¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

miércoles, 7 de abril de 2021

ANDRÉS, EL PATRIARCA ORTODOXO

 
"Andrés, el hermano de Simón Pedro,
era uno de los dos que había oído a Juan,
y se había ido con Jesús.
Andrés encontró a su hermano Simón y le dijo:
'Hemos encontrado al mesías' (que significa el Cristo).
Y se lo presentó a Jesús"
(Juan 1,40-42)

Del griego Ἀνδρέας Andréas es discípulo de Juan el Bautista (Marcos 1,16-18) y es "el primer llamado" (en griego "Protocleto") por Jesús al ministerio apostólico.

Hijo de Jonás, hermano de Pedro y pescador como él (Juan 1, 37-40) lleva a su hermano a Jesús, quien les hace "pescadores de hombres". Nacido en Betsaida, cerca del mar de Galilea, vive también en Capernaúm. Según el Evangelio de San Juan, es quien le presenta a Jesús a un muchacho en la multiplicación de los panes y los peces (Juan 6,8-9).
Predicó en Escitia, Tracia, Acaya, en los alrededores del mar Negro y llegó hasta Kiev. Fundó una Iglesia en Bizancio (posteriormente Constantinopla y luego Estambul) en el año 38 d. C.

Egeas, procónsul de Patras, al ver que Andrés había convertido a su esposa Maximila y a miles de personas al cristianismo, y que tanto él como sus seguidores se negaban a rendir culto a los dioses paganos, ordena que sea azotado por siete hombres y crucificado. Egeas especifica a los verdugos que no perforen sus piernas, sino que las aten, para que así tarde más tiempo en morir. 

Andrés, sintiéndose indigno de ser crucificado en una cruz en la misma forma que su Maestro, suplica que la suya sea diferente, siendo crucificado en una cruz con forma de aspa ("X") en Acaya (Grecia).
Sus restos se veneran en Constantinopla desde el siglo IV y fueron llevados a Amalfien en el siglo XIII. Su cabeza, llevada a Roma en 1462, fue colocada en la Basílica de San Pedro, pero el papa Pablo VI, como gesto ecuménico, la devolvió a la iglesia greco-ortodoxa en 1964.

Predica en Sitia, Grecia y Asia Menor. Es considerado el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa.

Nacimiento: Principios del siglo I Betsaida, Galilea

Muerte: Crucificado en Acaya, Grecia (60 d.C.)

Festividad: 30 noviembre.

PatronoRusia, Rumanía, Ucrania, Escocia, Sicilia y Grecia.

Patrón: pescadores, pescaderos y fabricantes de cuerda.

Símbolo apostólico: una cruz en forma de X / dos peces cruzados.

martes, 6 de abril de 2021

RECONOCIENDO EN LAS APARICIONES AL RESUCITADO

"Así está escrito: el Mesías padecerá, 
resucitará de entre los muertos al tercer día"
(Lucas 24,46)

A partir del tercer día, es decir, del domingo de resurrección, Cristo Resucitado se aparece en diez ocasiones a los discípulos, durante cuarenta días, antes de su ascensión a los cielos. Hoy meditamos y reflexionamos sobre su significado, sus características y su propósito.

Las diez cristofanías tienen tres características esenciales:

-IniciativaEl Resucitado toma la iniciativa. San Pablo lo explica en 2 Timoteo 1,9-10: "Él nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nuestras obras, sino según su designio y según la gracia que nos dio en Cristo Jesús desde antes de los siglos, la cual se ha manifestado ahora por la aparición de nuestro Salvador, Cristo Jesús, que destruyó la muerte e hizo brillar la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio.

La fe es la consecuencia del encuentro y no el origen de la experiencia. Jesús siempre se anticipa y nos interpela con preguntas y, como si no supiera las respuestas, quiere escucharlas de nuestros labios. Así ocurre cuando le pregunta a María Magdalena qué busca o cuando les pregunta a los dos de Emaús qué ha ocurrido con Jesús el nazareno.

-Reconocimiento: Los discípulos lo buscan donde no pueden encontrarlo. Lo buscan muerto pero está vivo. San Pablo en 1 Corintios 15,42-45 explica la resurrección de los muertos como la semilla que se siembra y que florece de otra forma"Se siembra un cuerpo corruptible, resucita incorruptible; se siembra un cuerpo sin gloria, resucita glorioso; se siembra un cuerpo débil, resucita lleno de fortaleza; se siembra un cuerpo animal, resucita espiritual. Si hay un cuerpo animal, lo hay también espiritual (...) el primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente. El último Adán, en espíritu vivificante. 

Por eso, al Resucitado se le reconoce progresivamente como consecuencia de la gracia divina y no de nuestra razón humana. Se le distingue y se le contempla en la medida que maduramos espiritualmente y nos formamos en la fe.

-Sentido: Jesús envía a sus discípulos a la misión. San Mateo la expone así: "Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (Mateo 28,19-20).

