¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

domingo, 14 de julio de 2019

¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

"Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, 
cayó en manos de unos bandidos, 
que lo desnudaron, 
lo molieron a palos y se marcharon, 
dejándolo medio muerto. 
Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, 
al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. 
Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio:
 al verlo dio un rodeo y pasó de largo. 
Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y,
 al verlo, se compadeció, y acercándose, 
le vendó las heridas, 
echándoles aceite y vino, 
y, montándolo en su propia cabalgadura, 
lo llevó a una posada y lo cuidó. 
Al día siguiente, sacando dos denarios, 
se los dio al posadero y le dijo:
'Cuida de él, y lo que gastes de más 
yo te lo pagaré cuando vuelva'”.
¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo 
del que cayó en manos de los bandidos?
Él dijo: 'El que practicó la misericordia con él'.
Jesús le dijo: 'Anda y haz tú lo mismo'.
 (Lucas 10, 30-37)

Hoy, de nuevo, el Señor me ha sorprendido al explicarme el punto central de la parábola del buen samaritano en el Evangelio: que Cristo ha sido mi buen samaritano.

Él ha sido el extraño que ha "tenido compasión" del "hombre herido de muerte" por el pecado y ha vendado mis heridas con el paño del don del Espíritu Santo.

Él ha sido el odiado que ha salido a mi encuentro y me ha rescatado, llevándome a la posada de la Iglesia, donde soy cuidado con el vino de la esperanza y con el aceite del consuelo, hasta que el Señor vuelva.

¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna? 

Es la pregunta que el ser humano se viene preguntando desde hace dos mil años. Y es que, pensamos que tenemos que hacer algo para poder heredar. Queremos garantizarnos la herencia por nuestro propio esfuerzo y mérito. 
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Pero una herencia no se merece. Una herencia no se trabaja. La herencia la recibimos, simplemente, por ser hijo: 

"Así, pues, ya no eres esclavo, sino hijo, y tuya es la herencia por gracia de Dios”. (Gálatas 4,7). 

Como hijos de Dios no podemos hacer nada para merecer la herencia. Peor aún, ¡podemos perderla!

Por ello, Jesús me ilustra la importancia de la fe por las obras, de cumplir el espíritu de la ley y no la letra de la ley, de practicar las virtudes que me llevan a la santidad y a la vida eterna: el amor y la misericordia.

¿Qué está escrito en la Ley?

Dios me responde con otra pregunta para que piense y medite...porque conozco la respuesta:
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 "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo" (Deuteronomio 6,5; Levítico 19,18).

Es el mandato que Dios pone en lo profundo de mi corazón humano, que resume toda la ley, que se define en función de la obras, que se manifiesta en la relación con el prójimo y que se establece en el ámbito de la misericordia.

¿Y quién es mi prójimo?

Jesús me dice: "¡Haz esto y vivirás!" Lo importante, lo principal, ¡es amar a Dios! 

Pero ¿cómo puedo amar a quien no veo? Por eso, Dios me llama a amar al prójimo, porque Él viene hasta mí a través de los demás, porque le veo en el prójimo, porque es como Él se revela ante mis ojos humanos. 

Dios me anima a amar también a mi prójimo "con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi fuerza y con toda mi mente, como a mi mismo".

El verdadero ejemplo del amor al prójimo es desviarme de mis propios caminos, de mis propios intereses, de mis pensamientos, de mis prejuicios, y hacerme cargo del que sufre, de que está herido. 

Sin embargo, queriendo justificarme o evadirme, pregunto, como hace el doctor de la ley: "¿Y quién es mi prójimo?", para ver si me interesa o no

Porque amar al prójimo no es nada fácil, porque requiere "donarme" a los demás sin importarme las consecuencias, si me interesa o no. Y ese "donarme" me cuesta, porque no a todos les trato o les quiero de la misma manera. 

Cuántas veces no considero prójimos a los "extraños", a los "despreciados" o a los "enemigos". No quiero que lo sean. Porque no me gustan, porque me incomodan, porque no me son gratos...

Cuántas veces prefiero pensar en mi prójimo como mi "hermano, "amigo" o "conocido". Los que no entran en esa definición, no son mi prójimo, y por tanto, no tengo por qué ayudarles, no tengo por qué atenderles.

Cuántas veces los cristianos, las personas de Iglesia pasamos cerca de un hombre necesitado y damos un rodeo, sin ofrecerle ayuda, sin preocuparnos por él, porque "pasamos de él".

Cuántas veces, identificándonos con el sacerdote o el levita, tratamos de dar una justificación: "¡No es mi prójimo!, anteponiendo formalismos y temores, insensibilidades y cobardías, indiferencias y prejuicios, a la misericordia y el perdón. 

