¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 22 de julio de 2017

¿RECONOZCO LA LLAMADA DE DIOS?

"Me he aparecido a ti 
para hacerte ministro y testigo 
de lo que has visto de mí 
y de lo que te voy a mostrar." 
(Hechos 26,16).

Escuchar y seguir la llamada de Dios ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido en mi vida. 

Después de mucho tiempo de recibir muchas llamadas que siempre rechacé, comencé a tener algunas nociones de que iba por un camino que no había sido elegido por mí. Pero fue en un retiro de Emaús cuando descolgué el teléfono, cuando escuché, cuando supe, que Dios me llamaba para servirle. Y eso es lo que hice.

Pero ¿Cómo estar seguro de haber sido llamado por Dios?

Lo primero que quiero decir es que todos somos llamados por Dios. Todos recibimos su llamada. El apóstol Pablo escribe, animando a todos: "Os pido que caminéis de una manera digna de la vocación que habéis recibido." (Efesios 4, 1). Todos somos llamados a una vocación. Podemos huir de ella, pero no podemos escondernos de ella.

La conversación entre Pablo y Jesús, relatada en el libro de los Hechos, es bastante útil para conocer si hemos sido llamados por Dios. Pablo comparte su testimonio con el rey Agripa: Es una frase sencilla en la que podemos ver seis aspectos de cómo Dios nos llama a cada uno de nosotros:

1. Encuentro personal: "me he aparecido a ti.."

El principio de todo es que Jesús se nos aparece. A veces, de repente y de forma evidente (como a Pablo en el camino de Damasco), y otras, más sutilmente (como a los dos de Emaús). 
Sea de una forma u otra, cuando Jesús se nos aparece, comienza nuestra relación con él.

Para conocer el plan de Dios para mi vida es necesario encontrarme con Jesús. Si no descuelgo y acepto la llamada, no puedo escucharle. El plan de Dios pasa siempre por Jesucristo.

Para la reflexión:  ¿Me he encontrado con Jesús y le he respondido?

2. Propósito personal:  "... para hacerte..."

Dios nos ha creado a cada uno con un propósito particular; ha puesto en nuestros corazones una necesidad interior, una misión para servirle. Nos ha dado un papel protagonista a cada uno en su plan divino de salvación. Dios quiere que seamos santos como Él y se ha asegurado en ofrecernos todos los medios para conseguirlo. 

Cuando un soldado se alista en el ejército, se le da un rango y una función. 

Cuando Jesús se nos aparece, no sólo lo hace para salvarnos, sino para salvar al mundo a través de nosotros.
Quizás algunos de nosotros hallamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer. 
Pero es todo más sencillo: Descuelga y responde. Apartemos un rato diario de nuestra agenda y pongámonos frente al Santísimo, o en "lo escondido", para orar y escuchar de Dios, y Él mismo nos lo dirá. 

A mí me ocurrió (y me sigue ocurriendo) así. Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas que no había atendido.

Para la reflexión: ¿Sé cuál es la función que me ha asignado?

3. Servicio: "...ministro..."

Un ministro es alguien que ejerce un ministerio, un servicio, una función. Jesús quiere que seamos sus ministros, sus servidores, sus instrumentos. Incluso hasta ser esclavos suyos.

Desgraciadamente, no todos los cristianos colocan a Jesús como el Señor de sus vidas, porque posiblemente piensan que es su Salvador, pero no su Señor. La Iglesia se ha convertido en un lugar de privilegio, en un club privado donde sólo hay "señores" que reciben pero no hay "servidores" que den.

Dios nos llama, ¿aceptaremos o rechazaremos la llamada?

¿Has entregado y consagrado, en calidad de esclavo, tu cuerpo y tu alma, tus bienes interiores y exteriores, tus buenas acciones pasadas, presentes y futuras, tu familia y todo lo que tienes, sin reservas ni excepciones a Jesús? 

