¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

jueves, 16 de agosto de 2018

¿QUÉ OCURRIÓ REALMENTE EN GETSEMANÍ?


"Jesús fue con ellos a un huerto llamado Getsemaní (...)
y comenzó a sentir tristeza y angustia.
Y les dijo: 'Me muero de tristeza. Quedaos aquí y velad conmigo'.
Avanzó unos pasos más, cayó de bruces y se puso a orar así:
'Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz;
pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú'.
Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y dijo a Pedro:
'¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?
Velad y orad para que no caigáis en tentación.
El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil'.
De nuevo, por segunda vez, se fue a orar, diciendo:
'Padre mío, si no es posible que este cáliz pase sin que yo lo beba,
hágase tu voluntad'.
Volvió y los encontró dormidos, vencidos por el sueño.
Los dejó y volvió a orar de nuevo,
por tercera vez, repitiendo las mismas palabras."
(Mateo 26, 36-44; Marcos 14,32-42; Lucas 22,39-46)

Este es mi segundo artículo sobre la agonía de Jesucristo en el huerto de Getsemaní (https://cristianosdigitales.blogspot.com/2016/07/getsemani-es-decirte-si-hasta-el-final.html) pero desde otro punto de reflexión. De hecho, repito foto de cabecera porque expresa a la perfección aquel momento dramático.

Cada vez que veo la película "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson, para mí, obra maestra del cine religioso, me sobrecoge la espeluznante escena del Huerto: niebla, oscuridad, soledad, sufrimiento...idas y venidas, desesperación...sonidos desgarradores que brotan de la garganta de Jesús, en una lengua, el arameo, que retumba en mis oídos como una súplica agónica y turbada, que se clava directamente en mi corazón. 
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Jesús llega al huerto de Getsemaní con sus discípulos Pedro, Santiago y Juan (los mismos que subieron con Él al Tabor) y, enseguida, comienza a sentir tristeza y angustia, hasta el punto de decir: "Me muero de tristeza". El verdadero Dios y el verdadero hombre, se muere...de pena. ¡Qué expresión tan tremenda!

Apartándose de ellos ("a un tiro de piedra", curiosa y simbólica forma de describir la distancia), se fue a orar. Lo que vio allí le causó tanto desasosiego y tanta aflicción, tanta presión, que comenzó a sudar literalmente gotas de sangre. "Algo" le horrorizó tanto, que sus capilares reventaron, casi causándole la muerte.

¿Qué vio que tanto le turbó? 

Mateo 26, 37 nos da una pista: dice que cuando Jesús oró, "comenzó a entristecerse y angustiarse". "Comenzó" significa que vio algo mientras rezaba, algo que no había experimentado hasta ese momento. Y le turbó poderosamente. 

La palabra griega utilizada como "entristecerse" es muy dura y su traducción podría ser "horrorizarse". Algo terrorífico.

Resultado de imagen de jesus sweating drops of bloodNo parece que Jesús se encamine hacia su muerte con el coraje y la valentía a que nos tenía acostumbrados durante su vida pública, con esa confianza y seguridad de quien sabe su final y no teme. 

De hecho, en el Huerto se muestra débil, casi asustado. Tiembla, tartamudea, va y viene frenéticamente, de un lado para otro, de Dios a sus discípulos y viceversa, preguntándole al Padre si hay otro camino, o recriminando a los discípulos su abandono. 

Mateo incluso dice que, en un momento determinado, Jesús se desploma y cae de bruces; está tan débil que no puede mantenerse en pie. Pero no es una debilidad física, no es un cansancio humano.

Y lo realmente inusual y extraño de esta escena, la diferencia con todos los demás lugares  por donde pasó Jesús, es que en todos ellos, siempre mostró un ánimo y un coraje inquebrantables frente al peligro. Poco antes de ir a Getsemaní, por ejemplo, los discípulos de Jesús tratan de disuadirlo para que no entre en Jerusalén porque era muy peligroso para él, pero Él les dijo que tenía que ir. 

¿Qué no vio que tanto le desesperó?

Entonces, ¿qué pasó allí, en este momento? En realidad, la pregunta debería ser ¿Qué no vio?

Resultado de imagen de jesus sweating drops of bloodLa respuesta nos la da el versículo 39 del mismo capítulo de Mateo, cuando llama a Dios su Padre, como lo había hecho en tantas ocasiones a lo largo de su vida,y  no obtiene respuesta. Se dirige a Él como "Abba", un término extremadamente íntimo y cercano que podríamos traducir como "Papá". Pero, por primera vez en toda la eternidad, su Padre guardó silencio.

Allí está Jesús, Aquel que caminó sobre el mar embravecido y sofocó las tormentas más temibles; Aquel que expulsó demonios, que sanó enfermos y resucitó muertos; Aquel que ahora está tan horrorizado por algo que ve, que se siente "morir".