Cuántas veces nos incomoda subirle en nuestra cabalgadura, llevarle a una posada y cuidarle porque pienso: ¡No es mi cometido!, anteponiendo mi egoísmo y mi comodidad.

Jesús es el Buen Samaritano que pasa a la acción concreta, eficaz y progresiva: llegar, ver, compadecerse, acercarse y actuar. Ese es el ejemplo que, como cristianos, nos pone el Señor y que debemos seguir. 

La condición de "prójimo" no depende de la raza, del parentesco, de la simpatía, de la cercanía o de la religión. La humanidad no está dividida en prójimo y no prójimo. 

En conclusión, si quiero saber quién es mi prójimo:

Debo mirar desde las necesidades del otro, no desde mi interés. 

Debo mirar desde las incomodidades del otro, no desde mi comodidad. 

Debo mirar desde las heridas del otro, no desde mi salud. 

Saber quién es mi prójimo depende de que yo llegue, vea, me compadezca y me acerque...Entonces, ¡el otro será mi prójimo! 

¡Amar a mi prójimo depende de mi y no del otro! 


jueves, 11 de julio de 2019

EL MAL ACTÚA MIENTRAS EL BIEN SE LO PERMITE

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"Todo hombre es culpable del bien que no hizo"
(Voltaire)

La maldad que impera en este mundo es la causa del sufrimiento y del dolor existentes. Pero también es debido a la omisión de muchos cristianos. 

Una omisión motivada por la pereza, la apatía, por una falsa comodidad, por un cierto temor, por un cierto complejo de "buenismo" o también, por la falta de formación. Y es que el Mal actúa mientras el Bien se lo permite.

Un cristiano no puede permanecer impasible ante el mal, no puede ser indiferente ante los ataques a Dios y a la Iglesia. No puede, y no debe. Dejar de "dar", de "hacer" o de "decir", es pecado de omisión.

Dios nos llama a ser personas con iniciativa, con valentía, con actitud...como le dice a los siervos de la parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30).
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Con la omisión, abandonamos a Dios y a la Iglesia, y los encerramos en el cajón cerrado de nuestra intimidad, en el cuarto secreto de nuestro corazón. 

Puede ser que vayamos a Dios de vez en cuando, cuando tenemos tiempo extra o cuando necesitamos pedirle algo. 

Puede ser que vayamos a la Iglesia de vez en cuando, quizás los domingos...o cuando no tenemos otro plan mejor. Pero esa no es la actitud de un cristiano.

Todo lo malo que ocurre en el mundo, ocurre porque dejamos que ocurra. Puede ser que pretendamos ser buenos, y hasta lo consigamos, pero si dejamos que ocurra, el mal se fortalece y se engrandece

Siempre tengo presente una frase de la película "El rito" que me impactó: "Que no creas en el Diablo, no te librará de Él". 

Es absurdo pensar que, con la omisión de nuestros actos a favor del Bien, podemos sentirnos a salvo del Mal, porque no nos librará de él.

Es egoísta pensar que, mientras a nosotros no nos afecte directa o personalmente, no tenemos que hacer o decir nada, porque tarde o temprano, nos afectará también a nosotros. 

Es perverso pensar que podemos quedarnos de brazos cruzados o callados en un rincón, mientras dejamos que el Bien sucumba al Mal. No nos engañemos: si el Bien no actúa, el Mal sí lo hace.

Es ilógico pensar que evitar el mal no depende de nosotros ni tampoco que no tenemos soluciones, porque sí las tenemos. Cristo nos dio un mandato: testimoniar la fe. Y si es necesario, incluso con palabras. 

No podemos permanecer de perfil, ni podemos cruzarnos de brazos y esperar a que se solucione solo. Podemos y debemos dar al mundo la solución que nos ha sido dada. 

La solución está en todos. En ti y en mi. Dios nos ha capacitado para ello. No hagamos como el siervo malo y perezoso de la parábola de los talentos. Dios nos ha encargado que negociemos con los talentos que nos ha dado a cada uno, que les saquemos rentabilidad. No podemos enterrarlos. No podemos esconderlos y despreocuparnos por temor al mundo o por temor a Dios. Al final, el Amo volverá y nos pedirá cuentas. 

San Juan Pablo II nos dijo: "No os contentéis con hacer este mundo más humano, haced un mundo explícitamente más divino, más según Dios, regido por la fe y en el que ésta inspire al progreso moral, religioso y social del hombre. No perdáis de vista la orientación vertical de la evangelización, ella tiene fuerza para liberar al hombre porque es la revelación del amor." 

Nuestra misión es hacer este mundo "menos humano" y "más divino". Eso es lo que rezamos en el Padrenuestro: "Venga a nosotros tu reino". O es que ¿sólo lo rezamos pero no lo creemos? 

