¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

viernes, 13 de septiembre de 2019

SÍNTOMAS DE UN EVANGELIZADOR

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"Para tener lo que no se tiene, 
hay que ir por donde no se ha ido"
(San Juan de la Cruz)

La Iglesia, en sus veinte siglos de historia, ha cumplido "religiosamente" el mandato que Jesús le dio de evangelizar el mundo. 

Ahora, muchos católicos hemos asumido el reto de la "Nueva Evangelización", que San Juan Pablo II puso en la cabeza de todos, que Benedicto XVI puso en boca de todos y que, ahora debe llegar al corazón de todos.

La nueva evangelización no es "evangelizar de nuevo" porque se haya hecho mal o porque no haya funcionado ni tampoco repetir o criticar lo pasado.

La nueva evangelización es "una actitud valiente" con la que desciframos los nuevos escenarios y desafíos que han surgido en nuestra sociedad, para transformarlos en espacios de testimonio y de anuncio del Evangelio. 

La nueva evangelización es "un estilo audaz" por el que los cristianos hacemos nuestro el coraje, la pasión y la fuerza de los primeros cristianos en el primer siglo. 

En realidad, podemos hablar de una "evangelización total", donde los católicos del siglo XVI, tenemos el privilegio de ser partícipes de un nuevo desarrollo evangelizador, con imaginación en los métodos y ardor apostólico en las acciones, para dar una respuesta como Iglesia a un mundo en continuo cambio, y en el que el único protagonista sigue siendo el Espíritu Santo. 

Así, para esta evangelización total, abandonamos lo estéril, desechamos lo que no produce, abandonamos lo cómodo, rechazamos la autosuficiencia y la introspección, para establecer lo útil, lo eficaz, lo provechoso, lo que da fruto. 

Los nuevos apóstoles del siglo XXI continúan escribiendo el libro de los Hechos y se les reconoce por unos síntomas muy significativos. Aquí hay, al menos, seis:

Conversión personal

En primer lugar, para evangelizar, Dios nos llama a la conversión personal (‘μετανοια’/metanoia). No podemos transmitir aquello en lo que no creemos, aquello que no vivimos. No podemos transmitir el Evangelio sin tener un encuentro personal y una relación estrecha con Jesús.

Para evangelizar, necesitamos desarrollar una vida interior diaria a través de la oración, los sacramentos, la vida comunitaria y el conocimiento del Evangelio

De esta manera, mantendremos una relación personal y estrecha con el Señor para conocer su voluntad, porque sin trato personal, diario y real con Dios, sin una vivencia de la fe en comunidad donde aportar nuestros talentos y donde alimentarnos espiritualmente, sin ímpetu y espíritu evangelizador, no seremos capaces de evangelizar.

Conversión pastoral

En segundo lugar, el Espíritu Santo nos da la guía para establecer una correcta composición de lugar: qué somos, cuáles son los retos, a quién dirigirnos, qué hacer, qué es lo que no funciona y lo qué sí. 

Por eso, antes de "salir afuera", como Iglesia, debemos desarrollar una profunda conversión pastoral que re-descubra nuestra propia identidad, aquello que es esencial, aquello que somos. 
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La identidad de la Iglesia es, a la vez, comunitaria (κοινωνία/koinonia), de envío (άπόστολος/enviado) y de servicio a los demás (διακονiα, diakonia). Así es como Jesús la fundó, anticipándose con su ejemplo.

Nuestro objetivo es ir y hacer discípulos, sirviendo en común. Nuestra tarea es ser discípulos que renueven la Iglesia, que den, que sirvan, que se conviertan en apóstoles, que, a su vez, hagan nuevos discípulos, que renueven la Iglesia…..Es un círculo continuo.

Es la propia misión la que nos conduce como Iglesia a la conversión pastoral, en la misma medida que la conversión pastoral nos empuja a la misión.

Pasión evangelizadora

En tercer lugar, la conversión pastoral nos conduce a adoptar una actitud de apostólicasentirnos interpelados por el mandato de Cristo de evangelizar, salir de nuestra comodidad, de nuestro cansancio o anestesia, hacia un renovado impulso, mostrar plena confianza en el Espíritu para que nos guíe, para que volvamos a asumir y testimoniar con alegría y con pasión el anuncio del Evangelio.
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Nuestra relación con el Señor desata en nosotros una sed intensa, suscita una pasión ilimitada, incita un apetito insaciable por aprender de otras experiencias y descubrir nuevos métodos, por buscar en sitios insospechados y caminos no habituales.

No pretendemos sacar "conejos de la "chistera", ni nos inventamos las cosas de la nada; no perfeccionamos nada ni tenemos la solución a todos los problemas de la Iglesia; no nos quedamos en el inmovilismo del "siempre se ha hecho así", ni perdemos las ganas de aprender, sino que buscamos, viajamos, aprendemos mientras cumplimos la voluntad de Dios; no creemos que nuestra parroquia, comunidad, movimiento o método evangelizador son la panacea ni la respuesta a todas las preguntas. 