Y así, vuelve con sus discípulos, buscando, quizás, algún tipo de consuelo, de apoyo, de compañía. Pero de los discípulos también recibe silencio porque están dormidos. Entonces regresa nuevamente al Padre, diciendo exactamente lo mismo que había dicho anteriormente. Y de nuevo, un gélido y solitario silencio. Y así, en tres ocasiones.

En Getsemaní, Dios le desvió su rostro, le dio la espalda. El juicio por nuestros pecados ya había comenzado. Antes de que el primer clavo fuera introducido en su cuerpo, el alma de Jesús estaba siendo abandonada por Dios.

¿Cómo explicar y comprender este silencio del Padre?

A simple vista, parece algo realmente extraño. Jesús había vivido toda su vida con la aprobación del Padre, y ahora, en el momento en que Jesús más necesitaba a su Padre, Dios le daba la espalda. Y Jesús se tambaleó bajo su peso, casi al borde de la muerte. Jesús fue a estar con su Padre antes de su muerte y encontró, en lugar del cielo, el infierno abierto de par en par ante Él.

Imagen relacionadaNo sólo estaba ante una silenciosa soledad. Si no ante el rechazo. ¿Cómo sentiría perder el infinito amor y la poderosa presencia de Aquel a quien conocía desde toda la eternidad?

De alguna manera, en ese momento, Jesús vislumbró a la humanidad abocada a un infierno para toda la eternidad. Porque esa es la esencia de lo que es el infierno: el completo abandono de Dios, la ausencia del Creador.

Cristo no se horrorizó ni se tambaleó por temor a la muerte física, y eso a pesar de que su pasión, desde la flagelación hasta la muerte en cruz, fue terrible. Jesús se horrorizó, se tambaleó y cayó en tierra porque sintió el abandono de Dios. 

Ese fue el horror que reiteraría en la cruz, cuando  la tierra se cubrió de tinieblas: "Eloi Eloi lama sabactani", "Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?" (Mateo 27, 47). Con esta expresión el Hijo del Hombre hace suyas las palabras del Salmo 22, dándole todo su sentido: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡Las palabras que lanzo no me salvan! Mi Dios, de día llamo y no me atiendes, de noche, más no encuentro mi reposo".

Resultado de imagen de darknessPero también es un grito trascendente de victoria, de valor, de sacrificio, de amor por la humanidad y comprensión de su real jerarquía celestial, que traducido más literalmente diría: "Dios mío, Dios mío, para este propósito me has elegido, para esto fui reservado" .

El sufrimiento físico de su Pasión, por malo que fuera, no era la esencia del Calvario sino el abandono de Dios. En el Huerto, Jesús bebió de lleno en la copa de la ira de Dios, abrumándole tanto que casi lo mata. 

Getsemaní, en arameo "Gath-Šmânê", significa 'prensa de aceite', y eso es precisamente lo sucedió aquella noche: la ira de Dios contra nuestro pecado "prensó" literalmente a Jesús; la carga de nuestros pecados  le "exprimió" la vida.

Oró en tres ocasiones, suplicando a su Padre: "Papá, si es posible, que pase de mí este cáliz". Dos voluntades se enfrentan por un momento, la humana y la divina, para confluir luego en un abandono de amor ya anunciado por Jesús: "Es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre, y que lo que el Padre me manda, yo lo hago" (Juan 14, 31).

¿Alguna vez Jesús había rezado alguna oración que no fuese respondida por Dios Padre? Tan sólo esta vez
.

Isaía
s 51,17-18 describe la ira de Dios contra nuestro pecado como un veneno tóxico guardado en un cáliz al que nadie se acerca: "Despierta, despierta, levántate, Jerusalén; tú que has bebido de la mano del Señor la copa de su cólera; el cáliz del vértigo lo has bebido hasta las heces. No hay nadie que la guíe entre los hijos que ha dado a luz, nadie que la tome de la mano entre todos los hijos que ha criado." 

Cuando se le ofreció este cáliz a Jesús, lo bebió por nosotros. Este cáliz era nuestro, o lo bebíamos nosotros o lo bebía Él. Si lo bebíamos nosotros, entonces estaríamos separados de Dios para siempre. Nuestra salvación es algo que sólo Cristo podía lograr.

¿Qué hizo Dios por su 'Hijo el amado' en Getsemaní? 

La actitud de Dios casi parece cruel y, en cierto sentido, un tanto áspera: ¿Qué pasaría si nosotros hubiéramos visto lo que vio Jesús? ¿Acaso lo que vio le hizo retroceder? ¿Por qué no esperó Dios hasta que Jesús fuera clavado en la cruz para mostrarle todo esto?

