¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

jueves, 5 de noviembre de 2020

EL MISTERIO DE INIQUIDAD: EL ECLIPSE DE LA IGLESIA

"Vi una bestia que salía del mar...
El dragón le dio su poder, su trono y gran autoridad...
Todo el mundo, admirado, seguía a la bestia; 
y adoraron al dragón por haber dado su autoridad a la bestia,
 y adoraron a la bestia...
Y se le dio una boca grandilocuente y blasfema
y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. 
Abrió su boca para blasfemar contra Dios, 
para blasfemar contra su nombre 
y contra su morada 
y contra los que habitan en el cielo. 
Y se le dio combatir contra los santos y vencerlos, 
y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. 
Lo adorarán todos los habitantes de la tierra, 
cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero degollado, 
desde la creación del mundo. 
Quien tenga oídos, que oiga...
 ¡Aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos! 
(Apocalipsis 13,1-9)

Continuamos en este segundo artículo con las reflexiones sobre el misterio de la iniquidad: el eclipse de la Iglesia.

Según el cardenal Viganó, durante los últimos sesenta años, hemos asistido (atónitos o impasibles) al eclipse de la verdadera Iglesia, oscurecida por el "humo de Satanás" (anunciado por el Papa Pablo VI en 1972), corrompiendo y convirtiéndolo en una anti-iglesia que se ha apropiado progresivamente de su nombre; que ha ocupado la Curia Romana y sus Dicasterios, Diócesis y Parroquias, Seminarios y Universidades, Conventos y Monasterios; que ha usurpado su autoridad y que su prestigio para apropiarse de sus tesoros, sus activos y sus finanzas.

Un eclipse que, como ocurre en la naturaleza, no sucede de repente, sino que es un proceso relativamente lento pero inexorable, en el que la luna anti-iglesia sigue su propia órbita hasta que se superpone con la luz del sol Dios, generando un cono tenebroso de sombra doctrinal, moral, litúrgica y disciplinaria, que se proyecta sobre la tierra, sobre la humanidad. 

Todavía no es un eclipse total (que veremos al final de los tiempos, bajo el reinado del Anticristo) sino solo un eclipse parcial, que nos permite ver la corona luminosa del sol sobre la que se superpone el disco negro de la luna, pero que ha ido aumentando gradualmente desde el Concilio Vaticano II.

La Santa Iglesia, según las promesas de Cristo, nunca será derrotada por el poder del infierno (Mateo 1,18), pero esto no significa que no pueda o esté ya oscurecida por su infernal falsificación. 

San Jerónimo nos recuerda que el poder del infierno son pecados y vicios, especialmente las enseñanzas de los herejes, pero éstos nunca podrán oscurecer completa ni definitivamente el esplendor de la Esposa de Cristo, sino sólo durante el breve período del eclipse que, la Providencia, en su infinita sabiduría, ha decidido permitir para sacar un mayor beneficio de ella.

El abandono de la dimensión sobrenatural

Otra clara evidencia del eclipse de la Iglesia es el abandono desde lo más alto de la jerarquía eclesiástica de su dimensión sobrenatural y de su papel escatológico

Tras el Concilio, los "innovadores" borraron por completo el origen divino de la Iglesia de su horizonte teológico, transformándola en una entidad de origen humano similar a una organización filantrópica o no gubernamental. 
Se trataba de un intento de "actualizarla" desde su realidad sobrenatural y trascendental hasta una dimensión más natural, de adecuarla a una dimensión más terrenal, negando y contradiciendo las palabras del Señor en (Mateo 5, 18), y poniendo en entredicho los mandamientos de Dios y la doctrina de la Iglesia de Cristo. 

Se trataba de establecer "el cielo en la tierra" desde un horizonte humano completamente estéril. Se trataba de alcanzar una utopía terrenal que se adaptara a los tiempos. Se trataba de lograr una redención global por el hombre.

La amistad con el mundo

Sigue Viganó diciendo que las propuestas revolucionarias de la Nouvelle Théologie, liderada por la masonería en el ámbito civil, político y cultural, irrumpió en la élite católica encontrando un terreno fértil en los Padres conciliares, al percibir un cierto sentimiento de inferioridad ante el mundo y de insuficiencia ante los nuevos desafíos

Avergonzándose por ese "complejo" asumido, la élite de obispos, teólogos e intelectuales atribuyeron imprudentemente la responsabilidad del fracaso inminente de la Iglesia a su estructura jerárquica granítica, a la intransigencia del Papado en la solidez doctrinal, a la rigidez de los pastores y su moral monolítica. Y la Iglesia se acusó así misma de no querer reconciliarse con la mentalidad del siglo, de no querer “abrirse”. 
La falsa suposición de que entre la Iglesia y el mundo contemporáneo pudiera existir una alianza, una consonancia de propósitos, una amistad, contradice la Palabra de Dios de Génesis 3, 15, refuta la hostilidad entre la Mujer y la serpiente, desmiente la lucha entre Dios y Satanás e impugna el antagonismo entre la Luz y las tinieblas. 

Una enemistad establecida por Dios mismo, que coloca a María Santísima (y a la Iglesia) en oposición eterna al mundo, a la carne y al demonio.  El mundo tiene su propio príncipe (Juan 12,31), que es "enemigo" (Mateo 13,28), "homicida desde el principio", "mentiroso" y "padre de la mentira" (Juan 8,44). Por tanto, buscar un pacto no beligerante con el mundo significa tener que llegar a un acuerdo con Satanás

Revolución y Concilio

Con un poco de discernimiento, podemos comprender cómo las ideas cospiradoras y heréticas de los "innovadores" postconciliares coinciden completamente con las demandas del Nuevo Orden Mundial, que paradojicamente, son las mismas de la Reforma Protestante, de la Revolución Francesa y de la Revolución bolchevique:

-la imposición del principio democrático como una fuente legítima de poder, frente al derecho divino y jerárquico de la Monarquía Católica y del Papado.

-la cancelación del pasado histórico, evaluado y redefinido con parámetros actuales, frente a la tradición y el patrimonio cultural. 

-el énfasis en la libertad de las personas frente al debilitamiento del concepto de responsabilidad y deber.

