¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

viernes, 22 de marzo de 2019

¿LÍDERES O COORDINADORES?

"Yo soy el buen pastor. 
El buen pastor da su vida por las ovejas" 
(Juan 10,11)

Hoy quiero meditar sobre la diferencia entre "coordinadores" y "líderes" espirituales, sobre la divergencia existente entre "grupos" y "equipos" dentro del ámbito evangelizador y cristiano.

Un coordinador es una persona que asume una función y organiza el trabajo de otras personas y los medios que se utilizan para la consecución de esa acción común: coordina acciones, ejecuta procesos, sigue unas pautas. Nada más.

Un líder, según la traducción del término inglés "leader" es, por el contrario, una persona que guía conduce, dirige, motiva, influye, compromete a otros y se compromete, toma la iniciativa, encabeza, da ejemplo, anima, delega, gestiona, convoca, promueve, tiene incentiva y evalúa de forma eficaz y eficiente.

Un grupo es un conjunto de personas que se relacionan principalmente para compartir la información y tomar decisiones para ayudar a cada miembro a desenvolverse dentro de su responsabilidad. Sus formas de trabajo y actitudes no afectan al resto del grupo. No existe sinergia positiva y, por ello, el resultado final es la suma de los esfuerzos individuales.

Un equipo es un conjunto de personas que trabajan de manera coordinada en la ejecución de un proyecto. Cada uno de sus miembros está especializado en un área determinada y sus formas de trabajo y actitudes afectan al resto de compañeros y viceversa. Genera sinergias positivas a través de esfuerzos coordinados. Así, los esfuerzos individuales resultan en un resultado que es mayor a la suma de ellos.

Por tanto, desde un punto de vista espiritual, en la evangelización no existen coordinadores ni grupos. Existen líderes y equipos.

En primer lugar, hablar de "coordinadores", es utilizar un lenguaje "protestante" que se sustenta en una obsesión desmesurada por nuestra condición de pecadores, arrastrándonos hacia un "buenismo puritano", que nos induce a una falsa modestia para evitar tomar ninguna iniciativa propia. 

Por supuesto, que somos pecadores, pero estamos sustentados por la gracia.

En segundo lugar, en España tenemos un gran complejo con los anglicismos, sobre todo con éste. Y es porque no comprendemos su significado al adecuarlo a nuestra mentalidad latina. Liderar no es mandar ni dar órdenes. No es imponer, ni ordenar, ni ejercer poder. Un líder espiritual no es un mandón ni un tirano sino un cristiano que da ejemplo, que va a la cabeza.

En tercer lugar, Jesucristo es a quien seguimos. El mayor ejemplo de liderazgo es JesucristoEstamos llamados a ser como Él. También en el liderazgo. Él no asumió su papel con orgullo ni privilegios sino con humildad, oración y obediencia. Ese es nuestro ejemplo de liderazgo.

El no escogió a 12 discípulos porque estuvieran capacitados sino que los escogió para capacitarlos ("Dios capacita a los elegidos y no elige a los capacitados"). Ese es nuestro ejemplo de liderazgo. 

En cuarto lugar, Cristo no formó coordinadores. Formó a discípulos para que fueran lideres y enseñaran, para que formarán a otros líderes. Es decir,  dio ejemplo de servicio y, después delegó. Un líder tiene seguidores (discípulos), no súbditos. Sabe brindarse, servir, capacitar y formar, identificar las necesidades, detectar carismas, posibilitar el crecimiento y desarrollo de cada uno, organizar, comunicar, escuchar, confiar, transmitir un sentido de pertenencia.

Y en último lugar, en el servicio a Dios no hay coordinadores. Hay líderes que se ponen a la cabeza del servicio. Son los primeros servidores que sirven como los últimos, que inspiran, crean, motivan, animan, trazan un camino, que tienen una visión y una misión que cumplir.

El liderazgo tiene la capacidad de influir. No depende de la posición. De hecho, si la única influencia que tenemos proviene de un "título" o "cargo", no somos líderes.

Coordinador vs. Líder
-Un coordinador responde a lo que sucede. Un líder hace que las cosas "sucedan".

- Un coordinador se responsabiliza de asumir la misión y ejecutar la visión pero requerirá determinadas aptitudes que un líder ya tiene. Un líder es un catalizador que crea cambio, impulso y progreso.

- Un líder asume la responsabilidad y ama el desafío. Un coordinador se siente abrumado por ambos.

Para nosotros los cristianos, ser líder es una gran responsabilidad que debemos asumir con humildad, generosidad y obediencia. Exactamente como lo hizo Jesús.

El liderazgo perfecto de Jesús
Si nos ponemos en "modo Jesucristo", es decir, si nos fijamos en el liderazgo perfecto de nuestro Señor, un líder:

-Señala el Camino (Misión) que debemos seguir para alcanzar la plena felicidad, pero no sólo lo señala sino que es el primero en atravesarlo. Es decir, encabeza la acción y da ejemplo.