Dios lo hizo así para que l
os hombres pudiéramos ver a Jesús ir a la cruz voluntariamente, sabiendo muy bien lo que estaba experimentando; para que su amor por nosotros se mostrara aún más; para que pudiéramos ver la magnitud del precio que estaba dispuesto a pagar al ocupar nuestro lugar, el de todos nosotros; para ensalzarlo y glorificarlo. ¿Cómo?


Resultado de imagen de pasion de cristo el diabloLucas 22, 43 nos dice que un ángel vino a Jesús en ese momento para reconfortarle y para animarle. Pero no parece que el ángel hiciera disminuir su dolor, porque el evangelista prosigue diciendo: "Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra" (Lucas 22,44).

Dios envió al ángel, no para que le consolara precisamente, como quien trata de aplacar el sufrimiento; Dios a través de aquel ángel, lo que hizo, fue "darle fuerzas": no le evitó los obstáculos ni le abrió otro camino más fácil, sino que le dio fuerzas para recorrerlo

¿Y cómo le "dio fuerzas"? Jesús estaba exhausto, sin fuerzas. El plan de Dios permite que el hombre esté sin fuerzas, para que en ese momento, se vuelva a su Dios y Señor Todopoderoso, quien le da la fortaleza necesaria.

No sabemos lo que dijo el ángel, ni siquiera si le habló. A buen seguro, su misión no consistió en palabras, en consejos, en argumentos ni en promesas. Tampoco en explicaciones lógicas sobre la voluntad del Padre. Jesús la conocía por completo. Tampoco le curó su frente ensangrentada ni le acarició ni le abrazó. Jesús no necesitaba eso.

Resultado de imagen de passion of the christ cinematographyEl ángel solamente le hizo compañía en su oración. Aquel ángel fue ante todo un testigo. Jesús no estaba sumergido en un mar de protestas ni de quejas contra su Padre. Jesús ni esperaba, ni quería, ni le hacía falta alguien a quien expresar su dolor para aliviarse. 

Lo que Jesús sí quería y, en cierto sentido esperaba y necesitaba, era un testigo. Su naturaleza humana reclamaba, ante todo, la gloria de Dios. Y aquel ángel es la primera expresión de la gloria divina, en el acto de la obediencia y amor del Hijo al Padre. 

En aquella noche de tinieblas, la tenue luz del ángel es el amanecer de la gloria. Aquel ángel, enviado por Dios para compartir la oración más sublime que podamos imaginar, alaba con todo su ser al Padre y al Hijo, y es así el primer testigo de la gloria que Dios habría de revelar en la obra de la redención. Y esto dio fuerzas a Jesucristo.

¿Qué hizo Jesús por su 'Padre el amado' en Getsemaní? 

Tras ello, Jesús se levantó de allí para ir a cumplir la voluntad de su Padre, y lo hizo "con decisión" porque se le mostró algo. 

Resultado de imagen de pasion de cristo¿Qué vio ante Él en ese momento? ¿Qué vio Jesús que iba a obtener que hizo que la cruz "valiera la pena"?

Solo una cosa: a
nosotros. No había otra manera de salvarnos, y a la vez, de unirse a la humanidad ¡y lo hizo de buena gana! Cuando rezó en Getsemaní: "pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú", sus lágrimas y su sudor  ensangrentado no era por su desgracia, sino por la nuestra.

Él tomó nuestros pecados y nuestras penas y los hizo suyos; llevó la carga al Calvario y sufrió y murió solo. Y todo para enseñarnos el camino al cielo.

“El suyo es un sufrimiento en comunión con nosotros y por nosotros, que viene del amor y lleva en sí la redención, la victoria del amor” (Benedicto XVI).

¡Qué maravilloso! ¡No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos!





martes, 31 de julio de 2018

¿MEDIOCRES? NO, GRACIAS

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"Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. 
Ojalá fueses frío o caliente. 
Pero porque eres tibio, 
y no eres ni frío ni caliente, 
te voy a vomitar de mi boca."  
(Apocalipsis 3, 15-16)

Mediocre, del latín “mediocris” , “medius” (“medio o intermedio”) y “ocris” (“montaña o peñasco escarpado”), es el que se queda a mitad de la montaña: Ni completamente abajo, ni totalmente arriba, sino en la mitad. 

Mediocre es el que no culmina el camino, el que no destaca ni se compromete porque se queda a medias, el que carece de mérito porque no llega donde debería llegar. Su tibieza le lleva a la indiferencia, al desafecto, a la falta de fervor y de entusiasmo.

