¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

miércoles, 18 de mayo de 2016

EL CAMINO DE EMAÚS, MI EXPERIENCIA DE AMOR


Hoy hablaré del retiro de Emaús como una experiencia de conversión inolvidable que viví y sigo viviendo, que me ha marcado el camino correcto, aunque no desvelaré ni sus dinámicas ni sus secretos, pues la confidencialidad es una de sus esencias. 

¿Qué es?

Emaús es, ante todo, una maravillosa cita íntima y personal con el Amor de Dios. 

¿En qué se basa?

Basado en la lectura del evangelio según San Lucas 24: 13-35, el camino a Emaús no es un movimiento, ni una espiritualidad, sino un método de apostolado impulsado por laicos para laicos, en el marco de la nueva evangelización, que cuenta con el acompañamiento espiritual de sacerdotes de las parroquias que lo organizan y cuya finalidad es llevar a las personas al encuentro con Cristo. 

¿Qué ofrece?

Ofrece una oportunidad para que todo aquel que esté buscando, que no conozca a Jesús, que lo conozca y no le quiera, o se haya peleado con él, o que simplemente vive agobiado en la prisa, el consumismo, el yo, el ansia de poder, posición y dinero que ofrece el mundo de hoy … Vivir un regalo impresionante: un fin de semana transformador, producto del encuentro con el amor de Jesús. 

¿Qué supone?

Supone retirarse del mundo del viernes por la tarde al domingo por la tarde en una casa de espiritualidad y ser testigos de una serie testimonios y experiencias personales de laicos, recibir la efusión del Espíritu Santo y salir del retiro con un sentido renovado de prioridades y propósitos.

¿Cuál es su objetivo?

El objetivo es reconocer que Jesús vive entre nosotros, amándonos con amor infinito y eterno, caminando a nuestro lado, en nuestra propia vida. Con Él, nos convertiremos en luz del mundo, en faros del Espíritu Santo para otros de nuestro entorno y transformarlo.

¿Por qué cambia la vida?

Emaús permite comenzar a vivir una vida llena de amor a Dios, de esperanza, que se materializa en grandes beneficios personales: matrimonios rotos que se perdonan y recuperan el amor, hermanos que se reconcilian, personas que no entendían su sentido de la vida ahora comprenden que Dios los ama, gente alejada de la Iglesia que desean recibir los sacramentos e implicarse en la fe, enfermos que dan gracias a Dios por su enfermedad, desesperanzados que abrazan el amor de Dios...

A menudo, muchos asistentes cuentan que han acudido al retiro obligados por sus amigos o familiares y sobre todo, por sus mujeres. Algunos, van a ciegas y con ciertas reticencias. Pero, una vez el retiro finaliza, todos salimos alegres, como aquellos discípulos de Emaús, damos gracias a Dios por esta experiencia de fe y amor, por haber reconocido de nuevo a Dios caminando a nuestro lado y nos convertimos en transmisores del amor de Cristo.


Volvemos felices, con la cara iluminada, a nuestras casas, con nuestras familias, a nuestros entornos sociales y profesionales, con la imperiosa necesidad de transmitir esta experiencia, esta gracia. Cuando Dios transforma tu corazón y cambia tu percepción de la vida no puedes sino contarlo a todo el mundo.

Emaús es un camino de peregrinaje, donde uno se encuentra con Jesús de una forma casual y al que tantas veces no reconocemos en nuestra vida, tan vacía y tan llena de cosas materiales.

¿Quién puede participar?

Puede participar todo el mundo. Los retiros se organizan para hombres y mujeres, de manera independiente.

Al retiro vienen gente de todas las sensibilidades de la Iglesia, personas de las parroquias, incluso sacerdotes y consagradas. 

Asisten laicos, personas no católicas o de otras confesiones, personas alejadas de la fe y de la Iglesia o personas con una vida sacramental más tibia.. El amor de Dios no pone barreras a los hombres. 

Todos necesitamos experimentar el amor de Dios en nuestra vida.

¿Cuántas veces se puede participar?

Estos retiros se hacen una sola vez en la vida, como caminante y cuantas veces se quiera, como servidor en los siguientes retiros.

Cuando, como caminante, dejas tu parroquia (Jerusalén) sientes que te embarcas en una peregrinación a Emaús y en el camino te encuentras con Jesús, pero al principio no le reconoces.

Al igual que los discípulos, durante 
el camino, se vaciaron contándole a Jesús “todas las cosas que pasaron esos días”, en el retiro, los caminantes nos vaciamos totalmente, le entregamos a Jesús todo lo que nos ha pasado en nuestras vidas. Jesús escucha y seguidamente nos ofrece la Eucaristía, en ese momento es cuando lo reconocemos: cuando parte el pan. 

Los discípulos se levantan e inmediatamente regresan a Jerusalén a contarles a otros la Buena Nueva, que Jesús está vivo y que está con nosotros. Y eso mismo es lo que haces como caminante.


¿Cuál es su consecuencia?

La consecuencia lógica, es la implicación
 de los caminantes en las diferentes actividades de su parroquia y la participación activa en la comunidad. De esta forma, se revitaliza la vida de las parroquias donde se proponen los retiros de Emaús, al integrar y recoger en las mismas, el ímpetu apasionado de estas personas, que desean transmitir y compartir su encuentro con Cristo.

