¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

lunes, 20 de agosto de 2018

UN GIGANTE DORMIDO

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"Vosotros sois la sal de la tierra.
Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará?
Para nada vale ya, si
no para tirarla a la calle y que la gente la pise". 
Vosotros sois la luz del mundo. 
Una ciudad situada en la cima de un monte no puede ocultarse. 
No se enciende una lámpara para ocultarla en una vasija, 
sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los que están en casa. 
Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres 
que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre, 
que está en los cielos" 
(Mateo 5, 13-16)

Las primeras comunidades cristianas tenían una fuerte convicción de pertenencia a la Iglesia de Cristo, un auténtico amor por Cristo y por sus hermanos que provocaba "envidia" en los demás, una gran exigencia de vivir comunitariamente en torno a Dios, que llevaban hasta el extremo, incluso, de dar la vida por la fe. Vivir a Cristo era una "cuestión en serio". 

Llamarse “cristiano” equivalía a una sentencia de muerte, un camino que podía llevar al martirio, pero que, a su vez, era semilla de nuevos cristianos. Ser cristiano era un don preciado, que ni la misma muerte podía arrebatar, y que sintetizaba el verdadero espíritu de lo que es ser cristiano ayer, hoy y siempre.

Con el transcurrir de los siglos, los laicos se han ido convirtiendo en un "gigante dormido", acomodado y perezoso que ha olvidado su misión. Los laicos se han convertido en cristianos de segunda clase cuya misión dentro de la Iglesia se ha limitado a ser "monaguillos adultos", "lectores ocasionales", "pasadores de cepillos", "catequistas a disposición" o "asistentes"pasivos. Se han convertido en una comunidad "domesticada", contemporizadora, acomplejada, pasiva y callada que ha relegado su fe al ámbito privado. 

Son muchos cristianos los que piensan que la fe debe vivirse de "puertas adentro"; que a Dios hay que llevarle en el corazón, que no hace falta manifestar la fe exteriormente; que actúan y viven como si Dios fuese "particular" o incluso, como si no existiera.

Testimonio público y forma de vida
Creo sinceramente que es el tiempo de los laicos. Los Santos Padres así lo han afirmado. El laico es ese gigante no sólo por su gran número de miembros en la Iglesia, sino por la fuerza, el ardor y el ímpetu que le capacita para transformar el mundo desde su base, desde sus cimientos. 

“El gigante dormido” debe despertar para reavivar y tomar una conciencia de su importante protagonismo y corresponsabilidad en la misión salvífica de la Iglesia, en la evangelización del mundo entero.

Un gigante cuya identidad es ser testigo de Cristo, dar testimonio público de su mensaje de amor. 

Atrás quedaron los tiempos en los que el apóstol, el misionero, el evangelizador, era el sacerdote o el religioso. "Id y haced discípulos de todas las naciones" implica "estar", implica "hacer discípulos" en todos los ámbitos, en todos los entornos, en todas las circunstancias en las que nos encontramos. 

La Iglesia somos todos los bautizados y por tanto, la misión evangelizadora que Cristo nos encomendó es una tarea que nos compete a todos los cristianos, también a nosotros los laicos. Fundamentalmente, a los laicos.

La evangelizac
ión de los nuevos tiempos se hará por los laicos o no se hará. O los laicos evangelizamos o nadie lo hará. O hacemos discípulos o nadie lo hará. Y esto no sucederá no sólo por la falta de vocaciones sacerdotales o por la avanzada edad de muchos de ellos, sino porque los laicos no accedamos a los ámbitos donde ellos no llegan. es nuestra misión.

La Iglesia ya no es el lugar donde hacer presente a Cristo. No sólo. Es necesario hacerle presente en la calle, en la corazón de la sociedad. Sí, ha llegado nuestra hora, la de los laicos. De nosotros depende, fundamentalmente, la tarea evangelizadora.

Conscientes de nuestra responsabilidad misionera, tenemos que comprender que la evangelización no puede ser la misma en el siglo XXI que la que llevaron a cabo los primeros cristianos, la que se llevó a cabo en la Edad Media, la que se llevó a cabo en el descubrimiento de América y posteriormente. No puede ser misión exclusiva de los sacerdotes o religiosos. No puede...porque las circunstancias históricas han cambiado.

El mundo ha cambiado. Lo hace cada día, cada minuto. Este mundo complejo y en continuo cambio nos exige ajustarnos a sus nuevas exigencias, nos reclama conocer las nuevas características de nuestra sociedad, nos obliga a discernir las necesidades del hombre de nuestro tiempo.

Porque un hecho es evidente: Nuestro mundo ha optado por la ausencia de Dios. Nuestra sociedad ha dado la espalda a Dios, se ha olvidado de Él. La gran tragedia del hombre actual es que Dios no apasiona, no interesa a casi nadie. El hombre de hoy vive su vida preocupado de sus asuntos, ni piensa en Dios ni cree necesitarle, ni siquiera quiere que se hable públicamente de Él, le molesta que se hable de Él y trata de impedirlo.

El cristianismo ha quedado encerrado en las sacristías, en los confesionarios, en los templos. El mensaje evangélico ha dejado de trascender a la vida pública. El cristiano de hoy no hace de su fe un modo de vida.

Conversión, comunión y misión
El mundo actual es irreligioso y laicista: la sociedad, el estado, la escuela, la familia...No vive la fe. En ningún lugar público.

