¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

miércoles, 29 de marzo de 2017

LO QUE HEMOS PERDIDO...


Llevamos algún tiempo hablando sobre la crisis de la Iglesia, sobre la necesidad de una conversión pastoral y sobre la falta de crecimiento (cualitativo y cuantitativo) en las parroquias. 

Hemos tomado conciencia de que la Iglesia no está en su mejor momento, de que es preciso hacer algunos cambios de actitud y de que para que un organismo viva, crezca y se desarrolle, es necesario que se alimente y se cuide. La misión de todo organismo vivo es crecer y dar fruto.

Pero ¿cómo podemos ser fructíferos? Lo hemos escuchado y meditado muchas veces pero seguimos parados y ensimismados, sin hacer nada, esperando y anhelando que nuestras parroquias, por ciencia infusa, se abran a los alejados, vayan y hagan verdaderos discípulos de Cristo. Con decirlo no basta. Es momento de ponerse en acción.

No cabe duda de que solos no podemos; de que debemos abandonarnos en los brazos de Dios y de su Espíritu Santo. Pero tenemos que "movernos". 

Entonces, ¿Cuál es el problema? Creo que, fundamentalmente, podemos sintetizarlo en tres factores:

Hemos perdido nuestra admiración por Jesús

Es un hecho constatado que la mayoría de los cristianos de Occidente, hemos perdido la admiración por nuestro Salvador, la ilusión por ir a su encuentro, las ganas de seguirlo. Incluso puede que algunos, hemos perdido la certeza de que Cristo ha resucitado, que es real y que vive, aquí y ahora. 

En el evangelio de Marcos podemos apreciar cuántas veces las personas que le seguían se sorprendían, se asombraban y se maravillaban de lo que Jesús decía y hacía. E inmediatamente se iban a contarles a otros acerca de Él. 

Por ejemplo, en Marcos 1, 21-28: 
"Entraron en Cafarnaún, y, el sábado, Jesús fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Todos se maravillaban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley. En la sinagoga había un hombre poseído de un espíritu inmundo, que se puso a gritar: "¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Sé quién eres: ¡El santo de Dios!". Jesús le increpó: "Cállate y sal de él". Y el espíritu inmundo, retorciéndole y gritando, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva con tanta autoridad! ¡Manda a los espíritus inmundos y le obedecen!". Y su fama se extendió rápidamente por todas partes en todo el territorio de Galilea." 

Esa es la forma en que debemos actuar en nuestras vidas cristianas: Nuestra admiración y asombro por Jesús nos obliga a hablar de Él. No podemos callárnoslo; no queremos callárnoslo. Sin embargo, es de suponer que si no estamos hablando de Él y de su mensaje, podríamos haber perdido nuestra admiración por Él. 

No podemos evangelizar si Jesús es, para nosotros, tan sólo un concepto moral o ético, una rutina o un mero cumplimiento de normas. Imposible!!!

Hemos perdido nuestra pasión por proclamar a Jesús

Me asombra escuchar, en algunas parroquias, homilías que dan poca o ninguna pista de cómo encontrarse y seguir a Jesús. No digo que haya sacerdotes que no quieran decírnoslo, pero he escuchado homilías que todavía me hacen preguntarme "¿Qué debemos hacer para salvarnos?" (Hechos 16,30). Incluso las homilías que tratan de llegar al evangelio y acercarnos a Jesús, son a veces tan secas y desapasionadas, que no me mueven demasiado a hacer lo que me ofrece el cura.
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Me asombra ver personas que se consideran cristianos y que no tienen interés en encontrarse con Jesús y seguirlo. O que creen que eso no "va" con ellos o que creen que ya lo hacen, pero en la intimidad, de puertas adentro. 

Y me pregunto...nosotros, el pueblo de Dios, todos, ¿hacemos caso a Jesús? cuando nos dice"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16, 15)¿De verdad proclamamos a los cuatro vientos nuestro gozo y pasión por Jesucristo "a toda criatura"? ¿vamos alegres por todo el mundo? o ¿ escondemos a Cristo por el "qué dirán" o le tenemos sólo para nosotros?

Cuando alguien ama apasionadamente, no hace falta preguntarle. Va... y lo dice... lo grita... a todo el mundo!!!

