¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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miércoles, 31 de julio de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (1): ¿HABÉIS ENTENDIDO ESTO?

"En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar 
y recoge toda clase de peces: 
cuando está llena, la arrastran a la orilla, 
se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final de los tiempos: 
saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 
y los echarán al horno de fuego. 
Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?».
Ellos le responden: «Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos 
es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí"
(Mt 13,47-53)

Otro año más volvemos a pasear junto a Jesús por la orilla del mar para dejarnos interpelar por su sabiduría, por su luz, por su palabra, de tal forma que, "meditando en chanclas", arda nuestro corazón mientras nos explica las Escrituras a través de parábolas.

La parábola de hoy (recogida sólo por san Mateo) es la conclusión de una serie de ellas sobre el Reino de Dios, y con las que el Maestro nos "abre el entendimiento": el sembrador, la cizaña, el grano de mostaza, el fermento en la masa, el tesoro y la perla encontrados, y finalmente, la red y la pesca.

La historia de hoy les es muy familiar a los galileos ya que son un pueblo de pescadores. Jesús habla de su trabajo. Describe la faena pesada y fatigosa de la pesca, y la consiguiente clasificación de lo obtenido en la orilla. 

Utilizando este símil tan conocido por los discípulos, Jesús se pone en "modo escatológico" para explicar la distinción entre el bien y el mal que sucederá al final de los tiempos. Se lanza la red, se recoge cuando está llena, se lleva a la orilla la pesca y se separa: los peces buenos se colocan en cestos y los malos se tiran al mar.

Nuestra libertad, el precioso don otorgado por Dios, puede convertirnos en peces buenos o malos, en trigo o en cizaña. Es decisión nuestra. Y mientras elegimos, Dios espera pacientemente a que todos lleguemos a la orilla como peces buenos, por eso nos da tiempo. Nunca se cansa de esperarnos. Nunca pierde la esperanza. Nunca deja de amarnos.

La paciencia de Dios es parte importante de su pedagogía divina y vehículo que posibilita nuestra salvación, porque si Dios fuera un Dios irascible e impaciente, castigador y vengativo (como algunos indocumentados creen) ninguno nos salvaríamos. 

Es la propia Palabra de Dios, el propio Cristo quien interpela a cada hombre con su fuego purificador (Lc 12,49) y hace que cada uno se posicione. No es Dios quien juzga ni quien decide quien es pez bueno o malo, trigo o cizaña, sino que es el propio ser humano en el libre uso de su voluntad quien lo determina.

Cuando nos posicionamos y elegimos el bien, cuando nacemos al hombre nuevo y dejamos el viejo atrás, estamos llevando a cabo nuestro propio "fin del mundo".

Cuando abandonamos el mal (el mar, el caos), nos insertamos en la red (la Iglesia) y en la orilla (los sacramentos), nos introducimos en el cesto (de la salvación), estamos anticipando nuestro propio "juicio final". 

La pregunta del millón es ¿qué quiero ser? o ¿qué disposición tengo para llegar a ser un pez bueno? ¿quiero crecer y madurar espiritualmente? o ¿me acomodo y me conformo con ser un pez no apto? ¿selecciono lo que me sirve, lo bueno, y desecho lo malo? o ¿todo me vale?

No puedo ser neutral, ni ambiguo ni tibio ni mediocre: o elijo el bien o elijo el mal (Ap 3,16). Jesús nos insiste: "¿Habéis entendido todo esto?".

Jesús recalca su enseñanza con dos imágenes muy fuertes que los discípulos entendían perfectamente: 
  • Horno de fuego: referencia al "vertedero" con fuego permanente donde se quemaba la basura en las afueras de la ciudad existían.
  • Llanto y rechinar de dientes: referencia a la angustia física y espiritual del pueblo de Israel tras la destrucción de Jerusalén y del Templo, y el exilio a Babilonia (Is 22,12; Lam 1,2.16; 2,11; Sal 112,10). 
Por eso, contestan con un rotundo "sí" a la pregunta de Jesús.