¿Qué nos cuenta el relato?

El último capítulo del "Evangelio de la misericordia" nos narra un acontecimiento que se ha repetido en numerosas ocasiones, que ha inspirado obras de arte, que ha suscitado conversiones e inspirado a los cristianos en el camino a la santidad.

Comienza con dos discípulos desencantados (uno es Cleofás y el otro...) que están abandonando, cabizbajos, la causa por la cual, tres años antes, habían dejado todo. 

Pero ahora, después de tres días de esperar al Maestro en el que habían creído, tenían miedo y pesar, y volvían a casa para tratar de reconstruir las vidas que habían dejado atrás. En un fin de semana se les había escapado el único ideal que había llenado sus jóvenes corazones.

En su camino se les aparece Cristo, pero aunque lo veían, algo les impedía reconocerle. ¿Por qué? ¿Por qué no reconocen su rostro después de haberlo seguido por tres años? ¿Por qué no reconocen su voz después de haber dejado todo el día que escucharon su llamada? ¿Por qué no reconocen sus palabras después de haberlo oído predicar?

Tal vez es porque, como ellos mismos admiten, Él ha desilusionado las esperanzas que tenían, de que Él fuera el libertador de la nación de Israel. 

El obstáculo no es que no tengan a Jesús al lado, caminando con ellos, es que ellos esperan ver a alguien diferente. Así nunca verán a Jesús, por más claro que se les aparezca. ¡Su fe y su esperanza, pequeña y a su medida, no les deja aceptar la gloria y el gozo de la resurrección!

Pero Jesús no los deja alejarse. Quiere conquistárselos para siempre. Se hace el encontradizo para caminar junto a ellos y para que lo inviten a cenar. 

Y ahí, en la intimidad de un pequeño cuarto, se les revela al entregarse en la Eucaristía. Eufóricos, corren hasta Jerusalén bajo la luz de las estrellas. 

¡Ha resucitado, y vive con ellos para siempre! Se dejaron conquistar por la esperanza que les ofrece Jesús, y en la Eucaristía lo llevan consigo para siempre.

Cristo ha resucitado, está vivo y camina conmigo. ¡Qué maravilla! ¡Qué experiencia! Mi corazón rebosa de gozo y quiero cantar, quiero gritar, quiero trasmitir a otros esta certeza. No estoy solo, Cristo quiere estar conmigo. Está vivo en la Eucaristía, esperándome pacientemente. No puedo ser indiferente o pasivo ante tanto amor, por eso corro a compartir con los demás esta Buena Nueva.


JHR

viernes, 13 de mayo de 2016

EL CAMINO DE DAMASCO, MI EXPERIENCIA DE CONVERSIÓN



¿Qué es la conversión? ¿Por qué necesito convertirme? ¿Cómo llegar a ser un verdadero cristiano? ¿Hay una sola conversión o es un proceso de múltiples conversiones?

En Hechos 3,19, el apóstol Pedro habla de la importancia de la conversión: “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados”. Pero, ¿qué significa “convertirse”?

Muchas personas creen que para convertirse o para "nacer de nuevo" sólo deben aceptar una vez a Jesucristo en su corazón, profesar la fe sólo con palabras o sencillamente, ir a misa. 

Pero, ¿qué significa “nacer de nuevo”? ¿basta sólo con palabras? ¿qué significa realmente ser cristiano?  ¿Es algo instantáneo o un proceso? ¿Tiene el Espíritu Santo algo que ver en esto? 

La conversión cristiana es un tema importante en las enseñanzas de Cristo y de sus discípulos. Cuando una persona se convierte quiere decir que cambia. Convertirse quiere decir “dejar de ser una cosa para ser otra”.

La conversión

“Vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la cólera...” (Efesios 2,3). 

Todos somos pecadores y por ello, estamos alejados de Dios. Para volver a Él es necesario que se produzca una transformación, un cambio en nuestra forma de pensar y actuar, en los deseos de nuestro corazón, en nuestra actitud y en nuestra relación con Dios.

Y para que se produzca esa conversión es preciso arraigar un amor nuevo en nuestro corazón y una vida nueva, es necesario experimentar a JesucristoCuando uno conoce realmente al Señor, su vida cambia, se pone en camino, desecha todos los hábitos pecaminosos y los frutos del Espíritu se manifiestan

La conversión es una actitud diaria, es un proceso, un camino y una sucesión de transformaciones que duran toda la vida, una experiencia real de Jesucristo resucitado y presente en la Eucaristía y desde ahí en todos los aspectos de tu vida. 

El camino de Damasco (Hechos 9,1–18)

El ejemplo más claro que aparece en la Biblia sobre la conversión de un ser humano es el de Saulo de Tarso (nombre judío), Pablo (nombre romano), el apóstol de los gentiles. 

Pablo de Tarso había recibido el mandato de las autoridades judías de perseguir a los cristianos de Damasco. Mientras cabalgaba hacia allí, un resplandor del cielo le hizo caer del caballo dejándolo ciego, mientras él y los que cabalgaban con él oían una voz que decía "Saulo, Saulo, por qué me persigues"

Tras esta fuerte experiencia, Pablo se encuentra en Damasco con Ananías, que le impone las manos en nombre de Jesús, lo que le devuelve la vista. Inmediatamente, Pablo es bautizado.