Hemos perdido nuestra confianza en el poder de Jesús

Y es que para confiar en alguien hay que conocerle, hablarle. Y con Dios lo hacemos a través de la oración. Generalmente, oramos poco y cuando lo hacemos, es sólo para pedir, sólo cuando le necesitamos, cuando no tenemos otra opción, cuando nos enfrentamos a algo que no podemos arreglar por nuestra cuenta. ¿Por qué? Porque estamos más pendientes de nuestras capacidades, absortos en nuestros "yoes" e inmersos en nuestros talentos, que olvidamos la grandeza de Jesucristo y el poder de su Espíritu Santo.

Nos parecemos demasiado a los discípulos de Marcos 9, 31-34 cuando Jesús "les decía: El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y, después de muerto, a los tres días resucitará". Pero ellos no entendían estas palabras y no se atrevían a preguntarle. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: "¿Qué discutíais por el camino?". Pero ellos callaban, porque en el camino habían sobre quién entre ellos sería el más grande."

O a los discípulos de Emaús en Lucas 24, 13-35: "mientras ellos hablaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar con ellos. Pero estaban tan ciegos que no lo reconocían. Y les dijo: "¿De qué veníais hablando en el camino?". Se detuvieron entristecidos." 
En dos ocasiones Jesús dice "de qué discutíais (hablabais) por el camino". De la misma forma, Jesús se encuentra con nosotros "en el camino" y nos pregunta ¿de qué discutís?. Y nosotros, ¿le hacemos caso o le ignoramos? ¿vamos pendientes de lo nuestro o estamos centrados en lo Suyo?

Es cierto que, aunque podemos hacer mucha iglesia con los dones y talentos que Dios nos ha dado, no podemos cambiar nuestros corazones ni el de de los que no creen (2 Corintios 4, 3-5). Eso es obra de Dios. 

Cristo es nuestra alegría, nuestro gozo, nuestra esperanza. Un cristiano jamás puede estar triste o amargado. O es feliz o no es cristiano.

¿Somos felices en las misas? ¿gozamos de la presencia de Dios en nuestras vidas? ¿disfrutamos del amor en nuestras parroquias? ¿Hablamos con pasión de Jesús? Ninguna parroquia ni ninguna persona que viva para y por sus propias capacidades y referencialidades puede crecer espiritualmente y seguir a Cristo.

lunes, 27 de marzo de 2017

DIOS CONSTRUYÓ UN AVIÓN PARA VOLAR


Hace poco, escuché al P. James Mallon una comparación que refleja perfectamente el estado en el que se encuentra la Iglesia hoy día: La Iglesia es como un avión de pasajeros.

Un avión que tiene el mejor fabricante de todos (Dios), quien lo construyó y lo puso a disposición de todas las personas (los pasajeros) para volar y trasladarse.

Dispuso para él un plan de vuelo perfecto hasta el punto de mandar al mejor ingeniero del universo para enseñarnos su funcionamiento (Jesucristo).


Dotó al avión de una tripulación bien formada y preparada: el piloto y el copiloto (sacerdotes y diáconos), para dirigir y marcar el rumbo; las azafatas y el personal de cabina (laicos), para ayudar y servir a los pasajeros; mecánicos en tierra (personas de vida consagrada) y, para velar porque toda la maquinaria funcione a la perfección; controladores aéreos (obispos y cardenales) para decir a los pilotos si se desvían del rumbo o si no están a la altura debida; y un presidente de la compañía que dirigiera todo (el Papa).  


Pero ¿qué pasaría si el piloto o el copiloto no estuvieran bien preparados o sencillamente, decidieran no despegar el avión? 

¿Qué pasaría si el personal de cabina sólo sirviera a los pasajeros refrescos mientras están en la pista con los motores encendidos y preparados para despegar pero no lo hicieran? 

¿Qué pasaría si los mecánicos no revisaran las piezas estropeadas o deterioradas? ¿qué pasaría si el presidente de la compañía no le importara que los aviones despegaran? o ¿ si mandara que despegaran pero no lo hicieran?


¿Qué pasaría si los pasajeros subieran al avión sólo para pasar un buen rato? o ¿para dormir?



¿Qué sentido tendría el avión? Ninguno. Y es que un avión está pensado para volar y llevar a personas de un sitio a otro, y no para servir refrescos ni para permanecer en la pista parado.

