¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

martes, 8 de abril de 2025

¿ES VERDADERO EL CRISTO DE "THE CHOSEN"?

"Quien vive de leche, desconoce la doctrina de la justicia,
pues es todavía un niño.
El alimento sólido es para perfectos,
que con la práctica y el entrenamiento de los sentidos
saben distinguir el bien del mal"
(Hb 5,13-14)

Muchos católicos que no se han acercado nunca (o quizás, de forma inconstante) a la Sagrada Escritura ven en la serie (y ahora, película) "The Chosen", una forma fácil y cómoda de acercarse a los evangelios. 

Y, aunque no negaré su carácter entretenido, su dosis evangelizadora y una cierta capacidad para acercar a muchas personas a la figura de Jesús (más de 500 millones de visualizaciones), no me parece una manera propia de acercarse al Cristo de nuestra fe católica.

The Chosen muestra una cierta fidelidad bíblica, propia del enfoque ecuménico de los creadores (evangélicos y mormones, aunque con la participación de un cardenal católico) y contiene abundantes símbolos postmodernos, guiños feministas y ejemplos secularizados que presentan a un Jesús cercano, más humano y empático, inclusivo y feminista y, hasta "de izquierdas", es decir, un hombre de hoy, postmoderno y progresista, pero alejado de la imagen tradicional católica, es decir, verdadero hombre pero también verdadero Dios. 

Ya sólo el título ("Los Elegidos"), indica su intención, más antropológica que teológica, más ecuménica que católica, puesto que no profundiza en lo fundamental de la figura de Cristo como Dios, Mesías y Salvador, sino en la historicidad de Jesús de Nazaret y en el contexto sociocultural de un grupo de judíos del s. I.
The Chosen engancha emocionalmente (reconozco que "tiene tirón") pero presenta una imagen errónea de Jesús, aunque nada nueva, pues en los años setenta y ochenta (en pleno auge de la modernidad), ya se nos presentó a un Jesús "superstar y hippie", poco serio, nada exigente y exento de trascendencia, con el propósito de encajarlo en los sistemas "deconstructivos" de la época.

En un mundo antropocentrista que ha eliminado a Dios de la vida pública y sumido en una profunda crisis de fe, The Chosen trata de rehacer (de nuevo) la figura de Jesús de Nazaret y mostrar a un Cristo "a nuestra imagen y semejanza" con una intención oculta: dar culto al hombre y no tanto al Dios.

Se trata de una serie de gran popularidad que se ha infiltrado en conciencia colectiva de muchos católicos, quizás con escasa formación bíblica y teológica, que han asumido esa imagen "progresista" de nuestro Señor esgrimiendo como única razón que "acerca a muchas personas a la fe y a Cristo". 

Sin embargo, la pregunta a plantear es ¿a qué tipo de fe acerca? y ¿a qué tipo de Cristo acerca?

Conozco a muchos católicos que afirman que "este Jesús" es el auténtico, mucho más humano, mucho más "como nosotros", mucho más "colega" que "maestro", mucho más misericordioso que justo o exigente...como si la Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia nos hubieran ocultado "maliciosamente" su verdadero rostro durante veinte siglos.
Y esto precisamente es lo que me lleva a afirmar que "este nuevo Cristo no es Cristo", pues se aprecia claramente su tono protestante anti clerical y anti mariano que sigue abriendo un abismo entre Jesús-hombre y Jesús-Dios, entre la Cabeza y el cuerpo místico, entre María y sus "hijos", entre los creyentes de hoy y la tradición apostólica en la que Cristo delegó su mensaje y su misión, antes de su ascensión al cielo.

Para argumentar esta afirmación, basta con observar el gran esfuerzo utilizado en la serie por "humanizar" a Jesús, por hacerle más "terreno", más cotidiano, más trivial y más  intrascendente. Y lo hace esgrimiendo una manera entendible para el neófito, pero impostada para el cristiano adulto, al incluir escenas completamente absurdas y caricaturescas que jamás pudieron suceder pero que ofrecen como ciertas o, cuando menos, como "posibles": 
  • ¿Jesús peleándose con San Juan Bautista? 
  • ¿Jesús haciendo un chiste sarcástico a expensas de Pedro y después poniendo los ojos en blanco, justo antes de hacer un milagro en favor de la suegra de éste? 
  • ¿Aquel que, siendo la misma Palabra de Dios, se encuentra bloqueado y nervioso al "escribir" el Sermón del Monte y necesitado de la ayuda y el consejo de Mateo para redactarlo? 
  • ¿Jesús, sentado solo y haciendo ruidos como de flatulencias para atraer a niños que se escondían tras un arbusto? 
  • ¿Nuestra Madre, la Virgen,  la llena de gracia, la Inmaculada, presentada como la mujer más fea de todo el círculo de Jesús?
  • ¿Tiene María el mal gusto de describir el (supuestamente) ‘pringoso’ nacimiento de Jesús cuando la preguntan por esa santa noche?
  • ¿San Juan Bautista utilizando las palabras de Judas el Traidor?
  • ¿Pedro y su esposa discutiendo cuál sería el ‘momento adecuado’ para tener hijos?

Los mensajes son claramente relativistas e intencionadamente ambiguos y muchas escenas carecen de toda profundidad teológica y espiritual. Los recursos escénicos para captar el interés y la atención son el "emotivismo", el "buenismo", el "voluntarismo", pero esconden una intención oculta: convencer al espectador contemporáneo de que no necesita la Tradición, ni a la Iglesia, ni a los santos, ni a la Virgen María para alcanzar la salvación. Sin duda, deja entrever su contenido sobre la "Sola fidei" y la "Sola gratia" luteranas.

