¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 22 de marzo de 2016

MIS CHARLAS EN ALPHA: ¿CÓMO PUEDO RESISTIR AL MAL?




A todos, desde pequeños, nos enseñan lo que está bien y lo que está mal pero… ¿Qué es el mal?

Definición y proceso

El mal en sí mismo no tiene una definición directa sino que lo explicamos en contraposición con el “bien”. El mal es una condición negativa que indica ausencia de bondad, moral, caridad o amor. Es decir, que el mal es lo opuesto al bien, el mal no existe sin el bien.

Explicar el mal es mucho más fácil que explicar el bien, porque lo vivimos muy de cerca todos los días. 

El mal nos rodea continuamente, pero no hace falta que pensemos en el mal extremo: asesinatos, terrorismo, violencia o el hambre en el mundo. 

El mal está acechándonos día a día, cerca de nosotros, en nuestro entorno, en nuestra propia familia: cuando gritamos a nuestros hijos o a nuestra mujer, cuando envidiamos, cuando enjuiciamos o criticamos a otros, cuando mentimos, cuando hacemos daño…

Se puede afirmar que el conocimiento del Mal, lleva al Bien, lleva a Dios, del mismo modo, que un conocimiento deformado del Bien aleja de Dios. 

La Biblia explica cuál es el proceso del mal: tentación, deseo, pecado y muerte:

“Cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.” (Santiago 1,14-15)

El mundo llama a la inclinación al mal, “tendencia”, “inclinación”, “seguir la corriente”; los cristianos, “tentación”: “No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto” (Romanos 12,2).

La tentación es una situación errónea pero no proviene de la inteligencia o la razón sino de la voluntad que tenemos para elegir entre dos opciones, y que sabe que una opción es buena y otra mala, pero se siente atraída a escoger la mala porque aparece como buena. 

Yo, muchas veces en mi vida me he topado con el mal cara a cara, siempre disfrazado de tentaciones, opciones, fascinaciones o atracciones. Hoy quiero compartir con vosotros una de ellas:

Fue en una despedida de soltero de un amigo mío, hace ya unos 20 años. El plan era una auténtica TENTACIÓN en mayúsculas. Era un plan perfecto para seis “machotes”, cinco casados y uno a punto de hacerlo: mi amigo había contratado a tres prostitutas con las que pasar la noche. Primero, cenando en un restaurante, después bailando en una discoteca, para acabar en un hotel para lo que todo el mundo imagina. Además había bebida y drogas para todos. 

Mi amigo no había reparado en gastos. Lo cierto es que las chicas eran “tremendas”, unos bellezones e incluso se podía hablar con ellas, aunque ese no era el propósito de la velada. 

Realmente fue una situación bastante difícil donde te encuentras entre la espada y la pared, pero tienes que optar: caer o resistir, quedarte o irte. De los cinco, tres cayeron. Otro amigo y yo optamos por irnos, fuimos tachados de “pringaos” y de cobardes y nuestra relación con ellos se enfrió hasta el punto de no vernos casi nunca. 

Reconozco que lo que me ayudó a vencer la tentación fue que me vino a la mente lo buena que siempre había sido mi mujer conmigo y su actitud de siempre vencer el mal con el bien; y opté por huir del mal. No fue un mérito mío en sí. Fue, sencillamente, decir: “apártate de mí”. Nunca me he arrepentido de lo que hice.

Como veis, es nuestra libertad la que nos basta para ser tentados y si la usamos mal, estaremos alimentando al lobo equivocado.

Pero ¿creéis que tenemos una tendencia natural al mal o también es consecuencia de algo más? Algunos ponemos cara y nombre al bien: Dios… pero y el mal… ¿tiene rostro? ¿Tiene nombre?

Os voy a contar una curiosidad: en inglés, detrás de las palabras bien y mal se esconde lo que algunos podrían denominar casualidad: si le quitamos una letra a la palabra GOOD (Bueno) encontramos GOD (Dios) y si a la palabra EVIL (Mal) le añadimos una letra encontramos DEVIL (Diablo). 

En efecto, para los cristianos el rostro del bien es Dios, que nos guía y el del mal, es el Diablo, que nos ciega.

¿Existe realmente el Diablo? ¿Qué es un demonio?

Un demonio es un ser espiritual de naturaleza angélica condenado eternamente. No tiene cuerpo, no posee materia sutil, tangible, ni nada semejante a la materia, por tanto nada de cuernos, nada de rabo ni piel roja.

Los demonios no fueron creados malos. Fueron creados como ángeles, a los que se les ofreció una prueba: decidir (libre albedrío) unos obedecieron, otros desobedecieron. Los que desobedecieron de forma irreversible se transformaron en demonios. 

1º DUDA. Al comienzo les entró la duda sobre si la desobediencia a la Ley divina sería lo mejor. En ese momento en el que voluntariamente aceptaron esa posibilidad, ya pecaron.

2º ALEJAMIENTO. Se alejaron de Dios, y aceptaron como verdadero el mal que habían escogido. 

3º DESOBEDIENCIA. Sus inteligencias fueron consolidándose en la voluntad de desobedecer. La voluntad de desobedecer se fue afianzando, haciéndose cada vez más profunda y comenzaron un proceso de justificación

4ª REBELIÓN. Finalmente ese proceso llevó al pecado mortal cuando cada ángel no sólo quiso desobedecer, sino que incluso optó ya por tener una existencia al margen de la Ley divina. Se auto-convencieron de que Dios no era Dios, sino un espíritu más que tenía errores y fallos, que era un tirano y un opresor con sus normas. Dios mismo les parecía un obstáculo para alcanzar su propia libertad. Llegaron a odiarle.