-Delega su Autoridad y su Poder (Gracia) a sus seguidores, no se guarda cosas para sí, al contrario comparte su sabiduría con quienes lo acogen en sus corazones.
-Desarrolla un Plan Estratégico (Plan de Salvación) totalmente incomprensible a las mentes humanas, pero que expresa y manifiesta de forma sencilla y según cada realidad.

-Establece una Organización (Iglesia, equipo) que soporte y haga efectivo ese Plan de Salvación que tiene Dios para nosotros.

-Nos guía y acompaña (compañero) en todos los momentos de nuestra vida, aunque en muchas ocasiones no le veamos o nos parezca que no está.

-Nos brinda la oportunidad de un diálogo constante con él (Oración) para conocerle, para conocer su voluntad, para apoyarnos y guiarnos.

-Da la vida por los suyos (Sacrificio), se sacrifica por otros, se "desvive" por otros, pide por  otros.

Como líder cristiano debo:

- Pedirle a Dios la capacidad de saber informar y comunicar al equipo lo que Él quiere de nosotros.

-Escuchar y entender los problemas de las miembros del equipo, anticiparme a sus dudas y responder sus preguntas.

-Tener visión y persuadir, sin pedir al equipo que simplemente sigan mis órdenes de forma ciega o vehemente. 

-Adoptar un pensamiento crítico para tomar decisiones y resolver problemas. Medir las acciones y posibles soluciones de acuerdo a sus costos y beneficios.

-Delegar sabiendo que es más productivo asignar trabajo a aquellos que pueden hacerlo igual de bien o mejor que uno mismo.

-Organizar y ordenar mis tareas y las del resto para hacer un trabajo eficiente.

-Asumir la responsabilidad, no sólo de mis propios actos, sino los de mi equipo. No culpar a otros por mis propios errores, y compartir los errores de otros.

-Perseverar para logran alcanzar los objetivos que Dios me ha encomendado.

-Ser flexible y adaptarse a la coyuntura cuando las cosas no salen como se espera. 

-Construir y desarrollar buenas relaciones con todos los miembros de mi equipo y mis superiores.

-Respetar y no mirar por encima del hombro a mi equipo.

-Ayudar ofreciendo siempre una mano al que la necesita.

-Manejar las crisis con respuestas rápidas y efectivas cuando aparecen los problemas.


¿Eres un líder o un coordinador?



JHR

sábado, 16 de marzo de 2019

UN MENSAJE ESCANDALOSO

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"Si uno viene a mí y no deja a su padre y a su madre, 
a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, 
y aun su propia vida, 
no puede ser discípulo mío. 
El que no carga con su cruz y me sigue, 
no puede ser mi discípulo." 
(Lucas 14, 26-27)

¡Qué fuertes resuenan las palabras de Cristo en el Evangelio de Lucas! ¡Qué duro es tener que dejar todo por Él, a nuestros padres, hermanos, mujer o hijos! ¡Parece una locura, un escándalo! 

Sin embargo, lo que la Palabra de Dios quiere hacernos entender es que no es posible ser discípulo de Cristo si queremos caminar con nuestras mochilas, con nuestras intereses, comodidades o preocupaciones.

Nos asegura que no es posible seguirlo a "nuestra manera", a "nuestro antojo", a nuestra conveniencia o a nuestro gusto. 

Nos dice que no es posible ser cristiano sin dejar de lado los apegos, esclavitudes y dependencias


Nos muestra el camino y nos señala la dirección pero no nos obliga a tomarlo.

Ento
nces ¿qué significa cargar nuestra cruz?

Mientras el mundo nos señala la libertad, la prosperidad, el éxito y la realización personal como el modo de vivir una v
ida feliz, Jesús nos dice todo lo contrario: la dependencia, la humillación, el abandono y la confianza conducen a la vida plena. La cruz es indispensable para seguirlo y llegar al cielo.

Para seguir a Jesús, ¿hace falta renunciar a nuestra familia?
Cualquier versión desvirtuada de vida cristiana que podamos imaginar distinta a la de abrazar la cruz no pasa de ser un cristianismo light, una fe descafeinada, un discipulado "fake".

Como tampoco vale cargarla "de mala manera" o "por cumplir".

Debemos abrazarla, es decir, desearla, amarla. ¡qué fuerte!...¿no? ¡...de locos"! ¿verdad? ¡Un mensaje escandaloso!

Pu
diera se que nos planteáramos servir a Dios desde una perspectiva cómoda, sencilla y libre de riesgos.

Pudiera ser que quisiéramos dar una imagen pública "políticamente correcta" al mundo, pretendiendo no "descolocar" u ofender a nadie y, así, pasar de puntillas por nuestro cristianism
o.

Sin emba
rgo, el apóstol Pablo deja muy claro que seguir a Cristo implica compromiso, incomodidad y sacrificio. Implica escándalo y locura. Valentía y decisión. Tenemos que "mojarnos". No valen los atajos ni los caminos fáciles. 