Nuestra pasión y nuestra sed está provocadas por la acción del Espíritu Santo en atenta lectura de la Palabra de Dios y por el Magisterio...
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-por un pasaje de los Hechos sobre los viajes de San Pablo, sobre cómo eran las primeras comunidades y cómo actuaba el poder del Espíritu Santo... 

-por un un pasaje de los evangelios que hace arder nuestros corazones... 

-por una homilía de un sacerdote o una encíclica de un Papa que nos hace meditar...

-por un libro o una cita de un autor cristiano que nos hace pensar... 

-por el conocimiento de la vida de un santo...

-por un retiro, un congreso o una conferencia que nos mueve a la "acción".....

Acción en Oración

En cuarto lugar, la pasión evangelizadora nos produce una "santa insatisfacción" por re-descubrir el mensaje de Cristopor vivir la fe dentro de la Iglesia y sentirnos realmente parte de Ella y a una "divina impaciencia" por hacer la voluntad de Dios.  

Una santa insatisfacción por buscar y querer conocer más del amor de Dios porque "quienes prueban su Amor, siempre quieren más", y  que se aplaca a través de la comunicación con nuestro Padre, quien nos transforma el corazón.
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Los nuevos apóstoles del siglo XXI creemos, esperamos y amamos, ponemos la acción en oración. No somos activistas que quieran “atraer mucha gente”, ni tampoco somos resultadistas, ni pensamos que nuestra misión depende de nuestras aptitudes y esfuerzos. 

Obedientes a lo que Dios suscita en nuestras almas en oración, nos abandonamos ante el corazón de Dios, para verificar Su voz en nuestras vidas, buscando la dirección adecuada e intentando discernir los signos de los tiempos, según la Gracia suscitada por el Espíritu.

Humildes y asidos de la mano de Nuestra Madre, la Virgen María, tratamos de imitar su corazón puro y pronunciar sus mismas palabras: "He aquí el esclavo del Señor", con un "Hágase en mi Tu voluntad".

Celo por el servicio

En quinto lugar, buscamos no sólo ir a Misa con los de siempre, ni "refugiarnos" en nuestros "grupos estufa" donde dar rienda suelta a nuestra gula espiritual, ni juntarnos siempre con los que estamos cómodos y a gusto, sino estar más con los de afuera que con los de adentro. 

Anhelamos ser Iglesia en salida, imitando al Maestro en el servicio al prójimo, porque "el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por todos" (Mateo 20, 28; Marcos 10, 45).

Intentamos ser una Iglesia en servicio (κοινωνία/koinonia), que de la vida por los pobres, los alejados, los necesitados y los olvidados de nuestro tiempo.

Queremos construir una Iglesia que "primeree", que testimonie el amor de Dios hasta el último rincón de la tierra y de los corazones, y no tanto, que imponga normas o preceptos. Si hace falta incluso... con palabras.

Soñamos con ser una Iglesia que comparte con todos lo que hemos vivido, lo que hemos "aprendido y recibido, lo que habéis oído y visto" (Filipenses 4, 9-10).

Venderlo todo por un tesoro encontrado

Y en sexto lugar, lo vendemos todo para comprar el tesoro encontrado.

Venderlo todo es acabar con una auto-imagen religiosa de perfección y virtud, con rasgos pelagianos:"lo hacemos bien" o "somos buenos".
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Venderlo todo es entregar el propio tiempo, dejar de calcular lo que se tiene y lo que se hace, para empezar a dar con una medida generosa, que no busca nada a cambio.

Venderlo todo es perder lo propio y ganar para otros, con nuestros bienes, con nuestros dones, con nuestras obras y con nuestros actos.

Venderlo todo es trabajar al estilo del Reino, abandonando planes y esquemas propios, para cumplir la voluntad de Dios.


En realidad, es lo de siempre

Todos estos síntomas apostólicos han estado siempre presentes  en la Iglesia, sólo que hoy se llama Nueva Evangelización.. Les pasó a numerosos santos, conocidos o anónimos, que un día quisieron subirse a la ola del Espíritu Santo, que les suscitó la voluntad de Dios para su tiempo, dejando sus propias realidades y sus propios esquemas. 

Es lo de siempre pero no es igual

En cada época, el Espíritu Santo se manifiesta a su manera, cómo quiere y por donde quiere, para luchar contra las perezas adquiridascontra los hábitos rutinarios, contra las prácticas olvidadas, contra los nuevos escenarios adversos.

En cada momento, el Espíritu Santo ha provocado diferentes “olas” evangelizadoras: desde los apóstoles que edificaban iglesias con gentiles en los primeros tiempos, pasando por el desarrollo de los monasterios en la Edad Media, hasta nuestros días, en los que manifiesta la importancia de los laicos no sólo como “mantenedores de la fe” sino como "propagadores de la fe".

Sin embargo, no todos los cristianos desarrollan estos síntomas, que son especialmente refractarios con aquellos que se inmunizan al cambio y a la novedad, pensando que para estar bien hay que seguir como siempre, cuando la verdad es que para estar bien, hay que seguir cambiando como siempre... "haciéndolo todo nuevo".

¿Tengo yo algún síntoma de estos?

domingo, 8 de septiembre de 2019

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MAMÁ!

Ver las imágenes de origen
"Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella."

