¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 5 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (6): ¡QUÉ BUENO ES QUE ESTEMOS AQUÍ!

Seis días más tarde, 
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, 
y subió con ellos aparte a un monte alto. 
Se transfiguró delante de ellos, 
y su rostro resplandecía como el sol, 
y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 
De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. 
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: 
«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! 
Si quieres, haré tres tiendas: 
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 
Todavía estaba hablando 
cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra 
y una voz desde la nube decía: 
«Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». 
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. 
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: 
«Levantaos, no temáis». 
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. 
Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: 
«No contéis a nadie la visión 
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
(Mt 17,1-9)

"Seis días más tarde". Después del milagro eucarístico de la multiplicación de los panes y los peces y tras anunciarles por primera vez su pasión a los apóstoles en la subida hacia Jerusalén...seis días después...esto es, de nuevo en domingo, en el día del Señor, Jesús se transfigura en el Tabor, dando profundo sentido y cumplimiento a las palabras proféticas de Isaías: "el pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz" (Is 9,1) y que Mateo recuerda al principio de la predicación de Jesús (Mt 4,16). 

Jesús les anticipa a sus discípulos que verían su gloria una semana antes (Mt 16,27-28) y aún así, cuando lo vieron resplandeciente, se quedan perplejos y desconcertados, como nos quedaríamos cualquiera de nosotros ante la sobrenaturalidad de tan potente teofanía y cristofanía (manifestación de Dios y de Cristo), que tambiémuestra una visión de cómo será la resurrección de todos los hombres en cuerpo glorioso.

El Señor, que conoce el corazón del hombre, siempre se anticipa: el que iba a ser humillado hasta el extremo, ahora se manifiesta en la plenitud de su esplendor y gloria futura, con la intención de levantar el estado anímico de los apóstoles, ante la inminencia de su Pasión. Estas tres columnas de la Iglesia serán testigos privilegiados de su momento más glorioso en el gozo del Tabor y también de su momento más humillante en la agonía de Getsemaní.

Inesperadamente, en medio del deslumbrante halo de luminosidad que envuelve su visión, entran en escena Moisés y Elías, testigos de la revelación divina en lo alto del Sinaí y representantes autorizados de la ortodoxia israelita (Moisés=Ley; Elías=Profetas) que atestiguan a Jesús glorificado como el Mesías prometido (para que una prueba fuera admitida entre los judíos, se requerían dos testigos).
Es entonces cuando desciende la voz del Padre procedente de la nube luminosa que los cubría con su sombra para corroborar su divinidad: "este es mi Hijo amado", eco de las mismas palabras escuchadas en el bautismo de Jesús (Mt 3,17), pero ahora con un mandato: "escuchadle" 

Dios, que había hablado en el pasado y hasta entonces a su pueblo por medio de Moisés y de los Profetas, ahora, en este nuevo Sinaí, les habla por medio del Hijo amado (Heb 1,1-2), el que ha venido para dar plenitud y cumplimiento a la Ley y los Profetas.

Los discípulos "caen  de bruces", rostro en tierra, postrados en adoración. No sobrecogidos por el miedo, sino en actitud reverencial (temor de Dios) ante la presencia trascendente de la divinidad. 

Exactamente lo mismo que nos ocurre cuando estamos en presencia de Jesús Eucaristía: nos postramos como signo de adoración y reverencia para gozar lo que estamos presenciando. Y aunque nuestros ojos no lo ven, allí mismo, en el altar, converge lo humano y lo divino, la tierra y el cielo. 
Es entonces cuando, como Pedro, decimos: "Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!" o "Con nuestros ojos hemos visto su majestad…" (2P 1, 16-19)

Tras la misa (nuestro Tabor de cada día) sabemos que tenemos que descender al valle para encontrarnos con nosotros mismos en el penoso batallar de nuestra vida, en el duro bregar del "mar adentro", en los momentos de tristeza y decaimiento. 

Pero salimos gozosos, transfigurados y resplandecientes, tras escuchar al Hijo amado, que nos dice "levantaos y no temáis" y que nos envía a ser luz del mundo (Mt 5,14) tan necesitado de Él.

¡Qué privilegiados somos al tener la oportunidad de acercarnos a ver la gloria del Resucitado en cada Eucaristía! ¡Qué afortunados somos al ser "primereados" por Dios que nos muestra nuestro destino final! ¡Qué gozo es ser reconfortados por su paz! ¡Qué bueno es estar junto al Señor y vislumbrar las primicias del cielo!

JHR

martes, 8 de enero de 2019

¿QUÉ IMPORTANCIA TIENE LA MÚSICA EN UNA ADORACIÓN?

"Vive Jesús, el Señor,
vive Jesús, el Señor. 
Él vive, Él vive, Él vive,
vive, vive Jesús el Señor. "
(Lucas Casaert)

Hace ya algunos años, en Medjugorje descubrí la Adoración Eucarística. Fue realmente una experiencia sobrenatural, encontrarme en medio de cinco mil personas, contemplando, orando, cantando y meditando en distintos idiomas. Sin lugar a dudas, Dios se hace presente y manifiesta su Amor en cada Adoración.

Antes, no sabía ni que existía la Adoración. Ahora, sé que es una continuación de la Eucaristía, en la que ante su presencia le damos gracias, le contemplamos y le alabamos. Estoy convencido de que el mundo la necesita, desesperadamente. Necesitamos primero, contemplar a Dios, para después reconocerle, amarle y servirle en esta sociedad que camina perdida en oscuridad.

