¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 24 de junio de 2021

VÍCTIMAS DEL RESULTADO


"Por nosotros precisamente se escribió 
que el que ara debe arar con esperanza 
y el que trilla con la esperanza de tener parte en la cosecha."
(1 Corintios 9,10)

Nuestro mundo mercantilista y competitivo nos impone la obtención de resultados inmediatos y nos exige la rendición de cuentas. Lo que importa son las cifras, los números, los beneficios... en definitiva, el éxito/triunfo. 

A menudo, se nos impone la máxima resultadista de que "el fin justifica los medios", y además, la cortoplacista del "aquí y ahora". Sin embargo, buscar resultados sin fijar un contexto de tiempo y un sentido de lo que hacemos, no conduce a alcanzar la meta verdadera, pues nuestra búsqueda insaciable del resultado nunca llegará a ser "ni suficiente ni perfecta". 

Los cristianos también nos hemos convertido (quizás, a la fuerza y sin darnos cuenta) en víctimas del resultado, sobre todo, cuando acometemos actividades evangelizadoras:
¿Cuántas veces estamos más pendientes de los frutos de un retiro o de los resultados de una catequesis que del propio sentido evangelizador y misionero?
¿Cuántas veces estamos más pendientes de "hacer" que de "ser"? 
¿Cuántas veces estamos más pendientes de la conversión de otros que de la nuestra?
¿Cuántas veces estamos más pendientes de "lo accesorio" que de "lo importante"?
¿Cuántas veces estamos más pendientes de "ser Dios" que de "dejar a Dios ser Dios"?
Lo que hacemos, ¿lo hacemos por amor a Dios y a los demás o lo hacemos por egoísmo, por gula espiritual o por afán de reconocimiento?
Esta tentación del resultadismo/cortoplacismo nos impide concentrarnos en el proceso del servicio humilde y obediente al que todo auténtico cristiano debe aspirar, para enfocarnos en un estado orgulloso y vanidoso, cuando todo sale de acuerdo a nuestro plan, o en un estado frustrado y colérico, cuando no sale cómo habíamos proyectado.
Entonces… ¿Cómo podemos los cristianos dejar de ser “resultadistas” y "cortoplacistas"? 

Es cierto que no es tarea fácil superar esta tendencia tan humana, pero lo que sí podemos hacer es plantearnos las preguntas adecuadas sobre nuestra actitud evangelizadora, en lugar de dejarnos condicionar por el resultado final:
¿Amo de verdad a los demás o me transformo en un autómata de la conversión? ¿Sirvo a los demás como debo o fuerzo situaciones para conseguir "mis" objetivos? 
¿Miro a los demás con la mirada de Cristo o con la mía? ¿Confío en Dios o en mis capacidades? 

Cuando las cosas no suceden como yo quiero o deseo ¿me abandono en la voluntad del Señor o me frustro? ¿Comprendo y acojo a los demás o les impongo mis razones, mis creencias, mis convicciones...?  
¿Escucho y perdono a otros o les exijo y obligo que acaten mis ideas? ¿Soy consciente de los problemas y las circunstancias de los demás o intento que asuman mis imposiciones a toda costa?
¿Acepto a los demás o pretendo que me acepten? ¿Comprendo y acojo a otros o les prejuzgo y etiqueto? ¿Proclamo la Verdad o impongo "mi" verdad moralista e interesada?

¿Me abro al corazón de otros o me encierro en mi circunstancia? ¿Contagio mi amor o exijo mi autoridad? ¿Soy ejemplo de coherencia cristiana o de doble rasero? ¿Me dejo amar por Dios y por mi prójimo o impongo mi "dignidad superior"? ¿Siembro o intento cosechar?

 

Cristo nos da todas las respuestas en su Palabra y lo hace, a menudo, con parábolas. En la parábola de la vid y los sarmientos de Juan 15,1-8 nos dice que Él es la verdadera vid y el Padre, el labrador. Nosotros, sarmientos que debemos permanecer en Él. Sólo así daremos fruto abundante porque sin Jesús no podemos nada. Sólo así, lo que pidamos se nos concederá. Sólo así, seremos discípulos suyos.