Sólo después de consagrarnos a Él (a través de María), recibimos la función que nos encomienda: esclavos de su amor y misericordia.

Para la reflexión: ¿Sirvo a Jesús?

4. Testimonio: "... y testigo..."

Un testigo es el que da testimonio. Dios también nos llama a ser testigos suyos, a dar testimonio de su mensaje de amor, de nuestra experiencia de Jesús, de su plan para toda la humanidad.

¿Hemos asumido el papel de un testigo? ¿Nos molesta el hecho de que tantos en el mundo están luchando por encontrar esperanza? ¿Estamos buscando maneras de dar audazmente un relato de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas?

Para la reflexión: ¿Doy testimonio de Jesús?

5. Observación: "... de lo que has visto de mí..."

Sólo podemos testimoniar lo que hemos visto de Jesús. Si no le hemos visto, ¿qué vamos a compartir con otros?

Es posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se esconden detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y entorno. 

Yo también he pensado que la fe era algo íntimo que cada uno debía vivir para sí. Pero ahora sé que es porque no me había encontrado con Cristo cara a cara, porque para compartir a Jesús con otros, primero debemos verlo. Debemos experimentarlo. Y después no puedes callártelo.

Para la reflexión: ¿Comparto a Jesús con otros?

6. Crecimiento: "y de lo que te voy a mostrar"

Una vez que le has conocido y mantienes una relación personal con Cristo, tu testimonio de fe cambia porque Jesús se revela progresivamente, a lo largo de tu vida y a través de las personas a quienes sirves y amas. Maduras y creces espiritualmente con Él.

Nuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.

Nuestro testimonio de su acción en nuestra vida debe ser continuamente actualizado a medida que nos moldea, regenera, purifica y perfecciona. A medida que continúa mostrándonos nuevos aspectos sobre el plan y la voluntad divina. Él nos lo promete: enseñarnos más de sí mismo y así crecer, mientras caminamos con Él.

Para la reflexión: ¿crezco y experimento más de Jesús?

Todos somos llamados por Dios. No hay excusas para no atender su llamada. Ser cristiano es reconocer a Jesús y compartir lo que nos ha dado, con un mundo necesitado y sediento de Dios.

¿Vas a contestar a Jesús?

martes, 27 de junio de 2017

PECAR POR OMISIÓN

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"El que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado." 
(Santiago 4, 17)


"Cumplo los mandamientos, me confieso, voy a misa los domingos, comulgo, soy bueno..." 

No es suficiente...Peco por omisión.

El Papa Pío XII dijo: ”El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado.” El pecado se produce, como sabemos, por pensamiento, palabra, obra u omisión. Peco por "ser" y por "no ser", por "decir" y por "no decir", por "hacer" y también por "no hacer".

Es verdad que el sufrimiento que existe en el mundo se genera por la maldad que en él impera, pero también por la apatía o la omisión de las personas de buena fe. El "mal" actúa mientras el "bien" lo permite. 

Pecar por omisión es 


Pecar por omisión es "no hacer bien el bien", es "saber lo que puedo hacer y no hago", es "quedarme de brazos cruzados", es "lavarme las manos"...

Es justificar mi indiferencia diciendo "no puedo hacer nada", " no tengo tiempo", "no tengo la culpa"...frases con las que "aplaco" mi conciencia ante aquello que pudiéndolo dar, no doy; ante aquello que pudiéndolo hacer, no hago; ante aquello que ser, no soy.

Imagen relacionadaEs ver la lágrima en el rostro de mi hermano y no secarla, por no querer involucrarme...

Es intuir el dolor en una relación rota y no aliviarlo, por no "meterme donde no me llaman"...

Es ver un mal cometido y no enmendarlo, porque fue otro quien lo hizo...

Es dejar de compartir los dones, talentos y bienes que Dios me regala con otros porque me los he ganado con mi esfuerzo, porque me los merezco... 

Es evitar la corrección fraterna, por no meterme en líos que no son míos... 