El cristianismo necesita conversos. O quizás "re-conversos". Necesita que las personas vuelvan a dirigir su mirada a Dios y eso sólo puede ocurrir a través de un encuentro con el mismísimo Cristo.

El cristianismo necesita laicos que vivan en comunión, no aislados. La fe no es una cuestión individual. Es una vida comunitaria de entrega incondicional, de servicio, de amor en Jesús, de "Dios con nosotros".

El cristianismo necesita laicos que sean testigos de Cristo y lleven la experiencia de su encuentro con Él a otros.

El cristianismo necesita laicos que vivan la fe todas las horas del día y en todos los lugares: en casa, en la Iglesia, en la calle y en el trabajo. Íntegramente, sin dobleces ni camuflajes, sin separar sus creencias de la vida pública o la vida privada. 
El cristianismo necesita laicos que sean "luz del mundo y sal de la tierra". Si renunciamos a manifestar públicamente nuestra fe, a ser testigos de Cristo, no será posible la evangelización.

El cristianismo necesita hacer que Cristo reine, no sólo en los corazones de los hombres sino en las familias, en la sociedad, en las naciones, en todos los pueblos, en el mundo entero.

El cristianismo necesita salir del individualismo y del personalismo. La defensa de nuestra fe no puede hacerla cada cual por su lado, sino que tenemos que trabajar juntos, mantenernos unidos. 

El cristianismo necesita comprender que lo que importa es Jesucristo, no "mi" causa, no "mi" parroquia, no "mi" diócesis, no "mi" orden, no "mi" movimiento, no "mi" método. Sólo Cristo.

El cristianismo necesita evangelizar eficientemente, haciendo creíble el Evangelio a los ojos de los demás en nuestro ejemplo de vida, para así, acercarse a Dios y a la Iglesia. Porque desgraciadamente, las parroquias se están vaciando por muchas razones y los sacerdotes parecen limitarse a esperar que las personas se acerquen a ellos por "arte de magia". Pero no lo harán si nosotros, los laicos, no las llevamos de la mano.

¡Despertemos al gigante del sueño de la pasividad, de la fantasía de la comodidad y de la alucinación del aletargamiento para que asuma con renovado ardor su vocación misionera: ser luz y sal para el mundo! 

sábado, 18 de agosto de 2018

UNA GRAN MAQUINARIA DE SILENCIO

Tras la escandalosa noticia de siete décadas de abusos sexuales en la Iglesia de Pensilvania,  trescientos agresores, más de mil víctimas y con el conocimiento del Vaticano desde hace más de sesenta años, todos en el pueblo de Dios estamos tristes, dolidos e indignados. 

Es una catástrofe moral de proporciones gigantescas. Una perversión de la Iglesia y una humillación a Dios. Quienes debieran ser modelos de entrega a los demás, se entregan a crímenes contra niños indefensos. Quienes debieran ser educadores morales utilizan su posición para abusar de la confianza de padres que dejan a sus hijos en sus manos, para también abusar de ellos. Quienes debieran ser “guías de almas” y "buenos pastores" para conducir al rebaño a la salvación del cielo, mancillan su inocencia, su cuerpo, pervierten sus conciencias y los conducen a la perdición del infierno junto a ellos.

Muchos católicos nos preguntamos ¿cómo siguen ocurriendo casos así? ¿cómo es posible que ocurran durante años con el beneplácito de los superiores eclesiásticos? ¿Por qué no se toman medidas inmediatas, cuando se tiene sospechas fundadas y definitivas, cuando se tiene conocimiento de tales actos? ¿Por qué ese silencio malvado?

La jerarquía de la Iglesia viene manteniendo a lo largo de mucho tiempo una política de disimulo, encubrimiento y ocultación de las tendencias (homosexualidad), prácticas (inmoralidad) o abusos sexuales (pederastia) ocurridos dentro de la Iglesia. Un silencio cómplice que clama al cielo.

Muchos católicos prefieren guardar silencio, mirar hacia otro lado, esconder la cabeza en el suelo...pero nada de esto soluciona el problema. El mal sigue ahí.

Desde el sentido común, silenciar, ocultar o minimizar los abusos sexuales en la Iglesia es la peor forma de solucionarlos. 

Desde el sentido disciplinario, es la peor manera de evitar la reincidencia y la erradicación de los problemas presentes y futuros.

Desde el sentido moral, es la peor forma de servir, honrar y dar gloria a Dios.

Un cambio de parroquia multiplica exponencialmente el problema

Con la falaz excusa de no crear escándalo, se han ocultado maliciosamente estos hechos dando pie  a que los abusadores se sientan tranquilos, seguros y, hasta respaldados por sus superiores, sabiendo que lo más grave que les puede ocurrir es que les trasladen a otra parroquia, donde poder seguir con sus tendencias, prácticas y abusos. 

Imagen relacionadaNi tan siquiera reciben una corrección fraterna que les mueva al arrepentimiento.

Cambiarles de parroquia no es ni siquiera una solución "a medias" puesto que un "cambio de aires", no solo no soluciona el problema de raíz sino que expone a la nueva parroquia a la que se les traslada y la convierte en otro "campo de tiro" para estos depredadores, en otro "coto de caza" para estos lobos con piel de oveja. 

