¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

domingo, 10 de junio de 2018

IGLESIA CATÓLICA Y HOMOSEXUALIDAD

Resultado de imagen de iglesia y homosexualidad
"Vosotros conoceréis la verdad 
y la verdad os hará libres"
(Juan 8, 32)

De un tiempo a esta parte, la ideología de género (LGTB) y, en concreto, la homosexualidad, se ha convertido en objeto de intenso debate público, tanto en nuestra sociedad como en la propia Iglesia Católica.

Desgraciadamente, algunas personas católicas, entre los que se encuentran también algunos sacerdotes, expresan posiciones y argumentos que no son conformes con la enseñanza de la Iglesia Católica, suscitando una gran confusión en algunas parroquias y una justa preocupación en todos aquellos que estamos comprometidos con Cristo y su Iglesia. 

La posición de la moral católica está fundada sobre la figura de Cristo, apoyada por la razón humana, iluminada por la fe y guiada por la voluntad de Dios, a través de su Espíritu Santo.

La Iglesia respeta la compleja realidad de cada persona que, en sus dimensiones espiritual y física, ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a ser heredera de la vida eterna. 

Sólo dentro de este contexto, podemos comprender con claridad cómo la homosexualidad, con sus múltiples dimensiones y efectos sobre la vida social, política y religiosa, es un problema que concierne y preocupa a todos, y de modo particular, a la Iglesia Católica.

Por ello, se hace necesario que tengamos claro lo que Dios nos dice a través de una reflexión honesta y teológicamente equilibrada, meditando y discerniendo lo que 
la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia revelan al respecto.

¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Desde el principio de la Biblia, el libro del Génesis nos muestra el punto de vista fundamental para la comprensión adecuada de la homosexualidad: "Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó. "Dios los bendijo y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos..."  (Génesis 1, 27-28). Así pues, los seres humanos estamos llamados a manifestar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del Creador y la transmisión de la vida, mediante la recíproca donación esponsal.

Resultado de imagen de Congregación para la Educación CatólicaEn el capítulo 3, se nos muestra cómo el ser humano, en cuanto imagen de Dios, se oscureció por el pecado original y provocó la separación entre el hombre y Dios, entre la serpiente y la mujer, entre lo bueno y lo malo. 

Desde ese momento, el cuerpo humano, aún conservando su "significado nupcial", se encuentra oscurecido por el pecado y poco a poco, ha ido deteriorándose hasta Sodoma y Gomorra (Gen 19, 1-11) y, posteriormente, hasta nuestros días. 

En el libro de Levítico, Dios es claro y rotundo: "No te acostarás con un hombre como se hace con una mujer; es una acción infame" (Lev 18, 22), y "Si un hombre se acuesta con otro hombre como se hace con una mujer, los dos cometen una infamia y serán castigados con la muerte" (Lev 20, 13). 

San Pablo, en su  1ª Carta a los Corintios, deja claro quienes no entrarán en el reino de Dios"¿Es que no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis; ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los invertidos..." (1Cor 6, 9). 

En su Carta a los Romanosante la confrontación entre el cristianismo y paganismo, el "Apóstol de los Gentiles" presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo de la completa ceguera y la grave desviación en la que ha sucumbido la humanidad: "Dios los abandonó a sus pasiones vergonzosas; pues, por una parte, sus mujeres cambiaron las relaciones naturales del sexo por otras contra la naturaleza. Por otra, también los hombres, dejando las relaciones naturales con la mujer, se entregaron a la homosexualidad, hombres con hombres, cometiendo acciones vergonzosas y recibiendo en su propio cuerpo el castigo merecido por su extravío. Y como no se preocuparon de tener el conocimiento cabal de Dios, Dios los abandonó a su mente depravada, que los empuja a hacer lo que no deben. Están llenos de injusticia, malicia, perversidad, codicia, maldad; rebosantes de odio, de asesinatos, de disputas, de engaño, de malignidad; chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, altaneros, soberbios, inventores de maldades, desobedientes a los padres, insensatos, desleales, sin amor y sin piedad; saben bien que Dios declara reos de muerte a los que hacen tales cosas y, sin embargo, ellos las hacen y aplauden a los que las hacen. (Rm 1, 26-32).

En su 1ª Carta a Timoteo, menciona explícitamente como pecadores a aquellos que efectúan actos homosexuales"Algunos se han desviado de todo esto y se han perdido en vanas palabrerías, pretendiendo ser maestros de la ley, sin comprender ni lo que dicen ni lo que categóricamente afirman. Pues sabemos que la ley es buena si se hace de ella un legítimo uso, conscientes de que la ley no es para el justo, sino para los malvados y los rebeldes, los criminales y los pecadores, los sacrílegos y los profanadores, los parricidas y los matricidas, los asesinos, los lujuriosos, los homosexuales, los traficantes de esclavos, los mentirosos, los que juran en falso; en una palabra, para todo el que se opone a la sana doctrina del glorioso evangelio que Dios bendito me ha confiado." (1 Tim 1, 6-11). 