El mediocre, moralmente, se encuentra por encima del pecado, pero espiritualmente, por debajo de la santidad. No llega a ser un cristiano porque se queda a mitad de camino; ha empezado a subir hacia Dios pero quizás, por temor o por pereza, decide parar en la mitad del camino, montar su "chiringuito", y quedarse allí cómodamente, sin querer alcanzar la cima. 

Es una persona conformista y cómoda, que no se esfuerza, que no quiere "líos", que prefiere  estar "a resguardo", alimentándose de leche, en lugar de crecer y madurar hacia el alimento sólido.

Dios es duro con la mediocridad. En su Palabra dice que le provoca nauseas (Apocalipsis 3, 15-16). Y es severo porque con todo lo que nos ofrece ¿por qué conformarnos con tan poco? Si nos quedamos permanentemente "a medio camino" no podemos honrar, complacer ni servir a Dios. Debemos caminar hacia la plena madurez en Cristo. Dios nos da libertad para subir o no, pero si le damos nuestro sí, es hasta el final.

Dios quiere nuestra santidad. Nos exhorta a ser perfectos como Él, es decir, a que lleguemos a la meta. Como dice el apóstol Pablo en Filipenses 3, 12-14: "No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús."

El tibio huye del compr
omiso radical y apela a erróneos planteamientos como "nada es blanco o negro sino que la vida es una zona de grises""los extremos son siempre malos". El tibio suele utilizar este tipo de frases que eleva a axiomas o principios fundamentales, cuando no son más que ideas "facilonas" que en el fondo y por sí solas, están vacías y no dicen nada. Realmente, el hecho de que una frase "suene" bien no la convierte en cierta.

Dios habla de los extremos. El agua hirviendo o el agua helada son extremos que, en sí mismas no son malos, pero tampoco significa que el agua tibia sea buena. El agua hirviendo sirve para cocinar pasta. El agua helada, para sofocar la sed.
Lo que ocurre es que el “tibio” prefiere ser ambiguo y se coloca equidistante, "en tierra de nadie". Se permite el lujo de juzgar y criticar ambos lados de la ecuación: se cree justo, ecuánime, centrado y "políticamente correcto", pero en realidad se ahoga en un "mar de buenismo". 

El tibio simplemente no quiere "definirse" ni adoptar una posición firme, lo que le conduce a la inacción y a la resistencia al compromiso.

El tibio no quiere ser levadura, "no quiere meterse en harina".

El tibio no quiere "mojarse" para pescar. 

El tibio no quiere ser grano de mostaza sino que prefiere ser semilla que cae aleatoriamente, sin preocuparse de si lo hace al borde del camino, en suelo pedregoso o entre zarzas.

El tibio se mantiene en su cómodo engaño, enmudeciendo su conciencia, convenciéndose de que, a medio camino, está bien con Dios. Se ve a sí mismo participando en el banquete de Dios, bebiendo del cáliz de vida eterna y comiendo del Cuerpo de Cristo, pero en realidad, está comiendo basura y algarrobas o bebiendo agua de alcantarilla, porque todavía no ha llegado a la meta.

Un cristiano no puede quedarse en un término medio: o es 100% cristiano o no lo es. Dios nos llama a "subir", a "nacer de nuevo", es decir, a comprometernos con Él diariamente y hasta el final. No un día si y un día no. Siempre.

Un cristiano no puede vivir una "fe de mínimos". Debe buscar la excelencia, la perfección, la santidad. "Dejar todo a la voluntad de Dios" es malgastar los talentos que Él nos regala. Un cristiano debe caminar con decisión y firmeza hacia la santidad que es un don y un regalo de Dios.

Un cristiano no puede empezar una carrera y distraerse por el camino. Tampoco el cansancio debe hacerle desfallecer si mira con decisión la meta. Si empieza la carrera, debe acabarla.

Un cristiano no puede pertenecer ni entrenar en un equipo y cuando llega el día del partido, ponerse la camiseta del equipo contrario. Un cristiano no puede conformarse con un "empate". Cuando se pone la camiseta cristiana, debe ser leal "al escudo" y "luchar hasta el final".


 "Nadie puede servir a dos amos, 
porque odiará a uno y amará al otro, 
o bien despreciará a uno y se apegará al otro" 
(Mateo 6, 24)

"¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, 
pero sólo uno consigue el premio? 
Corred de modo que lo conquistéis. 
Los atletas se privan de muchas cosas, 
y lo hacen para conseguir una corona corruptible; 
en cambio, nosotros, por una incorruptible. 
Yo no corro sin ton ni son, ni peleo como quien da golpes al aire, 
sino que me impongo una disciplina y domino mi cuerpo, 
no sea que después de predicar a los demás, yo quede descalificado." 
(1 Corintios 9, 24-27)

viernes, 27 de julio de 2018

UN RELATIVISMO CATÓLICO-PROTESTANTE

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"Estoy sorprendido de que tan rápidamente os hayáis apartado 
de aquel que os llamó por la gracia de Cristo 
y os hayáis pasado a otro evangelio. 
Eso no es otro evangelio; 
lo que pasa es que algunos siembran entre vosotros la confusión 
y quieren deformar el evangelio de Cristo. 
Pero si yo mismo o incluso un ángel del cielo os anuncia un evangelio distinto 
del que yo os anuncié, sea maldito. 
Os repito lo que ya os dije antes. 
Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, sea maldito." 
(Gálatas 1, 6-9)