Las personas, las familias y los niños a las que se envían a éstos agresores sexuales se convierten en presas fáciles, pues nadie les advierte de su peligro. 

Un lenguaje engañoso oscurece la Verdad

Otro intento de ocultar la verdad y encubrir la maldad se encuentra en un lenguaje "buenista" eclesial, propio del más ridículo "politicocorrectismo", que utiliza eufemismos para evitar decir palabras duras. 

Así en lugar de abusos, se habla de prácticas desordenadas; en lugar de violaciones, de contactos inapropiados; en lugar de depredadores sexuales, de víctimas del pecado... 

Un lenguaje que intenta elevarse para dar a entender que se está cerca de Dios cuando en realidad, es todo lo contrario. Así en lugar de corregir se transige con el pecado apelando a u falso concepto de misericordia divina que todo lo perdona.

Un lavado de cara casero no elimina la suciedad

Resultado de imagenOtra práctica "ocultista" es "dejar en casa" todas estas tendencias, prácticas y abusos  para esconderlas en un cajón, ya que se trata de asuntos personales que no deben trascender. 

Pudiera ser una sugerencia efectiva para "lavar los trapos sucios en casa", pero lo cierto es que lavar, no se lavan. 

Como mucho, la recomendación más habitual es guardar silencio o no llevar a cabo investigaciones serias sino asignar una comisión de sacerdotes que, pretendiendo dar una apariencia de integridad, evalúen discretamente la situación pero sin dar solución alguna.

Un agresor nunca es inocente, ni una víctima culpable

Sin embargo, la práctica más grave es la "victimización del agresor". En primer lugar, negando los hechos; en segundo lugar, matando al mensajero; y en tercer lugar, escudándose en que las denuncias son ataques a los sacerdotes, a la parroquia o a la propia Iglesia Católica, cuando en realidad, son acusaciones de hechos deleznables y probados que sí han ocurrido...

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La única solución real para extirpar de una vez para siempre a estos "depredadores" del Pueblo de Dios es denunciar  la situación pública e inmediatamente, "airearla", expulsarlos de la Iglesia y entregarlos a los tribunales. Nada soluciona un problema como el escarmiento público.

La Iglesia debe pasar del silencio encubridor de tendencias, prácticas y abusos sexuales a su denuncia. Es absolutamente necesario que colaboren con los sistemas judiciales de los distintos países del mundo, al margen de las medidas disciplinarias de orden interno que apliquen. 

El reto actual de la Iglesia pasa por:

- dejar de escudar a los agresores para proteger a las víctimas.
- dejar de pecar por omisión ante casos de tal gravedad.
- reconocer los hechos, reaccionar inmediatamente y denunciarlos públicamente.
- aplicar medidas de control y prevención de amenazas o situaciones de riesgo.
- combatir la impunidad, evitar el "escándalo de los corazones" y la "perdición de las almas".
- no aplicar paños calientes, no minimizar los hechos, ni trasladarlos a otro lugar. 
- evitar la complicidad a favor del abusador por un falsa defensa de la Iglesia.

Dios es misericordioso y compasivo con el pecador pero no con el pecado. Pero también es justo y firme. El que no está con Dios está contra Él.

La misericordia de Dios no tapa el pecado, no oculta la verdad, no disimula la maldad...sino que transforma, purifica y nos lleva a un nacimiento nuevo, despojándonos del hombre viejo.

No podemos convivir con el pecado, omitirlo u obviarlo y pretender estar cerca de Dios. No se puede estar en gracia y en pecado a la vez. Es imposible.

El pecado es el alejamiento de Dios. Dios nunca está allí donde existe pecado. Y si en la Iglesia existe connivencia con el pecado, ¿está Dios allí?


jueves, 16 de agosto de 2018

¿QUÉ OCURRIÓ REALMENTE EN GETSEMANÍ?


"Jesús fue con ellos a un huerto llamado Getsemaní (...)
y comenzó a sentir tristeza y angustia.
Y les dijo: 'Me muero de tristeza. Quedaos aquí y velad conmigo'.
Avanzó unos pasos más, cayó de bruces y se puso a orar así:
'Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz;
pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú'.
Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y dijo a Pedro:
'¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?
Velad y orad para que no caigáis en tentación.
El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil'.
De nuevo, por segunda vez, se fue a orar, diciendo:
'Padre mío, si no es posible que este cáliz pase sin que yo lo beba,
hágase tu voluntad'.
Volvió y los encontró dormidos, vencidos por el sueño.
Los dejó y volvió a orar de nuevo,
por tercera vez, repitiendo las mismas palabras."
(Mateo 26, 36-44; Marcos 14,32-42; Lucas 22,39-46)

Este es mi segundo artículo sobre la agonía de Jesucristo en el huerto de Getsemaní (https://cristianosdigitales.blogspot.com/2016/07/getsemani-es-decirte-si-hasta-el-final.html) pero desde otro punto de reflexión. De hecho, repito foto de cabecera porque expresa a la perfección aquel momento dramático.

