, que responden a su poderosa voz, cuando les ordenan a cada uno:"Ven". Uno de ellos desencadenará las últimas siete plagas de la ira de Dios (Apocalipsis 15,7).

Del trono divino proviene un gran ruido e incesantes relámpagos y truenos, símbolo del poder y la majestad de Dios cuando se revela, y que recuerda la promulgación de la ley en el Sinaí y la aparición de Dios en Ezequiel 1,13. 

Ante el trono de Dios, arden siete antorchas, que representan a los siete espíritus (dones) de Dios. Si estos siete espíritus simbolizan el Espíritu septiforme de Dios, su representación en forma de antorchas, significa que nada en el mundo escapa a la mirada del Señor. 

Los veinticuatro ancianos, postrados en tierra, en señal de profunda reverencia, y despojados de sus coronas, en reconocimiento de que su gran dignidad la deben a Dios, se unen al canto de los Vivientes con uno propio, para rendir homenaje a Dios como Creador de todas las cosas, a quien corresponde alabanza, honor y poder sobre todas las criaturas. Juan habla de lo que constituye la ocupación de la corte divina: ofrecer incesantemente homenajes a Dios. 

El vidente refiere incluso las palabras con que se expresan esas alabanzas. El canto de los cuatro Vivientes, réplica del trisagio de los serafines de Isaías 6, glorifica a Dios como santo, omnipotente y eterno, o, en otros términos, realza su misteriosa naturaleza.

Este cántico resonará de nuevo cuando llegue el fin. 

El Libro

Capítulo 5,1-5

El Libro representa el plan de Dios, el proyecto de Dios sobre la historia y la humanidad. 

Resultado de imagen de libro con 7 sellosSimboliza también la Palabra de Dios, el Evangelio

En la diestra de Dios, abiert
a y extendida, San Juan ve un pergamino sin tapas ni hojas como nuestros libros, escrito por dentro y por fuera. Una parte se ve y la otra no. Designa la riqueza de su contenido y cerrado herméticamente con siete sellos (sucesos que han de acontecer).

Mientras San Juan aguarda, impaciente, a ver qué sucede, oye cómo un ángel, con voz potente que se difunde por todo el orbe, pregunta a la creación entera quién es digno de abrir el libro y de poner en marcha el curso de los acontecimientos escatológicos, es decir, el contenido del libro. Pero, en los tres reinos (Dios, hombre y Satanás) en que está dividido el universo, nadie es capaz de hacerlo, y esto arranca al vidente, lágrimas de amargura.
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Uno de los Ancianos reanima al evangelista y le comunica que hay uno digno de hacerlo: el León de la tribu de Judá, el Vástago de David, dos títulos mesiánicos provenientes del Antiguo Testamento. El primero se lee en Génesis 49,9, y designa al Mesías como al ansiado rey de la tribu de Judá; el segundo, tomado de Isaías 11,1 y 10, como al vástago de la estirpe de David. 

Así pues, se trata de Jesucristo, cuyo derecho y dignidad para abrir el libro no los obtiene en virtud de sus relaciones especiales con Dios ni de la perfección de su vida terrena, sino por la victoria sobre Satanás y sobre el mundo a éste sometido, alcanzó con su muerte de cruz. 

Gracias a ella, liberó al género humano de la sujeción al enemigo de Dios y conquistó para sí un pueblo santo, escogido de entre todas las naciones; gracias también a ella, se hizo posible el juicio contra las potencias hostiles a Dios y se echaron las bases para la fundación del reino escatológico. 

Todo esto es el objeto del designio divino contenido en el libro sellado. Por eso el crucificado, el Cordero degollado, es el único digno de recibir el libro y de romper sus sellos.

El Cordero

Capítulo 5,6-14

Resultado de imagen de jesus revelationLas palabras de aliento del Anciano llevan al vidente a fijarse en la presencia de una figura que evidentemente no ha notado aún: un Cordero que se presenta como degollado, es decir, que muestra en el cuello las señales de la herida que le produjo la muerte. 

Es Cristo resucitado y triunfante, el Cordero degollado en el Sacrificio de la Cruz, que está de pie, signo de su triunfo por su Resurrección. 

Cristo ha vencido, no con las armas del dragón, sino con el poder de su martirio. Y a eso estamos llamados todos nosotros.

-Tenía siete cuernos, símbolo de la plenitud del poder y siete ojos, los siete espíritus de Dios, símbolo de la plenitud del conocimiento.