Ambas expresiones son símbolo de desolación y agonía, de impotencia y angustia ante la incapacidad para tomar decisiones por propia voluntad. Son símbolos de destrucción eternasin ninguna posibilidad de resurrección. Pero no son castigos de Dios sino consecuencias del pecado, que nos convierten en peces malos y nos excluimos nosotros mismos, lanzándonos de nuevo al mar, al caos.

Jesús nos insiste: "¿Habéis entendido todo esto?".

Parece que el Señor mira las caras circunspectas de los discípulos (las nuestras) y les (nos) regala otra comparación: la de un converso (escriba) con "un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo"... y ¿qué hace un padre de familiatransmite el "tesoro de la sabiduría familiar" a sus hijos, es decir, la riqueza de la fe, los valores cristianos y las costumbres de la vida que ha recibido y aprendido de sus padres. 

Jesús se está refiriendo también a algo que nuestro hermanos protestantes niegan: la necesidad y la validez de la Tradición de la Iglesia. La Palabra de Dios se hace presente en la Tradición a través del Magisterio de la Iglesia. Lo que hoy es Tradición, mañana es Magisterio. 

Desde el inicio de la Iglesia, los apóstoles y, más tarde, los discípulos de los apóstoles (padres apostólicos, padres apologistas, teólogos...) conservaron, custodiaron y transmitieron la Tradición recibida directamente de Cristo a través del Magisterio, mediante su predicación y enseñanza a todas las iglesias cristianas.

El Señor quiere que sus discípulos seamos pescadores de hombres, que seamos transmisores de su mensaje, que seamos "padres de familia" que enseñen lo antiguo y lo nuevo, la Tradición del pueblo de Dios y la novedad de Cristo, la antigua alianza (Antiguo Testamento) y la nueva y definitiva (Nuevo Testamento).

Así pues, Palabra de Dios, Tradición y Magisterio son las bases de la vida cristiana.  

¿Hemos entendido todo esto?


JHR

viernes, 16 de abril de 2021

PESCAR CON REDES ROTAS

"Paseando junto al mar de Galilea 
vio a dos hermanos, 
a Simón, llamado Pedro, 
y a Andrés, 
que estaban echando la red en el mar, 
pues eran pescadores.
Les dijo: Venid en pos de mí 
y os haré pescadores de hombres" 
(Mt 4,18-19)

Jesús nos invita a seguirle, a ir en pos de Él para hacernos "pescadores de hombres". Y para afrontar este nuevo "oficio", el Señor nos enseña cómo pescar en su nombre con nuestras "redes". 

Pero no siempre es momento de "faenar", no siempre se dan las condiciones óptimas para la pesca, bien porque hay tormenta, porque el mar impide zarpar, porque no tenemos las redes preparadas o porque están rotas. 

Es entonces cuando el Patrón del barco decide que no zarpemos y se cumple el dicho de que "cuando los pescadores no pueden zarpar, arreglan las redes"

A veces, es momento de "preparar" las redes, doblándolas, limpiándolas y remendándolas:

Doblar las redes significa evaluar métodos y planificar estrategias para poder desplegar las redes con mayor facilidad en la próxima jornada de pesca. Espiritualmente hablando, significa rezar. Sin la oración toda pesca es infructuosa.

Limpiar las redes significa subsanar errores cometidos, reconocer y purificar actitudes poco caritativas. Espiritualmente hablando, significa ser humildes. Sin humildad, cualquier tarea evangelizadora está abocada al fracaso.

Remendar las redes significa arreglar las relaciones rotas o dañadas, recomponer la unión y tensión de las redes o los peces se escaparán. Espiritualmente hablando, significa obedecer. Sin la obediencia cualquier tarea en común es inútil.

No se trata de salir a pescar de cualquier forma o con cualquier aparejo. Para que la pesca sea efectiva, nuestras manos tienen que estar dispuestas a tirar conjuntamente de las redes, nuestras mentes tienen que ser dóciles a las órdenes del patrón y nuestras redes tienen que estar perfectamente unidas, plegadas y limpias.