Al ser convertido, Pablo dejó de oponerse al cristianismo y llegó a ser un gran defensor de Cristo. El arrepentimiento sincero, la humildad, la entrega completa, la obediencia a Dios, el deseo de aprender y la voluntad de sufrir por causa del Señor fueron algunas de los cambios que Saulo experimentó en su vida, desde el momento de su conversión.

Pablo, aún después de convertirse siguió teniendo el entusiasmo, energía, valor y celo que tenía antes de su conversión. Su conversión consistió en pasar de su fe farisea a la fe cristiana, de su lealtad a la ley judía a la fidelidad en Cristo y de su propia justicia a la justicia de Dios. La conversión significa dejar las normas del mundo para ir en pos de las de Dios. Significa cambiar de forma de vida, no de personalidad.

Fue la gracia de Dios la que envió la luz resplandeciente al enemigo de la fe cristiana en el camino a Damasco. Sólo la gracia de Dios puede convertir los corazones de los que tienen la voluntad de recibir el poder transformador del Señor. Jesús dice: Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día". (Juan 6,44).

Pablo era un hombre “bueno”, bien educado e inteligente, con una personalidad dominante, poseía una “buena conciencia” (Hechos 23,1) y era celoso de la ley. Creía sinceramente que estaba persiguiendo a una secta débil, ignorante y fanática. Creía que su tarea era ayudar a Dios, purificando a Israel de la corrupción religiosa. Pero necesitaba experimentar a Jesucristo para obtener su salvación. Su obediencia cuidadosa de la ley y el celo con que se entregaba al servicio religioso no eran más que “paño sucio” (Isaías 64,5) porque "era impuro". 

Pablo fue consciente de que debía apartarse de todas sus formas y de todos sus intereses personales para recibir a Cristo. Debía olvidar su propia justicia para recibir, por la fe, la justicia de Dios (Filipenses 3,1–9). Es decir, Pablo tuvo que convertirse para ser salvo.

El hombre hace su papel, someterse a Dios y obedecerlo, pero es Él quien hace el milagro por su gracia en el corazón del mismo. Pues Dios es el que produce en ustedes tanto el querer como el actuar para agradarle.” (Filipenses 2,13). “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día". (Juan 6,44). 

Mi camino de Damasco

Personalmente, me siento un privilegiado. Yo he experimentado mi propio camino de Damasco. He vivido una vida pensando que yo era bueno, que no hacía mal a nadie, que todo dependía de mi y de mi talento. Seguía la corriente de este mundo” (Efesios 2,2), “en las pasiones humanas (1 Pedro 4,2). Dios no estaba en mi vida. Ahora soy consciente. Por eso, he abandonado mi anterior vida desorientada. 

Cuando encuentras el amor verdadero, el amor desinteresado, el amor con mayúsculas, desaparecen las dudas y emerge el sentido de todo: EL AMOR. No es posible callártelo, quieres gritarlo a los cuatro vientos. Yo he experimentado el amor humano con mi ángel, con mi mujer, a quien quiero profundamente y lo más importante, he experimentado el amor divino, con mi Padre, con mi Creador a quien quiero con toda mi alma.

Yo estaba ciego, pero con humildad y obediencia escuché su voz. Dios me miró a los ojos y dijo mi nombre: ¿Me amas Alberto? Ante tal pregunta, uno se desmorona, se rompe, cae de rodillas y con lagrimas en los ojos, dice: "Tú sabes que te quiero, Señor".

Pero lo importante, lo trascendente no es si yo te quiero, Señor. Lo fundamental es que Tú me quieres, aún a pesar de mí, de mis defectos, de mis infidelidades y pecados, me quieres antes de yo conocerte. Ese es el centro del universo, que Tú me amas desde siempre y para siempre.

Por eso, me entrego a ti, a tu voluntad, a tu amor inagotable, a tu misericordia infinita, desde mi pequeñez, desde mi insignificancia, desde mi torpeza.

Mi amor, pequeño y humano, es importante para Ti, el Hacedor de todo y eso no se puede corresponder con palabras ni con hechos mortales. 

Yo, que soy un átomo en tu propósito eterno, para Ti soy vital. ¿Existe un amor más grande?

Señor, gracias por convertirme día a día, por moldear mi carácter, por dejarme conocerte y experimentarte.

Gracias por otorgarme la gracia de amarte, de servirte y de servir a los demás. 

Gracias por el privilegio de ser instrumento tuyo en Tu plan de salvación. 

Gracias por curar mi ceguera y permitirme darte gloria. 

Gracias por iluminar mi camino y sacarme de las tinieblas.

Gracias Señor. 

Tú sabes que te quiero.


jueves, 5 de mayo de 2016

LA RESURRECCIÓN DEL AMOR

We all need a love resurrection
Just a little divine intervention
(Alison Moyet)



"Todos necesitamos resucitar al amor, tan sólo basta una pequeña intervención divina". Lo que Alison Moyet desconocía es que ya la hubo y no fue pequeña, precisamente. 

Jesucristo, con su muerte y resurrección, nos ha enseñado el verdadero significado del amor: nos amó hasta el extremo, incondicionalmente, tal y como somos, y a la vez, nos perdonó.