-la eterna provisionalidad de la moral y la ética, que debe estar en continua evolución frente a la inmutabilidad y trascendencia.

-el establecimiento del estado laico frente a la sumisión de los asuntos públicos a Jesucristo y a la superioridad ontológica de la misión de la Iglesia.

-la anhelada igualdad de las religiones no sólo ante el Estado, sino también como concepto general al que debe adecuarsela Iglesia, frente a la objetiva y necesaria defensa de la Verdad y la condena del error.

-la falsa y blasfema dignidad del hombre basada en la negación del pecado original frente a la necesidad de la Redención como premisa para agradar a Dios, merecer Su Gracia y alcanzar la bienaventuranza eterna.

-la subversión jerárquica del papel de la mujer frente al desprecio y disolución del privilegio de la maternidad.

-la primacía de la materia sobre el espíritu.

-la relación fideísta con la ciencia frente a una crítica despiadada de la religión sobre una base falsamente científica.
Según Viganó, todos estos principios promocionados por los ideólogos de la masonería y por los proponentes del Nuevo Orden Mundial encuentran su inquietante correspondencia en las ideas revolucionarias del Concilio:

-la democratización de la Iglesia, que comenzó con Lumen Gentium y hoy se encuentra declinada en la vía sinodal del Fratelli Tutti.

-la asamblea de los órganos de poder se logró con la atribución de un papel decisorio a las Conferencias Episcopales, los Sínodos de Obispos, las Comisiones, los Consejos Pastorales, etc.

-el pasado de la Iglesia (Cruzadas, Inquisición, etc.) es juzgado según la mentalidad moderna y condenado a agradar al mundo;

-la “libertad de los hijos de Dios” teorizada por el Vaticano II es independiente de los deberes morales de los individuos, siendo todos ellos, seguros y merecedores de perdón, sin tener en cuenta sus propias disposiciones interiores y del estado de sus almas.

-el oscurecimiento de las perennes referencias morales permiten la revisión de la doctrina sobre la pena capital y, con Amoris Laetitia, la admisión de las concubinarias a los sacramentos, resquebrajando ruinosamente el edificio sacramental.

-La adopción del concepto de laicismo llevó a la anulación de la Religión de Estado en las naciones católicas, a instancias de la Santa Sede y el Episcopado, con la consecuente pérdida de la identidad religiosa y el reconocimiento de los derechos de las sectas, así como la aprobación de normas que violan la ley de Dios y la ley natural.

-la libertad religiosa teorizada en Dignitatis Humanae se lleva hoy a sus lógicas y extremas consecuencias con la Declaración de Abu Dhabi y la última Encíclica Fratelli Tutti, haciendo vana la misión salvífica de la Iglesia y de la Encarnación misma.

-la teorización de la dignidad humana en el ámbito católico ha llevado a la confusión del papel del laicado con respecto al papel ministerial del clero, junto con un debilitamiento de la estructura jerárquica de la Iglesia, mientras que la aceptación de la ideología feminista es el preludio de la admisión de la mujer en el "Orden Sagrada".

-la preocupación desordenada por la pobreza y la mendicidad propia de la izquierda ha transformado a la Iglesia en una suerte de unión o asociación asistencial, limitando su actividad a la mera esfera material, descuidando la dimensión espiritual y el anuncio kerigmático.

-la confianza en la ciencia y el progreso tecnológico ha llevado a la Iglesia a repudiar ante el mundo su fe, a “desmitificar” los milagros, a negar la autoridad e inerrancia de la Sagrada Escritura, a explicar los misterios más sagrados de la fe católica como “símbolos”, “metáforas” o "fábulas", alcanzando sacrílegamente la definición de “mágico” del concepto católico de Transubstanciación, así como la realidad de la Resurrección, y calificando los sublimes dogmas marianos de "tonterías".

Una élite de tibios y moderados

El repliegue cobarde de los "tibios" jerárquicos eclesiales al pensamiento dominante, con su deseo de complacer a sus perseguidores y de hacerse servidor de sus enemigos, asume implícitamente que los obispos están irremediablemente obsoletos y destinados a su propia extinción.

Esta sumisión cortesana de los "obispos moderados" a lo políticamente correcto, con su intención equidistante, nace del miedo a ser ninguneados, de la cobardía a perder su poder y prestigio que, a pesar de todo, el mundo todavía los reconoce. No se dan cuenta, o no quieren admitir, que el reconocimiento y la autoridad que todavía poseen proviene de la propia potestad y el firmeza de la Iglesia de Cristo, y no de su miserable y lamentable falsificación de la que ellos mismos son los autores.

Cuando la anti-iglesia esté completamente establecida en el eclipse total de la Iglesia Católica, la autoridad de sus líderes se convertirá en esclava del Nuevo Orden Mundial y del pensamiento único, quien no tolerará ninguna derogación de sus postulados y aplicará sin piedad su dogmatismo fanático a quienes traten de mantenerse fieles al Magisterio. 

La "Babilonia la Grande", usurpadora del "Templo de Dios", obligará al Sanedrin al completo a volver a negar a Cristo como Rey, de la misma forma que los judíos ante Pilato: "Crucifícalo. No tenemos más rey que el César" (Juan 19,15), condenándose a sí mismos: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! (Mateo 27,25).

Hoy, el César ordena cerrar las iglesias, reducir los aforos de las iglesias, suspender las celebraciones o incluso cerrar los templos. El "Imperio" persigue a los católicos, destruye y quema templos, catedrales y basílicas, mientras, con su silencio cobarde, cómplice e interesado, la Jerarquía acata la situación sin actuar. 

Mañana Tito saqueará el templo conciliar y trasladará sus restos a algún museo, realizando una vez más la venganza divina a manos de los paganos.
Continuará...



Fuentes:

-Cómo la revolución del Vaticano II, sirve al Nuevo Orden Mundial (Arzobispo Carlo Maria Viganò, Conferencia sobre Identidad Católica, 23-25 ​​de octubre de 2020).

-Se hace tarde y anochece (Cardenal Robert Sarah, Editorial Palabra, 2019).

-Discurso radiofónico (Arzobispo Fulton Sheen, 26 de enero de 1947).