Cuando las redes están rotas nos ocurre como a los discípulos, pretendemos volver a nuestras "faenas de pesca" sin contar con el Patrón (Juan 21,3). Pedro, Tomás, Natanael y los Zebedeos (Santiago y Juan) "deciden" ir a pescar. Y aunque eran pescadores experimentados y sabían de sobra lo que tenían que hacer, no pescaron nada.

En la evangelización, nos ocurre a veces lo mismo: queremos ser autosuficientes, nos sentimos capacitados, nos creemos expertos, nos consideramos idóneos. ¡Cuántas veces pretendemos coger el timón y asumir el mando sin el permiso del Patrón! ¡Cuántas veces queremos dirigir el barco sin tener ni rumbo ni dirección! ¡Cuántas veces optamos por salir al mar sin tener las redes preparadas o incluso, rotas! 
Nuestras redes suelen romperse por orgullo: cuando no dejamos a Dios ser Dios, cuando pensamos que podemos hacerlo todo solos, cuando nos creemos sabios y veteranos en la "faena", o incluso, también cuando tememos a la tempestad, a las dificultades, cuando nos falta fe en Cristo.

Nuestras redes suelen enredarse por vanidad: cuando tenemos motivaciones incorrectas, cuando buscamos reconocimiento y prestigio, cuando nos dejamos llevar por las distracciones, cuando estamos demasiado pendientes y ocupados en nuestras cosas, cuando entablamos disputas y divisiones que conducen al desánimo y al abandono.

Cristo es el fundamento de la evangelización. Su gracia es lo que une y cohesiona nuestras redes. Sin el Espíritu Santo, nuestras están redes rotas y no sirven para pescar. 

Sin oración, nuestras redes estarán enredadas y no podrán desplegarse. Sin humildad, nuestras redes estarán llenas de suciedad, de orgullo, de activismo, de mundanidad. Sin obediencia, nuestras redes estarán rotas, divididas, inservibles. 

¡Reparemos nuestras redes rotas!




JHR

viernes, 26 de abril de 2019

ME VOY A PESCAR

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"Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo; 
Natanael el de Caná de Galilea; 
los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. 
Simón Pedro les dice: 'Me voy a pescar',
Ellos contestan: 'Vamos también nosotros contigo'.
Salieron y se embarcaron; 
y aquella noche no cogieron nada. 
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla;
 pero los discípulos no sabían que era Jesús. 
Jesús les dice: 'Muchachos, ¿tenéis pescado?'. 
Ellos contestaron: 'No'.
Él les dice: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis'.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. 
Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: 'Es el Señor'."
(Juan 21, 1-14)

Como cada día, meditando el Evangelio, me he sentido interpelado cuando me he visto plenamente reflejado en los discípulos. 

Y es que todos somos Pedro, cuando decimos "me voy a  pescar, me voy a servir". Todos somos los discípulos, cuando decimos: "nosotros también vamos a servir contigo"Y así, una vez que hemos decidido "salir", nos "embarcamos" para "pescar". 

Sin embargo, y aunque nuestro servicio es (o debería ser) para la gloria de Dios y el bien de las almas, a menudo, nos empeñamos en hacerlo según nuestras propias ideas, para nuestra gloria personal o para nuestro propio disfrute espiritual, y amparados únicamente en nuestros talentos, fuerzas y capacidades.

Remamos y bregamos todo el día y toda la noche, y no logramos pescar nada. Tratamos de pescar en "nuestras aguas", con "nuestras redes", con "nuestras barcas", desde "nuestros lados", y no pescamos nada.

Creemos saber lo que tenemos que "hacer", porque somos veteranos y, sin embargo, olvidamos lo que tenemos que "ser", porque somos orgullosos.

Creemos estar sirviendo a Dios, porque lo hemos hecho muchas veces y, sin embargo, ni siquiera le preguntamos cómo ni le consultamos dónde. 

Creemos ser unos buenos apóstoles, porque evangelizamos y, sin embargo ni siquiera trabajamos en Su nombre o conforme a Su mensaje, sino a "nuestra manera".

Imagen relacionadaPescar implica que nosotros desaparezcamos, que pasemos desapercibidos, que escuchemos a Dios para que el mundo le vea a Él, le escuche a Él.