Pablo escribe a la igl
esia de Corinto: "El mundo con su propia sabiduría no reconoció a Dios en la sabiduría manifestada por Dios en sus obras. Por eso Dios ha preferido salvar a los creyentes por medio de una doctrina que parece una locura. Porque los judíos piden milagros, y los griegos buscan la sabiduría; pero nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero poder y sabiduría de Dios para los llamados, judíos o griegos. Pues la locura de Dios es más sabia que los hombres; y la debilidad de Dios, más fuerte que los hombres." (1 Corintios 1, 21-25).

Imagen relacionada Si el mensaje de la cruz supone un escándalo y una locura para el mundo, el estilo de vida basado en la cruz también será considerado una locura y un escándalo para el mundo. 

Pablo dice Dios le envió a predicar el evangelio "sin alardes literarios, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo" (1 Corintios 1,17), para que no suceda lo que le ocurrió en el areópago de Atenas, durante su segundo viaje apostólico, donde trató de "suavizar" el mensaje de Cristo, fracasando estrepitosamente.

Quizás algunos tratan de seguir a Cristo a través de un denodado activismo social con el que dirigir sus conciencias hacia un pensamiento que les convierta en buenas personas, en verdaderos discípulos de Cristo. 

Si bien estar activo en obras sociales o caritativas tienen su importancia, la manera más efectiva que Dios nos ha dado para cambiar el mundo es cambiar los corazones con un mensaje claro y contundente del Evangelio. 

Un mensaje que nos confronta y que nos interpe
la en nuestras propias vidas, en nuestros entornos. 

Las conversaciones de paz, los programas políticos o diplomáticos y las estrategias sociales o económicas no son las fuerzas de cambio que más necesita el mundo. Lo que el mundo necesita es el Evangelio presentado de forma clara y sin doblez por apóstoles valientes y seguros de Dios (2 Corintios 5, 16-21).

El estilo de vida de la cruz no es un ca
mino en el que buscamos la realización personal, complaciéndonos a nosotros mismos, sino que es una forma de vida en la que confiamos en que la alegría y la paz nos llegarán a través de la completa obediencia a Dios, según sus designios, como hace un hijo con su padre.

Al entregar nuestra vida al propósito de Dios, los cristianos sabemos que Su plan es llevar a otras almas junto a Él, aunque a veces, nos lleve por situaciones de riesgo o incomodidad, en las que debemos confiar ciega e implícitamente en Él, aún sin comprender.

Solo cargando la cruz, podemos encontrar la gr
acia de una vida victoriosa y alcanzar nuestro destino final: el cielo.

¡Señor, si Tú me dices ven...lo dejo todo!



miércoles, 13 de marzo de 2019

¿PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN?


"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, 
que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. 
No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta 
antes de que lo pidáis. 
Vosotros rezad así:
'Padre nuestro que estás en el cielo, 
santificado sea tu nombre, 
venga a nosotros tu reino, 
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, 
danos hoy nuestro pan de cada día, 
perdona nuestras ofensas, 
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, 
no nos dejes caer en la tentación, 
y líbranos del mal'. 
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, 
también os perdonará vuestro Padre celestial, 
pero si no perdonáis a los hombres, 
tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas".
(Mateo 6, 7-15)


Pedir, dar y recibir perdón. ¡Cuánto nos cuesta pedir perdón por nuestras ofensas! y ¡Cuánto nos cuesta perdonar cuando nos hacen daño! 

Sin embargo, Jesús nos exhorta a cultivar el don del perdón, sin el cual no puede existir amor. Nos insiste en amarnos los unos a los otros, y sin perdón, no podemos cumplir este mandamiento.

Los cristianos no podemos vivir sin perdonarnos, porque somos conscientes de que cada día nos ofendemos unos a otros. Sabemos que todos nos equivocamos y erramos. Sabemos que todos caemos por causa de nuestra fragilidad, orgullo y egoísmo. Y aún así, Dios nos perdona. 

Jesús nos pide que curemos inmediatamente las heridas que nos provocamos unos a otros, que volvamos a tejer de inmediato el amor fraternal que rompemos con el rencor. 

Si aprendemos a perdonar de inmediato, sin esperar, el resentimiento no nos envenenará a nosotros mismos. No podemos dejar que acabe el día sin pedirnos perdón, sin hacer las paces entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas... entre nuera y suegra. 

Si aprendemos a pedir perdón inmediatamente y a darnos el perdón recíproco, se sanan todas las heridas y se fortalecen las relaciones. A veces, no es necesario hablar mucho. Es suficiente con un ademán, una caricia, un abrazo, una palabra cariñosa. Entonces, todo comienza de nuevo.

Por el contrario, si nos creemos poseedores de la razón y no somos capaces de mirar al otro con compasión, como Dios nos mira a nosotros, perdemos la paz  y el amor de Dios. Si no somos capaces de dar ese perdón, de ser misericordiosos con los demás, Dios no estará en nuestro corazón.

¿Quiénes somos nosotros para negar ese perdón al hermano cuando Cristo nos perdonó todos nuestros pecados muriendo en la Cruz? 