Con Él, resucitamos al amor. Con su perdón, somos restaurados en el amor. Jesús no esperó a que le pidiéramos perdón, se lanzó a nosotros con los brazos abiertos.

Este fin de semana escuche al padre Roel preguntar "¿Quién debe dar el primer paso, el que debe perdonar o el que debe ser perdonado?" Su respuesta fue muy sencilla: "Quien más ame".  

Si tú eres el que más ama, lánzate y perdona. Cristo lo hizo.

Nuestro Padre misericordioso nos ofrece como gracia, la posibilidad continua de ser perdonados en el sacramento de la reconciliación. 

Reconcíliate con el Señor y corre a perdonar a tu hermano.

Alguien dijo en una ocasión que "el amor es una planta que se riega con paz y con perdón". ¡Qué gran verdad!

El amor no puede crecer con raíces de rencor ni con ramas de odio. 

El prejuicio y la intolerancia son males que se han convertido en una epidemia que destruye bosques enteros de humanidad. 

El odio ha matado al amor. Por ello, necesitamos regarlo con ríos de perdón y torrentes de paz.

El amor todo lo perdona, no lleva cuenta, no es rencoroso, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo (1 Corintios 13, 4-8).

El amor alienta.... el odio destruye. 
El amor atrae.... el odio rechaza. 
El amor confía.... el odio sospecha. 
El amor tranquiliza.... el odio altera. 
El amor espera.... el odio desespera. 
El amor consuela.... el odio crispa. 
El amor perdona.... el odio intriga. 
El amor vivifica.... el odio mata.
El amor es dulce.... el odio es amargo.
El amor es pacífico.... el odio es guerrero.
El amor es luz.... el odio es tiniebla.
El amor es humilde.... el odio es vanidoso.
El amor es espiritual.... el odio es carnal.
El amor es sublime.... el odio es triste.

martes, 3 de mayo de 2016

LOS ARCÁNGELES, NUNCIOS SUPREMOS DE DIOS



La palabra "Arcángel" viene del griego αρχάγγελος (archángelos), palabra que aparece sólo dos veces en el Nuevo Testamento: el antiguo prefijo griego αρχ- (arc-), o en otra forma del prefijo άρχω (arco) significa "que gobierna, que dirige, que comanda, que lidera" + άγγελος (ángelos) que significa "mensajero". 

A partir de estas raíces, el significado dado es de "Ángel Superior" o "Ángel Principal", según la sintaxis del idioma griego. Cabe destacar que el prefijo "αρχ" indica supremacía, uno de los primeros en su clase o liderazgo ante determinado grupo, por tanto, podría traducirse el término como "Capitán de los Ángeles" o "Uno de los primeros ángeles". 

Los Arcángeles son conocidos como los  "Nuncios supremos"porque son enviados a la tierra para anunciar a los hombres las cosas más importantes y trascendentales

Constituyen uno de los nueve coros (el penúltimo) de la tercera jerarquía angelical. 

En los libros canónicos de Génesis y Tobías se detalla el nombre del arcángel Rafael; en Lucas, el de Gabriel; y en 1 Tesalonicenses, JudasApocalipsis el de Miguel.

En los libros apócrifos de Enoc, se detallan los nombres de 7 arcángeles

"He aquí los nombres de los santos ángeles que vigilan: Uriel, uno de los santos ángeles, llamado el del trueno y el temblor (temor); Rafael, otro de los santos ángeles, el de los espíritus de los humanos; Raguel, otro de los santos ángeles, que se venga del mundo de las luminarias; Miguel, otro de los santos ángeles, encargados de la mejor parte del la humanidad y del pueblo; Sariel, otro de los santos ángeles, encargado de los espíritus de los hijos de los hombres que pecan en espíritu; Gabriel; otro de los santos ángeles, encargado del paraíso, las serpientes y los querubines; Remiel, otros de los santos ángeles, al que Dios ha encargado de los resucitados."

Rafael: "Dios cura" o "Medicina de Dios"
  • es el guardián del árbol de la vida en el Edén (Gn 3,24; 18-19)
  • es el jefe del coro angélico de las virtudes
  • es el ángel de la providencia, que cuida a la humanidad y a los peregrinos: sirvió de guía a Tobías, indicándole como devolverle la vista a su padre Tobit en Nínive (Tob 11, 7-8)
  • es “uno de los siete ángeles que están al servicio del Señor y que puede entrar ante su presencia gloriosa” (Tob 12,15)
  • es el encargado de los espíritus de los hombres, de sus heridas y de sus enfermedades 
  • es quien presenta las oraciones de los santos a Dios
Miguel: "Quién como Dios"
  • es el virrey del cielo, príncipe de la luz, custodio de la Iglesia Católica, protector del pueblo de Dios, desde hace más de 10 siglos, acompañante de las almas en la eternidad 
  • es el ángel del juicio final (1 Tes 4,16)
  • es el jefe de todos los ejércitos angelicales que peleó con el Diablo encima del cuerpo de Moisés (Jud 9); y en el cielo contra el Dragón y sus ángeles rebeldes (Ap 12,7), es decir, contra Luzbel o Satanás, a quien venció y expulsó en la batalla celestial, implícita en la alusión en el Génesis a la separación de la luz y la oscuridad
  • es  el símbolo del eterno triunfo de la luz sobre las tinieblas
Gabriel: "Varón de Dios" o "Fortaleza de Dios"
 