Es el Cordero quien recibe el Libro y el único que puede abrir los sellos y revelar el plan de Dios, el sentido profundo de la historia.

La figura del cordero es una reminiscencia de la profecía del siervo sufriente de Dios, “conducido al sacrificio como un cordero”, de Isaías 53,7. La visión de Jesús como Hijo de hombre del capítulo 1, 12-20 está tomada de los libros de Daniel 10 y de Enoc 46.

San Juan describe a Cristo haciendo uso de comparaciones para que el cuadro exprese el mayor realismo posible:

-Vestido con una larga túnica, símbolo de la realeza

-Ceñido con un cinturón de oro alrededor de su pecho, símbolo del sacerdocio.

-Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve, símbolo de sabiduría y eternidad

-Sus ojos, como una llama de fuego, símbolo de su celo y vigilancia por su Iglesia.  

-Sus pies, como el bronce fundido a fuego, símbolo de firmeza en su reinado

-Su voz, como el rumor de aguas caudalosas, símbolo de poder de su Palabra. 

-Su cara era como el sol que brilla en todo su esplendor, símbolo de que Cristo es la luz, del mundo, es la verdad que ilumina a todos. 

-A su alrededor hay 7 candelabros de oro, personificados en las 7 iglesias, símbolo de la Iglesia de todas las épocaspurificada y refinada como el oro. 

-En su mano derecha tiene siete estrellas, personificados en los ángeles y símbolo de la Iglesia triunfante.

- y de su boca salía una espada aguda de dos filos, símbolo del Evangelio, la Palabra de Dios.

Cristo termina diciendo: 

-No tengas miedo, símbolo de confianza y fe 

-Soy yo, el primero y el último, el viviente, símbolo de eternidad.

-Estuve muerto, pero ya estoy vivo por los siglos de los siglos, símbolo de resurrección

-Tengo las llaves de la muerte y del abismo, símbolo de potestad, dominio y control de la muerte y el Hades.

El Cordero recibe ahora de manos de Dios el libro sellado, para abrirlo y dar así cumplimiento a los derechos de Dios. El solemne acontecimiento es celebrado por toda la creación con cantos de júbilo.

Los primeros en presentar sus homenajes al Cordero son los cuatro Vivientes y los Ancianos, es decir, los más próximos al trono. 


Los Ancianos, que tienen en la mano cítaras, el instrumento propio de la liturgia para acentuar la alegría y con el que se acompañaba el canto de los salmos.

- y copas de oro llenas de perfumes, o incienso perfumado, símbolo de las oraciones de los santos, de los fieles creyentes de la tierra que siempre son escuchadas y que constituyen una súplica por la pronta realización de los misteriosos designios de Dios, escritos en el libro. 

Es un "cántico nuevo" porque hasta ahora no había llegado la ocasión de ensalzar la obra redentora de Cristo.

-Con su sangre, el Cordero ha adquirido para Dios hombres. El verbo "adquirir" se traduce como "sacar de la plaza del mercado", donde se vendían a los esclavos, es decir, que nos hace libres. 

Jesucristo ha creado el nuevo pueblo de Dios, que proviene de todos los pueblos de la tierra, sin distinción de lengua ni de raza y los ha reunido a fin de constituir el reino eterno de Dios y los ha elevado a la dignidad sacerdotal. Nos invita a participar de la liturgia celeste mediante la oración y el sacrificio.

El vidente oye otra multitud de seres celestiales, los ángeles en número incalculable, que colman el espacio en torno a los veinticuatro Ancianos y que rinden homenaje al Cordero con los siete títulos, símbolo de la plenitud de gloria y de poder que recibió el Cordero como premio eterno por ser el autor de la redención y los frutos que ella ha producido para el bien de los hombres.

Toda la creación prorrumpe en exclamaciones de alegría, porque, con la apertura del libro sellado, llegará el momento en que también ella se verá libre de la antigua maldición y tendrá parte en la revelación de los hijos de Dios. Con este grandioso homenaje de toda la creación a Dios y al Cordero comienza la apertura de los sellos como parte de la liturgia celestial.

Bibliografía

-“Los símbolos del Apocalipsis” (Ignacio Rojas Gálvez, Editorial Verbo Divino).
-"El Apocalipsis de San Juan" (Emilio Aliaga Girbés, Editorial Verbo Divino)