De la misma forma que Cristo vino a cumplir la voluntad del Padre, a servirle y a dar testimonio de Él, nosotros, su Iglesia, los cristianos, tenemos la obligación de testimoniar y servir a Dios en medio del mundo. Nuestra tarea es ser testigos de que Cristo ha resucitado y proclamar la salvación eterna a todos los hombres, hasta los confines de la tierra.
Además de estas tres características, encontramos en las apariciones del Resucitado unas providenciales analogías con las Bienaventuranzas descritas en Mateo 5,3-12. 

En Dios no existe la casualidad ni el azar. Todo tiene un propósito eterno. Y así, estas diez cristofanías no sólo están dirigidas a los discípulos cristianos del primer siglo, sino que también, con ellas, el Resucitado nos llama a ser santos:

Bienaventurados los mansos y los que lloran 
El Resucitado se aparece a los mansos, a los pecadores, a los humildes, a los que lloran. Se aparece (de madrugadaMaría Magdalena, Juana, Salomé y María, la de Santiago, que van al sepulcro y lo encuentran vacío. Allí encuentran a dos ángeles que les dicen que ha resucitado. 
Al salir del sepulcro, María Magdalena, volviéndose, se encuentra a Jesús pero no le reconoce, y piensa que es el jardinero (en realidad, en clara alusión al que cuida del Edén). Hasta que el "Rabunní" (que significa espiritualmente, maestro, y a la vez, marido) la llama por su nombre, entonces le "ve" y le reconoce. Es la Palabra de Dios la que convierte la mente y el corazón, la que nos consuela y la que nos conduce a las bodas del Cordero.
         
Después, las "envía" a todas, diciéndoles que vayan a contárselo a los discípulos para que le busquen en Galilea, es decir, en "tierra de misión" (Mateo 28,1-10; Lucas 24,1-11; Marcos 16,1-10; Juan 20,10-18). 

Por eso, es importante que nosotros no permanezcamos inmóviles y atenazados en el misterio de la Cruz, llorando la pasión y muerte del Señor. Allí no encontraremos las principales respuestas a la certeza de nuestra fe. Es necesario que nos acerquemos al misterio del sepulcro para ser capaces de ver al Resucitado. Sólo aproximándonos a la certeza de nuestra fe con pureza de intención, arrepentimiento y humildad, seremos capaces de ver y reconocer al Resucitado, y entender cuál es nuestra vocación, nuestro propósito: amar y servir.

Bienaventurados los limpios de corazón y los misericordiosos
Jesús se aparece (por la mañana del mismo día) a los puros de corazón, a los obedientes, a los agobiados. Se aparece Pedro cuando, después de ver el sepulcro vacío, se vuelve a casa solo, aunque esta escena no se narra en los evangelios sino en la carta de Pablo a los Corintios (1 Corintios 15,5). 
El Señor confirma a Cefas en la fe tras la negación del apóstol días atrás, y le calma el agobio que se había instalado en el corazón de "Piedra", es decir, de "Pedro", aunque limpio y lleno de amor al Maestro.

De igual manera, nosotros somos confirmados en la fe y aliviados por el Señor cuando, a pesar de nuestras negaciones y traiciones, acudimos rápidamente a Él, con una actitud de obediencia, sinceridad y deseo de santidad. Entonces, Jesús nos reconforta y nos resucita para que, de la misma forma, seamos misericordiosos con los demás.

Bienaventurados los pobres de espíritu y los que buscan la paz
El Señor se aparece a quien reconoce su pobreza y su debilidad, a quien se ha alejado de Dios pero le busca por el camino de la vida. Se aparece a Cleofás y el otro discípulo de Emaús (al atardecer) de camino a su aldea (Lucas 24,15-35).
Los dos de Emaús buscaban la paz de sus almas tras la pérdida de Jesús, y aunque la buscaban en un sentido contrario, la encuentran cuando abren su corazón a la Paz de Cristo.

Análogamente, también nosotros somos capaces de reconocer al "inesperado Caminante" cuando, a pesar de nuestras desilusiones y decepciones, de nuestros resentimientos y quejas, abrimos el corazón a la Palabra de Dios para que el propio Jesucristo, autor y protagonista de ella, lo inflame mientras nos habla de Él.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
El Resucitado se aparece a los que buscan la justicia, la rectitud y la honradez, a quienes permanecen reunidos en torno al Maestro. Y se aparece en torno a la mesa, en el cenáculo, en la Eucaristía:

- a los Diez apóstoles (sin Tomás) en el cenáculo en Jerusalén (al anochecer) mientras están con Cleofás y el otro discípulo de Emaús en Jerusalén (Lucas 24,36-48; Marcos 16,14; Juan 20,19-24). 