Os pondré un ejemplo de nuestros días: alguien que se marcha de casa o de la iglesia, al principio simplemente quiere marcharse, pero si el padre o un hermano le llama una y otra vez, el hijo acaba diciendo “déjame en paz”. Sobreviene la desobediencia, la rebelión y el odio.

El demonio queda irremisiblemente ligado a lo que ha escogido, desde el momento en que Dios decide no insistir más y le deja que siga su camino, el Creador respeta la libertad de cada uno y deja que el demonio siga su vida aparte, sin ninguna posibilidad de arrepentimiento. 

Por eso es pecado mortal, y es el único pecado que Dios no perdona: el pecado contra el Espíritu.

Se libra una batalla espiritual

Lo creamos o no, estamos inmersos en una batalla espiritual: unos, en primera línea, en las trincheras y otros más atrás, en retaguardia, pero todos estamos en ella. 

Por eso, debemos reconocer en qué bando estamos, quién es nuestro enemigo, cuáles son sus tácticas y cómo vencerle. 

El enemigo está profundamente atrincherado, es muy poderoso, está bien armado y es muy diestro en el uso de sus propias armas. 

Conoce muy bien sus estrategias y nuestras debilidades. El mal es una fuerza formidable y su poder no debe ser subestimado. 

Sin embargo, algunas personas (también cristianas) que viven en retaguardia, han olvidado que estamos en guerra o les cuesta creer en la existencia del enemigo el Diablo, quizás porque nunca se han enfrentado a él cara a cara. 

De hecho, existen dos grandes peligros en nuestra lucha: 

1º- no creer en la existencia del Diablo. En la película “el Rito”, hay una escena donde Anthony Hopkins le dice a otro cura, quien no creía en el Diablo: “que no creas en él no te libra de su influencia”.

2º- creer en su existencia e interesarse por él. Yo he tenido experiencias verdaderamente espeluznantes con el Diablo, en mis propias carnes. Y aunque yo no me he interesado nunca por él, le he sentido actuar y da escalofríos. A diferencia de Dios, que espera a la puerta a que le abramos, el Diablo entra sin llamar, sin necesidad de que le dejemos pasar.

En ambos casos, el Diablo y sus demonios se sienten encantados para poder actuar en las personas, principalmente de cuatro formas:

1. Obsesión diabólica: la persona puede estar obsesionada con cosas impuras, con pensamientos negativos o blasfemos de los que no se puede liberar. 

2. Vejación diabólica: es cuando la persona se enferma sin razón, de una manera misteriosa y sin explicación médica, cuando se tienen accidentes continuamente o cuando a nivel económico hay cosas que te impiden continuamente salir adelante. 

3. Infestación diabólica: en las casas y otros lugares hay ruidos, manifestaciones extrañas o no hay paz. Pueden ser a causa de objetos o personas que han estado en contacto con el demonio o con prácticas demoníacas.

4. Posesión diabólica: es cuando la persona está poseída por un demonio. Puede ser por un maleficio, por prácticas ocultas (espiritismo, quijas, etc.), por acercamiento voluntario, etc.

¿Qué dice la Historia? 

Lo cierto es que la existencia del diablo es un hecho reflejado a lo largo de toda la historia del hombre y del arte: en la literatura, en la pintura, en la música, en las películas, e incluso existen sociedades humanas que giran en torno al Diablo o le adoran… 

El diablo y los demonios aparecen muy apropiadamente en las pinturas y esculturas como seres deformes, pues son espíritus angélicos deformados. Siguen siendo ángeles, es sólo su inteligencia y su voluntad lo que se ha deformado, nada más. 

El demonio, en definitiva, es un ángel que ha decidido tener su destino lejos de Dios, que quiere vivir libre, sin ataduras pero que se odia a sí mismo, odia a Dios, odia a sus criaturas.

¿Qué dicen las Escrituras? 

Las Sagradas Escrituras, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento constatan su existencia y nos aseguran que no es solo una fuerza sino que el mal esta personificado. Diablo: es como llama el Nuevo Testamento a Satán. Diablo viene del verbo griego diaballo, acusar. 

La gente usa la palabra diablo y demonio como sinónimos, pero la Biblia siempre usa la palabra Diablo en singular y refiriéndose al más poderoso de todos ellos. La Sagrada Escritura también le llama el Acusador, el Enemigo, el Tentador, el Maligno, el Asesino desde el principio, el Padre de la mentira, Príncipe de este mundo, la Serpiente. 

En el Nuevo Testamento, Demonio, del griego daimon que significa genio, siempre es usado como término para designar seres espirituales malignos. Cada demonio tiene un nombre dado por Dios que expresa la naturaleza de su pecado

En la Biblia, existen muchas referencias al Diablo y a los demonios, en el A.T. (pecado original, en Génesis) y sobre todo, en el N.T. Jesús mismo estaba convencido de la actuación de Satanás y de hecho, fue tentado por él. Además, Jesús expulsaba demonios y liberaba a gente de las fuerzas del mal. En la misma oración que nos enseñó, el Padre Nuestro, hay una petición que todos rezamos: “líbranos del mal”.

¿Y la Iglesia que dice?

El papa Francisco afirma: “el diablo no es un mito, no es una metáfora, no es una manera pintoresca de designar la negatividad de los tiempos, sino una persona real que actúa.” 

¿Sabéis como se le llama al diablo desde la antigüedad? Se le ha llamado “el padre de la Mentira”. Su mejor engaño es hacernos creer que no existe. Un consejo: ¡No subestiméis su capacidad y su poder!

¿Por qué debemos creer en el Diablo?

