Y que nos dirigen hacia una lucha
espiritual orante y perseverante del pueblo de Dios contra una fuerza mundana y anti-divina, es decir, el
Anticristo.
Un manual hacia la felicidad
Apocalipsis no significa tanto “catástrofes”, “plagas”, "bestias" y “suplicios”. A lo que se refiere San Juan es, sobre todo, a la catástrofe espiritual interior, la que sucede en nuestro corazón.
Cristo nos llama a una verdadera llamada a la conversión para desechar la esclavitud del Imperio del mal (del mundo, de la Bestia, del Dragón...), descartar la confianza en nuestras propias fuerzas y engendrar la fe en Jesucristo en nuestro corazón, y provocar el nacimiento del reino de los cielos en él.
San Juan nos revela que algo
importante está a punto de suceder. Y va a suceder en nosotros: un gran cambio. El gran cambio (catástrofe) que
nos propone San Juan es acoger e instaurar en nuestro corazón el reino de los Cielos, la Nueva Jerusalén.
El Apocalipsis es el manual para
encontrar la felicidad, a través de la santidad. Es el camino que nos conduce a la santidad, a entrar en la ciudad celeste, la Nueva Jerusalén, el Reino de los Cielos, conocer al nuevo Rey y dejarnos desposar por Él.
El libro contiene 7 Bienaventuranzas, es
decir, pautas para ser feliz. Comienza con una, al principio
(Apocalipsis 1,3) y otra al final (Ap. 22,7):
1ª: Bienaventurado (dichoso/feliz/santo) el que lee y escucha (quien interioriza lo que Cristo dice) las palabras de esta profecía y observa su
contenido, porque el tiempo está cerca (porque si lo hacemos, el reino de los cielos se instaura inmediatamente en nuestros corazones.
Por eso va a acontecer pronto,
por eso el tiempo está cerca. En el momento en que “leamos y escuchemos con el
corazón”, en el momento en el que le “abramos la puerta a Cristo”.
2ª: Bienaventurado (dichoso/feliz/santo) el que guarda la palabra de la profecía de este libro.
Un modelo perfecto de perseverancia
San Juan no utiliza casualmente
la frase “Leer, escuchar y guardar”. Lo hace refriendo a la "Mujer vestida de sol", a la Virgen María, como nuestro modelo perfecto de perseverancia.
Nuestra Señora escuchaba, meditaba y guardaba la Escritura en su corazón. Conociendo perfectamente el Antiguo Testamento, confrontó éste con su vida, y de ahí encarnó en su seno la Palabra, es decir, al mismo Jesucristo.
La Virgen encarnó espiritualmente a Jesucristo antes de hacerlo físicamente.
A eso estamos llamados nosotros,
a confrontar estas palabras del Apocalipsis con nuestra vida y así, encarnar a
Jesucristo en nuestro seno, a instaurar al reino de los cielos en nuestro corazón.
Este es el cambio que Jesucristo, haciéndonos entender mejor la simbología por medio de su Madre, nos propone.
El Apocalipsis debemos leerlo y escucharlo, invocando al Espíritu Santo para hacerlo con el espíritu con que fue escrito, agarrarnos a las manos de la Virgen Santísima, que nos invita a seguir su modelo perfecto, y así, nos iluminará el camino para guardarlo en nuestro corazón.
Sólo así, se podrá cumplir la promesa hecha por La Virgen María en Fátima: "Al fin, mi Inmaculado corazón triunfará".
Una visión mística y litúrgica
El Apocalipsis cita o parafrasea frecuentemente al Antiguo Testamento y utiliza muchos símbolos de su lectura. Pero, fundamentalmente, nos habla de la liturgia.
En algunos puntos, pareciera como si la intención del autor fuera que se leyera el libro en comunidad, con un lector que haga las
veces de Cristo, otros haciendo las veces de otros personajes, y el resto de la
comunidad respondiendo en las partes que les correspondan
(alabanzas, doxologías, oraciones, peticiones, etc. Por ejemplo: Ap.
1,1-8; Ap. 4-5; Ap. 11,15-19; Ap. 22,14-21,
etc.
De hecho, tomando como contexto el "Día del
Señor", en que el autor dice haber recibido la visión (Ap. 1,9-10),
puede verse una imagen de una liturgia cristiana primitiva en todo el
libro. La parte penitencial (la que pide y mueve a conversión) serían
las cartas a las Iglesias (Ap. 2-3), mientras que el resto del
libro hablaría a la comunidad sobre la necesidad de hacerse actora en la
historia, llena, sí, de malos momentos, pero siempre acompañada del Cordero.
Prácticamente todos los elementos de la celebración
del sacramento de la Eucaristía en la Iglesia Católica son
tomados de una u otra forma de figuras del Apocalipsis,
convirtiendo así al libro en una especie de guía figurada de la liturgia cristiana primitiva.
La liturgia se ve reflejada en muchos símbolos a lo largo de los pasajes del libro. Por ejemplo, las
oraciones. Al inicio éstas se presentan ante el trono de Dios en
copas (Ap. 5,7-8), tal vez inmerecidas, pero purificándolas
un ángel con incienso, adquieren su valor y su fuerza verdaderos
(Ap. 8,3-5). Y precisamente estas mismas copas son las que
posteriormente llevan ahora la furia de Dios (septenario de las copas),
una respuesta a las oraciones de los cristianos (los consagrados y los santos
que elevaron en un principio sus oraciones).
Scott Hahnn, escritor, teólogo, biblista y apologista católico converso estadounidense, en su libro "La Cena del Cordero" (Editorial Patmos, 2001), explica la celebración de la Eucaristía a la luz del Apocalipsis, y ofrece claves litúrgicas que iluminan el sentido de este último libro del Nuevo Testamento: Culto dominical (1,10), Sumo sacerdote (1,13), Altar (8, 3-4; 11,1; 14,18), Sacerdotes (4,4; 11,16; 14,3; 19,4), Ornamentos (1,13; 4,4; 6,11; 7,9; 15,6; 19,13-14), Célibes consagrados (14,4), Candeleros (1,12; 2,5), Penitencia (2,3), Incienso (5,8; 8,3-5), Libro (5,11), Hostia (2,17), Cáliz (16,15; 21,9), Señal de la Cruz (7,3; 14,1; 22,4), Gloria (15, 3-4), Aleluya (19,1; 3; 4,6), Levantemos el corazón (11,12), Santo, Santo, Santo (4,8), Amén (19,4; 22,21), Cordero de Dios (5,6), Virgen María (12,1-6 y 13-17), Intercesión de ángeles y santos (5,8; 6,9-10; 8,3-4), Arcángel Miguel (12,7), Antífonas (4,8-11; 5,9-14; 7,10-12; 18,1-8), Lecturas de la Escritura (2; 3; 5; 8, 2-11), Sacerdocio de los fieles (1,6; 20,6), Catolicidad (7,9), Silencio meditativo (8,1), Cena nupcial del Cordero (19,9-17).
También, en otro libro suyo "La cuarta copa" (Editorial Patmos, 2018) Hahnn nos desvela el misterio de la última cena y la cruz. Nos muestra la importancia crucial de la Pascua en el plan de salvación diseñado por Dios, donde la cuarta copa de vino, al final de la celebración, proporciona una clave fundamental para entender el misterio.