Jesús nos espera en el Santísimo Sacramento del Altar, yo diría, que hasta con un ansia, una pasión y un amor desmedidos. Y con un anhelo de derrocharse, derramarse, desbordarse en nuestros corazones. 

De un tiempo a esta parte, son muchas las parroquias que ven sus comunidades transformadas al recuperar e impulsar la Adoración Eucarística. Los coros y grupos musicales cristianos se han vuelto omnipresentes en las Adoraciones Eucarísticas de nuestras parroquias. 

Las notas de un teclado, de un violín o de una guitarra se funden con las voces armónicas del grupo musical o del coro para "elevarnos al cielo" y así, resonar suavemente en nuestros corazones, tras cada meditación, tras cada pausa, tras cada silencio.  Y eso es bueno. Muy bueno.

Pero, realmente, ¿la música es, en sí misma, lo más importante en una Adoración? 
Sinceramente, no. Podríamos decir que los aspectos más importantes de una Adoración son, primero, desear estar en presencia de Dios; segundo, prepararnosutilizando medios que nos ayuden a ponernos en situación, abriendo nuestro corazón a la Gracia y al Amor de Dios; y tercero, hacer silencio

El deseo debe partir de nosotros. Los medios para ponernos en situación pueden ser varios: la meditación, la oración o la música. Todos son vehículos de la gracia. La música, también, es un medio que nos ayuda a tomar mayor conciencia de su cercanía, pero no es el fin. El fin último es encontrar a Dios. En el silencio. En la contemplación.

Medio y Fuente

La Palabra de Dios nos muestra, en numerosos pasajes, que existe una conexión entre la música y la actividad del Espíritu Santo, es decir, la presencia de Dios. Los profetas y los Salmos, utilizan la música y los instrumentos musicales para alabar y glorificar a Dios. Dios mismo, utiliza a menudo la música y los instrumentos para manifestarse y hacerse presente al ser humano.

La música es, por tanto, un medio. Dios es la fuente. Dios a menudo usa medios físicos para hacer su trabajo. Pero cuando comenzamos a ver un medio de la gracia como una "necesidad" imperiosa, podemos caer en el riesgo de desviarnos de la Fuente.

A través de la música, el Espíritu Santo puede manifestar la presencia de Dios o dar indicaciones para conocer la presencia de Dios o construir un escenario donde proclamar su presencia, pero la música no es el actor principal ni el objetivo final. Hay una diferencia entre ver la música como algo que Dios usa y verla como algo que Él necesita. 

Dios no necesita nada de nosotros. Pero quiere "necesitarnos" para acercarse a nosotros. Cuando nos abrimos al Señor, su Poder se derrama, su presencia se manifiesta. Y la música es un excelente medio, pero sólo eso.

Perspectiva y Enfoque

La música nos afecta emocionalmente, suaviza nuestros corazones para escuchar los susurros de Dios, nos inspira un sentido de expectativa y de espera, crea una atmósfera de paz y serenidad. Hace que las transiciones entre meditación y silencio sean menos bruscas. Establece un tono reverente y un ambiente orante. Pero eso no significa necesariamente que Dios nos esté haciendo conscientes de su presencia a través de la música.

Debemos ser extremadamente cautelosos para no pretender dar la impresión de que Dios está más presente cuando hay música que cuando no; debemos ser muy cuidadosos para no querer dar la sensación de que la adoración es mejor o más favorable con música que sin ella; debemos ser excesivamente prudentes para no interpretar que la presencia de Dios en una Adoración dependa de que haya o no música.

La música pone la perspectiva en la emotividad. El Espíritu Santo se enfoca en Cristo. 

La música es un lenguaje emocional que nos conmueve (con o sin palabras) iluminando la presencia de Cristo en nuestros corazones, distribuyendo los dones espirituales y abriendo nuestros ojos y nuestros labios para adorar y alabar a Dios. El Espíritu Santo es un lenguaje sobrenatural que habla, incluso, en el silencio.

La música conecta nuestra cabeza con nuestro corazón. El Espíritu Santo conecta nuestra alma con Dios. 

Dios nos llama a la Adoración, no para que estemos en un ambiente cómodo, agradable y relajado, donde la música nos embargue y, así, facilitarle al Espíritu Santo su acción. No, o no sólo. Dios se nos manifiesta en Cristo, nos hace tomar conciencia de que somos templo de su Espíritu. Y para ello, utiliza todo tipo de medios: las meditaciones, el canto, la música, la luz tenue, etc.

La música no es lo que nos une, ni el medio por el cuál nos acercamos a Dios, ni por el que Dios se acerca a nosotros. Lo que nos une y acerca a Dios es Jesús, nuestro Salvador y Mediador.

Agradezcamos a Dios por el don de la música que fomente Adoraciones apasionadas y fervorosas pero también asegurémonos de no otorgar a la música un poder que nunca tuvo, tiene ni tendrá.

En la Adoración, todos nuestros sentidos deben estar puestos en Jesucristo, presente y manifestado en el Santísimo Sacramento del Altar.

viernes, 10 de noviembre de 2017

LA FUERZA DEL SILENCIO VS. LA DICTADURA DEL RUIDO

"La verdadera revolución viene del silencio, 
donde se forja nuestro ser personal, 
nuestra propia identidad 
nos conduce hacia Dios y los demás, 
para colocarnos humildemente a su servicio. "

Tras el éxito de "Dios o nada" (Palabra, 2015), el Cardenal Robert Sarah publica un nuevo libro de notable altura espiritual, que nos hace entrar en el corazón del misterio de Dios: el silencio, necesario para todo encuentro con el Señor, en la vida interior y en la liturgia. Encuentro con un hombre habitado por Dios.