Pescar significa dejarnos aconsejar por el Maestro Pescador cuándo, cómo y dónde debemos echar las redes (sus redes) para que la pesca (su pesca) sea abundante.

Pescar conlleva dejarlo todo (ideas, comodidades, gustos, manías, apegos),  renunciar a todo, desprenderse de uno mismo para seguir a Cristo, para reconocer al Señor.

¿Nos vamos a pescar?

viernes, 7 de septiembre de 2018

PESCADORES DE HOMBRES

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"Venid conmigo y os haré pescadores de hombres"
(Mateo 4, 19)

¡Pescadores de hombres! ¡Qué maravilloso oficio al que Jesús nos recluta!

Cristo utiliza dos imágenes para ilustrar nuestra tarea como seguidores suyos: la de pescadores y la de pastores. Ambas son una prueba de la continuidad del Nuevo Testamento con el Antiguo y nos enseñan con claridad lo que Dios quiere de nosotros.

En el antiguo Testamento, las ovejas personifican a los hombres mientras que en el Nuevo Testamento, los peces representan a las almas. Los pastores son los sacerdotes mientras que los pescadores somos los discípulos de Cristo, sus apóstoles. El redil representa la Iglesia mientras que el mar representa el mundo. Las ovejas perdidas son las personas alejadas de Dios mientras que los peces son las personas que aún no conocen a Jesús. La red simboliza la Palabra de Dios, y es el Espíritu Santo quien proporciona el lugar y la manera de pescar.

Jesús nos enseña que, donde el hombre se da por vencido y asume su pecado, allí es donde Dios comienza a obrar para su gloria. Nos dice "Venid conmigo", es decir, que le acompañemos, que no estamos solos, que Él está con nosotros. 

Nos dice dónde, cuándo y cómo pescar, es decir, nos muestra cuál es el tiempo de Dios y el lugar donde obra, dónde tenemos que echar las redes, que están diseñadas para pescar muchos peces y obtener una gran pesca, siempre y cuando confiemos en Dios. 

Pero antes de todo, Cristo nos prepara y nos capacita para que luego, nosotros preparemos a otros y así sucesivamente. De esta forma, seremos eficaces y efectivos en nuestra labor de alcanzar las almas para Él.

Porque Jesús sabe que no podemos solos con esta tarea, nos muestra que debemos confiar y esperar a recibir el poder de Dios, que es el Espíritu Santo, quien nos reviste de poder y nos dice dónde y cuándo lanzar la red (dónde y cuándo predicar Palabra de Dios, el Evangelio).

Pero además, nos insta a dejarlo todo e ir pos de él. Para seguir a Cristo es necesario tomar la decisión de dejar muchas cosas atrás, aunque nos creamos profesionales de la pesca. Nos llama a ir "mar adentro", a profundizar, penetrar en el mundo para acceder a la gran pesca.

Se trata de dar a nuestra vida un enfoque distinto. Jesús quiere nuestro compromiso y busca hombres y mujeres que quieran prepararse y seguirle: Evangelizar es nuestra principal misión. No podemos confiar en nuestros conocimientos humanos y quedarnos en la orilla pensando que, después de estar toda la noche intentándolo, no seremos capaces de hacerlo por la mañana. Debemos "dejarlo todo" y seguirle.
Pescadores de hombres
Dejar todo por seguir a Jesús no significa que abandonemos completamente todo, familia, amigos, trabajo..., sino dar prioridad en nuestra vida al Reino de Dios, es decir, que Jesús sea lo primero, y luego lo demás. No dejar de servirle para ocupar nuestro tiempo y esfuerzo en otras cosas. Ponerle a Él primero y luego atender lo demás.

La pesca ordinaria es muy distinta a la "gran pesca" a la que Dios nos llama. En la pesca ordinaria, el pescador busca su provecho, y no el de los peces porque los vende para subsistir; el pastor apacienta y custodia el rebaño porque le proporciona leche y lana. 

Sin embargo, en la "gran pesca" es el pescador el que sirve al pez y cuyo objetivo es recuperar peces, es decir, salvarlos del pecado y de la muerte, de las olas, de la noche, del frío, de los depredadores; es lanzar un salvavidas a quienes se debaten en el mar tempestuoso y frío del mundo. 