- a los Once apóstoles (con Tomás) en el cenáculo en Jerusalén (a los ocho días) cuando Jesús deja que Tomás introduzca su mano en sus llagas (Juan 20,26-30).
Jesús también se aparece a nosotros, quienes, aunque justos y rectos de intención, dudamos y titubeamos. El Señor busca a quienes tenemos sed y hambre de Él para que perseveremos y seamos fieles. Y nos busca sólo si permanecemos en comunidad, en comunión, en fraternidad.

Bienaventurados los perseguidos y los injuriados
Cristo se aparece a los que van a ser perseguidos, injuriados y martirizados por Su nombre y en cumplimiento de la misión encomendada. Se aparece:

a los Siete apóstoles en el mar de Tiberíades (al amanecercuando Pedro, Tomás, Natanael, Juan y Santiago (los Zebedeos) y otros dos discípulos están pescando. Jesús realiza el milagro de la pesca, símbolo de la Eucaristía donde encontramos fortaleza ante las dificultades (Mateo 28,16-20; Juan 21,1-14).

- a los Once en un monte de Galilea cuando les envía a la misión de evangelizar (Mateo 28,19-20; 1 Corintios 15,5-6). Además de los Once, había otros quinientos discípulos cuando se aparece Jesús.

- a Santiago el menor en un lugar indeterminado (1 Corintios 15,7)

- a los Once en Betania, cuando Jesús asciende al cielo (Marcos 16,19-20; Lucas 24,50-53; Hechos 1,9-12).

- a Pablo, camino a Damasco (1 Corintios 15,8; Hechos 9,3-9; 22,6-11; 26,12-18).
El Señor se manifiesta en nuestra vida de misión, en nuestro servicio a Dios y a los hombres: cuando todo parece oscuro; cuando estamos dispersos; cuando, aún sabiendo lo que debemos hacer, no obtenemos resultados; cuando, aún llenos de celo, no somos capaces de ver; y también cuando somos perseguidos, señalados o insultados.

Jesús quiere hacernos ver lo transitorio de la economía de sus apariciones. Primero, diciéndonos a través de María Magdalena, que su nueva presencia es en el Espíritu“Suéltame”, No te apegues a ellas", "No me busques donde no puedes hallarme"

Segundo, diciéndonos a través de los dos de Emaús y de Tomás, que su nueva presencia es la certeza de la fe: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas!", "¿Por qué os alarmáis?, "¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón?", "Bienaventurados los que creáis sin haber visto".

Y tercero, diciéndonos a través de los Once en Galilea, en Betania, de Pablo en Damasco o en cualquier tierra de misión, que su nueva presencia se hace plena en el servicio por medio del Espíritu Santo: "Paz a vosotros", "Recibid el Espíritu Santo", "Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos". 

En definitiva, con sus apariciones, el Resucitado nos llama a ser santos, a ser bienaventurados y a proclamar con fe y alegría que:

¡¡Jesucristo ha resucitado!!!

lunes, 5 de abril de 2021

SANTIAGO (EL MAYOR)...Y CIERRA ESPAÑA

"Fue más adelante y vio a otros dos hermanos:
Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano,
en la barca con su padre Zebedeo,
remendando las redes; y los llamó.
Ellos, al instante, dejaron la barca y a su padre,
y lo siguieron."
(Mateo 4, 21-22)

Santiago o Jacobo, proviene del griego antiguo, Ἰάκωβος Ya'akov, Boanerges ("Hijo del Trueno", nombre que les puso Jesús a su hermano Juan y a él, y que narra Marcos 3,17). Apóstol, hijo de Zebedeo y Salomé, de oficio pescador, vive en Betsaida, Capernaúm y Jerusalén, y predica en Jerusalén y Judea, y en España.

Miembro del Círculo Interno o "círculo de dilectos" de Jesús, formado por los que recibieron gracias especiales, entre ellas, estar con Él en la resurrección de la hija de Jairo, en la transfiguración, en el huerto de Getsemaní, ser testigo de las apariciones de Jesús resucitado y de la pesca milagrosa en el mar de Tiberíades. 
Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, Santiago recibió el Espíritu Santo en Pentecostés como uno de los máximos referentes de la primera comunidad cristiana, junto con Simón Pedro y a Juan. 

Hombre de extraordinaria fe, coraje y misericordia, su nombre aparece siempre junto al de su hermano Juan (Marcos 1,19-20; Mateo 4,21; Lucas 5,1-11) y es el primero de los doce en convertirse en mártir entre el 41-44 d. C., decapitado por Herodes Agripa en Jerusalén (Hechos 12,2).

Tras Pentecostés  en el año 33 d. C.), Santiago cruza el mar Mediterráneo hacia España. Comienza su predicación en Tarraco y en el valle del Ebro, siguiendo la vía romana, "Via Finisterre", que recorre la Cordillera Cantábrica y que termina en las columnas de Hércules, actual La Coruña. 