El Cardenal Sarah nos recuerda que el ruido es un dictador que nos impide ser libres. El ruido genera desconcierto, desasosiego y preocupación en el hombre, mientras que el silencio forja nuestra verdadera identidad personal, nuestra unión con nuestro Creador.

En el silencio escuchamos los latidos del corazón, y somos conscientes de que la sangre se mueve por todo nuestro cuerpo. 

De la misma forma, en el silencio escuchamos a Dios, que nos susurra, que habita en nuestro corazón, en la profundidad de nuestra alma, y se manifiesta allí. De esta forma, le acogemos y le integramos en nuestra vida y nos elevamos hacia Él.

En el silencio ocurren los grandes acontecimientos, cuando nuestro corazón, tocado por el amor de Dios, interpela a nuestro espíritu para ponernos en acción y dar fruto. 

Su voz es silenciosa, calmada y profunda. Dios no habita en el ruido ni en el tumulto, sino en la paz, en la tranquilidad y en el sosiego. Jesús con frecuencia, se apartaba del ruido para ir a orar, a escuchar a su Padre.
Según el Cardenal Sarah, el silencio no es ausencia de palabra sino manifestación de una presencia. Toda la creación es una manifestación silenciosa de Dios: los árboles, las montañas, la vida... manifiestan el poder divino. Sólo en el silencio podemos ser capaces de admirar todo eso.

El silencio no es un concepto, sino un estado que habla de Dios y un camino que permite al hombre ir a Dios. La verdadera revolución viene del silencio que nos conduce a Dios y hacia los otros para ponernos humildemente a su servicio.

El mundo, con su escandalosa rutina, con su ruidoso activismo, es el que nos aparta de Nuestro Señor, el que nos saca y aleja de la auténtica morada de Dios: nuestro corazón, templo sagrado donde aguarda a sus hijos.


Dios está silenciosamente presente en nuestra vida. Es en el recogimiento donde Él actúa y transforma nuestra alma, nuestro ser, nuestra existencia.

La dictadura del ruido

Sin embargo, todos somos víctimas de la superficialidad, del egoísmo y del espíritu mundano que propaga la sociedad mediatizada. Estamos sometidos a la dictadura del ruido. Nos perdemos en luchas de influencia, en conflictos entre personas, en un activismo narcisista y vano. Nos hinchamos de orgullo, de pretensión, prisioneros de una voluntad de poder. 

Sí, hace falta valor para liberarse de todo lo que ensordece nuestra vida, a la que tanto le gustan las apariencias, las máscaras y la superficialidad de las cosas. 

Empujado hacia lo exterior, por su necesidad de contarlo todo, el hablador se aleja de Dios, incapaz de toda actividad espiritual profunda.

La fuerza del silencio

Por el contrario, el silencioso es un hombre libre. Las cadenas del mundo no le esclavizan. Ninguna dictadura puede nada contra el hombre silencioso. A un hombre no se le puede robar su silencio.

Nuestra aspiración como cristianos es encontrar al Padre eterno para ser lo que Él quiere que seamos. 

Pero no lo hallaremos en los asuntos temporales, ni en el activismo  ni en los afanes del mundo sino en la vida interior, en la oración y en la meditación del Plan divino para cada uno de nosotros.

La vida interior debe preceder a la vida activa. De esa forma entenderemos lo que Dios desea que seamos y que hagamos.

La caridad, el amor que Dios nos pide nace del silencio que escucha, conoce, comprende y acoge a nuestro prójimo.

El ruido mundano nos anestesia, nos narcotiza ante las necesidades de los demás. Nos despista, nos pierde y nos desvía de lo verdaderamente valioso, de lo importante: el amor. El ruido nos esclaviza y se convierte en una droga sin la cual nos vemos incapaces de "vivir", de "ser", de "hacer".

El silencio en la liturgia

El silencio sagrado de la liturgia es el lugar donde podemos encontrar a Dios, porque nosotros vamos hacia Él con la actitud del hombre que tiembla y se asombra ante Dios. Ante la majestad de Dios, nuestras palabras se pierden.

Rechazar este silencio impregnado de temerosa confianza y de adoración, significa impedir a Dios la libertad de comunicarnos su amor y, por tanto, de manifestarnos su presencia. 

Debemos aprender lo que significa el temor filial de Dios, el carácter sagrado de nuestra relación con Él. Debemos aprender de nuevo a temblar de estupor ante la santidad de Dios y ser conscientes de la gracia extraordinaria de su presencia. 

A través de la adoración es como la humanidad camina hacia el amor, hacia Dios. El silencio sagrado da paso al silencio místico, donde se transparenta la intimidad del amor entre Dios y el ser humano. 

Bajo el yugo de la diosa razón "piensa, luego existes", bajo la poderosa influencia del dios relativismo del "todo vale", hemos olvidado que lo sagrado y el culto son las únicas puertas de entrada a la vida espiritual.

Tratar de explicar a Dios con la lógica, tratar de hallarle en la corriente general del mundo, hemos impedido su acción en nuestra alma. 

El silencio sagrado es una necesidad esencial, inevitable, de toda celebración litúrgica, porque el silencio nos permite entrar en contacto con el misterio que se celebra. 