Los personajes están concebidos y estructurados para que el espectador empatice con ellos pero su perspectiva es intencionadamente anacrónica y carente de fiabilidad escriturística, pues muestra actitudes, gestos y aspectos que no se corresponden con la tradición bíblica, exegética o doctrinal, y en ocasiones, llegan a diferir de la mentalidad y costumbres del pueblo judío de la época:
  • Jesús: aparece como un mero hombre de ciertas capacidades, pero carente de trascendencia, de conciencia divina y de carga salvífica. Es un Jesús "histórico", más humano que divino, más hijo de mujer que Hijo de Dios. Quizás un gran maestro, filósofo, profeta o médico que Dios utiliza para que realice una misión concreta. 
  • La Virgen María: tradicionalmente, representada en todo el arte (pintura, escultura, literatura, cine, etc.) como una mujer especial y excelsa, de gran belleza, disposición y humildad y, sobre todo, carente de pecado original. Sin embargo, la perspectiva protestante de la serie muestra una mujer poco agraciada, en cierto modo algo vulgar, o "muy normal" y, desde luego, periféricamente despojada de sus papeles principales como madre, como discípula o como intercesora. 
  • Los evangelistas Mateo y Juan: para justificar su papel de testigos oculares, la serie muestra constantemente a ambos tomando notas de lo que Jesús decía, algo totalmente ilógico y fuera de lugar, pues sabemos que fueron las primeras comunidades cristianas quienes fueron recogiendo y recopilando los dichos y hechos de Jesús según la tradición oral de los apóstoles y dotándoles del correspondiente enfoque pastoral para leerlas públicamente a los creyentes. Bastaría con leer la introducción a los evangelios en cualquiera de nuestras biblias para darnos cuenta de ello.
  
Personalmente, no recomiendo The Chosen, pero no niego que algunos episodios pueden ser adecuados para la reflexión teológica, para la formación catequética o para tomar conciencia de los problemas y sufrimientos de las personas por causa del mal, empatizando con ellas y escuchándolas, como hizo Jesús.

Lo que si creo es que The Chosen nos debiera acercar a los católicos a leer y estudiar en profundidad tanto la Biblia como la Cristología, porque no podemos proclamar a un Jesús desconocido y mucho menos, amar a quien no conocemos. Y si no es así, es que en algo nos equivocamos.

"Ignorar la Escritura es ignorar a Cristo"
(San Jerónimo)

miércoles, 19 de marzo de 2025

LO QUE NOS DEFINE SON NUESTROS ACTOS

"Este pueblo me honra con los labios, 
pero su corazón está lejos de mí. 
El culto que me dan está vacío, 
porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos” 
(Mt 15,8-9)

Es muy triste constatar a diario la falta de compromiso de católicos que se conforman con una vida espiritual tibia, superficial, mediocre, infantil. 

Desgraciadamente, ocurre en muchos grupos cristianos y en muchas actividades pastorales y/o evangelizadoras de la Iglesia, en las que muchos interiorizan y hacen suya la mentalidad mundana de la "corrección política": dicen muchas cosas y muy bonitas (buenismo), hablan elevadamente (espiritualismo) y se autodefinen como buenos cristianos (fariseísmo) pero todo eso se contradice con lo que luego hacen. 

No son nuestras palabras las que nos definen...son nuestros actos los que, muchas veces, nos delatan...

Existen muchos ejemplos bíblicos que nos advierten de ello:
  • Ap 3,14-22: la Iglesia de Laodicea muestra su tibieza y su mediocridad espiritual: no es fría ni caliente. Su fe es una mera rutina sin profundidad.
  • Mt 25,24-30: el siervo negligente ilustra su falta de compromiso y de responsabilidad, su inacción cristiana y su escasa iniciativa.
  • Mc 10,17-22: el joven rico es cumplidor pero se aferra a las cosas materiales, incapaz de renunciar a ellas para seguir a Jesús y establecer prioridades espirituales. 
  • Lc 15,11-32: el hermano mayor es obediente al Padre, se declara "buen hijo" pero lo hace por interés y egoísmo. En realidad está más alejado del Padre que su hermano menor, como demuestra su envidia y su falta de caridad hacia él.
Así que no es nada nuevo creerse buenos cristianos y estrictos cumplidores de la ley de Dios de "cara a la galería" ...el Pueblo de Israel lo hacía con demasiada frecuencia y por ello, Jesús les increpó: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos” (Mt 15,8-9; Mc 7,6-7; Is 29,13).
Por eso es preciso preguntarse, ¿es mi vida coherente con lo que digo ser? o ¿digo una cosa y hago la contraria? ¿soy un cristiano comprometido o soy un creyente mediocre? 

Para saberlo, es necesario conocer si tengo alguna de los rasgos característicos que definen a un mediocre:
  • Falta de compromiso: ¿me entrego plenamente a Dios o mantengo una equidistancia emocional y práctica con la fe?
  • Indiferencia: ¿tengo un deseo genuino de crecer espiritualmente y de buscar la voluntad de Dios en mi vida cotidiana o simplemente me da igual?
  • Superficialidad: ¿mi  vida espiritual se reduce a prácticas rutinarias sin profundidad y carentes de significado o realmente busco sorprenderme con la novedad de Cristo?
  • Falta de sacrificio: ¿tengo una clara disposición a renunciar a mis comodidades o deseos personales por el servicio a los demás?
  • Conformismo: ¿acepto mi situación actual sin buscar una mejora espiritual o soy cristiano en ámbitos favorables?
Es importante reflexionar sobre las consecuencias negativas, tanto para uno como individuo como para la comunidad, que resulta de la mediocridad:
  • Estancamiento espiritual: ¿se produce en mí crecimiento en la fe o mantengo distancias prudenciales en mi desarrollo cristiano?
  • Debilidad ante la tentación: ¿mi falta de compromiso espiritual facilita mi caída en el pecado y  mi alejamiento de Dios?
  • Falta de testimonio: ¿irradio la luz de Cristo a mi entorno, refleja mi vida aquello que creo y digo?
  • Disminución del fervor en la comunidad: ¿contagio mi mediocridad a otros creyentes, afectando negativamente a su entusiasmo y a su crecimiento?
  • Falta de impacto en el entorno: ¿cumplo con mi misión y mi vocación cristianas de evangelizar y transformar la sociedad o eso es competencia de otros?
La lucha contra la mediocridad espiritual es un proceso continuo que requiere esfuerzo y compromiso. 