  • es el ángel de la misericordia, la revelación y la muerte
  • es quien le comunica a Zacarías que sería el padre de Juan Bautista (Lc 1,11-20) 
  • es el transmisor del gran anuncio de la salvación a la Virgen María (Lc 26-30) 
  • es, probablemente, el ángel que consoló a Jesús en el huerto del Getsemaní (Lc 22,43), y el que toca la 7ª trompeta en el libro del Apocalipsis (Ap 11,15-19)
  • es el encargado del Paraíso, las serpientes y los querubines
Uriel: "Luz de Dios" o "Fuego de Dios"
  • según el libro de Enoc, es el ángel del trueno y del temblor, también llamado Fanuel
  • es el ángel de la retribución y el arrepentimiento
  • es quien transmite a los hombres el conocimiento divino e interpreta la profecía
  • es el ángel que advirtió a Noé sobre el castigo del diluvio universal
  • es el ángel que se apareció a Moisés como la zarza ardiente 
  • es, probablemente, el ángel que combatió toda la noche contra Jacob en Penuel, cambiándole su nombre por Israel "fuerza contra Dios" (Gn 32,24-28) 
Sariel: "Mandamiento de Dios" 

  • también llamad Saraqael
  • es el encargado de los espíritus del género humano que hacen pecar a los espíritus
  • vigila, "ve la injusticia cometida sobre la tierra" y lleva la causa de los humanos ante Dios
Ragüel: "Amigo de Dios" o "Deseo de Dios"
  • es el ángel de la justicia, de la imparcialidad y de la armonía, encargado de velar por el universo y las luminarias
  • es identificado con el ángel del 5º sello (Ap 6,9-11). En el juicio final, será quien ejecute las condenas contra los malvados
  • observa a todos los ángeles y arcángeles, y comprueba que están trabajando adecuadamente con mortales, de una manera armoniosa y ordenada, según la voluntad y el orden divinos (Ap 3,7-13), lleva la cuenta de sus errores (Mt 18,10), y publica el castigo para los ángeles que han transgredido las norma de Dios (Dn 7,10)
Remiel: "Trueno de Dios" o "Misericordia de Dios"
  • también llamado Jeremiel
  • es "el ángel que preside las visiones verdaderas" 
  • es el encargado de los resucitados

sábado, 23 de abril de 2016

LOS ÁNGELES, CRIATURAS ESPIRITUALES

¿Existen los ángeles? ¿Son un mito del pasado? ¿Hemos de pasar página sobre ellos? ¿O debemos tenerlos presentes en nuestra fe y en su vivencia? ¿Puede la razón explicar su existencia? ¿Qué dice la revelación y qué dice la Iglesia? 

Los ángeles, por su esencia y su misión, son criaturas espirituales al servicio del Creador y de la obra de la redención. Algunos de ellos, por su rebelión contra Dios, fueron expulsados de su presencia y de su servicio, y se convirtieron en demonios, criaturas angélicas con la voluntad deformada, que existen de igual forma.

Su existencia es una verdad de fe revelada en la Sagrada Escritura, una verdad del dogma católico expresado en el Credo de los Apóstoles y por el credo Niceno-Constantinopolitano, en el Catecismo Romano y de la Iglesia Católica y en la Tradición y Magisterio de la Iglesia.

En la Biblia aparecen, por lo general, como mensajeros de Dios (en hebreo, mal'ak; en griego, ángelos y en latín, angelus que significa "mensajero", "nuncio", "enviado"), encargados por Él para una misión o para transmitir un mensaje.

Aparecen como protectores, ejecutores de la voluntad divina, libertadores; forman parte de la corte celestial, están en presencia de Dios, son muy numerosos, omnipresentes, invisibles pero luminosos, inmortales y están dotados de un conocimiento muy superior al humano.

Pruebas de su existencia
Existen muchos tratados teológicos sobre los ángeles que señalan cuatro tipos de pruebas de su existencia:
  1. La fe. Todo católico cree en su existencia por lo anteriormente mencionado. En la Biblia existen  148 referencias a los ángeles en el Antiguo Testamento y 74 en el Nuevo. 
  2. La experiencia de los santos. Los padres del desierto y muchos santos como San Antonio Abad y San Benito han tenido vivencia y experiencia personal de los ángeles apariciones y conversaciones con ellos. Teólogos como San Ambrosio, San Agustín, Santo tomás de Aquino, etc. han tratado con profundidad el tema angélico. 
  3. La lógica racional. El orden jerárquico que observamos en la creación del mundo exige la existencia de seres espirituales entre Dios y los hombres, pues si no fuera así, la obra no sería perfecta.
  4. La historia y el consenso.  Todos los pueblos y civilizaciones han creido siempre en la existencia de espíritus puros superiores al hombre e inferiores a la divinidad, a los que se ha denominado con diversos nombres: genios, espíritus, ángeles, demonios, etc.
Origen
Los ángeles pertenecen al orden de la Creación: son criaturas creadas por Dios y por tanto, no son eternos sino creados por Él al comienzo del tiempo., en el primer día de la Creación (Gn 1,1: "Al principio creó Dios el cielo...").