Resultado de imagen de el malDebemos tener claro lo que es el mal (el pecado), sus manifestaciones, sus tipos, su gravedad, sus consecuencias y su efecto multiplicador, así como conocer y utilizar las herramientas sobrenaturales que Dios ha puesto a nuestro alcance para combatirlo. Para lograr que el Reino de Dios venga a nosotros y a nuestro mundo.

Mateo 15, 19-20: "De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Esto es lo que hace impuro al hombre".  Y es que la raíz de todos los pecados está en el corazón del hombre, en el ejercicio libre de su voluntad

El pecado es un acto personal. El pecado es una ofensa a Dios. Ofensa, por acción u omisión. No depende de la voluntad de otros sino de la nuestra, no depende de "aptitud" sino de "actitud". Tu actitud. La mía. La de todos.  

Podemos ser culpables por "hacer" y también por "no hacer". No basta con ser buenos. No basta con no provocar el mal. Debemos prevenirlo, combatirlo.

Porque los cristianos tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros, cuando cooperamos a ellos; cuando participamos directa y voluntariamente; cuando los ordenamos, aconsejamos, halagamos o aprobamos; cuando no los revelamos o no los impedimos; cuando dejamos de hacer lo que tenemos que hacer o protegemos a los que hacen el mal.

El pecado de omisión nos convierte en cómplices del mal; un mal que se expande ante nuestra indiferencia o nuestro miedo a actuar. 

El pecado de omisión nos lleva a adoptar una conducta de "inconsciencia" del malque oscurece la mente y nuestra capacidad para actuar, que confunde nuestro conocimiento correcto del bien y el mal, que nos atenaza hasta perder de vista nuestra misión. Debemos combatir y erradicar el mal porque somos seres individuales, pero interdependientes, pertenecientes a un todo. 

Con la ayuda de la Divina Gracia, los cristianos debemos adoptar una conducta de "consciencia" del mal, que nos indique que, cada decisión que tomemos, o la falta de la misma, afectan a los demás; que nos muestre claramente que todo el mal que ocurre en el mundo, si bien no somos responsables directos, nos hace corresponsables si no actuamos. 

Para que la Gracia actúe, debemos poner el pecado a la luz de la Verdad, para convertir nuestro corazón, y combatir el mal. Como dice San Pablo: "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia".

Para la reflexión

¿Soy consciente de mi pecado de omisión?

¿Cometo pecado de omisión cuando veo el mal a mi alrededor y no digo ni hago nada?

¿Cometo pecado de omisión cuando miro hacia otro lado por temor o por comodidad?

¿Pongo mis talentos a "rendir" o los escondo?

miércoles, 10 de julio de 2019

LETANÍAS: GRANDEZAS COMO REINA (7)

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"Quiero hacer memorable tu nombre 
por generaciones y generaciones, 
y los pueblos te alabarán 
por los siglos de los siglos"
(Sal 45,18)

Esta última parte de las Letanías, reúne y exalta las excelsas grandezas de María, celebrando su soberana realeza en el cielo y en la tierra.

A la diestra del Rey, el Salmista vio a una Reina, vestida con manto de oro, gozosa del poder que Dios le ha otorgado para conceder a quien la invoca, toda clase de gracias, dichas y bendiciones (Sal 45,10-18). Esta Reina coronada en el cielo por Dios es María, no sólo de los hombres, sino también de los ángeles. 

Por trece veces le otorgamos el glorioso título de "Reina"porque fue investida de esta dignidad cuando Dios Padre, desde toda la eternidad, la eligió por su Hija, por Esposa del Divino Espíritu y por Madre de su Unigénito. 
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Reina de los Ángeles

"Reina de los ángeles" porque:
  • es Madre del Verbo Divino. Ella puede decir junto con Dios, el Padre Eterno: "Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy" (Salmo 2,7).
  • tiene dominio, autoridad y poder sobre los nobles súbditos espíritusporque aventaja en dignidad y majestad a todos los coros angélico. 
María es elevada por el mismo Dios del Universo, adoptando a la vez, un movimiento de "descenso" hacia el poder y la voluntad del Padre, que reina en su corazón, y hacia nuestra debilidad y escasos méritos, para reinar en nuestros corazones.

Reina de los Patriarcas

"Patriarca" es una palabra griega que significa padre o jefe, y con la que se honra a algunos justos del Antiguo Testamento, elegidos por Dios como guardianes y depositarios de la fe en el futuro Mesías, avivada por las frecuentes revelaciones de Dios y transmitida a sus descendientes como luz en medio de las tinieblas de la ignorancia y del pecado.

Los Patriarcas representaron a Jesucristo en varios misterios de su vida, de su muerte y de su obra redentora y en la debida proporción, y representaron también a María, pues quien representa al original, representa por lo mismo, a la copia fiel.