Se trata de cultivar una relación personal con Dios a través de la oración personal, no solo como un ritual, sino como una conversación profunda con Dios; de profundizar en la Palabra de Dios para conocer su voluntad y aplicar sus enseñanzas a mi vida diaria; de participar activamente en los cultos y celebraciones sacramentales de la comunidad cristiana.

Un cristiano coherente busca la santidad con un anhelo genuino de asemejarse más como Cristo, de crecer espiritualmente y de vivir una vida de santidad; con un deseo auténtico de reconocer sus propios errores y pedir perdón a Dios, buscando una transformación personal; de tener una disciplina espiritual y practicar todo aquello que Dios ha establecido para fortalecer su fe.

Un cristiano auténtico sirve a Dios y a los demás a través de un compromiso con su comunidad, participando activamente en la vida parroquial, sirviendo a los demás y compartiendo la fe; buscando la voluntad de Dios para su propia vida y servirle en el ámbito donde Él le ha llamado; manifestando su amor de Cristo a través de actos de caridad, de servicio, de generosidad, de compasión, de acogida...pero siempre coherentes y auténticos, y no forzados.

Ser cristiano no es lo que decimos ser sino lo que realmente somos. 

viernes, 21 de febrero de 2025

CARTA A DIOGNETO

 

La Carta a Diogneto es un manuscrito griego anónimo de doce capítulos escrito en la segunda mitad del s. II (158 d.C.) que algunos atribuyen a Cuadrato, obispo de Atenas, y afirman que estaba dirigida al emperador Adriano, quien también era llamado "hijo de Zeus", en griego,"Diógenes".

Esta pieza de la literatura apologética cristiana, singular por su origen incierto y por los enigmas descritos, fue descubierta por casualidad en 1436 en una pescadería de Constantinopla junto a varios otros manuscritos dirigidos al enigmático destinatario, almacenados junto al papel para envolver el pescado, tras más de mil doscientos años sin mención alguna, explícita o implícita, ni siquiera por parte de los Padres de la Iglesia.

Este misterioso destinatario, "Diogneto", era un pagano (imaginario o real) interesado en conocer más del cristianismo, esa nueva fe que se difundía con fuerza por el Imperio Romano, atrayendo la atención del mundo por el valor con que sus seguidores enfrentaban el suplicio de una vida de persecuciones y martirio, así como por el amor intenso con que se amaban entre ellos y amaban a Dios.

La carta refuta tanto el politeísmo pagano como el judaísmo, muestra el designio salvífico de Dios y describe elegantemente quiénes eran y cómo vivían los primeros cristianos. Es de gran valor para renovar nuestra fe en un mundo que nos desprecia, calumnia y persigue:

"Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. 

Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.

Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. 

Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. 

Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.

Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. 

Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. 

Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida. 

Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad.

Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. 

El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.

El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. 

El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar."

De la Carta a Diogneto (Cap. 5-6; Funk 1, 317-321)


Si quieres leer la carta en su totalidad, haz click en el siguiente enlace: Carta a Diogneto
Si quieres escucharla en un video, haz click en el siguiente enlace: Carta a Diogneto (leída)


martes, 11 de febrero de 2025

CUANDO MORIMOS ¿VAMOS INMEDIATAMENTE AL CIELO?

"Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti,
que ellos también sean uno en nosotros"
(Jn 17,21)

Existe una falsa creencia popular por la cual, inmediatamente después de la muerte, los cristianos vamos directamente al cielo. Al menos, muchos, cuando quieren decir que algún ser querido ha muerto, dicen que ha partido al encuentro del Padre, a la presencia del Padre, a la casa del Padre... seguramente porque en nuestra "sociedad del bienestar" no queremos hablar de la muerte, ya que su sola mención, nos angustia.

Pero...¿vamos inmediatamente todos al cielo?

La Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia no aseguran que cuando morimos vamos directa e inmediatamente al encuentro de Dios ni a Su casa. Los justos tienen la promesa del cielo (Mt 25, 34; cf. 22, 14; 24, 22. 24; Ap 1, 5-6) pero antes de eso, existe un último paso del que depende la inmediatez o no de alcanzarlo.

El Antiguo Testamento, leído a la luz del misterio pascual de Jesús, afirma la promesa de la resurrección para los siervos fieles de Dios (cf. Sal 16, 10; 2M 7, 11. 14. 29), pero el Nuevo Testamento subraya que todos seremos sometidos a juicio (cf. 1 P 4, 5; Rm 14, 10)

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina, el tiempo favorable, el tiempo de salvación” (2 Co 6, 2) y que, después de morir, recibe un juicio particular (CIC 1022).

Según el Catecismo, el cielo es “el fin último y la realización del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha” pero no todos llegamos de forma inmediata (CIC 1023-1026). Así, los que mueren en la gracia y la amistad de Dios:
  1. y están perfectamente purificados, sí van directamente a la casa del Padre, viven en Dios, lo ven tal cual es. Están para siempre con Cristo. Son santos, es decir, son semejantes a Dios, gozan de felicidad y gozo eternos. Esta "vida eterna en Dios" es lo que llamamos cielo.
  2. y están imperfectamente purificados, aunque tienen asegurada su salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. Esta purificación es lo que llamamos purgatorio.
Por eso, la Iglesia honra la memoria de los difuntos y ofrece sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. Porque no todos acceden directamente al cielo y por tanto, tenemos que rezar por ellos para que se purifiquen y lo alcancen, más que presuponer que están ya en él.

Entonces, ¿quiénes van al infierno?

Otra cuestión son los que mueren en pecado mortal por propia y libre elección, es decir, separados de Dios, sin arrepentimiento de sus faltas y sin acogida de Su misericordia. Aquellos que se autoexcluyen de la vida y de la comunión eternas con Dios y eligen otro "estado", al que llamamos infierno

Es a lo que Jesús se refiere con la gehenna el fuego que nunca se apaga. Es la muerte eterna del cuerpo y del alma. Pero no se trata de un castigo de Dios sino de una llamada a la conversión, de una invitación a que el hombre use su libertad conforme a su destino eterno. Dios no puede castigar, es el hombre quien decide libremente creer en la misericordia divina o negar a Dios. Y eso trae consecuencias.