Cada vez que veo la película "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson, para mí, obra maestra del cine religioso, me sobrecoge la espeluznante escena del Huerto: niebla, oscuridad, soledad, sufrimiento...idas y venidas, desesperación...sonidos desgarradores que brotan de la garganta de Jesús, en una lengua, el arameo, que retumba en mis oídos como una súplica agónica y turbada, que se clava directamente en mi corazón. 
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Jesús llega al huerto de Getsemaní con sus discípulos Pedro, Santiago y Juan (los mismos que subieron con Él al Tabor) y, enseguida, comienza a sentir tristeza y angustia, hasta el punto de decir: "Me muero de tristeza". El verdadero Dios y el verdadero hombre, se muere...de pena. ¡Qué expresión tan tremenda!

Apartándose de ellos ("a un tiro de piedra", curiosa y simbólica forma de describir la distancia), se fue a orar. Lo que vio allí le causó tanto desasosiego y tanta aflicción, tanta presión, que comenzó a sudar literalmente gotas de sangre. "Algo" le horrorizó tanto, que sus capilares reventaron, casi causándole la muerte.

¿Qué vio que tanto le turbó? 

Mateo 26, 37 nos da una pista: dice que cuando Jesús oró, "comenzó a entristecerse y angustiarse". "Comenzó" significa que vio algo mientras rezaba, algo que no había experimentado hasta ese momento. Y le turbó poderosamente. 

La palabra griega utilizada como "entristecerse" es muy dura y su traducción podría ser "horrorizarse". Algo terrorífico.

Resultado de imagen de jesus sweating drops of bloodNo parece que Jesús se encamine hacia su muerte con el coraje y la valentía a que nos tenía acostumbrados durante su vida pública, con esa confianza y seguridad de quien sabe su final y no teme. 

De hecho, en el Huerto se muestra débil, casi asustado. Tiembla, tartamudea, va y viene frenéticamente, de un lado para otro, de Dios a sus discípulos y viceversa, preguntándole al Padre si hay otro camino, o recriminando a los discípulos su abandono. 

Mateo incluso dice que, en un momento determinado, Jesús se desploma y cae de bruces; está tan débil que no puede mantenerse en pie. Pero no es una debilidad física, no es un cansancio humano.

Y lo realmente inusual y extraño de esta escena, la diferencia con todos los demás lugares  por donde pasó Jesús, es que en todos ellos, siempre mostró un ánimo y un coraje inquebrantables frente al peligro. Poco antes de ir a Getsemaní, por ejemplo, los discípulos de Jesús tratan de disuadirlo para que no entre en Jerusalén porque era muy peligroso para él, pero Él les dijo que tenía que ir. 

¿Qué no vio que tanto le desesperó?

Entonces, ¿qué pasó allí, en este momento? En realidad, la pregunta debería ser ¿Qué no vio?

Resultado de imagen de jesus sweating drops of bloodLa respuesta nos la da el versículo 39 del mismo capítulo de Mateo, cuando llama a Dios su Padre, como lo había hecho en tantas ocasiones a lo largo de su vida,y  no obtiene respuesta. Se dirige a Él como "Abba", un término extremadamente íntimo y cercano que podríamos traducir como "Papá". Pero, por primera vez en toda la eternidad, su Padre guardó silencio.

Allí está Jesús, Aquel que caminó sobre el mar embravecido y sofocó las tormentas más temibles; Aquel que expulsó demonios, que sanó enfermos y resucitó muertos; Aquel que ahora está tan horrorizado por algo que ve, que se siente "morir".

Y así, vuelve con sus discípulos, buscando, quizás, algún tipo de consuelo, de apoyo, de compañía. Pero de los discípulos también recibe silencio porque están dormidos. Entonces regresa nuevamente al Padre, diciendo exactamente lo mismo que había dicho anteriormente. Y de nuevo, un gélido y solitario silencio. Y así, en tres ocasiones.

En Getsemaní, Dios le desvió su rostro, le dio la espalda. El juicio por nuestros pecados ya había comenzado. Antes de que el primer clavo fuera introducido en su cuerpo, el alma de Jesús estaba siendo abandonada por Dios.

¿Cómo explicar y comprender este silencio del Padre?

A simple vista, parece algo realmente extraño. Jesús había vivido toda su vida con la aprobación del Padre, y ahora, en el momento en que Jesús más necesitaba a su Padre, Dios le daba la espalda. Y Jesús se tambaleó bajo su peso, casi al borde de la muerte. Jesús fue a estar con su Padre antes de su muerte y encontró, en lugar del cielo, el infierno abierto de par en par ante Él.

Imagen relacionadaNo sólo estaba ante una silenciosa soledad. Si no ante el rechazo. ¿Cómo sentiría perder el infinito amor y la poderosa presencia de Aquel a quien conocía desde toda la eternidad?

De alguna manera, en ese momento, Jesús vislumbró a la humanidad abocada a un infierno para toda la eternidad. Porque esa es la esencia de lo que es el infierno: el completo abandono de Dios, la ausencia del Creador.

Cristo no se horrorizó ni se tambaleó por temor a la muerte física, y eso a pesar de que su pasión, desde la flagelación hasta la muerte en cruz, fue terrible. Jesús se horrorizó, se tambaleó y cayó en tierra porque sintió el abandono de Dios. 

Ese fue el horror que reiteraría en la cruz, cuando  la tierra se cubrió de tinieblas: "Eloi Eloi lama sabactani", "Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?" (Mateo 27, 47). Con esta expresión el Hijo del Hombre hace suyas las palabras del Salmo 22, dándole todo su sentido: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡Las palabras que lanzo no me salvan! Mi Dios, de día llamo y no me atiendes, de noche, más no encuentro mi reposo".