Nombra a siete discípulos, los "varones apostólicos", que continúan su tarea evangelizadora una vez que él regresa a Jerusalén. En el año 40 d.C., éstos siete varones apostólicos se encuentran en Caesaraugusta (Zaragoza) cuando la Virgen María se aparece en un pilar, en la actual basílica del Pilar. 

El descubrimiento de la tumba del Apóstol supuso la cristianización de la antigua "Vía del Finisterre", ruta que tradicionalmente seguían muchos pueblos celtas hasta el "fin del mundo" para celebrar matrimonios y otras fiestas. Este camino precristiano se convierte así en el Camino de Santiago o Ruta jacobea, y Compostela en el tercer núcleo de peregrinación medieval, tras Roma y Jerusalén.

En el año 1122, el papa Calixto II instituyó y proclamó que en adelante tuvieran la consideración y privilegios de Año Santo Jacobeo todos los años en los que la fiesta litúrgica de Santiago, el 25 de julio, coincidiera con el día domingo.

Muerte: Fue decapitado por Herodes Agripa I, entre los años 41 y 44 d.C.  (Hechos 12,1,2).

Festividad:  25 de julio.


Patrono: de España y de la Caballería del Ejército español.


Patrón: Veterinariosequitadorescurtidorespeleteros.
Orden religiosa: Cross Santiago.svg Orden de Santiago

Símbolo apostólico: tres caparazones de crustáceo, en señal de su peregrinación por el mar.

domingo, 4 de abril de 2021

¡JESUCRISTO HA RESUCITADO! ¡ALEGRAOS!

 
"Si Cristo no ha resucitado, 
vana es nuestra predicación 
y vana también vuestra fe (...) 
si Cristo no ha resucitado, 
vuestra fe no tiene sentido" 
(1 Corintios 15,14-17)

¡Jesucristo ha resucitado! es el grito gozoso del cristiano, es el anuncio central de nuestra fe, el culmen y la confirmación de la historia de la salvación del hombre, la victoria sobre la muerte y el pecado. Hoy, ningún católico puede estar triste, porque el Señor nos ha abierto las puertas del cielo de par en par. ¡Es verdad, ha resucitado! ¡Aleluya!

Sin embargo, no fue fácil para los discípulos creer en la resurrección del Señor. A pesar de que Jesús les había anunciado varias veces que, después de su muerte, resucitaría (Marcos 8,31; 9,31; 10,34), ellos no eran conscientes de sus palabras, no creían "del todo", y como consecuencia de esa "incertidumbre", se encontraban tristes, desanimados y desesperanzados.

El mismo Juan, el discípulo amado y testigo presencial de todos los acontecimientos importantes de la vida pública del Maestro, no creía plenamente en la resurrección de Jesús. Tuvo que "ver" para "creer" como él mismo cuenta en su Evangelio:  "Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó" (Juan 20,3-8).
La evidencia del sepulcro vacío es la certeza incuestionable de la resurrección del Salvador. Un cristiano no puede quedarse en la Cruz de Cristo, símbolo del amor eterno, ni tampoco en la seguridad del grupo de "amigos" en Jerusalén. Es necesario "entrar en el misterio" e "inclinarse" para "ver y creer", como dice el propio evangelista. Es necesario "arrodillarse" para contemplar el glorioso y victorioso desenlace, y así, comprender y creer. 

Hoy, dos mil años después, los cristianos seguimos albergando dudas e incertidumbres en nuestros corazones. Como seres sensibles, no terminamos de creernos la resurrección. Necesitamos ver y tocar y, por eso, no terminamos de alegrarnos gozosamente "del todo". Nos anuncian que Jesucristo ha resucitado y nosotros lo repetimos, pero realmente ¿nos inclinamos, vemos y creemos? 

Como siempre, el Resucitado se anticipa utilizando su divina pedagogía, a través de encuentros, apariciones y pruebas de su resurrección, para recobrar la debilitada fe de los discípulos (y también la nuestra): 

Jesús se aparece a María Magdalena (Mateo 28,1-10; Juan 20, 11-17), a Pedro y al resto de los discípulos (Juan 20, 19-23; 21,1-14; Lucas 24,30 y 43), a Pablo (1 Corintios 15,8) y a Juan (Apocalipsis 1,12-20); se deja tocar por Tomás (Juan 20,27), camina con los dos de Emaús e incluso nos reprende a todos nosotros por nuestra incredulidad, por no reconocerle: "¡Qué necios y qué torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" (Lucas 24,13-26). 
 
¿Acaso no se nos ha aparecido en multitud de circunstancias y de momentos a lo largo de nuestras vidas? ¿Acaso no se ha dejado tocar y abrazar por nosotros cuando la duda o el sufrimiento han aparecido en nuestras almas? ¿Acaso no le hemos escuchado reprendernos en la profundidad de nuestras conciencias?