Primero, porque desde la fe, es una explicación que aclara todo lo malo que pasa en nuestro mundo. 

Segundo, porque el cristiano nada contracorriente, en dirección contraria al mundo; de ahí se explica la tentación. Cuando experimentamos al Espíritu Santo empezamos a ser más conscientes de la acción del Diablo y de sus tentaciones.

Tercero, porque la Biblia habla de la existencia del diablo, Cristo fue tentado por él y expulsó demonios. Los apóstoles también estaban convencidos de su existencia y se les dio poder para expulsarlos: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y El se acercará a vosotros”. (Santiago 4:7-8). 

Para los cristianos, la existencia del diablo es tan cierta como la de Dios.

¿Cómo actúa el Diablo y cuáles son sus TÁCTICAS?

La esencia del mal descansa, no en el hecho de causar sufrimiento al hombre (efecto) sino en el hecho de que está dirigido contra Dios. El fin último del Diablo es tratar de frustrar el propósito de Dios para nosotros: una vida feliz y su única intención es destruirnos y darnos muerte. 

La Biblia pone al descubierto sus tácticas para que aprendamos cómo actúa:

-NOS CIEGA, NEGANDO SU EXISTENCIA.

Dado que es un ser invisible, la victoria del Maligno consiste en hacernos creer que no existe, su batalla está ganada cuando bajamos la guardia. El demonio no es un personaje de ficción… es alguien que se mete y es capaz de influir en las personas y en las circunstancias.

-SIEMBRA LA DUDA Y LA CONFUSIÓN

Génesis 3:1: “Le preguntó a la mujer: ¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?”
También cuando tentó a Jesús diciéndole:”...si eres el hijo de Dios….”

El Diablo siempre disfraza la tentación de diálogo. Un diálogo entre la persona que resiste y el tentador. Es extraordinariamente pragmático, sabe las posibilidades de éxito que tiene y puede tentar justo sólo en aquello que sabe que tiene alguna posibilidad. 

-DISTORSIONA LA REALIDAD 

Génesis 3:2-5: “La mujer dijo a la serpiente: Podemos comer del fruto de todos los árboles. Pero Dios nos dijo: No coman del fruto del árbol que está en el medio del jardín ni lo toquen; de lo contrario, morirán. No van a morir, dijo la serpiente a la mujer. Dios sabe que cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como Dios, conocedores del bien y el mal”. 

La serpiente es astuta, y tergiversa la realidad, le da la vuelta y confunde. Ignora todo lo bueno que Dios nos ofrece y se centra en la prohibición, la distorsiona y la exagera y no menciona para nada la amplitud del permiso otorgado por Dios. 

Hoy, hace lo mismo con nosotros deformando lo justo, beneficioso y necesario que es seguir a Dios. Los periódicos, la televisión, los comentarios de la gente, solo manifiestan el ámbito de la prohibición de la Iglesia: prohíbe usar condones, prohíbe comulgar en pecado, prohíbe la libertad al aborto, rechaza a los separados… Ahora bien, qué poco dicen sobre su labor al mundo: apenas se habla de los miles de misioneros entregados por los más pobres; miles de millones de euros que Caritas distribuye entre los que sufren la actual crisis; gente generosa que desde el silencio son voluntarios en hospitales, en orfanatos, en la educación, en las calles, en los comedores, y un largo etc. 

-ROMPE LAS RELACIONES HUMANAS.

Desanima, distancia y divide. Nos enfrenta entre nosotros y con Dios.

Génesis 3:9-13: “El hombre y la mujer oyeron que Dios andaba recorriendo el jardín cuando refrescaba y corrieron a esconderse entre los árboles del jardín…tuve miedo… pero Dios el Señor llamó al hombre: ¿Dónde estás? Oí que andabas por el jardín, tuve miedo porque estoy desnudo y me escondí. Y Dios dijo: ¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer? El respondió: La mujer que me diste por compañera, me dio de ese fruto, y yo lo comí. Y Dios el Señor le preguntó a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Ella contestó: La serpiente me engañó y comí”.

¿Qué consiguió la serpiente con todo esto? Enemistar a Adán y Eva, crear enemistad, sospecha… “¿Ves? fuiste tú la que me incitaste; ¿ves? es que fue tu culpa… la cosa es siempre echar culpas al otro y nunca ver nuestros errores, siempre la culpa la tiene el otro. Así es como el diablo vence: a través de la sospecha, la desunión, la división… “Divide y vencerás”.

1- Primero te desanima. Te hace tirar la toalla… 

2- Luego te coloca en el victimismo… ¿ves? Es que así no se puede… 

3- Mientras tanto, pones a todos bajo sospecha, te separas, rompes vínculos, y generas murmuraciones… 

4- ¿Resultado final? La división… 

El padre de la mentira trata de engañarnos, de que nos perdamos, de dividirnos, de que estemos solos y desamparados. Trata de abocarnos a la soledad, al relativismo, al individualismo. Esto es lo que el Maligno ha pretendido hacer con el pueblo de Dios y con su Iglesia a lo largo de la historia hasta hoy: “Divide y vencerás”

¿Por qué Dios no lo evita?

Si Dios es todopoderoso, ¿por qué no evita el mal existente en el mundo?

Si Dios que es todo bondad, ¿por qué lo permite?

Dios siendo omnipotente pudo crear un mundo con criaturas libres que nunca conocerían o elegirían el mal. Pero el hecho es que Dios siendo todo bondad, prefirió crear un mundo que contuviera el mal, porque la auténtica bondad moral requiere criaturas moralmente libres y porque Dios es un ser que ama y que quiere ser amado. Por ello, les dio a todas sus criaturas libre albedrío: para obtener el amor hacia Él de un modo libre.