El espíritu del mundo nos incita a ser vengativos y justicieros. Nos anima a utilizar la estrategia perniciosa del "win/lose". Nos canta "no time for losers"Pero ante un desacuerdo entre cristianos, nadie gana. 

En la resolución de conflictos, yo utilizo una táctica que aprendí en la universidad y que me da resultados: "Para ti la razón y para mí, la paz". Así, siempre ganamos ambos. Es la estrategia de marketing "win/win"cuyo objetivo es que todas las partes salgan beneficiadas.

Contrario al espíritu del mundo, Dios nos insiste constantemente en la necesidad del perdón sanador y restaurador a lo largo de la Sagrada Escritura:

- La Parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 11-32).
- El Padrenuestro (Mateo 6,14).
- El cultivo del amor (Proverbios 17,9). 
- La bondad y compasión con todos (Efesios 4, 32)
- La tolerancia (Colosenses 3,13). 
- La amabilidad (Efesios 4, 32).

Perdonar

Perdonar a los demás y a nosotros mismos nos ayuda a ser felices. Sin el perdón, se instala en nosotros el resentimiento, una enfermedad del alma y uno de los principales escollos para la felicidad".

El resentimiento es una auto-intoxicación psíquica, un auto-envenenamiento interno, que produce una respuesta emocional, mantenida en el tiempo, a una agresión percibida como real, aunque exactamente no lo sea. Esta respuesta consiste en un sentirse dolido y no olvidar.

Una persona resentida es una persona enferma. Tiene la enfermedad dentro, bloqueándole para la acción, al encerrarse en sí mismo, presa de su obstinación. 

Sin embargo, no siempre tiene por qué dar respuestas externas desagradables, violentas o llamativas. En ocasiones, puede actuar con gran sutileza, incluso con aparente delicadeza, y aún así, no perdona porque su corazón está herido y no responde con libertad; está preso de su propio resentimiento. La intoxicación está dentro y va haciendo su labor, envenenándole y corroyéndole interiormente.

Ademas, una persona resentida y rencorosa le concede a la otra persona la potestad de coartar su libertad para ser feliz, le está entregando la llave de su estado de ánimo. 

La felicidad nunca debiera estar sometida o depender de factores circunstanciales o externos porque ésta se encuentra en nuestro interior; tenemos que saber descubrirla en lo más profundo de nuestro corazó
n.

Al romper las cadenas
del resentimiento y optar por el perdón, recuperamos la libertad y la felicidad.

Ser perdonado

Mientras el resentimiento tiene que ver con los afectos, el perdón tiene más que ver con la voluntad. Al perdonar, optamos por cancelar la deuda moral que el otro ha contraído con su proceder, es decir, le liberamos en cuanto deudor. Le otorgamos también libertad y felicidad.

Para perdonar:

Ponte en el lugar del otro
Hay que aprender a ponerse en el lugar del otro, antes de juzgar sus acciones. Es decir, ser empáticos. Casi todas las actitudes y conductas humanas tienen una explicación.

Piensa que quizá necesita tu ayuda
Si hemos sido ofendidos o agredidos, el problema es del ofensor o agresor, porque es quien ha actuado mal. Perdonando, le tendemos la mano porque quizás, necesita nuestra ayuda.

No ofende quien quiere
Existe un dicho que dice "No ofende quien quiere sino quien puede". Tenemos que tener claro que nadie puede hacernos daño si nosotros no queremos. Está en nuestras manos levantar un muro que nos proteja de las ofensas.

No existe la perfección humana
Nadie es perfecto. "Equivocarse es de humanos y rectificar, de sabios". A veces, los problemas surgen cuando buscamos o exigimos una perfección exagerada en los demás, "cuando vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro". Todos somos falibles. Todos somos pecadores. 

Perdón frecuente, no excepcional

La novedad del mensaje de Cristo es el amor y la misericordia. No se trata de amar y perdonar a nuestros seres queridos o a nuestros amigos. 

El amor y la misericordia que Dios nos pide es para todos, incluso a nuestros enemigos. Pero además, debemos habituarnos a perdonar con frecuencia, no como algo excepcional. 

Para ello, es necesario que seamos conscientes de que los demás también son seres amados y pensados por Dios

Es preciso entender que el Señor ha pensado y creado a cada persona de una manera única y particular. Cada ser humano ha sido dotado por Dios con una luz primordial original y genuina.

Por ello, es preciso estar dispuestos y ser capaces de ver lo mejor del corazón del otro y llegar a poder decirle con un corazón misericordioso: "Sé que no eres así, sé que eres mucho mejor y te perdono. ¿Te he dicho alguna vez que te quiero?".

martes, 12 de marzo de 2019

CURAR NUESTRA CEGUERA

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"En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. 
Y le trajeron a un ciego, pidiéndole que lo tocase. 
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, 
le untó saliva en lo ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo?. 
Levantando lo ojos dijo: Veo hombres, me parecen árboles, pero andan. 
Le puso otra vez las manos en los ojos; 
el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. 
Jesús lo mandó a casa, diciéndole que no entrase en la aldea" 
(Marcos 8, 22-26)

Existe un dicho popular que dice que "no hay mayor ciego que el que no quiere ver"Y es que a menudo, construimos un mundo de seguridades ideológicas o emocionales, basadas en un egoísmo que nos ciega.