EL MISTERIO DE INIQUIDAD: LA GRAN TRIBULACIÓN DE LA IGLESIA

"Vi otra bestia que salía de la tierra...
 y hace que la tierra y todos sus habitantes adoren a la primera bestia...
Y realiza grandes signos...
Y engaña a los habitantes de la tierra ...
Se le concedió infundir espíritu a la imagen de la bestia, 
de modo que la imagen de la bestia pudiera hablar e hiciera morir 
a cuantos no adorasen la imagen de la bestia. 
Y hace que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, 
se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, 
de modo que nadie pueda comprar ni vender 
si no tiene la marca o el nombre de la bestia. 
Aquí se requiere sabiduría. 
El que tenga inteligencia, 
cuente la cifra de la bestia, pues es cifra humana. 
Y su cifra es seiscientos sesenta y seis."
(Apocalipsis 13, 11-18)

Comenzamos una serie de reflexiones de algunos destacados miembros del Magisterio de la Iglesia Católica sobre el misterio de la iniquidad, que desarrollaremos en tres artículos por su extensión. Hoy hablaremos de la Gran Tribulación, la Iglesia profunda y el misterio de Judas.

No cabe duda, hoy más que nunca, de que seguimos inmersos en la eterna lucha espiritual entre la Luz y la Oscuridad, entre el Bien y el Mal, entre Dios y Satanás, relatada desde el inicio de la creación en Génesis 3, 15-16: la hostilidad entre la serpiente y la Mujer.

Dice la Sagrada Escritura que el Anticristo surgirá durante la Gran Tribulación. Será un período breve (Mateo 24, 21-22), que comenzará con una proclamación de "Paz y Seguridad" profetizada en Daniel 6, 26 y en 1 Tesalonicenses 5, 3 "y entonces, de improviso, sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta", en clara alusión a "la Mujer vestida del sol que grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz" de Apocalipsis 12, 1-2.

A continuación, simbólicamente, sucederán grandes desastres naturales (terremotos, plagas, hambruna, maremotos, etc.), fenómenos espantosos y signos portentosos en el cielo (simbolizados por los cuatro jinetes de Apocalipsis 6, que darán paso a la destrucción de "Babilonia la Grande(tipificada por Israel en los libros de Oseas, Jeremías, Ezequiel como "la esposa infiel", y profetizada por Daniel al rey Nabuconodosor de Babilonia), apoyada en principio por el "Dragón de color escarlata y sus diez cuernos", y posteriormente, derribada por el Anticristo (Apocalipsis 17 y 18). 

La Iglesia de Cristo

La Iglesia, nacida del Espíritu en Pentecostés (como Jesús en el Jordán y María en la Anunciación), concibió el cuerpo místico de Jesús. Apenas nacida, fue perseguida (como Jesús y María por Herodes), por el poder temporal del Imperio romano durante tres siglos consecutivos. 

Después, comenzó para la Iglesia un tiempo prolongado de relativa calma durante doce siglos (como para Jesús y la Virgen en Nazaret), en el que las naciones paganas se convertían a Cristo, en el que aumentaba el número de confesores, vírgenes, misioneros, Santos Padres y doctores... y el mundo se hizo católico.

La Iglesia, durante su predicación del Evangelio, vio su doctrina impugnada y su ser odiado (como Jesús fue increpado y odiado por los escribas y fariseos), y así, surgió un "nuevo Sanedrín", la Reforma Protestante, con la que varias naciones católicas abandonaron y repudiaron al Cuerpo místico de Cristo. 

Se reincició así la hostilidad entre la descendencia de la Mujer y la serpiente, y comenzó, a modo de "misterios dolorosos", la Pasión de la Iglesia, asociada a la de Cristo: 

-1º misterio: la agonía, juicio y condena a muerte de la Iglesia por la Revolución Francesa.
-2º misterio: la flagelación y azote por la Revolución Comunista.
-3º misterio: la coronación de espinas y sorteo de sus ropas, tras el Concilio Vaticano II.
-4º misterio: la Iglesia carga con la Cruz de la apostasía, camino del Calvario.
-5º misterio: la crucifixión y muerte por el Nuevo Orden Mundial.

La Iglesia Profunda

El Cardenal Carlo María Viganó, arzobispo de Ulpiana y ex nuncio apostólico denuncia las ocultas conexiones existentes entre el Nuevo Orden Mundial, la infiltración masónica y la "Iglesia profunda" que señalan el cumplimiento de las revelaciones de San Juan sobre el fin de los tiempos: "El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella caída del cielo a la tierra. Y le fue dada la llave del pozo del abismo, y abrió el pozo del abismo; y subió humo del pozo como el humo de un gran horno, y se oscurecieron el sol y el aire por el humo del pozo. Del humo salieron langostas hacia la tierra, y les fue dado poder como el poder que tienen los escorpiones de la tierra" (Apocalipsis 9, 13).
Esas conexiones, sutilmente escondidas durante casi medio siglo mientras se gestaba la nueva criatura, el Nuevo Orden Mundial, se ponen de evidencia en la evolucion del poder politico-economica global (ONU, UE, globalización, mercado único, etc.), y el papel que ha asumido parte de la Iglesia Católica tras  la celebración del Concilio Vaticano II

La "Iglesia Profunda" o anti-Iglesia a la que se refiere el cardenal, está formada por una parte aparentemente mayoritaria pero extremadamente poderosa de "infiltrados", cuyo objetivo es la manifestación del misterio de iniquidad (Nuevo Orden Mundial) asumiendo los postulados de la Revolución Francesa (el fin de las monarquías católicas, la declaración de guerra a la Iglesia y la destrucción de la sociedad cristiana), que San Pablo narra en 2 Tesalonicenses 2, 3-10 como la manifestación de la Gran Apostasía, profetizada para el fin de los tiempos, y contra quien la Providencia divina colocó a la Iglesia de Cristo, y en particular al Sumo Pontífice, como kathèkon, es decir, como opositor al Imperio de Satanás.