El único momento en el que un ser (espiritual o humano) puede desarrollar su fe, su generosidad, su amor para con Dios es mientras todavía no lo ve. Después al verlo tendrá el agradecimiento por lo que ya contempla. 

Conceder el don de la libertad supone que puede aparecer una madre Teresa de Calcuta o un Hitler. Y es que el regalo de la libertad tiene consecuencias: buenas o malas.

¿Cuál es nuestra situación?

¿Quién es más fuerte el Mal o Dios? Aunque a primera vista parezca lo contrario, hay que admitir que Dios es más grande. Los grandes Maestros espirituales nos dicen que no son dos poderes contrapuestos: Dios y Satanás. No… Dios es el creador de todo. El diablo es parte de su creación que decidió usar su libertad para negarle e ir contra Él. Pero Dios está por encima. Por eso podemos hablar del poder de su victoria. Pero cuidado, el diablo intentará llevarse al mayor número de nosotros por delante.

¿Cómo podemos defendernos del mal? 

Siempre hemos escuchado el dicho “no hay mejor defensa que un buen ataque”. 

Por eso, en lugar de quedarme esperando, me pongo en acción. 

¿Cómo? Dado que es un asunto espiritual, las armas también lo son. 

En la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 6 hay todo un decálogo de casos prácticos para enfrentarnos a esta batalla espiritual:


1- FORTALEZA 

Efesios 6, 10-13: “Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza. Lleven con ustedes todas las armas de Dios, para que puedan resistir las maniobras del diablo. Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba. Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas sus armas.”

Dios me da fortaleza, energía y fuerzas para soportar todo, incluso al mal y al Diablo.

2- SERVICIO

Efesios 6:15: “…y, calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz…”

Algo extraordinario que me llena y me aleja del mal es servir a otros, es decir, obrar el bien, estar disponible. No hay mejor forma que volcarte en los demás, servir en un voluntariado. Si te quejas porque no tienes dinero… sirve en un comedor social. Si te quejas porque no tienes salud… sirve con enfermos de sida. Si te quejas porque tu vida no tiene sentido, sirve en Alpha.

3- FE 

Efesios 6:16: “Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual apagar todas las flechas encendidas del maligno”.

Yo he dejado entrar en mi vida a Dios. Ya no quiero dirigir mi vida, me relajo… y hago lo que está en mis manos: Orar, escribir, leer, meditar, reflexionar y servir… el resto lo dejo en sus manos, confío y me abandono en Él. Eso sí que lo puedo hacer yo. Una vida feliz solo me la puede dar El. Yo la he buscado y no la he encontrado. Ahora ya no busco y El me la está regalando… 

4- BIBLIA

Efesios 6:17: “usen la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”.

Es a través de la Biblia que Dios actúa en mi vida, aquí y ahora. Jesús, en lugar de responder con palabras propias, citó las Escrituras cuando fue tentado

5- ORACIÓN.

Efesios 6:18: “Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos.”

Yo empiezo el día escuchando el evangelio del día y mediante un método (Lectio Divina) a la vez, rezo, medito, reflexiono y actúo.

6- ACCIÓN.

Romanos 12: 21: “No te dejes vencer por el mal; sino vence el mal con el bien”. Jesús nos invita a vencer el mal con el bien aunque el mundo ( y su amo, el Diablo) nos confunde y nos incita a devolver mal por mal pero sus métodos y estrategias no nos hacen salir victoriosos. 

¿Cómo podemos vencerlo definitivamente? 

Cuando te encuentras y te unes a Cristo, su fuerza hace que decidas vencer. Vencer las tendencias (tentaciones) diarias de una vida mediocre y fijas los ojos hacia una vida plena. 

Sacas de tu corazón el odio para dejar vencer al amor. Sacas de tu corazón el rencor para dejar vencer el perdón. Cristo ya lo ha hecho por ti. Tú puedes hacerlo ahora porque Él te lo ha ganado.

La Escritura nos lo dice claramente. Juan 1, 5: Las tinieblas no le vencieron. Con Él somos capaces de transformarlo todo.

El Maligno es un enemigo ya vencido. La batalla no ha acabado con la muerte de Jesús, continúa. El Diablo aún no ha sido destruido. No se terminará hasta que Jesús regrese y entonces desaparecerá todo el mal.

Ya no me siento descolocado cuando alguien trata de hacerme mal, devuelvo bien. Antes, cuando alguien me hacia mal, yo siempre le devolvía mayor mal. Ahora sé que para vencer tengo que devolver bien por mal. 

Como dije antes, el mal (Diablo) es la ausencia del bien (Dios). Cuando le das la vuelta a la ecuación, es decir, cuando te llenas de Dios, el mal trata de acercarse pero en fe y confianza en el Señor, al final, se aleja y desaparece. Tu vida cambia y tu carácter se transforma por la acción del Espíritu Santo y de sus dones.

A mí hay algo que me ayuda mucho para defenderme del mal: mirar desde el otro, es decir, lo que ahora llaman ser empático. Cristo nunca nos mira desde sus ojos, nos mira desde los nuestros, desde nuestro corazón, desde nuestras heridas, vivencias y sentimientos, y desde ahí nos tiende la mano sin juzgar.

Pruébalo y verás!!!!

sábado, 12 de marzo de 2016

MIS CHARLAS EN ALPHA: ¿CÓMO PUEDO ESTAR SEGURO DE MI FE?



¡No te fíes ni de tu padre!

Con esta afirmación he vivido durante gran parte de mi vida; por supuesto, nunca he confiado en los demás (y mucho menos en los políticos o en los curas) y tampoco en Dios. 