Lamentablemente, algunas personas creen y afirman (de modo erróneo y desorientado) que la Sagrada Escritura deja alguna duda al respecto, o que ofrece una hipotética aprobación a la homosexualidad, o en todo caso, que sus mandamientos morales no pueden ser aplicados en nuestra vida contemporánea.

Es cierto que la Biblia fue escrita en una época muy distinta a la actual, p
ero existe una evidente y absoluta coherencia  sobre el comportamiento homosexual en toda ella, que no se basa solamente en frases aisladas (de las que algunos sacan discutibles argumentaciones teológicas) sino en el sólido fundamento y constante testimonio bíblico, inspirado por Dios.

¿Qué dice el Magisterio de la Iglesia Católica?

El Concilio Vaticano II afirmaba que la interpretación correcta de la Escritura debe estar en completo acuerdo con la enseñanza del Magisterio y la Tradición de la Iglesia, "ya que están unidos de tal forma, que no tienen consistencia el uno sin los otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (Dei Verbum, n. 10).

Resultado de imagen de congregación para la doctrina de la feLa Congregación para la Doctrina de la Fe, en la "Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual" (29 diciembre 1975), subrayaba el deber de tratar de comprender la condición homosexual, pero estableciendo una clara distinción entre condición o tendencia homosexual y actos homosexuales:

"Los actos homosexuales, no sólo los consumados sino también los de deseo y pensamiento plenamente consentidos, están privados de su finalidad esencial e indispensable y son "intrínsecamente desordenados", es decir, malos "ex obiecto" y, en ningún caso, pueden recibir aprobación" (nº 8, párrafo 4). 

"La inclinación homosexual, aunque en sí no es pecado, constituye sin embargo, una tendencia que deriva en un comportamiento intrínsecamente malo, desde el punto de vista moral. Por este motivo, la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada. Las personas con inclinación homosexual deben, por tanto, ser objeto de una particular atención pastoral, para que no lleguen a creer que esta tendencia es una opción moralmente aceptable en la enseñanza de la Iglesia".

El Catecismo de la Iglesia Católica manifiesta que los actos homosexuales no pueden recibir aprobación en ningún caso, dado que son intrínsecamente desordenados, contrarios a la ley natural, cierran el acto sexual al don de la vida y no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. (párrafo 2357).


También dice que las personas homosexuales no deben ser discriminadas, sino acogidas con respeto, compasión y delicadeza (párrafo 2358), que están llamadas a la castidad y que, mediante el dominio de sí mismos, el apoyo pastoral, la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse a la perfección cristiana, es decir, ser santas. (párrafo 2359).

Imagen relacionadaLa Congregación para la Educación Católica (9 julio 1985) y la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (16 mayo 2002), restringen la admisión en el sacerdocio a personas que practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostengan la llamada "cultura gay".

La
 Iglesia celebra en el sacramento del matrimonio, la voluntad divina de la unión del hombre y de la mujer, unión de amor y portadora de vida. Sólo en la relación conyugal, puede ser moralmente recto el uso de la facultad sexual. 

Una persona que opta por una actividad sexual con una persona del mismo sexo desecha su rico simbolismo, su significado y, sobre todo, el designio del Creador para con la realidad sexual.  En definitiva, obra inmoralmente y en contra de Dios

Los actos homosexuales no son expresiones de la unión complementaria pensada por Dios al crearnos hombre y mujer, sobre todo, en una de sus cuatro dimensiones básicas: la física (genitalmente: órganos sexuales complementarios y germinalmente: células sexuales complementarias).

Los actos homosexuales no son expresiones de la colaboración creadora pensada por Dios, ya que no son capaces de transmitir la vida, y además, suponen una actitud egoísta, sin otro fin que la auto-complacencia. Nadie se da la vida a sí mismo. La vida de cada uno de nosotros es un don de Dios que realiza por la unión entre un hombre y una mujer, y cuya actitud generosa, es la esencia misma de la vida cristiana. 

Por ello, y aunque la mentalidad del mundo de hoy haya cambiado y su ideología trate de tentarnos a tratar de cambiar la doctrina, los católicos debemos ser plenamente conscientes de que, aunque la disciplina de la Iglesia puede cambiar, lo que nunca cambia es la doctrina. 

En palabras de San Juan Pablo II"Lo que no es moralmente admisible es la aprobación jurídica de la práctica homosexual. Ser comprensivos con respecto a quien peca, a quien no es capaz de liberarse de esta tendencia, no equivale a disminuir las exigencias de la norma moral (VS,95). Cristo perdonó a la mujer adúltera, salvándola de la lapidación (Juan 8,1-11), pero, al mismo tiempo, le dijo: Ve y de ahora en adelante ya no peques más". 

E
sta es la clave: "Dios ama al pecador y odia al pecado" pero el pecador debe comprometerse a no pecar más. Por eso, no es posible estar al mismo tiempo en pecado y cerca de Dios, porque el pecado significa precisamente eso: "alejarse de Dios".

¿Qué dicen las personas homosexuales?