¿Queremos volar? Pues, tenemos que ponernos en movimiento o ponernos "en salida"; ¿Queremos despegar?pues tenemos que cambiar nuestra actitud cómoda de quedarnos en la pista. En realidad, todos deseamos despegar y volar pero no queremos cambiar nuestra comodidad. Y no hacemos nada por remediarlo.

No cabe duda que a todos nos gustan los cambios que nos benefician: un ascenso en el trabajo, una casa nueva, un coche nuevo, etc., pero nos aterrorizan los cambios que amenazan nuestro sentido de estabilidad, seguridad o confort y raramente aceptamos asumir riesgos que podrían poner en peligro nuestra comodidad.

Dios es activo y dinámico. Por eso ideó y construyó un avión (la Iglesia) para que estuviera en movimiento. Pero a los hombres nos gusta subir al avión no para volar sino para estar a gusto, y sin cambiar la forma en que lo utilizamos. Pero Dios tiene tendencia a ser evasivo, llamándonos, sacándonos fuera de nuestra zona de confort y atraernos a la aventura de seguirlo a su voluntad, a despegar hacia el cielo.

Muchos sacerdotes y laicos se preguntan a menudo... ¿cómo podemos despegar? ¿Cómo podemos llegar a más gente y volar? ¿Cómo podemos dar vida a una Iglesia en crisis y aparentemente moribunda?

La respuesta es muy sencilla...cambiando y moviéndonos. Despegando y poniéndonos en ruta.

Hay numerosos precentes en la Palabra de Dios que nos muestran este hecho: Dios sacó a Abraham de Ur, a José de Canaán, a Moisés de Egipto al desierto, a David del campo al palacio, de la cueva a Hebrón y finalmente a Jerusalén, a Nehemías de Susa a Jerusalén, a José y a María de Nazaret a Belén, a Pablo a Antioquía. Dios siempre nos mueve, nos hace despegar de nuestras comodidades.

Dios incluso permitió que una gran persecución golpeara a la Iglesia en sus primeros días en Jerusalén (Hechos 8). ¿Para qué? Para forzarlos a salir de su zona de comodidad y despegar hacia todas las naciones, con el mensaje del Evangelio.

Sí, sé que algunas cosas nunca deben cambiar. El mensaje central de Jesucristo (el vuelo) y toda la verdad que Dios ha revelado en su palabra, la Biblia (el plan de vuelo), es para siempre perfecta y nunca necesita ser reeditada. Pero la cultura que nos rodea está en constante estado de fluctuación y de cambio, y nuestro método de comunicar que hay un vuelo maravilloso para todos, debe adaptarse a cada nueva generación, a cada pasajero o nos arriesgamos a ser irrelevantes y obsoletos. Y nadie comprará los billetes.

Por desgracia, en el mundo occidental existen muchas catedrales e iglesias vacías que testimonian una verdad inmutable: que el Espíritu de Dios nos pasa desapercibido, que nos hemos olvidado de él. Y sin "queroseno", el avión no se mueve, por mucho que nosotros nos esforcemos.
No obstante, debemos mantener nuestra esperanza en la promesa mesiánica de Mateo 16, 18-19: "Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de Dios; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". 

La Iglesia, esposa de Cristo, prevalecerá hasta que Jesús regrese. Lo dice Dios: "Yo la edifico y vosotros la cuidáis". Pero cada parroquia, cada comunidad debe tener el coraje de cambiar la dinámica de una cultura perdida, lo que significa que los cristianos debemos ser audaces y valientes para salir de nuestra comodidad y traer a las personas que han dejado de volar, que han perdido el interés de volar, que se han alejado del aeropuerto.

Si quieres que tu iglesia despegue y vuele (y deberías, si te tomas en serio la misión que Cristo nos encomendó), entonces tendrás que cambiar tu mentalidad cómoda y aburguesada. 
Una vez que llegas a creer y amar a Dios, la manera de demostrar tu fe es con obras. Se requiere acción. ... No puedes continuar la vida como de costumbre, permanecer donde estás (en la pista de despegue) tomando un refrigerio, y volar al cielo al mismo tiempo... 

Dios no es un Dios estático. Cuando Jesús vino a la tierra, no se quedó en un lugar sino que fue de un sitio para otro. Estuvo en continuo movimiento y salió siempre de su zona de confort. Voló y lo hizo dando vida mientras se dirigía a perder la vida.

