¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 3 de agosto de 2025

2ª CARTA A LOS TESALONICENSES: JUICIO FINAL Y SEÑALES DE LA PARUSÍA

 

La 2ª carta a los Tesalonicenses ocupa el décimo cuarto lugar de los libros del Nuevo Testamento y el noveno del corpus paulino. 

Se trata de la 2ª de las "cartas iniciales"cartas menores", más breve que la 1ª, con finalidad eminentemente teológica pastoral, y con un colorido escatológico-apocalíptico.

Autoría, lugar y fecha de composición
La Tradición cristiana (san Ireneo, san Ignacio de Antioquía, san Justino y san Policarpo) reconoce unánimemente la autoría de Pablo, quien escribe desde Corinto hacia principios del año 51 d.C. tres o cuatro meses después de la 1ª carta, como acredita la presencia de Silas y de Timoteo.

El motivo de la epístola es corregir los malentendidos de los tesalonicenses, que creían que la parusía era inminente o incluso que había ocurrido ya: el apóstol remarca que antes del regreso glorioso de Cristo, habrían de producirse "unas señales" (2 Tes 2,1-14), por lo que les anima a mantenerse vigilantes y firmes en la fe (2 Tes 3,6-7; 14-15).

Sin embargo, muchos biblistas creen que la carta podría haber sido escrita por un discípulo suyo entre los años 80-110 d.C. por las diferencias en:
  • el tono: menos íntimo, afectivo y personal
  • el contenido teológico: la no inminencia de la 2ª venida de Cristo)
  • la cristología: más acentuada en esta carta que en la 1ª
  • el vocabulario: con muchas palabras diferentes
  • la estructura: posible interpolación de varias cartas
  • el estilo: utiliza muchas repeticiones, nada habituales en Pablo
  • el saludo: parece un intento de recalcar la autoridad apostólica del escrito 
  • los destinatarios: parecen ser más universales que locales
Contenido
Pablo quiere aclara a la comunidad de Tesalónica varias cuestiones que no parecen haberse entendido o que han sido tergiversadas por "falsos profetas":
  • Juicio final: utilizando elementos del género apocalíptico (cf. Is 2,10-21; 66,4-16) les recuerda (y lo seguirá haciendo en todas sus cartas) que habrá un juicio futuro, justo y universal de Dios en el que, a su tiempo, cada uno recibirá lo que merece por sus obras  (2 Tes 1,4-12; cf. 1 Cor 3,13-16; 2 Cor 5,10; Gal 6,7-9; Rom 2,5-16; 14, 10-12; Col 3,24-25; 2 Tim 4,1).
  • Parusía: reitera que la venida del Señor es cierta pero imprevisible. No dice nada respecto a cuándo tendrá lugar la parusía pero, en todo caso, no hay que considerarla como inminente.
  • Signos y señales: insiste en que, antes de que llegue la parusía, tendrán que ocurrir ciertos signos o señales: la apostasía y el misterio de la iniquidad (cf. 2,1-12). Por eso, corrige la decisión de ciertos miembros de la comunidad de dejar de trabajar por la más que inminente llegada del Señor, exhortándoles a seguir trabajando, a estar vigilantes y a discernir los "signos de los tiempos" (cf. 3, 6-15).
  • Misterio de iniquidadrecurre a los textos bíblicos y al género apocalíptico para explicar el plan maligno de Satanás:
    • su acción anti-Dios en el Antiguo Testamento  (cf. Gen 3,4-5; Is 14,13-15; Ez 28,2-10; Dan 7, 19-27; Sal 2,1-5; Sab 2,10-24)
    • su acción anti-Cristo, ahora, en la Nueva Alianza.
  • Anticristoemplea rasgos personales (hombre, hijo...) para expresar conceptos colectivos, recurso habitual del género apocalíptico  (cf. Dan 7,1-28; Ap 6,1-8). No dice que el "obstáculo" actúa contra el Anticristo, sino que impide que se revele; el plan antidivino de Satanás para frustrar la obra de Cristo está actuando ya (v.7) a través de esos "muchos anticristos" de los que habla también Juan (1 Jn 2,18). 
  • Apostasía: la describe como la manifestación del Anticristo, que ya se ha realizado, se realiza y seguirá realizándose, aunque éste no se haya revelado personalmente. Apostasía y Anticristo forman parte del mismo acontecimiento. La apocalíptica judía describe escatológicamente la "apostasía" en:
    • 1 Mac 2,15-16: la expresión "dolores de parto mesiánico," señala los tiempos difíciles que precederán a la venida del Mesías
    • Mt 24,11-122 y Lc 18,8: Jesucristo predice que al final de los tiempos surgirán "falsos profetas" que engañarán a muchos
    • Ap 13,7-8: Juan ve una "bestia" que luchará con los fieles y los vencerá 
    • 2 Tes 2,1-12: Pablo la denomina como "signo" precursor de la parusía
  • "Obstáculo" o "quien lo retiene": existen varias hipótesis propuestas acerca de a qué se refiere Pablo:
    • el imperio romano y su representante el emperador, en cuanto al orden civil o principio de autoridad que representa: Pablo acude a las autoridades civiles para defenderse de sus enemigos (cf. Hch 25,11-12) y los considera como representantes de Dios en orden a la represión del mal (cf. Rom 13,1-7). 
    • los apóstoles, que extienden por el mundo la buena nueva de Cristo, por las semejanzas con:
      • Ap 11,3-10; 13,7-8, bajo el símbolo de los "dos testigos," se alude quizás a Pedro y a Pablo, que serán vencidos y muertos por "la bestia" una vez que hayan acabado de proclamar su testimonio
      • Mt 24,14-24, en el que Jesús anuncia que el Evangelio "será predicado en todo el mundo, y entonces vendrá el fin," precisamente cuando surgirán "falsos profetas" que inducirán a error a muchos.
    • el arcángel Miguel con su ejército celestial, idea habitual en la literatura apocalíptica en la que es presentado como el gran defensor del pueblo de Israel (cf. Dan 10,13.21; 12,1; Judas 1,9), y, para los cristianos, de la Iglesia (cf. Ap 12,7-9). 
La tradición de la Iglesia describe escatológicamente al Anticristo como una persona concreta, sumamente perversa y fascinadora, que aparecerá al final de los tiempos y provocará la gran "apostasía" (1 Jn 2,18-22: 4,3).