Hoy día, muchas personas, incluso desde dentro de la Iglesia, tratan de presionar y manipular a sus miembros, para que se acepte la condición homosexual, como si no fuera desordenada, y así, posteriormente, que también se legitimen los actos homosexuales

Las personas que mantienen actos homosexuales y que declaran abiertamente su inclinación son, casi siempre, personas que consideran su comportamiento, sus actos o su estilo de vida como normales y buenos, y por ello, dignos de aprobación pública. 

Con frecuencia, estas personas y sus defensores enarbolan la bandera de la "discriminación sexual" o la "homofobía" (en su vocabulario) como un arma política para manipular a la sociedad y a la Iglesia. Su objetivo último no pretende encontrar un lugar en la sociedad, viviendo castamente, sino explícitamente, lograr la aprobación de sus comportamientos homosexuales. 

Pero es necesario decir que quienes, dentro de la comunidad cristiana, incitan y promueven esta dirección, se mueven por una visión opuesta a la Verdad plenamente revelada por Jesucristotratando de crear confusión en relación a la posición de la Iglesia, y que, aprovechando esta confusión para sus propios fines, intentan erigirse como abanderados y representantes de todas las personas homosexuales católicas.

Resultado de imagen de homosexuales catolicosBajo el amparo del catolicismo y con la excusa de la misericordia divina, estas personas homosexuales tratan de mantenerse y de mantener a otras, pero no tienen intención alguna de abandonar su comportamiento inmoral y afirman, en tono de protesta, que cualquier crítica o rechazo a las personas homosexuales, a sus actos o a su estilo de vida, constituyen una forma de injusta discriminación.

Quizás con
buena voluntad, pero no plenamente conscientes y seriamente equivocados, algunos católicos con tendencias homosexuales manifiestan una ideología relativista y materialista, que niega la naturaleza trascendente del ser humano y su vocación sobrenatural: ignoran la enseñanza de la Iglesia, o buscan alterarla de alguna manera, manifiestan una errónea y malentendida visión del amor de Cristo, tratando de presentar a Jesús como amigo de los actos homosexuales.

Son p
ersonas que se amparan en una supuesta discriminación y un falso juicio para tratar de normalizar los actos homosexuales. Cualquiera que se considere un auténtico católico, jamás puede discriminar a una persona con tendencia homosexual ni juzgarla, y mucho menos, condenarla: "No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados." (Lucas 6, 37).

Las personas con tendencias homosexuales y que no las declaran, casi siempre, son católicos que viven en castidad, llevando su cruz y compartiendo la de Cristo, porque son plenamente conscientes de que los actos homosexuales no son buenos ni correctos a los ojos de Dios.

¿Qué debe hacer la Iglesia?

La Iglesia no puede dejar de preocuparse por las personas homosexuales pero debe mantener firme su clara posición en contra de los actos homosexuales, la cual no puede ser modificada ni puesta en cuestión por la presión de los defensores de estos actos, ni de la legislación civil, ni de una ideología tiránica ni de una moda "buenista" del momento. 

Imagen relacionadaPor eso, los sacerdotes tienen un papel primordial en esta problemática, pues deben procurar que las personas homosexuales confiadas a su cuidado no se desvíen por esas opiniones tan profundamente opuestas a la enseñanza de la Iglesia.

Deben est
ar rectamente informados y personalmente dispuestos para transmitir clara, fiel, íntegra y eficazmente la doctrina de la Iglesia a todos los fieles y a la sociedad en su conjunto.

Los Obispos de
ben prestar especial atención en aquellos programas, grupos de presión, asociaciones... que intentan ejercer una presión sobre la Iglesia para tratar de cambiar su doctrina, aunque a veces, la envuelvan de espiritualidad, amor y misericordia.

Deben prestar particular vigilancia sobre aquellos que tratan de confundir y dispersar al rebaño con propuestas ambiguas que ocultan sus verdaderas intenciones, incluso calificando como "católicas" a sus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio sino que lo cuestionan y la atacan abiertamente. 

Todo programa pastoral auténtico debe excluir organizaciones, asociaciones, grupos, "lobbys" que no establezcan claramente que la actividad homosexual es inmoral. 

Todo programa pastoral debe dejar bien en claro que todo alejamiento de la enseñanza de la Iglesia, o el silencio acerca de ella, no constituye una forma de auténtica atención ni de pastoral válida. Sólo lo que es verdadero puede finalmente ser también pastoral. Cuando no se tiene presente la posición de la Iglesia, se impide que las personas homosexuales reciban la atención que necesitan y a la que tienen derecho. 

Imagen relacionadaLos Obispos deben seleccionar a sacerdotes fieles al Magisterio y maduros espiritualmente que sean capaces de acoger y ayudar a las personas homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual, mediante los sacramentos y en particular, a través de la frecuente y sincera confesión, de la oración, del testimonio, del acompañamiento, del consejo y atención individual y de la correcta dirección espiritual. 

Además, toda la comunidad cristiana debe ser consciente de su vocación de asistir y acoger a estos hermanos, evitando su desilusión, discriminación o aislamiento. 