A veces, nuestra miopía a la hora de afrontar la vida desde los ojos de Dios nos conduce a una total ceguera espiritual. Y nuestro orgullo, nos impide querer ser curados.

El relato de Marcos nos dice "le trajeron", "le llevaron" un ciego a Jesús. A veces es necesario que "nos lleven a Jesús". Es preciso que alguien, próximo y cercano, capaz de reconocer y descubrir nuestra necesidad, nuestra ceguera, se comprometa y nos "lleve" de la mano hacia Jesús, quien nos acogerá con sus delicadas manos.

Y siguiendo el texto “le sacó de la aldea, le llevó de la mano…” ¿por qué le sacó de la aldea y cómo lo hizo?
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Situémonos ante Jesús, como el ciego que no articula palabra, pero que deja a Jesús que descubra su ceguera, le saque de su "aldea", de su zona de confort, de sus seguridades, de sus razonamientos lógicos y le conduce a su curación. En realidad, todos somos ciegos en un mundo de oscuridad.

Se trata de dejarse conducir por Él hasta una zona luminosa, dejarse tocar por Jesús, dejarse acompañar y conducir por Él sin prisas, sin querer ver todo claro desde el principio, asumiendo un proceso de claridad y luz, confiando siempre en la mano amiga que nos conduce hasta allí y teniendo la certeza de que Él quiere siempre curar nuestras cegueras.

Es el milagro que Jesús realiza en cada uno de nosotros para hacernos capaces de reconocer su presencia en los signos eucarísticos, en sus palabras y en la entrega de su vida en la Cruz.

El telón de fondo de este pasaje es el camino que Cristo recorre desde Galilea hasta Jerusalén, donde le espera la muerte (Marcos 8,27; 9,30-33; 10,1-17-32). Es el camino de la Cruz. 

No podemos entender el seguimiento de Jesús sólo por medio de la enseñanza teórica de su mensaje, sino por medio de un compromiso práctico, caminando con él por el camino del servicio, desde Galilea hasta Jerusalén. 

Imagen relacionadaNo podemos caer en el error de Pedro, es decir, desear un Jesucristo glorioso sin cruz, o nunca entenderemos nada, nunca veremos nada y nunca llegaremos a tener la actitud de un verdadero discípulo. 

Continuaremos ciegos, viendo árboles caminando, en lugar de personas (Marcos 8,24). Pues sin la cruz es imposible ver con nitidez, es decir, entender quién es Jesús y qué significa seguir a Jesús. 

El seguimiento a Cristo es el camino de la entrega, del abandono, del servicio, de la disponibilidad, de la aceptación, de la donación. La cruz no es un accidente que ocurre por el camino, ¡forma parte del camino! 

En un mundo que gira en torno al egoísmo y el hedonismo, el amor y el servicio sólo pueden existir en la cruz, en el sufrimiento y en la entrega. No podemos servir "cómodamente" desde nuestra aldea. Sólo saliendo de ella para dar la vida por otros, sólo haciendo de nuestra vida un camino de entrega a los demás, encontraremos la visión que Dios quiere darnos. Encontraremos nuestro destino, al que todos estamos llamados.

Sin embargo, una vez que hemos dejado nuestras erróneas certezas, nuestras falsas seguridades y comodidades, una vez que nos hemos dejado coger de la mano y tocar por Jesús, con qué facilidad dejamos el camino de la cruz y nos volvemos a "Betsaida", al lugar de nuestras cegueras. Con qué facilidad volvemos a instalarnos en nuestras rutinas y comodidades, en nuestra falta de motivación o en nuestra falta de radicalidad en el seguimiento de Cristo.

"No vuelvas a la aldea", le dice Jesús al ciego recién curado. "Vete a casa". ¡Nos está hablando a nosotros! Quiere que acudamos a ese espacio interior donde se produce el milagro del encuentro con el Maestro, que ofrece Luz que ilumina nuestras tinieblas, que nos indica el camino.

Pero además de "abrirnos los ojos", Cristo nos ofrece un ejemplo para ayudar a otros “ciegos” a cruzar la calle, a través de la acogida, la proximidad y el cariño, cuando dice “le llevó de la mano”.  Jesús nos lleva con delicadeza y sin quebrantar nuestra libertad para que enseñemos a otros que, aunque el camino es cuesta arriba (nunca mejor dicho) hacia el calvario, la recompensa merece la pena.
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Se trata de que veamos para que ayudemos a otros a "ver" pero también cuidando los gestos, las actitudes, los modos. Y si es necesario, volver a empezar cuando en nuestro servicio, no encontremos el resultado esperado como Dios hace con nosotros mismos.