Están en la presencia de Dios y le contemplan. Tiene conocimiento de Dios pero, más bien, se asemeja al de un espejo, que reproduce la imagen de Dios.
Número
No es posible conocer el número exacto de los ángeles pero la Biblia nos habla de que es inmenso: "millares de millares, miriadas, legiones...".

Incluso, algunos autores cristianos consideran incontable su número y algunos Padres de la Iglesia han llegado a explicar (sobre la parábola de la mujer y los coros angélicos) que para que se completara el numero de los elegidos, junto a los nueve coros de ángeles, fue creado el coro de los hombres.

Aunque no se menciona que todos los coros sean  iguales o proporcionales, aún en el caso de que  el coro de los hombres fuera la décima parte, el número de ángeles sería inmenso.

Nombre y Naturaleza
El nombre "ángel" define el oficio y no la naturaleza de estos seres espirituales. Son "mensajeros", ""nuncios", "embajadores" pero no todos los coros cumplen esta misión.

Por naturaleza, son espíritus, seres celestiales que, al ser enviados, se les denomina ángeles. 

No tienen cuerpo ni materia. Son "inteligencias celestes", "seres inteligibles e inteligentes", "inmateriales", "seres cognoscitivos", dotados de razón e inteligencia que participan de la Sabiduría divina y poseen iluminación.

Un ángel es una "sustancia intelectual siempre en movimiento, incorpórea, que sirve a Dios y por la gracia, ha alcanzado la inmortalidad" (San Juan Damasceno).

Son pues, inmortales e incorruptibles, no necesitan adoptar un cuerpo por ellos, sino por nosotros, para que les podamos ver.

Algunos teólogos afirman que, por voluntad divina, cada jerarquía tiene ángeles de la misma especie; Otros, que cada coro celestial forma una especie, según sus oficios o ministerios. Para otros, como San Agustín, cada ángel es una especie diferente  por que es una esencia diferente.
Lugar y Movimiento
Un ángel, al ser puramente espiritual, se encuentra de una manera que trasciende por completo el lugar corporal. Está en un lugar y no en otro, pero ese lugar no se puede medir o conmensurar.

Un ángel está en un lugar cuando ejerce en él una determinada acción, no tiene dimensión como los cuerpos pero virtualmente, ejerce una acción en un determinado lugar. Por ello, no puede estar en distintos lugares a la vez, aunque sí en varios puntos de un mismo lugar.

Sólo Dios  puede actuar a la vez en todos los lugares del universo. Por ello, la virtud operativa de un ángel, a diferencia de la de Dios, es finita y limitada.

Un ángel puede moverse (así lo prueba la Escritura) localmente si necesitar pasar por el medio al trasladarse de un lugar a otro, pero su movimiento no puede ser instantáneo, aunque sea rapidísimo.

Voluntad y Amor
Los ángeles, como seres inteligentes y cognoscitivos, tienen amplio entendimiento y una voluntad inmutable. Su voluntad está siempre orientada al bien, tiene una inclinación natural a la felicidad y está dotada de libre albedrío. Una vez han hecho una elección, ya no pueden arrepentirse ni volverse atrás. 

Un ángel no elige de forma discursiva o razonada sino que percibe el bien de una manera más perfecta, por lo que elige o rechaza de modo fijo e inmutable. Los ángeles buenos permanecen por siempre fieles  y los ángeles malos o demonios siempre infieles. Su elección es definitiva.

Un ángel, al igual que un hombre, se ama así mismo ya que desea su bien  y su perfección. Un ángel ama también a todos los demás ángeles en cuanto que son de la misma naturaleza angélica. Un ángel ama a Dios  más que así mismo no por su propio bien sino por Dios mismo que es el Bien supremo. En todos los casos, lo hace libremente.
Gracia y Gloria
Los ángeles son espíritus compenetrados con el Espíritu Santo, por lo que ha sido gratificados con los dones sobrenaturales que Dios les otorga.

Al principio, no fueron creados en estado de gloria o bienaventuranza ni recibir la gloria con sus propias fuerzas naturales pero sí en estado de gracia divina.

La gloria fue otorgada después del primer acto meritorio realizado con la gracia santificante: la prueba del pecado, es decir, la rebelión contra Dios o la perseverancia fiel a su lado. 

Los que permanecieron leales recibieron los dones de la gracia y el grado de bienaventuranza (gloria sobrenatural) conforme al grado de su perfección natural angélica. Por ello,  ahora son absolutamente impecables y disfrutan de todo lo que pudieran desear.

Jerarquías y Coros angélicos
Las jerarquías y coros angélicos existentes no son dogma de fe pero encuentran fundamento en las Sagradas Escrituras y en la Tradición de la Iglesia.

Los ángeles aparecen mencionados en numerosas ocasiones en la Biblia, citándoles habitualmente de forma general, aunque en ocasiones, se les da un nombre concreto: querubines, guardianes del Paraíso (Gn 3, 24), serafines, rodeando el trono de Dios y alabando su nombre (Is 2, 3-6), tronos, dominaciones, principados, potestades, creados por Él y para Él (Col 1, 16), arcángeles, que son siete (Tob 12, 15) y ángeles, mensajeros del Señor.