Por tanto, la vida es el tiempo que Dios nos concede para aceptarle y darle nuestro "sí" libremente. La muerte es el paso a nuestro propio juicio particular, en el que tomaremos plena conciencia de las huellas y los efectos temporales del pecado en nuestra vida.

Y aunque Cristo nos ha perdonado todos nuestros pecados, nada impuro puede estar al lado de la santidad Dios.Por eso, seremos nosotros mismos los que entendamos que no podemos estar junto a  Dios sin estar purificados plenamente, es decir, sin ser santos, sin ser perfectos "como nuestro Padre celestial es perfecto" (cf. Mt 5,48).

Por ello, el purgatorio, el cielo y el infierno no son "lugares" sino "estados". El primero, transitorio. El segundo y el tercero, definitivos.

¿Qué significa la resurrección de los muertos y el juicio final?

La Sagrada Escritura afirma que la resurrección de todos los muertos, “de los justos y de los pecadores” (Hch 24, 15), precederá al Juicio finalEsta será “la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz [...] y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 28-29). 

Entonces, Cristo vendrá “en su gloria acompañado de todos sus ángeles [...] Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda [...] E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna” (Mt 25, 31. 32).

El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso, la “bienaventurada esperanza” (Tt 2, 13) de la vuelta del Señor que “vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído” (2 Ts 1, 10). 

Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar su advenimiento. Entonces, pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia y conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último.

¿Qué significan los nuevos cielos y la nueva tierra?

La Sagrada Escritura llama “cielos nuevos y tierra nueva” a la promesa de la renovación misteriosa al final de los tiempos que transformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef 1, 10).

Para el hombre, esta consumación será la realización final de la unidad del género humano, querida por Dios desde la creación y de la que la Iglesia peregrina era “como el sacramento" (LG1). Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios, la Jerusalén celeste. Ya no será herida por el pecado, las manchas, el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica de Dios será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua.

Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los hombres” (GS 39).

martes, 28 de enero de 2025

LA ORACION CRISTIANA

"Pedís y no recibís, porque pedís mal, 
con la intención de satisfacer vuestras pasiones"
(Stg 4,3)

Hoy reflexionamos sobre la oración cristiana porque muchas veces no entendemos exactamente lo que es o la utilizamos de modo incorrecto. A veces, incluso, nos quejamos porque no obtenemos resultados o porque tratamos de "convertir" a Dios en un garante de nuestros deseos. 

Dice el apóstol Santiago que "no recibimos porque pedimos mal". Por eso, para "rezar bien", para "pedir bien", lo primero que tenemos que saber es qué es y qué no es la oración, y cómo dirigirnos a Dios.

Lo que la oración no es...

La oración no es un monólogo donde le digo y le pido a Dios cualquier cosa que me preocupa o me inquieta, de forma, que le instrumentalizo, es decir, "lo utilizo" para mis fines cuando le necesito y luego, me olvido. 

La oración no es una lista de exigencias a Dios para que se cumpla mi voluntad y, así, "recompensarlo" creyendo en Él. Si cumple mis deseos, creo. Si no, dudo o no creo...

La oración no es una hoja de reclamaciones en la que le expongo mis quejas a Dios, en la que exijo resultados. Tampoco es una lámpara maravillosa que garantiza y cumple todos mis deseos. 

La oración no es, como dice el Papa Francisco, una varita mágica con la que convierto lo que no me gusta o no quiero en lo que deseo y quiero. 

Por supuesto, la oración no es ni mucho menos una interpelación dirigida a un "ser cósmico" ni una "conexión kármica" para que se cumplan mis intenciones y propósitos.

Lo que la oración es...

La oración cristiana es la respuesta del hombre a la manifestación de Dios en su vida, que hunde sus raíces en la experiencia de oración del pueblo de Israel, enriquecida y transfigurada por el ejemplo y la enseñanza de Jesús, a través de su constante contacto con el Padre.

La oración es escucha activa y atenta del Pueblo de Dios: "Escucha, Israel" (Dt 6,4); es relación cercana, diálogo confiado con un Padre que me quiere y que sabe lo que necesito: "A ti te suplico, Señor. Por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, y me quedo aguardando" (Sal 5,3-4)

La oración es encuentro, comunión e intimidad con el Dios del Universo, a quien me dirijo con fe, respeto, humildad, sinceridad y confianza (CIC 2753) por medio del Hijo en la unidad del Espíritu Santo.

La oración es alabanza y acción de gracias a Dios en reconocimiento de todos los dones recibidos. Es ofrecimiento de todo mi ser, de todas mis capacidades y talentos a mi Creador. Es súplica por mis errores y fragilidades; es petición de ayuda; es intercesión por otros en el nombre de Cristo (Jn 14,13).

La oración es el anhelo del alma que busca respirar el aire puro de Dios; es alimento para el espíritu que supone un esfuerzo y una lucha contra mi mismo y contra el Enemigo (CIC 2752); es un hábito que debo realizar en todo tiempo y lugar: "Sed constantes en orar" (Tes 5,17)
Para reflexionar:

¿Qué le pido a Dios? 
¿Pido lo que me conviene o lo que deseo? 
¿Pido correctamente o interesadamente?  
¿Pido con un corazón humilde o con un corazón endurecido? 
¿Pido o exijo?
¿Doy gracias por todo lo que Dios me concede o sólo me "acuerdo de Santa Bárbara cuando truena"? 
¿Alabo y suplico al Dios Todopoderoso? 
¿Pido e intercedo por otros? 
¿Hablo o también escucho?

miércoles, 22 de enero de 2025

SOLOS, NO PODEMOS

"Nos gloriamos incluso en las tribulaciones,
sabiendo que la tribulación produce paciencia,
la paciencia, virtud probada,
la virtud probada, esperanza,
y la esperanza no defrauda,
porque el amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que se nos ha dado"
(Rom 5.3-5)

He visto a muchas personas que se han convertido de su vida anterior, alejada de Dios, y empezar con mucho ímpetu y ardor, dejándose llevar por arrebatos místicos tras un encuentro con el Resucitado, hacer promesas de ser mejores personas, de rezar más, de amar y de servir más al prójimo, de ir más a la iglesia, y al poco tiempo, cansarse, olvidar todo ese entusiasmo y abandonarlo todo.