Resultado de imagen de darknessPero también es un grito trascendente de victoria, de valor, de sacrificio, de amor por la humanidad y comprensión de su real jerarquía celestial, que traducido más literalmente diría: "Dios mío, Dios mío, para este propósito me has elegido, para esto fui reservado" .

El sufrimiento físico de su Pasión, por malo que fuera, no era la esencia del Calvario sino el abandono de Dios. En el Huerto, Jesús bebió de lleno en la copa de la ira de Dios, abrumándole tanto que casi lo mata. 

Getsemaní, en arameo "Gath-Šmânê", significa 'prensa de aceite', y eso es precisamente lo sucedió aquella noche: la ira de Dios contra nuestro pecado "prensó" literalmente a Jesús; la carga de nuestros pecados  le "exprimió" la vida.

Oró en tres ocasiones, suplicando a su Padre: "Papá, si es posible, que pase de mí este cáliz". Dos voluntades se enfrentan por un momento, la humana y la divina, para confluir luego en un abandono de amor ya anunciado por Jesús: "Es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre, y que lo que el Padre me manda, yo lo hago" (Juan 14, 31).

¿Alguna vez Jesús había rezado alguna oración que no fuese respondida por Dios Padre? Tan sólo esta vez
.

Isaía
s 51,17-18 describe la ira de Dios contra nuestro pecado como un veneno tóxico guardado en un cáliz al que nadie se acerca: "Despierta, despierta, levántate, Jerusalén; tú que has bebido de la mano del Señor la copa de su cólera; el cáliz del vértigo lo has bebido hasta las heces. No hay nadie que la guíe entre los hijos que ha dado a luz, nadie que la tome de la mano entre todos los hijos que ha criado." 

Cuando se le ofreció este cáliz a Jesús, lo bebió por nosotros. Este cáliz era nuestro, o lo bebíamos nosotros o lo bebía Él. Si lo bebíamos nosotros, entonces estaríamos separados de Dios para siempre. Nuestra salvación es algo que sólo Cristo podía lograr.

¿Qué hizo Dios por su 'Hijo el amado' en Getsemaní? 

La actitud de Dios casi parece cruel y, en cierto sentido, un tanto áspera: ¿Qué pasaría si nosotros hubiéramos visto lo que vio Jesús? ¿Acaso lo que vio le hizo retroceder? ¿Por qué no esperó Dios hasta que Jesús fuera clavado en la cruz para mostrarle todo esto?

Dios lo hizo así para que l
os hombres pudiéramos ver a Jesús ir a la cruz voluntariamente, sabiendo muy bien lo que estaba experimentando; para que su amor por nosotros se mostrara aún más; para que pudiéramos ver la magnitud del precio que estaba dispuesto a pagar al ocupar nuestro lugar, el de todos nosotros; para ensalzarlo y glorificarlo. ¿Cómo?


Resultado de imagen de pasion de cristo el diabloLucas 22, 43 nos dice que un ángel vino a Jesús en ese momento para reconfortarle y para animarle. Pero no parece que el ángel hiciera disminuir su dolor, porque el evangelista prosigue diciendo: "Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra" (Lucas 22,44).

Dios envió al ángel, no para que le consolara precisamente, como quien trata de aplacar el sufrimiento; Dios a través de aquel ángel, lo que hizo, fue "darle fuerzas": no le evitó los obstáculos ni le abrió otro camino más fácil, sino que le dio fuerzas para recorrerlo

¿Y cómo le "dio fuerzas"? Jesús estaba exhausto, sin fuerzas. El plan de Dios permite que el hombre esté sin fuerzas, para que en ese momento, se vuelva a su Dios y Señor Todopoderoso, quien le da la fortaleza necesaria.

No sabemos lo que dijo el ángel, ni siquiera si le habló. A buen seguro, su misión no consistió en palabras, en consejos, en argumentos ni en promesas. Tampoco en explicaciones lógicas sobre la voluntad del Padre. Jesús la conocía por completo. Tampoco le curó su frente ensangrentada ni le acarició ni le abrazó. Jesús no necesitaba eso.

Resultado de imagen de passion of the christ cinematographyEl ángel solamente le hizo compañía en su oración. Aquel ángel fue ante todo un testigo. Jesús no estaba sumergido en un mar de protestas ni de quejas contra su Padre. Jesús ni esperaba, ni quería, ni le hacía falta alguien a quien expresar su dolor para aliviarse. 

Lo que Jesús sí quería y, en cierto sentido esperaba y necesitaba, era un testigo. Su naturaleza humana reclamaba, ante todo, la gloria de Dios. Y aquel ángel es la primera expresión de la gloria divina, en el acto de la obediencia y amor del Hijo al Padre. 

En aquella noche de tinieblas, la tenue luz del ángel es el amanecer de la gloria. Aquel ángel, enviado por Dios para compartir la oración más sublime que podamos imaginar, alaba con todo su ser al Padre y al Hijo, y es así el primer testigo de la gloria que Dios habría de revelar en la obra de la redención. Y esto dio fuerzas a Jesucristo.

¿Qué hizo Jesús por su 'Padre el amado' en Getsemaní? 

Tras ello, Jesús se levantó de allí para ir a cumplir la voluntad de su Padre, y lo hizo "con decisión" porque se le mostró algo. 