Pero la resurrección de Jesucristo no es un simple "revivir" ni un "volver a la vida" como la de Lázaro, cuyo cuerpo fue restituido por el Señor a la vida ordinaria para volver a morir. Tampoco es una "reencarnación" a un cuerpo distinto ni una "resurrección espiritual del alma". 

Cristo resucitó con su mismo cuerpo (con las llagas de la pasión) aunque glorioso, el sepulcro quedó vacío y se apareció a muchos de sus discípulos en una situación distinta y con unas consecuencias diferentes.
Es una situación distinta porque Jesús "atraviesa" puertas cerradas (Juan 20,19 y 26) y penetra "corazones de piedra", pero sobre todo, porque no es reconocible a primera vista: no son ni María Magdalena, ni Pedro, ni Tomás, ni el resto de los apóstoles, ni los dos de Emaús, ni tú ni yo quienes reconocemos a Cristo. Es Cristo quien nos concede la gracia de reconocerle.

La resurrección no es una consecuencia para el propio Jesús sino que repercute en nosotros: Jesús destruye la sentencia de nuestra condena, recompone la amistad entre Dios y los hombres, y nos abre el acceso al cielo, la fuente de la vida divina.

Nos arrastra en su triunfo a todos los hombres para transformarnos a su imagen y semejanza, tal y como era el plan original de Dios Padre; nos libera de la esclavitud del pecado y de sus consecuencias: la muerte física y espiritual; nos devuelve nuestra libertad y dignidad como hijos de Dios; nos da luz y fortaleza, no para librarnos del sufrimiento terrenal, sino para sobrellevarlo y ofrecerlo a la voluntad del Padre, como hizo Él.
Pero además, nos brinda la oportunidad de tener un "encuentro" con Él haciéndose presente en nuestras vidas; nos reúne en torno a Él, en la Eucaristía, y nos promete que "estará siempre con nosotros hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20).

Restituye nuestra fe e inflama nuestro entusiasmo para que, inclinándonos, crucemos el umbral desde un acontecimiento impensable hacia un hecho absolutamente incuestionable; nos abre el camino del resentimiento al agradecimiento, de la duda a la fe, de la mente al corazón, de la vida mundana a la vida eucarística.

Es entonces cuando, reconociéndole, nuestro corazón arde y nos impele a anunciar infatigablemente la Buena Noticia:



¡¡JESUCRISTO HA RESUCITADO!!

MATEO, EL PUBLICANO QUE SIGUE A CRISTO

"Jesús vio a un hombre llamado Mateo,
que estaba sentado a la mesa 
de recaudación de impuestos,
y le dijo: 'Sígueme'.
Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa,
acudieron muchos publicanos y pecadores
y se sentaron a comer con él y sus discípulos"
(Mateo 9, 9)

Mateo (del arameo Mattai, "don de Yaveh", “regalo de Dios”), o Leví (nombre dado por Jesús), hijo de Alfeo y hermano de Santiago el Menor, vive en Capernaúm y muere como mártir en Etiopía. 

Es el único apóstol que no tiene por oficio el de pescador sino que es un publicano, es decir, un trabajador público al servicio del Imperio romano que cobra impuestos al pueblo de Israel. Los recaudadores de impuestos, considerados usureros y asimilados a las prostitutas, a los gentiles y a los pecadores (Mateo 18,17; Mateo 21,31-33; Mateo 9,10; Marcos 2,15, 16; Lucas 5,30) son odiados por los judíos puesto que Dios es el único a quien se debe pagar tributos u ofrendas y, por tanto, pagar impuestos a los hombres es infringir los derechos de Dios. 

Mateo es que es el autor del primer Evangelio y el primero que narra las enseñanzas de Jesús. Su Evangelio comienza con la narración de la genealogía humana de Jesús: "Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham" (Mateo 1, 1).
Así narra Mateo su propia vocación: "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mateo 9, 13). Aparece también en los otros dos sinópticos, pero nombrado como Leví. Marcos especifica: "Leví, hijo de Alfeo" (Marcos 2, 14) y Lucas, por su parte, subraya que la comida era "un gran banquete" que Leví ofreció a Jesús... en su casa" (Lucas 5, 27-28). 

En el himno de Laudes, "Præclara Qua", rezamos: "Oh Mateo, ¡qué riquezas tan grandes te prepara el Señor, que te llamó cuando estabas (...) apegado a las monedas!  A impulsos de tu amor ardiente te apresuras a recibir al Maestro (...)".

Tras su llamada, nada sabemos de Mateo por la Escritura, tan sólo vuelve a aparecer en las listas de los Doce: el octavo en la enumeración de los Hechos de los Apóstoles y en la del mismo Mateo (que cuando se nombra a sí mismo, aclara: "Mateo, el publicano"), y el séptimo en la lista de Marcos y en la de Lucas.