Dios nos llama a unos a ser pastores que cuiden, apacienten y den la vida por sus ovejas, y a otros, pescadores que recuperen peces y los salven. En la Iglesia nadie es pescador o pastor al principio. Jesucristo es el único que es pescador y pastor. Antes de ser pastores o pescadores de hombres, todos hemos sido llamados o pescados, todos hemos sido recuperados por Él. Incluso, muchos de nosotros somos "ovejas perdidas y encontradas" varias veces, "repescados" del mar varias veces.

Así, todos los bautizados somos ovejas y pastores, pescados y pescadores a la vez:
  • Los sacerdotes están llamados a ser pastores más que pescadores, que alimenten con la Palabra y los Sacramentos al rebaño. También, si surge, a salir en busca de la "oveja perdida", de aquél que se aleja de la Iglesia.
  • Los laicos cristianos estamos llamados a ser pescadores de hombres, porque estamos integrados en la sociedad (el mar) y tenemos barca (la Iglesia) para surcarlo y red (la Palabra) para pescar. 
¿Estoy dispuesto a dejarlo todo y ser un pescador de hombres? ¿Escucho a Jesús y me embarco? ¿Voy mar adentro, confiando en que el Espíritu Santo me guiará para saber dónde y cuándo lanzar la red?

Dejo esta canción que muchos conocemos:

https://www.youtube.com/watch?v=s6qRMHpV7Pc

Tú has venido a la orilla,
no has buscado ni a sabios ni a ricos.
Tan sólo quieres que yo te siga.

Señor, me has mirado a los ojos,
sonriendo has dicho mi nombre.
En la arena he dejado mi barca.
Junto a tí, buscaré otro mar.

Tú sabes bien lo que tengo.
En mi barca no hay oro ni espadas.
Tan sólo redes y mi trabajo.

Señor, me has mirado a los ojos...

Tú necesitas mis manos,
mi cansancio que a otros descanse.
Amor que quiera seguir amando.

Señor, me has mirado a los ojos...

Tú, pescador de otros lagos,
ansia eterna de almas que esperan.
Amigo bueno que así me llamas.

Señor, me has mirado a los ojos...

Junto a Tí buscaré otro mar.

(Pescador de hombres, Cesáreo Gabaráin )

jueves, 28 de diciembre de 2017

PESCANDO DONDE LOS PECES PICAN

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Todo aficionado a la pesca sabe que es una pérdida de tiempo pescar en un lugar donde los peces no pican. Los buenos pescadores saben que los peces se alimentan y duermen a diferentes horas del día y en diferentes lugares.

Todo agricultor sabe que para sembrar es necesario elegir concienzudamente las semillas, el terreno, la época del año, el abono, etc. Los buenos agricultores saben que no toda semilla es válida para cualquier terreno ni en cualquier época del año.

¿Cómo se aplica esto a la evangelización y el apostolado? 

Sencillo. Al igual que los buenos pescadores y agricultores, los buenos evangelizadores tienen que centrarse en las personas más receptivas y saber percibir sus necesidades. Por eso, invitar a una persona porque sí a una actividad evangelizadora de una parroquia, a un retiro de Emaús o a una cena Alpha, no obtiene resultados. No estamos pescando en el sitio ni al pez adecuados. No estamos utilizando la semilla ni el terreno adecuados.

Este no es una estrategia de marketing sino más bien un principio básico del Nuevo Testamento. Jesús lo ilustró en su parábola del sembrador. 
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Cuando sembramos semillas, algunas caen en suelos rocosos, otras en pedregales, otras en suelos duros y otras en suelos buenos. ¿No sería genial si supiéramos dónde está el buen suelo y sembrar allí todas nuestras semillas? ¿Por qué desperdiciar semillas, tiempo, esfuerzo, energía y dinero?

Sabemos que el Espíritu Santo prepara el suelo, nosotros sembramos y Dios cosecha. Dios usa todo tipo de cosas como separaciones, enfermedades, muertes, problemas económicos, pérdidas de trabajo, etc. para que nosotros sembremos las semillas.