El Concilio Vaticano II subraya que el silencio es un medio privilegiado para favorecer la participación del pueblo de Dios en la liturgia. La solicitud pastoral de los padres conciliares vino a manifestar y a explicar lo que es verdaderamente la participación litúrgica, es decir, el acceso al misterio de Dios:
Bajo el pretexto de aproximarse más fácilmente a Dios, algunos han querido que en la liturgia todo sea inmediatamente inteligible, racional, horizontal, fraternal y humano. Actuando así se corre el peligro de reducir el misterio sagrado sólo a buenos sentimientos.
Así, bajo el pretexto de pedagogía, algunos sacerdotes se permiten interminables comentarios (que no homilías) insignificantes y puramente horizontales. Tienen miedo de que el silencio ante el Altísimo dañe a los fieles. Creen que el Espíritu Santo es incapaz de abrir los corazones a los misterios divinos mediante la infusión de la luz, la gracia santificante. 

En la liturgia, el silencio sagrado es un bien precioso para los fieles y los sacerdotes no deben privarlos de este tesoro. Nada debería empañar la atmósfera silenciosa que debe impregnar nuestras celebraciones. 

Sin embargo, no basta con decretar momentos de silencio, el silencio sagrado es una actitud del alma. No se trata de una pausa entre dos ritos, sino que el silencio mismo es un rito que constituye la inmersión en el misterio de Dios.

En la liturgia, por tanto, el lenguaje de los misterios que se celebran es silencioso. El silencio no oculta, sino que revela profundamente. 

Prisioneros de numerosos discursos humanos ruidosos, interminables, tendemos a elaborar un culto a nuestro gusto, dirigido a un Dios hecho a nuestra imagen
A menudo las celebraciones son ruidosas, aburridas y agotadoras. Podemos decir que la liturgia está enferma y el síntoma más llamativo de esta enfermedad es la omnipresencia del micrófono.
El micrófono es tan indispensable que uno se pregunta: ¿Cómo ha sido posible celebrar los santos misterios antes de su invención? El ruido que viene de fuera y nuestros propios tumultuosos interiores nos hace extraños a nosotros mismos. 

El hombre que está permanentemente en el ruido no puede más que hundirse cada vez más en la banalidad. Lo que dice es superficial, hueco, y habla sin parar hasta que encuentra algo que decir. Sus palabras son una especie de mezcolanza o galimatías irresponsable, entre bromas de más o menos buen gusto y palabras insulsas, incluso negativas, que provocan desorden, confusión, incluso hostilidad y rencor en quien las escucha. 

Con frecuencia, salimos de esas liturgias superficiales y ruidosas sin haber encontrado a Dios y sin haber buscado la paz interior que el Señor nos quiere ofrecer. 

Por eso, el silencio litúrgico es una disposición esencial que necesitamos respetar. Es una conversión del corazón. Convertirse, etimológicamente, es 'volverse hacia Dios'. No hay silencio verdadero en el marco de la liturgia si no estamos de todo corazón vueltos hacia el Señor. Es necesario convertirnos, volvernos hacia el Señor para mirarlo, contemplar su rostro y caer a sus pies para adorarlo. 

Romano Guardini en su obra 'Le Dieu vivant' dice: "Las grandes cosas se realizan en el silencio, no en el ruido y la puesta en escena de acontecimientos exteriores, sino en el brillo de una mirada interior, en el movimiento discreto de la decisión, en los sacrificios y en las victorias oculta, cuando el amor toca el corazón, cuando la acción solicita el espíritu libre. Los poderes silenciosos son los poderes verdaderamente fuertes. Nosotros queremos prestar nuestra atención al acontecimiento más oculto, el más silencioso, donde las fuentes secretas se pierden en Dios, inaccesibles a las miradas humanas".

miércoles, 26 de octubre de 2016

ORANDO CON LOS SALMOS. SALMO 27: EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN

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“El Señor es mi luz y mi salvación.”
(Salmo 27)

En el ultimo retiro de Emaús, Dios me dijo, de forma contundente (como siempre), que me contentara con lo que tengo, porque Él no me dejará ni me abandonará (Hebreos 13, 5-6).

Hoy, abro el portátil y leo el correo. Y, de nuevo, vuelve a hablarme: “Aunque tu padre y tu madre te hayan abandonado, Yo te he recogido” (Salmo 27, 10). Asombroso!!! Un hecho que, particularmente, hago mío. Es una herida sin cicatrizar que arrastro desde pequeño: el "sentirme" abandonado y poco querido por mis padres. 

¿Casualidad o Providencia? Nada es casualidad. Dios no para de sorprenderme. Él, en su Plan perfecto, obra día a día, minuto a minuto en mi vida. No puedo más que darle gracias, porque Él nunca me desampara. 

Siempre ha estado y está a mi lado para ayudarme a levantarme si caigo, para iluminar mi senda cuando la oscuridad se cierne sobre mí, o simplemente, para llevarme en sus brazos. Aunque me ha costado darme cuenta casi 50 años.

A sus pies, reconozco mi debilidad, mi fragilidad y mi torpeza, y quizás por interés (debido al carácter egoísta del ser humano) busco su rostro, sí…quizás, por interés... pero con humildad, sintiéndome muy pequeño ante Su majestuosidad, y con la absoluta certeza que me ofrece mi fe cristiana, que solo no puedo, que sin Él nada puedo, nada hay.