La Iglesia, en su calendario romano general, celebra la Natividad de la Virgen María, una de las trece fiestas marianas, el 8 de septiembre, nueve meses después de la dedicada a la Inmaculada Concepción, que se celebra el 8 de diciembre.

Esta fiesta se comenzó a celebrar oficialmente con el Papa San Sergio (687-701 d.C.) al establecer en Roma cuatro fiestas en honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la Purificación.

Pocos son los datos revelados (Dios así lo ha querido) que tenemos sobre nuestra Madre, la Virgen María. El Nuevo Testamento no dice nada del lugar ni de la fecha del nacimiento de la Virgen María. Tampoco de quiénes eran sus padres, ni de las circunstancias de su nacimiento.

A falta de referencias sobre el Nacimiento de la Virgen María, sólo podemos llegar a algunas "posibles", que se encuentran en los evangelios apócrifos, aunque no oficiales ni reconocidos por la Igles
ia.

Sus padres


De entre estos evangelios apócrifos, llenos de divagaciones, inexactitudes, figuras e imaginaciones, podemos recurrir al Protoevangelio de Santiago, escrito en el siglo II, que nos muestra a Joaquín y Ana como los padres de la Virgen. 


Su familia


Con respecto al resto de su familia, San Juan afirma que la Virgen tuvo una "hermana", María, la mujer de Cleofás. Aunque esta afirmación pudiera dar a entender que fuera hija de Joaquín y Ana, y por ende, hermana de la Virgen, resulta algo extraño e ilógico que las dos hijas llevaran el mismo nombre de María en la misma familia. 

Por tanto, es más lógico interpretar que la
 mujer de Cleofás fuera una hermana "política" (cuñada) y, en ese caso, Cleofás sería hermano de María e hijo de Joaquín y de Ana, o también, que Cleofás fuera hermano de José.

Su concepción

Ver las imágenes de origenA falta de otros datos, podemos afirmar que fue concebida de modo natural, que es lo previsto y querido por Dios, como hecho santificador en la vida de los esposos. 

Es dogma, y por tanto verdad, que nació "llena de gracia", es decir, que nació con plenitud de virtudes infusas, dones del Espíritu Santo, ausencia de pecado original. 

Ninguna criatura, ni los ángeles, ni ningún santo llegó a poseer tanta gracia, al estar en tal dependencia del amor a Dios y en unión con Él

Su lugar de nacimiento


Los santos padres de la antiguedad se inclinaban por Jerusalén como lugar de nacimiento de la Madre de Dios, por aquello de que es la ciudad del Templo.

​El libro apócrifo del siglo IX sobre la Natividad de María, atribuid
o falsamente a San Jerónimo, afirma que María nació en Nazaret, mientras que San Juan Crisóstomo y San Cirilo de Alejandría afirman que tanto la Virgen María como San José nacieron en Belén.

Otra teoría afirma que el emperador Constantino construyó una ig
lesia en Séforis por ser el lugar donde vivían los padres de la Virgen y nació María.

Mamá, quisiéramos saber más cosas de Ti, pero lo importante hoy, es que todos tus hijos te miramos con inmenso amor y agradecimiento para felicitarte:

¡Felicidades Mamá, 
porque  hemos sido restaurados del pecado y de la tristeza 
de nuestra primera madre, Eva, 
gracias a Ti, transformados en gracia y alegría!

¡Felicidades Mamá, 
porque, mientras a Eva, Dios le dijo: "Parirás con dolor", 
a Ti, María, te dijo: "Alégrate, llena de gracia"!

¡Felicidades Mamá, 
porque eres la augusta Madre de Dios, completamente pura y virgen, 
la única digna del Creador, su criatura más perfecta!

¡Felicidades Mamá, 
porque de ti nació Cristo nuestro Dios, por Ti y por medio de Ti, 
Dios se ha hecho presente y luz para el mundo!

¡Felicidades Mamá, 
porque eres Madre de todos nosotros, los pecadores, los no nacidos, 
los pobres, los olvidados, los enfermos y las víctimas del Mal!

¡Felicidades Mamá, 
porque eres Santa, Bienaventurada y Bendita entre las mujeres!

viernes, 6 de septiembre de 2019

¿DE QUÉ HABLÁIS POR EL CAMINO?

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"¿De qué veníais hablando en el camino?"
(Lucas 24,17)

El otro día escuché una frase que me hizo pensar: "Muchos siguen a Jesús hasta partir el pan, pero no hasta beber el cáliz". Desgraciadamente, ocurre con demasiada frecuencia. 

Muchos, que nos hemos encontrado por el camino con Jesús, que le hemos escuchado, que le hemos reconocido y que le hemos invitado a nuestras casas, creemos seguirlo (al menos, durante un tiempo) pero, en el fondo, lo que hacemos es imaginarnos un concepto erróneo de Jesús y de su mensaje.

Muchos. incluso, le mitificamos porque, como los dos de Emaús, decimos: "Nosotros esperábamos"...esperando que el Señor nos resuelva nuestros problemas, que nos libere de nuestras angustias y dificultades, que nos resuelva la vida sin nosotros hacer nada.  