Estructura
La carta consta de dos partes, precedidas de un saludo y seguidas de una despedida:
  • Introducción (1,1-12): saludo inicial y acción de gracias
  • Sección pastoral (2,1-17): la Parusía o 2ª venida de Jesucristo y sus signos
  • Sección exhortativa/moral (3,1-15): instrucciones a los que no quieren trabajar
  • Conclusión (3,16-18): saludos y bendición final

miércoles, 25 de noviembre de 2020

LA CAÍDA DEL IMPERIO: ROMA Y BABILONIA LA GRANDE

"Cayó, cayó la gran Babilonia. 
Y se ha convertido en morada de demonios, 
en guarida de todo espíritu inmundo, 
en guarida de todo pájaro inmundo y abominable; 
porque del vino del furor de su prostitución 
han bebido todas las naciones, 
los reyes de la tierra fornicaron con ella, 
y los mercaderes de la tierra se enriquecieron 
con el poder de su opulencia" 
(Apocalipsis 18, 2-3)

La exégesis del Apocalipsis nos ayuda a revelar y desenmascar al Enemigo de Dios, al "Imperio", al poder perverso del mal, representado por san Juan con los símbolos de las bestias y la mujer sentada sobre la bestia escarlata (Apocalipsis 17), llamada “Babilonia la Grande”, y también, los motivos de su irremediable caída

Babilonia la Grande, nombre que aparece 6 veces en el Apocalipsis, es la "Roma Imperial" y el "Imperio de iniquidad"; es la "Bestia" y el "Falso Profeta"; es la "Jerusalén infiel" y la "Babilonia apóstata"; es el "Nuevo Orden Mundial" y la "trinidad satánica".

Este artículo pretende reflexionar sobre los evidentes paralelismos entre las causas que motivaron la caída del Imperio Romano y las causas de la inminente caída de Babilonia la grande (Apocalipsis 17-19), profetizada también en los libros de Jeremías, Isaías, Ezequiel y Daniel, y enumeradas como señales del fin de los tiempos en Mateo 24.

San Juan, en su revelación apocalíptica, nos exhorta: "Bienaventurado el que lea y escuche esta profecía" y "el que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu le dice". Por eso, leyendo esta revelación y escuchando al Espíritu Santo, iremos descubriendo claramente estos signos en nuestra sociedad del siglo XXI.

Las 7 trompetas

El sonido de las cuatro primeras trompetas de Apocalipsis 8 manifiestan la devastación provocada por la manipulación imperialista sobre la creación : 
La 1ª trompeta manifiesta el enfriamiento de la fe (granizo) y la persecución a los cristianos (fuego), simbolizado por el 2º jinete rojo (sangre, guerra y odio), que rememora los tiempos de las persecuciones de los césares romanos, Nerón y Domiciano. 

La 2ª y 3ª trompetas muestran la devastación absoluta por la corrupción del mundo a todos los niveles: social, político, religioso, económico y ecológico, simbolizada por el 4º jinete amarillo pálido (corrupción y muerte), que rememora la séptima plaga de Egipto, por el que un tercio de la tierra, del mar y del cielo han sido asolados, lo que, sin embargo, indica que todavía hay espacio para la regeneración. 

La 4ª trompeta anuncia la oscuridad del Imperio, síntoma de su decadencia y preludio de su inminente caída, simbolizada por el 3º jinete negro (la mentira, la herejía y el error), que rememora la decadencia de Roma. El dios sol, símbolo imperial de Roma ("Roma es la luz"), se oscurece junto con la luna y las estrellas, símbolos de sus reinos aliados: es una burda y demoníaca parodia del oscurecimiento del verdadero sol (Dios), la verdadera luna (la Virgen, la Iglesia) y de las verdaderas estrellas (los ángeles, los hombres) causada por el Dragón (Satanás).