"Reina de los Patriarcas":
  • de Noé, único padre salvado del diluvio y destinado a repoblar el mundo. María fue la única preservada del naufragio universal de la culpa, toda santa, renovó moralmente al género humano y contribuyó a reparar los daños causados por el primer pecado.
  • de Abraham, admirable ejemplo de fe y de obediencia, padre de los creyentes, dispuesto a sacrificar a su unigénito sobre el Monte Moría. La Madre amorosa de todos los redimidosacrificó a su unigénito Hijo para la redención del género humano sobre el Monte Calvario en el Altar de la Cruz.
  • de Moisés, el amigo y confidente de Dios, que hablaba con Él de tú a Tú. María Santísima no es sólo amiga, sino también Madre de Dios y confidente de Aquel con quien vivió treinta y tres años.
  • de San José, su esposo purísimo y devoto suyo, que aunque no cooperó a la generación del Verbo encarnado, sí contribuyó principalmente a cuidar y alimentar al Dios-Hombre, y fue testigo continuo de las acciones de Jesús y de María. Siempre atento a sus palabras, compartió con Ellos durante muchos años, los gozos y las penas, las esperanzas y el amor, a Dios y a los hombres. San José es la sombra y el reflejo del Eterno Padre, él ocupa en la tierra su lugar y Cristo le reconoce sus derechos paternos. Su santidad, virtud y gran dignidad le configuran como el sumo Patriarca entre los Patriarcas. El Papa Pío IX, para poner su persona y la de todos los fieles bajo la protección de San José, por Decreto del 8 de Diciembre de 1870, lo nombró solemnemente Patrono de la Iglesia Universal.
Patriarcas son también los santos fundadores de los institutos monásticos y de las órdenes religiosas, verdaderos padres que engendraron espiritualmente a la vida de la perfección evangélica a muchas almas santas. 

Ellos no prefiguran al Cristo que ha de venir sino que siguen sus huellas y lo copian, con aquella perfección que es posible a la humana naturaleza, vigorizada por la gracia.

María es también "Reina de los Patriarcas" nuevos, que procuraron imitar sus virtudes, fueron los maestros de la devoción a Ella y promovieron su culto.

Reina de los Profetas

"Profeta" es la persona enviada por Dios que, por ilustración divina, conoce con la máxima certeza, y por divina inspiración, predice cosas o sucesos futuros, que no se pueden conocer por ningún medio humano. Sólo Dios es el autor de las profecías.

"Reina de los Profetas" porque:
  • fue mostrada por Dios a los Profetas de la antigua Ley, y ellos la pre anunciaron con palabras, figuras y símbolos.
  • porque María misma, dotada del espíritu de profecía, conoció y predijo muchas cosas futuras.
El objeto central y primario de las antiguas profecías era el Redentor prometido, Jesucristo, del cual, todo está predicho por los Profetas: el linaje, la familia de la cual surgirá la estrella de Jacob; la raíz de Jesé, de la cual brotará la flor; el tiempo, el lugar y las circunstancias del nacimiento prodigioso; la muerte con las humillaciones, dolores y crueldades; la resurrección, la ascensión, el reino de la Iglesia.

Pero no se podía anunciar al Sol, el Hijo del Altísimo, sin señalar a la gran Señora que le había de engendrar en su Seno Purísimo.

Todas las profecías que hablan expresamente de Jesucristo hablan, implícitamente de la Virgen y Madre

-El primer profeta de María fue Dios mismo. Cuando se cometió el primer pecado, el pecado original, Dios promete un divino Reparador que ha de nacer de una mujer.

-Los Profetas, unánimemente, ven en la Mujer a María, y en su Fruto, a su Único Hijo: Jesús.

- El Rey Profeta David, en el Sal 44, canta a la Virgen María, delineando a la excelsa Madre del Redentor. Ella es el objeto de las complacencias del Rey, la Virgen admirable. 

Isaías, el Profeta evangelista, vio, el singular privilegio de María de juntar a un tiempo la divina maternidad con la más pura virginidad: "la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y su nombre será Emmanuel, esto es, Dios con nosotros".

- San Juan el Bautista, quien fue ungido y "saltó de alegría" con la sola presencia de Cristo encerrado en el seno materno de María. 

"Reina de los Profetas" no sólo porque Ella fue objeto de sus profecías, sino porque poseyó este don de la profecía, en la forma más excelsa. 

A Ella le fueron mostradas todas las profecías y su cumplimiento; le fue revelada la economía de la Encarnación, de la Redención, de la obra divina de Cristo. Aquello que los Profetas conocieron en fragmentos, María lo conoció completamente.

