Sin contrario, sin ningún coche en la carretera, sin explicación lógica, mi coche comenzó a dar bandazos y a girar descontrolado hasta que chocamos con el muro de hormigón del arcén. El coche "voló", saltando el muro hasta quedarse "aparcado" entre el muro y un árbol, a medio metro de un terraplén de unos 20 metros. ¿Casualidad o Providencia?
Fueron unos segundos de desesperación y de impotencia, donde todo pasó muy rápido. No me dio tiempo a nada, recuerdo que no podía hacer nada, tan sólo pensé: "que sea lo que Dios quiera". La verdad es que pensaba en mi hijo...
Tras el golpe, lo primero fue comprobar que mi hijo estaba bien. Estaba callado y milagrosamente ileso, porque el golpe fuerte fue en su lado. Susto monumental. Muy grande.
Pasamos unos minutos en shock pero agradecidos por lo que podía haber ocurrido y no fue.
Salimos del coche y el habitáculo estaba intacto. Airbags, llantas reventadas y bajos destrozados, pero nosotros sin un rasguño.
Pasamos unos minutos en shock pero agradecidos por lo que podía haber ocurrido y no fue.
Salimos del coche y el habitáculo estaba intacto. Airbags, llantas reventadas y bajos destrozados, pero nosotros sin un rasguño.
Mantuve una cierta calma tensa. Llamé al seguro que envió a la grúa y después, a emergencias. A los pocos minutos, vino la policía y la grúa.
No se explicaban lo que había ocurrido y menos, cómo se había quedado el coche así.
Tras dos horas, llegamos a casa y estuve toda la tarde dándole vueltas a lo que nos había ocurrido. Es sorprendente como, en cuestión de segundos, caes en la cuenta de que tu vida, tan frágil, puede cambiar de manera tan sorprendente, y te preguntas ¿a quién puedes recurrir?
No se explicaban lo que había ocurrido y menos, cómo se había quedado el coche así.
Tras dos horas, llegamos a casa y estuve toda la tarde dándole vueltas a lo que nos había ocurrido. Es sorprendente como, en cuestión de segundos, caes en la cuenta de que tu vida, tan frágil, puede cambiar de manera tan sorprendente, y te preguntas ¿a quién puedes recurrir?
Es la confianza plena en Dios lo que de verdad te llena y te hace comprender cuál es la verdadera trascendencia en tu vida. Es la fe la que te da esa luz para comprender qué es lo que realmente vale la pena. Yo lo tengo claro: con Dios a mi lado, nada temo.
La confianza y la oración son los ejes que deben mover mi vida; son los medios que me ofrece Dios para reconfortarme y darme las fuerzas necesarias para salir adelante de una pesadilla que, con ninguna otra “ayuda”, podría haber superado.
Es una situación difícil de olvidar, pero que me ha mostrado cuán vulnerable y pequeño soy; que sin Dios a mi lado, nada soy. Un simple cuerpo de carne y hueso. Frágil y débil.
Mi reflexión de hoy se encamina a tratar de entender el mensaje que Dios quiere darme con este suceso:
Gracia recibida. Que suyo soy y que por Su Gracia, vivo. Yo no merezco nada. Vivo por Él y para Él.
Señal. Que, más que dolor o sufrimiento, me da un aviso de que necesito a Dios siempre. Que nada puede distraerme de su camino.
Renuncia. Que debo renunciar a mi mismo para encontrar la plenitud y trascendencia en Dios, que gracias a su misericordia, cuida de mi.
Entorno. Que las personas que me rodean son un instrumento de apoyo, felicidad, consuelo y compromiso para mi vida y mi fe.
Hoy he sido consciente de la manera en que Dios SIEMPRE, quiera o no, se inmiscuye en cada uno de los momentos de mi vida por puro amor. Me he dado cuenta de la forma en la que Él actúa sobrenaturalmente según su voluntad, a pesar de que yo me crea dueño de mi vida, mis actos, mis aptitudes, mis conocimientos, etc.
Existen situaciones en las que, por mas preparado que crea estar, debo reconocer la autoridad y magnificencia del Todopoderoso, que me hace ver que todas mis seguridades y garantías de bienestar se desmoronan en un segundo.
Existen situaciones en las que, por mas preparado que crea estar, debo reconocer la autoridad y magnificencia del Todopoderoso, que me hace ver que todas mis seguridades y garantías de bienestar se desmoronan en un segundo.
Decía San Pablo "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Filipenses 4, 13). Ahora reconozco mi miseria física y entiendo que, por mucho que crea que tengo control sobre mi vida, soy absolutamente vulnerable a los misterios que la voluntad de Dios me depara.
Sé que Dios no habla tal y como yo pienso: no se sienta conmigo a tomar un café y charla como lo haría cualquier amigo. Dios tiene un lenguaje infinitamente más rico y pleno, un idioma que abarca los cinco sentidos a la vez e incorpora un sexto que integra y armoniza el mensaje. Dios me grita en susurros, constantes y repetitivos, cada instante de mi vida, incluso en un accidente de tráfico.
Trato de entender el porqué y sobre todo, qué motivos y razones se desprenden de tan extraño accidente. No paro de pensar que el estar hoy vivo, me obliga a hacer algo por Dios y por mi entorno. Tal vez, más obras de apostolado o de misericordia. Sin embargo, poco a poco me doy cuenta que Dios me quiere tal y como soy. Él no necesita de mí. Yo, sí. Me quiere confiado y abandonado a su voluntad. Su Espíritu me guiará hacia donde Él desee.
No puedo comprender porqué sucedió, es imposible. Tal vez...para qué. Lo que si puedo gritar entusiasmado, con un ferviente nerviosismo y con lagrimas de amor es... ¡Que estoy vivo ! ¡Que mi hijo está vivo! ¡ Que sigo teniendo una oportunidad de hacer lo correcto !
No puedo comprender porqué sucedió, es imposible. Tal vez...para qué. Lo que si puedo gritar entusiasmado, con un ferviente nerviosismo y con lagrimas de amor es... ¡Que estoy vivo ! ¡Que mi hijo está vivo! ¡ Que sigo teniendo una oportunidad de hacer lo correcto !
En resumen, puedo decir que esta experiencia me ha acercado más al amor de Dios y por supuesto, a la intercesión de la Virgen María, a quien pertenezco por completo. También, a mi ángel de la guarda, que tan descuidado le tengo y quien también ha intermediado por mi.
El accidente me ha ayudado a ver mi vida desde una nueva perspectiva. Me ha dado una nueva conciencia de padre de mis hijos y de responsabilidad por ellos; de marido de mi mujer y de amor por ella; de hermano de mis hermanos y de entrega total por ellos.
El accidente me ha ayudado a ver mi vida desde una nueva perspectiva. Me ha dado una nueva conciencia de padre de mis hijos y de responsabilidad por ellos; de marido de mi mujer y de amor por ella; de hermano de mis hermanos y de entrega total por ellos.
Hoy, estoy alegre por saberme rodeado de muchos hermanos y amigos que me quieren y que me demuestran su cariño. Hoy tengo más cerca a todos esos hermanos que, con su apoyo, mantienen la vela encendida de mi fe.
Si me preguntaran ¿Volverías a pasar por este "trago", por este calvario? Mi respuesta sería: "Hágase tu voluntad".