Hoy comenzamos nuestras merecidas vacaciones en familia y en la playa.
Las vacaciones son un momento idóneo para reponer fuerzas físicas, psíquicas y espirituales; nos devuelven la libertad interior que el ajetreo de la rutina diaria nos quita a lo largo del año; nos devuelven, por unas semanas, la tranquilidad que nos es arrebatada por las esclavitudes y deberes mundanos.
Y...la idea de no hacer nada nos tienta.
Y...la idea de no hacer nada nos tienta.
Pero qué mejor ocasión de tranquilidad y sosiego, donde la familia está reunida como primera célula de comunidad cristiana, para poder reflexionar y buscar juntos al Señor.
Estrechar mucho más los lazos familiares, crecer en comunicación entre sus miembros y ayudar a aquel que más lo necesite; para "orar en bañador", para "broncearnos de Dios", para mirar a Jesús con las gafas de la fe, recibirle en chanclas y celebrar con Él en el "chiringuito".
Estrechar mucho más los lazos familiares, crecer en comunicación entre sus miembros y ayudar a aquel que más lo necesite; para "orar en bañador", para "broncearnos de Dios", para mirar a Jesús con las gafas de la fe, recibirle en chanclas y celebrar con Él en el "chiringuito".
Las vacaciones no son un tiempo fuerte de meditación y arrepentimiento, como lo son el adviento y la cuaresma. Sin embargo, nos podemos acercar a Dios en la tranquilidad de nuestro descanso. Todo descanso viene de Dios.
Hagamos que nuestras vacaciones sean un espacio “de regeneración para el cuerpo y el espíritu; una oportunidad para descansar en el Señor y regresar pletóricos.
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