Después del glorioso mensaje del Arcángel Gabriel, después del saludo de Isabel, que la llama "bendita entre todas las mujeres", María Santísima responde entonando su himno inmortal, el Magnificat, con inspiración profética canta la gloria de Dios y su propia grandeza.

Reina de los Apóstoles 

"Apóstoles" son enviados, mensajeros, heraldos, misioneros de Dios por:

1. Excelencia: hombres escogidos por Nuestro Señor Jesucristo, que vivieron con Él, que fueron formados por Él y enviados por Él, después de haber recibido el Espíritu Santo, a predicar el Evangelio por todo el mundo.

2. Participación, hombres que, a semejanza de los Apóstoles, predican el Evangelio hasta los confines de la tierra, como los Misioneros.

3. Analogía, fieles cristianos comprometidos que desarrollan algún trabajo apostólico en general o acción misionera en particular, con lo cual cooperan con la Jerarquía a extender el Reino de Jesucristo.

"Reina de los Apóstoles" porque:
  • tuvo una relación más íntima con el Divino Redentor que los Apóstoles, que fueron amigos de Jesús. No hay comparación entre las relaciones de la amistad y las relaciones de la maternidad.
  • mientras los Apóstoles fueron llamados a seguir a Jesús y vivieron con Él tres años, María, desde el instante de la Encarnación del Verbo hasta la Ascensión de Cristo, vivió en íntima unión con su Divino Hijo.
  • mientras los Apóstoles (nosotros también) fueron elegidos para predicar al mundo la divina palabra; María fue escogida para traer a la tierra la Palabra substancial, personal, el Verbo de Dios.
  • mientras Cristo comparte con ellos (nosotros también) su poder judicial (Mt 19,28), con María comparte su Reino.
  • fue la Maestra y Consejera de los Apóstoles (nosotros también). Dios confió a María la Iglesia naciente y la militante, de la misma manera que le había confiado anteriormente el cuidado del pequeño Jesús.

Reina de los Mártires 

"Mártires" son aquellas personas que padecen muerte por amor de Jesucristo y en defensa de la fe y de la religión. El martirio es el perfecto acto de amor y de fortaleza que suple las demás virtudes que podrían faltar o podrían ser imperfectas.

Cuando la adversidad se abate sobre una familia, hay un corazón que tiene el privilegio de sufrir más que los demás y de recibir en sí el dolor de todos: es el corazón de la madre.

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Reina de los Mártires" porque:
  • en la inmensa familia humana, María siente en su corazón los dolores de todos sus hijos, los padecimientos de todos los mártires y los tormentos del Rey de los Mártires. 
  • porque el Profeta Jeremías predijo que los dolores de la Virgen serían los más atroces después de los de Jesucristo, los más crueles soportados por una sencilla criatura con el auxilio de la gracia Divina. 

Reina de los Confesores

"Confesores" son todos los Santos que no fueron mártires. Son cristianos que profesan públicamente, con su testimonio de vida cristiana, la Fe en Jesucristo y por ella están dispuestos a dar la vida. 

El mérito que se alcanza con el martirio es en muy breve tiempo y  por eso, para obtener el mérito sin el martirio requiere un tiempo bastante largo y mayor perfección de las Virtudes Teologales y Morales.

Esto se consigue a través de una vida entera de lucha contra el pecado, contra el mal y de sacrificio continuo. De tal manera que la vida de un santo puede llamarse un continuo martirio.

Los santos confesores, tuvieron que superar toda clase de dificultades y practicar las virtudes en grado heroico.

"Reina de los Confesores" porque María es la primera, la más perfecta y la más santa de todos esos héroes de virtud y santidad.

Reina de las Vírgenes 

María no es sólo Santa Virgen de las Vírgenes, sino que también es Reina de todos aquellos y aquellas que profesan la virginidad dentro de la Iglesia.

"Reina de las Vírgenes" porque:
  • fue la primera en profesar solemnemente la virginidad, que antes era considerada como ignominiosa entre las mujeres hebreas. 
  • elevó esta virtud a su máxima perfección posible
  • su virginidad fue singular y única, asociada por prodigio Divino a la maternidad. 
  • su ejemplo y protección inspiran y proporcionan amor a la virginidad, a todas las personas consagradas en la Iglesia que guardan y conservan esta noble virtud.