La 5ª trompeta relata el 1º"ay" visto por el águila (Iglesia): la invasión espiritual de toda suerte de inmoralidad sexual, a través de múltiples tentaciones seductoras (langostas). Las langostas salen del "pozo del abismo" (infierno) por la irrupción de una "estrella caída del cielo a la tierra", en clara alusión a Satanás, a quien Dios le ha dado "la llave del abismo", el poder de descargar todas las fuerzas diabólicas sobre el hombre y la tierra. Un abismo del que sube humo que oscurece el sol y el aire, es decir, la mentira y la tentación (inicio de todo pecado), envueltas en una especie de halo de fascinación y atracción, y que evita discernir el bien y el mal (apreciar la luz del sol, de Dios) y surge la duda (de que exista Dios). 

La 6ª trompeta narra el 2º"ayaugurado por el águila (Iglesia): la invasión ingente de idolatría proveniente de culturas, ideologías y espiritualidades "extranjeras". "Inmigrantes" que vienen de fuera y no pertenecen al Imperio: son los "bárbaros". "Desheredados" del Imperio llenos de ira, envidia y deseos de venganza destructiva.  Es un ejército de caballería (ágil y rápido) cuyo poder está en su número (son muchos), en sus colas como serpientes con cabezas (ideologías y espiritualidades) y en sus bocas (odio y rencor) y trae tres plagas a las que nadie sobrevivirá: fuego (violencia y crueldad), humo (engaños y mentiras) y azufre (prodigios y hechicerías). Recuerdan la destrucción de Sodoma y Gomorra que, como la del Imperio, tiene fijada una fecha concreta y una hora exacta, es decir, es inevitable.

Por otro lado, y antes de la 7ª trompeta (de la que no hablaremos en este post), la visión del ángel que tiene en su mano un librito (la Palabra de Dios) y que ruge como un león (la voz de Dios) es una llamada a la Nueva Evangelización, a anunciar y proclamar el kerygma a los marginados, a los deshechados, a los explotados por el Imperio. 

El ángel jura que ¡se ha terminado el tiempo! Se trata de la última y definitiva oportunidad que la Gracia utiliza como instrumento combatir la idolatría global del Imperio y para la conversión de los "nuevos bárbaros", de los "extranjeros desheredados del Imperio"Es imprescindible que luchar contra la mentalidad y la lógica imperial, no con sus mismas armas (las del Dragón) sino con la fuerza del Evangelio.

Las crisis políticas, económicas, sociales y morales periódicas, y los cambios sanitarios, ecológicos y climáticos cíclicos, tanto del siglo pasado como del actual, son las consecuencias, sin parangón en la historia, de la injusticia, perversidad, inmoralidad y corrupción en la que está sumido el sistema imperial y que arrastra a todos, como cola de Dragón.

El poder perverso del Imperio del mal ha llevado al mundo actual a un colapso económico en el que el materialismo, con una falsa promesa de bienestar, convierte al hombre en consumidor y mercancía; a una corrupta y decandente anarquía política en la que el hombre-dios camina en tinieblas y en una oscuridad globalizadora. Por su propio orgullo, Babilonia se dirige hacia la destrucción de todo lo creado y hacia su colapso inminente. Exactamente lo mismo que ocurrió en la decadencia y caída del Imperio Romano:
 
Decadencia moral, política y social

Según el británico Edward Gibbon (1737–1794, en su obra"Historia de la decadencia y caída del Imperio romano"), la Roma imperial cayó debido a factores exógenos, principalmente a las invasiones bárbaras, aunque, incialmente, entró en decadencia debido, fundamentalmente, a factores endógenos:
 
-el abandono progresivo de sus cultos paganos en favor de la fe cristiana
-la supresión de sus libertades en favor de la tiranía de los césares
-la degeneración del ejército romano en favor de su ingerencia en el poder
-la pérdida de las virtudes cívicas en favor de la corrupción materialista, sexual y moral
-el desinterés por los asuntos públicos en favor de la autocomplacencia de los asuntos privados

Dice el propio Gibbon que "los romanos se habían ido volviendo progresivamente 'afeminados', poco deseosos de continuar llevando la vida tan dura y 'viril' de sus antepasados"

Economía estancada, altos impuestos, desempleo e inflación

El Imperio romano se encontraba constantemente amenazado por la bancarrota, en parte debido al alto costo que demandaba su mantenimiento, y en parte también, a su economía estancada, los elevados impuestos y una inflación desorbitada.

La mayoría de los habitantes de Roma apenas pudieron disfrutar de la increíble prosperidad del Imperio y de la Pax romana. Por ejemplo, la cantidad de oro enviada a Oriente en pago por bienes de lujo, llevó a una escasez que impidió la producción de monedas. Como resultado, la moneda romana se devaluó tanto, que hubo que implantar el sistema de trueque.

La mano de obra esclava y barata fue otra de las grandes causas que provocaron la caída del Imperio Romano. Los plebeyos de Roma, al no poder competir contra los esclavos, quedaron desempleados y pasaron a depender de las dádivas del Estado. 

Además se puso en práctica una política de comercio sin restricciones (una especie de globalización) que empeoró aún más la situación de los plebeyos, pues se vieron imposibilitados de competir con el comercio extranjero.

Alta inmigración

Las migraciones desde las zonas rurales a la gran urbe imperial fueron continuas, y así, Roma llegó a tener un millón de habitantes (ninguna ciudad del mundo igualaría esa cifra hasta el Londres del siglo XIX). Estas migraciones consiguieron que la cultura imperial asumiera como propias otras culturas y religiones ajenas... 