Siempre he huido de todo lo que oliera a religión, y siempre estaba reticente a ir a la iglesia, a ser convertido. Quizás por ello, he sido un lobo solitario.

A decir verdad, sí he tenido fe, siempre, pero sólo fe en mí mismo.

Pero un día realicé mi primer gran acto de fe: me casé con una chica muy guapa y muy buena, mi mujer. Puse mi confianza en ella. Ella me transformó por completo, cambió mi forma de ver y hacer las cosas. Me dio tres maravillosos hijos; este año hemos celebrado nuestro 25º aniversario de boda.

Tuve y tengo fe, confianza en ella; y estoy seguro de ello, tengo la certeza de que es la mujer de mi vida.

Bastantes años después, hice mi segundo y más importante acto de fe: me hice cristiano. La fe me ha transformado en otra persona. Siento una alegría interior que me impulsa a transformar mi entorno, a ser mejor persona. Tuve y tengo fe, confianza en Cristo; y estoy seguro de ello, tengo la certeza de que soy Hijo de Dios, que es el Dios de mi vida.

El tema de hoy versa sobre la fe cristiana. ¿Cómo puedo estar seguro de mi fe?

En la carta a los Hebreos el apóstol San Pablo nos dice: "La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".

La fe significa dar un sí, ser fiel, tener confianza plena, amar, hacer una elección y tener una esperanza.

Con el paso de los años, he experimentado personalmente que el que conoce a Cristo nace a una nueva vida. Su vida anterior queda atrás.

¿Qué quiere decir ser cristiano? 

No, no me refiero a ser guapo, rico y millonario. Ese es el jugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo.
Para algunos, ser cristiano es sinónimo de buena persona y normalmente es cierto, pero ser buena persona no nos define como cristianos. 

Si fuera así, todos deberíamos ser cristianos. Hay ateos que son buenas personas y no son cristianos. Ser bueno no te hace cristiano.

Otros creen que ir a misa es ser cristiano, pero yo voy al Bernabéu y no soy jugador de fútbol, voy a un Mc Donalds y no soy americano.

Otros pueden decir que son cristianos porque han nacido en un país cristiano, pero eso tampoco nos define como tales. 

España es un país tradicionalmente taurino, y no por ello nos tienen que gustan los toros.

Para otros, ser cristiano es creer en Dios, pero el Diablo y los demonios creen en Dios y no por ello son cristianos.

Entonces ¿qué significa? ¿os lo habéis preguntado alguna vez? 

La tradición de la Iglesia define cristiano como SEGUIDOR DE CRISTO; se trata de que siguiendo a Jesús, Él nos muestra el camino que nos lleva a Dios. 

Es llegar a amarle y hacer propios los grandes valores de Cristo. En la 2ª carta a los Corintios nos dice: 

“Cuando alguien se convierte a Cristo,
 se transforma en una nueva criatura. 
Su existencia anterior queda atrás 
y él comienza a vivir una nueva vida”. 

¿Cómo sé que soy cristiano?

Si os pregunto: “¿Te describirías tú como un cristiano?” Algunos me diréis: “Más o menos” o “Soy creyente pero no practicante”  0, simplemente “No”. 

Si os pregunto: ¿estáis casados? ¿Me diríais?: “Si, más o menos” o “Estoy casado pero no soy practicante” o “No" o "ya, no” 

Cuando uno mantiene una relación, evidentemente lo sabe. Cuando uno se convierte y sigue a Cristo, lo sabe.

¿Cómo ocurre esto de la conversión? es decir, pasar de no ser “na” a ser seguidor de Cristo

Yo no recuerdo la fecha exacta de mi conversión pero ha sido hace poco, y de forma gradual. Las experiencias varían notablemente según las personas: 

- Unas, siempre han tenido una relación con Jesús. Si le preguntas a tu abuela, te dirá que ella siempre ha sido católica, apostólica y romana

- Algunas personas perciben el cambio inmediatamente. 

- Otras, lo perciben de manera más gradual, no saben cuándo, pero saben que siguen a Cristo; cruzan la frontera. Intuyen, sienten, saben.

Da igual el momento, no importa desde cuándo lo que importa es que sientes qué te ha pasado, sabes que eres cristiano.

Pero ¿qué pasa cuando le dejo entrar en mi vida, en mi corazón? 

Aquí está el meollo de la cuestión!!! 

Me convierto en hijo de Dios. Vaya tela!!!!!

En el evangelio de Juan dice: “Aquellos que le reciben, aquellos que creen en Él, les dio el poder de ser hijos de Dios”.

Dios quiere que estemos seguros de quererle, como tu mujer o tu marido quiere estar segura/o de que le quieres.

Yo puedo tener la certeza de que mi mujer me quiere, o de que yo la quiero, pero tener la certeza de que nos queremos mutuamente es…LA LECHE!!! Eso mismo es lo que pasa si tienes una relación con Dios.

¿Cómo estoy seguro de ser cristiano? ¿Qué certezas tengo?

Nuestra certeza, mi confianza se basa sobre tres pilares fundamentales
  • La palabra de Dios 
  • El hecho histórico de la vida, muerte y resurrección de Jesús 
  • La acción del Espíritu Santo 
I. LA PALABRA DE DIOS.

Un cristiano se basa en la Biblia y en sus promesas. Es el documento que nos acredita como tales.

¿Cómo sé que estoy casado? Porque tengo una partida de matrimonio, un documento que lo acredita. Podré arrepentirme o no creérmelo, pero está ahí, estoy casado.

