¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

jueves, 20 de junio de 2019

FORTALEZA EN LA ADVERSIDAD

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Pero tú, Timoteo, 
mantén la calma en todo momento, 
soporta los sufrimientos 
y anuncia siempre la buena noticia. 
Haz bien tu trabajo.” 
(2 Timoteo 4, 5)

¿Cómo mantener la calma cuando surgen las dificultades? ¿Cómo afrontar la adversidad? ¿Cómo luchar contra los problemas?

Cuando las cosas nos van bien, nuestra motivación está alta; sin embargo, cuando las cosas no salen como queremos, nuestra tendencia es desmotivarnos o desesperarnos.

La mayoría de las personas no alcanzamos a ver las dificultades como oportunidades para crecer, ni creemos que las adversidades nos ayudan a crecer y a mejorar. 

Nuestra vida nos propone también momentos de dificultad, momentos de dolor. La clave para mantener la fortaleza y la motivación en tiempos de adversidad o sufrimiento es evitar caer en desesperanza y centrarse en buscar el beneficio. 

Como cristianos nuestra esperanza es Dios y nuestro propósito, aceptar su voluntad y para ello, tenemos que pedir su Gracia.

La adversidad nunca nos dejará igual. Tenemos dos opciones, dos actitudes para enfrentar los momentos difíciles: debilitarnos o fortalecernos. ¿Qué escojo? ¿Cómo vivo mi vida? ¿Motivado o desmotivado?

Hace poco, descubrí el cuento de la zanahoria, el huevo y el grano de café:

Una hija se quejaba a su padre por las dificultades y sufrimientos de su vida. No sabía cómo afrontarlos y optó por darse por vencida. Estaba cansada de luchar. Cuando solucionaba un problema, aparecía otro...

Un día, su padre llenó tres recipientes con agua y los colocó sobre fuego.

En uno colocó zanahorias, en otro huevos y en el último, café, y los puso a hervir.

La hija esperó impacientemente, sin entender.
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A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un plato. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café.

Mirando a su hija le dijo: “ Hija ¿qué ves?”

-”Zanahorias, huevos y café”.

El padre le pidió a su hija que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas.

Luego le pidió que cogiera un huevo y lo rompiera. Después de pelar la cáscara, observó el huevo duro.

Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su exquisito aroma y su rico sabor. La hija preguntó: “¿Qué significa esto, papá?”

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo. Pero habían reaccionado en forma muy diferente:

- La zanahoria llegó fuerte y dura; pero después de pasar por el agua hirviendo, se había vuelto débil, fácil de deshacer.

-El huevo había llegado al agua frágil y delicado, su fina cáscara protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.

-El café, sin embargo, era único; después de estar en agua hirviendo, había transformado ésta en una delicia para el paladar y el olfato.

“¿Cuál de ellos eres tú?”, le preguntó a su hija. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?

¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?

¿Eres un huevo, que comienza con un corazón flexible? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido, te has vuelto dura y rígida?

¿O eres como el café? El café transforma el agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor y aroma.

Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen feas, tú reaccionas positivamente y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

Y yo me pregunto, ¿Cuál de los tres soy? ¿soy zanahoria, huevo o café?

Sé que no puedo controlar mis circunstancias, pero puedo controlar mis reacciones. 

Sé que estar motivado en tiempos difíciles exige determinación, pasión, valentía, confianza y compromiso. 

Sé que debo impedir que el fracaso o la adversidad me quiten la motivación de ir tras mis sueños, tras mis propósitos.

Sé cada vez que me enfrente a la adversidad, debo disponerme a aprender de ella, buscar los beneficios y el "para qué".

A todo esto, el mundo lo llama resiliencia. Yo lo llamo confianza en Dios.

Sé que Dios es mi amparo, mi refugio y mi fortaleza en la adversidad. 

Sé que Dios me sostiene en los momentos difíciles, cuando más solo y necesitado me siento. 

Sé que nunca me deja solo, que permanece cerca, junto a mí y que me ayuda a superar mis angustias y mis problemas.

Sé que...sólo debo confiar y abandonarme a Su voluntad.

lunes, 17 de junio de 2019

¿ESTAMOS EN GUERRA?

Diseño de soldado vigilando | Foto Gratis
"Porque nuestra lucha no es contra gente de carne y hueso, 
sino contra los principados y potestades, 
contra los dominadores de este mundo tenebroso, 
contra los espíritus del mal, 
que moran en los espacios celestes." 
(Efesios 6, 12)

¿Somos conscientes de que estamos inmersos en una cruenta batalla espiritual? ¿Somos conscientes de que gran parte de los ataques que recibimos provienen del mundo sobrenatural?