Han pasado 500 años de la rebelión de Lutero contra la Iglesia Católica cuyas cuatro grandes ideas o principios excluyentes fueron:

-"Sólo Cristo". Niega la mediación de la Iglesia y el Papado entre Dios y los hombres y suprime el culto a María y a los santos.

"Sólo fe" (fe fiducial). Niega el valor de las obras o de los méritos. Sólo salvan los méritos de Cristo.

-"Sólo Escritura". Rechaza la interpretación válida y universal de la la revelación divina por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.

-"Sólo Gracia". Rechaza la libertad y el "libre albedrío" para sumergirse en la predestinación.

Las consecuencias reformistas fueron evidentes: subjetivismo y relativismo, anarquismo e igualitarismo, fragmentación y división. 

El Vaticano, entonces, quizás demasiado mundanizado y ensimismado, no estuvo atento como para captar lo que se le venía encima. 

Fue tras el Concilio de Trento en 1564, cuando la Iglesia reaccionó con un "corpus" doctrinal un tanto herido y por tanto, defensivo y apologético del que surgieron una larga lista de santos: Juan de Dios, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Francisco Javier, Carlos Borromeo, Felipe Neri, José de Calasanz, Vicente de Paúl, Francisco de Sales... que sanaron heridas y, sobre todo, fortalecieron a la Iglesia y la reformaron desde dentro. Tal y como la Iglesia debía ser reformada: desde dentro y a la luz de Dios.

La verdad relativista 

Resultado de imagen de ecumenismo catolico y protestanteNo pretendo ser alarmista, pero todo me indica que el ambiente católico de nuestros días es demasiado similar al de entonces: una Iglesia "ensimismada", "mundanizada", "buenista" y "relativista".

Y por ello, surgen muchos
dentro de la Iglesia que relativizan y se acercan peligrosamente a las ideas luteranas con pensamientos como: "la Iglesia tiene que ser reformada y asumir un mayor protagonismo de la mujer", "lo que hagamos no importa porque Dios es misericordioso", "la Tradición no es quien para interpretar el mensaje de amor de Cristo ni la Palabra de Dios" y, "todos estamos predestinados a ser amados por Dios, hagamos lo que hagamos".

Las principales causas de este relativismo que conducen a la Iglesia hacia un preocupante "tono protestante", donde la "verdad" es una cuestión relativa y opinable, son:

Externas

-Las ideologías relativistas surgidas en el seno de la sociedad (homosexualidad, LGTB, feminismo, etc.).
-El subjetivismo pluralista de espiritualidades orientales (yoga, reiki, etc.).
-Las reivindicaciones sociales (comunismo, independentismo, etc.).
-Lfragmentación de la sociedad (divorcioaborto, eutanasia, etc.).
-La crisis de valores y principios morales universales (consumismo, hedonismo, etc.).

Internas

-La debilitación moral progresiva y progresista de una parte de la Iglesia católica.
-La mundanización de la jerarquía hacia lo "políticamente correcto".
-Los intentos de reforma de la Iglesia hacia el igualitarimo y el liberalismo.
-La decadencia de la formación teológica y catequética de los fieles.

El relativismo es, en definitiva, la aceptación de que todas las creencias, costumbres y principios morales son relativos al individuo en su contexto social; de que no existe un patrón universal de moralidad; de que la verdad es subjetiva y libre de interpretación; de que Dios está al servicio del ser humano y no al contrario.

Como resultado de ello, todo es opinable, todo es discutible. Por ello, no me sorprende que lo que antes era bueno, ahora es malo y lo que era malo, ahora es bueno; que todo el mundo llame al mal, bien y al bien, mal; que donde hay tinieblas, se vea luz y donde hay luz, tinieblas: "¡Ay de aquellos que llaman bien al mal y mal al bien; que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas; que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! "(Isaías 5,20).

La misericordia relativista

Lo que si me asusta y me preocupa es ver que, dentro de nuestras parroquias, el relativismo ha crecido de forma exponencial hasta el punto de acercarse, e incluso mezclarse con los postulados protestantes. 