Al igual que Roma abjuró de sus antiguos dioses, de sus juegos de gladiadores, de la esclavitud, y se transmutó en Cristiandad, hoy, la "Babilonia apóstata", la "Jerusalén infiel" el "Imperio" que gobierna y dirige el mundo reniega de Cristo y se convierte a nuevos credos: a la fe en el “género”, culto al liberalismo sexual, al veganismo, al feminismo, al ecologismo, a las espiritualidades orientales, al materialismo, etc.

Cambio climático

El período entre el año 150 y el 450 d.C. fue de una enorme inestabilidad climática y culminó en una Edad de Hielo. La energía procedente del sol descendió a mínimos, en parte debido a las erupciones de volcanes, cuyas emisiones crearon una capa que dificultaba la llegada de la luz a la tierra...

Al igual que el Imperio romano cayó en frías tinieblas, la gran Babilonia global de hoy, se ha llenado de humo (apostasía) y de hielo (frialdad en la fe).

Enfermedades y plagas

Roma, ciudad imperial y maravilla de la ingeniería civil, sin embargo, estaba infestada de ratas, moscas e insectos de todo tipo. Esta insalubre fauna urbana, unida a la mala costumbre de los ciudadanos romanos que casi nunca se lavaban las manos, provocó enfermedades letales que fueron la principal causa de mortandad en el Imperio romano”. La "gran ciudad" se convirtió en un hogar moral y sanitariamente corrompido...¿nos suena?

Hacia el siglo III, una gran pandemia, la llamada 'peste antonina' (por el nombre del emperador del momento), asoló el Imperio durante quince años. 
Algunos estudiosos creen que fue probablemente el virus de la viruela o del sarampión, que provocaba fiebre, diarrea, vómitos, inflamación de la faringe, erupciones en la piel, gangrena, pérdida de vista y oído, etc.). 

Otros, sin embargo, se decantan por la aparición de dos enfermedades distintas: una gripe que atacaba las vías respiratorias, febril y muy contagiosa, del estilo de la llamada pandemia española de 1918, o la Covid de 2020, y que fue la más devastadora y una fiebre hemorrágica viral, que se caracteriza por un aumento súbito de la fiebre, cefaleas, mialgias generalizadas, dolores de espalda, conjuntivitis y postración severa, seguidos por diversos síntomas hemorrágicos, patologías similares a los filovirus, cuyo representante más conocido para nosotros hoy es el ébola, cuya tasa de mortalidad es muy alta: entre el 50 y el 70%.

Fuera lo fuere, la pandemia acabó con alrededor del 20% de la población total del Imperio, cobrándose la vida de más de cinco millones de personas. Sirva como ejemplo que 5.000 personas morían cada día sólo en la Roma imperial entre el año 251 y el 270, y que en Alejandría, la población descendió en más de un 60%. Las consecuencias políticas, económicas y sociales fueron devastadoras.

La ira de Dios

Desde el discernimiento que nos muestra el Espíritu de que hoy nos encontramos ante el toque de las trompetas de los "siete arcángeles de la presencia" (llamados "la mano de Dios") de Apocalipsis 8 y 9, el sonido de éstas nos anuncia solemnente la llegada de Dios y su intervención en la historia, que para algunos es salvación, y para otros, juicio.

La oscuras situaciones y circunstancias que vive hoy "la Gran Babilonia" no han de verse como castigos de Dios, sino como consecuencias de los actos de la libre voluntad del hombre, que Dios "permite" para que se convierta, experimentando los efectos propios del mal. 

Los cristianos, que no dudamos del amor de Dios a los hombres, puesto que lo ha demostrado Él mismo con su sacrificio en la cruz, ni de su justicia de "dar a cada uno lo que le corresponde", sabemos distinguir entre lo que Dios "permite" y lo que Dios "quiere", y así, la "ira de Dios" se revela contra la impiedad e injusticia del hombre, quien se abandona a las consecuencias de su pecado.

La perversidad imperial actual (como la romana) deja en evidencia su diabólico plan antidivino: sus clamorosos errores ideológicos, políticos y morales; su violencia, maldad y envilecimiento debido a la pérdida de valores; su corrupción, inmoralidad y perversión en todos los niveles; su idolatría o connivencia con otras culturas, ideologías o espiritualidades; su afán persecutorio hacia la Iglesia y de su deseo de crucificar a Cristo; los sucesos que escapan a su control y poder como las condiciones climáticas, las enfermedades crónicas, etc. 

Esta situación de "toque de trompetas" va inexorablemente "in crescendo": cuanto más libre ha dejado Dios al Imperio para ejercer su poder impío sobre el mundo y sobre el hombre, tanto más se han desatado las potencias infernales y más graves son los desastres para la humanidad.

La ira de Dios es, fundamentalmente, terapéutica. El sufrimiento provocado por el pecado induce al hombre a la conversión y a buscar el camino de la salvación. Dios no se queda indiferente ante el mal ni ante el sufrimiento de sus criaturas. 
En su infinito amor, permite el sufrimiento a modo de purificación, tanto del hombre como de la naturaleza. La tierra se ha convertido en un lugar inhóspito que el hombre, por su impiedad, está destruyendo de la misma forma crítica con la que destruye su alma.