Por eso hoy, Dios me interpela a analizar, o más bien, a orar el Salmo 27, tan conocido y tan profundamente espiritual y que podemos dividirlo en dos partes principales:
  1. Versículos 1 al 6. Dios nos da aliento, estímulo y confianza.
  2. Versículos 7-14. Dios nos ofrece la oración como ayuda y sustento. 
Este salmo contiene un mensaje para todos los corazones que necesitan profundizar en la fe y alcanzar la madurez espiritual. Es una oración del rey David que comienza con una afirmación maravillosa que enfatiza la relación entre Dios y el hombre,que nos introduce a una meditación sobre el fundamento para la oración y los sacramentos.

Versículos 1-6

(1) Guía, Salvación y Fortaleza: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién podré temer? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿ante quién puedo temblar?"

  • "El Señor es mi luz", es el que me dirige y me guía a la luz de Su Palabra. Más adelante, en el Salmo 119,105 nos dice: "Tu palabra es una luz para mis pies, y una antorcha para mi camino". 
  • "El Señor es mi salvación", lo cual nos habla del amor de Dios, porque fue Su amor el que pensó una salvación para nosotros, por medio de Jesucristo. Juan 3,16: " Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." 
  • "El Señor es la fortaleza de mi vida". Dios no sólo me da la vida, sino que me da el poder y la fuerza para vivirla en este mundo. 
  • "¿Ante quién puedo temblar?" Cuando uno teme a Dios, ya no hay nada ni nadie a quién temer. El Temor de Dios como don del espíritu, significa, no miedo, sino que todo nuestro ser se alinea para obrar según su voluntad.
(2) Protección: "Cuando me asaltan los criminales para destrozarme, son ellos, mis opresores y enemigos, los que tropiezan y sucumben. 

El Rey David rememora una época pasada de su vida en la que corrió grave peligro. Como un joven pastor de ovejas tuvo que proteger a sus ovejas de un león y un oso. Todos nos encontramos a diario con un león o un oso, que intentan devorarnos. San Pedro, en su primera carta 5,8 también nos habla del león rugiente, el diablo, que anda alrededor buscando a quién devorar.  Pero Dios nos protege haciéndoles sucumbir.

(3) Confianza: "Aunque un ejército acampe contra mí, mi corazón no teme; aunque una guerra estalle contra mí, estoy tranquilo."

La confianza de David estaba depositada en Dios, y la nuestra, también debe estarlo. Cada vez que Jesucristo hablaba a sus discípulos tras su resurrección les decía: "No temáis". Con Cristo resucitado, nada debemos temer.

(4) Eucaristía: "Una cosa pido al Señor, sólo eso busco: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida para gustar la dulzura del Señor y contemplar la belleza de su templo."

Resultado de imagen de adoracion eucaristicaEl Rey David había reducido su vida a pedirle al Señor una sola cosa: vivir la presencia y la comunión con Cristo. El apóstol Pablo hizo lo mismo con su vida. Filipenses 3, 13-14: "Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús."

En nuestros días, nos sentimos frustrados una y otra vez por la tensión y presión de la sociedad. 

Necesitamos misericordia, compasión y piedad, por lo que debemos reducir nuestra existencia a aquello que es realmente importante: a vivir eucarísticamente. Accedemos a Dios y a su Gracia en la Eucaristía, donde Cristo se hace presente, y por ello, debemos alegrarnos y dar gracias (eucaristía, del griego εὐχαριστία, eucharistía, "acción de gracias").

(5) Santísimo: "Él me dará cobijo el día de la desgracia, me esconderá en lo oculto de su tienda, me subirá a lo alto de la roca".


¿Cuál era ese lugar reservado, secreto, en el tabernáculo? El Santísimo. Nadie podía entrar en ese lugar excepto el sumo sacerdote. Allí estaba el arca revestida de oro y sobre ella, en la parte superior, había una tapa elaborada, que Dios designó como el propiciatorio para que la sangre fuera rociada sobre él. Hoy día, por el sacrificio de Cristo, tenemos un propiciatorio al cual podemos ir: el Santísimo. Y allí es donde está ÉL. allí es donde nos esconde. ¡Qué lugar tan seguro!.

(6) Adoración y Alabanza: "así mi cabeza dominará a los enemigos que me cercan, en su tienda podré ofrecer sacrificios entre aclamaciones, cantando y ensalzando al Señor."


Cuando contemplamos este hermoso cuadro y reconocemos lo que Él ha hecho por nosotros, surgirán canciones y alabanzas en nuestro corazón. Es en la Adoración Eucarística donde le aclamamos, le bendecimos y le glorificamos.

Versículos 7-14

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(7) Confesión: "Escucha, Señor, mi grito suplicante, ten compasión de mí, respóndeme

En este lugar secreto hay compasión, hay misericordia. Y Dios ha preparado este lugar reservado para nosotros hoy, donde podemos recibir la misericordia de Dios, a través del sacramento de la reconciliación.

(8) Oración: "De ti mi corazón me ha dicho: "Busca su rostro"; es tu rostro, Señor, lo que yo busco".

El Rey David puso esa invitación en boca del Señor, según le dictaba su corazón. Y eso es lo que David hizo, buscarle mediante la oración. Cuando Dios le dijo a David: "te amo", él le respondió,"yo también te amo, Señor". Cuando Dios le dijo: "quiero tener una relación íntima contigo", él respondió: "yo también quiero tener esa relación, Señor".

Dios tiene un anhelo por cada uno de nosotros. ¿Le responderemos? ¿Expresaremos nuestro amor por Él? ¿Nos comunicaremos con Él? ¿Tendremos una relación íntima con Él?