Los Obispos y los sacerdotes deben evitar y/o retirar todo apoyo a cualquier organización, grupo, asociación, etc. que busque subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aún su apariencia, podría dar lugar a graves malentendidos o a terribles escándalos.

Los sacerdotes deben prestar una especial atención a evitar la programación de celebraciones religiosas o al uso de edificios pertenecientes a la Iglesia por parte de estos grupos.

La Iglesia debe condenar con firmeza cualquier expresión malévola, discriminación, injusticia o acción violenta hacia las personas homosexuales, puesto que el respeto y la dignidad de toda persona siempre deben ser considerados en las palabras, en las acciones y en las leyes. 

Sin embargo, esta justa reacción a las injusticias cometidas contra estas personas, en ningún caso, puede llevarnos a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada ni inmoral.

¿Qué debe hacer una persona homosexual que busca seguir al Señor? 

Resultado de imagen de homosexuales catolicosEsencialmente, las personas homosexuales están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición

Estas personas, como los demás cristianos, están llamadas a vivir la castidad y la auto-donación, a comprender que la cruz constituye una renuncia de uno mismo.

Deben abandonarse a la voluntad de Dios, que de la muerte hace brotar la vida y capacita a aquellos que ponen su confianza en El, para que puedan practicar la virtud, buscar la santidad y liberarse de una forma de vida que amenaza con destruirles. 





Fuentes: 

-Declaración "Persona humana" sobre algunas cuestiones de ética sexual (Congregación para la Doctrina de la Fe, 29 de diciembre de 1975, número 8). 

-Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales (Joseph Card. Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Roma, 1 de octubre de 1986). 

-Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos  2357-2358 y 2359.

-Memorándum para los obispos que buscan asesoramiento sobre asuntos relacionados con la homosexualidad y los candidatos para la admisión al Seminario (Congregación para la Educación Católica,9 julio 1985).

-Carta Notitiae (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (16 mayo 2002),



sábado, 2 de junio de 2018

EL DESÁNIMO CONDUCE A LA HEREJÍA DE LA ACCIÓN


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"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". 
Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te amo". 
Jesús le dijo: "¡Apacienta mis ovejas!".

Hoy me detengo en el pasaje del Evangelio de Juan 21, cuando Jesús se aparece a los discípulos en Tiberiades.

La composicion de lugar es la siguiente: Pedro decide salir a pescar, y Tomás, Natanael, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de los que no se dice su nombre, deciden acompañarle.

El hecho de que decidan salir a pescar podría parecernos normal, pues todos ellos “habían sido” pescadores. Sin embargo, ahora ya no lo eran. Jesús los había llamado a una nueva misión: pescadores de hombres. 

Ir a pescar significa un retroceso en sus vidas de fe, un paso atrás en la misión que Cristo les había encomendado. Pareciera como si se hubiesen arrepentido de la vocación a la que habían sido llamados por el Señor.

Sus corazones y su ánimo están exactamente igual que los dos de Emaús: parecen haber perdido la fe, se encuentran en un terrible vacío espiritual, están desanimados, desalentados...han perdido de vista al Señor. Y por ello, se refugian en lo que habían hecho siempre: la pesca. 

Es una tentación humana, que también nos afecta a nosotros hoy: el "activismo", un exceso de actividad exterior y una carencia de vida interior.

Y es una realidad que sin vida interior no puede haber apostolado. Sin oración no puede haber evangelización. Tenemos el ejemplo claro de Jesús: siempre que iba a emprender alguna actividad importante, oraba al Padre, se comunicaba con Él, se llenaba de su Espíritu para seguir su voluntad. Es Dios quien toma la iniciativa y no nosotros. Todo apóstol debe llenarse de Dios para luego, darlo a los demás. El alma inflamada del amor de Dios es la única capaz de inflamar a otras almas de él.

Un alma vacía de Cristo, que ha perdido de vista a Dios, no consigue llenarse a base de acción. Esto es lo que les ocurre a los apóstoles: no pescan nada en el agua porque nada habían podido pescar fuera de ella. Aquellos hombres, que habían vivido con Jesús, que lo habían conocido, que incluso habían hablado con Él después de su resurrección, que tenían todas las razones del mundo para creer, deciden volverse atrás. Como si nada hubiera ocurrido. Como si no hubieran sido testigos privilegiados de la resurrección del Señor.

Imagen relacionadaEn su decisión de salir a pescar subyace algo de traición, de desánimo y también de fragilidad. De igual manera, también nosotros nos resistimos a Dios con frecuencia, aún incluso a pesar de que Él nos haya dado abundantes y amorosas pruebas de su compañía, incluso aún habiendo sido testigos presenciales de Su amor infinito. Y lo hacemos, sobre todo, porque le perdemos de vista y nos hundimos en el desánimo.

El desánimo, la aridez o la sequedad espiritual no son malas en sí mismas. De hecho, Dios sabe lo frágiles que somos y siempre sale a nuestro encuentro, a buscarnos allí adonde el desánimo nos lleva. 