Muchos no lo creen, porque no lo ven. Pero es real. Está ahí.  Los seres humanos estamos en medio del campo de batalla. Los ataques están alrededor de nosotros y dentro de nosotros. Lo veamos o no. Lo creamos o no.

Resultado de imagen de saint michel archangeNo es una guerra con un final incierto. Los cristianos tenemos la certeza que la guerra ya está ganada: "y destituyó a los principados y a las potestades, y los expuso a la pública irrisión, triunfando de ellos en la cruz." (Colosenses 2, 1)

El Enemigo también lo sabe, pero intenta llevarse con él a cuantos pueda. Por eso, debemos estar alerta para luchar y ganar nuestra batalla individual, que comienza a ganarse con la identificación del Enemigo y con el pleno convencimiento de que los sucesos extraños que nos pasan son consecuencia de los ataques del maligno.

Una de las principales tácticas engañosas que utiliza es tratar de conseguir que la persona no se dé cuenta de la profundidad de lo que está sucediendo en su vida.

A menudo, asumimos que la lucha diaria a la que nos enfrentamos es tan sólo una batalla física, pero bajo la superficie, bajo esa apariencia de "normalidad", hay algo mucho más complejo que está teniendo lugar: ataques que se producen en el campo de batalla de una guerra espiritual universal.

El Diablo y sus demonios son mucho más poderosos e inteligentes que los seres humanos pero Dios lucha por nosotros y dentro de nosotros, y Él es incomparablemente más poderoso que ellos, porque Él los creó.

Imagen relacionadaPor eso, la recomendación sintética de San Pablo es "revestírse de la armadura de Dios" (Efesios 6, 11-18) compuesta por el casco de la salvación, el escudo de la fe, el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, las sandalias del apostolado y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.

San Pablo nos re
cuerda: "que Satanás no se aproveche de todo, pues no ignoramos sus astucias" (2 Corintios 2,11). El Diablo utiliza múltiples estrategias contra los seres humanos. Sabe cómo tentar al hombre. Sabe cómo apretar las "clavijas" adecuadas, en el momento adecuado. 

Su principal estrategia es hacernos confiar en nuestras propias fuerzas y olvidarnos de Dios. Si esto ocurre, el Diablo ha empezado a ganar. No podemos ir a una batalla espiritual armados con un tirachinas.

Por ello, es importante no ignorar las estrategias del Enemigo ni vivir con nuestros ojos espirituales cerrados, de manera que nos impidan reconocer las tentaciones y los ataques. Debemos caminar en el Espíritu y ser conscientes de lo que está sucediendo a nuestro alrededor.

Nos enfrentamos a dos tipos de ataques  espirituales: directos e indirectos.

Ataque espiritual directo

El ataque espiritual directo es el resultado de una influencia demoníaca directa: brujería, espiritismo, maldiciones... 

Es una serie de eventos coordinados por el mundo demoníaco, cuyo fin es también, abortar el plan de Dios, hacer naufragar la fe, oprimir al cristiano y sacarle fuera del camino para que no llegue a destino y muera. Pueden ser realizados desde fuera o desde dentro de la persona.

Obsesión diabólica: El Diablo actúa sobre el hombre desde fuera, provocando: 

-Desorientación: Cuando un cristiano está bajo un influjo de brujería, espiritismo o maldiciones, se desorienta o se confunde. Incluso puede llegar a ser torpe. Satanás nubla nuestra visión, cegándonos espiritualmente para que nos detengamos y no lleguemos a nuestro destino en Dios.

Imagen relacionada-Debilitamiento emocional: Cuando somos blanco de maldiciones, nos sentimos agotados o debilitados emocionalmente. Nos invade una oscuridad que cubre nuestra mente. A veces, se manifiesta como un dolor de cabeza, una jaqueca o una migraña. Pero no es nada de eso; no es nada físico, es brujería.

-Terror: A menudo, las maldiciones que produce la brujería o el espiritismo despiertan una serie de temores excesivos que paralizan y aterrorizan nuestra mente. A veces, en la imaginación o en los sueños aparecen imágenes grotescas que parpadean, visiones dantescas, escenarios apocalípticos, etc.

-Distracción: Cuando las maldiciones están dirigidas a una comunidad o a una parroquia, se experimentan problemas constantes, distrayendo al cuerpo de Cristo de su propósito y de su llamada. Los niveles de irritación son altos y la paciencia es baja o nula. Las quejas, los chismes, las murmuraciones y las difamaciones aumentan exponencialmente. La rebelión contra la autoridad parece justificada y aumenta la tentación de abandonar. La división es la nota predominante.