La ira de Dios no es una venganza por su honor herido sino una acción solidaria hacia el necesitado, hacia el que sufre. Es una reprobación del mal pero no hay en ella ni rencor ni odio. Es una intervención contra un "Imperio" antidivino, contra una "Babilonia" antihumana, a quien Dios pondrá fin. Si no lo hiciera, significaría el triunfo del Imperio. Y el Cordero de Dios ya ha vencido al mal.

Las desgracias y los desastres, las plagas y las enfermedades que el mundo sufre son símbolos de la decadencia del Imperio y de su inevitable e inminente caída. Por tanto, los cristianos estamos llamados a la firmeza en la fe, a la resistencia pasiva contra el mal, a la continua perseverancia de la oración y la plegaria, al desenmascaramiento del mal

Nosotros, miramos y clamamos al cielo, que nos exorta a un nuevo éxodo ("salir de ella, pueblo mío"), a no ser cómplices de su pecado sino un oasis de humanidad en el desierto del Imperio, a construir la Nueva Jerusalén a pequeña escala. Todo ello ante el inminente colapso y desolación de la "gran prostituta" que nadie llorará. 

Y el cielo, sin duda, no tardará en intervenir en favor de los justos.

domingo, 8 de noviembre de 2020

EL MISTERIO DE INIQUIDAD: LA GRAN BABILONIA


"Cayó, cayó la gran Babilonia. 
Y se ha convertido en morada de demonios, 
en guarida de todo espíritu inmundo, 
en guarida de todo pájaro inmundo y abominable; 
porque del vino del furor de su prostitución 
han bebido todas las naciones, 
los reyes de la tierra fornicaron con ella, 
y los mercaderes de la tierra se enriquecieron 
con el poder de su opulencia. 
Y oí otra voz del cielo que decía: 
Pueblo mío, salid de ella, 
para que no os hagáis cómplices de sus pecados 
y para que no os alcancen sus plagas; 
porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, 
y Dios se ha acordado de sus crímenes" 
(Apocalipsis 18, 2-5)

Concluimos con este tercer artículo las reflexiones sobre el misterio de la iniquidad: La Iglesia sin Cristo.

La Anti-iglesia también ha modificado deliberadamente el vocabulario teológico con el propósito de cambiar los contenidos que expresa con él en la liturgia y en la predicación, donde la claridad de la exposición católica ha sido reemplazada por el equívoco o la negación implícita de la verdad dogmática. 

Este nuevo lenguaje pretende interpretar las consignas del mundo y trasladarlas al ámbito eclesial con expresiones tomadas del lenguaje profano o que lo recuerdan por asonancia: "Iglesia en salida", "Iglesia de puertas abiertas", "Iglesia dinámica", "Tender puentes y derribar muros". Se trata de asumir "lo diferente" como una apertura positiva al mundo.

Una Iglesia sin Cristo

El arzobispo norteamericano, Monseñor Fulton Sheen, hablando del Anticristo dijo: "Dado que su religión será la hermandad sin la paternidad de Dios, engañará incluso a los elegidos".

Y así, la connivencia con los postulados revolucionarios ha transformado a la verdadera y Santa Iglesia Católica en la Gran Babilonia:

"Idólatra y con rostro amazónico" (Sínodo de los Obispos), que defiende una teología verdeque rinde culto a la pachamama, la madre tierra (Laudato Sí) y naturista, que sustituye la justa ira de Dios, ofendido por los innumerables pecados de la humanidad, por una furia destructiva de la Naturaleza, ultrajada por la falta de respeto al medio ambiente, y a la que, desde la más alta jerarquía eclesial, se le atribuye una identidad personal, casi dotada de intelecto y voluntad, preludio sacrílego de su divinización.
"Igualitaria y progresista" (Fratelli Tutti), que propugna la fraternidad global que defiende un ecumenismo "de sangre" (Nostra Aetate, Dignitatis Humanae y Fratelli Tutti), y que sustituye la universalidad del Evangelio por el manifiesto masónico-revolucionario al grito de Liberté, Égalité, Fraternité, es decir, la aceptación de la Fraternidad Universal, el gran principio de la masonería moderna.


"Seductora y complaciente", que intenta satisfacer al mundo y agradar a los hombres, en contraste con las palabras del Apóstol Pablo en Gálatas 1, 10que se somete a los dictados del Estado (por ejemplo, frente al Covid), en violación de la libertas Ecclesiae, que el Papa y los obispos deberían haber defendido con firmeza. 
La Anti-Iglesia, nacida de la unión inmunda entre el mundo y la carne, vive bajo la atenta y complaciente mirada del Enemigo, para su condenación y perdición de las almas. 

La Gran Babiloniaorgullosa y malvada, la Jezabel idólatra y lasciva que se prostituye con la ideología infernal, blasfemando y apostatando, para colocar al hombre en lugar de Dios, a la criatura en lugar del Creador...caerá...

La verdadera Iglesia

Las acciones llevadas a cabo a partir del Vaticano II han tenido el efecto devastador deseado por el Enemigo, concretizando ese giro antropológico que hoy ha llevado a la apostasía de la anti-iglesia y al eclipse de la verdadera Iglesia de Cristo. 