Después de que los apóstoles se pasan la noche tratando de pescar en vano (y eso que eran profesionales de la pesca), aparece una figura en la orilla: es Jesús. “Pero los discípulos no le reconocieron”. Su falta de fe les impide reconocerlo, igual que los dos de Emaús.

Imagen relacionadaEn los momentos tristes de nuestra vida, en nuestros ratos de "noche oscura" o de "desierto", nuestros ojos se cierran por completo a la trascendencia y nos entristecemos, nos desanimamos. Es entonces cuando el “Desconocido” se hace el encontradizo con los dos de Emaús y con los apóstoles en la orilla, y también con nosotros. Nos pregunta, nos interpela. 

Nos aconseja echar la red al lado derecho de la barca, y se llena de peces. Nos invita a su mesa, a partir el pan. Sólo entonces lo reconocemos. 

Resulta importante este detalle del “lado derecho”. Dios nos dice: "cambia de lado", "ponte derecho", "cambia tu actitud". Y es que bastan pequeños cambios de actitud, sutiles gestos o posiciones para provocar grandes transformaciones en nuestra vida.

Después de haber reconocido a Jesús, Pedro se lanza al agua para acudir a su encuentro, mientras los otros discípulos se afanan en llevar la barca hasta la orilla. Y sobreviene entonces uno de los momentos más bellos de este pasaje: cuando llegan a la orilla, Jesús les repite los gestos de la Última Cena, les invita a la Eucaristía. Es como si les dijera: “Vamos a comenzar de nuevo. Vamos a volver al principio”.

Reina el silencio. Ninguno de los discípulos se atreve a preguntarle quién es porque lo saben de sobra. Pero, no están callados por eso sino, sobre todo, porque se sienten avergonzados. Habían sido sorprendidos " in fraganti" en un acto de cobardía. 

Sin embargo, Jesús no les recrimina, ni les juzga. Son ellos quienes se recriminan a sí mismos, quienes examinan su conciencia. Su silencio está lleno de amor y de arrepentimiento. Es el examen de conciencia, previo a la Confesión y a la Eucaristía.

Imagen relacionadaLuego vienen las tres preguntas de Jesús a Simón Pedro, preguntas que parecen ser un eco de sus tres negaciones. Son una consecuencia de la traición que Pedro y los demás discípulos acaban de cometer. 

Es como si el Señor dijera: “Hace tan solo un rato querías volver a ser pescador, regresar a tu pasado. Y ahora, ¿qué pasa? ¿Quieres de verdad recorrer el camino que yo he escogido para ti? La pregunta se la hace tres veces, porque la traición de volver a ser pescador de peces y dejar de ser pescador de hombres, revestía una particular gravedad.

Cada vez que Pedro responde afirmativamente, Jesús le recuerda la misión: “Apacienta mis corderos”. Algo así como si dijera: “Cumple entonces con tu misión; haz lo que tienes que hacer”.

Jesús le formula la pregunta tres veces. En las dos primeras, la palabra griega utilizada es "ágape", amor incondicional y abnegado. Pedro, sin embargo, contesta con la palabra griega cuya traducción podría ser "te tengo cariño. Te aprecio".

En la tercera pregunta, el Señor se "abaja" a la condición débil y frágil de Pedro pecador y utiliza su palabra: "¿me tienes cariño? ¿me aprecias?"Entonces, Pedro utiliza "ágape": "sí Señor, te amo"¡¡¡Qué grande es Dios que se pone a nuestro nivel para elevarnos hacia el suyo!!!

En el fondo, lo que Jesús está diciendo a Pedro es lo siguiente: “Vuelve a tu camino, retoma tu misión, déjate de pescar peces y acepta tu destino de ser pescador de hombres".

Dios se aparece para hacernos entender que siempre es posible retomar el rumbo, reconducir la dirección, empezar a caminar de nuevo, recomenzar en cualquier instante a pesar de todas las interrupciones que hayan ido produciéndose. Jesús estará siempre en el margen de nuestra vida, esperándonos, con una reparadora cena preparada para nosotros.

Y es que no podemos hacer nada para que Dios nos quiera menos.

miércoles, 30 de mayo de 2018

EMAÚS: UNA INVITACIÓN DE JESÚS


"Porque donde están dos o tres
reunidos en m
i nombre,
allí estoy yo en medio de ellos"
(Mateo 18, 20)

El pasaje de San Lucas 24, 13-35 nos sitúa en la tarde del domingo de Resurrección, en la que dos discípulos de Jesús, tristes y abatidos, abandonan Jerusalén camino de Emaús, su aldea natal. Sus expectativas se han desvanecido. Su fe se ha apagado. Su esperanza en Cristo se ha perdido. El desánimo les devuelve a su rutina. 