Muchos tenemos los ojos demasiado fijados al suelo, a las cosas cotidianas, a los problemas y a las pérdidas, incapacitados para ver más allá de lo que realmente ocurre, para dejar que la Gracia actúe en nuestras vidas. 

En realidad, ¡No nos hemos enterado de nada!

¿De qué hablamos por el camino?

Cuando pasa el tiempo, cuando llegan las cruces, cuando llegan los problemas, los sufrimientos y las pérdidas, nos sentimos defraudados, como los dos de Emaús. Perdemos la esperanza y la fe. Y entonces, cedemos  a la tentación de volver al mundo y a sus costumbres. El encuentro que tuvimos con Cristo se disipa y todo queda en nada...

Resultado de imagen de dios camina con nosotrosPero Jesús vuelve otra vez a aparecerse en nuestro camino y nos vuelve a preguntar: "¿De qué habláis? ¿por qué estáis tristes?” (Lucas 24,17)

De nuevo, nos vuelve a increpar: "¡Qué necios sois y torpes para creer lo que anunciaron los Profetas! (Lucas 24,26). 

De nuevo, nos vuelve a provocar:  ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" (Lucas 24,26).

De nuevo, vuelve a explicarnos las Escrituras para que comprendamos que la felicidad, la vida plena, sólo se alcanza a través del padecimiento, del sufrimiento. Imitándole. Cargando, cada uno, con nuestra cruz.

Jesucristo nunca se cansa de aparecerse una y otra vez en nuestras vidas. Él cumple su promesa de "estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20). Es paciente y comprensivo, al explicarnos su mensaje una y otra vez, haciéndolo asequible a nuestras mentes cómodas y dispersas. 

Pero algo tenemos que poner de nuestra parte. Después de escucharle y caminar junto a Él, de reconocerle e invitarle, debemos perseverar y formarnos, para testificar que está vivo.  Es en la Escritura y en los sacramentos diarios donde encontramos la llave de la esperanza, de la verdad y del sentido de la vida. Sólo así puede "arder nuestro corazón".

Escucharle significa estar atentos, mientras caminamos con Él todos los días, en cada momento. Pero ocurre que le perdemos de vista y nos volvemos "a lo nuestro".

Reconocerle significa huir del desencanto, del desánimo, de la desesperación y de la tristeza para asirnos de su mano. Pero ocurre que preferimos quedarnos deprimidos en nuestras pérdidas.

Invitarle significa encontrar la alegría y la paz serena que nos da y que nos conduce a dar testimonio de Él en nuestras vidas y contárselo a otros. Pero ocurre que preferimos quedarnos en nuestros temores y no decir nada.

Testificar que "Jesucristo ha resucitado" significa tener la certeza de ello y vivirlo constantemente. Pero ocurre que repetimos esa frase sin asumirla. 

Dejarnos guiar por el Espíritu Santo significa hacerlo como un hábito y una tarea diaria, para que sepamos cuál es la voluntad de Dios. Pero ocurre que se queda sólo en una oración bonita que pronunciamos, pero que rara vez aplicamos.

Cristo ha venido a nuestras vidas para que le mostremos cuantas cosas necesitan ser reparadas y sanadas. Ha venido a nosotros por amor. Jesús no es un mago ni pretende serlo. Es Dios y quiere que le amemos como Él nos ha amado, que le imitemos, que le sigamos.

Amarle, imitarle significa también decir: "Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22,42). Pero ocurre que preferimos que se cumpla nuestra voluntad, nuestros deseos.

Resultado de imagen de jesus camina con nosotrosSeguirle significa tener que padecer, trabajar, ser incomprendidos o perseguidos, sufrir la enfermedad, experimentar las pérdidas. Pero ocurre que nos negamos al sufrimiento y a las dificultades por comodidad.

A algunos, todo esto, nos cuesta asimilarlo. Nos cuesta entender la vida cristiana como imitación de la vida de Cristo.

Nadie dijo que fuera fácil. Nadie dijo que fuera sencillo. Pero Jesús ha dado su vida por nosotros para liberarnos y ha resucitado
 para que tengamos esperanza en sus promesas: "Yo he venido a este mundo para que los que no ven, vean" (Juan 9, 39).

El Señor nos invita a estar alegres: "¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!" (Nehemias 8, 10). 

Cristo nos anima a ser pacientes: "Tened buen ánimo, servid al Señor; alegres en la esperanza, pacientes en los sufrimientos" (Romanos 12, 11-12), a no estar pendientes de las cosas de este mundo, a comprender que sólo al final del camino, todo se ilumina, todo cobra sentido y se nos caen las escamas de los ojos. Es entonces cuando le reconocemos.

Jesús sigue preguntándonos: "¿De qué habláis por el camino?". Nosotros no podemos obviarla, no podemos esquivarla. Debemos responder.


