¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

domingo, 26 de julio de 2015

SALGAMOS DE EGIPTO





Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y durante 40 años deambuló por el desierto hasta llegar a la tierra prometida. 

Pero de Egipto a Canaán hay tan sólo 390 kilómetros, lo que quiere decir que si hubieran caminado 13 kms al día, habrían tardado en llegar aproximadamente un mes. 

Entonces, ¿por qué tardaron 40 años?

Casi todo su retraso vino motivado por su rebelión y desobediencia:

Al salir de Egipto se enfrentaron a Moisés, inquiriéndole que preferían seguir siendo esclavos a sufrir en el desierto (Éxodo 14,11-12). Vamos, que no les compensaba la tierra prometida si tenían que sufrir. 

Murmuraron por no tener comida en el desierto y Dios hizo llover maná del cielo hasta saciarlos (Éxodo 16,1-5). 

Fabricaron y adoraron un becerro de oro al pensar que Moisés los había abandonado en el Sinaí (Éxodo 32,1-6). 

Más tarde, a las puertas de la tierra prometida, el pueblo se rebeló y decidió no entrar.

El libro del Éxodo es el paradigma para nosotros y para nuestra vida, hoy : salida/conversión, desierto/misión, tierra prometida/Reino de los Cielos.

Estamos llamados a salir de las esclavitudes de nuestra sociedad y pasar por la prueba del desarraigo; por el difícil trance de cruzar el estéril desierto con sus dificultades y tentaciones; y a confiar en Dios más que en nuestras expectativas o comodidades. 

Nadie dijo que ser cristiano fuera fácil, ni que no fuéramos a encontrar problemas en el camino. 

Pero tampoco debemos buscar afanosamente nuestras expectativas ni intentar sólo confiar en nuestras fuerzas; tampoco buscar atajos o, peor aún, anhelar nuestra propia comodidad. 


Dios nos dice que nunca nos abandona, que siempre está ahí; Él nos lleva, si le dejamos, claro. Y nos lleva a través del desierto, no para quedarnos allí, sino como una etapa transitoria (nuestra vida) donde formarnos y aprender para alcanzar su promesa.

Dejarle que nos lleve significa obediencia y sumisión, fe y confianza, optimismo y esperanza. Significa decir no al egoísmo y al orgullo, a la envidia y a la rebeldía, a la queja y el resentimiento.

¿Preferimos quedarnos en Egipto? o ¿Caminar hacia la Tierra Prometida, aún a pesar de tener que atravesar desiertos?


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