Resultado de imagen de pasion de cristo¿Qué vio ante Él en ese momento? ¿Qué vio Jesús que iba a obtener que hizo que la cruz "valiera la pena"?

Solo una cosa: a
nosotros. No había otra manera de salvarnos, y a la vez, de unirse a la humanidad ¡y lo hizo de buena gana! Cuando rezó en Getsemaní: "pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú", sus lágrimas y su sudor  ensangrentado no era por su desgracia, sino por la nuestra.

Él tomó nuestros pecados y nuestras penas y los hizo suyos; llevó la carga al Calvario y sufrió y murió solo. Y todo para enseñarnos el camino al cielo.

“El suyo es un sufrimiento en comunión con nosotros y por nosotros, que viene del amor y lleva en sí la redención, la victoria del amor” (Benedicto XVI).

¡Qué maravilloso! ¡No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos!





martes, 31 de julio de 2018

¿MEDIOCRES? NO, GRACIAS

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"Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. 
Ojalá fueses frío o caliente. 
Pero porque eres tibio, 
y no eres ni frío ni caliente, 
te voy a vomitar de mi boca."  
(Apocalipsis 3, 15-16)

Mediocre, del latín “mediocris” , “medius” (“medio o intermedio”) y “ocris” (“montaña o peñasco escarpado”), es el que se queda a mitad de la montaña: Ni completamente abajo, ni totalmente arriba, sino en la mitad. 

Mediocre es el que no culmina el camino, el que no destaca ni se compromete porque se queda a medias, el que carece de mérito porque no llega donde debería llegar. Su tibieza le lleva a la indiferencia, al desafecto, a la falta de fervor y de entusiasmo.

El mediocre, moralmente, se encuentra por encima del pecado, pero espiritualmente, por debajo de la santidad. No llega a ser un cristiano porque se queda a mitad de camino; ha empezado a subir hacia Dios pero quizás, por temor o por pereza, decide parar en la mitad del camino, montar su "chiringuito", y quedarse allí cómodamente, sin querer alcanzar la cima. 

Es una persona conformista y cómoda, que no se esfuerza, que no quiere "líos", que prefiere  estar "a resguardo", alimentándose de leche, en lugar de crecer y madurar hacia el alimento sólido.

Dios es duro con la mediocridad. En su Palabra dice que le provoca nauseas (Apocalipsis 3, 15-16). Y es severo porque con todo lo que nos ofrece ¿por qué conformarnos con tan poco? Si nos quedamos permanentemente "a medio camino" no podemos honrar, complacer ni servir a Dios. Debemos caminar hacia la plena madurez en Cristo. Dios nos da libertad para subir o no, pero si le damos nuestro sí, es hasta el final.

Dios quiere nuestra santidad. Nos exhorta a ser perfectos como Él, es decir, a que lleguemos a la meta. Como dice el apóstol Pablo en Filipenses 3, 12-14: "No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús."

El tibio huye del compr
omiso radical y apela a erróneos planteamientos como "nada es blanco o negro sino que la vida es una zona de grises""los extremos son siempre malos". El tibio suele utilizar este tipo de frases que eleva a axiomas o principios fundamentales, cuando no son más que ideas "facilonas" que en el fondo y por sí solas, están vacías y no dicen nada. Realmente, el hecho de que una frase "suene" bien no la convierte en cierta.

Dios habla de los extremos. El agua hirviendo o el agua helada son extremos que, en sí mismas no son malos, pero tampoco significa que el agua tibia sea buena. El agua hirviendo sirve para cocinar pasta. El agua helada, para sofocar la sed.
Lo que ocurre es que el “tibio” prefiere ser ambiguo y se coloca equidistante, "en tierra de nadie". Se permite el lujo de juzgar y criticar ambos lados de la ecuación: se cree justo, ecuánime, centrado y "políticamente correcto", pero en realidad se ahoga en un "mar de buenismo". 

El tibio simplemente no quiere "definirse" ni adoptar una posición firme, lo que le conduce a la inacción y a la resistencia al compromiso.

El tibio no quiere ser levadura, "no quiere meterse en harina".

El tibio no quiere "mojarse" para pescar. 

El tibio no quiere ser grano de mostaza sino que prefiere ser semilla que cae aleatoriamente, sin preocuparse de si lo hace al borde del camino, en suelo pedregoso o entre zarzas.

El tibio se mantiene en su cómodo engaño, enmudeciendo su conciencia, convenciéndose de que, a medio camino, está bien con Dios. Se ve a sí mismo participando en el banquete de Dios, bebiendo del cáliz de vida eterna y comiendo del Cuerpo de Cristo, pero en realidad, está comiendo basura y algarrobas o bebiendo agua de alcantarilla, porque todavía no ha llegado a la meta.

Un cristiano no puede quedarse en un término medio: o es 100% cristiano o no lo es. Dios nos llama a "subir", a "nacer de nuevo", es decir, a comprometernos con Él diariamente y hasta el final. No un día si y un día no. Siempre.

Un cristiano no puede vivir una "fe de mínimos". Debe buscar la excelencia, la perfección, la santidad. "Dejar todo a la voluntad de Dios" es malgastar los talentos que Él nos regala. Un cristiano debe caminar con decisión y firmeza hacia la santidad que es un don y un regalo de Dios.