Para ir por el camino que Dios nos marca, para entender sus pensamientos, sus propósitos y su voluntad, es necesario que cambiemos. Dios nos pide que realicemos ajustes en nuestra vida, circunstancias, relaciones, pensamientos, compromisos, acciones, métodos y lenguajes. 

Una vez que hayamos hecho los ajustes necesarios, podremos "volar" en el avión que Dios construyó. Porque Dios quiere que "volemos".



domingo, 26 de marzo de 2017

SE NECESITAN LÍDERES

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"Un líder conoce el camino, muestra el camino y anda el camino" 
(John C. Maxwell)

Algunos cristianos nos hemos lanzado a "esto" de la Conversión Pastoral de la Iglesia renovando métodos, estructuras y lenguajes, y a la Nueva Evangelización, anunciando a Cristo, sirviendo y discipulando a personas. 

En ambas, visión y misión se conjugan par
a renovar, anunciar y discipular, pero se necesitan líderes, personas llamadas por Dios a conducir a otros en el proceso de cambio, a conformar comunidades, a llevar la Buena Nueva al mundo entero.

Por desgracia, no existe apenas cultura de liderazgo dentro de la Iglesia porque, tradicionalmente, los sacerdotes han sido quienes han liderado todo, se han convertido en "curas-superman", que lo hacen todo y, finalmente, se "queman". 

Y es que el cura sólo, no puede: el cura pastorea, guía, va al frente, anima, da ejemplo, asume su responsabilidad, pero necesita ayuda, necesita cristianos comprometidos y corresponsables, es decir, líderes. Si no descubrimos y formamos líderes, no iremos muy lejos. 


Encontrar y formar líderes es una necesidad apremiante que tiene un fundamento profundamente espiritual. Dios llama a personas a construir comunidades, y capacita a sus elegidos para la misión, constituyendo a unos en apóstoles; a otros, en profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros (Efesios 4,11). 

En virtud del bautismo es responsabilidad de todos los bautizados asumir este liderazgo profético del que nos inviste Dios y al que nos llama la Iglesia.

Un líder es "alguien que influye", y por tanto, para influir hay que estar en acción, sirviendo. Cualquier persona que sirve a otros, es líder porque da ejemplo, porque se pone a la cabeza, porque "se tira a la piscina".

Por eso, es importantísimo detectarlos, saber qué tipo de liderazgo ejerce cada uno y ponerlos a servir donde den fruto, de acuerdo a sus dones.

Tipos de liderazgo

El pasado mes de diciembre, en el Primer Encuentro sobre Liderazgo y Experiencias Prácticas para la Conversión Pastoral para parroquias, en Algete (Madrid) se definieron diez tipos de líderes, según su estilo de influencia:

1. Visionario: Tiene una imagen clara de hacia dónde ir, lo que Dios pretende, y lo que pasará en el futuro; le frustra ver que lo que vendrá aún no llega. Le apasiona llegar a esa visión, entusiasma a otros y suele hablar bien.

2. Directivo: Es ejecutivo y firme, piensa en las cosas prácticas, no se asusta, aterriza las visiones, toma decisiones concretas que hace que las cosas funcionen, sabe donde colocar el dinero. No suele ser buen orador ni motivador.

3. Estratégico: Asume la visión y define los pasos para llegar a ella. Ve los distintos grupos y necesidades que hay que atender, sabe la ruta, el orden, el ritmo…en definitiva, organiza la estrategia para conseguir la meta.

4. Gerencial: Es el "conseguidor", el que consigue los recursos humanos y económicos; las personas y los talentos; hace las llamadas prácticas con éxito, consigue que los recursos necesarios estén ahí y que no se desperdicien o malgasten.

5. Motivacional: Motiva al equipo como Jesús motivaba a sus discípulos, persona a persona, de paseo, en barca, uno en uno o en grupos pequeños. Hace sentir a cada uno que es persona, no un engranaje. A menudo, consuela a los heridos por el líder directivo que tiende a ser un poco insensible.

6. Orador: Es una variante del líder motivacional porque motiva, consuela y acompaña, sobre todo, con oración. Abraza y acoge, reza por todos y cada uno del grupo y los acerca a Dios personalmente.