Son bastantes y crecientes los que, dentro de la Iglesia, confunden el concepto católico de misericordia divina con un concepto relativista, dejando de lado el Catecismo, la Doctrina y la Tradición, asumen la herencia protestante hacia un concepto relativista y erróneo de la misericordia, provocando la pérdida de la unidad de la fe. Los obispos y los sacerdotes se dividen, y con ellos, el pueblo de Dios. 
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El concepto relativista de misericordia esta basado en:

-u
pragmatismo sentimental"lo que siento" sustituye a "lo que es correcto", destruyendo por completo la obra salvífica de la Cruz (Efesios 2, 4-7). 

-una justificación luterana: "¡Tranquilo, no pasa nada, Dios es misericordioso y te perdona todo!". En realidad, confunde la imagen del Dios Padre con la de un "Dios abuelo", negando el pecado y permitiendo todo. En realidad, justifica la salvación por la fe, y no por las obras. 

-un antagonismo entre justicia y misericordia"Dios, ante todo, es misericordioso más que justo", confundiendo el concepto de justicia hacia la arbitrariedad, visceralidad o venganza. 

-una oposición entre verdad y caridad: "No existe el blanco y el negro, sino una amplia escala de grises. La fe se basa en los buenos sentimientos". 

La Verdad divina

Resultado de imagen de fondos para tarjetas de fallecimientoDios ha establecido y revelado un patrón absoluto de santidad, que no es opinable, que no es subjetivo. Y lo ha grabado en  el corazón humano: "Pues cuando los paganos, que no tienen ley, practican de una manera natural lo que manda la ley, aunque no tengan ley, ellos mismos son su propia ley. Ellos muestran que llevan la ley escrita en sus corazones, según lo atestiguan su conciencia y sus pensamientos, que unas veces los acusan y otras los defienden," (Romanos 2, 14-15).

D
ios ha establecido y revelado una verdad única y absoluta:"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Juan 14,6) y una ley única y absoluta: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo" (Lucas 10,27).

Un cristianismo de caridad sin verdad se confunde fácilmente con un conjunto de buenos sentimientos o
de relaciones sociales, que relega a Dios del mundo y reduce la fe a la emotividad y al consuelo: "¡Pobrecillo, qué pena, qué lástima". El abandono de la Verdad y de lo correcto, es en definitiva un camino sin Cristo, sin verdad y sin vida.

En la encíclica de Doctrina Social Caritas in Veritate leemos: “Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal”.


La Misericordia divina

Etimologícamente, misericordia proviene del latín misere (miseria, necesidad), cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás); significa tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad.
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El Papa Benedicto XVI, en Spe Salvi 44 explica: “Dios es justicia y crea justicia. Éste es nuestro consuelo y nuestra esperanza. Pero en su justicia está también la gracia. La gracia no excluye la justicia. No convierte la injusticia en derecho. No es un cepillo que borra todo, de modo que cuanto se ha hecho en la tierra acabe por tener siempre igual valor. Al final los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada."

El Papa Francisco define la misericordia cuando habla de la Iglesia como Hospital de Campaña, que ofrece tratamientos sintomáticos y terapéuticos, cuidados paliativos y finalmente, curación, por la gracia divina.

L
a misericordia de Dios va más allá de apiadarse del que tiene necesidad, no sólo es solo compasión hacia él. Nos “gesta”, nos “engendra” a una vida nueva. Nos da la oportunidad de “nacer de nuevo” para poder entrar en el Reino de Dios (Juan 3, 5). De ahí que las palabras griegas utilizadas en la Escritura relacionen "corazón" con "útero", "entrañas".

Aquí es donde está el punto central para comprender la misericordia de Dios: no se queda en la compasión ni en la comprensión del necesitado sino que posibilita su regeneración, es decir, sanarnos del pecado.

En realidad, todos los cristianos somos "mendigos de la misericordia", "hijos pródigos"que tomamos conciencia de nuestra miseria cuando comprendemos  que la soberbia autosuficiente nos auto-excluye del banquete de la misericordia; de que no nos damos cuenta del drama del pecado hasta que no somos perdonados. El "Padre amoroso" no sólo siente compasión hacia la miseria de su hijo, sino que le rescata de ella, 

El Papa Francisco marca la diferencia entre el concepto humano de misericordia y el concepto divino: "El mundo es duro con el pecador e indulgente con el pecado. Cristo es inflexible con el pecado e indulgente con el pecador. 