Reina de todos los Santos

"Reina de todos los Santos" porque: 
  • María es canal de toda santidad por el cual Dios nos hace llegar hasta nosotros la virtud y la santidad. En el cuerpo místico de Jesucristo, la Iglesia, Ella transmite a la Cabeza las súplicas de los miembros, y desde la Cabeza hace llegar a todo el cuerpo aquellas gracias por las cuales crece toda virtud, toda perfección y santidad. 
  • María es modelo perfecto de santidad para todos, especialmente para la mujer. Dios es la santidad primera y por esencia que nos la hizo accesible en su Unigénito Hijo, Jesucristo (Ef 1, 4-6), que es el espejo de la perfección divina, pero los rayos que emanan de Jesucristo son todavía demasiado brillantes para la dignidad humana; la suya es una santidad increada, infinita. 
  • Dios nos propuso a Nuestra Señora como modelo de santidad creada, el más cercano a la santidad increada e infinita para allanarnos el camino hacia la perfección y animarnos a imitarla. María es espejo, ejemplo y modelo perfecto de santidad. 
  • María Santísima es modelo de la mujer cristiana, un ejemplo singular de la perfección femenina, como mujer, como esposa y como madre. 
  • María santifica a la mujer y, con ella, a la familia, a la sociedad y al mundo.

Rein(Intacta) concebida sin mancha de pecado original 

"Reina Intacta", preservada de la culpa original, porque la coloca junto al eterno Hijo de Dios, en el mayor linaje de gloria que puede concebirse.

Y por ello, el gran Pontífice Pío IX, el 8 de Diciembre de 1854, la insertó en el sagrado tesoro de la fe católica por el Dogma de la Inmaculada Concepción.

Argumentos que prueban la Inmaculada Concepción de María:

-La Sagrada Escritura"Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo, ella aplastará tu cabeza." (Gn 3,15). María Santísima y su Divino Hijo tendrán los dos las mismas enemistades con el demonio, con el pecado, por consiguiente María será concebida como concebirá Ella a Jesús, en la enemistad del mal, o sea sin pecado.

-La tradiciónEn las obras de los santos Padres y de los escritores eclesiásticos, se encuentran varias frases que expresan la pureza Inmaculada de María Santísima.

-La razónDios, por ser santidad Infinita, esencial y absoluta no puede habitar donde no brilla la santidad más perfecta y más pura. María fue preservada del pecado original, porque estaba destinada a ser Madre de Dios. Dios no pudo permitir que fuera ni un solo instante esclava del pecado. El Altísimo santificó su tabernáculo.

Reina Asunta (Elevada) al cielo

El Papa Pío XII, el día 1 de Noviembre de 1950, pronunció, declaró y definió el Dogma de la Asunción, que añade una perla más a la corona de nuestra Madre y Reina María.

La Asunción corporal de la Bienaventurada Virgen María al cielo es verdad revelada por Dios y por eso, todos los fieles de la Iglesia debemos creerla con firmeza.

La Augusta Madre de Dios está tan estrechamente unida a su Divino Hijo que parece casi imposible imaginaria separada de Cristo y expuesta a la corrupción del sepulcro

Reina del Santísimo Rosario

"Reina del Santísimo Rosario" porque:
  • esta oración es la fuerza del débil, el consuelo del alma  la grandeza del hombre al elevarse a la vida Divina.
  • el Cielo no se resiste a la súplica del hombre. 
  • esta devoción une la oración vocal (Padre Nuestro y Ave María), poniendo en nuestros labios lo más grande, noble y eficaz que nos enseñaron Jesús y la Iglesia, y la oración mentalofreciendo a nuestra mente y corazón la contemplación de los Misterios de la Vida, Pasión, Muerte, Resurrección y Gloria de Cristo. 
  • pidió a sus amados hijos rezarlo todos los días. Entre ellos, a Santo Domingo, fundador de la Orden de los Predicadores, para "destruirlas herejías, promover la virtud y atraer sobre todos las Divinas misericordias", y a los tres pastorcitos de Fátima, el 13 de mayo de 1917, "para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”.

Reina de la Paz

El Papa Benedicto XV, el 30 de Noviembre de 1915, en plena guerra mundial, cuando el odio y la muerte se extendían por toda Europa, concedió facultad a los obispos para añadir a las Letanías Lauretanas, la Invocación "Reina de la Paz".

Según san Agustín, la paz, la más noble aspiración del corazón humano, es la tranquilidad del orden, es la constante serenidad del ambiente moral que hace que la vida sea tranquila y fecunda. En este ambiente todo prospera y crece.

Jesucristo, el Divino Redentor quiso que toda su vida discurriera entre dos mensajes de paz: la cantaron los Ángeles en Belén y la anunció Él mismo a los Apóstoles el día de su Resurrección: "La Paz sea con vosotros".

"Reina de la Paz" porque:
  • Ella ha poseído la paz en grado sumo, en una medida verdaderamente regia: la paz exterior e interior. María es toda serenidad y tranquilidad; toda gracia sobrenatural
  • desde el primer instante de su existencia Ella estuvo llena de gracia y fue elegida para engendrar en su seno al Príncipe de la Paz
  • a los pies de la Cruz abrazó con caridad y paz a todos los hombres, mostrando especial predilección y misericordia por y para los pecadores. 
  • con este título, significamos su poder ante Dios en grado sumo y la tranquilidad en el orden
  • vivió profundamente la paz, fruto del sacrificio.