Por tanto, la verdadera Iglesia Católica, para anular esos efectos nocivos y eliminar sus causas,  no puede aceptar, ni siquiera de forma parcial, los principios revolucionarios que asumió tras el Concilio

La Santa Iglesia debe rehusar la vana distinción entre la supuesta bondad del Concilio y la traición a la voluntad de los Padres sinodales, entre la “letra” y el “espíritu” del Vaticano II, entre la magisterialidad o no de sus actos, entre el hermenéutica de la continuidad versus la de la ruptura. 
La Iglesia de Cristo debe darse cuenta de que la anti-iglesia ha utilizado las etiquetas como “Concilio Ecuménico” o como "Encíclicapara dar autoridad y fuerza de ley a sus propias demandas revolucionariasblanquear sus manifiestos políticos de adhesión al Nuevo Orden Mundial. 

La parte sana de la Iglesia se encuentra entre la espada y la pared, en un callejón sin salida, dividida entre tener que reconocer el carácter subversivo y erróneo de los documentos conciliares y, por tanto, excluirlos del corpus magisterial, o tener que declararlos ortodoxos y fieles a la doctrina para salvaguardar la infalibilidad del Magisterio. 

El resto fiel de la Iglesia debe evitar dejarse atrapar por la oscuridad de la tibieza; no puede callar ni dejar de ser clara y firme ante las cuestiones doctrinales; no puede generar dudas o malentendidos ni usar un lenguaje equívoco para evitar condenar o negar el error.

La Iglesia verdadera debe tener muy presentes las palabras del "Vidente de Patmos" sobre el destino de la Gran Babilonia por sus pecados (Apocalipsis 18,2-5), y salir de ella de inmediato, para no ser cómplice de sus abominaciones.
La Iglesia perseverante debe volver a poner a Cristo en el trono y expulsar de él a la Bestia; celebrar fielmente la Santa Liturgia y no convertirla en una manifestación social, en un mitin político o en un desvarío herético; saborear los escritos de los Padres de la Iglesia y vomitar los panfletos revolucionarios; devolver la corona a la Reina y Madre de la Iglesia y aborrecer las diademas de las Bestias.

La Iglesia perseguida debe dejarse inspirar por el ejemplo de los Santos Mártires Macabeos, ante un nuevo Antíoco que nos pide sacrificarnos a los ídolos y abandonar al Dios verdadero y responder con sus palabras, orando al Señor: 

"Ahora también, Señor de los cielos, 
envía un ángel bueno delante de nosotros 
para infundirles temor y espanto. 
¡Que el poder de tu brazo 
hiera a los que, blasfemando, 
han venido a atacar a tu pueblo santo!"

La verdadera Iglesia Católica, la Iglesia de Cristo, nacida de la unión trinitaria de amor, vive bajo la amorosa y compasiva mirada de Dios, para su gloria y salvación de las almas. 
La Jerusalén Celesteobediente y perseverante, la Virgen dócil y santa, que se prepara para la llegada del Amado y se dispone a entrar en las bodas del Cordero, para ser llevada al altar de la Patria Eterna... vencerá...



Fuentes:

-Cómo la revolución del Vaticano II, sirve al Nuevo Orden Mundial (Arzobispo Carlo Maria Viganò, Conferencia sobre Identidad Católica, 23-25 ​​de octubre de 2020).

-Se hace tarde y anochece (Cardenal Robert Sarah, Editorial Palabra, 2019).

-Discurso radiofónico (Arzobispo Fulton Sheen, 26 de enero de 1947).

viernes, 6 de noviembre de 2020

EL MISTERIO DE INIQUIDAD: EL ECLIPSE DE LA IGLESIA

"Vi una bestia que salía del mar...
El dragón le dio su poder, su trono y gran autoridad...
Todo el mundo, admirado, seguía a la bestia; 
y adoraron al dragón por haber dado su autoridad a la bestia,
 y adoraron a la bestia...
Y se le dio una boca grandilocuente y blasfema
y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. 
Abrió su boca para blasfemar contra Dios, 
para blasfemar contra su nombre 
y contra su morada 
y contra los que habitan en el cielo. 
Y se le dio combatir contra los santos y vencerlos, 
y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. 
Lo adorarán todos los habitantes de la tierra, 
cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero degollado, 
desde la creación del mundo. 
Quien tenga oídos, que oiga...
 ¡Aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos! 
(Apocalipsis 13,1-9)

Continuamos en este segundo artículo con las reflexiones sobre el misterio de la iniquidad: el eclipse de la Iglesia.

Según el cardenal Viganó, durante los últimos sesenta años, hemos asistido (atónitos o impasibles) al eclipse de la verdadera Iglesia, oscurecida por el "humo de Satanás" (anunciado por el Papa Pablo VI en 1972), corrompiendo y convirtiéndolo en una anti-iglesia que se ha apropiado progresivamente de su nombre; que ha ocupado la Curia Romana y sus Dicasterios, Diócesis y Parroquias, Seminarios y Universidades, Conventos y Monasterios; que ha usurpado su autoridad y que su prestigio para apropiarse de sus tesoros, sus activos y sus finanzas.

Un eclipse que, como ocurre en la naturaleza, no sucede de repente, sino que es un proceso relativamente lento pero inexorable, en el que la luna anti-iglesia sigue su propia órbita hasta que se superpone con la luz del sol Dios, generando un cono tenebroso de sombra doctrinal, moral, litúrgica y disciplinaria, que se proyecta sobre la tierra, sobre la humanidad. 