Para la reflexión:

¿De qué hablamos por el camino? 
¿Hablamos de Jesús o de nosotros? 
¿Se han abierto nuestros ojos?
¿Vemos o estamos ciegos?
¿Tenemos alegría o desesperanza?


miércoles, 28 de agosto de 2019

"LA CREACIÓN DEL MUNDO ANGÉLICO Y DEL ÁNGEL DE LUZ"


"Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría y acabada belleza;
en el Edén, jardín espléndido, habitabas;
toda suerte de piedras preciosas eran tu vestido (…)
Tú eras un querubín consagrado como protector,
Yo te había establecido tal;
estabas en la montaña santa de Dios
y te paseabas en medio de piedras de fuego,
hasta que se descubrió en ti la iniquidad. (…)
Se engrió tu corazón por tu belleza,
echaste a perder tu sabiduría por tu esplendor. (…)
He hecho brotar un fuego de en medio de ti, que te ha devorado.
(Ezequiel 28, 12-19)

Este verano he terminado de terminar de leer el libro "Historia del mundo angélico" del P. Jose Antonio Fortea, sacerdote, teólogo y escritor, en el que narra la creación, prueba y caída de los ángeles. 

Sin duda, su lectura es muy recomendable por la apasionante la forma en que explica la formación del mundo angélico, lleno de vida y pureza, la manera de presentarnos la figura de Lucifer como "el ángel de luz", y de cómo éste, admirable por su inteligencia, poder, sabiduría y belleza, presa del orgullo, se deforma, generando la rebelión y caída de la tercera parte de los ángeles.

El P. Fortea describe la creación del mundo angélico de una forma muy visual y humana, pero desde la perspectiva y las palabras de un ángel:
Ésta es la historia más antigua. Antes de ésta no hay historia alguna. De hecho, ésta historia tuvo lugar antes del Tiempo. Es la Historia del Mundo Angélico.
Yo, un ángel os la voy a contar a vosotros, humanos, aunque no podáis entender muchas cosas, aunque tenga que recurrir a comparaciones humanas para que podáis comprender lo incomprensible. Doy comienzo a mi crónica.
Resultado de imagen de esfera de luzEn el principio, Dios estaba en medio de la nada, Luz en medio de la oscuridad más absoluta.
En el principio estaba el Ser, el Ser Infinito, la Trinidad Sublime. Imaginaos a Dios como una inmensa esfera de luz blanquísima... Dios no es una esfera, Dios no tiene forma geométrica alguna. Pero os pido que os imaginéis mi historia de un modo visual. Imaginaos a al Gran Dios como una esfera de luz de proporciones infinitas.
Esa Esfera de Luz estaba en medio de la Nada. Una Esfera resplandeciente en mitad de la oscuridad más absoluta, la oscuridad perfecta. Al principio sólo existía esa Esfera. Nadie la contemplaba, nadie la podía ver, porque no había nadie. Esa esfera con la Vida Trina era Luz, y era grande como millares de océanos de luz. Era grande como millares de millares de universos.
Entonces, ocurrió "algo". Dios creó millones de seres angélicos ("glorias", según el autor) como una especie de luces, brumas, nebulosas o constelaciones (vías lácteas) que salían de una Esfera de Luz (Dios) y retornaban a Ella. 
La Vida Trina latía en su interior, fluía en el seno de esa Esfera. De pronto, ocurrió algo. Era la primera vez que ocurría algo hacia fuera de la Esfera. No podemos decir que ocurrió tras millones de millones de siglos, porque en realidad no había Tiempo. Pero entre ese antes y ese después hubo mil eternidades, y después eternidad tras eternidad. Antes del primer AHORA, hubo una serie incontable de siglos de no-tiempo.
Y así, en el momento previsto, en el instante exacto, antes del cual no hubo un instante, una voz poderosa resonó en el interior de la Esfera y dijo: ¡Hágase! Y de la Esfera más grande que mil océanos de blancura surgió una luz...
Si uno se aproximaba a esa luz, veía que cada haz de luz estaba formado por millones de millones de seres angélicos. Cada naturaleza angélica era como un pequeño sol. Los había de todos los tamaños. Cada uno tenía un tono de luz, cada uno emitía una música particular. Cada uno, si se me permite la expresión, con un rostro atónito, felizmente atónito, ante el espectáculo del acto creador.
Y los dispuso en un orden jerárquico: superior (Querubines, Serafines y Tronos), intermedio (Dominaciones, Virtudes y Potestades) e inferior (Principados, Arcángeles y Ángeles)
Los ángeles más grandiosos se hallaban suspendidos como tocando a la Esfera. Cada ángel superior tenía otros menores alrededor de él, como planetas que rodean a un astro. Cada uno de los satélites tenía a su vez otros espíritus angélicos que eran como satélites de los planetas. Y así podíamos ver que había centenares de jerarquías angélicas. Cada ángel dependía de otro ángel superior. Los ángeles superiores, menores e intermedios formaban innumerables niveles, complejísimas rotaciones, innumerables jerarquías, complicadas series de niveles, de escalones, como si de una zoología infinita se tratara...