Un cristiano no puede empezar una carrera y distraerse por el camino. Tampoco el cansancio debe hacerle desfallecer si mira con decisión la meta. Si empieza la carrera, debe acabarla.

Un cristiano no puede pertenecer ni entrenar en un equipo y cuando llega el día del partido, ponerse la camiseta del equipo contrario. Un cristiano no puede conformarse con un "empate". Cuando se pone la camiseta cristiana, debe ser leal "al escudo" y "luchar hasta el final".


 "Nadie puede servir a dos amos, 
porque odiará a uno y amará al otro, 
o bien despreciará a uno y se apegará al otro" 
(Mateo 6, 24)

"¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, 
pero sólo uno consigue el premio? 
Corred de modo que lo conquistéis. 
Los atletas se privan de muchas cosas, 
y lo hacen para conseguir una corona corruptible; 
en cambio, nosotros, por una incorruptible. 
Yo no corro sin ton ni son, ni peleo como quien da golpes al aire, 
sino que me impongo una disciplina y domino mi cuerpo, 
no sea que después de predicar a los demás, yo quede descalificado." 
(1 Corintios 9, 24-27)

viernes, 27 de julio de 2018

UN RELATIVISMO CATÓLICO-PROTESTANTE

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"Estoy sorprendido de que tan rápidamente os hayáis apartado 
de aquel que os llamó por la gracia de Cristo 
y os hayáis pasado a otro evangelio. 
Eso no es otro evangelio; 
lo que pasa es que algunos siembran entre vosotros la confusión 
y quieren deformar el evangelio de Cristo. 
Pero si yo mismo o incluso un ángel del cielo os anuncia un evangelio distinto 
del que yo os anuncié, sea maldito. 
Os repito lo que ya os dije antes. 
Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, sea maldito." 
(Gálatas 1, 6-9)


Han pasado 500 años de la rebelión de Lutero contra la Iglesia Católica cuyas cuatro grandes ideas o principios excluyentes fueron:

-"Sólo Cristo". Niega la mediación de la Iglesia y el Papado entre Dios y los hombres y suprime el culto a María y a los santos.

"Sólo fe" (fe fiducial). Niega el valor de las obras o de los méritos. Sólo salvan los méritos de Cristo.

-"Sólo Escritura". Rechaza la interpretación válida y universal de la la revelación divina por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.

-"Sólo Gracia". Rechaza la libertad y el "libre albedrío" para sumergirse en la predestinación.

Las consecuencias reformistas fueron evidentes: subjetivismo y relativismo, anarquismo e igualitarismo, fragmentación y división. 

El Vaticano, entonces, quizás demasiado mundanizado y ensimismado, no estuvo atento como para captar lo que se le venía encima. 

Fue tras el Concilio de Trento en 1564, cuando la Iglesia reaccionó con un "corpus" doctrinal un tanto herido y por tanto, defensivo y apologético del que surgieron una larga lista de santos: Juan de Dios, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Francisco Javier, Carlos Borromeo, Felipe Neri, José de Calasanz, Vicente de Paúl, Francisco de Sales... que sanaron heridas y, sobre todo, fortalecieron a la Iglesia y la reformaron desde dentro. Tal y como la Iglesia debía ser reformada: desde dentro y a la luz de Dios.

La verdad relativista 

Resultado de imagen de ecumenismo catolico y protestanteNo pretendo ser alarmista, pero todo me indica que el ambiente católico de nuestros días es demasiado similar al de entonces: una Iglesia "ensimismada", "mundanizada", "buenista" y "relativista".

Y por ello, surgen muchos
dentro de la Iglesia que relativizan y se acercan peligrosamente a las ideas luteranas con pensamientos como: "la Iglesia tiene que ser reformada y asumir un mayor protagonismo de la mujer", "lo que hagamos no importa porque Dios es misericordioso", "la Tradición no es quien para interpretar el mensaje de amor de Cristo ni la Palabra de Dios" y, "todos estamos predestinados a ser amados por Dios, hagamos lo que hagamos".

Las principales causas de este relativismo que conducen a la Iglesia hacia un preocupante "tono protestante", donde la "verdad" es una cuestión relativa y opinable, son:

Externas

-Las ideologías relativistas surgidas en el seno de la sociedad (homosexualidad, LGTB, feminismo, etc.).
-El subjetivismo pluralista de espiritualidades orientales (yoga, reiki, etc.).
-Las reivindicaciones sociales (comunismo, independentismo, etc.).
-Lfragmentación de la sociedad (divorcioaborto, eutanasia, etc.).
-La crisis de valores y principios morales universales (consumismo, hedonismo, etc.).

Internas

-La debilitación moral progresiva y progresista de una parte de la Iglesia católica.
-La mundanización de la jerarquía hacia lo "políticamente correcto".
-Los intentos de reforma de la Iglesia hacia el igualitarimo y el liberalismo.
-La decadencia de la formación teológica y catequética de los fieles.

El relativismo es, en definitiva, la aceptación de que todas las creencias, costumbres y principios morales son relativos al individuo en su contexto social; de que no existe un patrón universal de moralidad; de que la verdad es subjetiva y libre de interpretación; de que Dios está al servicio del ser humano y no al contrario.