(9) Misericordia: "no me ocultes tu rostro, no rechaces con cólera a tu siervo; tú eres mi auxilio, no me abandones, no me dejes, oh Dios, salvador mío."

Cuando el Rey David pecó, experimentó lo que significaba que Dios escondiera Su rostro de él. Perdió su relación estrecha con El. Perdió su alegría. Fue entonces cuando oró en el Salmo 51: "Señor, ten piedad."

(10) Acogida: "Mi padre y mi madre me han abandonado, y el Señor me ha recogido."

David sabía que aún si existiera la posibilidad de que lo abandonaran sus padres, el Señor lo recogería. 

Dios siempre está dispuesto a extender su brazos y recogernos. Jamás nos abandonaría aunque todo el mundo nos diera la espalda.

(11) Palabra de Dios: "Enséñame, Señor, tus sendas y guíame por el camino recto, pues me están acechando."

El Rey David quería dar un buen testimonio, causar una buena impresión, ante el enemigo, porque sabía que le criticarían. Y quiso que Dios le guiara y le ayudara a no avergonzarle por lo que él hiciera.

Hoy, nosotros tenemos la Palabra de Dios para aprender las sendas del Señor y conocer cuál es el camino, Quién es el Camino.

(12) Apoyo y Paz: "no me entregues al capricho de mis perseguidores, pues se han alzado contra mí testigos falsos que respiran violencia."

El Rey David, acosado y rodeado de enemigos que buscaban su destrucción, le pide a Dios amparo, apoyo y paz ante ellos. Y su oración sería respondida, como lo será la nuestra, si nos sentimos acosados de tal forma que parezca que no tenemos apoyo de nadie. En el momento oportuno, Dios intervendrá.

(13) Fe: "Yo estoy seguro que he de ver los bienes del Señor en el mundo de los vivos."

El Rey David tenía una fe firme en la bondad y misericordia de Dios. Hoy, incluso en el mundo actual, nuestra fe nos hace ver la bondad de Dios a nuestro alrededor: en la creación, en las personas... Una certeza que podemos ver en la tierra, aquí mismo.

(14) Esperanza: "Espera en el Señor, ten ánimo, sé fuerte, espera en el Señor."

Hoy día, muchos cristianos en ocasiones nos sentimos débiles, desanimados, desesperanzados, descorazonados, o incluso tibios. ¿Y cómo puede uno curarse de ese estado? Pues, pidiéndole a Dios que nos de valor, fortaleza, y esperanza en sus promesas. Esperar en el Señor. ¿Y qué es lo que Él hará? Él fortalecerá nuestro corazón. Él es en realidad el mejor cardiólogo que existe.





Gracias, Señor, 
por las oscuridades que Tú transformas en luces,
por las noches que Tú vuelves en amaneceres,
por las luchas que Tú tornas en victorias,
por los anhelos que Tú haces realidades,
por los dones que Tú conviertes en bendiciones,
por la misericordia que Tú reviertes en perdón,
por el amor que Tú tornas en refugio 
por todo lo que me das,
Gracias, Padre Celestial.




lunes, 13 de junio de 2016

EL CAMINO DE MEDJUGORJE: MI EXPERIENCIA DE PAZ





El pasado mes de febrero, mi querida mujer celebró su 50º cumpleaños. Ante tan importante conmemoración, se me ocurrió hacerla un regalo muy especial: un viaje a Medjugorje.

Al principio, me pareció una ocurrencia original, sin más. Ella, consagrada a la Virgen, estaba entusiasmada por visitar a la Reina de la Paz. Por supuesto, yo no pensaba ir y ella no quería ir sin mí. Mi corazón era reacio a viajar a un lugar donde se aparece diariamente la Virgen Maríadesde hace más de treinta años,  y de donde muchos vuelven diciendo que han "visto y experimentado milagros". Me costaba mucho creerlo y además...era un gasto económico con el que yo no contaba.

Algunos amigos que ya habían decidido ir, me animaban (mejor dicho, se empeñaban) para que fuera porque en el peor de los casos, volvería igual que me iría, y en el mejor...quién sabe!!! 

El caso es que, sin pensarlo mucho, me animé a acompañarla porque entre otras cosas, siempre vamos juntos a todas partes y porque además, hemos iniciado un hermoso y fructífero camino de fe y servicio.

Aquí comienza mi camino de peregrinaje, aunque evidentemente, trataré de resumirlo, pues lo que allí ocurrió daría para escribir un libro. Tan sólo contaré las circunstancias que más me "tocaron" el corazón y desde luego, sin ningún ánimo de sugestionar, convencer o alarmar a nadie. La intención es recordar y no olvidar.

Día 1 - Jueves: Llegada a Medjugorje


Nos levantamos el último jueves de abril, a las 04:oo de la mañana para coger un vuelo a las 07:00.

Siempre he odiado volar, a pesar de tener que hacerlo en muchas ocasiones. Pues bien, despegamos de Barajas rumbo a Alemania.

Tras hacer escala durante cinco horas en Munich, volamos a Split, y de allí en autocar a Medjugorje, donde por fin, llegamos sobre las 19:30. Más de 15 horas hasta que llegamos.

Una odisea de viaje, aeropuertos, aduanas y rosarios. "Mal empezamos"- pensé-.

Nos acomodamos en una humilde pero limpia pensión, regentada por gente fantástica y servicial, siempre con una sonrisa de cálida acogida en sus rostros; algo que a primera vista, me sorprendió y me agradó especialmente. 