La Tradición de la Iglesia, basándose en la Palabra, habla de la existencia de nueve coros angélicos:
  1. SERAFINES
  2. QUERUBINES
  3. TRONOS
  4. VIRTUDES
  5. DOMINACIONES
  6. POTESTADES
  7. PRINCIPADOS
  8. ARCÁNGELES
  9. ÁNGELES
La jerarquía es un orden sagrado, un saber y un actuar que imita a Dios en proporción a la luz que recibe de Él. Se distinguen tres jerarquías, cada una compuesta de tres coros, de mayor a menor, en las que los ángeles de los coros superiores están más próximos a Dios e instruyen y guían  a los menos cercanos:

- Primera jerarquía. 
Compuesta por seres totalmente puros y en constante amor de Dios. Son "contemplativos", están llenos de luz y tienen un conocimiento extraordinario de muchos misterios divinos. 
  • Serafines. Significa "Amor ardiente" y aparecen en Is 6, 1-13. Arden en un amor incomparable por su proximidad al Creador. Denominados "Ardientes e inflamados" por ser espíritus abrasados por el fuego divino. Están en continuo y cercano contacto con Dios.
  • Querubines. Significa "El más alto o bendito". Aparecen en Ez 1,4-5Son ángeles sobre los que se sienta Dios. Llamados "Plenitud de ciencia" porque contemplan de cerca la claridad de Dios. Son la escolta de Dios.
  • Tronos.  También conforman el trono de Dios. Sobre ellos, se sienta el mismo Dios y poseen una "tranquilidad excelsa, una serenidad plácida y una paz que supera toda experiencia" (San Bernardo).
- Segunda jerarquía
Ejército de ángeles puros, iluminados y perfectos gracias a las iluminaciones  divinas, concedidas por mediación de la primera jerarquía.
 
  • Dominaciones. Superan en poder a los principados, porque presidir es estar al frente, mientras que dominar es tener sujetos a los demás. Son espíritus libres de toda opresión, permanecen continuamente solícitos ante Dios y a su servicio, dominando a los espíritus angélicos inferiores. Sobresalen por encima de los demás, pues de ellos depende el gobierno de los principados,  la protección de las potestades, los portentos de las virtudes, las revelaciones de los arcángeles y la providencia y custodia de los ángeles.
  • Virtudes. Ordenan ejecutar los signos, prodigios y milagros para aviso de los mortales. Impiden cualquier disminución de la luz divina infusa y prestan a los ángeles inferiores la fortaleza que precisen. (San Gregorio Magno).
  • Potestades. Dentro de su orden, han recibido mayor poder para someter los poderes adversos. Jamás abusan tiránicamente de su poder, siempre invenciblemente dirigidos hacia las cosas de Dios, prestan a los demás ángeles un concurso bienhechor. "Por su fuerza queda subyugado el poder de las tinieblas, reprimiendo su malicia" (San Bernardo de Claraval).
- Tercera Jerarquía. 
Ángeles puros, protegidos y enviados por la segunda jerarquía que hacen las revelaciones y presiden a las jerarquías humanas para elevarlos a Dios. Son los que están más cerca del hombre, con quien entran en contacto cuando Dios lo ordena.

  • Principados. Con dirección y sabiduría, dirigen las obras ministeriales y disposiciones divinas que han de ejecutarse por orden de Dios y presiden a los demás ángeles. Establecen, rigen, limitan, transfieren, alteran y cambian todo poder superior de la tierra.
  • Arcángeles. Son los "Nuncios supremos", porque son enviados a la tierra para anunciar a los hombres las cosas más importantes y trascendentales
  • Ángeles. Están en continuo y cercano contacto con el ser humano. Son, junto con los arcángeles, los más cercanos al hombre. Llamados "Nuncios", porque anuncian las cosas de menor importancia y Custodios" porque protegen y custodian a las jerarquías humanas del mal.  Son espíritus asignados a cada uno de los hombres y enviados para ejercer sus misiones. 
Fuente: 

"Ángeles y Demonios, criaturas espirituales"
Santiago Cantera. 
Prior de la Abadía del Valle de los Caídos



viernes, 8 de abril de 2016

SER (VIR) O NO SER (VIR): ESA ES LA CUESTIÓN



"Quien hace lo que quiere, no hace lo que debe"

La cultura occidental, enfocada en el individualismo y su libertad, difunde fundamentalmente el valor del respeto hacia la dignidad de la persona, favoreciendo su libre desarrollo y su autonomía, en detrimento de otros valores imprescindibles en el servicio, como la obediencia o la disciplina.

Cuando sirvo a otros como cristiano que soy, mi libertad individual, que lucha contra cualquier atisbo de disciplina o dependencia, corre el peligro de transformarse en relativismo (todo vale), y éste, en soberbia (porque yo lo valgo) y ésta, en rebelión al Creador (Dios no vale).

Es entonces cuando peco, al caer en una forma de idolatría y rebeldía, que no sólo no aumenta la libertad sino que esclaviza y conduce a la muerte.

¿Sirvo con obediencia y disciplina? 


Hoy, en esta sociedad, la obediencia “no se lleva”, “no es símbolo de libertad”, y la sustituimos por rebeldía; la disciplina no tiene “buena prensa”, es “políticamente incorrecta” y la interiorizamos como falta de tolerancia, flexibilidad y complacencia. 