Como resultado de ello, todo es opinable, todo es discutible. Por ello, no me sorprende que lo que antes era bueno, ahora es malo y lo que era malo, ahora es bueno; que todo el mundo llame al mal, bien y al bien, mal; que donde hay tinieblas, se vea luz y donde hay luz, tinieblas: "¡Ay de aquellos que llaman bien al mal y mal al bien; que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas; que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! "(Isaías 5,20).

La misericordia relativista

Lo que si me asusta y me preocupa es ver que, dentro de nuestras parroquias, el relativismo ha crecido de forma exponencial hasta el punto de acercarse, e incluso mezclarse con los postulados protestantes. 

Son bastantes y crecientes los que, dentro de la Iglesia, confunden el concepto católico de misericordia divina con un concepto relativista, dejando de lado el Catecismo, la Doctrina y la Tradición, asumen la herencia protestante hacia un concepto relativista y erróneo de la misericordia, provocando la pérdida de la unidad de la fe. Los obispos y los sacerdotes se dividen, y con ellos, el pueblo de Dios. 
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El concepto relativista de misericordia esta basado en:

-u
pragmatismo sentimental"lo que siento" sustituye a "lo que es correcto", destruyendo por completo la obra salvífica de la Cruz (Efesios 2, 4-7). 

-una justificación luterana: "¡Tranquilo, no pasa nada, Dios es misericordioso y te perdona todo!". En realidad, confunde la imagen del Dios Padre con la de un "Dios abuelo", negando el pecado y permitiendo todo. En realidad, justifica la salvación por la fe, y no por las obras. 

-un antagonismo entre justicia y misericordia"Dios, ante todo, es misericordioso más que justo", confundiendo el concepto de justicia hacia la arbitrariedad, visceralidad o venganza. 

-una oposición entre verdad y caridad: "No existe el blanco y el negro, sino una amplia escala de grises. La fe se basa en los buenos sentimientos". 

La Verdad divina

Resultado de imagen de fondos para tarjetas de fallecimientoDios ha establecido y revelado un patrón absoluto de santidad, que no es opinable, que no es subjetivo. Y lo ha grabado en  el corazón humano: "Pues cuando los paganos, que no tienen ley, practican de una manera natural lo que manda la ley, aunque no tengan ley, ellos mismos son su propia ley. Ellos muestran que llevan la ley escrita en sus corazones, según lo atestiguan su conciencia y sus pensamientos, que unas veces los acusan y otras los defienden," (Romanos 2, 14-15).

D
ios ha establecido y revelado una verdad única y absoluta:"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Juan 14,6) y una ley única y absoluta: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo" (Lucas 10,27).

Un cristianismo de caridad sin verdad se confunde fácilmente con un conjunto de buenos sentimientos o
de relaciones sociales, que relega a Dios del mundo y reduce la fe a la emotividad y al consuelo: "¡Pobrecillo, qué pena, qué lástima". El abandono de la Verdad y de lo correcto, es en definitiva un camino sin Cristo, sin verdad y sin vida.

En la encíclica de Doctrina Social Caritas in Veritate leemos: “Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal”.


La Misericordia divina

Etimologícamente, misericordia proviene del latín misere (miseria, necesidad), cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás); significa tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad.
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El Papa Benedicto XVI, en Spe Salvi 44 explica: “Dios es justicia y crea justicia. Éste es nuestro consuelo y nuestra esperanza. Pero en su justicia está también la gracia. La gracia no excluye la justicia. No convierte la injusticia en derecho. No es un cepillo que borra todo, de modo que cuanto se ha hecho en la tierra acabe por tener siempre igual valor. Al final los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada."

El Papa Francisco define la misericordia cuando habla de la Iglesia como Hospital de Campaña, que ofrece tratamientos sintomáticos y terapéuticos, cuidados paliativos y finalmente, curación, por la gracia divina.

L
a misericordia de Dios va más allá de apiadarse del que tiene necesidad, no sólo es solo compasión hacia él. Nos “gesta”, nos “engendra” a una vida nueva. Nos da la oportunidad de “nacer de nuevo” para poder entrar en el Reino de Dios (Juan 3, 5). De ahí que las palabras griegas utilizadas en la Escritura relacionen "corazón" con "útero", "entrañas".

Aquí es donde está el punto central para comprender la misericordia de Dios: no se queda en la compasión ni en la comprensión del necesitado sino que posibilita su regeneración, es decir, sanarnos del pecado.

En realidad, todos los cristianos somos "mendigos de la misericordia", "hijos pródigos"que tomamos conciencia de nuestra miseria cuando comprendemos  que la soberbia autosuficiente nos auto-excluye del banquete de la misericordia; de que no nos damos cuenta del drama del pecado hasta que no somos perdonados. El "Padre amoroso" no sólo siente compasión hacia la miseria de su hijo, sino que le rescata de ella, 

El Papa Francisco marca la diferencia entre el concepto humano de misericordia y el concepto divino: "El mundo es duro con el pecador e indulgente con el pecado. Cristo es inflexible con el pecado e indulgente con el pecador. 

El binomio divino justicia-misericordia, aunque indisoluble, da prioridad a la misericordia sobre la justicia, pero hemos de tener en cuenta que la misericordia, aunque gratuita, no es barata…Requiere el esfuerzo de doblegar nuestro orgullo, arrepentirnos y estar dispuestos a convertirnos, es decir, no sólo cambiar nuestra mentalidad sino también nuestra forma de vida.