En la parábola del hijo pródigo de Lucas 15,1-32 vemos que el Padre no lleva cuentas de todo lo que ha hecho mal su hijo menor, como tampoco de todo lo que ha hecho bien el mayor. Dios no calcula los méritos de cada uno porque todos nuestros dones y capacidades nos los ha dado Él. Tan sólo desea que estemos a su lado, para abrazarnos, para que nos dejemos amar por Él, para celebrar una fiesta y para que seamos felices a su lado. 

El amor de Dios depende poco (nada) de lo que nosotros hagamos. El Señor nos quiere porque somos sus hijos amados, no por lo que hacemos o por lo que dejamos de hacer. Nada de lo que hagamos o de lo que dejemos de hacer, bueno o malo, podrá separarnos de Su amor.

Por tanto, a nosotros nos toca ser creyentes confiados y no resultadistas, discípulos esperanzados y no cortoplacistas, cristianos enamorados y no interesados. Somos sarmientos unidos a la vid, que es Cristo.


JHR

jueves, 28 de diciembre de 2017

PESCANDO DONDE LOS PECES PICAN

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Todo aficionado a la pesca sabe que es una pérdida de tiempo pescar en un lugar donde los peces no pican. Los buenos pescadores saben que los peces se alimentan y duermen a diferentes horas del día y en diferentes lugares.

Todo agricultor sabe que para sembrar es necesario elegir concienzudamente las semillas, el terreno, la época del año, el abono, etc. Los buenos agricultores saben que no toda semilla es válida para cualquier terreno ni en cualquier época del año.

¿Cómo se aplica esto a la evangelización y el apostolado? 

Sencillo. Al igual que los buenos pescadores y agricultores, los buenos evangelizadores tienen que centrarse en las personas más receptivas y saber percibir sus necesidades. Por eso, invitar a una persona porque sí a una actividad evangelizadora de una parroquia, a un retiro de Emaús o a una cena Alpha, no obtiene resultados. No estamos pescando en el sitio ni al pez adecuados. No estamos utilizando la semilla ni el terreno adecuados.

Este no es una estrategia de marketing sino más bien un principio básico del Nuevo Testamento. Jesús lo ilustró en su parábola del sembrador. 
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Cuando sembramos semillas, algunas caen en suelos rocosos, otras en pedregales, otras en suelos duros y otras en suelos buenos. ¿No sería genial si supiéramos dónde está el buen suelo y sembrar allí todas nuestras semillas? ¿Por qué desperdiciar semillas, tiempo, esfuerzo, energía y dinero?

Sabemos que el Espíritu Santo prepara el suelo, nosotros sembramos y Dios cosecha. Dios usa todo tipo de cosas como separaciones, enfermedades, muertes, problemas económicos, pérdidas de trabajo, etc. para que nosotros sembremos las semillas.

El hecho es que la receptividad al mensaje del Evangelio varía mucho según los diferentes momentos de la vida de las personas. A veces las personas están muy abiertas y otras, muy cerradas. La receptividad de las personas no depende exclusivamente del método que utilicemos.

Jesús sabía esto muy bien. Es por eso que cuando envió a los discípulos a evangelizar, les dijo: "Si no os reciben ni os escuchan, al salir de la casa o del pueblo sacudid el polvo de vuestros pies." (Mateo 10,14, ). Les exhortó a que abandonaran un lugar en el que no les escucharan e irse a otro. 

En el mundo, hay muchas más personas dispuestas a recibir a Cristo que las que están dispuestas a compartirlo. Como discípulos suyos, deberíamos preguntarle constantemente a Dios: ¿A quién estás preparando para que yo le hable de ti? ¿no crees que antes de ir a buscar nuevas personas deberíamos hacer volver a todos los que han abandonado nuestra iglesia? 

Ir en busca de alguien que no cree en Dios requiere 10 veces más energía, tiempo y trabajo que ir en busca de alguien que en algún momento confió en Jesús y que le abandonó, alguien que es receptivo aunque esté inactivo. 

¿Cómo saber quién está receptivo al Evangelio? 

Es una evidencia que las personas que experimentan cambios (un nuevo trabajo, el nacimiento de hijos, un matrimonio, etc.) o que están bajo algún tipo de tensión (física, emocional, financiera o relacional) suelen estar más abiertas, porque, generalmente buscan respuestas. 