El hecho es que la receptividad al mensaje del Evangelio varía mucho según los diferentes momentos de la vida de las personas. A veces las personas están muy abiertas y otras, muy cerradas. La receptividad de las personas no depende exclusivamente del método que utilicemos.

Jesús sabía esto muy bien. Es por eso que cuando envió a los discípulos a evangelizar, les dijo: "Si no os reciben ni os escuchan, al salir de la casa o del pueblo sacudid el polvo de vuestros pies." (Mateo 10,14, ). Les exhortó a que abandonaran un lugar en el que no les escucharan e irse a otro. 

En el mundo, hay muchas más personas dispuestas a recibir a Cristo que las que están dispuestas a compartirlo. Como discípulos suyos, deberíamos preguntarle constantemente a Dios: ¿A quién estás preparando para que yo le hable de ti? ¿no crees que antes de ir a buscar nuevas personas deberíamos hacer volver a todos los que han abandonado nuestra iglesia? 

Ir en busca de alguien que no cree en Dios requiere 10 veces más energía, tiempo y trabajo que ir en busca de alguien que en algún momento confió en Jesús y que le abandonó, alguien que es receptivo aunque esté inactivo. 

¿Cómo saber quién está receptivo al Evangelio? 

Es una evidencia que las personas que experimentan cambios (un nuevo trabajo, el nacimiento de hijos, un matrimonio, etc.) o que están bajo algún tipo de tensión (física, emocional, financiera o relacional) suelen estar más abiertas, porque, generalmente buscan respuestas. 

Estos son los peces que pican. Estos son los terrenos fértiles.

¿Quién, en nuestra esfera de influencia, necesita escuchar el evangelio? ¿sabemos dónde está Dios trabajando en nuestro entorno? 

sábado, 4 de junio de 2016

EL ARTE DE LA PESCA: SER ESTRATÉGICOS

"Seguidme y os haré pescadores de hombres"
(Mt 4, 19)

Siempre me ha parecido que la pesca es una actividad tremendamente aburrida, porque, entre otras cosas, la "peziencia" no ha sido nunca mi principal virtud. 

Pero...es que tampoco he sido estratégico: nunca he comprendido a los peces, dónde pescarlos, a qué hora comen, a qué hora duermen, que les gusta, qué cebo usar según la clase de pez que quería pescar, cuándo cambiar el cebo o dónde y a qué profundidad echar el anzuelo. 

Nunca me he "mojado" ni me he ensuciado ni esforzado para pescar. Yo, tiraba la caña en cualquier sitio, de cualquier manera, esperando que algún pez picara "porque sí". Y claro, nunca pescaba nada porque mi actitud era cómoda: "si les gusta bien, bien y si no, también".  Mis resultados demostraban mi falta de estrategia.

Con el paso de los años, he aprendido a verla de manera distinta: siendo estratégico. Para pescar se necesita estrategia.  El secreto de la pesca no es sólo anunciar el mensaje de Cristo sino también seguir su metodología. Jesús nos enseñó qué decir y cómo decirlo.

Jesús escogió a los discípulos y les enseñó a tejer la redes del evangelio de Dios para salir a pescar hombres: les enseño su amor y los preparó (discipulado) para que luego ellos prepararan a otros y así sucesivamente, hasta alcanzar toda la humanidad para Dios. 

Jesús les dijo que "la mies es mucha y los obreros pocos" (Lc 10,2; Mc 9,35-38) y por eso debía de capacitarlos para que fueran eficaces en su labor misionera. Jesús los preparó para ser efectivos y les enseñó a ser estratégicos.

Antes de enviarlos, les dio (nos dio) instrucciones específicas respecto a quienes ir y a quienes no, qué decir y cómo transmitirlo (Mt 10 y Lc 10).

¿Qué tipo de peces pescar?
El tipo de peces que deseamos pescar determina nuestra estrategia: Si queremos pescar truchas, salmones, atunes o peces espada necesitamos equipos diferentes, modos y anzuelos diferentes, lugares y momentos diferentes; en definitiva, estrategias diferentes. 