Insuficientes y escasos quedan todos los atributos, títulos, privilegios y grandezas que nosotros, pecadores, podemos utilizar para nombrar e invocar a María. 

Por eso, te decimos:

"Santa María, ruega por nosotros"
 

martes, 9 de julio de 2019

LETANÍAS: ATRIBUTOS DE SU MISERICORDIA (6)

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La Virgen María recibió en su concepción la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador. Ella es, por eso, la primera Hija de la misericordia de Dios y a la vez, es Madre del Dios de misericordia: por eso la llamamos Madre de la misericordia. 

Con el Salve Regina, la rogamos que vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús. A Jesús siempre se "va y se vuelve” por María.
Hoy, contemplamos los 4 atributos de la Misericordia de la Virgen María en las Letanías:


Salud de los enfermos

El pecado original introdujo en el mundo la enfermedad y la muerte. Por esa condición, necesitamos un Médico. La Santa Iglesia nos propone una Doctora poderosa, sabia y amorosa: La Santísima Virgen María, "Salud de los enfermos", que nos  sana, nos ayuda y nos conforta.

María,"Salud de los enfermos" nos concede salud del alma y nos ayuda a apartarnos del mal que la destruye.
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María"Salud de los enfermos" nos sana cuando se levantan los vientos de las tentaciones, cuando tropezamos en los escollos de las tribulaciones. 

María"Salud de los enfermos" nos restablece cuando se agita la soberbia, la ambición o la incomprensión. 

María"Salud de los enfermos" nos cura cuando la ira, el egoísmo o el deleite en el mal violentan nuestra alma. 

María"Salud de los enfermos" nos socorre en el peligro, en la angustia, en la tribulación, en la ansiedad. 

María"Salud de los enfermos" nos auxilia cuando se turba nuestra mente ante la enormidad de nuestras faltas, cuando nuestra conciencia nos sumerge en la tristeza y en la desesperación. 

María"Salud de los enfermos" nos trasplanta su Inmaculado corazón para ablandar nuestro rencor, nuestra desesperación y nuestras pérdidas. 

María"Salud de los enfermos" nos tiende sus maternales manos cuando caemos, cuando dudamos, cuando tememos. 

María"Salud de los enfermos" es medicina, salud, receta para el alma

María, "Salud de los enfermos' nos dio a Jesús ... nos dio al Médico Divino ... nos dio la medicina. 

Imagen relacionadaNuestra Madre vela por sus hijos enfermos, de día y de noche, sin mostrar cansancio; nos procura alivio y se sacrifica para curar a sus hijos, movida por el grandísimo amor maternal que Dios puso en Su corazón Inmaculado, amor vigilante y solícito, cuando sus hijos están afligidos por la enfermedad.

Jesucristo le ha cedido en el cielo a su Santísima Madre el dominio sobre la naturaleza doliente. Son innumerables los testimonios de curaciones milagrosas, sanaciones inexplicables y favores recibidos en algunos Santuarios Marianos: Fátima, Lourdes, Medjugorje... 

Ella ilumina a los médicos, infunde fortaleza y confianza al enfermo, aumenta la paciencia y el afecto en aquel a quien asiste y alcanza eficacia en la sanación. 

Ella hace sentir al enfermo la función providencial y benéfica del dolor que lo hace más semejante a su Divino Hijo crucificado.

Si el enfermo está en pecado y cercano a la muerte, Ella intercede y le ampara,  recordando las palabras de su Amado Hijo: "No quiero la muerte del pecador sino que se convierta y viva".

Refugio de los pecadores

Nuestra Señora es un refugio donde brilla Su Infinita Misericordia que quiere la conversión de los pecadores.
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Jesucristo es nuestro Mediador ante el Padre. Nos dice San Juan: "Os escribo esto para que no pequéis y si alguien peca tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo (1 Juan 2, 1), pero además de Él, tenemos a María, Madre de Dios y Madre nuestra, constituida por Dios, medianera entre Él y nosotros, pecadores.

Dos gracias principales le son necesarias a un pecador para alcanzar la futura felicidad: La conversión o el perdón de los pecados y la perseverancia en el bien

Ambas gracias, son regaladas por María "Refugio de los pecadores", si se lo pedimos continuamente y si .... "hacemos lo que Él nos dice", como Ella nos pide.