...Era como si la Gran Esfera estuviera rodeada por brumas. Esas brumas eran como Vía Lácteas. Cada una de estas Vía Lácteas estaba formada por millones de millones de seres angélicos. Toda la Esfera estaba cubierta de estas nebulosas. Partes de la superficie de la Esfera estaban más densamente cubiertas. En otras partes, esas nubes era como si se deshilachasen hacia fuera. Y seguían surgiendo más y más de estas nebulosas del interior de la Esfera. Era como si del seno del Ser Infinito fluyeran ríos grandiosos de luz. Universos y universos de ángeles salían de la Esfera Incomparable.
Aquellos ríos parecían no agotarse. Unos surgían con fuerza hacia fuera, se doblaban como atraídos por la fuerza de atracción de la Esfera de la que surgían, y retornaban hacia la Esfera recorriendo su superficie inacabable. Otros ríos salían expelidos con vigor y se adentraban en la nada exterior, formando espirales, mezclándose a su vez con otras espirales angélicas, combinándose en más y más increíbles volutas de luz que se arremolinaban, que giraban alrededor de sí mismas, formando centros y más centros angélicos.

...Los ríos de luz que surgían de la Esfera fueron debilitándose en una especie de eco que se extingue lleno de majestad. Ese eco sinfónico se fue desvaneciendo, hasta que el último brazo de luz se despegó del Océano de Luz de la Esfera: la Creación de los ángeles había acabado. El último ángel había sido creado.
Su número era incalculable. Dios había sido extraordinariamente generoso al crear. Un inmenso conjunto de "glorias" ordenado en coros que, cantando una extraordinaria sinfonía angélica, alaban continuamente a Dios.
El número de los ángeles era incalculable, pero hubo un último. Decir que eran trillones de trillones era poco. Dios había sido extraordinariamente generoso al crear. Dios había querido comunicar el gozo del ser de un modo espléndido, feliz de que fueran muchos los que pudieran existir.
Los ángeles estaban sorprendidos al existir "de golpe", como si acabaran de despertar. Estaban suspendidos y llenos de vida, en silencio, mirándose unos a otros y contemplando, admirados, el espectáculo de amor, sabiduría y belleza de la Esfera de Vida.
Todos los espíritus estaban sorprendidos. Habían sido lanzados a la existencia. Habían pasado de la nada a existir de golpe. Aquello era como millones de seres que se hubieran acabado de despertar. Pero no sólo no estaban somnolientos, sino que por el contrario estaban llenos de vida. Las nebulosas bullían de vida alrededor de la Esfera de Vida. La vida se agitaba en ellos por la felicidad de existir.

Los espíritus se miraban a sí mismos, se conocían, volvían a mirarse entre sí sorprendidos, admiraban al gran ángel alrededor del cual se movían. Divisaban la magnitud de los gigantescos astros angélicos. Y en el centro de todo: el Divino Océano Infinito de Luz del que habían salido. Era como estar en el flanco de un gran mar. Podríamos decir que estaban suspendidos, flotando en el aire, levitando sobre un océano. Pero en ese caso no tenía sentido afirmar que se estaba encima o en un flanco de ese Mar. La Esfera parecía ilimitada. No había ni abajo, ni arriba.
Entonces, el silencio se rompió y Dios habló.
Ese Océano Divino estaba en silencio, todos le contemplaban admirados: constituía en sí mismo un espectáculo. Porque esa Luz era amor, sabiduría, belleza. De pronto, la Esfera habló. Era la primera vez que resonaba su voz fuera de su seno. Su voz resultó el hecho más impresionante que uno pueda imaginarse. La voz de Dios dirigiéndose a millones de millones de espíritus angélicos."
Resultado de imagen de luzbelLuzbel fue creado como una naturaleza angélica, como una criatura espiritual de Dios, admirable por su inteligencia, por su poder, incluso por su belleza, aunque ahora deformada. 

Job 40, 19 define a Lucifer como "la obra maestra de Dios", la cúspide de la creación angélica, el espíritu angélico de mayor importancia delante del trono de Dios, con quien Dios hablaba habitualmente.

El profeta Ezequiel (Ezequiel 28, 12 y siguientes) se refiere a Lucifer como un ser angélico especial: "montaña santa de Dios y querubín protector, dechado de perfección, sabiduría y belleza."

La guerra

El libro nos cuenta el avance y la evolución de ese mundo angélico, que se inicia con unos ángeles puros e inmaculados que, puestos a prueba tras la Revelación de Dios sobre la Encarnación, Crucifixión y la figura de María como Reina de los Ángeles, se dividen y, una parte de ellos, se rebela y se convierten seres malignos, formando el mundo demoníaco:
"Durante esa guerra espiritual, imperceptiblemente, sin percatarse de ello, algunos de los ángeles se fueron transformando de seres bellísimos llenos de luz, en monstruos repletos de resentimiento. El odio, el veneno que salía de sus bocas, la oscuridad de sus pensamientos, su soberbia, su deseo de hacer el mal, fue transformando a esos espíritus en seres deformes, feroces, horribles. Al final, daba miedo verlos.
En los capítulos 40 y 41 del libro de Job, Dios mismo, elogia el poder y ferocidad de la más temible de las criaturas infernales, Satán, o Leviatán o Behemot y le llama "el Principe de este mundo", a quien todas las bestias salvajes homenaje y tributo,"¡el rey de todas las bestias feroces!". 