El binomio divino justicia-misericordia, aunque indisoluble, da prioridad a la misericordia sobre la justicia, pero hemos de tener en cuenta que la misericordia, aunque gratuita, no es barata…Requiere el esfuerzo de doblegar nuestro orgullo, arrepentirnos y estar dispuestos a convertirnos, es decir, no sólo cambiar nuestra mentalidad sino también nuestra forma de vida.


viernes, 20 de julio de 2018

BASES DE UNA AUTÉNTICA COMUNIDAD CRISTIANA


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La palabra griega utilizada en la Sagrada Escritura para "comunidad" es κοινωνία, koinonia, que define la comunión eclesial y los vínculos que ésta genera entre los miembros de la Iglesia y Dios. En otras palabras, comunidad significa "estar tan comprometidos los unos con los otros y con Dios".

Estoy convencido de que la salud y el crecimiento de una parroquia están realmente asentadas sobre una auténtica comunidad y ésta, sobre los pequeños grupos. 

Rick Warren, pastor protestante americano, autor de numerosos libros en los que refleja la experiencia concreta de su mega iglesia evangélica en Saddleback, California, analiza y desarrolla los componentes básicos de una comunidad auténtica y que yo comparto con el evidente "toque" católico.

Los grupos pequeños son extremadamente importantes en nuestro camino de fe y además, redundan en grandes beneficios para la comunidad parroquial. Lo habitual es que estos grupos estén compuestos de 10/12 miembros que, a su vez, pueden pertenecer a grupos medianos (más de 15, 25 o 50). 

Los grupos pequeños son las primeras células de una comunidad, que la multiplican, haciéndola reproducirse y crecer, madurar y fortalecerse. 

Por desgracia, cuesta mucho ver una auténtica comunidad en las iglesias católicas.

Veamos cuáles son los componentes básicos de una comunidad auténtica:

1. Frecuencia

"No abandonéis vuestras propias asambleas, 
como algunos tienen por costumbre hacer, 
sino más bien animaos mutuamente, 
y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día." 
(Hebreos 10,24-25, )

Los miembros de una auténtica comunidad cristiana se conocen, se ven a menudo y se reúnen con frecuencia. 

No lo hacen alguna vez o de vez en cuando. Lo hacen habitualmente, es decir, convirtiéndolo en un hábito en sus vidasUn hábito es algo que hacemos con frecuencia. A menudo. Una y otra vez. No sólo en misa.


2. Autenticidad

" Confesaos los pecados unos a otros 
y rezad unos por otros, para que os curéis.
La oración fervorosa del justo tiene un gran poder."  
(Santiago, 5, 15-16).

En una auténtica comunidad cristiana se comparten experiencias, sentimientos y vivencias verdaderas de fe. 
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Normalmente, el temor a exponernos, al rechazo y a ser heridos nos impiden muchas veces ser auténticos y por eso, nos colocamos máscaras. 

A menudo, las personas guardamos nuestras heridas en la intimidad de nuestros corazones. Hacer esto no nos cura; todo lo contrario, nos hiere más. Revelar las propias heridas es el comienzo de la curación. De eso trata la autenticidad. 

Por eso, Dios nos regala la Eucaristía, la Confesión, la Oración, la Escritura y la Adoración Eucarística. Es en todas ellas donde abrimos las heridas de nuestro corazón ante la presencia poderosa de Dios, a quien no podemos ocultarle nada. 

Ser auténticos es exponernos como realmente somoscuando decimos: "Aquí estoy, Señor. Así soy, Tú lo sabes". 

En una comunidad que camina a la luz de Dios, ocurre lo mismo: nadie oculta sus heridas, sufrimientos, inquietudes, defectos, debilidades, errores, etc. Y sobre todo, rezan los unos por los otros. 

Dios toca nuestras almas y entonces, somos conscientes de dónde estamos, lo que necesitamos y nos da fuerzas para conseguirlo.

Lo que nos hace auténticos no es seguir un método, ni una ideologia, ni un sentimiento, sino exponernos ante Dios y ante los demás. 

3. Apoyo

"Animándonos mutuamente unos a otros con la fe."  
(Romanos 1, 12)

La auténtica comunidad cristiana se basa en el ánimo, en el apoyo, en la acogida y la ayuda que sus miembros se ofrecen mutuamente, en si camino de crecimiento y madurez en la fe. 

Nos necesitamos unos a otros para avivar la llama. Juntos somos más fuertes. No podemos ser lo que Dios quiere que seamos sin nuestros hermanos. 

La fe sólo puede vivirse y desarrollarse en comunidad.

Compartir con otros es útil para nosotros y para los que escuchan. 

Dios nos anima a alentar a cualquiera que se sienta excluido, a ayudar a todos los que son débiles y a ser pacientes con todos: "Que vuestro amor sea sincero. Odiad el mal y abrazad el bien. Amaos de corazón unos a otros, como buenos hermanos; que cada uno ame a los demás más que a sí mismo" (Romanos 12, 9-10).