Estos son los peces que pican. Estos son los terrenos fértiles.

¿Quién, en nuestra esfera de influencia, necesita escuchar el evangelio? ¿sabemos dónde está Dios trabajando en nuestro entorno? 

jueves, 27 de octubre de 2016

LA LEY DEL CULTIVO: CÓMO SER FRUCTÍFEROS


En el mundo empresarial, lo más importante es la productividad. 

En el mundo espiritual, también. Pero la Biblia no usa la palabra "productividad" sino la palabra "fruto". Dios quiere que seamos fructíferos, pero ¿cómo lograrlo? 

Plantar las semillas

Lo primero a lo que Dios nos llama es a
plantar las semillas y para ello, debemos seleccionar el tipo de semillas que vamos a utilizar. No se puede pretender sembrar todo tipo de plantas. 

Otras veces, en lugar de sembrar directamente en la tierra, tendremos que hacerlo en semilleros para controlar mejor las condiciones ambientales. Cuando esto se logra, se realiza el trasplante a otro sitio.

Muchas personas que se acercan a Dios no pueden pasar directamente del estado inicial a la madurez espiritual en la comunidad. 

Para ello, disponemos de semilleros, los grupos pequeños, que son espacios destinados de forma específica para su desarrollo y con los cuidados especiales que éstas necesitan para poder germinar. El paso de ahí a la comunidad es mucho más fácil y menos traumático.

Debemos saber qué también cuándo hacerlo, es decir, en qué momento o qué época del año es la más idónea o no obtendremos éxito.

Después de la siembra, debemos abonar el terreno y regarlas abundantemente.


Fijar las raíces

Resultado de imagen de fijar raicesDios dice que no puede haber fruto si no hay raíces fijadas a la tierra. Sobre todo, para cuando lleguen los tiempos de sequía. 

La sequía es un largo período sin lluvia.

Una sequía espiritual se produce cada vez que tenemos que prescindir de algo que necesitamos: tiempo, energía, dinero o apoyo. 

Seguro que habrá momentos de sequía a lo largo de nuestra vida, y por tanto, nuestras raíces deben estar bien fijadas a la tierra para buscar agua bajo de la superficie.

Arrancar las malas hierbas 

Las malas hierbas son las cosas que impiden o limitan nuestro crecimiento espiritual. Las malas hierbas son las cosas que ahogan nuestra relación con Cristo.

Resultado de imagen de malas hierbasLas malas hierbas crecen con una facilidad asombrosa. No necesitan cuidados ni agua. Sencillamente, crecen. 

Son un signo de abandono. Si nos descuidamos, las malezas comienzan a crecer y ahogan a las buenas.

Debemos eliminarlas en cuanto empiecen a aflorar.

Podar las ramas

La poda no sólo consiste en cortar las ramas muertas, sino las vivas también, con el fin de mejorar la forma de la planta y estimular su crecimiento. 

La poda es esencial para una mayor productividad. No es opcional. Si queremos ser productivos, Dios nos indicará los momentos de poda.

Dios nos llama a la fecundidad. En nuestra vida, Dios no es sólo arranca la madera muerta, también recorta las áreas de éxito, incluso las que están dando frutos maravillosos.

Cuando lo hace, es posible que no lleguemos a comprender por qué, pero la razón es que Él nos prepara para algo aún mayor.

Esperar la cosecha

Fructificar lleva tiempo. La cosecha no viene automáticamente: No siembras una semilla en el suelo y la cosechas al día siguiente.

Resultado de imagen de cosechaEs de sentido común: Las semillas deben ser plantadas. Uno tiene que cubrirlas con tierra, abonarlas, regarlas y luego esperar. 

Así como la semilla crea nueva vida de la muerte de un fruto, para que nosotros podamos ser más fructíferos, debemos dejar morir nuestra vieja naturaleza, una muerte de nuestros propios deseos y ambiciones, mientras esperamos. El crecimiento requiere tiempo, pero no debemos darnos por vencidos sino estar conectados a Jesucristo.

"Señor, quiero trabajar en estas cinco partes del cultivo: plantar las semillas, fijar las raíces, eliminar las malas hierbas, podar las ramas y esperar la cosecha. Dios, confío en lo que he plantado y en lo que he sembrado, para que Tú recojas".