“Le puso otra vez las manos en los ojos”.  ¿Cuántas veces nos vuelve a poner las manos en los ojos para que veamos? ¿Cuántas veces nos volvemos hacia atrás por tratar de evitar el sufrimiento? 

Jesús nos coge una y otra vez de la mano suavemente, delicadamente, para que no tengamos miedo, para que estemos tranquilos y seguros, para que perseveremos y no nos rindamos ante los primeros obstáculos.

Su propósito es llevarnos al cielo.

¿Me id
entifico con el ciego al que llevan a Jesús? o ¿soy el que lleva al ciego a Jesús? 

¿Mi encuentro con las personas me lleva a ser cercano y acogedor, a descubrir sus necesidades, a ayudarles, a acompañarles...? 

¿Me doy cuenta que en muchas situaciones he estado ciego y no lo reconozco? 

¿Soy consciente de que por mi mismo no hubiera podido curar mi ceguera?

¿Me doy cuenta que el Señor actúa para "sacarme de mi aldea", para que sea consciente de mi “ceguera” y curarme? 

Y cuando recupero la vista, quedo curado y veo con claridad ¿siento que el Señor ha actuado en mí?

¿Veo o prefiero continuar ciego?

martes, 5 de marzo de 2019

INVERTIR EN ETERNIDAD

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"No atesoréis en la tierra,
 donde la polilla y el orín corroen 
y donde los ladrones socaban y roban". 
Atesorad, más bien, en el cielo, 
donde ni la polilla ni el orín corroen, 
ni los ladrones socaban ni roban;
porque donde está tu tesoro, 
allí está también tu corazón". 
(Mateo 6, 19-21)

Nos pasamos la vida tratando de acumular cosas en la Tierra. Invertimos talentos y esfuerzos en educación, dones y energías en encontrar un trabajo, empeño en formar una familia. Invertimos dinero para comprar casas, terrenos, acciones, coches, muebles, ropa...Invertimos nuestro tiempo en hobbies, deportes o aficiones. Incluso, algunos invierten toda su salud por dinero, fama y honor. 

Los seres humanos ponemos nuestro corazón en acumular muchas cosas en la tierra... y por ello, descuidamos nuestra inversión en "cielo". No estamos muy pendientes en acumular tesoros para la eternidad, de apostar todo por Dios. Quizás porque lo vemos muy lejano...quizás porque nos falta confianza...quizás porque vemos a Dios como un "impuesto" y no como una "inversión".

Imagen relacionadaSin embargo, Dios quiere que tengamos visión de la eternidad: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Colosenses 3, 1). 

Contrario a lo que el mundo enseña, Dios nos sugiere "no acumular posesiones en la tierra donde los ladrones pueden robarnos, y donde las polillas y el óxido corroen" (Mateo 6, 19).

Dios nos muestra el camino con el ejemplo: "Vosotros ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual siendo rico se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza" (2 Corintios 8, 9).

La fe nos muestra que nuestro paso por la tierra es breve, que nuestro peregrinaje por este mundo es efímero, y que nuestro hogar permanente está en el cielo, donde vamos a pasar mucho más tiempo que aquí. Allí necesitaremos los tesoros y las recompensas mucho más que en la Tierra porque allí serán para siempre, para toda la eternidad.

Porque todo en el mundo es efímero, todo se pierde, todo pasa. Todo lo que acumulemos en la tierra durante 80 o 100 años de vida, vamos a tener que dejarlo aquí. Sin nada vinimos a este mundo y sin nada nos iremos. Es en el cielo donde disfrutaremos nuestros tesoros para siempre y sin peligro de perderlos.

Entonces, ¿acumulo tesoros en el cielo? ¿invierto en eternidad?¿apuesto todo por Dios? ¿ahorro para la eternidad?

Resultado de imagen de tesoros en el cieloInvertir en eternidad es multiplicar los recursos que Dios nos ha dado. Acumular tesoros en el cielo es apostar por los méritos de Cristo. Él es la clave. Él es nuestra apuesta a "caballo ganador".

El capítulo 6 del Evangelio de Mateo nos ofrece algunas sugerencias sobre nuestra relación con los bienes materiales y los espirituales. Jesús es exigente y nos pide muchas cosas:

-no acumular (Mateo 6,19-21). Acumulamos porque no confiamos. En el fondo, tememos que nos pueda ir mal. Pero atesorando bienes en la tierra, podemos perderlos, nos los pueden robar y, en cualquier caso, no podemos llevarlos con nosotros, cuando muramos.

-no ser avaros ni mezquinos (Mateo 6,22-23).  Enfermamos cuando nos encerramos en nosotros mismos, "nos miramos el ombligo" y confiamos únicamente en nosotros y en nuestros logros o bienes. Es entonces cuando nuestro corazón se vuelve mezquino y avaro. Es entonces cuando vivimos con tristeza y en oscuridad. Sin embargo, si alzamos nuestros ojos a Dios, nuestra mirada se vuelve generosa y todo es luz.