Resultado de imagen de pecar por omisionEs omitir una palabra de aliento a quien encuentro afligido, por temor o por vergüenza...

Es negarme a escuchar a mis hijos, a mi mujer o a quien necesita hablar y ser escuchado, por no tener tiempo... 

Es dejar de ofrecer una limosna, por no querer contribuir a la mendicidad....

Es eludir estrechar la mano a alguien, porque otros no piensen mal o por no sentirme juzgado...

Es desagraviar al que me hiere o me lastima, por el temor a que si callo y perdono creerá que soy débil... 

Resultado de imagen de pecar por omisionEs negar la sonrisa a todo el que me encuentro en mi camino, porque no tiene nada que ver conmigo... 

Es olvidar orar por quien nadie reza, porque tengo muchos por quien rezar...

Es rehusar dar la explicación que alguien espera y que nunca doy, por orgullo y vanidad...

Es eludir una visita a ese enfermo que está sólo y desamparado y que nunca voy a ver, por pereza...

Es excusarme cientos de veces y "buscar atajos", para justificarme y salirme con la mía...

Imagen relacionadaEs "lavarme las manos" como Pilato, porque "no va conmigo"... 

Es utilizar máscaras cada día, por el qué dirán o por ponerme "medallas"...

Es pensar egoístamente en mi propio bien, ignorando lo que siente y necesita mi prójimo...

Es convencerme de que con hacer "lo que toca", es decir, hacer algún bien o evitar algún mal, me he ganado el cielo, y ya soy bueno... 

Es negarme a alzar mi voz y testimoniar que Jesucristo ha resucitado...

Es olvidar que puedo cambiar el mundo desde mi entorno más cercano...

Y es que... No soy consciente de que estoy haciendo lo que no me cuesta..

No soy consciente que mi fe es una fe de "mínimos", de "cumplimiento", de "pasotismo", de "comodidad"...

No soy consciente de que no regalo amor al que lo necesita...

No soy consciente de que mi fe me mueve a la acción y a "dar la vida por los demás"...

No soy consciente de que debo trabajar y "moldearme" para ser semejante a Dios...

No soy consciente de que debo "ser" pero también "hacer"...

No soy consciente de que PECO POR OMISIÓN...



lunes, 19 de junio de 2017

EL SERVICIO, CÓMO Y A QUIÉN

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"Quien hace lo que quiere, no hace lo que debe"

La cultura occidental, enfocada en el individualismo y la libertad del hombre, difunde fundamentalmente el valor del respeto hacia la dignidad de la persona en el trabajo, favoreciendo su libre desarrollo y su autonomía, en detrimento de otros valores imprescindibles en el servicio, como la obediencia, la humildad o la disciplina.

Cuando sirvo a otros,  mi libertad individual, que lucha contra cualquier atisbo de normativa, orden o dependencia, corre el peligro de transformarse en relativismo (todo vale), y éste, en soberbia (porque yo lo valgo) y ésta, en rebelión al Creador (Dios no vale).

Es entonces cuando caigo en una forma de idolatría y rebeldía, que no sólo no aumenta mi libertad sino que me esclaviza y me conduce a un "no vivir", es decir, a la muerte.

¿Qué implica servir? 

Para servir son necesarias tres actitudes o facultades: obediencia, humildad y disciplina

Resultado de imagen de humildadEn el mundo actual, la obediencia “no se lleva”, “no es símbolo de libertad”, y la sustituimos por rebeldía; la humildad es "para los débiles" y la sustituimos por orgullo; la disciplina no tiene “buena prensa”, es “políticamente incorrecta” y la interiorizamos como falta de tolerancia, flexibilidad y complacencia. 

¿Qué es la obediencia? Del latín ob audire, el que escucha: “capacidad que conduce de la escucha atenta a la acción, mediante la subordinación de la voluntad a una autoridad, a una instrucción, al cumplimiento de una demanda o la abstención de una prohibición”.