Sin embargo, la Sagrada Escritura nos advierte que ese divino obstáculo que "retiene" al misterio de la iniquidad, el kathèkon de la Iglesia"aquel que se mantenía firme y conservaba las tradiciones", será "quitado de en medio", ya no existirá ("apenas se quite de en medio el que por el momento lo retiene") cuando venga el Anticristo ("cuando veáis la abominación de la desolación")

La crisis de la Iglesia manifiesta claramente la infiltración del misterio de la iniquidad en ella con la llegada de "langostas con poder de escorpiones": obispos y sacerdotes cometiendo delitos espantosos; ritos en nuestras iglesias que nada tienen que ver con la liturgia católica; Procesiones de ídolos, como la pachamama, en la basílica de San Pedro; opiniones eclesiales que abogan por un cambio de doctrina; negación de la Sagrada Escritura y la Tradición del Magisterio; defensa de ideologías políticas o derechos sociales del "Imperio".

Todo ello, no hace sino confundir y estremecer a los fieles a Cristo, facilitar y animar la acción del enemigo, y desarmar a la oposición y la disidencia de los cristianos fieles.

El misterio de Judas

El Cardenal Robert Sarah, en su último libro Se hace tarde y anochece, redefine esta manifestación del misterio de la iniquidad, esta cohabitación del bien y del mal, esta convivencia de santos e impíos dentro de la Iglesia (cumpliendo la parábola del trigo y la cizaña) como el misterio de la traición, el misterio de Judas
La anti-iglesia ha traicionando al Señor, mostrando a los "Judas", a los "anti-apóstoles" como modelos ejemplares de “anti-santos” y “anti-mártires”, y así, sentirse legitimada en sus herejías, en sus inmoralidades y en sus vicios.

La anti-iglesia ha provoca el abandono de lo trascendental; ha animado al activismo político y social; ha buscado la amistad y el acomodo con el mundo; ha sugerido cambios en la doctrina católica; ha vaciado la moral de su significado; ha relativizado el sentido del celibato; ha apelado a derechos sobre conductas homosexuales, sociales o ideológicas... 

El vicio, las desviaciones y las pasiones desordenadas...no sólo son toleradas o practicadas con impunidad por la anti-iglesia, sino incluso, fomentadas y elogiadas.

Continuará...



Fuentes:

-Cómo la revolución del Vaticano II, sirve al Nuevo Orden Mundial (Arzobispo Carlo Maria Viganò, Conferencia sobre Identidad Católica, 23-25 ​​de octubre de 2020).

-Se hace tarde y anochece (Cardenal Robert Sarah, Editorial Palabra, 2019).

-Discurso radiofónico (Arzobispo Fulton Sheen, 26 de enero de 1947).

sábado, 31 de octubre de 2020

CASARSE NO VA DE COMER PERDICES

“Casarse es fácil, permanecer casados es el reto. 
No se trata de con cuánto amor nos casamos, 
sino de cuánto amor construimos”

Desde pequeños, nos han contado muchos cuentos de hadas donde los protagonistas (príncipe azul y princesa rosa) se enamoran a primera vista, se casan ostentosamente en un palacio, viven felices y comen perdices. No es verdad: mi matrimonio ha cumplido 31 años y jamás hemos comido perdices.

De forma poco responsable, atribuimos esta decisión de casarnos a momentos de ilusión platónica o romanticismo idílico, o porque "toca" después de un noviazgo prolongado, o por un embarazo no deseado, o para que no se "nos pase el arroz", o por reconocimiento social, o simplemente, porque pensamos que la persona que elegimos es "perfecta". 

Si lo hacemos por alguna de estas razones, empezamos mal y... ¡lo que mal empieza, mal acaba!

Casarse significa "ponerse manos a la obra", construir, edificar... Es unir  y confiar tu vida a una persona a quien amas y quien te ama, a quien cuidas y quien te cuida, con quien creces y construyes un camino lleno de buenos momentos y experiencias, pero también de dificultades y obstáculos.
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Casarse va más allá de la química o de la física. Casarse es compromiso y entregarespeto y donaciónexclusividad y lealtad, pasión y deseoamistad y complicidad

Casarse es gratitud y perdón, cuidado y protección, construcción y edificación, dedicación de tiempo y esfuerzo a quien amas, es alimentar el amor.

En una sociedad que aboga por la "obsolescencia programada", por "destruir" en lugar de "construir", nuestro matrimonio sólo tendrá éxito si ponemos en el medio el Amor, si ponemos a Dios. 

¿Por qué? Porque Dios así lo ha instituido, porque es un don y un regalo que nos hace a nosotros y, sobre todo, porque creciendo ambos, junto y hacia Dios, el matrimonio es indestructible.

Un diseño perfecto

La culminación del diseño de Dios, lo más excelso de Su creación, fue unir al hombre y a la mujer. Por esa razón, Dios no apadrina matrimonios fracasados, hogares infelices, ni relaciones íntimas egoístas o sin propósito. 

Dios no creó a la primera pareja para que fracasara sino para que fueran complementarios (Génesis 2). En el primer matrimonio no existían los celos, ni las luchas entre ellos, ni las suegras, ni tuvieron relaciones anteriores con otras personas para comparar.

Dios creó el matrimonio para satisfacer las necesidades emocionales, psíquicas, físicas y espirituales entre un hombre y una mujer. 

Una unión compatible 

Dios creó a Adán solo en la tierra. ¿Necesitaba Adán más compañía que la que ya disfruta en el Edén? ¿Podía haber una mejor compañía que la de Dios? Seguramente no, y sin embargo, fue el mismo Dios quien dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2,18).

Adán puso nombre a los animales, pero era obvio que no pudo tener con ellos compañía compatible. Los vio cómo se emparejaban, “pero para sí mismo no encontró una ayuda apropiada” (Génesis 2,20). 

De manera que fue después de esta tarea con los animales, cuando Dios le dio una “ayuda apropiada”. Esto vino después de que Dios creara un deseo en él. 

¿Qué pasó cuando Eva fue creada? Bueno, la sorpresa de Adán tuvo que ser mayúscula. Recordemos que lo único que Adán veía eran animales y vegetales... pero ahora ve a una criatura que despierta en él sensaciones nunca antes experimentadasCuando vio a Eva, y dijo: “esto es ahora huesos de mis huesos, carne de mi carne…”, fue una exclamación llena de júbilo y de alegría. Esta sensación debe ser la misma cuando encontramos a quien Dios ha preparado para nosotros. 