¿Cómo sé que soy cristiano? Porque tengo un documento, la Palabra de Dios, que me acredita que lo soy. Podré creerlo o no, cumplirlo o no, pero está ahí, soy cristiano.

Si mi fe dependiera de los sentimientos, nunca estaría seguro pues unos días sería cristiano y otros, no. Yo, lo que necesito, es una certeza que va más allá de mis sentimientos volubles. Esa certeza es la Palabra de Dios, como nos decía antes el apóstol Juan: “Aquellos que le reciben, aquellos que creen en Él, les dio el poder de ser hijos de Dios”. Es decir, cristianos.

Entonces, ¿cómo le recibo, cómo creo en él?

En el libro de Apocalipsis, Juan nos dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. 

El pintor pre-rafaelista William Holman Hunt (1827-1910), inspirado en este versículo de la Biblia pintó el cuadro “La luz del mundo”. Pintó tres versiones. Una de ellas, la más famosa, está expuesta en la catedral de San Pablo, en Londres. 

Se trata de una analogía sobre cómo tener una relación con Dios. La idea es que Jesús, la luz del mundo, espera a la puerta de nuestra casa (nuestra vida) y llama, esperando una respuesta. La puerta está llena de espinos y cardos, que son los obstáculos y problemas rutinarios: la persona no ha experimentado una relación con Jesús. 

Jesús quiere entrar y ser parte de la vida de esa persona. Si le abrimos nuestro corazón, él nos promete: “Entraré, y cenaré contigo y tú conmigo”. En la tradición judía y en otras, también, y aún hoy, comer en casa de alguien es el mayor símbolo de amistad.

¿Veis algo extraño en el cuadro? En la presentación del cuadro, Alguien le dijo al artista que había cometido un error: “Olvidaste pintar un tirador en la puerta”. “No” respondió él. “Lo pinté así a propósito. Si hay tirador, pero se encuentra por dentro”. 

Jesús nunca entrará a la fuerza en nuestras vidas. Sólo si queremos y abrimos nuestro corazón, el promete entrar. No dice: tal vez entre... 

Jesús nos hace tres promesas:

1- “yo, entraré en tu corazón, si me dejas” (Apocalipsis 3,20)

2- “Estaré contigo siempre, si me dejas” (Mateo 28,20)

3- “Te daré una vida plena, si me dejas” (Juan 10, 28)

Si tú, ahora, confías en Él y le dejas entrar, ten por seguro que entra. Alucinante!!!! 

Yo lo he hecho y os aseguro que muchos de mis amigos y familiares no me reconocen. Ni yo mismo!!!!

¿Qué es tener fe? Tener fe es aceptar las promesas de Dios y atreverse a creer en ellas.

Tener fe es subirte en un avión en Barajas y atreverse a creer que te llevará a Nueva York.

Tener fe es venir a este salón cada jueves y atreverse a creer que cenarás estupendamente y pasarás un buen rato.

II. EL HECHO HISTÓRICO DE LA VIDA, MUERTE Y RESURECCIÓN DE JESÚS.

¿Cómo sé que estoy casado? Porque me casé tal día, en tal lugar, a tal hora. Dato histórico. Mi mujer me ama y me dio el sí.

¿Cómo sé que soy cristiano? Hay un hecho histórico: Jesús murió en la cruz por amor y lo hizo por ti, por mí. Dios me ama y me dio el sí: a su Hijo.

Ser cristiano no depende de lo que hacemos, sino de lo que Jesús hizo. 

Ser cristiano es seguir a Cristo, que nos conduce a Dios. Pero mi falta de amor, mi egoísmo, mi avaricia, mi rutina me limitan y me impiden llegar hasta Él.

Entonces ¿cómo recibo el regalo que Dios me ofrece? 

Como escuchamos la semana pasada, Jesús asume con su muerte en la cruz todos nuestros obstáculos y esclavitudes (lo que los cristianos llamamos pecados), los carga sobre sus hombros, los hace suyos y nos libera. Resucitó para estar dentro de ti, dentro de mí.

Y entra en nuestros corazones para darnos una vida en plenitud, no una vida cutre, llena de problemas. En Juan 3,16 dice: Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida plena.

Esta es la certeza de ser cristiano. Un regalo que se nos ofrece a cada uno de nosotros y que además, es gratis. 

III. LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO.

Cuando alguien se hace cristiano, el Espíritu Santo de Dios empieza a habitar en su interior (Romanos 8,9). 

Y cuando habita en nosotros, empieza a transformarnos. 

¿Qué ocurre cuando entra el Espíritu Santo?

El Espíritu santo transmite una VISIÓN OBJETIVA: nos transforma desde dentro. Impregna el carácter de Dios en nuestras vidas, mediante los dones del Espíritu y produce frutos del Espíritu (Gálatas 5:22-23): amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, mansedumbre y dominio propio. Y se producen cambios: 
  • En nuestro carácter. Somos más amables, más alegres, más pacíficos, tenemos más dominio propio vivimos de otra forma. Yo ahora, soy capaz de renunciar a ver un partido de fútbol, por estar con mis amigos. O de pedir perdón, cosa que antes, ni se me pasaba por la imaginación.
  • En nuestra actitud hacia Dios. Desarrollamos un nuevo amor por Dios Padre. Antes, mi interés y actitud hacia la fe, hacia Jesús, o hacia Dios, era irrelevante, falso o aburrido. Ahora, es importante para mí… Antes desconfiaba de los cristianos, los evitaba, me parecían gente rara…incluso frikis. Ahora, me reconforta estar junto a ellos. Ahora me duele que el nombre de Dios se use sin respeto, hay un dolor íntimo porque ahora Dios es alguien cercano y querido para mí. Ahora percibo una gran sensación de perdón y de sentirme amado y cuidado.
  • En nuestra actitud hacia los demás. Desarrollamos un nuevo interés por los demás, un amor que nos impulsa a trasformar nuestro mundo. No es algo egoísta que nos hace sentirnos bien y ya está. Ahora miro a quienes antes ignoraba y me preocupo por ellos, por los que están tristes o perdidos, los que son mayores o están enfermos o los que tienen problemas. Me intereso de corazón por ellos. Recibimos un deseo y una pasión por hacer cosas por los demás. Pero ser cristiano no es fácil: es un gran desafío, pero es muy emocionante.
El Espíritu santo transmite también una VISIÓN SUBJETIVA: nos da experiencia interna de Dios. Una convicción personal, profunda y absoluta de que somos hijos de Dios. (Romanos 8,15-16).