Cada pez demanda una estrategia única.

¿Dónde pican los peces?
Pescar en un sitio donde los peces no pican es perder el tiempo. Un buen pescador sabe que los peces se alimentan en sitios diferentes, en lugares diferentes y en momentos diferentes. También sabe que no siempre están hambrientos.

Los no creyentes o alejados tienen distintas receptividades espirituales; algunas veces están más receptivos y otras, esta receptividad dura poco tiempo o simplemente no existe. Los creyentes debemos aprender a distinguirlas.

Jesús nos enseñó a no estar con personas que no quieren saber ni escuchar de Dios, como tampoco a perder tiempo y esfuerzo con personas que no responden (Mt 10, 14). Es el Espíritu Santo quien nos guía hacia las personas que Él ha llamado, ha preparado para responder a su gracia. 

La estrategia de un cristiano es pasar a través de las puertas abiertas por Dios y no perder el tiempo por las que están cerradas con llave. 

Se trata de saber distinguir las receptividades de las personas.

¿Cómo piensan los peces?
Para pescar peces es necesario comprender sus hábitos, sus gustos, sus preferencias y sus formas de alimentarse. A algunos les gusta el agua dulce y a otros el agua salada; a unos las aguas tranquilas y a otros las turbulentas; a unos les gusta nadar por el fondo, a otros por la superficie y a otros por las rocas. Para pescar hay que saber pensar como pez.

Uno de los principales problemas de muchos creyentes es que cuánto más tiempo llevamos siéndolo, más difícil nos resulta pensar como los no creyentes: "Soy cristiano, pienso como cristiano". A veces es incluso peor, pues siendo sacerdote, tiendo a pensar de forma todavía más lejana a la de un alejado. 
Con demasiada frecuencia, los cristianos no pensamos como los que no lo son. De hecho, buscamos nuestros "grupos estufa", nuestras "parroquias de confort", nuestras "comunidades gueto", nuestros "clubes privados de fe" y nos olvidamos de dar la bienvenida, de acoger a los que están alejados de ese calor que tanto nos reconforta. 

El no creyente no acude a Dios por una necesidad de ser instruido sino por una necesidad de ser amado.

Pero, peor aún, tampoco hablamos "su idioma". Muchas homilías les suenan "a chino", muchas formas de comunicar les parecen "jerga religiosa". Es una de sus principales quejas: "es aburrido y no va con mi vida". 

Muchos piensan que lo que Dios tiene que decirnos es aburrido porque algunos de nosotros o algunos curas somos aburridos. El mensaje de Jesús siempre es un mensaje práctico, nunca es aburrido ni ajeno a nuestras vidas.

Debemos pensar y hablar como ellos. Esto no quiere decir que debamos rebajar el mensaje. pero si hablamos desde las alturas, desde la lejanía, sencillamente el mensaje "no llega". Predicamos en el desierto: a nadie y para nada.

¿Cómo podemos pensar como peces? 
Lo primero, hablando con ellos. Muchos cristianos sucumben a la tentación de pasar todo su tiempo con cristianos, con amigos de fe y no tienen amigos alejados. Si no pasamos tiempo con los no creyentes, no podemos saber cómo y qué piensan.

Pero, sobre todo, escuchándoles. Nadie escucha sin antes ser escuchado. Debemos saber cuáles son sus gustos, sus hábitos, sus situaciones, sus necesidades, qué piensan y por qué, si tienen receptividad o si están "en búsqueda", si creen en Dios, qué piensan de la Iglesia o qué les gustaría encontrar en ella. Se trata de conocerles para ayudarles.

Jesús en Mt 10, 16 nos insta a ser estratégicos: comprenderles y pensar como piensan ellos.

¿Qué implica pescar?
Pescar implica hacer cosas que pueden resultarnos incómodas y que requieran compromiso y esfuerzo.