En el diseño matrimonial, hubo y hay un propósito: Dios dio a Adán una esposa y dio a Eva un esposo. Y así es como ha funcionado desde el principio. 
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Dios no le dio una madre para que ésta le gobernara. No le dio a una hermana para que jugaran. Ni tampoco le dio a un hijo para que lo cuidara. Tampoco le dio a otro hombre.

Dios les dio a ambos una compatibilidad única en la tierra. Dios llenó la soledad del hombre con algo de su propia vida, de su propio cuerpo: una ayuda idónea, un complemento. La traducción sería una "ayudante" como él mismo. Es por eso que a nuestros cónyuges, les llamamos la “otra mitad”, lo que nos falta para ser completos. 

La llamada “guerra de los sexos” y sobre todo, el feminismo radical, crea confusión y división, pretenden crear una competencia entre el hombre y la mujer. Confunden igualdad con complementaridad. 

Lo que hace a un hombre y una mujer vivir como compañeros es su diferencia no su igualdad. Dios hizo al hombre para que fuera hombre y a la mujer para que fuera mujer. 

Lo que no es lógico ni natural es que la mujer quiera ser un hombre o que un hombre quiera ser una mujer. Al hombre (Adán), Dios le dio la responsabilidad de trabajar, de labrar y cuidar el Edén, mientras a la mujer (Eva) la tarea de ayudarle. Dios creó a la mujer para ser la ayuda y la motivadora del hombre. 

El hombre es el protector y la mujer, la protegida. Dios creó al hombre como vasija fuerte, mientras que la mujer es una vasija más frágil; el hombre es fuerte y rudo, la mujer es suave, delicada, amorosa. 

El hombre, por lo general piensa de una manera lógica, con la cabeza; la mujer piensa emocionalmente, con el corazón. La mujer es más romántica, soñadora; el hombre es más frío y calculador. 

Estas diferencias no deben ser criminalizadas como algo malo ni discriminatorio. En la diferencia está la complementariedad de ambos sexos. Es obra de Dios. Lo demás, es pretender una obra del ser humano.

Una unión permanente

"Se unirá a su mujer… y lo que Dios unió no lo separe el hombre" (Mateo 19,5,-6). La palabra hebrea “se unirá” significa soldar o pegar. Dios no pensó en hogares desechos, sino en hogares de éxito. 

En hogares desechos por la separación es común escuchar: “Se acabó el amor”. Pero la verdad es que se acabó porque nunca existió. Las separaciones producen personas desechas por culpa de la inmadurez, el egoísmo y el orgullo. Cuando alguien busca sacar algo, satisfacer algo, exigir algo en el matrimonio, en lugar de darse, satisfacer y entregarse al otro, éste fracasa y se rompe.

De estas causas, el egoísmo es el que más hace daño. Es cuando se entiende la pareja sólo para una unión física, para un desahogo de la carne, sin considerar el diseño divino. El llegar a ser “una sola carne”, implica no sólo una unión física sino también psíquica, emocional y espiritual.
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El amor es un compromiso. Y si no se hace ese compromiso, cuando llega alguna crisis, lo más cómodo es acabar con el matrimonio. 

El amor verdadero crea una soldadura en el matrimonio que convierte a ambos cónyuges en uno. Y si uno le hace daño al otro, se perjudica así mismo. 

Si nuestro matrimonio es pura apariencia y superficialidad, si el amor no es real, no es matrimonio. Si nos esmeramos sólo por tener la casa bien arreglada, las cuentas al día, comprar cosas, y mostrar que todo va bien, pero no tenemos amor, nuestro matrimonio está vacío y sin propósito. 

Si nuestro matrimonio es egoísta, sin tomar en cuenta al cónyuge, estamos dejando su gobierno al interés, que caerá en la rutina y hará perder el encanto de sus primeros años. La belleza física se acabará, cuando el cuerpo envejezca y cesará el deseo físico, pero el amor perdurará.

Una unión íntima

El matrimonio no es un "tú" o un "yo", sino un "nosotros". El matrimonio es la más íntima de las relaciones. “Íntima”  tiene que ver con lo más profundo, lo más secreto. 

Solo en el matrimonio se da la unión física, psíquica, emocional y espiritual. El sexo fue creado como parte del diseño divino. No fue hecho solo para que vinieran hijos, de modo que solo el hombre se complaciera. Ni tampoco fue hecho para satisfacer la concupiscencia. 
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Una pareja que ha recibido de Dios el regalo del sexo podrá experimentar una unión psíquica, emocional y espiritual. 

En la fornicación y el adulterio no puede darse este tipo de unión. 

En la homosexualidad o el lesbianismo tampoco puede darse esta unión. 

En la pornografía tampoco se produce esa unión, pues se trata de un comercio cuyo fin es promocionar la depravación, como señala San Pablo en Romanos 1,24-27.

Una unión santa

El reto al que se enfrenta una pareja hoy es vivir en santidad. Si algo conduce al éxito en el matrimonio es la santidad de los cónyuges. La santidad en el matrimonio es la opción de ambos cónyuges por mantener los valores morales y espirituales como su estandarte para el resto de sus vidas.
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Desnudos sin avergonzarse” fue la manera en la que vivían Adán y Eva antes de que cayeran por el pecado. Porque cuando el pecado no está presente no hay razones para avergonzarse. Entonces, esa unión es santa.

En la carta a los Efesios 5,22-25 encontramos una exhortación a tener muy en cuenta: "Amar a tu esposa como Cristo amó a su Iglesia"Pero en el amor y en la entrega de Cristo por su Iglesia hay un propósito: “A fin de presentársela a si mismo una iglesia gloriosa, sin mancha y sin arruga y sin cosas semejantes”.

No puede existir una meta más alta para el esposo que ésta. Así como el Señor no concibe una Iglesia con mancha, el esposo tiene una mayor responsabilidad que en su matrimonio no haya manchas que avergüencen su relación. Esto tiene que ver con el pacto de la fidelidad

"La santidad conviene a tu casa" (Salmo 93,5). La presente declaración fue dada para enaltecer los valores morales y éticos que deben ser vistos, como adornos distintivos, en la vida de los estamos envueltos en la casa del Señor.
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La misma palabra “santidad” nos exhorta a distinguir entre lo santo y lo profano; entre lo malo y lo bueno. 