Toda esa fogosidad inicial acaba por desinflarse como gas que se escapa de un globo, porque ser constante y perseverante en el seguimiento de Cristo supone un gran esfuerzo y reclama disciplina y compromiso. Y solos, no podemos.

Lo primero que nos viene a la mente es buscar excusas a nuestros derrotismos, a nuestras frustraciones y a nuestras desmotivaciones para "echar la culpa" a cualquier cosa que se nos ocurra.

Lo segundo es que nos inunda el cansancio, la flojera y aparece la desgana espiritual. Ya no hay el ardor inicial, se fueron los días en que el corazón nos ardía cuando Cristo nos explicaba las Escrituras (Lc 24,32). 

Nuestro Enemigo siempre espera que nos desanimemos en nuestro camino de salvación y pone todos los medios para que caigamos en ese estado de pereza espiritual. 

El diablo saborea su triunfo al vernos flaquear, al ver nuestra tibieza, al ver cómo poco a poco vamos dejando a un lado nuestra fe, nos vamos enfriando y llenándonos de dudas para acabar siendo indolentes con nuestra vida espiritual.

Para combatir, Dios nos ofrece su gracia para que cultivemos las virtudes y den fruto en nuestra vida. Pero tenemos que pedir para recibir, buscar para encontrar y llamar para que nos abran (cf. Mt 7,7).

La constancia

La constancia es la virtud que tenemos que trabajar para fortalecer nuestra voluntad y continuar hacia la meta, a pesar de las dificultades (internas o externas) o de la disminución de la motivación personal, sustentando nuestra lucha a fuerza de voluntad y de esfuerzo continuado.

La constancia nos conduce a establecer hábitos, aunque sean pequeños e insignificantes, para continuar caminando, sorteando socavones y piedrecitas, sol y calor, viento y lluvia. 

Sin ella, estaremos tentados a pararnos a descansar. O, peor aún, a salirnos del camino. Y fuera de él, sólo hay grandes piedras, afiladas espinas y profundos precipicios.

La constancia nos ayuda a establecer prioridades para visualizar y alcanzar nuestra meta. Es necesario ordenar nuestra vida para saber los pasos a seguir, aunque cueste. Se trata de cambiar el “me gustaría” o el “lo intentaría” por el “puedo y lo hago” con la ayuda de Dios, por supuesto.

Nuestro enemigo se va a ocupar de tentarnos con los dos grandes vicios que se oponen a esta virtud: la inconstancia (por defecto), también llamada molicie o blandura, fomentada por la pereza, la mediocridad, el desaliento y la ausencia de hábitos; y la terquedad (por exceso), fomentada por la intransigencia, la obstinación y el endurecimiento del corazón. 

La perseverancia

La perseverancia es la segunda virtud que tenemos que cultivar para persistir, resistir y continuar hacia nuestra meta, a pesar de la molestias que su prolongación nos ocasione y a pesar de los muchos obstáculos y adversidades que encontraremos por el camino. Es la firmeza en los propósitos, en los hábitos, en las prioridades y en las resoluciones de ánimo.

El Catecismo nos dice que la perseverancia purifica y eleva todas las demás virtudes por la gracia divina. Sólo con la ayuda de Dios seremos capaces de forjar y fortalecer nuestro carácter para perseverar, ya que estamos heridos por el pecado (CIC 1810-1811).

San Pablo dice: “No hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo. Y si lo que no deseo es precisamente lo que hago, no soy yo el que lo realiza, sino el pecado que habita en mí (Rom 7,19-20). 

Es humano sentirse cansado, dudar y preguntarse si vale la pena continuar con el esfuerzo... pero el combate es lo que nos fortalece, porque peleamos contra nuestra propia naturaleza pecaminosa. 

Aquí es donde aparecen otras dos virtudes, la prudencia para pedir consejo y ayuda (sacerdote, director espiritual, hermano en la fe, amigo, etc.), y la humildad, para reconocer que solos no podemos, que necesitamos ayuda para "poner las luces largas" y ver el final del camino, y no las cortas, para fijarnos en las irregularidades del terreno.

Perseverar no es hacer las cosas de una manera metódica y rutinaria, sin pensarlas ni razonarlas. Tampoco significa ser terco, obstinado o inflexible, sino enfrentarme a los obstáculos con la ayuda de Dios.

La tenacidad

Para enfrentarnos a las dificultades, contrarrestarlas y seguir adelante necesitamos la tercera virtud, la tenacidad, que es la capacidad para superar esfuerzos psicológicos superiores, tensiones del alma y de la voluntad. 

Es el templado de acero que se forja con la disciplina como estilo de vida, pero en dosis superiores a lo normal y prolongadas en el tiempo que nos mueve a tomar decisiones. 

La gente tiene miedo a decidir, miedo a hacer, miedo a comprometerse. Dicen: "Lo intento, pero no puedo", "me encantaría pero me resulta imposible"... ¡Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes! le inquiría Yoda a Luke Skywalker en Star Wars.

La falta de estas tres virtudes implica sumirse en el sentimentalismo, en el infantilismo espiritual, en el estancamiento de la fe, en la pérdida de la esperanza.

Supone falta de madurez y superficialidad con las que fácilmente (con el revoloteo de una mariposa) cambiamos de opinión, de grupo, de tarea o de objetivos

Lo grave de la falta de estas virtudes es que generalmente tampoco aceptamos nuestra situación sino que nos disculpamos ante los demás y ante nosotros mismos de todos nuestros vaivenes, tratando de dar explicaciones que justifiquen nuestra actitud. 