7. Forjador de Equipos: No necesariamente gestiona bien a las personas pero sabe forjar equipos, buscar los dones y carismas de cada uno y ponerlos a trabajar juntos. Organiza a las personas según sus capacidades y según las circunstancias.

8. Emprendedor: Le gusta poner en marcha cosas, pero al cabo de un tiempo, cuando ve que ya han cuajado y más o menos funcionan, prefieren pasar a otro proyecto. Hay que tener cuidado, estos líderes necesitan ir acompañados de otros líderes que den continuidad a los proyectos y eviten ir "a salto de mata". 

9. Reconstructor: Renueva cosas que ya existían pero estaban atascadas; también soluciona casos de conflictos y problemas enquistados; gestiona bien las crisis, es"solucionador" y hace "reformas" en estructuras.

10. Negociador: Construye puentes, hace concesiones, busca soluciones creativas y alternativas, junta a gente insólita, logra alianzas entre gente muy diversa, o aislada o enfrentada.

Lo que un líder cristiano es y no es

Un líder cristiano NO  
es perfecto ni ignora sus propias debilidades.
- tiene la voz más alta de la habitación ni abusa de su autoridad.


- obliga a la gente a hacer las cosas ni cómo hacerlas.
- ignora el fracaso ni enmascara la realidad.
- evita los retos ni huye de las dificultades

Un líder cristiano SÍ
- influye en otros, admitiendo sus propias debilidades.
- alienta e inspira a otros, con humildad y su ejemplo.
- muestra a otros a seguir su visión con pasión.
- asume riesgos y aprende de sus fracasos.
- es transparente y honesto, haciendo que otros se sientan valorados y apreciados.

5 Prácticas esenciales de un líder

Nuestro gran ejemplo y modelo, Jesucristo, define y nos muestra una alternativa divina a los métodos convencionales de liderazgo y que consiste en cinco prácticas esenciales:

1- Aprendizaje. "Yo quiero enseñarte, indicarte el camino que tienes que seguir, quiero darte un consejo, quiero mirar por ti." (Salmo 32,8). Cada cristiano requiere de un aprendizaje y de una forma u otra, cada modelo de liderazgo, también. Los líderes siempre deben ser aprendices: siempre dispuestos a aprender. 

Un buen líder aprende continuamente para servir mejor a los demás. Buscar la visión de la parroquia es ser visionario, pero también muy práctico y concreto. Debe tomarse su tiempo rezando, reflexionando, ante Dios y con su equipo de colaboradores, para descubrir la visión.

2- Enseñanza.  El apostol Pablo dijo: "Es, pues, necesario que sea apto para enseñar" (1 Timoteo 3, 2).  Esta práctica está estrechamente ligada a la anterior, el aprendidaje. Los buenos líderes invierten en aquellos a quienes dirigen y comparten con ellos lo que han aprendido. 

Se toman el tiempo para inculcar su conocimiento a las personas a su cargo. No guarda ni esconde nada para su propio provecho. El resultado es que las personas que siguen a estos líderes se convierten en líderes ellos mismos.

3- Servicio. Jesús dijo: "Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. No es así con vosotros. En cambio, el que quiera hacerse grande entre vosotros, sea vuestro servidor " (Mateo 20, 25-26). 

Los malos líderes dirigen a otros, los buenos líderes sirven a los demás con el ejemploAyudan y sirven como el que más, tiran del carro y no están pendientes de ejercer su autoridad.

4- Cuidado. "No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, preocupándoos no sólo de vuestras cosas, sino también de las cosas de los demás." (Filipenses 2, 3-4).

"Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?" (1 Juan 3, 17).

A menudo, los malos líderes tienen espíritu de rivalidad o de orgullo y hacen las cosas para su gloria, creyéndose superiores. Cierran su corazón egoísta a sus hermanos necesitados y no se preocupan por ellos.

Los buenos líderes simplemente se preocupan por la gente, compartiendo sus vidas con ellos sin esperar nada a cambio, con humildad y con amor. El mismo amor del Padre. 

5- Ejecución. "Yahveh lo acabará todo por mí. ¡Oh Yahveh, es eterno tu amor, no dejes la obra de tus manos!" (Salmos, 138, 8).

Todos los líderes tienen que conseguir que las cosas se ejecuten. Tienen que producir resultados significativos.