Es una santidad que expresa la separación de los objetos divinos, exclusivamente para el servicio al Señor. Ese mismo principio debiera aplicarse al hogar, y sobre todo, al matrimonio.

Es la falta de santidad lo que hace que tantos matrimonios queden manchados, destruidos y al final separados. Nunca había sido tan necesario el llamado de este salmo para la familia de hoy. 

Un matrimonio debiera luchar contra todos los enemigos que quieren invadir la intimidad de su hogar. Una pareja debiera esforzarse para vivir de tal manera que nada les avergüence. Que el diseño original sea mantenido incólume frente al insistente ataque del pecado. 

Algunos le desean a recién casados felicidad; es extraño oír de alguien que les desee santidad. Pero si buscamos primero la santidad, el resultado será la felicidad. 

PROFUNDIZANDO EN LA FIGURA DE JESÚS

"Sed imitadores de Dios, 
como hijos queridos, 
y vivid en el amor como Cristo os amó 
y se entregó por nosotros a Dios 
como oblación y víctima de suave olor"
(Efesios 5,1-2)

El Espiritu Santo, a lo largo de todo el Evangelio, nos dibuja la figura de Cristo, pero no tanto cuanto sus características físicas como sus rasgos morales

Con seguridad, su aspecto debió ser atractivo y elegante, su talante, educado, sus gestos, atentos y de buen gusto, y su voz expresiva y contundente. Y por ello, atrajo la atención de toda la gente de su época.

Sin embargo, escudriñar la figura espiritual del Señor exige, antes de nada, hacer silencio, es decir, cultivar el "arte de la oración contemplativa", porque contemplar hoy a Jesucristo se hace especialmente difícil debido, sobre todo, a dos inconvenientes: 

-el ruido exterior (la superficialidad, la actividad frenética, la prisa, etc.) que dificulta la escucha atenta y la contemplación, y nos cierra a la trascendencia.

-el ruido interior (la soberbia, la comodidad, la pereza, etc.) que nos impide escuchar la voz de la conciencia para reflexionar y discernir en profundidad la figura de nuestro Señor.

El ruido, el activismo y la superficilidad nos aisla, convirtiéndonos en seres solitarios, incapaces de reconocer a Dios en la creación y en el prójimo, y por ende, de relacionarse con ambos.

Nuestro problema es que no escuchamos. A los dos años de edad, aprendemos a hablar, pero necesitamos toda la vida para aprender a escuchar. Queremos mantener "conversaciones imposibles"... porque sólo hablamos y no escuchamos. No callamos ni para respirar.

Por eso, los cristianos debemos aprender a escuchar y contemplar la Palabra de Dios. En la EscrituraDios Espiritu Santo nos habla continuamente de Dios Hijo, imagen de Dios Padre.

Dice San Jerónimo que "quien no conoce la Escritura, no conoce a Cristo". Orando y meditando la Palabra de Dios, encontrarnos al Señor, su modo de ser, sus rasgos característicos, para que, al igual que los dos de Emaus, "arda" nuestro corazón, mientras Él mismo nos relata las Escrituras.

En la Palabra de Dios, Jesús se hace el encontradizo con nosotros, "se deja ver", se revela a nosotros, también con sus "silencios", gestos elocuentes de su divinidad, que nos enseñan a callar y a escuchar, para así, descubrir el amor en lo que se silencia. Y así, con los oídos abiertos, los ojos limpios y el corazón puro, descubrimos cómo es nuestro Señor.

La excepcional personalidad de Jesús excede todos los paradigmas humanos y todos los modelos morales. Así, un judío en su sano juicio, no proclamaría ser Dios y menos aún, lo mantendría hasta el punto de ser condenado a muerte por blasfemia. Si realmente no fuera Dios, sería un loco, un inane, un trastornado...

Son tantas sus buenas cualidades humanas (todas las posibles) y divinas que sería interminable enunciarlas. He aquí algunas de ellas:

Perfección
La personalidad de Jesucristo rebosa sabiduría, altura moral, pureza y rectitud de intención en todo cuanto dice y hace.

Su serenidad, su equilibrio, su armonia y sus virtudes humanas evidencian de forma patente su perfección. 

Jesucristo es el modelo perfecto de toda virtud. Perfecto Dios y perfecto Hombre, une el Cielo y la Tierra.

Cuando Cristo actúa por el Espíritu Santo, personifica los gestos del Padre y da testimonio de la Trinidad perfecta. 

Santidad
Su santidad se pone de relieve en la veracidad transparencia de sus palabras y de sus actos. Sólo Cristo es Santo.

Sus enemigos buscan acusaciones para darle muerte pero no las encuentran. Recurriendo a falsos testigos con argumentos contradictorios, le condenan a muerte, aunque Pilato le encuentra inocente, e incluso Judas reconoce su inocencia al devolver el dinero de su traición.

Pedagogía
La autoridad, la firmeza y la seguridad con la que habla en toda situación le acreditan, sin ninguna duda, como el Hijo de Dios. 

Cristo vive en contacto cercano con loa hombres, apreciando lo bueno de cada uno, afrontando los problemas que le presentan y sanando sus enfermedades físicas o espirituales.

No procura el "buenismo" ni el "sentimentalismo", es firme a la vez que suave, directo a la vez que dulce.

No hiere  la conciencia de quienes le escuchan y les enseña siempre con su pedagogía de lo cotidiano: ilustra con la anécdota, la comparación o la parábola, repitiendo lo mismo varias veces o de diferentes formas, si es necesario.

Amor
La dulzura y amabilidad de sus palabras y la atención a todos los que se le acercan necesitados, "enamoran" y demuestran que Cristo es la razón de ser del Amor, que el Dios-Hombre es Amor.

Su Amor por el hombre es irrevocable. No hay nada que podamos hacer que nos pueda alejar de su amor.

Bondad
En Jesús no hay, ni euforias en los milagros que hace, ni depresiones ante los problemas del hombre, no hay tensión espiritual como en las vidas de muchos santos de la Iglesia.  

"Todo lo hace bien" es el comentario unánime de quienes son testigos de sus obras.