¿Qué es la obediencia? Del latín ob audire = el que escucha, “capacidad que conduce de la escucha atenta a la acción, mediante la subordinación de la voluntad a una autoridad, a una instrucción, al cumplimiento de una demanda o la abstención de algo que prohíbe”.

¿Qué es la disciplina? Del latín discere = "aprender", “capacidad que actúa ordenada y perseverantemente para conseguir un fin”, mediante un determinado código de conducta u orden.

Mi servicio o ministerio a Dios y al prójimo requiere la presencia de ambas capacidades, las cuales a su vez, me conducen a:

  • ESCUCHA, ATENCIÓN y DILIGENCIA a quienes tienen conocimiento, experiencia, método o sabiduría. 
  • ACCIÓN aprendida e interiorizada.
  • ORDEN para que logremos los objetivos deseados.
  • ARMONÍA, porque todo guarda su lugar, su espacio y su proporción.
  • RESPETO, porque requiere que acatemos un consenso y unas directrices pactadas.
  • LÍMITE, porque un límite es una frontera que separa, pero que a la vez une.
  • COORDINACIÓN y SINCRONIZACIÓN, porque asegura la suma de todos nuestros esfuerzos complementarios y así, conseguir nuestro objetivo común.
  • EFICIENCIA, porque produce mayores resultados con menores esfuerzos.
  • SUMISIÓN e INCONDICIONALIDAD para cumplir la voluntad de la autoridad, que es, en definitiva, Dios.
  • DETERMINACIÓN y PROYECCIÓN DE METAS para saber por qué y a quién servimos.
¿A quién busco?

De la misma forma que a los primeros discípulos quienes, inseguros y dudosos, se dispusieron a seguir a Cristo, el Señor me pregunta: “¿Qué buscas?” (Juan 1, 38) y me interpela:

¿Qué busca mi corazón? ¿En qué cosas me afano? 
¿Me busco a mi mismo o busco al Señor mi Dios? 
¿Sigo mis deseos o los del que me ha dado la vida y la quiere realizar como Él quiere y conoce? 
¿Persigo mi gloria o la de Dios? ¿Obedezco a mis propias intenciones o a las ideas perfectas de Dios?
¿Cuál es mi anhelo? ¿A quién busco?

“Tu rostro buscaré, Señor” (Salmo 26, 8): ésta es mi respuesta, pues he comprendido la infinita grandeza de Dios y la soberanía de su voluntad; pero también es la respuesta de toda criatura humana en busca de verdad y felicidad. 

Hoy muchos ven negativamente toda forma de dependencia; pero es propio e innato de todo ser vivo, depender de Otro y, en la medida en que es un ser en relación, también de los otros.

Como cristiano, busco a Dios vivo y verdadero; el Dios que no he forjado yo a mi imagen y semejanza, sino el que me ha hecho a imagen y semejanza suya; el Dios que manifiesta su voluntad y me indica el caminos para alcanzarla; el Creador de quien depende mi existencia. 

La voluntad de Dios es amiga, benévola, quiere mi felicidad y mi realización, y desea mi libre respuesta de amor a su amor, para convertirme en un privilegiado instrumento de su amor infinito y misericorde.

¿Sigo a Jesús, el Hijo obediente al Padre?

Como cristiano, mi guía y mi ejemplo es Cristo, “a quien el Padre ama y se complace” (Mt 3, 17; 17, 5). Jesucristo me ha liberado por su obediencia: en Él todo es escucha y acogida del Padre (Jn 8, 28-29); toda su vida en la tierra es expresión y continuación de obediencia y disciplina al Padre hasta el punto de no hacer nada por sí mismo (Jn 8, 28), sino hacer en todo momento lo que le agrada al Padre. 

Por su “obediencia radical hasta la muerte”, “soy constituido justo” (Rm 5, 19). El rostro y el nombre de Cristo Jesús es Obediencia, Humildad y Oración.

De la misma manera, estoy llamado a seguir al Cristo obediente en mi vida cristiana como evangelizador, como instrumento de Dios o como servidor de los demás y así, obedezco y escucho como obedece y escucha el Hijo al Padre.


¿Sirvo o me sirvo?

Sirviendo sin obediencia, trabajo el doble y rindo la mitad; me disperso, exteriorizo mi desconcierto, mi caos y provoco desunión; extravío el rumbo y mis esfuerzos no se complementan con el resto del equipo; no cumplo los objetivos ni la voluntad del Señor.

Sirviendo sin disciplina, quebranto la unidad, instigo el espíritu de discordia y división, aliento los roces con los integrantes del grupo, disparo las quejas y lamentos por cuestiones menores, rompo acuerdos y normas, busco ventajas propias, hago perder el sentido de los esfuerzos conjuntos.

Sirviendo con disciplina, me convenzo de que mis ideas y soluciones no son siempre las mejores; de que no puedo hacer mi voluntad, sino la Suya; de que no siempre tengo la razón y que no son los otros quienes deben cambiar; de que no pienso sólo en mis cosas y me intereso por las necesidades de los demás.

Sirviendo con obediencia, Cristo resucitado se hace presente en mí, sigo su modelo de amor, cumplo la voluntad del Padre, me pongo al servicio del Reino y me uno fraternalmente a la familia de Dios en la tierra.