En definitiva ¿Cómo sé que tengo una relación personal con Dios? ¿Qué certezas tengo?
  • Lo sé porque la palabra de Dios es el documento que me lo acredita: si le invito, El entra en mi corazón.
  • Lo sé por el hecho histórico de que Jesús murió por mí e hace posible que pueda acercarme a Dios y tener una relación con Él.
  • Lo sé porque experimento como su Espíritu de amor me trasforma y me da la certeza de que soy Hijo de Dios.
Uno escucha la llamada de Jesús y toma una determinación de fe al invitarle a entrar. Pero cuando entra, tenemos la seguridad de que somos hijos de Dios y de que él nos ama: le conocemos y conocemos su amor incondicional. Es un acto de fe que se fundamenta no en sentimientos, o no sólo, sino en hechos, en un conocimiento personal y mutuo.

¿No os pasa lo mismo con vuestros hijos? Que a pesar de que se porten mal a veces, de sus malas notas, de sus desobediencias, ¿los queremos porque los reconocemos hijos nuestros y los queremos?

Dios nos quiere porque nos reconoce sus hijos, nos quiere, a pesar de que nosotros no cumplamos, a pesar de que le seamos infieles y le traicionemos, a pesar de que nosotros mismos pensemos que no lo merecemos. 

Recordad lo que dice la Biblia: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. 

AHORA, SÍ ME FÍO DE MI PADRE!!!

Él está a la puerta de tu corazón, de tu vida. ¿Qué vas a hacer? ¿Le dejarás entrar?

Os dejo una preciosa canción de Jésed: Estoy a la puerta y llamo





domingo, 21 de febrero de 2016

LAS SEDUCCIONES DEL "PADRE DE LA MENTIRA"

Imagen referencial - Foto: Adrian Scottow (Flickr)

Satanás seduce con el encanto y la fascinación, con la vanidad y con el poder. 

El Libro del Apocalipsis asegura que “se entabló una batalla en el cielo. Es “la guerra final”, pero “durante toda la historia esta guerra se hace cada día: se hace en el corazón de los hombres y de las mujeres, se hace en el corazón de los cristianos y de los no cristianos…”.

Existe una guerra espiritual entre el bien y el mal, donde nosotros debemos posicionarnos. Pero los métodos de guerra de estos dos enemigos son totalmente opuestos.

El diablo es un "vende humo", te ofrece un poco de diversión, te hace creer que estás en el camino, pero “al final te deja solo”. Te hace ver las cosas maquilladas y tú crees que es es lo bueno, que te da paz, pero vas ahí y al final no encuentras la felicidad. Te hace desear y depositar tu esperanza en cosas que no dependen de él.

Todo lo que nos propone es fruto de la división, del compararnos con los demás, de pisarle la cabeza a los otros para conseguir nuestras cosas, hace basar todo en la apariencia. Te hace creer que tu valor depende de cuánto tienes.

Uno de los “métodos” del diablo es hacernos creer que no existe” y así logra separarnos de Dios y de los demás. Cuando le desenmascaras, su principal arma es la tentación.

Y con lo primero que tienta es con “las insidias”: es un sembrador de insidias, nunca cae de sus manos una semilla de vida, de unidad, siempre insidias, insidias. Es su método, sembrar insidias: en la familia, entre padre e hijos, entre hermanos.

Satanás también “es un seductor”. Seduce fascinando, con encanto demoníaco, te lleva a creer todo. Él sabe vender con este encanto, vende bien, ¡pero paga mal al final!.

Imagen referencial. Foto: Flickr Todd Page (CC-BY-NC-2.0)La primera vez que aparece en el Evangelio es en un diálogo con Jesús. Jesús está orando y ayunando durante cuarenta días en el desierto y al final está un poco cansado y tiene hambre.

Y él viene, se mueve lentamente como una serpiente, y hace esas tres propuestas a Jesús, que son las tentaciones.


Los tres pasos del método de la serpiente, del demonio son, primero, la corrupción, es decir,  anhelar cosas, en este caso el pan, las riquezas, las riquezas te llevan lentamente a la corrupción, y ésta destruye.

El segundo paso es “la vanidad”. “Aquello que decía el diablo a Jesús: ‘Vamos a lo alto del templo, tírate desde ahí, ¡haz el gran espectáculo!’. Es “vivir por la vanidad”.

El tercer paso es “el poder, el orgullo, la soberbia”. “’Yo te daré todo el poder del mundo, tú serás el que mandes’”.

Esto nos ocurre también a nosotros, siempre, en las pequeñas cosas: enganchados demasiado a las riquezas, nos gustan cuando nos alaban. La vanidad nos lleva al poder, te sientes Dios, te endiosas y sustituyes a Dios.