-no servir a dos señores (Mateo 6,24). Nadie puede servir a dos amos. Nadie puede tener dos jefes, porque siempre se decantará por uno o por otro. Cristo nos pide un corazón puro y entregado totalmente a él. Jesús no quiere "corazones partidos" ni quiere "tibios" ni "zonas grises".

-no inquietarnos por nuestras necesidades. Cristo nos exhorta a abandonarnos a la providencia divina: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás, se os dará por añadidura." (Mateo 6,25-34). Esto implica confianza y abandono total en Dios. Como hace un niño con su padre, Como hacen las aves del cielo.

Invertir en eternidad, es ponerlo todo en manos de Dios. Invertir en el Reino de Dios, es dejar que Dios reine en nuestros corazones. Invertir en cielo, es apostar por Cristo con nuestro tiempo, talentos y esfuerzo.

Hagamos un "stop" y preguntémonos:

¿Dónde está mi riqueza? ¿Dónde está mi corazón? 
¿Dónde está mi inversión? ¿Dónde invierto mis ahorros?
¿A quién dedico mi tiempo? ¿En qué empleo mis esfuerzos y mis dones?
¿Cómo está mi cuenta celestial? ¿Está en números verdes o rojos?


jueves, 28 de febrero de 2019

EL ANTES, EL DURANTE Y EL DESPUÉS DE UN RETIRO


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"Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré." 
(Mateo 11, 28)

Anunciar y proclamar a Dios es la misión de todo católico. La evangelización es el mandato de Jesucristo a sus discípulos y la razón de ser de la Iglesia y por ello, a lo largo de toda su historia, ha cambiado la vida de millones de personas evangelizando "hasta los confines del mundo", anunciando a Jesucristo y proclamando su mensaje de amor y salvación.

Sin embargo, el anuncio de este acontecimiento, de esta gran noticia, se ha
 descuidado en los últimos tiempos. A veces, porque se anuncia sin ganas; otras, sin saber bien qué se anuncia; y casi siempre, sin conocer lo que implica.

Quizás por eso, hay momentos en la vida en que es necesario pararse para lograr un nuevo despertar o fortalecimiento de nuestra fe y encauzar nuestro camino, hacia un encuentro con nuestro Señor.

Son momentos en los tomamos consciencia de nuestras necesidades espirituales, en los que nuestros ojos miran al cielo y nuestra existencia se funde con la de Dios. Es cuando nos encontramos a Dios, le reconocemos y compartimos la mesa.

Muchas veces vamos por la vida a todo tren, como "pollos descabezados". Nos vemos arrastrados de un lado para otro por las situaciones y las circunstancias. ¡Siempre con prisas! ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida?... ¡Alto! Necesitamos quietud, silencio, escucha, paz y vida interior intensa. 

El sentido de un retiro es pararse a pensar con calma en lo importante, mirar primero hacia el cielo, encontrar a Dios, para volver la mirada hacia el suelo y poner un poco de orden en las ideas. Familia, trabajo, vida, amistades... ¿Está todo en su sitio? ¿Tenemos que cambiar algún aspecto de nuestra vida?

Un retiro hace realidad ese "milagro" de un encuentro íntimo con Dios, proponiéndonos esa pausa que necesitamos en el "ruido diario", para encontrar un momento de descanso y paz, para conocerse a uno mismo y conocer lo que Dios quiere decirnosPara lograrlo, trato de tener en cuenta varias cosas:

Antes de un retiro

La evangelización nunca depende de mi esfuerzo humano. Tampoco un retiro se basa en un desenfrenado activismo que me mantiene demasiado ocupado como para no poder rezar antes. Porque todo es obra de Dios“Muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria…” (Lucas 10, 38).  

Debo tener en cuenta, como dice la encíclica Evangelii Gaudium, que "Jesús es el primero y más grande evangelizador". Y aunque, por puro amor, Dios quiere hacerme partícipe de su obra salvífica y me pide una entrega generosa y desinteresada, no debo caer en el error de entenderlo como un acto heroico y personal o como una necesidad que tiene Dios de mí. La obra es suya, a pesar de que me llama a colaborar con Él. 

Imagen relacionadaNo obstante, saber que todo es obra de Dios no puede servirme como excusa para no hacer nada. A veces, incluso apelo al ¡Me encomiendo a Dios! o ¡Dios proveerá!. Sin embargo, esta también es una actitud incorrecta que me coloca siempre en una zona de confort egoísta y perezosa

Por supuesto que Dios proveerá. De hecho, ya lo hizo cuando me regaló capacidades y talentos, corazón y voluntad para contribuir a su obra. Pero, debo tener mucho cuidado para que no me pase lo que al siervo que enterró sus talentos (Mateo 25, 14). Debo ponerme manos a la obra porque Dios no obra en mi pasividad, sino en mi actividad. 

Todo retiro debe empezar siempre por la oración, que es el medio por el cual Dios actúa, dándonos la fuerza y la capacidad para obrar cuando se la pedimos. Recordemos lo que decía de San Agustín: “Dame, Señor, lo que me pides, y pídeme lo que quieras”.