En primer lugar, debemos comprender y adaptarnos a nuestro objetivo (Lucas 10, 8). Debemos ser sensibles a su cultura y educación, a sus costumbres y mentalidad. 
Quizás a algunos esto les parezca "progresismo teológico" pero lo cierto es que ninguna iglesia puede ser culturalmente neutral. La Iglesia siempre, a la luz del Evangelio, debe comunicar según la cultura y el momento. Esto no cambia para nada el mensaje de Cristo. Él hacía exactamente eso. Cuando salimos a pescar, los peces no saltar del agua a nuestra barca ni se acercan a la costa para ser pescados. 

Su cultura (el agua) es diferente a la nuestra (el aire). Se requiere un esfuerzo intencionado de nuestra parte para acercarnos a su medio y ponernos en contacto con ellos. Las personas no saltan voluntariamente a nuestro bote (parroquia).

En segundo lugar, determinar nuestro enfoque según nuestro objetivo. Cuando pescamos, no utilizamos el mismo cebo, anzuelo, red o barco para todo tipo de peces. Utilizamos el anzuelo, la red o el cebo correcto para pescar cada tipo distinto de pez. 

El apóstol Pablo fue eficazmente estratégico (1 Co 9,12-22), y al igual que Cristo, no tenía un enfoque estándar para predicar. Él comenzaba a partir de donde se encontraba la gente: con la mujer en el pozo, le habló del agua viva; con pescadores, les hablaba de pescadores de hombres; con los agricultores, les hablaba de la siembra y las semillas.

En tercer lugar, comenzar por las necesidades de nuestro objetivo. Cada vez que Jesús se encontraba con una persona, comenzaba a obrar desde las necesidades, sufrimientos o intereses de esa persona. 

Nosotros, debemos estar dispuestos a tratar con personas que tienen muchos problemas. La pesca siempre es sucia y maloliente: no podemos pretender  pescar peces a los cuales ya les hayan quitado las vísceras, las espinas, la piel y los hayan cocinado y servido en nuestro plato.

En cuarto lugar, comprender y responder a los problemas de nuestro objetivo. Muchos alejados sienten el complejo de no sentirse arropados y acogidos, el temor de que les pidan dinero o el compromiso de que les echen en cara sus actitudes o sus pecados. Nuestra estrategia de pesca está basada en corregir y contrarrestar esos errores.

En quinto lugar, cambiar nuestros métodos siempre que sea necesario. Cuando pasamos largo tiempo pescando, sabemos que debemos ir cambiando el cebo porque lo que los peces mordían por la mañana, lo ignoran por la tarde. 

El problema de muchas parroquias es que siguen utilizando cebos que los peces ya no muerden. Están estancados en el inmovilismo del "siempre se ha hecho así". "El mayor enemigo de nuestro éxito futuro es nuestro éxito pasado". Por eso, cuando un método no funciona, vayamos a por otro.

En sexto lugar, utilizar toda clase de opciones y de enfoques. Cuantos más anzuelos echemos al agua, más posibilidades tendremos de atrapar peces, y de tipos distintos. Hoy día las personas tienen y desean tener elecciones múltiples y muchos de los errores de algunas parroquias son limitarse a dos: "si te gusta, bien o si no, también"

Ofrecer distintas opciones o estilos de adoración, de evangelización, de comunidad, de servicio o de discipulado es estratégico y altruista. Nuestra meta no es obstaculizar sino facilitar que las personas conozcan el amor de Dios. Necesitamos toda clase de enfoques para alcanzar a toda clase de personas.

La pesca es un asunto serio
Para muchas personas, la pesca es tan sólo un pasatiempo, algo que hacer en nuestro tiempo libre. Casi nadie piensa en la pesca como una responsabilidad.

Sin embargo, pescar hombres es un asunto serio, no es un pasatiempo ni una opción para nosotros, los cristianos. Para Cristo no lo era. 

Por ello, pescar hombres para Dios debe ser nuestro estilo de vida. El mismo estilo de vida de Jesús, de la misma forma que Él pescaba: amándoles (Mateo 9, 36), atendiendo sus necesidades (Mt 15, 30; Lc 6,17-18; Jn 6,2) y enseñando de forma práctica e interesante (Mt 13, 34; Mc 10,1 y 12,37).


Fuente:

"Una Iglesia con propósito" 
-Rick Warren-
 Editorial Vida -1998












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