Todavía no es un eclipse total (que veremos al final de los tiempos, bajo el reinado del Anticristo) sino solo un eclipse parcial, que nos permite ver la corona luminosa del sol sobre la que se superpone el disco negro de la luna, pero que ha ido aumentando gradualmente desde el Concilio Vaticano II.

La Santa Iglesia, según las promesas de Cristo, nunca será derrotada por el poder del infierno (Mateo 1,18), pero esto no significa que no pueda o esté ya oscurecida por su infernal falsificación. 

San Jerónimo nos recuerda que el poder del infierno son pecados y vicios, especialmente las enseñanzas de los herejes, pero éstos nunca podrán oscurecer completa ni definitivamente el esplendor de la Esposa de Cristo, sino sólo durante el breve período del eclipse que, la Providencia, en su infinita sabiduría, ha decidido permitir para sacar un mayor beneficio de ella.

El abandono de la dimensión sobrenatural

Otra clara evidencia del eclipse de la Iglesia es el abandono desde lo más alto de la jerarquía eclesiástica de su dimensión sobrenatural y de su papel escatológico

Tras el Concilio, los "innovadores" borraron por completo el origen divino de la Iglesia de su horizonte teológico, transformándola en una entidad de origen humano similar a una organización filantrópica o no gubernamental. 
Se trataba de un intento de "actualizarla" desde su realidad sobrenatural y trascendental hasta una dimensión más natural, de adecuarla a una dimensión más terrenal, negando y contradiciendo las palabras del Señor en (Mateo 5, 18), y poniendo en entredicho los mandamientos de Dios y la doctrina de la Iglesia de Cristo. 

Se trataba de establecer "el cielo en la tierra" desde un horizonte humano completamente estéril. Se trataba de alcanzar una utopía terrenal que se adaptara a los tiempos. Se trataba de lograr una redención global por el hombre.

La amistad con el mundo

Sigue Viganó diciendo que las propuestas revolucionarias de la Nouvelle Théologie, liderada por la masonería en el ámbito civil, político y cultural, irrumpió en la élite católica encontrando un terreno fértil en los Padres conciliares, al percibir un cierto sentimiento de inferioridad ante el mundo y de insuficiencia ante los nuevos desafíos

Avergonzándose por ese "complejo" asumido, la élite de obispos, teólogos e intelectuales atribuyeron imprudentemente la responsabilidad del fracaso inminente de la Iglesia a su estructura jerárquica granítica, a la intransigencia del Papado en la solidez doctrinal, a la rigidez de los pastores y su moral monolítica. Y la Iglesia se acusó así misma de no querer reconciliarse con la mentalidad del siglo, de no querer “abrirse”. 
La falsa suposición de que entre la Iglesia y el mundo contemporáneo pudiera existir una alianza, una consonancia de propósitos, una amistad, contradice la Palabra de Dios de Génesis 3, 15, refuta la hostilidad entre la Mujer y la serpiente, desmiente la lucha entre Dios y Satanás e impugna el antagonismo entre la Luz y las tinieblas. 

Una enemistad establecida por Dios mismo, que coloca a María Santísima (y a la Iglesia) en oposición eterna al mundo, a la carne y al demonio.  El mundo tiene su propio príncipe (Juan 12,31), que es "enemigo" (Mateo 13,28), "homicida desde el principio", "mentiroso" y "padre de la mentira" (Juan 8,44). Por tanto, buscar un pacto no beligerante con el mundo significa tener que llegar a un acuerdo con Satanás

Revolución y Concilio

Con un poco de discernimiento, podemos comprender cómo las ideas cospiradoras y heréticas de los "innovadores" postconciliares coinciden completamente con las demandas del Nuevo Orden Mundial, que paradojicamente, son las mismas de la Reforma Protestante, de la Revolución Francesa y de la Revolución bolchevique:

-la imposición del principio democrático como una fuente legítima de poder, frente al derecho divino y jerárquico de la Monarquía Católica y del Papado.

-la cancelación del pasado histórico, evaluado y redefinido con parámetros actuales, frente a la tradición y el patrimonio cultural. 

-el énfasis en la libertad de las personas frente al debilitamiento del concepto de responsabilidad y deber.

-la eterna provisionalidad de la moral y la ética, que debe estar en continua evolución frente a la inmutabilidad y trascendencia.

-el establecimiento del estado laico frente a la sumisión de los asuntos públicos a Jesucristo y a la superioridad ontológica de la misión de la Iglesia.

-la anhelada igualdad de las religiones no sólo ante el Estado, sino también como concepto general al que debe adecuarsela Iglesia, frente a la objetiva y necesaria defensa de la Verdad y la condena del error.

-la falsa y blasfema dignidad del hombre basada en la negación del pecado original frente a la necesidad de la Redención como premisa para agradar a Dios, merecer Su Gracia y alcanzar la bienaventuranza eterna.

-la subversión jerárquica del papel de la mujer frente al desprecio y disolución del privilegio de la maternidad.

-la primacía de la materia sobre el espíritu.