Consuelo de los afligidos

Los seres humanos estamos sacudidos por la enfermedad del alma, el pecado ... y por la enfermedad del cuerpo, el dolor físico

La vida terrenal está llena de espinas y abrojos que nos afligen, de tribulaciones y aflicciones que nos sobrecogen, de dolores y sufrimientos que nos oprimen, porque lastiman el corazón y llenan de lágrimas los ojos.

Nacemos con llanto; crecemos con obstáculos; vivimos con el peso diario de responsabilidades y preocupaciones; morimos con dolor. 

Cuando el dolor se nos presenta en alguna de sus formas, es humano preguntarse, ¿por qué el dolor?  Solamente la Fe nos da una respuesta tranquilizadora, digna de la Sabiduría de Dios y de la dignidad del hombre: 

Cuando con el pecado original, los hombres nos precipitamos en el abismo de la condenación eterna, Dios misericordioso, (en el mismo instante en que prometió enviar al Redentor) confió a la humanidad al Ángel del dolor, para que purificara a María y la hiciera semejante al Restaurador prometido, que nos redimiría precisamente a través de las humillaciones y de los más grandes dolores.

El pecado (y no Dios) introdujo en el mundo el dolor, el sufrimiento y la muerte: es del pecado de donde provienen las adversidades.
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El dolor recibió de Dios una misión providencial: es el artífice de toda grandeza moral. Para que el dolor cumpla en nosotros su misión, debe ser acogido con Fe consciente, confianza firme y cristiana resignación, como lo hizo la Virgen Santísima.

Sin embargo, el dolor es siempre sufrimiento y exprime del corazón las lágrimas que son la sangre del alma. ¿Quién podrá ofrecernos el alivio necesario? ¿Quién podrá consolarnos? María Santísima, nuestra amorosa Madre la "Consoladora de los afligidos", Ella puede y quiere endulzar nuestras amarguras y aliviar nuestros dolores, quiere consolar y suavizar nuestros sufrimientos,  si se lo permitimos.

María hace suyas nuestras aflicciones y se apropia nuestro dolor, si se lo entregamos, y una sola mirada de piedad y de amor de esta dulce Madre basta para tranquilizar el corazón más compungido y suavizar las más fuertes adversidades.

¡Oh Madre piadosa, "Consuelo de los afligidos", calma nuestras angustias!

Auxilio de los cristianos

El corazón de la Virgen María es tan grande que abarca y contiene a toda la humanidad. 

Dios la creó para que fuera su Madre y madre de todos, la dotó de esta universalidad de afectos para que los afligidos, los enfermos, los pecadores, que recurren a Ella, experimenten esta singular bondad suya.

La Obra santificadora de Cristo se centra en la Iglesia, y aunque ella es la amada y santa esposa de Jesús "sin arruga o defecto" , según San Pablo, no la sustrajo a las vicisitudes humanas y quiso que tuviera la apariencia de debilidad. 

En realidad, posee la misma fuerza de Dios, que le prometió la asistencia perenne del Espíritu Santo y así se apoya segura y confiada en las palabras infalibles de su Fundador: "He aquí que estaré con vosotros hasta el fin de los siglos".

Imagen relacionadaSan Juan en el Apocalipsis la describe como la ciudad santa, la nueva Jerusalén y así, la nueva Jerusalén (la Iglesia), tiene en María Santísima a su poderosa defensora contra los enemigos de todos los tiempos, que son de dos clases: internos y externos.

Los enemigos internos son aquellos que atentan a la verdad que la Iglesia nos enseña, los que pretenden introducir en ella, el error o la división, o sea, los mismos cristianos que se oponen con obstinación, con terquedad a lo que propone la Iglesia Católica.

Los enemigos externos son los que no perteneciendo a la Iglesia Católica, la atacan, la odian y pretenden destruir la fe de sus miembros que son el Cuerpo Místico de Cristo.

Sobre el glorioso título de "Auxilio de los Cristianos" debemos sacar dos importantes enseñanzas para guiar nuestra vida cristiana:
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• Ante todo un filial amor a la santa Iglesia y a su Cabeza visible: el Romano Pontífice. En el amor de todos los católicos, que se centra en el Papa, en la asistencia perenne de Jesucristo y en la poderosa protección de María tenemos una fuerza superior que nos consuela y alienta.

• Otra enseñanza, más necesaria hoy que nunca, surge de la maternidad universal y auxiliadora de María y es el deber que tenemos de extender la caridad cristiana con la que nos debemos amar unos a otros, como Dios nos ama, como María nos ama, sin distinción alguna. 

¡Oh Madre Santísima que en tus entrañas maternales acoges a toda la humanidad y que a todos socorres en sus necesidades, alcánzanos de tu Divino Hijo, esta universal caridad así como la fidelidad a la Iglesia católica, fundada con la Sangre de Jesucristo, que es también tu sangre!.

¡"Auxilio de los cristianos", ruega por nosotros!