San Mateo
Predica la Palabra de Dios entre los partos y los persas, pero sobre todo, en Etiopía: allí vence a dos magos que se hacen adorar como dioses y a los dragones que los acompañan, y después resucita a la hija del rey Egipo (o Hegesipo). Por oponerse al matrimonio del rey Hirciaco con su sobrina Ifigenia, conversa cristiana por la predicación del Apóstol, sufre el martirio. 

Sacado de la visión de "los cuatro seres vivientes" de Apocalipsis 4 y de Ezequiel 1, la Tradición representa a Mateo como el del "rostro humano" y por ello, un hombre alado (o ángel) es el símbolo de su Evangelio. Habitualmente se representa a Mateo escribiendo acompañado por una figura de un hombre alado. 
Símbolo apostólico: tres bolsas de dinero.

Fiesta: 21 de Septiembre.

Patronode los banqueros, financieros, cambistas, inspectores de Hacienda, etc.

Muerte: a espada cuando oraba después de misa, al pie del altar. 

Atributos: una espada, una alabarda o un hacha. También es representado con un libro o un rollo. 

miércoles, 31 de marzo de 2021

JUDAS TADEO, EL DE LAS CAUSAS IMPOSIBLES

 

Hoy, miércoles santo, un grupo de cristianos de la parroquia Beata Maria Ana Mogas, acompañados por nuestro párroco D. Andrés, hemos visitado la parroquia de Santa Cruz en la calle Atocha de Madrid, donde se venera la imagen de San Judas Tadeo, apóstol y patrono de las causas difíciles, desesperadas o imposibles.

Allí le hemos puesto nuestras intenciones a los pies del apóstol, hemos participado en la Eucaristía (una de las seis que se celebran cada miércoles como agradecimiento por su intercesión) y después, hemos intercambiado algunas impresiones con su párroco, D. José Antonio.

La devoción popular a San Judas Tadeo comenzó hace más de treinta años como una reunión el último miércoles de cada mes para pedirle al santo, sobre todo, su intercesión para encontrar trabajo y para tener hijos quienes no pueden ser padres. 

La gran afluencia de personas que acudían a pedir la intercesión de San Judas (habitualmente, entre 7.000 y 15.000 personas cada miércoles) llegó a ser tan numerosa debido a los testimonios de milagros que fue necesario ampliar el rezo al santo a todos los miércoles del año y ubicar una talla más pequeña para que pudiera ser visitada (y tocada).
      
Judas Tadeo, del hebreo, יהודה, Yehuda, que significa alabanzas sean dadas a Dios. "Tadeo", es un término arameo que significa "valiente", "magnánimo", "hombre de pecho robusto". También es llamado "Lebbeo", que significa "hombre de corazón tierno". 

San Jerónimo le llama “Trinomios” que significa “hombre con tres nombres”. En Marcos 3,18 es llamado Tadeo. En Mateo 10,3 es llamado Lebeo. En Lucas 6,16 y Hechos 1,13 es llamado Judas el hermano de Santiago. También llamado Judas el Zelote o "hermano" (primo) del Señor, de Santiago, de José y de Simón (Marcos 6, 13; Mateo 13, 55). 

Hijo de Cleofás (Alfeo) y de María y hermano de Santiago el Menor, vivió en Galilea y predicó en Asiria y Persia, donde murió como mártir. Ocupa el último lugar en la enumeración de los Doce que figura en Hechos 1, 13.
Es considerado como uno de los apóstoles más judaizantes dentro del grupo de "los Doce". Según el Evangelio de Juan, fue testigo privilegiado de la Última Cena, durante la cual tuvo una participación activa explícita al preguntarle a Jesús “¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?” (Juan 14,22), y más tarde, de Pentecostés.

Predicó el Evangelio en Mesopotamia, en Edesa, cerca del Río Éufrates, donde sanó a varios y muchos creyeron. Luego marchó con Simón a Persia, donde ambos sufrieron juntos el martirio.

A menudo, se le representa portando una imagen de Jesús, a veces con forma de medallón, en el pecho, con una llama de fuego sobre su cabeza, significando su presencia en Pentecostés, y un rollo en representación de la carta apostólica que lleva su nombre, en la que se presenta a sí mismo como "servidor de Jesucristo" y "hermano de Santiago" (el Menor). 

Muerte: asesinado en el monte Ararat a manos de sacerdotes paganos que le aplastaron la cabeza con una maza para después, decapitarlo. 

Festividad: 28 de octubre.

Patrono: Armenia.

Patrón: de las causas difíciles.

Símbolos apostólicos: una maza o un hacha, un medallón con la imagen de Jesús, una llama de fuego sobre su cabeza y un rollo en la mano.

JUAN, EL DISCÍPULO AMADO

"Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María,
la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala.
Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería,
dijo a la Madre: 'Mujer, ahí tienes a tu hijo'.
Después dijo al discípulo: 'Ahí tienes a tu madre'.
Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa"
(Juan 19, 25-27)

Juan en hebreo, יוחנן Yohanan ("el Señor es misericordioso"), apodado Boanerges "Hijo del Trueno"hijo de Zebedeo y Salomé, hermano de Santiago el Mayor, discípulo de Juan el Bautista y primo de Jesús, es "el discípulo amado" autor del Cuarto Evangelio, de tres Cartas Apostólicas y del Apocalipsis.