Pidamos ayuda a Dios y a nuestros hermanos en los momentos de debilidad. No permitamos que se "apague nuestra llama". 
Porque...Solos, no podemos.


jueves, 9 de enero de 2025

LAS SIETE IGLESIAS: LAODICEA (7)

 LAODICEA (¿...?)
Una iglesia saciada y sin Dios (Ap 3,14-22)

Interpretación historicista

Representa la época de la prueba final de la Iglesia, que abraca desde la Parusía hasta el juicio final.

v. 14 Significado teológico

Laodicea significa "juicio de los pueblos". Es una ciudad famosa por su industria textil y por su escuela de medicina. Se cree “rica” pero Dios desenmascara su pobreza: “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece” (Jn 9,41).

La carta dirigida a ella es una recapitulación de todas las demás. Emplea un lenguaje muy duro y sin alabanzas porque es una Iglesia saciada y sin Dios.

v. 14 Títulos del Señor
  • El Amén (Is 65: “Dios del Amén”): es el sí del Dios a los hombres (su entrega desde el principio de la creación y para siempre) y el sí de los hombres a Dios: es la adhesión completa.
  • El testigo fiel y verdadero, el principio de las obras de Dios: la causa y el cumplimiento de todo, en Cristo se cumple el Amén del Padre, es decir, es el verdadero hombre en quien contemplar la verdadera humanidad.

v. 14 Alabanzas (0)

No hay alabanzas. Ella misma se autojustifica. Está saciada y no necesita a Dios.

v. 15-17 Amonestaciones (1)
  • Eres tibio: acedia, es decir, desgana, despreocupación, descuido, desdén hacia lo espiritual.
  • Soy rico… y no tengo necesidad de nada=autosuficiencia, autojustificaciónapego a lo material, se cree justo y piensa que no necesita nada, no necesita a Dios ni confía en Él, sino en sí mismo. Le bastan sus fuerzas, sus habilidades, su sabiduría.
Sus obras la definen como:
  • Autosuficiente (pelagianismo): la salvación depende de sus méritos, no de la gracia
  • Orgullosa: que reduce el “ser” al “tener”, al “hacer” y le impide ver su miseria espiritual
  • Perezosa: que le convierte en un ser irreligioso. Su vida eclesial está vacía de contenido
Son “practicantes no creyentes”: es lo que “yo creo”, lo que “yo pienso”, lo que “yo opino” que se debe hacer, lo que debe ser la Iglesia….es una fe a su medida. 

Los cristianos de Laodicea se engañan a sí mismos, y no ven que son desventurados, miserables, pobres, ciegos y que están desnudos. Esta iglesia se compone de cristianos tibios e inmaduros atrapados en la mundanidad. 

Cristo la define como:
  • Pobre: por lo espiritual y deslumbrada=por lo material
  • Ciega: no ve a Dios, no sabe distinguir el bien del mal, le falta discernimiento
  • Desnuda: no está revestida de los méritos de Cristo. Como Adán y Eva, está desnuda porque ha pecado
  • Desgraciada, digna de lástima: suscita más compasión que desprecio
v. 18-19 Advertencias (5)
  • No seas tibio: indiferencia a Dios
  • o te vomitaré de mi boca: Dios no admite la mediocridad, la falsa justificación. La tibieza es una “versión” de vida espiritual reducida a un mero hecho formal, a una tradición, sin pasión, sin amor. Pero no se trata de “hacer “sino de “ser”.
  • Compra: recuperar la gracia que ha recibido gratis y que ha perdido, pagándola con el precio del compromiso y el arrepentimiento. Dios habla en futuro “te vomitaré”, es decir, aún hay tiempo para la conversión, representada en tres símbolos:
    • Oro acrisolado al fuego: autentificar la fe en la prueba: “Así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego” (1Pe 1,7). Sólo en la prueba vemos si nuestra fe es auténtica. Cuando todo nos va bien, aparece la tibieza.
    • Vestiduras blancas: revestirse de Cristo, purificarse en la vida eucarística y sacramental. El nuevo bautismo en el Espíritu que nos hace resplandecer al resucitarnos a una nueva vida y ser “hijos de la luz” (CEC 1289).
    • Colirio para tu ceguera: ver con los ojos de Cristo, dejarse interpelar por los dones del Espíritu Santo, para conocer la verdad de cómo vivimos. También, se refiere a la dirección espiritual.

v. 20-21 Promesas (2)

  • Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo: Dios nos corrige porque nos amaHijo mío, no rechaces la reprensión del Señor, no te enfades cuando él te corrija, porque el Señor corrige a los que ama, como un padre al hijo preferido” (Pr 3,11-12). “No es voluntad del Padre que ninguno de sus pequeños se pierda” (cf. Mt 18,14). El amor no es insensible: quien ama, corrige; quien no ama, muestra indiferencia.
  • Estoy a la puerta y llamo: Cristo está siempre cerca y llama a nuestra alma pero respeta nuestra libertad. "Si me abres, entraré a cenar contigo" (Cant 5,2-5). Es una invitación a la Eucaristía, a la comunión con Dios, a entrar intimidad con Él clave esponsal.
     
v. 21 Vencedor

El vencedor es quien entra en comunión con el Señor

Le dejaré sentar conmigo en mi trono, como yo me senté en el trono de mi Padre: resucitar a la vida eterna. Entrar en el misterio de la Trinidad y ser divinizado: ser como Jesús, uno solo con el Padre. El trono de Dios es accesible a todos gracias a Cristo, al Amén, el testigo fiel y veraz.

v. 22 Exhortación

Cristo nos llama a:
 ser celosos y  a arrepentirnos
- convertirnos
- entrar en comunión con Dios

Este es el mensaje de advertencia final antes del regreso de nuestro Salvador.

lunes, 6 de enero de 2025

LAS SIETE IGLESIAS: FILADELFIA (6)

FILADELFIA (1798-¿...?)
Una iglesia fraterna que persevera (Ap 3,7-13)

Interpretación historicista

Representa la época del florecimiento del amor y de la paz, la Nueva Jerusalén, el Reino del Espíritu Santo, el Triunfo del Inmaculado Corazón de María, que abarca desde la Revolución Francesa hasta la Parusía.

v. 7 Significado teológico

Filadelfia, que significa "amor fraternal", es una pequeña ciudad fronteriza de la región de Lidia y cercana a Sardes, fundada en el siglo II a.C. por Atalo II Filadelfio, rey de Pérgamo.