 No me sentí turista ni extranjero ni tampoco protesté por la sencillez de las instalaciones.

Como el tiempo acompañaba y aún no había anochecido, un pequeño grupo fuimos a dar una vuelta de reconocimiento sobre el terreno.

Inmediatamente, algo me provocó una cierta hilaridad, una sensación negativa: la multitud de tiendas con artículos religiosos (vírgenes, rosarios, medallas, ángeles, etc) que había cada cinco metros y que me llevó a pensar negativamente (otra vez): "Mal seguimos, esto no es más que un negocio" -pensé-. 

Continuamos hacia la explanada donde se encuentra la parroquia con miles de bancos en el exterior, en busca de la escultura del Cristo Resucitado, que al parecer, se encontraba en su sitio de siempre, pero que mi queridísima amiga Loreto (veterana en Medjugorje) no terminaba a encontrar (¿casualidad?). Yo seguía en una actitud "poco católica", mientras anochecía.

De repente, llegaron oscuras nubes y comenzamos a ver relámpagos y a escuchar truenos. Me puse a contar después de cada relámpago. "Seguro que la tormenta se aleja, rodeando los dos montes" - pensé-. 

Pero no. No sólo no se alejó sino que en cuestión de segundos, cayó tal cantidad de agua como yo nunca había visto antes. 

Las calles eran auténticos ríos, nos empapamos por completo a pesar de ir preparados con ropa de lluvia y paraguas, y sentimos una cierta inquietud e incluso un cierto temor, por lo que, con cierta ironía y mientras huíamos buscando refugio, dije en voz alta: "entendido, ya dejo de protestar". 

No me vais a creer pero, al cabo de no mucho tiempo, dejó de "diluviar". Y nos fuimos, como pudimos (empapados) hacia la pensión.

Ahora tengo la certeza de que La Reina de la Paz nos lavó primero "por fuera", para irnos preparando a lo que habría de acontecer después y que debíamos experimentar en nuestras propias carnes, porque nuestra actitud (la mía y la de alguien más) comenzó a cambiar en el momento en el que abrimos el corazón y se lo entregamos a Ella. 


Día 2 - Viernes: Castillo de Patrick y Nancy


Son las 6:00 y nos despertamos con música. Brilla el sol y vemos todo de manera distinta: "después de la tempestad, viene la calma"

Experimentamos un clima de paz, de calma, de serenidad que se intuye en las personas, en las tiendas, en el ambiente...mientras nos encaminamos a la misa matutina.

Después de la Eucaristía y tras desayunar, nos dirigimos al castillo de Patrick y Nancy, dos canadienses afincados en Medjugorje desde hace unos años. Nancy nos cuenta su experiencia de vida y Patrick, su testimonio de conversión; nos habla de "su vida mundana, de "sus mensajes" y de su "llamada".

Comemos y por la tarde vamos a la explanada a rezar el Rosario y a venerar la Cruz. Más tarde, de compras. 

Lo que el día anterior veía como "el negocio", hoy lo veía como una oportunidad de acercarnos más a la Virgen. Pensando en todas las personas por las que hemos rezado e intercedido, aprovechamos la variedad de tiendas y el amplio surtido de objetos y nos aprovisionamos de regalos para ellos.

Vuelta al hotel. Conocemos al P. Roel, un joven sacerdote mexicano, legionario de Cristo, "marianólogo" que dejó el Vaticano para instalarse en Medjugorje. 

Su charla de bienvenida, es apasionante: nos introduce en la espiritualidad que se vive allí, nos habla de la apertura del corazón, de la paz y del perdón.


Día 3 - Sábado: Una jornada muy completa

Son las 04:00 y nos despertamos con música. Aún es de noche. Hoy tenemos un plan afortunado y nada fácil de conseguir: vamos en autocar a un pueblo cercano, Krehin Grac.

Allí vamos a conocer y a escuchar a Vicka Ivankovic-Mijatovic, una de las 6 videntes a la que se le aparece la Virgen todos los días.



Dicen que tiene uno de los dones más extraños del Espíritu Santo: un fenómeno que se conoce como bilocación, la posibilidad de estar presente en más de un lugar al mismo tiempo.

La intención que la Virgen le confió a ella en particular es orar por los enfermos y junto con Jacob, fue llevada por Ella al Paraíso, al Purgatorio y al Infierno.

La vida de Vicka ha estado marcada por el sufrimiento físico, pero sobre todo por la alegría radiante con la que siempre impresiona a las personas que la conocemos. Ella ha tomado el sufrimiento voluntariamente para sí misma con el objetivo de avanzar en los planes de la Virgen María, pero siempre mantiene la cautela de no hablar de ello.

Lo que nos contó no voy a escribirlo pero lo que sí os diré es que hemos rezado, y mucho: 7 Padrenuestros, 16 Avemarías y 7 Glorias. En mi vida he rezado tanto en una sola mañana. Hemos orado por todos los sacerdotes, por todos los enfermos y también por ellos, los videntes.

Son las 10:00 y volvemos a la explanada para la Eucaristía. El P. Ramón nos obsequia con una homilía espectacular.

Después, visitamos la estatua del Cristo Resucitado, sí aquella que no encontrábamos el primer día. 

Se trata de una escultura de bronce, de seis metros de altura y cuatro de ancho y cuyo peso es de tres toneladas. Allí experimentamos un fenómeno fuera de toda razón y lógica humanas: una estatua que "llora".