4. Respeto

"Guardaos de despreciar a uno de estos pequeñuelos..." 
(Mateo 18, 10)

La comunidad se basa en el respeto y en la aceptación de las diferencias existentes. Significa aceptar los caracteres y las opiniones de los demás, incluso cuando no estamos de acuerdo.

Una comunidad cristiana auténtica no es aquella donde todos asienten sino donde todos respetan, donde todos aceptan la diversidad y unicidad de cada hijo de Dios.

5. Comprensión 

"Como pueblo santo a quien Dios ha elegido y amado, sé comprensivo" 
(Colosenses 3, 12)

Una auténtica comunidad cristiana acoge, comprende y apoya a cada miembro cuando lo necesita, en lo bueno y en lo malo, en la alegría y en la tristeza, en el gozo y en el sufrimiento.

Dios nos exhorta a ser comprensivos, amables, humildes y pacientes. 

La comprensión implica tolerancia respetuosa, escucha atenta, acogida desinteresada, empatía auténtica.

6. Humildad

"Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos unos a otros con amor." 
(Efesios 4, 2)

Resultado de imagen de discipulosJunto al miedo, el orgullo tiene un terrible poder destructivo en las relaciones. 

Por eso, Dios nos enseña a ser humildes, amables y pacientes. A soportarnos con amor. Y cuando amamos, nada nos parece pesado ni insoportable.

La humildad significa ser honesto con nuestras propias debilidades porque las tenemos, estar dispuesto a admitir que cometemos errores porque todos lo hacemos y, pedir perdón.

La humildad nos permite decir las tres frases más difíciles:

"Te necesito". 

"Estoy equivocado".

"Perdóname".


7. Honestidad

"Amémonos no de palabra ni de boquilla, sino con obras y de verdad." 
(1 Juan 3,18)

La mayoría de las personas son incapaces de ser honestos para decir, con sinceridad, lo que tienen en sus corazones porque no aman de verdad.

Dios espera honestidad de nuestra parte. Con Él y con los demás (Salmo 51,6; Proverbios 20,23 -25,18; 2 Corintios 8,21).
La verdad tiene más valor y dura más que la adulación. Las relaciones, los grupos y las comunidades auténticas se basan en la honestidad, en la sinceridad y no en la adulación o en la hipocresía.
Los miembros de una auténtica comunidad cristiana son dignos de confianza, sinceros en sus dichos y honestos en sus hechos, de su boca siempre sale bondad, verdad y amor.

8. Misericordia 

"Perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" 
(Mateo 6,12) 

Toda comunidad se compone de personas imperfectas que pueden ser lastimadas y heridas por otras. 
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La diferencia esta en que una comunidad auténtica sabe manejar el daño y el conflicto. Sus miembros son capaces de perdonar siempre.

La misericordia y el perdón determinan si una comunidad es auténtica, si se mantiene unida o se divide.

Cristo nos enseñó la oración perfecta: el Padrenuestro. En él, le pedimos perdón a Dios de la misma forma que perdonamos a otros. Si no perdonamos, si no ofrecemos misericordia a los demás, Dios tampoco nos perdona.

Dios ha sido siempre misericordioso con nosotros. Si nos consideramos cristianos, debemos mostrar misericordia a las personas cuando piden perdón. Y aunque no lo pidan, también.


9. Confidencialidad 

"Arregla tu pleito con el prójimo, pero no descubras el secreto de otro 
para que no te infame el que te escuche y tu ignominia no pueda borrarse." 
(Proverbios 25, 10) 

La comunidad se basa en la confidencialidad. Una comunidad cristiana auténtica y cercana jamás puede desarrollarse al margen de la confidencialidad. 

De hecho, la forma más rápida de destruir una comunidad es el chisme

Los grupos pequeños y la comunidad son (deben ser) los lugares más confidenciales del mundo. En su intimidad, se guardan lealmente los secretos. Es la base de la confianza plena.

10. Unidad

"Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común" 
(Hechos 2, 44). "

Este es el punto más importante. La unidad es el punto álgido de la comunidad. 

El nexo de unión de una comunidad auténtica es Dios. Con Dios en el centro de nuestro grupo pequeño, de nuestra comunidad, descubrimos la unidad en los propósitos de Dios, en su voluntad, en su mesa, no en torno a una personalidad. 

Una comunidad auténtica es la que demuestra unidad en la diversidad. Dios nos hizo diferentes y únicos. No desea que seamos iguales pero sí que estemos unidos. 

Dios llama incansablemente en su Palabra, a la unidad de los discípulos: "Esforzaos por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que habéis sido llamados." (Efesios 4, 3-4)

Dios es el Dios de la unidad. Su adversario Satanás, el de la división. 

Una comunidad cristiana auténtica es aquella en la que sus miembros están juntos, unidos y lo comparten todo. Son de "un solo corazón y de un solo Espíritu".