La caída

"La prueba" transmutó a Lucifer, le llenó de violencia, pecado y orgullo. Con su rebelión, con su rotundo "No" ("Non serviam"), cayó y fue rechazado por Dios. Se convirtió en Satanás, el "Adversario", el "Opositor", el "Enemigo":
"Fue impactante la transmutación en Lucifer. Esos ojos clarísimos habían comenzado por destilar agresividad. En su boca fue como si crecieran dientes afilados y colmillos sedientos de sangre. Lucifer hubiera querido tener mil garras para arañarnos, agarrarnos y despedazarnos. Hubiera deseado pisarnos con pesadas patas de monstruo antediluviano. Eso es lo que queréis transmitir cuando lo representáis con pobres iluminaciones sobre pergaminos o lo pintáis sobre un fresco en vuestras iglesias. No tiene cuerpo, pero es peor que esos pobres colores y líneas con que plasmáis lo que conocéis por la fe. Por una fe transmitida, transmitida de lo alto, que os viene de los Cielos.
Satán era malignidad concentrada. El Mal en él se había vuelto ardiente. Dios, durante todo este proceso, le había hablado en su corazón, suplicándole que diera marcha atrás. Sí, todo un Dios le suplicaba. Le suplicaba no por debilidad, sino precisamente porque conocía cuán duro e impenetrable sería el muro de su justicia si Lucifer quedaba atrapado tras él. Por eso le habló como un padre habla a su hijo. Por eso le habló con una humildad cómo sólo Dios puede tener. Ante todo debía evitar que Satanás quedara atrapado detrás del muro de una decisión irrevocable.
Pero el Maligno había acorazado su corazón, había echado siete cerrojos en cada puerta de su voluntad. Había cubierto de hierro cualquier apertura a su conciencia. Satán el Diabólico había asesinado a su conciencia dentro de sí. Detrás de esas puertas cubiertas de hierro, cerradas a cal y canto, yacía el cadáver de su conciencia, descomponiéndose. En su corazón portaba un fétido cadáver, y él respiraba muerte. La Muerte avanzaba en él cada vez más. Él no podía dejar de existir, no podía morir en ese sentido. Pero él deseaba la muerte de los ángeles que le torturaban con sus razones, con sus recriminaciones, con la amenaza de la ira divina, con el recuerdo de su santidad primera."
"Tu esplendor ha caído en el abismo con el susurro de tus arpas. La gusanera te hace cama y te cubren los gusanos. ¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la aurora? ¿Cómo has sido derribado a tierra tú, el vencedor de las naciones? Te decías en tu corazón: El cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono; en el monte de la asamblea me sentaré, en lo último del norte. Subiré a las alturas de las nubes, seré igual que el altísimo. Mas, ay, has caído en lo profundo, en las honduras del abismo (Isaías 14, 11-15).

"Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las lanzó sobre la tierra. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. El Dragón y sus ángeles combatieron, pero no pudieron prevalecer y no hubo puesto para ellos en el cielo. Y fue precipitado el gran Dragón, la serpiente antigua, que se llama 'Diablo' y 'Satanás', el seductor del mundo entero, y sus ángeles fueron precipitados con él" (Apocalipsis 12).

"Dios no perdonó a los ángeles pecadores, sino que, precipitados en el infierno, los entregó a las prisiones tenebrosas en espera del juicio" (2 Pedro 2).

"El Señor ha reservado en eterna prisión, en el fondo de las tinieblas, para el juicio del gran día, a los ángeles que no conservaron su dignidad sino que perdieron su propia mansión" (Judas).


El Diablo (el "Desviado", el "Acusador") es reprobable en cuanto a su maldad, a su frialdad sin la más ligera sombra de arrepentimiento, pero elogiable por su gran poder, por su incomparable belleza, por su elevada inteligencia debidos a su naturaleza, creada por Dios.

Pero ni siquiera los demonios son odiosos. Sólo es odioso el pecado, los demonios sólo nos merecen pena por el pecado que cometieron, y compasión, por hacernos idea del padecimiento que sufren. Y ante la comprensión de ese abismo de padecimiento, veneramos sobrecogidos los justos designios de Dios, como reza el libro de Ezequiel 28.


lunes, 26 de agosto de 2019

ABRAZAR ES...

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"Amaos de corazón unos a otros, como buenos hermanos; 
que cada uno ame a los demás más que a sí mismo"
(Romanos 12, 10)

Algunos nos hemos acostumbrado a abrazar. Lo hemos tomado con un buen hábito y, hasta lo hacemos a diario.

Abrazar es acariciar el alma de la otra persona, respirar su esencia y unir ambos corazones. Es generar un espacio de cariño y ternura en el que no es necesario hablar.

Abrazar es gratis, no tiene contraindicaciones, ni efectos secundarios nocivos. Es 100% natural, no contamina y no tiene conservantes ni colorantes. 

Imagen relacionadaUn abrazo no necesita baterías, conexión a Internet, ni actualizaciones. No tiene cuotas ni permanencias obligadas.

Un abrazo rejuvenece y disminuye el estrés, da sensación de seguridad y protección y transmite energía y, a la vez, tranquilidad. Cura la depresión y la vanidad. Vigoriza el espíritu y sana el cuerpo. 

Abrazar genera confianza y seguridad. Es un acto honesto y sincero. Otorga una sensación de bienestar y contrarresta los sentimientos de soledad, aislamiento y tristeza. 