El camino de Emaús se repite hoy también, cada día. Muchos cristianos que han perdido su fe, sus esperanzas y sus expectativas en Dios, salen de su Jerusalén particular (la Iglesia) para volver a Emaús (sus cosas). Y nos mueve a todos a una profunda reflexión: comprender que se trata de un camino de ida y vuelta, donde se produce un "diálogo a tres bandas", en el que el discípulo sin nombre somos cada uno de nosotros, y donde el Señor, que nos acompaña y que nos escucha, nos da las claves para retornar a nuestra fe en Dios, a nuestra esperanza en Sus promesas y a nuestro compromiso con Su Iglesia, y así, salir a compartir Su amor y nuestra alegría con el mundo.

Después de exponerle nuestras inquietudes y preocupaciones, Jesús nos explica su mensaje, "incendiando" nuestro corazón. Nos invita a compartir el pan con Él, "abriendo" nuestros ojos, para reconocerle, para tomar conciencia de que ha resucitado y que es real.

El camino de Emaús es una maravillosa invitación a dejarnos acompañar por Su ternura y Su amistad, para así, abandonar nuestra "rigidez de corazón" (egoísmo), nuestra "dureza de cerviz" (orgullo), nuestra "incircuncisión de oídos” (falta de fe), y escuchándole... "entender" todo, mientras vamos de camino.

Es una invitación a disponer nuestra alma para "sentir y dejar entrar su Palabra", para no "endurecer nuestro corazón como en Meriba" (Salmo 94) y Él "nos dará un corazón nuevo y nos incidirá un espíritu nuevo; quitará de nuestro cuerpo el corazón de piedra y nos dará un corazón de carne” (Ezequiel 36, 26), que sepa escuchar, que sepa entender y que sepa recibirle.

Es una invitación a disponer nuestro espíritu para reconocerle y advertir Su presencia real en la Eucaristía, donde, siendo copartícipes de Su Cruz, aprenderemos a caminar, a soportar las pruebas y las dificultades, a luchar contra el desánimo y la queja, a abandonarnos en sus manos.

Sin la Eucaristia, los corazones de piedra, los corazones cerrados, que no quieren abrirse, que no quieren escuchar, que condenan y se quejan, que lo saben todo, que no necesitan explicaciones, que son tercos y autosuficientes, no pueden reconocer a Jesús porque no le dejan espacio a Él, para llenarlos de fe, esperanza y caridad.

Nosotros, discípulos de Emaús, caminamos con multitud de dudas, desánimos, pecados y cobardías, y con las que tratamos de alejarnos de la Cruz, de las pruebas y anhelamos volver al calor del hogar. Sin embargo, es cuando escuchamos a Jesús, cuando nos arde el corazón. Es cuando nos sentamos a la mesa con Él, cuando le reconocemos.

Cristo Resucitado se nos revela a cada uno de nosotros, alternando presencia y ausencia: cuando está presente "no le vemos", y cuando se abren nuestros ojos, "desaparece". Y es que Jesús nos acompaña aunque no nos demos cuenta. Cuando se nos abren los ojos de la fe y el corazón de la comprensión, entonces le percibimos en cualquier situación de nuestra vida, aunque nuestros ojos no le vean físicamente.

Para sumergirse en este tema, os recomiendo la lectura del libro "Con el corazón en ascuas", de Henri J. M. Nowen, sacerdote católico holandés, quien, desgranando los puntos principales del pasaje de Emaús, nos ofrece una profunda y hermosa reflexión sobre el significado de la Eucaristía, en la que se revela lo más profundo de la experiencia humana: 

-la pérdida y la tristeza:"Señor, ten piedad"
-la atención y la escucha:"¡Es Palabra de Dios!"
-la invitación y la profesión de fe"Yo creo"
-la intimidad y la comunión: "Tomad y comed"
-el compromiso y la misión:"Id y predicad".

En definitiva, el camino de Emaús es una invitación a vivir una vida eucarística: acudir a su mesa con nuestras rutinas diarias, con nuestras cruces y preocupaciones, confrontarlas con la palabra de Dios, que escuchamos y que Él nos explica, nutrirnos con el pan de vida que Jesús bendice y parte para nosotros, reconocerle y salir del banquete apresurados para testimoniar que ¡Jesucristo ha Resucitado!



martes, 29 de mayo de 2018

UNA NUEVA MORAL TERAPÉUTICA

Resultado de imagen de un mundo sin dios
"Y no os acomodéis a este mundo; 
al contrario, transformaos 
y renovad vuestro interior 
para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: 
lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto." 
(Romanos 12,2)

Si realizáramos una encuesta en España, la mayoría de las personas nos dirían que se consideran católicos y que creen en Dios.

Sin embargo, muchos no sólo no se acercan a la Eucaristía ni siguen a Cristo, sino que actúan como si la ley moral de Dios no fuera válida para todos los tiempos o para todos los seres humanos"Dios es quien tú quieras que Él sea para ti".

Son personas que "construyen su propio Dios", según sus preferencias, un "dios a la medida" para elegir en qué creer y en qué no, que les permite a cada uno decidir lo que está bien o mal, acabar con una vida, elegir su género, etc.

