¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 21 de agosto de 2016

LA KRIPTONITA DE UN CRISTIANO



Todos queremos ser como Superman. Es un héroe con superpoderes: vuela, tiene una fuerza sobrehumana, visión de rayos X y es prácticamente invulnerable. Digo prácticamente, porque tiene una debilidad: La Kriptonita. Este cristal verde lo debilita, e incluso puede llegar a destruirle. Lex Luthor lo sabe muy bien.

Un cristiano también es un héroe con superpoderes, gracias al Espíritu Santo. Con Él, somos capaces de volar (Fe), adquirimos una fuerza sobrenatural (Oración), nos permite ver allí donde otros no alcanzan (Palabra) y nos mueve a ayudar a los desvalidos (Amor).

Nada en la tierra es más poderoso que el Espíritu Santo que fluye a través de la fe de un discípulo nacido de nuevo de Jesús (1 Juan 5, 4). Nada. Es el mayor poder a disposición de cualquier persona. Con la fe nada es imposible (Mateo 17,20). Cuando un cristiano está lleno de fe, el poder del Espíritu no se puede parar y no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído (Hechos 4,20). Ni siquiera la muerte puede silenciarlo (Hebreos 11, 4).

A través del Espíritu Santo, Jesús destruye las obras del diablo (1 Juan 3, 8). Lo único que las fuerzas de Satanás temen más que la fe vibrante de un cristiano es la unión en la fe de una comunidad cristiana.

Pero los cristianos tenemos una vulnerabilidad: la falta de fe. 

"La falta de fe es la kriptonita del cristiano". 

Nos debilita y nos puede destruir. Y Satanás (Lex Luthor) lo sabe muy bien.

El objetivo principal de Satanás en los miles de sus diversos ataques contra nosotros es acabar con nuestra fe.

Su objetivo principal contra la iglesia es fragmentar la fuerza poderosa de la fe en unidad y aislar a los creyentes. 

Esto debilita la iglesia y hace que las personas sean más vulnerables (Hebreos 3, 12-13, 10,25). Sus fuerzas están empeñados en estos objetivos estratégicos (Efesios 6, 11-12).

La fe de un cristiano es el medio elegido por Dios para traer nuestra salvación, fortaleza, curación, y la entrega de su gracia para el mundo. Si Satanás debilita nuestra fe, nos puede inmovilizar. Si es capaz de anular nuestra fe, puede destruirnos. 

Es por esto que nos encontramos en un guerra espiritual tan dura (1 Timoteo 6,12; Efesios 4,13). Satanás está haciendo todo lo posible para emplear el poder de la incredulidad (Kryptonita) contra nosotros. Esto es lo que está ocurriendo en todas nuestras tentaciones: la desobediencia, el desánimo, las dudas, las distracciones, y las divisiones. Satanás está tratando de debilitar y destruir nuestra fe y, a través de nosotros, la fe de otros.

Luchamos en esta batalla todos los días. Y tenemos ciertas vulnerabilidades en la fe que nos llevan al desaliento y a la desesperación, y nos damos por vencidos. Necesitamos ayuda para escapar del poder de la Kryptonita cristiana.

Superman no puede luchar contra la Kryptonita por su cuenta. Él necesita que alguien le ayude a escapar de su poder. Este ayudante es el Espíritu Santo. A través de la palabra de Dios, el Espíritu Santo enfoca nuestra fe en la verdad de Jesús y lejos de las mentiras de Satanás. Cuando esto sucede la fe se fortalece y la duda se evapora.

Puesto que la duda (kriptonita) es tan peligrosa para nosotros, cuando sufrimos sus efectos, debemos tomar medidas urgentes para recibir la ayuda del Espíritu. El Espíritu utiliza los cuatro siguientes medios para ayudarnos:

Mirar a la fuente de nuestro poder

El relato de Jesús exhortando a Pedro a caminar hacia Él sobre el agua nos es muy útil (Mateo 14, 28-31). Mientras la fe de Pedro se centra en Jesús, es capaz de hacer lo humanamente imposible, caminar sobre el agua. Pero cuando su atención se centra en el viento y las olas, se hunde. 

Fijando la mirada en Jesús, cualquier cosa es posible, incluido caminar sobre las aguas. Cuando nos hundimos, siempre es evidencia de nuestra falta de fe.

Huir de las distracciones

Dejemos a un lado las distracciones, no nos dejemos atrapar por ellas, apartemos de nuestra mente las dudas, confiemos en las promesas que Dios nos ha hecho y experimentemos el poder consolador del Espíritu Santo.

Constantes en la oración

En Colosenses 4, 2, Jesús dice que cuando estamos reunidos en su nombre  y su palabra permanece en nosotros, Él está ahí. Entonces, podemos pedir lo que queramos y lo recibiremos (Juan 15, 7). 

Dios responderá. Pero debemos confiar en él. Permanecer firmes en la oración hasta que llegue la respuesta.

Nuestras debilidades muestran el poder de Cristo

En esta batalla particular, junto a nuestras dudas están presentes nuestras debilidades. 

Pero el Espíritu nos ayuda a recordar que en nuestras debilidades es donde Jesús nos muestra su poder (2 Corintios 12, 9-10). 

No importa lo que la incredulidad (kriptonita) utiliza en contra de nosotros, incluso cuando cedemos al pecado, si llevamos a Cristo en nuestro corazón, Él promete enviarnos el Espíritu Santo para darnos la fuerza y el poder necesarios para ayudarnos a escapar del poder de la kriptonita (1 Corintios 10,13).


Las feroces batallas a causa de la incredulidad demoníaca son parte habitual de la vida cristiana. Es la guerra!!!

Satanás está luchando con la kryptonita de la incredulidad, pero no debemos desanimarnos ni arrojar la toalla. 

A través de las promesas de Jesús, el Espíritu de Dios nos socorrerá, nos ayudará a superar el  arma más letal de nuestro enemigo (Juan 16,33).






miércoles, 20 de julio de 2016

LEX ORANDI, LEX CREDENCI


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"Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento
 y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto;
 y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará". 
Mateo 6, 6


"La forma en que oramos es la forma en la que creemos." ¡Qué importante es la oración en nuestra vida! ¡Qué grande su poder!

Y es que nuestra fe se manifiesta y se cultiva por nuestra comunión con Dios y eso se consigue mediante la oración, que es la manera de comunicarnos con Dios y saber lo que tiene pensado para nosotros.

Es una vía libre y directa de comunicación con nuestro Creador. Él nos exhorta a hablar siempre con Él y a escucharle, en público: "Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 18, 19), y en privado, sobre todo. (Mateo 6, 6). Orar en lo secreto...¡qué expresión tan bonita de intimidad, de complicidad, de amor!

Con la oración, conozco a Cristo personalmente, experimento el poder de Su resurrección, soy copartícipe en su sufrimiento, tomando mi cruz y con mi "sí hasta el final", hago Su voluntad. Él siempre está allí, dispuesto a escucharme, a hablarme, a abrazarme...¡una pasada!

La forma en la que rezo y el tiempo que dedico a orar, definen mi fe, pues el poder de la oración es lo más grande que Dios nos ha regalado. Todo lo pongo en sus manos, desde lo más importante hasta lo más insignificante.

La oración no sólo es el medio de pedirle a Dios. También es un instrumento para alabarle, glorificarle y agradecerle. Es un refugio de consuelo y paz. Es la forma de conocerle y de tener intimidad con el Padre. 

Es una herramienta maravillosa para interceder por otros. ¡Qué bonito es rezar por otros y que otros recen por mi!

Orar es una necesidad, no es una opción. Jesús nos enseñó su importancia. En sus momentos de mayor angustia, en sus momentos de tentación, encontró refugio y consuelo, orando al Padre. El nos insta a orar. Su Madre, nuestra Madre, no hace más que llamarnos a orar. Por algo será..."Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis" (Marcos 11, 24)

Orar siempre, en todo momento, en los momentos buenos y en los malos. Las circunstancias no deben determinar si debemos orar o no. Oramos porque es una necesidad porque creemos en Dios y confiamos en Él. Esa es nuestra fe, la certeza en Dios. "En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido". (1 Juan 5, 14-15)

Orar es asunto de dos: de Dios y mío. Cuando hablamos entre nosotros, los humanos, lo hacemos en un plano natural, pero cuando conversamos con Dios, lo hacemos de modo sobrenatural. Por eso la oración tiene un poder sobrenatural.

Cuando nos ponemos en presencia de Dios en oración, Él actúa poderosamente. Le dejamos obrar y actuar en nuestra vida. Y es sobrenatural. ¡Qué regalazo!

Os animo a experimentar continuamente el poder sobrenatural de la oración.











domingo, 13 de diciembre de 2015

BUSCANDO EL ROSTRO DE DIOS


 Mi corazón sabe que dijiste: Busca mi rostro. 
Y yo Señor, busco tu rostro, no lo apartes de mí. 
No alejes con ira a tu servidor, tú, que eres mi ayuda; 
no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador. 
Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá. 
Indícame, Señor, tu camino y guíame por un sendero llano”.
(Sal 27,8-11).

Cuando vemos el rostro de una persona, estamos viendo mucho más que solo un rostro.  Podemos ver el rostro de alguien y saber si esa persona está enfadada, alegre, triste, cansada, preocupada, deprimida, herida, emocionada, enamorada, enferma, y la lista continua.  Un dicho popular dice que  “la cara es el reflejo del alma”.

El rostro de una persona revela mucho acerca de ella: sus pensamientos, su dolor, su gozo, su corazón. 

Buscar el rostro de Dios es entrar al corazón de Dios y ver lo que Él siente, lo que Él desea. Su rostro nos revela a Dios mismo, quién es, su amor, su compasión, su gracia, su cariño, su dolor, su ira.