Abrazar eleva los niveles de serotonina, mejorando el estado de ánimo. Ejerce una suave presión sobre el esternón que estimula la glándula del timo, regulando y equilibrando la producción de glóbulos blancos en la sangre, ayudándote a mantenernos sanos.

Resultado de imagen de abrazosAbrazar reduce la presión arterial, liberando la oxitocina y activando los receptores epiteliales (corpúsculos de Pacini). Relaja y libera la tensión del cuerpo. Calma algunos dolores al estimular la circulación en los tejidos blandos y equilibra el sistema nervioso.


Abrazar nos hace sentirnos amados y especiales. Eleva nuestra autoestima y atentan la capacidad de querernos y respetarnos unos a otros.

Abrazar nos enseña a dar y a recibir, haciendo fluir el amor en ambos sentidos. Fomenta la empatía y la comprensión.

Nos saca de nuestros patrones de pensamiento egoísta y autoprotector. Conecta nuestros sentimientos con los del otro y equilibran nuestra respiración.

Abrazar es amar. 

jueves, 22 de agosto de 2019

INVITADO A UNA BODA

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"La boda está preparada, 
pero los convidados no se la merecían. 
Id ahora a los cruces de los caminos 
y a todos los que encontréis, llamados a la boda.“
(Mateo 22, 1-14)

Un día, hace unos pocos años, estaba yo a "mis cosas", en un cruce de caminos, cuando recibí una invitación. Se trataba de una invitación a una boda muy importante: se casaba el hijo del Rey. Y me invitaba... ¡a mí!...a un incomparable e inmerecido banquete. 

Yo, entonces, no tenía mucha relación con la Casa Real. Apenas conocía a los cortesanos del Reino. Ni tampoco a los pertenecientes al Pueblo. No conocía a nadie. 

¿Aceptaría o me excusaría? ¿Tomaría esa invitación como un honor o como un compromiso? ¿Confirmaría o declinaría mi asistencia? 

Me dijeron que muchos fueron invitados antes que yo, pero que no hicieron caso y rehusaron la invitación. Alguien dijo:"Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos". 

Resultado de imagen de banquete celestialAsí, el banquete se presentaba con muchos sitios vacíos y no lo entendía: "¿Por qué rechazaban tal invitación?" 

Entonces, escuche una voz femenina que me decía: "Te invito".

Yo no sabía ni Quién ni por qué me invitaba a mí, pero lo percibí como un autentico honor y un gran privilegio. Yo, un hombre sin mérito, sin virtud, sin valor, sin derecho, me sentí tremendamente halagado, me sentí especialmente querido, me sentí "elegido".

Ante tal honor, lo cierto es que no dudé un instante y respondí con un "sí" rotundo. Confirmé mi humilde deseo de asistir a ese banquete tan especial. 

Enseguida, pensé que no tenía ni idea de sus usos ni de sus costumbres. No sabía como había de comportarme ni tampoco de cómo debía vestirme para la boda. 

Resultado de imagen de banquete celestialEntonces, la Reina (aquella voz femenina que me invitó) me ayudó a conocer un poco más del Reino. De la mano de sus maternales enseñanzas, comencé a instruirme, a investigar y a conocer quien era el Rey. 

Ella me presentó al Novio, su Hijo, Jesús es su nombre, que me recibió con los brazos abiertos. Fue presentándome uno por uno a todos los que formaban parte del séquito. Aprendí en qué consistía una Boda así. Aprendí mucho...y aún continúo haciéndolo...

Ella, María es su nombre, me enseñó que, para asistir a ese banquete, debía ser capaz de establecer la frontera entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal, entre el agradecimiento y el resentimiento, entre la humildad y la vanidad, entre el amor y el rencor. 

Tenía que establecer diferencias entre lo que es "debido" y "lo que se lleva", entre lo que "es" y lo que "dicen que es", entre vestirse adecuadamente y "disfrazarse", entre lo auténtico y lo falso. 

Prepararse, asearse y vestirte adecuadamente para un banquete real tan insigne, lleva su tiempo. No hay que apresurarse en ponerse lo primero que encuentras en el armario ni elegir "a oscuras". 
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Se trata de saber a dónde voy, de ir bien limpio de pecado, muy perfumado de gracia y perfectamente "revestido" de Cristo. 

Se trata de preocuparme por tener la disposición correcta y así, hacer honor al Novio y dar gloria al Rey

No se trata de comprar ropa de marca o de moda. Ir bien vestido a esta boda no tiene nada que ver con el dinero, ni con la fama, ni con el poder, ni con las cosas a las que el mundo da importancia. 

Se trata de encontrar un equilibrio entre mi interior y mi exterior, de ser consciente de la importancia del evento, de la grandeza del Anfitrión frente a mi pequeñez, de la gran riqueza del Rey frente a mi gran pobreza. 

Y hoy, sigo preparándome, tratando de perseverar en una actitud correcta (fe), esperando que llegue el "día" (esperanza), vistiéndome adecuadamente (amor) para ser un "digno invitado", para merecer estar allí. 

Ese día, me gustaría poder escuchar: "Llevas puesto el traje de boda. ¡Pasa!"