Sin duda, asistimos a la imposición de una "nueva moral terapéutica" que aboga por la existencia de un Dios que tan sólo quiere que seamos "buenos", que seamos felices y nos sintamos bien con nosotros mismos, pero que no está particularmente involucrado en nuestras vidas, excepto cuando le necesitamos para resolver un problema. Un "dios al margen".

Se trata
de una visión errónea y distorsionada de Dios, retratado como una especie de "dios psicólogo", cuyo principal objetivo es aumentar nuestra autoestima. 

Resultado de imagen de antropocentrismoUn "dios" que insta a encontrarse a uno mismo dentro de si mismo, que defiende la libertad individual prohibiendo que el resto de la gente no pueda ni deba criticar las elecciones de vida que uno toma, y cuyo objetivo es la búsqueda de las cosas que más desee cada uno, es decir, disfrutar de la vida tanto como sea posible.

Una nueva m
oral relativista que impone que las personas pueden creer lo que quieran, sentirse lo que quieran,ser lo que quieran, hacer lo que quieran. Una ideología donde no hay "verdades absolutas", pues la verdad se forja en la mente de cada individuo. Una moral "tolerante y sin prejuicios", sin códigos ni principios inmanentes, donde lo correcto para ti, es lo correcto para ti y lo que es correcto para mí, es lo correcto para mí. Una moral "sin pecado"

Un nue
vo modelo de moral personalista que sitúa a la persona en el centro de todo que entiende al hombre al margen de toda referencia a Dios. El hombre es el “sujeto”  y el “objeto” de las valoraciones éticas, desligándose de Dios, según sus preferencias o necesidades.

Una nue
va moral subjetivista en la que Dios no propone leyes para que sean cumplidas en todas las circunstancias, ni determina lo que es bueno o malo, partiendo de normas generales y abstractas validas para todos los casos, sino que depende de cada situación determinada de cada persona. Una nueva moral donde los valores universales, o no existen o no tienen carácter normativo absoluto.
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Un “nuevo orden de valores” individualista que propugna una conciencia personal cerrada en si misma y convertida en árbitro absoluto de sus actos. Los mandamientos de Dios, en todo caso, son normas coyunturales que cambian con el tiempo, las circunstancias y las personas. Lo  único que Dios nos que pide es amor y bondad.

Una ética autónoma e independiente del mensaje de Cristo y basada en un antropocentrismo, que antepone la conciencia individual frente a la ley natural, el liberalismo frente a la obediencia al Creador, el igualitarismo frente al factor diferencial y único de cada ser humano. 

En realidad, estamos ante una nueva forma de rebelión, donde cada uno decide los que está bien o mal. La misma rebelión de nuestros primeros padres, Adán y Eva, que eligieron comer de la fruta del Árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. 

Nos enfrentamos ante una nueva forma de inmoralidad, donde todo vale, donde todo está permitido. La misma que existía en tiempos de Noé, o en tiempos de Sodoma y Gomorra.

Estam
os ante una nueva forma de idolatría. La misma que el pueblo de Israel creó, formando su propio dios a partir de un becerro de oro.

En definitiva una nueva forma de soberbia cuyo padre y artífice es el de siempre: el Diablo, el gran enemigo de Dios.




jueves, 24 de mayo de 2018

UN MUNDO EN OSCURIDAD


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“La luz ha venido al mundo y los hombres han preferido la oscuridad”.
( Juan 3, 19 )


Día tras día, no dejo de sorprenderme de lo que veo a mi alrededor. Y lo que veo es oscuridad, tinieblas...incluso dentro de la Iglesia. Nuestro mundo está sumido en la oscuridad. Ha elegido vivir sin Dios. ¡Un mundo sin Dios es un mundo de oscuridad!¡Un mundo en tinieblas! 

Ante este panorama, ¿quién llevará a este mundo a la luz

"Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". (Juan 8, 12). Dios vino a nosotros, se hizo hombre para darnos la luz de la fe … ¡pero preferimos la oscuridad!


Antes de volver al Padre, nos dio una misión: "Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". (Mateo 28,19; Marcos 16,15; Lucas 24, 47-48)
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Y para ello y tras Pentecostés, nos envió al Espíritu Santo para iluminarnos y para ser luz para otros:"Vosotros sois la luz del mundo (...)Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos". (Mateo 5, 14-16).

Cristo nos exhorta a proclamar al mundo su luz! ¡Nos insta a ser luz en la oscuridad! ¡No podemos guardar silencio! ¡Despertemos! ¡No podemos tener miedo de llevar la luz de Cristo a este mundo!

¿Cómo? El Evangelio nos dice: “El que obra según la verdad sale a la luz”. Dejemos que la luz del Espíritu Santo ilumine nuestras vidas y actuemos según la verdad que recibimos de la Eucaristía, permitiéndonos saborear la presencia silenciosa y trascendente de Dios y volvernos hacia la luz del Señor.

Luz desde nuestras vocaciones

Pero ¡Cuidado! Existe el peligro de que el sacerdote se considere como “auto portador de luz“. Entonces, no trae la Luz de Dios al mundo, sino su propia luz. Lo que el mundo espera del sacerdote es Dios y la luz de su Palabra proclamada sin ambigüedad ni falsificación.