Buscar el rostro de Dios es enfocarse en Él, en su carácter, en sus obras, en sus palabras. 

Buscar su rostro es realizar un esfuerzo para comprender sus pensamientos, es familiarizarse con Él, sobre todo en la oración, diálogo de amor entre Él y nosotros.

Buscar el rostro de Dios es ir a conocerle más, es fijar la mirada en las cosas que a Dios le agradan, lo que le hace reír, llorar, y hasta enojar.

Buscar el rostro de Dios es ver su presencia en nuestras vidas, en nuestro entorno, en la creación. Es descubrir su luz y su guía, su bondad y su cercanía, su amor y su misericordia.

Buscar el rostro de Dios es buscarle en Jesucristo, quien nos lo rebeló a lo largo de su vida con sus obras y sus palabras: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9).


  “El Señor ilumine su rostro sobre ti y te sea propicio. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”. (Nm 6,25-26). Aquí se nos muestra una de las cualidades del Rostro de Dios: la de la luz que emana de Él. Todos estamos llamados a buscar, a contemplar y a ser reflejo de esa Luz divina que emana del Rostro de Dios. 

sábado, 15 de agosto de 2015

SER CRISTIANO ES COMPROMETERSE


“Si alguno quiere venir en pos de mí, 
niéguese a sí mismo, 
tome su cruz y sígame”. 
(Mateo 16,24)

Vivimos en un mundo donde apenas existe compromiso, nadie se “arriesga”, nadie promete, y si lo hace, no lo cumple. Y así nos va...

La palabra compromiso, del latín compromissum (con promesa) se utiliza para describir una obligación contraída o una palabra dada. Un compromiso es una promesa o una declaración de principios, un acuerdo, alianza o contrato que no necesita ponerse por escrito.

Comprometerse es cumplir con aquello que nos hemos propuesto o que nos ha sido encomendado, significa implicarse al máximo, poniendo todas nuestras capacidades para lograr llevar a cabo un proyecto; es actuar con valentía para alcanzar un objetivo; es perseverar y planificar de forma eficiente para lograr una misión.

Ser cristiano también es comprometerse. Nuestro compromiso es con Jesucristo, para que ocupe el centro de nuestra vida. Él ya se comprometió por nosotros al morir. Su compromiso fue para siempre.

Ser cristiano es asumir un compromiso en libertad y por amor. No se trata tanto de un compromiso para “HACER” cosas, como de tomar conciencia de la importancia de “SER” auténticos cristianos, cristianos coherentes.

Nuestras vidas están caracterizadas por un continuo movimiento activista en el “hacer por hacer” y el fundamento de nuestra fe cristiana no consiste en la salvación por lo que hagamos, sino por nuestro encuentro y compromiso personal con Jesucristo.

Algunos cristianos ponemos nuestra prioridad y compromiso en el trabajo, en la familia, en la vida social o incluso en algunos métodos evangelizadores, y sucumbimos a la tentación de fundamentar el cumplimiento de nuestros quehaceres espirituales en una cierta "temporalidad", según la cual es preciso dejar el compromiso con Dios para “cuando se pueda” o "cuando venga bien"... “porque no nos da la vida”.

La vida si “nos da”. Seguir a Jesús sólo cuando es fácil, sólo cuando es "cuesta abajo", sin comprometerse ni sacrificarse, no es seguirlo, no es ser cristiano. Ser cristiano es compromiso, exigencia y sacrificio continuos.

Jesús se comprometió con nosotros y no lo hizo porque fuera fácil. ¿El secreto? La oración, el medio más directo para comunicarnos con nuestro Padre y renovar nuestro compromiso con Él. Cuando Jesús tuvo problemas ¿qué hizo? Orar a su padre para pedirle, para agradecerle, para recobrar fuerzas, para perseverar y ser fiel.

El compromiso de Dios es eterno: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. (Mateo 28,20)

Cuando nos casamos, nos comprometemos para siempre, no es suficiente con decir “te quiero” y luego no aceptar los compromisos y obligaciones de un matrimonio. Lo fácil es acabar con el compromiso y separarse. 

¿El secreto? Dar la vida por el otro, porque "no hay amor más grande que el que da la vida por los demás" (Juan 15,13).

Lo mismo ocurre con nuestro compromiso con Dios. El compromiso con Dios nos da fuerza, nos aleja del pecado y nos asegura su presencia. 

Es en nuestra libertad otorgada por Él, que nos toca comprometernos o no. Dios no fuerza, no obliga. 

Quiere que le pongamos en primer lugar como Él nos pone a nosotros: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.” (Mateo 6,33).

¿A quién pongo en primer lugar? ¿Con quién es mi compromiso? ¿Comprendo la magnitud del compromiso de Jesús para conmigo? ¿Soy agradecido con Él? ¿Entiendo que todo lo que tengo y recibo es por la gracia de Dios y no por mi “hacer”?