La estatua, colocada en 1998, comenzó a gotear líquido de una de sus piernas en el 2001, y de la otra pierna lo comenzó a hacer en el 2012, pero siempre en forma intermitente. 

Si bien la naturaleza del líquido en sí es un misterio, el goteo del líquido ha demostrado ser impredecible  puesto que en varias ocasiones, se ha detenido durante períodos prolongados de tiempo, en otra ocasión salía copiosamente y en otra, la sustancia que emanaba de la rodilla era de color rojo.

Algunos dicen que se trata de líquido sinovial humano y otros que tiene poderes curativos. Uno tiene reticencias a la llamada "fe mágica" pero al final, el Espíritu de Dios te abre los ojos y entiendes.

Después, vuelta al hotel a comer y a descansar.

Son las 14:00 y nos encaminamos a la Comunidad del Cenáculo, otra visita experiencial y testimonial que no contaré tampoco por su carácter confidencial. Una experiencia ejemplarizante.

Son las 17:00 y nos encaminamos al monte Podbrdo. Un lugar "sobrenatural".


Allí es donde la Virgen se apareció el 25 de Junio de 1981 por primera vez a los niños Ivanka Ivankovic, Mirjana Dragicevic, Vicka Ivankovic, Ivan Dragicevic, Jakov Colo y Marija Pavlovic. Nos dividimos en dos grupos, los que ya han estado anteriormente y los que venimos por primera vez y comenzamos la "ascensión".


Los "veteranos" suben guiados por el P. Luis José y los "novatos", subimos dirigidos por el P. Roel en las meditaciones en cada una de las cinco estaciones que realizamos hasta llegar a la Virgen Blanca. ¡Maravilloso!

Allí, en el monte ocurrieron (ocurren) milagros, sí; algunos, externos, sobrenaturales, que todos pudimos ver pero que carecen de importancia si los comparamos con otros más íntimos y personales que experimentamos. 

Como mi pretensión es contar este viaje desde mi experiencia, obviaré lo que nuestros ojos vieron y me limitaré a contar lo que yo experimenté allí arriba: un aluvión de paz y de sosiego y me sentí totalmente perdonado y aliviado. 

Es difícil expresarlo con palabras. No queríamos bajar de allí, como si se tratara de nuestro "Monte Tabor" personal.

Pero bajamos para cenar puesto que la jornada aún no había terminado. Después, todo el grupo fuimos de nuevo a la explanada para disfrutar de otra experiencia motivadora y espectacular: la Adoración del Santísimo.

Miles de personas de distintas nacionalidades, en silencio absoluto, orando y agradeciendo, escuchando una música celestial que penetra el alma y nos dispone a la maravillosa presencia del Señor. 

¡Un silencio que "clamaba al cielo"!

Día 4 - Domingo:  reflexión y testimonios

Son las 07:00 y nos levantamos con la intención de subir el Via Crucis del monte Krizevac, 
también llamado el Monte de la Cruz.

Resultado de imagen de krizevacSu nombre es debido a la presencia en su cima de una gran cruz de cemento colocada el 15 de marzo de 1934. 

En ella, está grabada la leyenda: "A Jesucristo, Redentor de la humanidad, como signo de nuestra fe, de nuestro amor y de nuestra esperanza, y en memoria del 1900 aniversario de la Pasión de Jesús".

Nos aconsejan hacer el Via Crucis en la explanada de Medjugorje, alrededor del cementerio terminando en el Cristo de las velas, al lado de la parroquia. 


El P. Roel nos guia a lo largo de las 15 estaciones que nos colman de paz, amor y perdón.



Terminamos y vamos al hotel a comer y a descansar.
Son las 16:00 y quedamos en una cafetería para compartir testimonios. Tres horas de comunión fraterna, lloros, abrazos y mucho amor.

Por la noche y después de cenar, charla teológica sobre la Intercesión de la Virgen María, dirigida y guiada por nuestros sacerdotes, el P, Ramón y el P. Luis José. Después nos despedimos del otro grupo y del P. Roel.

Día 5 - Lunes:  estamos de vuelta

Son las 05:00 y nos apresuramos a desayunar para tomar un autocar que nos lleve al aeropuerto de Zadar, a unos 300 kms de Medjugorje.

De allí a Frankfurt, donde comemos unas salchichas típicas en el aeropuerto pues no hay mucho tiempo en el enlace a Madrid.

Aterrizamos en Madrid sobre las 19:30, exhaustos pero inmensamente felices. Nuestra experiencia ha sido absolutamente maravillosa. No somos los mismos. Volvemos volando (y no me refiero al avión) al mundo real, al ruido, a las prisas, al desasosiego. Nos sentimos completamente extraños, como si no perteneciéramos a él.

La única pretensión de este testimonio es rememorar de nuevo mi vivencia en Medjugorje. Una experiencia  inolvidable, que ha marcado en mí un antes y un después. 


Lo importante no es si uno cree lo que allí sucede o no, o si la Iglesia se ha pronunciado o no, lo trascendente es vivir la espiritualidad que existe en Medjugorje y volver con el corazón colmado de gozo, alegría, paz y perdón.

Allí se viven los sacramentos con una intensidad fuera de lo normal, tanto la eucaristía, como la adoración y la confesión. Allí reina la paz, la serenidad y la calma. Allí se respira armonía y conciliación. Allí se experimenta el amor misericordioso de Dios.

Un deseo unánime subyace en el grupo: ¡Queremos regresar a Medjugorje ya! ¡Dios está allí! Y no queremos perdérnoslo.