Acudamos a Dios en una celebración litúrgica llena de respeto, silencio y santidad. No inventemos nada en la liturgia. Recibamos todo de Dios y de la Iglesia. No busquemos espectáculo o éxito. No busquemos hacer política social ni reivindicativa.

Ser sacerdote no es hacer muchas cosas. Ser sacerdote no equivale a ser activista sino a estar con el Señor, en la Cruz. 
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La liturgia es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios cara a cara. Es el momento más sublime en el que Dios nos enseña a “conformarnos a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8, 29). 

La liturgia no es y no debe ser motivo de dolor, lucha, reivindicación o conflicto. Lo esencial es volverse hacia Cristo,  nuestra única luz, nuestra única reivindicación, nuestro único objetivo.

Pudiéramos caer en la tentación de fabricar un sacerdocio de acuerdo a nuestra dimensión humana, sin perpetuar, sin extender el sacerdocio de Cristo, obediente, pobre y humilde. En realidad el sacerdote no es solo un “alter Christus”, sino que es verdaderamente “ipse Christus”, ¡él es Cristo mismo! Y es por eso que, siguiendo a Cristo y a la Iglesia, ¡el sacerdote siempre será un signo de contradicción en medio del mundo! 
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¡Actuemos todos de acuerdo con la Verdad! También nosotros como laicos, en nuestra familia, profesión, entorno social, económico, político, ¡que Cristo sea nuestra Luz! ¡No tengamos miedo de testificar que nuestra alegría proviene de Cristo! ¡No escondamos la fuente de nuestra esperanza! ¡Por el contrario, proclámemosla! ¡Testifíquemosla! ¡Evangelicemos! ¡La Iglesia nos necesita! ¡A todos!

Y el primer paso está en nuestras familias. Ser padre y madre en el mundo de hoy es una aventura llena de sufrimiento, obstáculos y preocupaciones. Tengamos el coraje de educar a nuestros hijos a la luz de Cristo. A veces tendremos que luchar contra el viento dominante y soportar la burla y el desprecio del mundo. ¡Pero no estamos aquí para complacer al mundo! “Proclamamos un Cristo crucificado, un escándalo para los judíos y una locura para los gentiles” (1 Corintios 1, 23-24) 


Luz desde nuestra misión

¡No temamos! ¡No nos rindamos! La Iglesia, a través de la voz de los Papas y de la tradición de la Iglesia, nos confía una misión profética: testificar ante todos sobre nuestra confianza plena y gozosa en Dios.

Odiemos el mundo oscuro de Satanás y sus ideologías, que niegan la naturaleza humana y destruyen la familia, que imponen una nueva moral individual, hedonista y global y nos sumergen en la oscuridad más absoluta. No podemos "adaptarnos" al espíritu de los tiempos, al relativismo, al conformismo. 

Thomas Stearns Eliot, poeta británico, dijo: “En un mundo de fugitivos, la persona que tome la dirección opuesta parecerá huir”. ¡Seamos de aquellos que tomamos la dirección opuesta! ¡Atrevámonos a ir contra! Para nosotros, cristianos, la dirección opuesta no es un lugar, es una Persona, es Jesucristo, nuestro Amigo y nuestro Redentor. 

Dios quiere que le necesitemos, ¡qué gracia! ¡qué alegría! Occidente ha sido evangelizado por los Santos y los Mártires. ¡Nosotros, hijos de la luz, seremos los santos y los mártires que las naciones están esperando en una Nueva Evangelización! ¡Nuestro mundo está sediento de Cristo! ¡No le decepcionemos! 

Respondamos a la llamada de Dios para seguirlo, dejarlo todo por él, por su luz. ¡Dios es el único amigo que nunca nos decepcionará! Cuando Dios llama, es radical. Significa que va todo el camino hasta la raíz. ¡No estamos llamados a ser cristianos mediocres a ser católicos tibios! ¡No, Dios nos llama a todos al regalo total, al martirio del cuerpo o del corazón!

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¡Fueron hombres y mujeres, como nosotros, los que aceptaron seguir a Jesús hasta el final, radicalmente, los que construyeron la civilización cristiana. 

¡Regresemos a la Fuente! ¡Seamos audaces! En este mundo de fealdad, mentira y maldad, de tumulto y tristeza, seamos dignos representantes de la belleza, de la verdad y la bondad!. Y así, experimentar la única alegría que no pasa, la única felicidad que permanece.

Pidamos a la Santísima Virgen María saber decir “fiat”, es decir, sí, plenamente, como ella, para recibir la luz del Espíritu Santo como lo hizo ella…

… pidamos a Nuestra Santísima Madre tener un corazón como el suyo, un corazón que no le niega nada a Dios, un corazón ardiente con amor por la gloria de Dios, un corazón ardiente para anunciar a los hombres las Buenas Nuevas, un corazón generoso, un corazón tan abundante como el corazón de María, tan abundante como el de la Iglesia, y tan rico como el del Corazón de Jesús ! ¡Que así sea!