Sólo Dios es bueno. Y por ello, comprende que nos olvidemos de sus consejos, porque sabe somos malos debido a nuestra naturaleza herida por el pecado.

Prefiere ser ofendido a ofender. Prefiere servir a ser servido.

Sencillez
Durante las tres décadas de su vida privada en Nazaret, Jesús no hizo nada que llamara la atención, nada que no hiciera de forma natural un judío de la época. 

Jesús aprendió de San José un oficio artesano y sencillo sin despertar admiración alguna, y con la maestría de sus manos, santificó, "espiritualizó" el trabajo, enseñándonos a amar nuestras tareas y mostrándonos que es el amor de Dios lo que da trascendencia a nuestras acciones.

Sinceridad
El Señor tiene aversión a la mentira, que es propia del Diablo. No soporta la falsedad y la doble vida, el orgullo y la hipocresía, que sólo intentan disimular los pecados.

Jesucristo es sincero, no se comporta bien "de cara a la galería" ni es "políticamente correcto". Sencillamente, se comporta con sinceridad porque es la Verdad

No hay nada en el Señor que suene a postizo o incoherente, no hay mentira ni contradición.

Es coherente en su conducta y en su enseñanza. No pacta con la mentira ni diluye la verdad.

Humanidad
Jesús amó la época histórica que eligió para encarnarse y, aunque conoció el cansancio, la fatiga del trabajo y la monotonía de los días sin relieve, dio siempre gloria al Padre amando su labor cotidiana y cumpliendo siempre con sus obligaciones

El amor al mundo, en el mundo, sin ser del mundo es otro gran rasgo de la personalidad cristiana que Cristo protagonizó al juntarse con pecadores. 

El Señor se encuentra a gusto, como pez en el agua, compartiendo su vida y enseñanzas con la gente, de aldea en aldea, quedándose en sus casas y compartiendo mesa con ellos. 

Sensibilidad
Observa y aprecia la naturaleza, proclama la belleza de la creación en los lirios del campo o la libertad de los pájaros, ensalza la fe de los pobres y de los pecadores.

Su compasión y su misericordia le hacen muy sensible al sufrimiento humano, y lo sana; a la ignorancia de la gente, que es la mayor pobreza; a la vida de las personas, a quienes escucha.

Confianza
El Señor confía plenamente en el hombre y, aunque sabe lo que necesita, delega y cree en él

Prefiere la posibilidad del error, de que le traicionen o le nieguen, a desconfiar de él o a quebrantar su libertad de elección.

Pero también nos pide a sus discípulos fe y confianza en la misión que nos encomienda, aunque sea dificil y, a primera vista, imposible, porque Él nos ayudará.

Nos pide que seamos dóciles a la acción del Paráclito, que seamos instrumentos de la gracia divina; que nos lancemos a sus brazos sin miedo.

Optimismo
Cristo sabe apreciar lo que hay de bueno en cada hombre, en cada corazón y trata de sacarlo a la luz pero no cae en idealismos ingenuos ni buenismos blandengues.

Su actitud ante la vida es una visión gozosa, optimista y positiva afrontando todos los problemas. Nunca mira para otro lado, nunca desatiende una situación.

Elegancia
El Señor es atento, educado y tiene buen gusto, como muestra su proceder con el vino en las bodas de Caná.

Es delicado y sutilatento y agradecido aceptando invitaciones a banquetes o defendiendo la generosidad de una mujer que le lava sus pies con sus lágrimas.

Es generoso y desprendidoordenado y meticuloso como demuestran sus muchos milagros, por ejemplo, el de la multiplicación de los panes y peces, cuando distribuye a la muchedumbre en grupos para darles de comer y ordena que se recojan las sobras.

Compasión
El Señor se compadece de las muchedumbres cuando las ve "como ovejas sin pastor".

Muestra misericordia y piedad con los enfermos, con las viudas, con los repudiados, con los pecadores.

Se apiada de los que van a Él suplicantes y con fe.

Alegría
El Señor es la alegría personificada. Allí por donde pasa, deja una estela de alegría y entusiasmo en la gente, como cuando entra en Jerusalén.

Cristo es nuestro ejemplo a imitar.


Fuente: 
-"Cristo, la Obra maestra del Espíritu Santo" (P. Pedro Beteta)

miércoles, 28 de octubre de 2020

EL TURISMO ESPIRITUAL COMO DEPENDENCIA


Cuando hablamos de “retiro espiritual”, a todos nos viene a la cabeza la idea de apartarse, de recogerse y de aislarse para pasar un fin de semana con Dios. Sin duda, es una esperiencia maravillosa que el Señor nos concede para recibir su infinito amor y participar de su inmerecida gracia.

Todos anhelamos en nuestro corazón un deseo o necesidad espiritual para encontrarnos a nosotros mismos, para encontrarnos con Dios, para dar un sentido a nuestra existencia. 

Sin embargo, no quisiera pensar que sólo soy capaz de encontrarme con Dios en un retiro por querer escapar de lo cotidiano; no quisiera suponer que sólo soy capaz de entregarme a los demás en un retiro porque fuera no me atrevo; no quisiera creer que sólo soy capaz de rezar y hablar de Dios en un retiro, porque fuera no tengo tiempo ni valor; no quisiera pensar que sólo soy capaz de abrir mi corazón y ser auténtico en un retiro, porque fuera debo ser "fuerte y políticamente correcto"; no quisiera creer que sólo soy capaz de dar un propósito a mi vida en un retiro, porque fuera no es posible.

Porque de ser así, es entonces cuando me "convierto"... pero no a Dios, sino que me convierto en un "turista espiritual", en un "guiri religioso". Es entonces cuando pretendo transformar ese encuentro con Dios en una escapada de "turismo espiritual" para encontrar mi paz, en una experiencia sobrenatural con la que me relajo de mi estrés diario, en un "cristianismo de fin de semana" a mi forma, para volver a "secularizarme" nada más salir de él. 

¿Y si me planteara hacer "fuera" lo mismo que hago "dentro" en un retiro...? ¿y si me propusiera vivir el retiro cada día, en cada situación...? ¿ y si trasladara la atmosfera de un retiro al mundo cotidiano...? ¿y si me comprometiera a dejar de ser turista espiritual para convertirme en embajador de Cristo en mi sociedad...?