-la relación fideísta con la ciencia frente a una crítica despiadada de la religión sobre una base falsamente científica.
Según Viganó, todos estos principios promocionados por los ideólogos de la masonería y por los proponentes del Nuevo Orden Mundial encuentran su inquietante correspondencia en las ideas revolucionarias del Concilio:

-la democratización de la Iglesia, que comenzó con Lumen Gentium y hoy se encuentra declinada en la vía sinodal del Fratelli Tutti.

-la asamblea de los órganos de poder se logró con la atribución de un papel decisorio a las Conferencias Episcopales, los Sínodos de Obispos, las Comisiones, los Consejos Pastorales, etc.

-el pasado de la Iglesia (Cruzadas, Inquisición, etc.) es juzgado según la mentalidad moderna y condenado a agradar al mundo;

-la “libertad de los hijos de Dios” teorizada por el Vaticano II es independiente de los deberes morales de los individuos, siendo todos ellos, seguros y merecedores de perdón, sin tener en cuenta sus propias disposiciones interiores y del estado de sus almas.

-el oscurecimiento de las perennes referencias morales permiten la revisión de la doctrina sobre la pena capital y, con Amoris Laetitia, la admisión de las concubinarias a los sacramentos, resquebrajando ruinosamente el edificio sacramental.

-La adopción del concepto de laicismo llevó a la anulación de la Religión de Estado en las naciones católicas, a instancias de la Santa Sede y el Episcopado, con la consecuente pérdida de la identidad religiosa y el reconocimiento de los derechos de las sectas, así como la aprobación de normas que violan la ley de Dios y la ley natural.

-la libertad religiosa teorizada en Dignitatis Humanae se lleva hoy a sus lógicas y extremas consecuencias con la Declaración de Abu Dhabi y la última Encíclica Fratelli Tutti, haciendo vana la misión salvífica de la Iglesia y de la Encarnación misma.

-la teorización de la dignidad humana en el ámbito católico ha llevado a la confusión del papel del laicado con respecto al papel ministerial del clero, junto con un debilitamiento de la estructura jerárquica de la Iglesia, mientras que la aceptación de la ideología feminista es el preludio de la admisión de la mujer en el "Orden Sagrada".

-la preocupación desordenada por la pobreza y la mendicidad propia de la izquierda ha transformado a la Iglesia en una suerte de unión o asociación asistencial, limitando su actividad a la mera esfera material, descuidando la dimensión espiritual y el anuncio kerigmático.

-la confianza en la ciencia y el progreso tecnológico ha llevado a la Iglesia a repudiar ante el mundo su fe, a “desmitificar” los milagros, a negar la autoridad e inerrancia de la Sagrada Escritura, a explicar los misterios más sagrados de la fe católica como “símbolos”, “metáforas” o "fábulas", alcanzando sacrílegamente la definición de “mágico” del concepto católico de Transubstanciación, así como la realidad de la Resurrección, y calificando los sublimes dogmas marianos de "tonterías".

Una élite de tibios y moderados

El repliegue cobarde de los "tibios" jerárquicos eclesiales al pensamiento dominante, con su deseo de complacer a sus perseguidores y de hacerse servidor de sus enemigos, asume implícitamente que los obispos están irremediablemente obsoletos y destinados a su propia extinción.

Esta sumisión cortesana de los "obispos moderados" a lo políticamente correcto, con su intención equidistante, nace del miedo a ser ninguneados, de la cobardía a perder su poder y prestigio que, a pesar de todo, el mundo todavía los reconoce. No se dan cuenta, o no quieren admitir, que el reconocimiento y la autoridad que todavía poseen proviene de la propia potestad y el firmeza de la Iglesia de Cristo, y no de su miserable y lamentable falsificación de la que ellos mismos son los autores.

Cuando la anti-iglesia esté completamente establecida en el eclipse total de la Iglesia Católica, la autoridad de sus líderes se convertirá en esclava del Nuevo Orden Mundial y del pensamiento único, quien no tolerará ninguna derogación de sus postulados y aplicará sin piedad su dogmatismo fanático a quienes traten de mantenerse fieles al Magisterio. 

La "Babilonia la Grande", usurpadora del "Templo de Dios", obligará al Sanedrin al completo a volver a negar a Cristo como Rey, de la misma forma que los judíos ante Pilato: "Crucifícalo. No tenemos más rey que el César" (Juan 19,15), condenándose a sí mismos: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! (Mateo 27,25).

Hoy, el César ordena cerrar las iglesias, reducir los aforos de las iglesias, suspender las celebraciones o incluso cerrar los templos. El "Imperio" persigue a los católicos, destruye y quema templos, catedrales y basílicas, mientras, con su silencio cobarde, cómplice e interesado, la Jerarquía acata la situación sin actuar. 

Mañana Tito saqueará el templo conciliar y trasladará sus restos a algún museo, realizando una vez más la venganza divina a manos de los paganos.
Continuará...



Fuentes:

-Cómo la revolución del Vaticano II, sirve al Nuevo Orden Mundial (Arzobispo Carlo Maria Viganò, Conferencia sobre Identidad Católica, 23-25 ​​de octubre de 2020).

-Se hace tarde y anochece (Cardenal Robert Sarah, Editorial Palabra, 2019).

-Discurso radiofónico (Arzobispo Fulton Sheen, 26 de enero de 1947).