¿Qué es la humildad? Del latín hŭmĭlĭtas, "conocimiento de las propias limitaciones y debilidades", "capacidad de restar importancia a los propios logros y virtudes y de reconocer los defectos y errores".

¿Qué es la disciplina? Del latín discere, "aprender": “capacidad de actuar ordenada y perseverantemente para conseguir un fin”, mediante un determinado código de conducta u orden.

¿Hacia dónde voy?

Mi servicio a Dios y al prójimo requiere la presencia de esas tres capacidades (obediencia, humildad y disciplina) y que, a su vez, junto a la fe y la oración, me conducen a:

- Una escucha atenta y diligente a quienes tienen conocimiento, experiencia, método o sabiduría. 

- Una acción aprendida e interiorizada con anterioridad, mediante la formación.

- Un  orden para ser capaz de lograr los objetivos deseados.

- Una armonía, porque todo en la creación guarda su lugar, su espacio y su proporción.

-Un respeto, porque requiere que acate un consenso y unas directrices pactadas.

- Un límite, porque un límite es una frontera que separa, pero que a la vez, une.

-Una coordinación y sincronización, porque aseguran la suma de todos nuestros esfuerzos complementarios y así, conseguir nuestro objetivo común.

- Una eficiencia, porque produce mayores resultados con menores esfuerzos.

- Una sumisión incondicional para cumplir la voluntad de la autoridad, que es, en definitiva, Dios.

-Una determinación y proyección de objetivos para saber por qué, para qué y a quién sirvo.

¿Qué busco?

De la misma forma que a los primeros discípulos que, inseguros y dudosos, siguieron a Cristo, el Señor me pregunta: “¿Qué buscas?” (Juan 1, 38) y me interpela:

Resultado de imagen de sombra de cristo¿Qué busca mi corazón? 
¿En qué cosas me afano? 
¿Me busco a mi mismo o busco al Señor? 
¿Sigo mis deseos o los de mi Creador? 
¿Persigo mi gloria o la de Dios? 
¿Obedezco a mis propias intenciones o a las ideas perfectas de Dios?
¿Cuál es mi anhelo? 
¿A quién busco?

“Tu rostro buscaré, Señor” (Salmo 26, 8): ésta es mi respuesta, pues he comprendido la infinita grandeza de Dios y la soberanía de su voluntad; pero también es la respuesta de toda criatura humana en busca de verdad y felicidad. 

Hoy en día, muchas personas ven negativamente toda forma de dependencia; pero es propio e innato de todo ser vivo, depender de Otro y, en la medida en que es un ser en relación, también depende de los otros.

Como cristiano, busco a Dios vivo y verdadero, Principio y Fin de todas las cosas; el Dios que no he forjado yo a mi imagen y semejanza (o a mi conveniencia), sino el que me ha hecho a imagen y semejanza suya; el Dios que manifiesta su voluntad y me indica los senderos para alcanzarla; el Creador de quien depende mi existencia

La voluntad de Dios es amiga, perfecta, benévola; quiere mi felicidad y mi realización, y desea mi libre respuesta de amor a su amor, para convertirme en un privilegiado instrumento de su infinita misericordia.

¿Quién es mi ejemplo?

Imagen relacionadaComo cristiano, mi guía y mi ejemplo es Cristo, “a quien el Padre ama y en quien se complace” (Mateo 3, 17; 17, 5). 

Jesucristo me ha liberado por su obediencia: en Él todo es escucha y acogida del Padre (Juan 8, 28-29); toda su vida en la tierra es expresión de obediencia y disciplina al Padre, hasta el punto de no hacer nada por sí mismo (Juan 8, 28), sino hacer en todo momento lo que le agrada al Padre. 

Por su obediencia radical hasta la muerte, soy constituido justo” (Romanos 5, 19). El rostro y el nombre de Cristo Jesús es Obediencia, Humildad y Oración.