Yo creo que Cristo no vino a la tierra a hacer turismo ni a acompañarnos en un viaje de placer. Y se lo dejó claro a Pedro, Santiago y Juan en el monte Tabor. Quedarse allí no era el propósito de su misión. Los discípulos debían proclamar la gloria de Cristo al mundo, en el mundo.
Por tanto, como cristiano, no puedo quedarme en la "gloria" del Tabor, no puedo convertir un retiro en una forma de "ocio espiritual", en una forma de "relax emocional", en una forma de "descanso místico", en una  "autorrealizacion cristiana". No puedo obsesionarme en los retiros como una forma de saciar una necesidad o una satisfacción personal.

Estoy convencido de que el verdadero fruto de un retiro espiritual consiste en trasladarlo a mi vida cotidiana. Ese es el reto: buscar a Dios en cada momento del día, en cada persona que me cruzo y vivir lo que vivo en un retiro, pero a diario. Ese es el desafío: buscar a los demás, acompañar a quienes han compartido esa experiencia conmigo y regalarles mi vida cada día. Ese es el próposito: proclamar que Jesucristo está vivo al mundo, en el mundo.

La planificación, los preparativos, el retiro en sí mismo, la gracia derramada, las conversiones de las almas... todo se convierte en una experiencia apasionante que me llena de gaudio espiritual, pero no puedo limitarlo a un momento de "autosatisfación espiritual", no puedo reducirlo a un simple fin de semana de "experiencia religiosa", no puedo convertirlo en una "adicción mística"o  en un "subidón espiritual". Porque todo subidón, además de ser efímero, va seguido de bajón. 
La experiencia del Tabor que siento y experimento en el retiro, siendo maravillosa, no puedo guardarla en un fin de semana, porque allí perderá toda su fuerza. Debo extenderla a toda mi vida, desarrollarla en cada momento de mi existencia, llevarla a todo mi entorno. De nada me sirve vivirla en el retiro, si luego no la traslado a mi dia a dia.

Mi fe en Cristo no puede estar basada en una experiencia de "péndulo espiritual" que se mueva por sentimientos o sensaciones. No puede estar asentada sobre un hábito de "dependencia espiritual" que necesite más y más dosis. 

Porque entonces será una experiencia de mi "yo" humano, y no un encuentro con Jesús, con el "Yo" divino. Porque entonces será un sentimiento muy noble por mi parte y una sensación de "plenitud" particular pero no de libertad, porque seré esclavo de gula espiritual.

Necesito que mi fe aumente, madure y crezca en toda ocasión. Necesito salir de mi "yo" particular, para encontrar el "nosotros" comunitario. Y eso sólo ocurre cuando pongo la fe en acción, porque "la fe sin obras está muerta" (Santiago 2, 14-17).

lunes, 26 de octubre de 2020

POBRES E INDIGENTES EN EL ESPÍRITU

"Bienaventurados los pobres en el espíritu, 
porque de ellos es el reino de los cielos" 
(Mateo 5, 3; Lucas 6,20)

En nuestra sociedad occidental, el materialismo prima sobre cualquier otro aspecto de la vida: lo primordial es "tener" o "poseer", ya sean bienes materiales, talento, honores, riqueza o poder; lo fundamental es "ser alguien"o "triunfar". 

Un "rico" que deposita sus anhelos en las capacidades personales y en las riquezas de este mundo, desecha lo trascendental. Prefiere depender de él y de las realidades sensibles y por ello, es incapaz de amar al prójimo, como tampoco es capaz de amar ni de dejarse amar por Dios. 

De forma similar, también existen "ricos en el espíritu" que ponen sus miras en los cumplimientos religiosos y en las recompensas espirituales, desechándo la gracia. Prefieren depender de sus talentos, de sus preocupaciones y sentimientos, y por ello, tampoco aman, ni a Dios ni al prójimo.

Sólo cuando el hombre toma conciencia de su fragilidad y de su debilidad, es cuando asume su pobreza material y espiritual; sólo cuando se desapega de lo terrenal y se vacía de sí mismo, se abandona a la misericordia de Dios; sólo cuando toma conciencia de que su corazón y su alma están vacíos, se hace accesible al amor de Dios; sólo cuando reconoce su necesidad y dependencia, se hace dócil a la gracia de Dios.
Es en la presencia poderosa de Dios, donde todos los hombres somos pobres e indigentes materiales, y mendigos e insolventes espirituales, y a pesar de ello, Dios no nos humilla, ni nos margina ni nos desecha, sino que se compadece de nosotros. Nuestro Padre misericordioso sale al encuentro de sus hijos pródigos, nos abraza y nos devuelve nuestra dignidad.

El pobre en el espíritu deja de estar pendiente, satisfecho o preocupado de sí mismo o de los bienes materiales; deja de idolatrarse y de idolatrar cosas; siente carencia, necesidad y dependencia de Dios. 

El Evangelio de San Lucas, con la parábola del fariseo y el publicano, nos muestra el perfil del rico y el del pobre en el espíritu: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador” (Lucas 18,10-13).

Al contrario de lo que pudieramos pensar, Dios no desea ni ricos espirituales ni materiales, aquellos que creen tener méritos propios, que creen "cumplir", que creen estar por encima de los demás, aquellos que creen tener todo lo que necesitan, que creen estar seguros, que creen estar a salvo. 

El mismo Jesucristo se refiere a los dos tipos de ricos en el Evangelio cuando dice: "En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos" (Mateo 19, 23-24).
Dios quiere pobres en el espíritu que le pidan, que le necesiten, que le anhelen, que le elijan...quiere pobres en el espíritu que se desapeguen de sí mismos y se agarren a Él...quiere pobres en el espíritu que se nieguen a sí mismos y le sigan.

El pobre en el espíritu, libre de todo apego a las realidades naturales y sensibles, interiores y exteriores, se muestra dócil a la gracia infundida por Dios en su alma, que le atrae de lo corporal a lo espiritual, de lo temporal a lo eterno, hacia la unión íntima con el Todopoderoso. Y así, alcanza la perfección.