Posesión diabolica: El Diablo entra en la víctima y actúa desde dentroEl demonio convierte a su victima en propiedad suya mediante un dominio violento.


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La posesión diabólica afecta al cuerpo, pero el alma no es invadida, conserva la libertad y, si se mantiene unida a Dios, puede estar en gracia durante la misma posesión (Juan Pablo II, 13-8-1986).

El medio apropiado de lucha espiritual en estos casos extremos son los exorcismos, que fueron realizados con frecuencia por Jesucristo y por los Apóstoles, a quienes les dio poder para expulsar a los demonios.


Ataque espiritual indirecto


Un ataque espiritual indirecto es el resultado de una influencia demoníaca indirecta, que tiene su gestación en el pecado original y su parto en la tentación, que el Diablo nos pone ante nuestros ojos mediante la:

-Mentira. "Vosotros sois hijos del diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, pues no hay verdad en él. Cuando dice mentira, habla según su propia naturaleza, porque es mentiroso y padre de la mentira." (Juan 8, 44). Satanás es el padre de la mentira. Siempre miente. Todo lo que sale de él es opuesto a la verdad.


-Acedía: El enemigo trata de robar nuestra perseverancia en las cosas de Dios, y lo hace con el debilitamiento de vida interior: pereza en la oración, ausencia de sacramentos, aumento de rutina, falta de compromiso...

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-Frustración: El enemigo utiliza una variedad de circunstancias para sitiar, oprimir y frustrar nuestra mente: ansiedad, insatisfacción, descontento, decepción, queja...

-Confusión: El enemigo genera caos y crea confusión, duda, incertidumbre, falta de confianza, ausencia de propósito...

-División: El enemigo bombardea la mente con pensamientos dispersos y permanentes que dividen y roban la paz: chismes, rencillas, enfrentamientos, rencores...

-Debilidad: El enemigo ataca prolongada y permanentemente para producir falta de energía o vitalidad, cansancio, falta de sueño, agotamiento, fatiga......

-Falsa tregua: El enemigo crea una sensación de falsa paz, con la intención de simular que no hay ningún ataque, haciéndonos especialmente vulnerables en lo que se refiere a los bienes materiales, bien porque tenemos todo o porque no tenemos nada.

-Renuncia: Mientras que Dios nos ha creado con un propósito y nos ha concedido dones, talentos y gracias para descubrirlo y cumplirlo, el enemigo tiene un plan opuesto: alejarnos de su cumplimiento, abrumándonos con pensamientos negativos, deseos de renuncia y propuestas de abandono.
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-Esclavitud: El enemigo intenta llevarnos de vuelta a ciclos negativos de los que ya nos habíamos liberado, esclavizarnos a viejas ataduras y deseos, convenciéndonos de que nuestros pecados no son tan graves, o incluso, de que no son pecado (igual que a Adán y Eva), tratando de hacernos perder la conciencia de lo malo y lo bueno, lo que agrada a Dios o no, arrastrándonos a una espiral profunda que nos encadena. 

-Concupiscencia: El enemigo nos tienta principalmente con la carne para alejarnos del Espíritu, con la inmoralidad para alejarnos de la santidad, con la concupiscencia para alejarnos de la castidad.

-Rebeldía: El enemigo pretende hacernos razonar desde una lógica mundana para que renunciemos a lo que Dios nos llama, para que nos desviemos del camino o para que pensemos que existen atajos. Si no lo consigue, potencia actos de rebeldía ante hipotéticas injusticias de Dios, cuestionando mandatos de Dios y poniendo en tela de juicio las actuaciones de la gracia.

Claves para luchar

Como ya hemos visto anteriormente, la primera clave es tomar conciencia de que estamos en guerra y bajo ataque. 

Una vez concienciados del estado de guerra y reconocido el ataque, comenzaremos a combatir al Enemigo, con la fe y la autoridad de Jesucristo (Lucas 9, 1) con las siguientes armas:
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-Fe: “Sin la fe es imposible agradar a Dios, porque aquel que se acerca a Dios debe creer que él existe y es el justo remunerador de los que lo buscan” (Hebreos 11, 6).

-Oración y penitencia“Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu(Efesios 6, 18-19). “Esta clase de demonios sólo se puede expulsar con la oración y el ayuno” (Mateo 17,21)

-Sacramentos: Además, la Iglesia nos ofrece la ayuda de los sacramentos como instrumentos para combatir al enemigo: la Confesión, la Eucaristía, la Adoración ante el Santísimo. También, la dirección espiritual y el apoyo de nuestros hermanos de fe.

- Comunión de los Santos: Pidamos el auxilio y la protección de la Santísima Virgen, San José y de todos los santos. Recurramos a San Miguel Arcángel y su ejercito celestial.