Pescador de oficio, vive en Betsaida, Capernaúm y Jerusalén. Es miembro del Círculo Interno participa con Pedro y Santiago de los episodios más significativos de la vida de Jesús. 
Está con María "junto a la cruz" (Juan. 19, 25-27), y es testigo junto a Pedro del sepulcro vacío: "vio y creyó" (Juan 20, 8). 

Está con Jesús en todas las ocasiones especiales: en la Última Cena con su cabeza recostada en el pecho del Señor (por ello es llamado en griego "Epistehios": el que está sobre el pecho), en la resurrección de la hija de Jairo, en la transfiguración de Jesús, y en el huerto de Getsemaní. También es testigo privilegiado de las apariciones de Jesús resucitado y de la pesca milagrosa en el Mar de Tiberíades.

Está con Pedro: los Hechos de los Apóstoles le nombran siempre muy cercano al apóstol en varias ocasiones en las que ambos aparecen asociados (especialmente su visita al sepulcro vacío de Juan 20, 1-10). Le acompaña tanto en la predicación inicial en el Templo de Jerusalén (donde, apresados, llegaron a comparecer ante el Gran Sanedrín por causa de Jesús), como en su viaje de predicación a Samaria. 
Pablo lo menciona como una de las "columnas de la Iglesia" (Gálatas 2, 9). Es llamado "el Teólogo" por la profundidad de su Evangelio, diferente en muchos aspectos de los sinópticos.

Vive primero en Antioquía y luego en Éfeso. San Ireneo, hacia el año 75 d. C. escribe: "Juan, el discípulo del Señor, el mismo que descansó sobre su pecho, publicó también el evangelio cuando se encontraba en Éfeso"

Predica en las siete iglesias de Asia Menor. Luego viaja a Roma, donde por orden del emperador Domiciano, ya cerca de los noventa años de edad, es arrojado en aceite hirviendo cerca de la Puerta Latina. Sale indemne del suplicio y es desterrado a la isla de Patmos, donde escribe el Apocalipsis. Fallece a finales del siglo I, de muerte natural.

Hombre de acción, de temperamento explosivo y corazón intolerante. De familia prominente, su padre contrataba sirvientes en su negocio pesquero (Marcos 1,20)
Muerte: Natural.

Festividad: 27 de diciembre.

Patrono: Turquía.

Patrón: libreros, escritores, editores, encuadernadores y teólogos.

Símbolo apostólico: un cáliz con una serpiente, un libro, un águila, una esmeralda. 

lunes, 29 de marzo de 2021

PEDRO, PIEDRA DE LA IGLESIA

"Jesús les preguntó: 'Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?'.
Pedro contestó: 'Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo'. 
Jesús le replicó: 'Dichoso eres, Simón, 
porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, 
sino mi Padre que está en los Cielos. 
 Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro, 
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; 
los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. 
(Mateo 16, 15-18)

Simón Pedro, hijo de Jonás y hermano Andrés, casado y pescador de oficio (1 Corintios 9,5), es el miembro más destacado de los doce amigos íntimos de Jesús. Nace en Betsaida y se establece en Capernaúm, donde vive con su suegra

Galileo de rasgos rudos, barba corta y tupida, y pelo ensortijado. Pescador de carácter recio y brusco, a la vez que sencillo generoso. Su temperamento impulsivo e impetuoso le ocasiona algunas reprimendas del Maestro y, aunque tiene momentos de debilidad, es siempre leal e íntegro, lo que le hace ganarse una especial predilección por parte de Jesús. 
Conocido por tres nombres: en el idioma común (griego) fue Simón, πέτρος, Petra (Marcos 1,16; Juan 1,40, 41), mientras que el idioma familiar (hebreo) fue Cefas, ܟ݁ܺܐܦ݂ܳܐ, Keepa (1 Corintios 1, 12; 3,22; 9,5 y Gálatas 2,9). Cuando la Biblia se traduce al latín, su nombre queda definido como PedroPetrus. Los tres nombres significan "roca"o "piedra". 

Líder y portavoz de los apóstoles durante los quince años posteriores a la muerte de Jesúses también conocido como el "Príncipe de los apóstoleso "Pescador de hombres", en razón de la misión que le confía el propio Jesucristo. Es el primero que confiesa a Jesús declarándolo Hijo del Dios VivoEs quien pregunta al Maestro el significado de la parábola en Mateo 15,15, sobre cuánto debemos perdonar o cuál es la recompensa para todos aquellos que siguen a Jesús. 