Tras la oración, debo tener una conversión personal, una adecuada formación y sobre todo, una relación personal e íntima con Jesús, es decir, vida interior. Sólo así es posible evangelizar. Sólo así es posible poder compartirle con otros.

Si mi corazón no arde por el amor de Dios en mi vida, no podré hacer que el corazón de otros se incendie. Como dice el Papa Francisco: “Si en nuestro corazón no existe el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, enardecer el corazón de los demás?” (Homilía 13 Septiembre 2013).

Imagen relacionadaOtro gran error, es la falta de coherencia: decir una cosa y hacer otra. Sin un testimonio de vida coherente, no puedo evangelizar. La evangelización exige una vida coherente. Sin coherencia de vida, el mensaje no sólo no es creíble o no llega, sino que incluso genera rechazo. Y, sobre todo, si no me dejo guiar por la gracia de Dios, no podré ser nunca luz del mundo.

Desde luego, ninguno somos perfectos cristianos (yo, tampoco) pero no se trata de cuidar las apariencias como fariseos y llevar una doble vida como sepulcros blanqueados. Se trata de ser auténtico, de mostrarme sin doblez, sin máscaras, de ser sincero con Dios, conmigo mismo y con los demás. 

Durante un retiro

Además de todo lo anterior, durante el retiro es necesario ser cuidadosos para que, tanto servidores como líderes, seamos capaces de llevar a las personas a un encuentro real con Jesús.

Si soy servidor, debo:

Resultado de imagen de servidor y lider- Lo primero, orar para dejar que Dios me suscite lo que quiere de mí y abandonarme en sus manos, para servirle como Él quiere, en lugar de como a mí me apetece.

-Servir con alegría, en lugar de hacerlo  con "cara de acelga", a desgana o con "peros".

Acoger, escuchar y ayudar a todos los demás, en lugar de intentar "convencer" o "contar mi película".

-Ponerme a disposición de los demás con obediencia y humildad.

Si doy testimonio, debo:

- Exponer mi mensaje de una forma sencilla, clara y cercana, desde el corazón, con valentía y con fuerza, en lugar hacerlo de forma aburrida y tediosa, leyendo en exceso, o relatando sólo hechos… 

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- Testimoniar cómo Dios ha obrado y obra en mi vida, en lugar de hablar de otros temas o "enrollarme" demasiado.

- Proclamar y servir a Di
os con mi ejemplo de vida, con mi testimonio personal.

- No ser demasiado elevado o demasiado infantil, con lo que solamente busque hacer llorar o hacer reír.

- Enfocarme sólo en anunciar y participar en el plan de Dios, en lugar de buscar la aprobación o el beneplácito de mi audiencia.

- Tener muy presente que tanto el contenido (el qué) como la manera de decirlo (el cómo) tienen una importancia vital para llegar a los corazones de quienes me escuchan.



Si soy líder, debo:

- Orar cualquier decisión o dificultad y ponerme a disposición de la gracia.

Resultado de imagen de liderar-Estar más pendiente del amor con el que hago todo en lugar de preocupados en cómo se deben hacer las cosas.

- Liderar con caridad, con generosidad y humildad.

- Escuchar atentamente, acoger a todos con sinceridad y honestidad, tanto hacia los servidores como a los asistentes.

- Considerarme el primero y el último de los servidores.


Después del Retiro

Tras el retiro, no podemos bajar la guardiaDebemos seguir acogiendo y acompañando a las personas que se han encontrado con Dios. Toda la gracia derramada en un retiro puede echarse a perder una vez que haya concluido, si pensamos que el fin último es el retiro.

Es importante dar
 seguimiento al retiro. Si lo vivido en el retiro no arraiga, se seca. Recordemos la parábola del sembrador (Mateo 13, 1-9). Nuestro servicio al Señor incluye el llamado al crecimiento y madurez en la fe, según nos dice la Escritura: "enseñándoles a observar todo lo que os he mandado" (Mateo 28,20).
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Por tanto, mi servicio a Dios antes, durante y después de un retiro debe estar dirigido también a construir un camino de formación y de maduraciónPor eso, debo tomarme muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene para ella. (Evangelii Gaudium, No. 160).

También,
es debo dar a conocer las dificultades que nos vamos a encontrar al salir de un retiro y mostrar cómo perseverar. El mundo sigue girando y los problemas no se han esfumado después de un retiro. Siguen ahí pero debemos tener presente y explicarles a los demás que Dios está con nosotros siempre, y eso es lo que hace la diferencia de una nueva vida con los problemas del mundo: “Sólo el que persevere hasta el fin se salvará” (Mateo 10,22).

Como conclusión, a mi me ayuda mucho tener muy presente un pensamiento que me acompaña siempre que sirvo a Dios y a los demás: "Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los que elige".

No obstante,
 Dios también quiere que seamos responsables con la tarea que nos encarga. Nos invita a cooperar con Él y dar lo mejor de nosotros para poder compartir este regalo con los demás, con la alegría y toda la fuerza que viene de su Espíritu Santo que nos impulsa ( 1 Juan 1, 1).