Filadelfia se ha mantenido fiel a la verdad de la Palabra, ha perseverado en el amor y en la santidad, ha expulsado a la Jezabel gnóstica. Por tanto, en ella no hay división ni confusión.

v. 7 Títulos del Señor
  • El santo y verdadero: Cristo, el Mesías verdadero. “¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!” (Is 6,3) :
    • santo, el que no es del mundo aunque viva en el mundo
    • verdadero, el que somete todo a la Verdad
    • El que tiene la llave del David, el que abre y nadie puede cerrar, y cierra y nadie puede abrir: Cristo tiene el poder y la autoridad. A través de la Iglesia, a quien le ha dado las llaves abre la salvación a todos y la cierra a quienes son condenados, entre ellos, a Satanás, que será encadenado por un largo tiempo.
    Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David: abrirá y nadie cerrará; cerrará y nadie abrirá”(Is 22,22, mayordomo del palacio)

    Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos (Mt 16,18-19, Pedro/Papa)

    Situación exterior

    Es una época de iniquidad y apostasía, en la que el amor se enfría en el mundo, en la que se asientan las bases para que haga su aparición el Anticristo. La influencia de la Iglesia se va reduciendo y el cristiano fiel se convierte en un marginado.

    La Iglesia es perseguida de nuevo por todo el mundo: revolución francesa, revolución comunista (Europa, Asia y Sudamérica), guerra civil española, yihadismo en Europa, África, Asia y Oriente Medio.

    La persecución de la Iglesia es también de carácter moral y de conciencia a nivel global: divorcio, feminismo, aborto, eutanasia, ideología de género. Los estados, antaño católicos y defensores del cristianismo, ahora se convierten en paises laicistas, hostigadores y represores de la fe (como el pueblo judío con Jesús).

    La Iglesia fiel padece la indiferencia de parte de la jerarquía (sinagoga de Satán) ante su sufrimiento (como el pueblo de Israel con la jerarquía judía en tiempos de Jesús). Algunos infiltrados en la Iglesia se convierten en escándalo (económico/sexual) y otros, en represores del resto fiel desde dentro de la Iglesia.

    v. 8 Alabanzas (5)
    • He dejado delante de ti una puerta abierta: la puerta de la salvación abierta a todos, la de la Iglesia, por la que se entra al Reino de Dios, pero también la puerta del aprisco por la que se entra en la Iglesia: Cristo. Referencia a la conversión del pueblo de Israel
    • Que nadie puede cerrar: la salvación está garantizada por el mismo Jesucristo que ha abierto la puerta del cielo a todos los hombres con su muerte y resurrección.
    • Has guardado mi palabra y no has renegado de mi nombre: florece la santidad y la sabiduría entre la humanidad. Es el triunfo definitivo de la Iglesia, tras la prueba.
    • Los haré venir y postrarse a tus pies: gran evangelización, conversiones. Se derraman los dones espirituales, se derrotan todas las herejías. Ya no habrá división.
    • Tentar a los habitantes de la tierra: una gran persecución a escala mundial como nunca antes habrá sucedido de manos del Anticristo. La tentación (prueba) se permite para purificar a los integrantes de la Iglesia y también, a quienes han sido expulsados de ella.

     Amonestaciones (0)

    No hay reproches porque no hay errores.

    v. 11 Advertencias (3)

    • Vengo pronto (Ap 22,12): inminencia de la llegada triunfal de Cristo (parusía)
    • Mantén lo que tienes: la lámpara encendida (fe, esperanza y caridad) ante la inminente llegada del novio
    • Para que ninguno tome tu corona: es la corona nupcial de la novia (Iglesia) preparada para la boda con el Esposo (Cristo), para que no nos quedemos fuera de la boda, es decir, de la salvación (Mt 25,1-13, parábola de las diez vírgenes)

    Los últimos signos antes de la venida de Cristo serán:

    Vais a oír hablar de guerras y noticias de guerra. Cuidado, no os alarméis, porque todo esto ha de suceder, pero todavía no es el final. Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá hambre, epidemias y terremotos en diversos lugares; todo esto será el comienzo de los dolores. Os entregarán al suplicio y os matarán, y por mi causa os odiarán todos los pueblos. Entonces muchos se escandalizarán y se traicionarán mutuamente, y se odiarán unos a otros. Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente, y, al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría; pero el que persevere hasta el final se salvará. Y se anunciará el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio para todas las gentes, y entonces vendrá el fin. Cuando veáis la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo (el que lee que entienda), (huid)…” (Mt 24,6-15)

    v. 11 Promesas (3)

    • Columna en el templo de mi Dios: ejemplo en la Iglesia
    • Y nunca más saldrá fuera: perseverarán hasta el fin, serán santos
    • Nombre de mi Dios, el nombre de la nueva Jerusalén y mi nombre nuevo en la frente: triple sentido de pertenencia perpetua: al Padre, a la Iglesia y a Cristo
    v. 12 Vencedor

    El vencedor es el que ha perseverado en el amor hasta el fin, el que ha combatido el noble combate: “He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe” (2 Tm 4,7)

    v. 13 Exhortación

    Cristo nos llama a:

    • mantener la fe y perseverar en el amor
    • ser santos y firmes en un mundo pagano, y verdaderos
    • luchar contra la mentira en una sociedad de falsedad

    LAS SIETE IGLESIAS: SARDES (5)

     

    SARDES (1517-1798 d.C.)
    Una iglesia complacida que se anuncia así misma (Ap 3,1-6)

    Las cuatro primeras iglesias representan el auge histórico del cristianismo que alcanza su máximo esplendor en la alta Edad Media.

    A partir de la siguiente iglesia, Sardes, comienza la decadencia de la Iglesia. Las fuerzas diabólicas recibirán el poder de hacer la guerra a los santos y vencerlos, preparando el camino al Anticristo.

    Interpretación historicista

    Representa la época del Renacimiento, del Racionalismo, del Humanismo, del laicismo, de la purificación/reforma de la Iglesia (Contrarreforma), período que abarca desde la Reforma Protestante hasta la Revolución Francesa.

    v. 1 Significado teológico

    Sardes significa "aquello que permanece". Sardes manifiesta una aparente belleza (renacimiento) pero ha dejado de mirar a Dios para contemplarse a sí misma. Se complace a sí misma, se celebra así misma. Está ensimismada.