De la misma manera, estoy llamado a seguir al Cristo obediente en mi vida cristiana como evangelizador, como instrumento de Dios o como servidor de los demás y así, obedezco y escucho como obedece y escucha el Hijo al Padre.

¿Sirvo o me sirvo?

Sirviendo sin obediencia, humildad y disciplina:

- trabajo el doble y rindo la mitad
- me disperso
- exteriorizo mi desconcierto, mi caos y provoco desunión
- extravío el rumbo y mis esfuerzos no se complementan con el resto del equipo
- incumplo los objetivos y la voluntad del Señor.
- quebranto la unidad
- instigo los roces con los integrantes del grupo
- disparo las quejas y lamentos por cuestiones menores
- rompo acuerdos y normas, busco ventajas propias
- hago perder el sentido de los esfuerzos conjuntos.

Contra el espíritu de discordia y división, la disciplina, la humildad y la obediencia brillan como signos verdaderos del rostro de Cristo, de la fraternidad nacida del Espíritu, de la libertad interior de quien confía de Dios, a pesar de los límites y fragilidades humanas. 

Sirviendo con obediencia, humildad y disciplina:

- me convenzo de que mis ideas y soluciones no son siempre las mejores
- soy consciente de que no puedo hacer mi voluntad, sino la Suya
- sé que no siempre tengo la razón y que no son los otros quienes deben cambiar
- no pienso sólo en mis cosas sino que me intereso por las necesidades de los demás
- Cristo resucitado se hace presente en mí
- sigo su modelo de amor
- cumplo la voluntad del Padre
- me pongo al servicio del Reino 
- me uno fraternalmente a la familia de Dios en la tierra.

¿Por qué sirvo?

A priori, pudiera parecer que servir es duro, pues requiere tiempo, obediencia y humildad. Tres facetas que escasean en nuestra sociedad. Pero el servicio no depende de uno mismo y está sustentado en lo siguiente:

- Dios me ha llamado a servir. Y si Dios me ha llamado, Él me guiará (Efesios 2,7). Sé que Él no me dejará ni me abandonará, sin importar lo que deba afrontar (Hebreos 13, 5).

El Espíritu de Dios habita en mí. Un milagro, en realidad, que a menudo doy por sentado, o sencillamente, ni me planteo. Cuando Dios mismo reside en mí (Romanos 8, 9), mi obra se hace factible. Para Dios no hay nada imposible.

- La Palabra de Dios es poderosa. De hecho, expulsa a Satanás (Mateo 4, 1-11), y no queda sin resultado (Isaías 55,11). Cuando vivo su Palabra, lo que Dios me dice cada día, no debo preocuparme por mi tarea.

- Dios cumplirá Su plan. Dios tiene un plan establecido (Salmos 33,11) para mi y para la eternidad. Pero para que el Plan de Dios se cumpla en mi vida, le debo fidelidad porque Él es fiel (1 Samuel 15). Así, puedo servir en la confianza de que Él siempre cumple.

- No estoy solo. Cristo camina siempre a mi lado y además, me envió al Espíritu Santo para guiarme, ayudarme y mostrarme el camino. Además, hay otros muchos cristianos como yo que mantienen mi llama de la fe y del servicio encendida, con su apoyo y con su amor.

- Formarme y aprender. Dios me conforma a la imagen de Su Hijo (Romanos 8,29). Eso significa que siempre estoy aprendiendo a seguirlo, a ser como Él y a servirle. Mientras soy aprendiz (puedo errar sin una culpa excesiva), el servicio es más fácil.

- Puedo hablar con mi Creador. A través de la oración, no sólo puedo hablarle a Él, sino que puedo confiar en que Él me oye cuando mi corazones está roto. Cuando tengo una conversación continua con Dios, todo parece menos complicado.

- Dios usa los momentos difíciles para hacerme como Él quiere que sea. El servicio puede ser duro, pero Dios trabaja siempre para Su gloria y mi bien. Mantener esa verdad en mi mente me hará soportar el estrés del servicio y éste se convertirá en una declaración de fe.