Cuando la tentación “es rechazada”, entonces “crece: crece y vuelve más fuerte”. Cuando el demonio es rechazado, gira y busca a algunos compañeros y vuelve. Por lo tanto, crece también implicando a otros”. La tentación crece,  contagia y al final, se justifica.

Esta es nuestra lucha, y por eso hoy le pedimos al Señor que por intercesión del Arcángel Miguel nos defienda de las insidias, del encanto, de las seducciones de esta serpiente antigua que se llama Satanás.

Si vamos al relato de las tentaciones de Jesús no encontramos jamás una palabra suya. Jesús no responde con palabras propias, responde con palabras de la Escritura, las tres veces”.

Esto nos enseña que con el diablo no se puede dialogar, y esto ayuda mucho, cuando viene la tentación. "Contigo no hablo, sólo la Palabra del Señor”.




lunes, 15 de febrero de 2016

LA FE DE CONSUMO O GULA ESPIRITUAL


Hoy reflexionamos sobre una gran tentación con la que el Diablo nos trata de embaucar a muchos cristianos católicos: la fe de consumo o la gula espiritual.

La gula espiritual podría definirse como la intención de "servirse de Dios sin servir a Dios"

Vivimos, consciente o inconscientemente, en una sociedad de consumo que fomenta el hedonismo, el placer y la satisfacción inmediata de los deseos materiales individuales. 

Y, de forma análoga, la fe de consumo busca la satisfacción inmediata de los deseos espirituales individuales.

El “consumismo espiritual” anhela obtener seguridad, placer, satisfacer nuestras propias necesidades y reforzar nuestra identidad respecto a los demás, mediante el consumo compulsivo de sacramentos, formaciones teológicas, catequesis, ejercicios espirituales, etc.

La gula espiritual, cuando no se satisface, nos conduce a la pereza espiritual, nos lleva a la impaciencia y a una cierta desgana hacia el trabajo que supone nuestra propia santificación: huimos del compromiso, de la comunidad, de la oración... y nuestra fe se convierte en un ejercicio de “cumplimiento”, sin más.

Anteponemos el tener al ser”, el “recibir al dar”, damos primacía a nuestro propio individualismo egocentrista, alejándonos (consciente o inconscientemente) de nuestra identidad natural evangelizadora y estigmatizando al que en lugar de consumir, en lugar de recibir, quiere dar, quiere entregarse a otros.

Esta desgana se denomina “acidia”, es decir,  pretendemos crecer en la vida espiritual sin esfuerzo, creemos que la santidad es un don de Dios que no requiere de esfuerzo y cooperación.   Dios, que respeta nuestra libertad, no puede trabajar en nuestros corazones si no ponemos de nuestra parte.  Y así, corremos el riesgo de convertirnos en niños consentidos, en bebés espirituales que nunca crecen.

Otras veces, deriva en envidia espiritual: cuando no nos alegramos con el crecimiento de los demás, cuando queremos ser más santos que los demás, mejores cristianos que los demás. 
 

Sin embargo, cuando la fe de consumo se satisface (aunque sea parcialmente),  también se manifiesta en codicia espiritual de las cosas de Dios (libros espirituales, estatuas, imágenes, medallas, escapularios, lugares de apariciones o de peregrinación).

Todas estas cosas son instrumentos que pueden ayudarnos a acercarnos a Dios, pero el peligro viene cuando nos apegamos a ellas y no las usamos como herramientas para el fin por el que han sido creadas.

Algunos se sienten tentados por la lujuria espiritual, es decir, el apego a las personas de Dios: los sacerdotes, nuestros amigos en la iglesia, nuestros maestros o guías espirituales. Debemos dar gracias a Dios por ellos.  

No obstante, en ocasiones, nuestras reuniones de oración se transforman en clubes sociales o “grupos estufa”, donde estamos “tan a gustito”. Otras veces, nuestras labores evangelizadoras derivan en alegres fiestas, sin más o nuestros métodos se convierten en guetos infranqueables. A veces, tenemos prisa u ocupaciones dependiendo de lo que se requiere de nosotros y sin embargo, sí tenemos tiempo y ganas para actividades lúdicas.

Luego está la promiscuidad espiritual, esto es, el deseo de seguir consejos espirituales, pero no ponerlos en práctica; el deseo de pertenecer a muchos grupos; el deseo de participar en muchas actividades.   Pero cuando tratamos de hacer todo, muchas veces no hacemos nada o hacemos poco.  En realidad, no somos fieles a nada, ni siquiera a Dios.

Y entonces llegamos a la ira espiritual: cuando nos quejamos de lo que hacen nuestros hermanos, o de lo que no hacen y nos erigimos en “fiscales de la fe”, juzgando a todos, incluso a los sacerdotes u obispos

Y finalmente, el peor y causa de todas ellas: la soberbia espiritual, pecado que nos aleja del amor de Cristo, y nos hace creernos auto-suficientes, erigirnos en “perfectos cristianos", en maestros de la Ley o sentirnos superiores a los demás, olvidándonos que en la humildad y en la sencillez es donde Dios se manifiesta.

Estamos apegados a nuestra propia voluntad, a nuestras propias ideas, a nuestros deseos y acciones.   Queremos hablar mucho sobre Dios, sobre su voluntad, pero no estamos dispuestos a escuchar.  Pensamos que estamos en lo cierto, que vamos por el camino correcto, pero en realidad, lo que buscamos es que se cumpla nuestra voluntad. No estamos dispuestos a aprender porque pensamos que ya sabemos todo y que nadie puede enseñarnos nada.

Por ello, para luchar contra todas estas tentaciones que provienen del Diablo, tres poderosas armas que nos ofrece Dios: mucha fe, mucho amor y mucha oración.


Que Dios os bendiga a todos.