-Resistencia“Sométanse a Dios; resistan al demonio, y él se alejará de ustedes” (Santiago 4, 7). Resistir “al mundo”, negarse a sí mismo, hacer obras de caridad, practicar el silencio. 

Vencer al mal con el bien

Las maldiciones no se combaten con maldiciones hacia quienes nos atacan, sino con bendiciones: pidamos a Dios que bendiga a quienes nos atacan, con la misma bendición que hemos experimentado nosotros con nuestro arrepentimiento y conversión a Cristo.

Los cristianos bendecimos y no maldecimos, porque si descendemos al odio y caemos en el rencor, perdemos la batalla. San Pablo nos dice:"No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien" (Romanos 12, 21).
Los cristianos nos ponemos un manto de alegría en lugar de un espíritu angustiado, alabando a Dios: “¡Entren por sus puertas dando gracias, en sus atrios canten su alabanza. Denle gracias y bendigan su nombre!” (Salmo 100, 4).

Los cristianos transformamos odio en amor (1 Juan 4,18) porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, amor y una mente disciplinada (2 Timoteo 1, 7).

Los cristianos escuchamos a Dios y no escuchamos a Satanás porque, diga lo que diga, no es la verdad sino una perversión de la verdad. Él sólo desea nuestra muerte. Es por tanto, un mentiroso y un asesino.

Los cristianos seguimos la Verdad de Jesucristo que nos hace libres, que nos libera de la esclavitud del pecado que trata de provocarnos el Enemigo.

viernes, 14 de junio de 2019

PALABRAS DE CONOCIMIENTO

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"A cada cual se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. 
Así, el Espíritu a uno le concede hablar con sabiduría;
 a otro, por el mismo Espíritu, hablar con conocimiento profundo; 
el mismo Espíritu a uno le concede el don de la fe; 
a otro el poder de curar a los enfermos; 
a otro el don de hacer milagros; 
a otro el decir profecías; 
a otro el saber distinguir entre los espíritus falsos y el Espíritu verdadero; 
a otro hablar lenguas extrañas, 
y a otros saber interpretarlas. 
Todo esto lo lleva a cabo el único y mismo Espíritu, 
repartiendo a cada uno sus dones como quiere." 
(1 Corintios 12, 7-11)

Hace poco, recibí una gracia muy especial que, como siempre, Dios me envía siempre en forma de "guiños": "Yo mismo iré contigo personalmente y te daré descanso" (Éxodo 33, 14).

Providencialmente, nos invitaron a mi mujer y a mi a una Adoración Eucarística en la parroquia Santo Domingo de la Calzada, que celebran cada primer lunes de mes. La experiencia fue extraordinaria. Realmente, encontré descanso. Fue, de nuevo, otra manifestación del Espíritu Santo, que nunca cesa de inspirar y que nos hizo experimentar por primera vez el carisma de la palabra de conocimiento, descrito por el apóstol San Pablo en 1 Corintios 12, 7-11. 

Las palabras de Sabiduría y de Conocimiento son palabras inspiradas que instruyen y mueven a un cambio de vida, que el Espíritu Santo pone en el corazón de una persona, en forma de una idea insistente en la mente o de una imagen intensa y repetitiva, sobre alguna circunstancia de la vida de alguien, del pasado, del presente o del futuro:
  • Presente. Diálogo de Jesús con la samaritana casada con cinco maridos. (Juan 4, 16-19). 
  • Pasado. Diálogo de Jesús con Natanael, tras verle subido en una higuera. (Juan 1, 47-50). 
  • Futuro. Diálogo de Jesús con sus discípulos para encontrar el lugar donde celebrará la Institución de la Eucaristía y que después se convertiría en el lugar de reunión de los primeros cristianos, donde se derramó el Espíritu Santo el día de Pentecostés. (Marcos 14, 13-16). 
Las palabras de conocimiento no son intuiciones o presentimientos humanos. 

Son siempre un carisma del Espíritu Santo, que él hace en nosotros si nos dejamos, y que le da gloria sólo a Él. 

El Espíritu Santo concede en ocasiones este carisma a algunas personas, como un don suyo, que da a quien quiere, como quiere y cuando quiere, y no como un don que una persona posea por sí misma.

Las palabras de conocimiento son fragmentos de ponen a la luz la verdad que el Espíritu desea que se sepa sobre una persona o situación en particular

Las palabras de conocimiento se pueden recibir en cualquier momento pero, fundamentalmente, se reciben cuando se ora por otros, ya sea en la oración personal, o en la oración de intercesión en voz alta. 
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Las palabras de conocimiento son un instrumento maravilloso de caridad que ayudan a las personas con dificultades, a poner todas las circunstancias de su vida bajo el poder misericordioso de Dios, incluso aquellas que se han bloqueado, se han olvidado, o se han callado por vergüenza.

Las palabras de conocimiento son un don de la misericordia divina, pero que no anulan jamás nuestra libertad, sino que la potencian.

Las palabras de conocimiento son un signo deslumbrante, pero como todo carisma, conlleva siempre un riesgo y una humillación:

Riesgo a equivocarse, a quedar mal, o a ir de iluminado, y que te tilden como tal o peor, como loco. 

- Humillación porque nunca jamás lleva a la glorificación de la persona que lo recibe y conlleva siempre una cruz proporcional.

Para recibir una palabra de conocimiento es necesario hacer un acto de fe, saberse instrumento de Dios y estar dispuesto a, incluso, quedar mal por amor a Dios.

Para recibir este carisma sólo es necesario abrir el corazón a la gracia del Espíritu y estar dispuesto a decir lo que el Señor ponga en el corazón a la persona a la que vaya destinada la palabra. 

Si no estamos dispuestos a morir a nosotros mismos, el Señor no nos dará sus carismas, porque sabe que no los ejerceremos. 

miércoles, 12 de junio de 2019

DESPUÉS DE EMAÚS: UN PACTO DE COMPROMISO

"Dieron más de lo que yo esperaba; 
incluso ofrecieron sus personas, 
primero al Señor y luego a mí, 
conforme a la voluntad de Dios"
(2 Corintios 8, 5)

El pasado fin de semana concluyó otro retiro de Emaús, donde la gracia del Espíritu Santo se derramó poderosamente, una vez más, después de que cien almas recorriéramos 60 estadios de ida y 60 de vuelta.

Tras la habitual y extraña sensación inicial de la mayoría de nosotros, debido a la agitación y el ruido que traíamos de nuestro frenético mundo, en las siguientes horas, nos encontramos ante algo nuevo, distinto y que nunca nos deja indiferentes.

Sin duda, hemos re-descubierto muchas cosas, no por ignorancia o desconocimiento, sino por haberlas dejado olvidadas en un cajón bajo llave.

Hemos vuelto a caminar y a revisar nuestra vida: cómo la hemos vivido y cómo la vivimos, qué situaciones nos han marcado, qué personas hemos descubierto, qué lugar ocupa Dios en nuestra vida... 

Hemos vuelto a escuchar y a exponer a la luz de Dios nuestras pérdidas y heridas, nuestras decepciones y sufrimientos, nuestras oscuridades y desiertos, nuestros rencores y resentimientos.

Podríamos haber seguido nuestro camino y habernos despedido del misterioso caminante que se unió a nosotros; podríamos haberle agradecido sus palabras y haber pensado ¡qué hombre más extraordinario! 

Pero entonces, nada habría ocurrido...

Sin embargo, le invitamos a nuestra vida. Y en ese momento, es cuando le reconocimos...a Jesús...quien nos ha mostrado el sentido de nuestra vida, obrando en ella y manifestándose a lo largo de ella de muchas maneras inesperadas, a través de personas y situaciones insospechadas, en momentos sorprendentes.

Nos hemos reconciliado con Dios, hemos experimentando Su amor y Su misericordia, y así, hemos encontrado perdón y paz. 

Hemos sido testigos directos de su acción en nuestras vidas y en las de los demás. Hemos reconocido todo lo que Él siempre nos ha regalado, su presencia a nuestro lado, en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestra comunidad, en las mismas personas que nos han acompañado durante el retiro. 

Hemos descubierto cómo Dios nos ama con un amor infinito y paternal, que nos hace sentirnos sus hijos predilectos, dándonos las respuestas a cada uno según nuestra necesidad. Doy fe personal de ello.

Hemos descubierto también, el verdadero sentido de la fraternidad, todo el amor recibido y vemos a los demás como verdaderos regalos, personas especiales con las que queremos compartir nuestra vida y nuestra fe. 

Hemos vuelto a descubrir la riqueza en nuestra vida, pasando del resentimiento al agradecimiento, del rencor al amor, de la crítica a la compasión. 

Todo nos habla de Dios

Ahora, miramos de nuevo, toda nuestra vida y recobramos la fuerzas necesarias para cambiar de dirección y volver al camino por el que íbamos perdidos, quejosos y cabizbajos. 

Nuestro corazón está abierto de par en par. Es más...arde en llamas!!! Y no podemos guardarnos lo que hemos visto, compartido y celebrado. 

Ahora que tenemos los sentidos abiertos, el corazón en llamas, una nueva fuerza interior que nos muestra una nueva forma de ver las cosas, Dios nos envía de vuelta al mundo.

Después de todo lo vivido y recibido en un momento de profundo contacto con Dios, tenemos una necesidad imperiosa de salir a gritarle al mundo que Dios está vivo y es real. Algo inexplicable nos impulsa a ser testigos de lo que hemos visto, escuchado y recibido.
Y la pregunta del millón es ¿Qué vamos a hacer?

¿Vamos a seguir actuando como invitados de piedra, como asistentes circunstanciales a la Iglesia, como "católicos por tradición", como "consumidores de sacramentos"? o ¿vamos a transformarnos en cristianos comprometidos con Dios y con los demás, veinticuatro horas al día, siete días a la semana y cincuenta y dos semanas al año? ¿Vamos a seguir viviendo nuestra vida o vamos a ofrecérsela a Dios y a darla por los demás?

Particularmente, yo he vuelto a firmar mi pacto de compromiso con Dios, con mi parroquia y con los demás, que podría leerse así:

"Habiendo recibido a Cristo como mi Señor y Salvador, considerándome hijo de Dios de pleno derecho y estando de acuerdo con la tradición, enseñanza y estructura de la Iglesia Católica, ahora me siento dirigido por el Espíritu Santo a unirme aún más a la familia de mi parroquia y a servir a mi comunidad. Al hacerlo, me comprometo con Dios y con los demás miembros a hacer lo siguiente"

Proteger la unidad de mi Iglesia 

-Actuando con amor hacia los demás. "Por tanto, busquemos la paz y la ayuda mutua." (Romanos 14,19).

-Evitando la crítica y el chisme. "No digáis palabras groseras; que vuestro lenguaje sea bueno, edificante y oportuno, para que hagáis bien a los que os escuchan." (Efesios 4, 29).

-Siguiendo a mis sacerdotes. "Obedeced a vuestros jefes y estadles sumisos, porque ellos cuidan de vuestras vidas, de las cuales deberán dar cuenta, para que lo hagan con alegría y no con lágrimas, lo que no os beneficiaría nada." (Hebreos 13,17).

Compartir la responsabilidad de mi Iglesia

-Rezando por su salud y crecimiento. "Continuamente damos gracias a Dios por todos vosotros y os recordamos en nuestras oraciones." (1 Tesalonicenses 1, 2).

-Invitando a los que no asisten a la iglesia a venir. "El amo le dijo: Sal por los caminos y cercados, y obliga a la gente a entrar para que se llene la casa. Pues os digo que ninguno de los invitados probará mi banquete." (Lucas 14, 23-24).

-Acogiendo a quienes la visitan. "Por tanto, acogeos unos a otros, como también Cristo nos acogió para gloria de Dios." (Romanos 15, 7). "Miremos los unos por los otros para estimularnos en el amor y en las obras buenas." (Hebreos 10, 24)

Servir a mi Iglesia

-Descubriendo mis dones y talentos. "Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido como corresponde a buenos administradores de los distintos carismas de Dios; el que tenga el don de la palabra, que use de él como el que comunica palabras de Dios; el que presta un servicio que lo haga como mandatario de Dios de manera que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo al cual se debe la gloria y el poder por los siglos de los siglos." (1 Pedro 4, 10-11).

-Formándome con mis sacerdotes. "Él a unos constituyó apóstoles; a otros, profetas; a unos evangelistas, y a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los cristianos en la obra de su ministerio y en la edificación del cuerpo de Cristo." (Efesios 4, 11-12).

-Desarrollando un corazón de servidor. "No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, preocupándoos no sólo de vuestras cosas, sino también de las cosas de los demás. Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús..." (Filipenses 2, 3- 7).

Apoyar a mi Iglesia

-Asistiendo regularmente."No abandonéis vuestras propias asambleas, como algunos tienen por costumbre hacer, sino más bien animaos mutuamente, y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día." (Hebreos 10, 25).

-Viviendo una vida digna. "Os pido sobre todo que viváis una vida digna del evangelio de Cristo para que, sea que vaya y lo vea, sea que ausente lo oiga, perseveréis firmes en un mismo espíritu, luchando con una sola alma por la fe del evangelio" (Filipenses 1, 27).

-Contribuyendo regularmente. "Los domingos, cada uno de vosotros separe lo que pueda, según lo que gane, sin esperar a mi llegada para hacer la colecta." (1 Corintios 16, 2). 

Este es un pacto que yo asumo personalmente, pero que si a alguno le sirve, que lo tome.

El copyright pertenece sólo a Dios. 