    A pesar de la numerosa comunidad judía de Sardes, esta iglesia no tiene enemigos, ni hay falsos maestros ni "Jezabeles" ni tampoco "nicolaítas".

    Sin embargo, se encuentra en una situación grave: ¡No hay nada! Es una Iglesia muerta, sin vida espiritual. “La fe si no tiene obras, está muerta por dentro” (Stg 2,17). Sus miembros son "zombis espirituales". No es una Iglesia verdadera. Es una Iglesia de “apariencias”. Es una “apostasía silenciosa”.

    v. 1 Títulos del Señor

    El que tiene los siete espíritus de Dios: plenitud del Espíritu Santo, los siete dones del Espíritu.

    v. 1 Alabanzas (0)

    Es la carta más dura junto a la de Laodicea. No tiene alabanzas. Ya se alaba ella misma.

    v. 1-2 Amonestaciones (2)

    • Tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto: vive de “apariencias”, de “tradiciones y costumbres”. "Tendrán la apariencia de piedad, pero habrán renegado de su fuerza” (2 Tm 3,5); “La fe, si no tiene obras, está muerta” (Stg 2,17)

    • no he encontrado tus obras perfectas delante de mi Dios: no hay gracia en sus actos, todas sus obras carecen de trascendencia. Son sólo “cumplimiento”, la sal se vuelve sosa. “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará?” (Mt 5,13-16)

    No es reprendida por motivos doctrinales, ni por idolatría, ni por falsos profetas, ni por obras condenatorias, sino porque pretende recibir la gracia de ella misma, no de Dios.

    Es una Iglesia llena de carismas que acomoda la fe a su imagen, no a la de Cristo. Es más una ONG que una Iglesia (por eso está bien vista a ojos del mundo): no hace malas obras, pero las hace como cualquier otra institución humana: no lleva almas al Señor, no tiene sentido divino sino humano.

    La atención se desplaza del mensaje a la institución, de la luz al candelabro, de Dios al hombre: es el “anti testimonio cristiano” (otra vez el 666).

    Cuidado: cuando apartamos la mirada de Dios y nos miramos a nosotros mismos, desaparece la gracia y entra el pecado (el primero, el orgullo, por el que entran todos los demás). Es lo que le ocurrió a Satanás: “Se contempló por un instante y cayó”.

    v. 3 Advertencias (3)

    • Sé vigilante y reanima lo que te queda, reteniendo lo que hay bueno en ti: Orar, formarse y vivir la fe con coherencia y autenticidad: vigilancia, oración y sacramentos.
    • Recuerda lo que has aprendido: sólo la escucha de la Palabra puede revivir una fe muerta, sólo Cristo puede resucitarnos, convertirnos.
    • Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti: al perder la gracia, no hay discernimiento para reconocer a Cristo cuando venga y le confundiremos con un extraño, con un ladrón (Mc 13,33-37; Mt 24,42-44). Ladrón: ¿Concilio de Trento? ¿Revolución Francesa?
    Sardes ha dejado de lado la Palabra de Dios, la explica sin amor y sin entusiasmo, ya no toca su corazón. No vive la Eucaristía, “va” a la iglesia a “escuchar” misa pero no le dice nada, no participa. 

    La predicación del Evangelio que hace es vana y fútil, es una predicación de sí mismaEs el signo más manifiesto de la muerte espiritual: tan sólo “cumple”. Es una Iglesia de “cumplimiento”, es decir, “cumple” y “miente”.

    La Contrarreforma es la respuesta de la Iglesia a las exhortaciones del Señor y su punto culminante: El Concilio de Trento (1545-1563).

    Sin embargo, Sardes es sorprendida por el ladrón que viene por la noche: la Revolución Francesa que remata a Cristiandad, ya herida de muerte con la Reforma Protestante. Y también por el nacimiento de la masonería en el s. XIX, que preparará la llegada del Anticristo.

    v. 4 Promesas (2)

    • caminarán conmigo: siguen a Cristo, vestidos de blanco: resurrección y dignidad sacerdotal, santidad
    • confesaré su nombre delante de mi Padre y sus ángeles: serán reconocidos por su nombre, es decir, recuperarán la semejanza de Dios, perdida en el Edén.

    v. 4 Vencedor

    El vencedor no es el que se sabe la Palabra de memoria ni el gran teólogo sino:
        - el que la guarda en su corazón, la vive y se alimenta de Ella
        - el que acomoda su vida a la Palabra y no la Palabra a su vida.

    Tienes en Sardes unas cuantas personas que no han manchado sus vestiduras: el “resto fiel” que mantiene viva a la Iglesia con el perfume del amor, que guarda la Palabra en su corazón humilde y no permite que sea sofocada por el mundo:

    Lleva siempre vestidos blancos, y no falte el perfume en tu cabeza” (Qo 9,8)

    Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor. El resto de Israel no hará más el mal, no mentirá ni habrá engaño en su boca” (Sof 3, 12-13)

    El Señor nuestro Dios nos ha otorgado la gracia de dejarnos un resto y de concedernos un lugar en el templo santo. El Señor ha iluminado nuestros ojos y nos ha dado un respiro en medio de nuestra esclavitud” (Esd 9,8) 

    El resto de fieles son la cantidad de santos que suscita el Espíritu Santo en esta etapa de la Iglesia: Santo Tomás Moro, San Vicente Ferrer, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Felipe Neri y San Francisco Javier.

    Son estos grandes santos, quienes hasta entonces, han impedido la llegada del Anticristo. Su premio es la canonización, su inscripción en el “libro de la vida”. Las canonizaciones se hacen muy  habituales y continuas en esta era de la Iglesia.

    v. 5 Exhortación

    Cristo nos invita a:
        - reavivar la fe
        - despertar del letargo
        - vivir la fe y el amor con la Palabra
        - contrarrestar la “gran apostasía” de este mundo