Sin embargo, los malos líderes tienden a utilizar el control para que se hagan las cosas. Tienden a pensar que las cosas de Dios dependen de ellos.

Los buenos líderes, en su lugar, utilizan la inspiración. Comparten una visión de un objetivo que les apasiona e invitan a otros a conseguirlo con ellos, en la convicción de que es Dios quien realiza todo.

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sábado, 25 de marzo de 2017

¿ES AMPLIA TU VISIÓN?


A lo largo de los años, he aprendido que -a diferencia de la opinión popular- cuanto más amplia es la visión, más fácil es alcanzarla y, en última instancia, el tamaño de tu visión debe estar determinado por el tamaño de Dios.

La cuestión no es quién te crees que eres, sino quién crees que es Dios. En tu sueño, no te preguntes: "¿Qué puedo hacer por mi comunidad?", sino: "¿Qué puede hacer Dios por mi comunidad?"

¿A cuántas personas podríamos alcanzar?

Para determinar el tamaño de nuestra visión, necesitamos tener en cuenta tres factores. El primer factor es la población final de nuestro área de servicio. Es decir, nuestro público objetivo; a cuántas personas podemos alcanzar.

Busquemos un plano del barrio, dibujemos un círculo que incluya aproximadamente 15 minutos de distancia en automóvil de nuestra parroquia y descubramos cuántas personas hay en ese área.

Tratemos de llegar a todos ellos. Aunque sabemos que no podremos llegar a todos, asumamos la responsabilidad de tratar de llegar a todos. 

¿De cuánto tiempo disponemos?

La mayoría de nosotros sobrestimamos lo que podemos hacer en un año y subestimamos lo que podemos hacer en 5 años o 10 años. El problema es que establecemos nuestros objetivos demasiado bajos y tratamos de lograrlos demasiado pronto.

Debemos establecer grandes metas, metas enormes, aunque lleve tiempo alcanzarlas. No esperemos un milagro de la noche a la mañana. Empecemos a construir por los cimientos. No estamos interesados ​​en el desarrollo de una seta, sino ​​en el de un roble. Una seta tarda 12 horas en crecer; un roble tarda 60 años. Pero un roble dura mucho más.

Para alcanzar grandes metas, tenemos que planificar el servicio en nuestra parroquia a largo plazo. Hay muchas que son flor de un día, crecen rápido pero no construyen cimientos. No echan raíces. Todo lo que sube rápido, baja rápido.

Debemos planificar el tiempo. La perseverancia es la clave para alcanzar una gran meta. O lo que es lo mismo, el tamaño de nuestra meta estará determinado por la cantidad de vida que planeemos utilizar en alcanzarla.

¿Con qué dones contamos?

El tercer factor para determinar el tamaño de tu visión es una evaluación franca de los dones que Dios nos ha dado. La Biblia enseña claramente que hay personas con un talento, cinco talentos y diez talentos.

Algunos sacerdotes nunca tendrán más de 150 personas en su parroquia, porque se empeñan en hacerlo todo ellos mismos. Realizan todas las actividades, incluso las que no están a su alcance o para las que no están preparados. 

Como buenos pastores, quieren conocer a todas sus ovejas por su nombre y anhelan en exceso el contacto personal.

No hay nada malo en tener el corazón de un pastor. Dios ama a la gente con corazón de pastor y con olor a oveja. Por eso llamó a tantos sacerdotes a su Iglesia. Pero si pretendemos que nuestra parroquia crezca, debemos estar dispuestos a formar a otros líderes. Es uno de los peajes del crecimiento.

Si tenemos una visión amplia y una meta ambiciosa para hacer crecer a nuestra parroquia y que llegue a gente de todo el espectro, tendremos que cambiar la forma en la que pensamos. 

Ésa es la razón por la que tenemos hacer una evaluación honesta de nuestros dones, de con qué y quiénes contamos. Y una de las claves de esta evaluación es fijarnos en qué gastamos el dinero de la parroquia. Ello nos dirá cómo es nuestra visión de amplia y si "evangelizamos" o "mantenemos"

En resumen, para establecer la visión y la misión de una comunidad parroquial, lo primero que necesitamos es saber nuestro "target" (a quién nos dirigimos), lo segundo es el "timming" (cuánto tiempo nos marcamos) y lo tercero, los "resources" (con qué recursos materiales y humanos contamos).