JHR

viernes, 31 de mayo de 2019

EL VERDADERO SERVICIO ES SACRIFICO, NO COMODIDAD

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"Me he aparecido a ti 
para hacerte ministro y testigo 
de lo que has visto de mí 
y de lo que te voy a mostrar." 
(Hechos 26,16).

Escuchar y seguir la llamada de Dios, al encontrarme cara a cara con Él, ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido en mi vida. 

Después de mucho tiempo de caminar junto a mí, "colocando" en mi camino personas y situaciones, y de recibir muchas "llamadas perdidas", que siempre rechacé, un día descolgué el teléfono y...se me abrieron los ojos y los oídos. 

Fue en un retiro de Emaús cuando escuché, cuando vi, cuando supe... que Dios me llamaba para amarle, para servirle. Aquel fin de semana, tuve una experiencia de conversión "tumbativa", muy similar a la de San Pablo, cuando iba camino de Damasco, porque yo iba con muchas dudas, quejas y preguntas sobre el servicio a Dios.

Yo iba camino de Emaús, escuchando la conversación que el Señor mantenía con los dos discípulos (uno de ellos era yo) y, en cierto modo, se entremezclaba con la conversación que, en otro pasaje, Jesús mantenía con Pablo, camino de Damasco, relatada en el libro de los Hechos. 

Fue un autentico "shock" para mí. Ambas conversaciones estaban dirigidas a mí: me llamaba a servirle, a pesar de mis quejas, a pesar de mi desánimo, a pesar de mis pérdidas. 

Hoy quiero centrarme en la conversación que narra el libro de los Hechos, desarrollada en 6 puntos:

1. Encuentro personal: "me he aparecido a ti.."

El principio de todo es que Jesús se nos aparece. A veces, de repente y de forma evidente (como a Pablo en el camino de Damasco), y otras, más sutilmente (como a los dos de Emaús).

Sea de una forma u otra, cuando Jesús se nos aparece, comienza nuestra relación con él.

Por eso, para conocer el plan de Dios en mi vida fue necesario encontrarme, lo primero, con Jesús. 

Si no me hubiera puesto a caminar en la fe, nunca hubiera podido encontrarme con Él ni escucharle nunca. 

Si no le hubiera invitado a entrar en mi casa (en mi vida), nunca hubiera podido reconocerle. 

El plan de Dios pasa siempre por Jesucristo: encontrarnos con Él, escucharle y, finalmente, invitarle.

Para la reflexión:  ¿Me he encontrado con Jesús y le he respondido?

2. Propósito personal:  "... para hacerte ..."

Dios nos ha creado a cada uno de nosotros con un propósito particular; ha puesto en nuestros corazones una necesidad interior, una misión y un propósito: amarle y servirle (y vicerversa). Nos ha dado un papel protagonista (a cada uno de nosotros) en su plan divino de salvación.  

Cuando Jesús se nos aparece, no sólo lo hace para salvarnos, sino para salvar al mundo a través de nosotros. Aquí es donde entra nuestro amor y nuestro servicio a Dios.

Resultado de imagen de encuentro con dios en la oracionQuizás algunos de nosotros hayamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer. 

Pero es todo más sencillo: Descuelga y responde. Aparta un rato diario de tu agenda y ponte frente al Santísimo, o en "lo escondido", para orar y escuchar de Dios, y Él mismo te lo dirá. 

Escuchar su llamada es discernir qué y dónde me quiere Dios. Invitarle a nuestra vida es usar los dones, talentos y medios que nos proporciona, para su gloria. 

A mí me ocurrió exactamente esto (y me sigue ocurriendo). Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas, que no había atendido.

Para la reflexión: ¿Sé cuál es la función que Jesús me ha asignado?

3. Servicio personal: "...ministro..."

Un ministro (o servidor) es alguien que ejerce un ministerio, un servicio, una función. Jesús nos llama a ser sus ministros, sus servidores, sus instrumentos de amor. 

Desgraciadamente, no todos respondemos afirmativamente a Jesús, porque el servicio no es un privilegio sino un sacrificio. 

Para muchos, el servir a otros es una forma de éxito y reconocimiento. A veces, la Iglesia se convierte en un lugar de privilegio donde sólo hay "señores" que reciben, pero no hay "servidores" que den.

Sin embargo, el verdadero ejemplo de servicio, servicio como sacrificio, no como privilegio, es el mismo Jesús
Nos lo deja muy claro cuando:

- nos advierte contra los líderes políticos y religiosos, que utiliza a la gente para su propio beneficio, en lugar de servirles (Mateo 20, 25-28; Marcos 10, 42-45).