Pedro es testigo de la Transfiguración en el monte Tabor, del lavatorio de los pies durante la Última Cena, de la resurrección de la hija de Jairo, de la agonía del Señor en Getsemaní, de la desaparición del cuerpo de Jesús del sepulcro en Su Resurrección y de la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés. 

Es el primero a quien se le aparece Jesús resucitado y también está presente en Su Ascensión a los cielos. Niega al Señor tres veces y es a quien Cristo le pregunta tres veces si le ama, entregándole las llaves del Reino. 

Es el primer apóstol que realiza un milagro público: la curación de un hombre a las puertas del templo de Jerusalén (Hechos 3,1-10) y en otra ocasión, la resurección de una mujer (Hechos 9,36-43).

Conoce a Pablo, apóstol de los gentiles, cuando éste visita Jerusalén durante quince días (Gálatas 1,17-18)En el 42-44 d.C. es encarcelado por el rey Herodes Agripa I y liberado milagrosamente por un ángel. Huye de Jerusalén para marcharse a "otro lugar" (Hechos 12,1-18), donde continúa su apostolado por Siria, Asia Menor y Grecia. En Antioquía funda una Iglesia de la que es Obispo (Juan 21, 15-19).

En el año 50-51 d.C. asiste, junto con Pablo y Santiago, al Concilio de Jerusalén (Hechos 15, 1-11) y más tarde, se traslada a Roma para continuar su apostolado y establecer la futura sede del Papado. Allí, en la capital imperial, mientras Lucas recoge los viajes apostólicos de Pablo, que luego sería el libro de los Hechos de los Apóstoles, Marcos recoge la predicación de Pedro, que luego sería el Evangelio de San Marcos.

Es, a todos los efectos, el Primer Papa de la Iglesia Católica y Apostólica (Mateo 1, 18-19) y se le representa con una cruz a modo de báculo pastoral, tradición que explica Santo Tomás de Aquino: "el Romano Pontífice no usa báculo, porque Pedro lo envió para resucitar a uno de sus discípulos, que después fue consagrado obispo de Tréveris. Y también para manifestar que no tiene una potestad restringida, lo cual significa la curvatura del báculo" (Suma Teológica, Parte III, cuestión XL, artículo VII, respuesta a la objeción 8ª). 
A menudo, la iconografía representa a Pedro (con las llaves) junto a Pablo (con espada), con quien tiene varias controversias y con quien, a su vez, comparte la fiesta del 29 de junio, cuyo origen es el tralado de los restos de ambos apóstoles a un mismo lugar de culto, en la Vía Appia, hacia el año 254, antes de que cada apóstol tenga su propio templo (primero, Pablo en la Vía Ostiense y luego, Pedro en la Colina Vaticana). 
Ambos mueren mártires en Roma prácticamente a la vez, hacia el año 67 d. C., en tiempos del emperador Nerón. Mientras que Pablo es decapitado, Pedro es condenado al suplicio de la cruz, pero considerándose indigno de ser crucificado como su Maestro, pide ser martirizado cabeza abajo. 
Su tumba se encuentra debajo del Altar de la Confesión, en la Basílica de San Pedro, erigida en el siglo IV por el emperador Constantino.

Escribe las dos epístolas del Nuevo Testamento que llevan su nombre en las que existe una gran similitud de modos, expresiones y enseñanzas con las cartas de San Pablo: concisas y elevadas, enérgicas y vehementes, densas en sentencias y dulces a la vez:

-La 1 Pedro está escrita en griego (hacia el 64 d. C.) y es una exhortación dirigida a los judíos del Ponto, de Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. En ella habla sobre la vocación y dignidad del cristiano, sobre la obediencia y respeto debidos a las autoridades, sobre el amor entre hermanos y hacia los enemigos; sobre la pureza y santidad del cristiano en general, y del pastor en particular. Aunque Pedro dice escribirla desde Babilonia, se refiere (como Juan en el Apocalipsis), a Roma. 

-La 2 Pedro, escrita unos meses después (o quizás uno o dos años más tarde), es continuación de la primera y dirigida a los mismos destinatarios, aunque aporta mayor impetuosidad, belleza literaria y riqueza en metáforas. Recuerda los principios generales de la doctrina recibida, exhorta a la práctica de las virtudes, condena a los falsos maestros y acusa a los que buscan desacreditar el Evangelio de Cristo.

Es el apóstol más citado en el Nuevo Testamento, tanto en los Evangelios como en las cartas de San Pablo y en los Hechos de los Apóstoles.

Patronazgo: Patrono de los pescadores, de constructores y fabricantes de ladrillos, porteros, fabricantes de llaves y relojeros. Patriarca de la Iglesia Católica.

Santuario: Basílica de San Pedro, Ciudad del Vativano.

Símbolos apostólicos: Triple tiara con las llaves cruzadas (dorada, representando el cielo y plata, representando la tierra) que conforma el escudo papal. También con una Cruz invertida y llaves cruzadas, o con un Gallo y llaves cruzadas: