¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 5 de septiembre de 2016

LOS 6 NIVELES DE COMPROMISO EN LA IGLESIA


Si la gente de una parroquia crece y madura espiritualmente, entonces la parroquia crecerá. 

Algunos piensan que las actividades y servicios de la parroquia deben ir encaminados hacia los que asisten regularmente a misa, pero eso supondría pensar que todos tienen el mismo nivel de madurez espiritual. Otros creen que se deberían establecer en base a las necesidades de los comprometidos, pero eso dejaría de lado el carácter misionero de la parroquia. Algunos opinan que todas las actividades deben ir encaminadas hacia los alejados, pero eso impediría el desarrollo, madurez y discipulado de los miembros de la parroquia.

El punto clave para discernir acerca del establecimiento de los distintos servicios y actividades de cada parroquia es que se necesita establecer un proceso de discipulado, porque en los bancos de cada parroquia, en cada misa, se sienta gente de distinto nivel de madurez y búsqueda espirituales.


Rick Warren, en su libro, "Una Iglesia con propósito" (cuya lectura recomiendo a todos los católicos) describe los 6 círculos concéntricos sobre los cuales se desarrolla toda la vida de la parroquia, en relación al público objetivo de cada iglesia.


Cuando los sacerdotes preparan sus homilías, cuando se planifica el alcance que se pretende o cuando se establecen todas las actividades y servicios que cada parroquia ofrecerá, es fundamental pensar en los diversos niveles de madurez espiritual que existen. 

Este pastor protestante, fundador de una de las mayores y más influyentes iglesias de Estados Unidos diferencia al menos seis:


La Comunidad (Community)

La comunidad está formada por todas las personas potencialmente susceptibles de asomarse por la parroquia. Viven o trabajan cerca de de ella y son conscientes de su existencia. E incluso se dejan caer de vez en cuando. Pero, en su mayor parte, son personas alejadas, que no tienen iglesia ni fe, todavía.

La Multitud (Crowd)

La multitud se compone de todas las personas que asisten alguna vez a misa los domingos. Se consideran a sí mismos como parte de la parroquia, pero en realidad no están involucrados más allá de asistir los domingos a una misa determinada.

La Congregación (Congregation)

La congregación incluye todos los asistentes y que se ha convertido en miembros de la parroquia. Se trata de personas que asisten habitualmente, aportan contribuciones económicas a la parroquia con regularidad y apoyan la visión parroquial.

Los Comprometidos (Committed)

Son los miembros de la parroquia que tienen una cierta madurez espiritual, que crecen en una relación estrecha con Jesús y establecen hábitos y disciplinas de discipulado. Están dedicados de todo corazón a Dios y su lealtad a Él está totalmente fuera de duda.

El Núcleo (Core)

Entre los miembros comprometidos, son las personas que se involucran totalmente y que sirven a otros a través de los distintos ministerios, servicios o actividades de la parroquia. Son el núcleo, la masa crítica que ofrece su tiempo, sus talentos y su lealtad a su parroquia.

El Comisionado (Commissioned)

El gran propósito del establecimiento de la vida parroquial en torno a los círculos concéntricos es el paso de las personas desde la comunidad hasta el núcleo para enviarlos de vuelta otra vez para llegar a más personas de la comunidad. Cuando las personas se comprometen con Dios y con el servicio a otros, debemos prepararlos para ser enviados en misión. El Comisionado son los miembros comprometidos que se encargan de preparar y enviar a otros a la misión.

Estos 6 círculos o niveles de compromiso afectan a toda la planificación de la parroquia; desde el calendario, la estructura, pasando por las actividades, los métodos a aplicar y los pequeños grupos hasta la preparación de las homilías o establecimiento de las adoraciones debe tener la intención de crear vías y establecer espacios para que las personas crezcan a partir de un nivel de compromiso y pasen al siguiente.

Cada semana, en su mega-iglesia de Saddleback, California, Rick Warren dirige y atiende a más de 20.000 personas. 

Lleva tres décadas discipulando a las personas a través de su programa CLASE. Este programa se estructura en cuatro fases que se centran en cómo pasar de un círculo concéntrico o nivel de compromiso a otro:
  1. Clase 101. Enseña a la gente sobre el significado, compromiso y consecuencias de ser miembro de su iglesia.
  2. Clase 201, Enseña a la gente acerca de los hábitos necesarios para el crecimiento y madurez espirituales. 
  3. Clase 301, Equipa a la gente para el ministerio y el servicio. 
  4. Clase 401, Habla de cómo la gente puede ir a cambiar el mundo, compartiendo su historia de fe y participando en las misiones.
Rick Warren estructura su iglesia en torno a los 6 niveles repartidos en 9 campus y a través de más de 250 servicios y actividades distintas por edad, compromiso, estado civil, situación económica, etc.

El objetivo de la iglesia no es el crecimiento, sino su salud. Y una iglesia saludable encuentra la manera de mover a las personas desde donde están hacia donde Dios quiere que estén, a lo largo de su camino espiritual. Y cada semana, nuestra parroquia recibe a personas de todos los niveles. 

Creo firmemente que antes de planificar y establecer las actividades de nuestra parroquia, debemos comprender dónde está cada persona, para poder ofrecerle un proceso de acercamiento a Dios y un crecimiento en la fe mediante un discipulado equilibrado.



lunes, 24 de agosto de 2015

EL ANHELO DE INDEPENDENCIA



“Permanezcan en mí como yo en ustedes. 
Una rama no puede producir fruto por sí misma 
si no permanece unida a la vid; 
tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí.
Yo soy la vid y ustedes las ramas. 
El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, 
pero sin mí, no pueden hacer nada.”

Juan 15,4-5


El anhelo de independencia es parte de nuestra naturaleza humana desde el inicio de la creación, con Adán. El primer hombre lo buscó aliándose con el mayor enemigo de Dios y así le fue…así nos fue…

El hombre actual vuelve por sus fueros y proclama a los cuatro vientos su deseo de autonomía e independencia de Dios. 

El hombre no tiene ni siente necesidad de Dios porque el hombre quiere ocupar el lugar de Dios. Es una vieja historia, renovada hoy por el hombre posmoderno. 

La exaltación del hombre es el culmen de la posmodernidad pero es también su crisis: el tiempo de la secularización, el tiempo del relativismo ético y de la desorientación moral en la cual el hombre no sabe decir más nada sobre sí mismo, de dónde viene, adónde va, y cuál es el sentido de su vida y de su caminar. 

Lo mismo le pasó al hijo pródigo en la parábola de Jesús: se creyó “su propio padre”, pidió su independencia y dilapidó su herencia.

El anhelo de independencia desune, hace que la familia y el matrimonio pierdan su sentido. Desde el principio, el Diablo ha intentando sembrar discordia en la pareja y en la familia, enfrentando a hombre contra mujer, a hermano contra hermano, padre contra hijo…

Con el aumento significativo de los divorcios, de las familias desintegradas, de las convivencias libres y sin compromiso y de las uniones homosexuales parece que los matrimonios y las familias están en peligro de extinción, tienden a desaparecer del todo.

Las crisis de la pareja, del matrimonio y de la familia son síntomas de una crisis todavía más profunda. Cuando se quiebran las columnas que sostienen la casa, significa que la misma casa está por colapsar. 

La crisis de la pareja, del matrimonio y de la familia, conducen a una crisis todavía más profunda, la de la sociedad. Una sociedad enferma incapaz de hacer un diagnostico real y que ha vuelto la espalda a Dios creyéndose capaz de auto-curarse por sí sola. Sólo Cristo salva; sin él no hay camino posible a la vida.

Para que el amor en la pareja reflorezca, para que el matrimonio sea nuevamente valorado y la familia resurja de sus cenizas es necesario volver a las raíces de la fe, es necesario rencontrarse con Jesús, salvador y redentor de la humanidad, quien no tuvo anhelo de independencia al entregarse por todos nosotros.

El anhelo de independencia impide al hombre comprometerse. Muchos chavales dejan de estudiar porque no quieren comprometerse a la disciplina de ir al colegio cada día y cumplir con sus deberes. Otros pierden su trabajo porque no quieren cumplir con la rigidez del horario o con las órdenes de un “jefe caprichoso”. Muchos no quieren comprometerse con la sociedad, con el gobierno, con las leyes...

El anhelo de independencia (de Dios) es la esencia del pecado. En el principio fue Satanás, que anhelaba el poder, ser como Dios. Luego, engañó y embaucó a Adán. 

Hoy enreda a muchos cristianos, que añoran una cierta autonomía y libertad, una cierta distancia de Dios, darle la espalda, y se preguntan ¿por qué no puedo gobernar mi vida yo solo?

No matan, no roban (Satanás no robó ni mató; ni tampoco Adán), creen ser buenas personas pero prefieren vivir la fe a su modo, individualmente, sin necesidad de Dios. Es la negación del derecho de nuestro Creador a guiar nuestra vida, es la esencia de la rebelión contra Dios, del pecado original.

El anhelo de independencia implica creerse la mentira de Satanás de “ser como Dios”. Si el Diablo consigue que pensemos así y actuemos independientemente de la voluntad divina, entonces controlará nuestra voluntad y nuestra vida. Creeremos que estamos actuando por nosotros mismos, que estaremos decidiendo con libertad, lo cual forma parte del engaño de Satanás, pero en realidad, estaremos actuando bajo sus órdenes, bajo su poder y bajo su voluntad.

El anhelo de independencia es excluyente, divide a los hombres, separa a las parejas, aleja a los hijos, aparta a los hermanos, distancia al ser humano Dios y le transforma en un monstruo insaciable de gloria, ansioso de éxito y ávido de poder. 

Lo excluyente es egoísta y el egoísmo es lo contrario del amor, lo opuesto a Dios. El amor y la misericordia divinas no excluyen a nadie; todo lo contrario, unen, sanan, dignifican y redimen.

Ser como Dios es cumplir su voluntad. Ser como Dios es haber sido creados a “Su imagen y semejanza”. Ser como dios es reconocerle nuestro Padre y Creador. Ser como Dios es amar como Él. Ser como Dios es ser “perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.


martes, 18 de agosto de 2015

LA FE ES UN COMPROMISO DE AMOR



"Queridos míos, amémonos unos a otros, 
porque el amor viene de Dios. 
Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 
El que no ama no ha conocido a Dios, 
pues Dios es amor" 
(1 Juan 4,7-8).

Pensar que la fe es una cuestión personal, individual, que es algo íntimo y secreto, es una postura, cuando menos, cómoda y egoísta.

La auténtica fe es un acto que camina desde lo interno hacia lo externo, desde lo individual a lo social, desde lo particular a lo comunitario, que implica un profundo deseo de transformación (propio y ajeno), de transmisión de valores, de compromiso, de confianza, de servicio, de amor.

La fe es un compromiso de amor: a Dios y a los demás. La fe de Jesús es un compromiso de amor: vino al mundo para transformar los corazones, para sanar, para perdonar, para comprometerse y dar conocer el plan de su Padre, para confiar en Él, para servir y para entregar su vida por nosotros. ¿Existe mayor amor?

Por eso, como seguidor y discípulo suyo me pregunto: ¿Sigo realmente a Jesucristo? ¿Amo a Dios? ¿He transformado mi corazón? ¿Estoy comprometido con el plan de Dios? ¿Doy a conocer a Jesús?¿Confío en Dios? ¿Sirvo a otros? ¿Perdono? ¿Amo? ¿Me entrego a ellos?

Y es el AMOR que brota del corazón lo que NOS TRANSFORMA a nosotros y al mundo.

sábado, 15 de agosto de 2015

SER CRISTIANO ES COMPROMETERSE


“Si alguno quiere venir en pos de mí, 
niéguese a sí mismo, 
tome su cruz y sígame”. 
(Mateo 16,24)

Vivimos en un mundo donde apenas existe compromiso, nadie se “arriesga”, nadie promete, y si lo hace, no lo cumple. Y así nos va...

La palabra compromiso, del latín compromissum (con promesa) se utiliza para describir una obligación contraída o una palabra dada. Un compromiso es una promesa o una declaración de principios, un acuerdo, alianza o contrato que no necesita ponerse por escrito.

Comprometerse es cumplir con aquello que nos hemos propuesto o que nos ha sido encomendado, significa implicarse al máximo, poniendo todas nuestras capacidades para lograr llevar a cabo un proyecto; es actuar con valentía para alcanzar un objetivo; es perseverar y planificar de forma eficiente para lograr una misión.

Ser cristiano también es comprometerse. Nuestro compromiso es con Jesucristo, para que ocupe el centro de nuestra vida. Él ya se comprometió por nosotros al morir. Su compromiso fue para siempre.

Ser cristiano es asumir un compromiso en libertad y por amor. No se trata tanto de un compromiso para “HACER” cosas, como de tomar conciencia de la importancia de “SER” auténticos cristianos, cristianos coherentes.

Nuestras vidas están caracterizadas por un continuo movimiento activista en el “hacer por hacer” y el fundamento de nuestra fe cristiana no consiste en la salvación por lo que hagamos, sino por nuestro encuentro y compromiso personal con Jesucristo.

Algunos cristianos ponemos nuestra prioridad y compromiso en el trabajo, en la familia, en la vida social o incluso en algunos métodos evangelizadores, y sucumbimos a la tentación de fundamentar el cumplimiento de nuestros quehaceres espirituales en una cierta "temporalidad", según la cual es preciso dejar el compromiso con Dios para “cuando se pueda” o "cuando venga bien"... “porque no nos da la vida”.

La vida si “nos da”. Seguir a Jesús sólo cuando es fácil, sólo cuando es "cuesta abajo", sin comprometerse ni sacrificarse, no es seguirlo, no es ser cristiano. Ser cristiano es compromiso, exigencia y sacrificio continuos.

Jesús se comprometió con nosotros y no lo hizo porque fuera fácil. ¿El secreto? La oración, el medio más directo para comunicarnos con nuestro Padre y renovar nuestro compromiso con Él. Cuando Jesús tuvo problemas ¿qué hizo? Orar a su padre para pedirle, para agradecerle, para recobrar fuerzas, para perseverar y ser fiel.

El compromiso de Dios es eterno: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. (Mateo 28,20)

Cuando nos casamos, nos comprometemos para siempre, no es suficiente con decir “te quiero” y luego no aceptar los compromisos y obligaciones de un matrimonio. Lo fácil es acabar con el compromiso y separarse. 

¿El secreto? Dar la vida por el otro, porque "no hay amor más grande que el que da la vida por los demás" (Juan 15,13).

Lo mismo ocurre con nuestro compromiso con Dios. El compromiso con Dios nos da fuerza, nos aleja del pecado y nos asegura su presencia. 

Es en nuestra libertad otorgada por Él, que nos toca comprometernos o no. Dios no fuerza, no obliga. 

Quiere que le pongamos en primer lugar como Él nos pone a nosotros: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.” (Mateo 6,33).

¿A quién pongo en primer lugar? ¿Con quién es mi compromiso? ¿Comprendo la magnitud del compromiso de Jesús para conmigo? ¿Soy agradecido con Él? ¿Entiendo que todo lo que tengo y recibo es por la gracia de Dios y no por mi “hacer”?


jueves, 6 de agosto de 2015

¿CUÁLES SON LAS PRIORIDADES EN MI VIDA?




Habitualmente, las prioridades en una vida tan corta como la que vivimos van íntimamente unidas al concepto “tiempo”. Y van cambiando a lo largo de nuestra vida, según somos niños, adultos o mayores: cuando somos niños, nuestra prioridad es jugar; cuando somos adolescentes nuestra prioridad es enamorarnos, cuando somos adultos, nuestra familia, nuestro trabajo y cuando somos mayores, nuestra salud.

Nos pasamos la vida intentando encontrar su verdadero significado y su razón de ser, pero lo cierto es que no lo pensamos detenidamente.


Es vital preguntarse, ¿cuál es sentido de mi vida? y ¿cómo llego a él?


                     



Lo primero de todo es:


Fijar un fin en la vida 

En la selva, una gacela en la selva, sabe que debe correr para que no la atrape el león y muera; Un león sabe que debe correr para atrapar a una gacela o morirá de hambre. Ambos se mueven con un fin, pero lo hacen por instinto. 

Lo que distingue al ser humano de los animales es que posee libertad, es decir, la capacidad para tomar decisiones, priorizar, elegir y actuar en consecuencia, más allá de los instintos.

Por ello, lo primero es fijarse un objetivo, un sentido en la vida, un fin último.


Lo Primero, es lo Primero

Una vez que nos hemos fijado un sentido en nuestra vida, es necesario una disciplina, una voluntad es decir, la capacidad de “empezar por lo primero”, de subordinar los sentimientos, impulsos y estados de ánimo en favor de nuestro objetivo. 

Un deportista tiene claro su objetivo: una medalla, un récord, una victoria. Sin embargo necesita priorizar, necesita establecer una disciplina diaria de entrenamiento, alimentación, vida sana, etc. que le lleve a la consecución del mismo. 

Si se queda en lo inmediato o en lo sencillo, como quedarse en la cama o meterse un atracón de dulces, eso no le hará llegar a su meta. Debe tener claro cuál es su fin último y hacer primero, lo primero, o no lo conseguirá. 



“SI SABES DÓNDE VAS, CUALQUIER CAMINO NO TE VALE”


“Lo inmediato” ACTÚA SOBRE NOSOTROS, nos presiona, nos controla, reclama acción instantánea, impulsos instintivos.

“Lo importante” TIENE QUE VER CON EL FIN ÚLTIMO, con los objetivos, las metas. Requiere reflexión.

Ahora que se acerca el verano, comienza la “operación bikini”. Es decir, nos fijamos un fin: estar monísimas en la playa. Se requiere esfuerzo, disciplina, decir no a muchas cosas, priorizar, para alcanzar el objetivo.

Fijar un objetivo, hace que nuestra vida, nuestro esfuerzo y sacrificio tenga un sentido y todas nuestras acciones (prioridades) deben ir encaminadas a conseguirlo. Esta libertad de establecer nuestras prioridades es nuestro gran poder.

Pensemos un momento cómo podemos poner todas nuestras capacidades humanas al servicio de nuestro fin último:

· Imaginación. La capacidad de visionar todas las posibilidades y alternativas, soñar, tener ideales, etc. para tener una vida plena.

· Inteligencia. La habilidad de pensar, razonar, evaluar y planificar.

· Voluntad. La decisión de buscar un sentido a nuestra vida, elegir una acción concreta, sin ser obligado por impulsos, sentimientos o instintos.

Cuando uno es consciente de las posibilidades (imaginación), evalúa las opciones (inteligencia), se busca su fin último (voluntad) y se plantea cómo lograrlo (acción), uno está ejerciendo el poder y la libertad de elegir una prioridad.


I. ¿Qué es una prioridad?


El diccionario define prioridad como:

1. Superioridad en rango, posición o privilegio.

2. Preferencia, predilección.

3. Anterioridad o importancia en orden o en el tiempo de una cosa respecto de otra

En la vida, una prioridad es algo importante:

1. La razón por la que vives, aquello en lo que enfocas tu vida.

2. El valor en torno al cual tu vida se ordena, para bien o para mal.

3. Lo primero que reclama tu tiempo, tu energía y tus recursos.

4. Algo conscientemente elegido o establecido por uno mismo, no por circunstancias externas.

Una prioridad consiste en la interacción de valores, creencias, ideales y compromisos:

1. VALORES. Aquello a lo que doy valor e importancia.

2. CREENCIAS. Aquello que creo, que es verdad y digno de confianza.

3. IDEALES. Aquello que quiero para mí, para otros. Mis sueños, mis deseos.

4. COMPROMISOS. Aquello que estoy dispuesto a hacer, a dejarme guiar o actuar.


II. ¿Cuáles son las prioridades de mi vida?

Hay muchas clases de prioridades (tantas como personas). Puedes establecer tu propia prioridad, o puedes dejar a otros que la determinen por ti. Algunos ejemplos de prioridades son: 

1. Dinero/éxito. Durante gran parte de mi vida el dinero y el éxito han sido una prioridad en mi vida, como la de muchas personas. Esta sociedad consumista nos dice: “tienes que ganar y gastar dinero” “tienes que triunfar”. El dinero es necesario y el éxito es un orgullo, pero ocurre que siempre miras lo que te falta y no aprecias ni cuidas lo que tienes. 

2. Poder/éxito. Prioridades muy comunes hoy día, sobre todo, en las personas pero que suelen llevar a ”la soledad del poder”. Y no está mal, engorda nuestro ego y potencia nuestra autoestima, pero, sinceramente, yo prefiero estar rodeado de amigos de verdad.

3. Aficiones/amigos/novia. Antes yo priorizaba el divertirme por las noches, mi pasión por el fútbol, el aprecio de los amigos, el amor por mi mujer y mi familia. Y mo la un huevo!!! pero ¿quien no se ha sentido, alguna vez, decepcionado cuando su equipo pierde, o cuando te falla un amigo, o cuando se acaba el amor en la pareja?

4. Trabajo. Durante muchos años, mi vida ha girado en torno al trabajo; el resto no es que no fuera importante, es que, para mí, no existía. De hecho, mis viajes, e incluso mi luna de miel dependió de mi trabajo. He dejado trabajos que me interesaban en lo inmediato pero que me alejaban del sentido último en mi vida, pues tenía que ir en contra de mis valores y creencias.

III. ¿Cuáles son las características de una prioridad?

· Es conscientemente elegida. Todos tenemos alguna prioridad en marcha pero la pregunta es: ¿establezco mis prioridades en base a una reflexión mía sobre la clase de vida que quiero vivir? o ¿las establezco por las expectativas de otros, por las circunstancias, por conveniencia o por la costumbre? 

· Confiere a la vida un propósito, una dirección y un significado. Una persona con prioridades puede crecer; una vida con prioridades lleva a uno a la plenitud y a la realización; una vida sin prioridades carece de propósito e inútil. ¿qué propósito tiene mi vida? ¿para qué estoy aquí?

· Aporta entusiasmo, energía y motivación. Una vida sin prioridades conduce hacia la apatía e incluso hacia la depresión. Si una prioridad no te motiva a crecer y a conseguir tus objetivos, no tiene mucho de prioridad. ¿estoy alegre, pleno con mi vida? o ¿soy tristemente arrastrado por mi entorno?

· Libera del poder de las circunstancias, expectativas y hábitos para que tu vida adquiera un sentido. ¿me desmorono a la primera de cambio? ¿soy esclavo de mis adicciones y hábitos? ¿depende de influencias externas?

· Es realista. Una prioridad debe ser alcanzable porque si no, nos llevará a la frustración y a la decepción. ¿creo qué es posible alcanzarla? O ¿me frustro pensando que es imposible?


IV. ¿Cuál es la prioridad qué da sentido a mi vida?

No vale cualquier tipo de prioridad; de hecho, puede que sean muy válidas (dinero, trabajo, éxito, aficiones, amigos, pareja, etc.) pero no todas nos conducen al sentido pleno de la vida, a la plenitud en la vida. 

La prioridad que ha dado pleno sentido a mi vida es el AMOR. Pero no cualquier tipo de amor condicional, susceptible de fallar, sino el AMOR DE DIOS, incondicional, infinito e inagotable.

Yo, antes pensaba: sí, Dios está ahí (pero, en el cielo, no aquí) es decir, que lo que no solucione yo por mi cuenta, no me lo va a solucionar Él. Mi corazón estaba tan lleno de tantas cosas, de adicciones (lo que hay que ser, cómo hay que ser, etc.) y hábitos que esta sociedad nos genera, que no había espacio para Él. 

CUANDO EMPECÉ A SABOREAR SU AMOR, MI VIDA DIO UN GIRO. Ahora ocupa el centro de mi vida, ES MI PRIORIDAD. Compartir con mi familia o mis amigos el amor de Dios, no sólo no les ha relegado a un segundo plano, ni les ha restado importancia, sino que le ha dado a mi relación con los demás una intensidad increíble, difícil de expresar, porque genera mucha alegría, satisfacción y cariño, y hace tu vida más intensa, más plena, más feliz. Os lo aseguro…

Descubre cuáles son tus prioridades, preguntándote lo siguiente:

1. ¿cuál es el sentido último de mi vida?

2. ¿qué es lo que quiero ser y hacer en mi vida?

3. ¿cómo empleo mi tiempo, mi mente y mis recursos?




"No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 

Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura."


(Mateo 6, 31-33)

miércoles, 8 de julio de 2015

UN VIAJE INESPERADO





Muchos conocéis mi admiración y entusiasmo por la obra de J. R.R. Tolkien y su Tierra Media. Hoy quiero referirme a uno de sus primeros libros, “El Hobbit: un viaje inesperado”.

Aunque a primera vista parezca tratarse de un cuento de niños, se trata de una historia de desarrollo personal, de aprendizaje y de formación, más que de una aventura fantástica (que también).

El protagonista adquiere un sentido profundo de su identidad y una mayor confianza en el propósito de la misión gracias al viaje que decide realizar.

Tolkien describe el inesperado viaje de Bilbo como una búsqueda de madurez ante su negativa inicial a emprenderlo, dado que su acomodada, tranquila y despreocupada vida, la feliz ausencia de grandes agobios dentro en su “agujero hobbit” no le proporcionaba inquietud alguna por las grandes aventuras, llenas de inagotables dificultades e innumerables peligros.

A su vez, forman también parte de la línea argumental y moral de la historia: la superación de la codicia y el egoísmo, el alto concepto del compañerismo y la lealtad, el compromiso y el servicio a los demás, desde la mayor de las insignificancias, con momentos de duda, y muchas veces, incluso siendo ninguneado.

Volviendo a nuestro mundo, durante este curso a muchos de nosotros, nos ha ocurrido algo parecido. Nos hemos embarcado en un “viaje inesperado”, en una misión, en una aventura.

Al principio, como a Bilbo, nos invadió la duda, la desconfianza y el escepticismo, pero dimos el sí.



A lo largo del viaje, aprendimos a luchar contra las dificultades y los retos, conocimos el valor del compromiso y el servicio a los demás, nos tentaron y nos ningunearon.

Terminamos el viaje volviendo renovados y maduros en la fe, adquiriendo un profundo sentido identitario como hijos de Dios y discípulos de Cristo, disfrutando de la alegría del servicio, del valor de la unión comunitaria, de la fraternidad y del compañerismo.

Transcurridos unos meses de la finalización del curso y acabadas las "grandes aventuras", se abre ante nosotros la tentación de relajarnos, de “desacelerar”, de caer en el desánimo como le ocurrió a Bilbo, al regresar a la Comarca. Pero las cosas ya no son…no pueden ser… como antes.

“El mundo ha cambiado. 
Lo siento en el agua. 
Lo siento en la tierra. 
Lo huelo en el aire, 
pero pronto llegaría el momento 
en que los Hobbits tendrían en sus manos 
el futuro de todos...”
(Introducción de Galadriel en “El Señor de los Anillos”).

El mundo ha cambiado y nuestra visión de él, también. No podemos regresar a la rutina de siempre, a la tranquilidad de nuestra vida acomodada de antaño como si no hubiese sucedido nada.

Cristo, hallado en el ministerio del servicio, se ha convertido en alguien decisivo en nuestras vidas, como el "anillo único" para Bilbo, hallado en las profundidades de las Montañas Nubladas.

El Señor nos llama a seguir viviendo nuestra identidad cristiana con alegría, a mantener la misión en nuestra mente y en nuestro corazón y a retomar el viaje (que ya no es “inesperado”), sirviendo con un renovado dinamismo y con un reforzado entusiasmo, que surgen del encuentro con Jesús.