Resultado de imagen de servir a jesus- nos llama a tener una perspectiva cristiana clara sobre el servicio, cuando la noche antes de su muerte, se puso de rodillas y lavó los pies a todos sus discípulos (Juan 13, 14-15).

- nos exhorta a servir a Dios y a los demás “no por obligación, sino voluntariamente, de buena gana, como Dios lo quiere; no por vil ganancia, sino con generosidad, no como dictadores, sino como modelos para otros” (1 Pedro 5, 2–3).

Para un cristiano, el servicio no se define por la cantidad de cosas que hacemos, la cantidad de almas que ganamos, o la cantidad de veces que servimos, ni por las personas que tenemos a nuestro cargo... sino por el amor y los sacrificios personales que mostramos para atender las necesidades de los demás. 

Servir es sacrificio, es costoso y nada cómodo. Requiere oración, amor, obediencia y humildad para conocer y aceptar la voluntad de Dios. 

El servicio cristiano tiene que ver fundamentalmente con dar, no con recibir. Significa entregarse por completo, vaciarse de amor y mostrar alegría al procurar el bien de los demás. 

La esencia y el corazón del servicio es tomar la iniciativa que de otra manera, no tomaríamos, y asumir los sacrificios que de otra manera, no haríamos, para llevar a otros a Dios, que de otra manera no irían. 

Servir es abrazar las dificultades personales a corto plazo para obtener ganancias a largo plazo

Servir es encontrar nuestra alegría, no en la facilidad de atendernos o satisfacernos a nosotros mismos, sino en la incomodidad y el sacrificio en beneficio de los demás. Sin buscar recompensa. Sin buscar nada a cambio.

Si buscamos nuestra propia satisfacción o reconocimiento... si buscamos sólo "recibir"... algo estamos haciendo mal. Desde luego, no estaremos sirviendo a Dios...

El servicio cristiano, en el hogar, en la familia, en el trabajo, en la Iglesia y en otros lugares, no es para los que buscan honor y reconocimiento, sino para los que están dispuestos a arrodillarse e incomodarse por el bien y las necesidades de los demás. 

Dios nos llama al servicio, ¿aceptaremos o rechazaremos la llamada?

Para la reflexión: ¿Sirvo a Jesús?

4. Testimonio personal: "... y testigo ..."

Un testigo es alguien que da testimonio de lo que ha visto, de lo que ha experimentado, de lo que ha escuchado. 

Dios también nos llama a ser testigos suyos, a dar testimonio de su mensaje de amor, de nuestra experiencia de Jesús, de su plan para toda la humanidad.

Cuando testimonias tu amor por Jesús al mundo con hechos y palabras, tu fe crece y se fortalece. Y sientes gozo interior difícil de explicar. Es porque sirves realmente a Dios, porque amas realmente a Dios.

¿Asumo el papel de un testigo? ¿Busco el modo y el lugar de contar lo que Dios hace en mi vida?

Para la reflexión: ¿Doy testimonio de Jesús?

5. Observación personal: "... de lo que has visto de mí ..."


Sólo podemos testimoniar lo que hemos visto de Jesús. Si no le hemos visto, ¿qué vamos a compartir con otros? Si no le hemos escuchado, ¿qué vamos a contar de Él?

Resultado de imagen de encuentro con jesusEs posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se escondan detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal, que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y de su entorno. 

Yo también he pensado que la fe era algo íntimo que cada uno debía vivir para sí. 

Ahora sé que es porque no me había encontrado con Cristo cara a cara, porque para compartir a Jesús con otros, primero debemos verle. Debemos experimentarle. Debemos escucharle. Y después...ya no puedes callártelo.


Para la reflexión: ¿Comparto a Jesús con otros?

6. Crecimiento personal: "y de lo que te voy a mostrar"


Una vez que le has conocido y mantienes una relación personal con Cristo, tu testimonio de fe y servicio cambia, porque Jesús se revela progresivamente, a lo largo de tu vida y a través de las personas a quienes sirves y amas. Maduras y creces espiritualmente con Él.


Imagen relacionadaNuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.

Nuestro testimonio de su acción en nuestra vida debe ser continuamente actualizado a medida que nos moldea, regenera, purifica y perfecciona. A medida que continúa mostrándonos nuevos aspectos sobre su plan y su voluntad divina.

Él nos lo promete: enseñarnos más de sí mismo y así crecer, mientras caminamos con Él.

Para la reflexión: ¿crezco y experimento más de Jesús?

Todos somos llamados por Dios al servicio, a la misión. No hay excusas para no atender su llamada. Ser cristiano es reconocer a Jesús y compartir lo que nos ha dado, con un mundo necesitado y sediento de Dios.

¿Vamos a contestar a Jesús?